sábado, septiembre 29, 2007

 

¿Pluralismo sin resultados?

"Los acuerdos políticos viables son los que se logran en un momento determinado, aunque sean parciales", me decía un legislador ante mi pregunta sobre por qué no buscaron una reforma electoral más amplia, que graduara a México en este tema para seguir construyendo un mejor país en otros temas.

Con el suspiro de que esto fue lo que se pudo sacar, y vaya que fue complicada y difícil la negociación, nos deja a nosotros, los ciudadanos no legisladores, un sentimiento de que fue un paso en la dirección correcta, pero apenas uno de los muchos que tenemos por recorrer.

Lo mismo podemos decir de la minirreforma fiscal también aprobada recientemente. ¿Sólo un paso? "No se logró todo lo que se quería, pero es un paso importante", me dice también nuestro representante.

Pero no sé si me convence que me digan que vamos en la dirección correcta con estos pequeños pasos. Más bien me parece que nuestros legisladores y el Ejecutivo han avanzado en sus propias direcciones quizá correctamente, pero no en la dimensión que nuestro País requiere.

Encuentro al menos dos características en ambas minirreformas que las hacen ver más como un avance menor frente a lo que nos hace falta. Primero, ambas son sólo reformas que vieron los intereses de corto plazo; y, segundo, ninguna avanza en combatir las verdaderas causas de su necesidad.

Para muestra dos botones. El primero: durante los dos últimos años y sin reforma fiscal, México fue capaz de aumentar 2 puntos porcentuales del PIB su recaudación. La razón es económica, recaudamos más simplemente porque la economía creció y esto generó mayores tributos. Sin embargo, no se ve un crecimiento económico en los próximos dos años como los que vivimos, y en este sentido la reforma fiscal es un paliativo menor.

El segundo ejemplo lo muestra el pequeño paso de la reforma electoral. Qué bueno que ahora todos los calendarios electorales locales se juntarán a partir del 2009 al primer domingo de julio, pero sigue habiendo en promedio 10 elecciones cada año sin contar con las federales cada tres. Es decir, avanzamos algo, pero no lo suficiente. Si queríamos tener años de paz electoral que permite a la economía desahogarse y no vivir a expensas de las elecciones, no los obtuvimos.

Idealmente podríamos pensar en tener sólo elecciones el mismo día cada tres años para renovar legislaturas y gobiernos locales, pero como ahora habrá estados con periodos municipales de cuatro años como Coahuila, a partir de 2013, pues ya no se podrá.

Ni hablemos de la reelección de legisladores y alcaldes, un tema que no pudo ser convenido por ahora y que ni siquiera está siendo considerado en la famosa Reforma del Estado que en enero deberá nacer. Esta ausencia no nos ayuda a la profesionalización y la rendición de cuentas de las administraciones públicas y tareas legislativas.

Esta reforma electoral constitucional, aprobada ya por la mayoría de las legislaturas locales, revela más intereses de corto plazo que una verdadera voluntad de mejorar nuestra democracia.

La mini reforma electoral como todos sabemos no le quita un solo peso al presupuesto de los paridos políticos para su operación diaria. Lo que sí hizo es que les quitó algunos cheques que ya tenían nombre de beneficiario en los medios de comunicación masivos.

El costo de nuestra partidocracia es enorme. El tamaño de fondos con los que disponen anualmente los partidos políticos en México es aproximadamente de 3 mil millones de pesos, más o menos el equivalente a hacer dos Fórums por año (descontando obra urbana).

Algunos analistas de nuestro sistema político argumentan que es bueno que partidos políticos dispongan de estos recursos públicos porque los incentivos para obtenerlos de manera informal son muchos. Correcto, pero qué hay de representar legítimamente los intereses de la sociedad.

Debemos reconocer, sin embargo, que esta reforma al financiamiento de las campañas, a la estructura del IFE y a las capacidades del Trife tiene un beneficiario directo y no fueron los legisladores. Fueron los partidos políticos, no todos, sólo los grandes, pero en esta ecuación no está la sociedad ni su democracia incluida.

Tanto en lo fiscal como lo electoral estos acuerdos le salen debiendo a México. Los economistas llaman a este tipo de reformas "acuerdos de equilibrio menor". Es decir, los incentivos hoy de nuestro sistema político permiten este tipo de resultados. Acuerdos legislativos del mínimo esfuerzo. Un compromiso por el menor sacrificio.

Padecemos un pluralismo político sin resultados porque hemos tolerado un sistema electoral que ha mimado a los partidos grandes, menospreciado a los partidos pequeños y cerrado la puerta a las aspiraciones políticas de los mexicanos sin partido.

Vidal Garza Cantú
vidalgarza@terra.com.mx

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viernes, septiembre 28, 2007

 

La reforma pendiente...

"El nacionalismo es ansia de poder templada por el engaño a sí mismo".
George Orwell

De poco o nada servirá una reforma fiscal que aportará poco más de 100 mil millones de pesos anuales a las arcas públicas si no se acompaña pronto de una reforma energética. Pero no queda claro que el acuerdo que tuvieron los partidos políticos para impulsar la reforma electoral y la fiscal se mantenga en el momento de enfrentar los tabúes del sector energético.

No es ninguna novedad que la producción del yacimiento petrolero de crudo de Cantarell está declinando. Algunos yacimientos más pequeños han permitido compensar parcialmente esta caída, pero ha sido más bien el alza de los precios internacionales del petróleo lo que nos ha impedido sentir el impacto completo de la declinación.

Las consecuencias negativas, sin embargo, están ahí y son inescapables. Tarde o temprano bajarán los precios del petróleo y el país se dará cuenta de que nunca tomó medidas para compensar la declinación de Cantarell. Independientemente del nivel de los precios del petróleo, de hecho, lo más probable es que en menos de una década nos convirtamos en importadores netos. Y entonces los altos precios de los hidrocarburos serán un lastre más que una fuente de ingresos.

Las consecuencias de las restricciones a la inversión ya son evidentes. A pesar de ser un país petrolero, en México estamos importando más del 30 por ciento de la gasolina que usamos. El costo que esto tiene se incrementará ahora como consecuencia de la cancelación de los ajustes que se venían haciendo en los precios de la gasolina Magna. ¿Por qué? Porque estamos exportando petróleo crudo a Estados Unidos, pero sólo para comprar gasolina cara y revenderla más barata en México. Es un esquema irracional diseñado para perder dinero.

En la actualidad estamos gastando 8 mil millones de dólares al año para importar gasolinas: casi lo mismo que se obtendrá de la reforma fiscal. En las condiciones actuales este monto simplemente seguirá creciendo. Pero ésa no es toda la tragedia. Las refinerías de México pierden dinero en un negocio en el que, ante la escasez internacional de combustibles, ninguna otra planta del mundo registra pérdidas. Y éstas son previas a los impuestos confiscatorios que el Gobierno federal le cobra a Pemex. Las pérdidas son simplemente consecuencia de falta de inversión.

Hay una refinería de Pemex que sí es rentable. Pero el problema es que se encuentra en Deer Park, Texas, y es una coinversión con Shell.

En México se prohíbe a Pemex tener socios privados. Esto llevó al gobierno del ex Presidente Vicente Fox a considerar la posibilidad de establecer una nueva refinería, pero no en México, sino en Centroamérica. No hay comentario más triste a la camisa de fuerza de nuestra legislación energética que este intento de establecer la refinería que tanto necesitamos en otro país con el fin de incorporar a los socios que son indispensables para ella.

Pemex no puede dedicar más dinero a las refinerías porque los pocos recursos que tiene deben dedicarse a operaciones más rentables y en particular a la extracción de crudo. Buscar socios para el negocio de la refinación es inevitable. Si no lo hacemos, simplemente seguiremos importando gasolinas y enriqueciendo a los refinadores de Texas.

Hay muchos otros procesos en la industria energética en los que necesitamos urgentemente inversión privada. Es absurdo, por ejemplo, que no podamos tener capital privado en ductos, lo cual nos impide modernizar la red de gasoductos y oleoductos. En cambio, todo el transporte terrestre de productos de Pemex es privado. ¿Cuál es la lógica de prohibir la inversión en ductos? ¿Obligar a Pemex a pagar 40 veces más para mover sus productos por carretera? ¿De verdad nos ayuda esto a ser un país más próspero y soberano?

Casi todos los países del mundo mantienen la propiedad original de los hidrocarburos en manos del Estado. Pero casi ninguno establece un monopolio tan dañino como el que nuestros políticos han creado aquí. Volvamos la vista a Canadá, a Alaska en Estados Unidos, a Noruega, a Brasil y a Cuba: nos daremos cuenta de que la propiedad pública de los hidrocarburos puede combinarse con una eficiente y necesaria inversión privada.

La limitación a la inversión privada en energéticos es una de las razones por las que México ha crecido tan poco desde hace años. El asfixiante monopolio de Pemex no ha servido para crear riqueza ni para rescatar a los millones de mexicanos que viven en la pobreza. Todo lo contrario. El sector energético está en camino de convertirse en un lastre económico. Hemos desperdiciado la bonanza petrolera con unas políticas que fueron aparentemente diseñadas por nuestro peor enemigo.


Sergio Sarmiento
www.sarmiento.com

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jueves, septiembre 27, 2007

 

La mano invisible del mercado

Todo por seguirle el juego a los populistas y demagogos, a esos que en últimos días ligaron el aumento a las gasolinas (que todavía no sucede) con el aumento al pan (que subió porque el precio internacional del trigo ha subido mucho en el último año). Nunca los burócratas y políticos podrán controlar y manejar a la economía mejor que el propio mercado.

Cartón de Paco Calderón del día de hoy.

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Manipular precios

"¿Qué es un cínico? Un hombre que conoce el precio de todo y el valor de nada".
Óscar Wilde

Los precios tienen una función muy importante en la economía: son el mejor regulador de la oferta y la demanda.

Esto es algo que nunca han entendido los políticos mexicanos, quienes al manipular precios han generado verdaderas catástrofes económicas cuyo costo no han pagado ellos, sino el pueblo... y en especial siempre los más pobres. Lo peor de todo es que no parece que el Gobierno de Felipe Calderón tenga una mejor comprensión que sus predecesores populistas de cómo funcionan los precios en la economía.

Así, el Presidente anunció ayer una serie de medidas contradictorias que revelan una ignorancia profunda del funcionamiento de los precios. Por una parte dio a conocer que, como lo han solicitado los legisladores del PAN y del PRI, se postergará a 2008 la entrada en vigor del nuevo impuesto de 5.5 por ciento en el precio de la gasolina. Al mismo tiempo dijo que se suspenderán hasta el 2008 los aumentos graduales de precios en la gasolina Magna, el gas LP y la electricidad.

Todos estos ajustes se presentan como una forma de apoyar a quienes menos tienen. No hay ninguna referencia a las condiciones reales del mercado. El Presidente está cayendo en el populismo más vulgar.

Pertenezco a esa minoría que piensa que de toda la reforma fiscal, la única parte que tiene valor real es el nuevo impuesto a la gasolina. Éste es, después de todo, general y fácil de aplicar. El nuevo gravamen afecta más a quienes tienen automóviles, que son el grupo de mayores ingresos de la población, y es ecológico, porque eleva el costo de los combustibles contaminantes. Por otra parte, acerca los precios de los energéticos a los niveles internacionales.

En contraste, el Impuesto Empresarial de Tasa Única, el IETU, busca cobrar más a quienes ya están dados de alta en el padrón de contribuyentes, complica el cumplimiento de las obligaciones fiscales, castiga la generación de empleos y resta competitividad a la industria en su durísima competencia con las empresas chinas. El impuesto a los depósitos bancarios en efectivo, por otra parte, dificulta la bancarización de la economía informal y castiga a los comercios que venden en efectivo, como los supermercados, lo cual elevará los costos de operación de una actividad que tiene márgenes muy reducidos e impulsará el alza de los precios de los productos básicos.

Postergar por tres meses la aplicación gradual del impuesto a la gasolina no tendrá en realidad consecuencias económicas importantes. Entiendo que es una decisión política en un momento en que la población culpaba a ese gravamen todavía no vigente de aumentos en los precios que no tenían nada qué ver con él. Pero suspender los ajustes en los precios de la gasolina Magna, el diesel y el gas LP cuando éstos se encuentran todavía por debajo de la norma internacional, así como de la electricidad, nos muestra a un gobierno que recae en la práctica de manipular precios.

Lo curioso del caso es que el Congreso ha aprobado una gravosa reforma fiscal que pretende, entre otras cosas, promover la inversión en infraestructura de petróleo y electricidad, sólo para que ahora el Gobierno cancele un ajuste en los precios de los energéticos que podrían servir precisamente para modernizar y ampliar la producción. El sector, de hecho, perderá entre ¡7 mil y 9 mil millones de pesos! por la cancelación de estos ajustes.

La experiencia nos dice que los precios, con todos sus problemas y sus ocasionales desequilibrios, son siempre un mejor regulador de la economía que los burócratas. Hoy, sin embargo, vemos al propio Presidente asumiendo el papel de gran regulador de los precios.

Lo ideal sería que los precios de los energéticos en México subieran y bajaran según la oferta y la demanda en un mercado con muchos productores en competencia. Como esto no es posible, debido a que la Constitución sólo permite la operación de monopolios en energía, es indispensable tener precios regulados. Éstos deberían cuando menos responder a las oscilaciones de la oferta y la demanda, pero cualquier pretensión en este sentido se está echando ahora por la borda.

Si los ajustes graduales en los precios de la gasolina, el gas LP y la electricidad eran necesarios, ¿entonces por qué pueden anularse de un plumazo cuando lo ordena el Presidente? Y si se pueden cancelar así de fácil, ¿por qué no congelarlos de manera indefinida?

La verdad es que estamos retrocediendo. Ya habíamos dejado atrás la idea de que los precios pueden y deben ser manipulados por el Presidente. Hoy esta actitud está de regreso. Luis Echeverría y José López Portillo estarían orgullosos de su discípulo Calderón.


Cultura del 'no pago'
El Presidente Calderón anunció este 25 de septiembre la condonación de adeudos del Fonaes, el Fondo Nacional de Apoyo para las Empresas de Solidaridad, contratados entre 1992 y el 2004. El mensaje para quienes sí pagaron esos préstamos es contundente: ¡qué tonto eres! Si hubieras esperado lo suficiente, te habrían perdonado toda la deuda. Así son las cosas en este país. Quien pague un crédito contraído con el Gobierno es un perfecto idiota, porque tarde o temprano el Gobierno lo cancelará. Son las propias autoridades las que están promoviendo la cultura del "no pago".

Sergio Sarmiento
www.sergiosarmiento.com

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Andanzas del provocador

Vicente Fox es un provocador, un provocador mediocre. Lo fue como diputado, como gobernador, como candidato a la Presidencia, como Presidente y ahora como ex Presidente. Camorrista, tira golpes a diestra y siniestra con el único afán de recibir luces. Su incontinencia verbal, incapacidad para tolerar la sombra, su inmadurez lo convierten en un personaje impredecible. La estulticia se multiplica por la ambición. La fórmula es mortal. Es capaz de escupir al cielo y ser víctima de su propio acto. Así fue su Presidencia. Eso hizo en esta develación no solicitada de intimidad. ¿Qué irrita del asunto?

El reportaje de una revista de sociales muestra a los incontrolables Fox en su rancho enseñando los interiores de una lujosa residencia. Pero, a decir verdad, no es la primera ni la última mansión que veremos. En un país de verdaderas libertades, optar por la riqueza siempre será una de ellas. Pero, vayamos con cuidado, ¿qué irrita, la opulencia, el lujo en sí mismo o la desfachatez, la insensibilidad, la brutal impertinencia en el país de la desigualdad señalado por Humboldt?

En su confusión mental, los Fox nunca comprendieron que México no es Estados Unidos ni ellos la familia Bush. Ven a mi rancho, voy a tu rancho, somos iguales fue la tonta interpretación que echó a andar la relación entre los presidentes y así nos fue. Pero resulta que en México hay muchos millones de pobres, que además tienen una profunda y justificada desconfianza contra la riqueza súbita. Los Fox contribuyen a fomentar la sospecha.

El asunto tiene raíces muy profundas y es quizá uno de los síndromes que más nos han dañado. México tiene un trauma severo: la acumulación provoca sospecha. En lugar de generar respeto, admiración o simple indiferencia, han sido tan comunes las riquezas mal habidas y súbitas que en algunos segmentos como el magisterio y en algunas zonas del país, sobre todo en el sur, el rechazo a la acumulación deviene en rechazo a la prosperidad. Eso sí es muy grave. Varios estudios de valores profundos muestran cómo ni siquiera hemos logrado socializar la idea de que la prosperidad es deseable, que es correcto desearla y que es asequible por medios honestos. No se valora el trabajo, sino la astucia.

Frases populares que muestran la deformación hay muchas: "Contra los ricos hasta que nos emparejemos", de ese extraño personaje que fue Gonzalo N. Santos; por supuesto, "el que no transa no avanza" o la muy antigua y delatadora "pobre, pero honesto". ¿Qué ganaron los Fox con este nuevo escándalo? ¿Qué necesidad o necedad recóndita hay de exhibir su intimidad? Queda claro que no pensaron en su país, pues de entrada ofendieron a muchos. Tampoco pensaron en su Presidente: Calderón ha tenido que cargar con el pesado fardo de los Fox que podría estar entrando en una nueva fase. Su partido tampoco les importó demasiado: cómo se van a quitar de encima la fama pública del partido de los ricos. Sólo a partir de una brutal miopía el nuevo escándalo podría generarles algún beneficio. Gracias a su superficialidad estarán ahora en el banquillo de los acusados. No podrán llevar la fiesta en paz porque no quieren.

Lo increíble del caso es que ésa fue la mentalidad que gobernó a México seis años. Afrentas desde el primer minuto, pleitos con aliados necesarios, prepotencia y groserías sistemáticas, locuacidad del diario. Gracejadas provocadoras de los más profundos resentimientos y, como un niño, jugar con lumbre tal y como se mostró con el desafuero. Soy un convencido de que la mayor prueba institucional de los tiempos recientes ha sido la imparable locuacidad de Fox y seguidores. Y aquí estamos. Quizá el daño mayor lo pagamos en distracción nacional. Que no nos vuelva a ocurrir lo mismo.

Sea como sea, en 10 meses el Presidente Calderón ha logrado tres reformas de fondo. Por supuesto que en todas hay bemoles y observaciones, pero las pensiones del ISSSTE que eran una auténtica bomba de tiempo, ya están atrás; la reforma fiscal será ligera, pero hubo ya un primer paso en el rumbo correcto; la reforma política, quizá la más controvertida, es otra muestra de que se está negociando, de que se está haciendo política.

Justo en este momento en que el país lentamente pareciera ocuparse de asuntos determinantes para nuestro futuro, salen los Fox con su escandalito. Esta batalla no la podemos perder de nuevo: la ostentación de Fox nos llevará a hablar de los ex Presidentes y sus pensiones, y de allí en adelante nos volveremos a sumir en el fango. Si el escandalito nos atrapa vamos a terminar hablando de la boda, de los regalos, de los invitados en vez de poner atención a la nueva ronda del IMSS, a la reforma de seguridad que está en puerta o en la muy sugerente propuesta del diputado Eduardo Sánchez sobre subastas inversas que podrían ahorrarle al erario alrededor de un punto del PIB, casi lo mismo que le quedará libre a la Federación después de la muy traída y llevada reforma fiscal.

Que se investigue a los Fox, que se aclare el origen de su riqueza, eso no es optativo. Pero que no nos vuelvan a atrapar en su dinámica de escandalitos que nos da una dimensión de los horizontes de la pareja. México se merece otro nivel de discusión. Escándalos siempre habrá, por ejemplo, Sarkozy y Chirac también tienen algunos detrás, lo cual no ha impedido al Presidente francés presentar al menos seis reformas de fondo (pensiones, función pública, inmigración, sindicatos, delincuencia y productividad). Que los mediocres se ahoguen en su propio lodo. Ya tuvimos suficiente.


Federico Reyes Heroles



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miércoles, septiembre 26, 2007

 

No que muy valientes?

El coordinador de los diputados del PRI, Emilio Gamboa, ya le pidió al Presidente que el incremento gradual de la gasolina comience en enero y no en octubre.

¿Por qué se lo piden al Presidente, si los legisladores aprobaron el monto y los tiempos del incremento?

Porque, dice Gamboa, los diputados del PRI no habían leído que la modificación a las tarifas se inicia el lunes de la siguiente semana.

Admiten que no leen ni lo que dictaminan y votan, aun en temas tan relevantes como es el alza de precios en los productos monopolizados por el Estado.

Ese incremento va a ser, al final del proceso, de cinco por ciento. Y no va a mejorar las finanzas de la Federación, sino ayudará un poco a las de los gobiernos estatales y el del Distrito Federal.

¿Valdrá la pena? No tanto. Como tampoco va a servir de mucho la reforma fiscal aprobada en el Congreso: apenas un punto del PIB, y eso a finales del sexenio.

La realidad nos va a alcanzar. Cuando se deterioren las finanzas públicas de manera ostensible, lo que ocurrirá en el actual sexenio, va a tener que ampliarse el déficit (contratar más deuda) y recortar el gasto público. Regresar a la época de las tijeras, pues.

Ante esa situación no habrá más remedio que una reforma fiscal de emergencia, sin anestesia, a mata caballo, con costos sociales mucho mayores que cuando debió hacerse, de manera planeada y gradual.

A eso le tira López Obrador. Arrinconar a los legisladores de su partido y chantajear verbalmente a los del PRI, para evitar soluciones de fondo a la crisis que se avecina.

Con una crisis, López Obrador está del otro lado. Ahí sí gana. Le bastaría tener como frase de campaña: "se los dije".

No anda tan perdido. Es una realidad y hay que decirlo hasta el cansancio: los ingresos por exportaciones de petróleo van a la baja y eso va a deteriorar muy pronto las finanzas públicas.

De hecho, el próximo año no tendremos superávit en la balanza de hidrocarburos.

Vamos a exportar, en 2008, unos 26 mil millones de dólares en petróleo crudo e importaremos una cifra similar de gas y productos refinados.

Ante ese panorama resulta absurdo lo que propone López Obrador: bajar el precio de las gasolinas y dar más baratos todos los combustibles.

Se nos acaba el petróleo, los precios están por las nubes como nunca en la historia y el líder del PRD se avienta la puntada de que hay que bajar los precios: malbaratar aún más la menguante riqueza nacional.

Pero él no tiene la responsabilidad de gobernar, en el Ejecutivo o en el Congreso. Está en campaña presidencial desde ahora sin que haya ley alguna que se lo prohíba.

Lo más sensato sería no hacerle caso, pero los diputados y los senadores del PRI y los del PRD tiemblan cuando habla López Obrador en contra de "los inútiles del Congreso" y convoca, como lo ha hecho, a reventar el alza a las gasolinas.

A ver si ahora, en un rapto de valentía como el que tuvieron con la reforma electoral, los legisladores aprovechan la inspiración para de una vez por todas poner un impuesto parejo al consumo.

Ellos lo saben: no hay más remedio para las finanzas públicas del país que poner un IVA generalizado, sin exenciones ni tasas cero.

¿Por qué no se atreven? ¿No que muy valientes?

La OCDE, basada en la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares que realiza el INEGI, apunta que los dos deciles más ricos de la población capturan 35% del subsidio que representan las exenciones y la tasa cero del IVA.

En contraste, los dos deciles más pobres de la población mexicana obtienen menos de 10% de este subsidio.

Si se pone IVA parejo y se quitan exenciones y tasa cero, agrega la OCDE, más de la mitad de los ingresos adicionales serían pagados por los tres deciles más ricos de la población.

A la población de menores ingresos se le podría diseñar una política transparente de subsidios y dejar fuera del IVA una canasta básica de alimentos de consumo popular. Con eso se soluciona gran parte de la debilidad de las finanzas públicas.

Pero los diputados y los senadores rehúyen enfrentar la realidad y nos llevan a una crisis de fin de sexenio donde el perdedor será el país y todos sus habitantes. Menos uno.

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Mientras siga la demagogia y el populismo no habrá una verdadera reforma fiscal en México. Se requiere un IVA parejo y un ISR flat. Sólo dos impuestos. Pero la cerrazón de algunos mantiene a este país en el retraso. Los subsidios no deben ser generalizados, pues así son sumamente injustos. Deben ser dirigidos a quienes menos tienen. Imagínense, bajar la gasolina. ¿A quién beneficia? A quien tiene auto. Y quienes tienen auto, el 30% más rico de la población. Igual que los segundos pisos. ¿Hasta cuando?

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Los radicales que cambiarán al mundo...

Cartón de Paco Calderón publicado el día de hoy en distintos medios.

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martes, septiembre 25, 2007

 

Mimo Ebrard

Caravana con sombrero ajeno.....

Cartón de Paco Calderón publicado el día de hoy en distintos medios.

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lunes, septiembre 24, 2007

 

DFiciente

(23 septiembre 2007).- Siempre me ha fascinado el contraste entre la retórica de los gobernantes del Distrito Federal y la realidad de la ciudad. Mientras que la retórica, sobre todo a partir del inicio de los noventa, se desvivía por afirmar la salud financiera de la ciudad, la realidad material del DF clamaba por toda clase de reparaciones físicas en su infraestructura más elemental. Es obvio que la razón del contraste es el hecho de que desde que nuestros regentes y jefes de gobierno se sintieron presidenciables todo, hasta el lenguaje, comenzó a cambiar. Cualquiera que haya sido su lenguaje, la realidad es que el DF tiene una atroz infraestructura física que no justifica las palmadas en la espalda que se dan nuestros gobernantes ni su pretensión de salud financiera en las cuentas de la ciudad.

La salud financiera de una ciudad se puede medir de dos formas: una es la que arrojan las cuentas fiscales que, de manera simplista, se puede decir que equivale a sumar los ingresos, restarle los egresos (incluyendo el servicio de la deuda) y terminar con la cuenta final, que generalmente muestra un déficit, si bien relativamente modesto. Otra manera, la que realmente debería emplearse, tendría que incluir tanto lo que los contadores llaman "pasivos contingentes" (obligaciones que en algún momento tendrían que cubrirse) así como la depreciación del capital. En una ciudad, el capital (los activos) está integrado por el sistema de agua, las calles, los semáforos, el drenaje y, en general, todo lo que representa una inversión.

Cada uno de estos componentes del activo de la ciudad tiene una vigencia distinta. Mientras que los focos de los semáforos duran relativamente poco, el sistema de agua tiene una duración que se mide en décadas. La pavimentación de las calles dura mucho menos que el sistema de tuberías, pero usualmente más que los puentes peatonales que cruzan las avenidas y periféricos. Sin embargo, todos estos elementos de la infraestructura urbana se van deteriorando poco a poco hasta que se acaban y por eso la contabilidad de la ciudad debería contemplar su reposición en un plazo lógico, antes de que comience a ser inutilizable o incluso contraproducente.

Lo que se puede decir de la infraestructura que no se ve (como el drenaje y las tuberías) también se puede afirmar de las vías "rápidas" con que cuenta la ciudad. El número de automóviles crece con celeridad, pero las calles disponibles para que éstos circulen brillan por su ausencia. En lugar de anticipar crecimientos futuros, el gobierno de la ciudad responde décadas tarde (y usualmente mal) ante el desafío de la transportación urbana. Se construyen nuevos edificios de oficinas y desarrollos residenciales, pero no se crean las calles y avenidas para desahogar el tránsito incremental que inevitablemente se producirá.

Así como son rápidos para ponerse medallas por museos o programas sociales no financiados, nuestros gobernantes locales nunca han sido excepcionales en su disposición a reconocer los pasivos que tienen con la ciudadanía en materia de infraestructura. Peor, desde que comenzaron abiertamente a querer ser candidatos a la presidencia se abocaron a toda clase de gastos muy atractivos y de gran visibilidad política (igual segundos pisos que universidades o subsidios a la población de mayor edad) sin reparar en la necesidad de darle el mantenimiento más elemental a lo existente.

Cualquiera que haya caminado en las calles de la ciudad de México sabe bien que toda la ciudad es un gran bache: prácticamente no hay cuadra en la que no haya agujeros en las calles, coladeras sin tapa u obras incompletas. El drenaje profundo ha sufrido descalabros mayores en los últimos años y nada se ha hecho para repararlo; la red de tuberías de agua potable tiene fugas por todos lados y su deterioro es palpable en grandes partes de la ciudad. Las calles y avenidas son insuficientes y conllevan al mayor desperdicio de horas hombre que alguien pudiera imaginar. Aunque en sentido estricto no es de su responsabilidad, el mismo problema existe en la red eléctrica. Sin embargo, el gasto público sigue concentrándose en lo aparente y visible sin reconocer que es lo otro lo que hace posible que funcione una urbe como la nuestra.

El gobierno de la ciudad pretende atraer grandes inversiones tecnológicas, turísticas, de manufactura no contaminante y de servicios diversos. Sin embargo, pretende que eso es posible sin construir la infraestructura (en sentido amplio) que requerirían esas inversiones. Por ejemplo, si bien la ciudad de México cuenta con grandes unidades hospitalarias de investigación que son un ejemplo para el mundo entero, las condiciones de trabajo de los científicos que ahí laboran son incomparablemente menos propicias que las de sus pares en naciones donde los temas de criminalidad o infraestructura elemental simplemente no son temas.

Estas reflexiones surgen de observar la forma en que los operarios del gobierno del DF responden ante problemas en las redes de agua por donde paso todos los días. Las tuberías tienen más de cuarenta años de vida y su deterioro es creciente. Rara es la semana en que no hay una fuga. Llegan los operarios, hacen un gran agujero que obstruye la circulación y molesta a los vecinos y proceden a hacer un parche: ponen un pedazo de tubo nuevo que no es del mismo material que el existente y lo conectan lo mejor que se puede, cierran el hoyo y se retiran. La semana siguiente vuelven para atender una nueva fuga y reparar otro pedazo de tubo, cuando no el mismo. Luego de decenas de reparaciones, a un costo astronómico, no se da el reconocimiento de lo evidente: hay que cambiar todo el tubo (a un costo mucho menor).

Detrás de esta manera de actuar yace la noción de que se puede parchar todo sin con ello mermar el potencial de desarrollo de una ciudad moderna. El problema es que ésa es una pretensión absurda. Una parte importante de la ciudad no cuenta con los satisfactores esenciales para la vida, en tanto que otra sufre las consecuencias de la falta de atención de esos mismos factores. Mientras tanto, nuestros gobernantes predican la salud financiera y se dedican a procurar la construcción de grandes edificios y proyectos sin resolver su funcionamiento o impacto en materia de tránsito, infraestructura o desarrollo de la comunidad.

La ciudad de México tiene un extraordinario potencial, pero éste es inasequible mientras las prioridades estén tan trastornadas. Primero deberían ser las soluciones y luego la construcción de grandes proyectos urbanos o políticos. La lógica actual no lleva más que a la lógica del NO que caracteriza a todos y cada uno de los habitantes de esta jungla urbana.

Luis Rubio
www.cidac.org


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Dos injusticias


24 Sep. 07

Hace algunos meses, denunciamos ante las autoridades y en esta columna a la mafia que se había organizado en el Metro entre una pandilla de rufianes en perfecta complicidad con los guardias del Metro y los policías que mágicamente aparecen en el momento debido. De lo que se trata es de esquilmar a hombres jóvenes, con ese aire de ingenuidad que los convierta en clientes, para ser asaltados.

El asunto es muy sencillo: en el momento en el que la víctima va a descender del Metro, un hombre o una mujer prorrumpe en alaridos y acusa al que ya se va de "acoso sexual". Y ahí comienza la danza. Viene a escena la lamentable policía capitalina y realiza una excelente pantomima de la legalidad en la que el "acusado" comienza, sin exageración, a sentir terror. Según la policía se trata de un delito gravísimo que no alcanza libertad bajo fianza y esto y lo otro. Si en este momento, el supuesto culpable no ha manifestado su intención de dar dinero y dinero suficiente, se pasa al siguiente capítulo: el Ministerio Público, tan corrupto y tan mal servidor público como todos los demás. Ahí el Ministerio se hace el estúpido, tarea para la que está particularmente dotado y anuncia que, en vista de la gravedad del delito, va a tener que remitir al acusado al reclusorio. A todo esto, el acusado ha recibido discretamente el mensaje de que sus acusadores o acusadoras estarían dispuestas a retirar los cargos mediante una cantidad suficiente de dinero.

Hace unos meses, después de hablar con funcionarios de todos tamaños, éstos, casi sin fallar, te dicen con impasible cara de perro: sí, ya sabíamos de esta banda que opera en el Metro. Comento: claro, mi impecable funcionario que por lo visto no trabaja en el GDF, son bandas que sólo pueden existir mediante el maridaje de los guardias del Metro, la policía, el Ministerio Público y usted que cobra en la misma ventanilla que todos, viejo gandul.

Gracias a la indignación ciudadana, a los mil telefonemas de su Charro Negro que tuvo que pedir como favor lo que es de estricta justicia y a la publicación de una columna como ésta, logramos salvar a una persona inocente que ya estaba a punto de ser consignada al reclusorio.

Como soy perfectamente idiota, me quedé con la impresión de que se abriría una investigación a fondo y que ya para hoy los culpables (los verdaderos) habrían sido castigados y, por lo menos, ese crimen ya no se cometería en la Ciudad.

Me equivoqué. El negocio sigue en pleno auge. En el Metro Hidalgo, Óscar Vargas García, una persona íntegra y decente, choca con un tal Israel Valverde. Óscar se disculpa, pero Israel comienza a gritar que ha sido objeto de abuso sexual y que Óscar Vargas "le agarró el pene" (¡guácala!, ¿quién querría agarrarle su putrefacto embutido -si lo tiene- al susodicho Israel?). Comienza la sórdida comedia: los guardianes del Metro, la policía, el Ministerio Público, un oportuno judicial y la negativa de Óscar a dar dinero. Resultado: Óscar desde el jueves en la tarde-noche está en el Reclusorio Oriente, aguantando vara y recibiendo amenazas de que si dice algo "le dan un piquete" (yo solicité su autorización para publicar esto y él accedió con gran valentía). Mientras tanto, Marcelo, Joel, nuestras fuerzas del orden siguen cobrando para que nosotros sigamos viviendo en el terror.

Supongo que la injusticia cometida con Óscar se arreglará, pero yo me pregunto: ¿no será también una injusticia que sólo mediante la publicidad y las palancas se arreglen estos abusos? Durante el tiempo que Óscar estuvo en el Ministerio, cayeron ocho casos similares. ¿Quién va a alzar la voz por ellos?, ¿cómo podremos extirpar del cuerpo social estos horrores? Solamente actuando todos. O eso, o la injusticia que es un modo de muerte.


¿Qué tal durmió? MCXXXVI (1136)

ARTURO MONTIEL.


Cualquier correspondencia con esta airadísima columna, favor de dirigirla a german@plazadelangel.com.mx


Germán Dehesa

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domingo, septiembre 23, 2007

 

Apocalipsis Prontito

¿Y lo verdaderamente importante?

Cartón de Paco Calderón publicado el día de hoy en distintos medios.

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El bufón favorito

Tengo desde hace más de 20 años un affaire aristotélico. De ahí que ante el inminente retorno de Fox a la palestra mediática, mi primer pensamiento haya sido aristotélico. "El tirano -decía Aristóteles- es un provocador de disensos, pues necesita que sus súbditos estén siempre ocupados". Proclive a ponerse sacos que no le vienen, Fox seguro no entenderá que el tirano al que se refiere Ari (y yo, por añadidura) no es él, sino los senadores y diputados que han decidido revisar sus cuentas patrimoniales en estos momentos, no por una súbita preocupación por las finanzas de la Nación, sino por la necesidad de mantener a los ciudadanos en la lela.

Basta ver el espacio que en este medio le dimos a la nota del ranchito de Fox (20 septiembre) para darse cuenta que nos fuimos con la finta, y que las futuras declaraciones de Chente serán una inmejorable cortina de humo para disimular que la reforma electoral ha quedado trunca: que si bien podemos congratularnos de haberle quitado al duopolio televisivo su libertad de presión (que no de expresión), no hemos avanzado ni un ápice en disminuir el poder de corrupción del triopolio que nos gobierna.

Y es que ¡qué conveniente para Carlos Navarrete y para Manlio "El Inmaculado" Beltrones resucitar a Fox justo cuando se imponía analizar el argumento que sustenta el presupuesto de los partidos políticos! Porque al cual está asentada en la ley electoral de 1996, la razón de fondo para triplicar en 10 años el presupuesto electorero era "garantizar el acceso de los partidos políticos a los medios electrónicos". De ahí que si los spots van a desaparecer, se impone -por lógica aristotélica- la cancelación de las partidas destinadas al pago de propaganda en radio y televisión, así como la abolición del derecho de los partidos a recibir ese dinero. Dicho sin tanto rollo: si el año pasado los partidos gastaron en tiempo aire mil 971 millones de pesos (Focus México, abril, 2007), no hay motivo para seguir entregándoles esa suma ahora que podrán disponer gratuitamente de tiempo en medios electrónicos.

Pero no. Fieles a las intenciones de los tiranos -"hacer que los súbditos piensen poco", que "desconfíen unos de otros" y que "les sea imposible ponerse de acuerdo para la acción"-, Manlio Fabio y Navarrete traen a colación a Fox con la intención de sembrar disenso y armarnos un circo mediático mientras sus partidos roban a manos llenas. Como en las antiguas tragedias griegas donde, a falta de un buen colofón, un dios se "descolgaba" del techo para salvar la situación y arrancar el aplauso del público, los eminentes legisladores van a hacer comparecer no a un dios, sino a su bufón favorito: Chente.

Fox provocará la catarsis de la risa (o la del llanto) con sus dislates y logrará lo que Beltrones y Navarrete quieren: distraernos. Y es que la idea básica de este final improvisado a la reforma electoral es hacer que los ciudadanos nos demos por muy servidos con un cambio en el destino de nuestros dineros (que ya no irán a parar a Televisa ni a TVAzteca), en vez de exigir una drástica reducción de los gastos electoreros. Lo que nuestros diputados y senadores ocultan es que su reforma electoral, tan prematuramente aplaudida, no abate en un céntimo los costos de una de las democracias más caras del mundo.

Dejarles a los partidos mil 971 millones de pesos sin motivo ni justificación alguna, amén de obsceno, es dejar intacto el poder de corrupción de los partidos.

Claro que no faltará el cínico legislador que diga que autoasignarse contratos millonarios por impresos y chucherías electorales es imposible bajo las actuales normas de fiscalización. Mentira podrida: con sólo dos empresas publicitarias que monitorear (dos), al IFE se le "fueron" en la pasada elección 280 mil spots de los que nadie sabe, nadie supo, con qué o cómo se pagaron.

No hay duda: el 70 por ciento del presupuesto de los partidos carece de fundamento, pero es algo que no les conviene discutir a los tiranos del Legislativo. Y por eso, sólo por eso, han elegido este momento para traer a su bufón favorito a escena.

Claudia Ruiz Arriola
sherpa01@gmail.com


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Y no se confundan. No es defensa a Fox. Si le encuentran algo, que lo entamben. Pero hay cosas mucho más importantes que hacer en lugar de estar desviando la atención con esos asuntos. Y si fuera el caso, hay ratas mucho mas grandes que Fox, como Montiel. Al menos Fox ya era empresario rico antes de ser presidente. Todos los demás, todos los anteriores presidentes sin excepción, incluyendo al actual, Felipe Calderón, siempre han vivido de la política. Siempre han vivido del Erario. Ninguno de ellos ha sabido lo que es pagar el ISR, y las cuotas del IMSS. Quien no sepa lo que eso significa mejor que no hable.

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jueves, septiembre 20, 2007

 

GDF: deuda elástica y gastos secretos

Las cifras no le cuadran al Gobierno del Distrito Federal y eso que tiene, a diferencia de la administración capitalina anterior, un equipo financiero talentoso. En su primer Informe, Marcelo Ebrard se quejó de que "le quitarán" a la capital tres mil millones de pesos de participaciones federales. Ese mismo día platicamos con el subsecretario de Ingresos de la SHCP, Fernando Sánchez Ugarte, y dijo que no era verdad, que se ha cambiado el sistema para calcular las participaciones, adecuándolo a la población y la contribución de cada entidad, pero ello no reduce en nada los recursos para el GDF. Ayer mismo, en la Cámara de Diputados, en la Comisión de Hacienda, aclararon que el DF no sólo no tendrá un presupuesto menor, sino aumentará, gracias al gasolinazo, en unos mil 800 millones de pesos al año y que, por la reforma fiscal en sí, en poco más de siete mil millones: en resumen, nadie le ha quitado al GDF tres mil millones sino que, al contrario, recibirá en 2008 nueve mil millones de pesos adicionales.

Ese mismo día Ebrard anunció un seguro de desempleo que, dijo, se financiaría con base en los ahorros realizados por la renegociación de la deuda, que suma unos mil 500 millones de pesos. Pero el seguro que propuso Ebrard ocuparía sólo unos cien millones, de los cuales, entre 80 y 90 millones, ya se los proporciona la Federación para financiar un seguro de desempleo existente desde 1984. Así se podrían explicar las cifras, porque esos mismos recursos provenientes del ahorro de la deuda son los que Ebrard aseguró que se usarían para el mantenimiento y la ampliación del deficiente sistema hidráulico de la ciudad. Más adelante, el gobierno capitalino dijo, también, que esos mil 500 millones de pesos serían para "obras de infraestructura", sin especificar cuáles. Ahora se dice que se pagará un seguro de desempleo para 70 mil personas, que ya está 90% pagado.

Los problemas son varios. Uno de ellos es que el GDF, que dice gastar, según informó Ebrard, más de la mitad de su presupuesto en programas sociales, no rinde cuentas de ellos. No conocemos el padrón de beneficiarios de ninguno de esos programas que se pagan con recursos públicos ni de la cartera de Ebrard o su secretario de Desarrollo Social, Martí Batres, aunque ambos, en ocasiones, parecen olvidarlo. No hablemos de los gastos de las obras viales de la anterior administración, guardados como secretos de Estado.

Por eso, quizá, los mil 500 millones de pesos ahorrados (en realidad, diferidos) en el pago de la deuda capitalina pueden estirarse tanto y distribuirse en tan diversos proyectos, aunque las cuentas no cuadren. Porque la deuda del DF sigue siendo un problema: en 1997, cuando asumió el gobierno capitalino Cuauhtémoc Cárdenas, era de 11 mil 800 millones de pesos. Al concluir 2006, había ascendido ya a 44 mil 100 millones. En términos reales, el incremento de la deuda fue de 98%, según cifras oficiales. El DF es la entidad más endeudada del país. Al terminar 2006, su deuda equivalía a 27.5% del total de lo adeudado por las entidades federativas de México. Si en 1997 la deuda constituía 31.5% de los ingresos del gobierno capitalino, al inicio de la administración de Ebrard ese porcentaje era de 98%. O sea, que la deuda es igual a todo lo que recauda por cuenta propia el GDF. Incluso era 77.8% de todas las participaciones federales que recibe el gobierno capitalino. Y si alguien tiene dudas con respecto al mal manejo financiero de la administración lopezobradorista, habría que recordar que el servicio (o sea, los intereses de la deuda) pasó, de 3.8% de las participaciones federales que recibe el Gobierno capitalino, a 11.6% en 2006. Fue por esas consideraciones que el gobierno federal autorizó la renegociación de la deuda capitalina. Debe recordarse un punto: la única entidad del país que tiene como garante de su deuda a la Federación es el GDF. Las 31 entidades federativas son responsables por sí mismas de sus finanzas y su endeudamiento. En otras palabras, si el DF no paga, le cobran a la Federación.

La "refinanciación" de la deuda extendió el plazo de pago de intereses de ocho a 30 años y permitió, como se dijo, un ahorro anual de mil 500 millones. Es un ahorro parcial porque en el futuro se deberán pagar esos intereses, pero, por lo pronto, el compromiso es que se crearía un fideicomiso en el cual se depositarán las participaciones federales necesarias con el fin de liquidar esas obligaciones. Pero, en el mismo acuerdo, el gobierno capitalino se comprometió con la Secretaría de Hacienda a transparentar sus gastos y a establecer nuevos indicadores con respecto a la forma en que gastaría esos ahorros y el compromiso explícito de utilizarlos en infraestructura, sobre todo, agua y drenaje. No se dijo una palabra de programas de desempleo sin mecanismos de control transparentes.

Pero hay un problema adicional. Para reestructurar la deuda, el Gobierno del Distrito Federal contrató los servicios de la empresa Protego (que encabeza Pedro Aspe). Según se estipula en el contrato respectivo, por esa labor, Protego recibió un millón de pesos más IVA, pagaderos a cien mil pesos mensuales. Lo que se ha ocultado es cuánto suma el llamado success fee, o sea, la comisión de éxito que recibe una empresa de esas características como porcentaje del monto que se va a reestructurar. En el mercado, ese porcentaje es de 0.5 a 1% del total del monto renegociado. De acuerdo con el monto que se reestructuró (38 mil 342 millones de pesos), la comisión por éxito de mercado de Protego debe haber sido de entre 190 y 383 millones de pesos. Pero la cifra real que se pagó por la reestructuración de la deuda es tan secreta como la lista de beneficiarios de la pensión para adultos mayores.

Jorge Fernández Menéndez

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miércoles, septiembre 19, 2007

 

Lamebotas...

No hay duda que el Ebrard es un lamebotas de AMLO. Por el momento. Creo que a medida que se acerque el 2012 Ebrard lo traicionará.

Cartón de Paco Calderón publicado el día de hoy en distintos medios.

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martes, septiembre 18, 2007

 

Bombas, pantallas y barricadas

Los ductos vuelan en pedazos. Miles de mexicanos tienen que abandonar sus hogares. Infinidad de empresas se ven afectadas. Indirectamente, decenas de miles de trabajadores son tocados por los actos. Fuera máscaras: México enfrenta una vez más actos terroristas. Siempre se ha tratado de negar esa realidad. Para un gobernante nunca será una buena noticia admitir los hechos. Pero no hay forma de negarlo. ¿Qué demandan, qué exigen? ¿Existen los presos, dónde están? ¿O una vez más se trata de coartadas para vestir de política lo que es terrorismo puro? Pero si el terrorismo no es novedad, sí lo es la debilidad de la condena pública. El silencio es gravoso. Es tal la confusión nacional que ya ni siquiera podemos distinguir el daño que nos es común.

El país quedó tan envenenado después de la imprudente gestión de Fox y de la polarizada elección del 2006 que ese territorio común que es la nación hoy se desvanece. Los que quieren que a Calderón le vaya mal están dispuestos a que la nación pague un precio. Que le reviente Pemex, así llegamos nosotros a salvarlo. Que fracasen las reformas fiscal y política, para que tenga menos centavos y haya más enojo. Al final del día toda nación se asienta en creencias y en sueños compartidos, Tocqueville lo leyó con gran claridad. Toda nación comparte un espacio simbólico. Los símbolos no son un asunto menor. Varios de los principales actores políticos, en sus siempre complicados cálculos, han permitido la destrucción sistemática de la simbología de la nación. Hoy, todos pagamos los costos.

La agresión lleva ya décadas, en 2006 fue particularmente severa. Ya nadie se espanta de pancartas y gritos; son parte, decimos, de los "tiempos democráticos", pero también hemos visto caballos en la sala de plenos de la Cámara de Diputados, manifestantes desnudarse o tomar la tribuna para dormir una siesta. Hemos sido testigos del avance lento, pero sistemático, de la destrucción de la simbología nacional. Se acabó el día del Presidente festejan algunos, perfecto, pero qué lo va a sustituir. Se acabaron los espacios copados por el oficialismo, el Zócalo, la Plaza Mayor de la capital es de todos, perfecto, pero de todos es de todos.

La amenaza merodeó el año pasado al propio desfile militar. Recapitulemos la lista de fechas bajo amenaza: primero, 15 y 16 de septiembre y 1 de diciembre, toma de posesión. Por supuesto 1 de mayo y también el 5, por qué no. Las principales fechas de conmemoración nacional han sido trastocadas. Ya lograron que el Presidente informe a los ciudadanos a través de los medios y no frente a los legisladores. Una vez más el Zócalo es territorio en disputa, por lo menos se dio la recuperación mínima del acto. En lugar de que el diálogo y los argumentos prosperen, ahora fueron los watts de potencia las armas utilizadas. La pluralidad no necesariamente está deviniendo en una mejor convivencia. La pluralidad se inserta en una simbología nacional a la cual se subsumen los intereses personales y partidarios. La guerra simbólica ocurre con frecuencia, ver caer la estatua de Hussein hacía sentido para muchos. Pero cuál es el límite, ¿no es acaso la guerra simbólica una salida falsa que niega la historia? ¿Qué hacer con Lenin en la Plaza Roja o con Díaz enterrado en París?

Terrorismo, guerra simbólica, la semana pasada mostró los contrahechuras de una nación dividida. Sin reforma electoral no habría reforma fiscal. ¿Por qué? La fiscal la tendrían que sacar PAN y PRI y así fue. En la electoral, la intención de montar al PRD supuso cesiones. La electoral tiene varios méritos importantes, ya los hemos señalado: reducción de tiempos de campaña; reducción de costos; uso de los tiempos oficiales; renovación escalonada de los consejeros; mayores facultades de fiscalización para el IFE. Pero también tiene malformaciones: la dedicatoria ad hominen de una norma para cortar cabezas; la intención reguladora de las campañas negativas; la creación de un órgano de fiscalización que depende del Consejo General que depende, más ahora, de los propios partidos. Las ausencias son varias: no a la controversia constitucional; no abrir las candidaturas independientes; no a la reelección. Es una reforma que tenía dos enemigos identificados de antemano: los consejeros y los medios.

Sobra decir que los excesos de costos en medios en un país con tantas carencias no tienen defensa. Ése era el extremo del cual debíamos salir. Pero la prohibición total es el otro extremo y ése también puede tener otras consecuencias. Carlos Puig y Héctor Aguilar han señalado algunas. Puede tener un efecto concentrador de la imagen que lacere a nuevas figuras locales. Los candidatos contrarios a las televisoras o que escapen a sus simpatías, simplemente no tendrán cómo aparecer. Quedarán a merced de ellas. El espacio regulado difícilmente satisfará la necesidad de espacios de radio y pantalla, por lo cual los noticiarios y los programas políticos serán altamente cotizados. La disminución de la injerencia de los medios da más poder político a las organizaciones y gremios. El incentivo para los dineros ocultos, sobre todo en radiodifusoras locales, incrementa su atractivo. Y, finalmente, regresaremos a las frases breves que quepan en pendones y suenen bien.

Esto es lo que debió haberse discutido. La reacción histérica de los medios no ganó nada, por el contrario, exhibió falta de argumentos en un asunto que pudieron haber estudiado desde hace años. La alta carga emocional del asunto agravará la división nacional. Ya salieron las reformas, por lo menos hay movimiento. Aquí estamos, entre bombas, pantallas y barricadas.


Federico Reyes Heroles



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lunes, septiembre 17, 2007

 

Los Gritos de Dolores: Una Oposición dividida

Yo voté por Andrés Manuel López Obrador el 2 de julio de 2006. Lo hice con admiración hacia el personaje, confianza en su partido y apoyo para la izquierda. ¿Qué queda, un año más tarde, de la admiración, la confianza y el apoyo?

López Obrador es un líder carismático. Ya empleé dos palabras sujetas a revisión. "Líder" es un anglicismo fácilmente hispanizado como "dirigente" y "carisma" es un concepto que nadie empleaba antes de Max Weber (1864-1920) salvo los teólogos: carisma es un don de Dios a hombres extraordinarios, apóstoles, profetas, benefactores. Para Weber, líder carismático es aquel que "logra que la gente le tenga confianza y lo siga". A un hombre que haga más promesas que los demás. Pero sobre todo, un hombre que sepa ganar.

¿El demócrata, en cambio, es el que sabe perder? Así lo demostraría Al Gore, vencedor numérico en las elecciones norteamericanas del 2000 y despojado de su triunfo por un anacrónico (aunque legal) voto del Colegio Electoral, las boletas manipuladas por el gobierno de Jeff Bush en Florida y, al cabo, un solo voto de la Suprema Corte de Justicia, árbitro final del proceso.

En México, somos testigos de una larga y ardua marcha hacia la transparencia electoral. Es probable que los opositores José Vasconcelos y Juan Andreu Almazán hayan ganado las elecciones de 1929 y de 1940. Es posible que Ezequiel Padilla y Miguel Enríquez Guzmán hayan vencido en comicios posteriores. Su triunfo, probable o posible, les fue vedado, en todo caso, por la razón de estado imperante: el partido de estado (PNR-PRM-PRI) nunca pierde y cuando pierde, arrebata. Las revoluciones se legitiman a sí mismas y luego duran lo que pueden durar. Calles, el jefe máximo en 1929, no iba a permitir que Aarón Sáenz y el obregonismo le disputaran el poder e impuso a Pascual Ortiz Rubio como candidato oficial y presidente electo. Cárdenas, en 1940, deseaba una continuidad remozada y consolidada de sus propias reformas y no estaba dispuesto a que un opositor incontrolable, Almazán, tomara la presidencia. Ávila Camacho, Alemán y Ruiz Cortines siguieron esta "lógica revolucionaria". Díaz Ordaz en 1968 sepultó la legitimidad de origen y destino de la Revolución. Sus sucesores, mal que bien, con concesiones aquí, reformas allá, fueron concediendo espacios a las oposiciones mexicanas. Jesús Reyes Heroles fue quien con mayor lucidez vio y encauzó el dilema. Ernesto Zedillo, quien admitió la distancia evidente entre un sistema viejo y una sociedad nueva. Sólo la democracia podía dejar atrás al primero y abrirle camino a la segunda.

Entre etapa y etapa, sucedió algo fundamental: el sucesor del presidente ya no sería electo de facto por el presidente in situ. Estaría sujeto al voto y el voto ya no lo calificaría el gobierno, sino, en instancias de autoridad creciente, el Instituto Federal Electoral (IFE) y en última instancia, el Tribunal Electoral de la Federación (TRIFE), voz final y determinante del proceso electoral.

Poseer dos instancias independientes para calificar las elecciones constituye un precioso haber en la vida política de México. Ni el IFE ni el TRIFE son, desde luego, perfectos. Aunque como toda institución política, son perfectibles. ¿Preferimos la dedocracia del pasado a las instituciones democráticas del presente? Sin éstas, ¿a dónde nos dirigimos? Acaso, a una batalla en el desierto, para citar a José Emilio Pacheco, en la que los actores políticos, minando la autoridad de las (perfectibles pero no sustituibles) instituciones, nos devuelvan, no el autoritarismo de antaño, sino el caos demagógico en el que cada parte del todo se desentiende del todo para proclamar, "la verdad es la mía".

"Al diablo las instituciones" dijo López Obrador en un momento de boca floja delator de malas ideas. Pero AMLO y sus buenas ideas poseen una poderosa repercusión en un país donde la mitad de la población vive en grados diversos de la miseria, el ascenso social es cierto pero lo demora la demografía y lo califica el éxodo. López Obrador cuenta con un apoyo electoral fuerte y permanente. Su partido, en cambio, pierde plaza tras plaza, gubernatura tras gubernatura, elección tras elección. Es como si López Obrador guardara para su liderazgo la promesa de la izquierda que los electores vivos y coleantes le niegan a su formación partidista.

El peligro es que, perdiendo elecciones y manteniendo carisma, López Obrador lo apueste todo a su seguimiento personal y al tamaño de sus manifestaciones. Pero el país pierde la oportunidad de crear, al fin, una izquierda moderna, seria, competitiva y que convoque no sólo a las sectas dogmáticas sino a la pluralidad mayoritaria que se ubica a partir del centro hacia la izquierda. Quiero decir: Cuauhtémoc Cárdenas, Amalia García, Jesús Ortega, para sólo citar a tres personalidades, son tan "izquierda" como López Obrador. Sólo que representan a sectores de izquierda excluidos por la actitud intolerante de AMLO.

Herido por lo que, con razón o sin ella, juzga un fraude electoral, López Obrador corre el riesgo de transformar su dolor en dogma y su pérdida en retórica. ¿Satisface a sus fieles? Qué bueno. ¿Debilita a su partido? Qué malo. ¿Pospone a otros dirigentes? Qué triste. ¿Le hace el juego, sin quererlo, a los verdaderos enemigos del país, los imperios criminales deleitados de que AMLO le niegue autoridad al gobierno que los narcos minan y desafían palmo a palmo, día con día? Qué peligroso.

Yo tengo el deseo profundo de que la izquierda de mi país se abra a una lucha ni dogmática ni personalista, sino de ideas, de propuestas y de visión a largo plazo. Los desplantes de López Obrador la aplazan. Una izquierda amplia, pluralista y moderna podría acelerar el progreso de un país que, desde tiempos de Humboldt, es "el país de la desigualdad". Con trece, cincuenta o cien millones de habitantes, la mitad de la población de México siempre ha vivido en la miseria. Es tiempo de repetir, en memoria de una magnífica mujer, Julieta Campos, el título de su libro, "¿Qué hacemos con los pobres?" Parte de la respuesta le corresponde a una izquierda, por el momento, personalizada, dividida, casi irreal si no surrealista. Parte de la salvación es una izquierda unida pero diversificada, no personalista, clara en sus propuestas y objetivos.

No lo es la actual formación de la izquierda en México. No puede serlo un movimiento que depende de un solo líder, por más carismático que éste sea. Porque se corre el peligro de que, cuando un líder de esta naturaleza llegue al poder, conjugando carisma y gobierno, su nombre sea Hitler, Mussolini o Chávez. Este es el temor que puede sentir esa parte del electorado mexicano que, siendo de izquierda, no sigue a Andrés Manuel López Obrador.

La izquierda debe unir las buenas ideas a las buenas oposiciones: las que se sirvan de las vías institucionales para fortalecerlas y, así, oponerse con más eficacia al gobierno.


Carlos Fuentes


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Soberbia Legislativa

Las reuniones y el ejercicio de gobierno entre el primer ministro y el parlamento inglés son apasionantes. La Gran Bretaña hace alarde de su madurez democrática enfrentando al Premier a las posturas y posicionamientos del parlamento británico en cada reunión.

Se puede ver al jefe de gobierno hablando de los programas y justificando cada actividad y al parlamento cuestionando y discutiendo cada punto. Destacan la defensa de la identidad y fortalezas de la unión, pero también la lucha de clases, todo reducido a un recinto. Es prácticamente raro ver que los parlamentarios aboguen por sus causas en la calle o fuera de ahí.

También es impensable que el primer ministro vaya a las audiencias sin estar preparado o que solicite tiempo para poder contestar a los planteamientos de los representantes de la sociedad de aquel país.

El ejercicio democrático así es. Escucha, delibera, analiza y propone. La secuencia cambia, pero la certeza de que es un proceso que se repite, alivia la tensión inherente de todo debate en este parlamento. No hay insultos, ni gritos, ni vituperios, mucho menos golpes o tomas de tribuna en el parlamento inglés.

El primer ministro sabe que su rendición de cuentas ante el parlamento es total. Escudriñar la acción pública es parte de la cultura democrática.

Pero el parlamento cuenta con apoyo de instituciones académicas y de investigación legislativa y presupuestal que constantemente proveen estudios y análisis para coadyuvar en la tarea de ambos poderes.

Certidumbre y legalidad, parecerían ser los dos elementos de aquella forma en la que interactúan el jefe de gobierno y el poder legislativo en su democracia.

La comparación, reconozco, no aplica al caso mexicano, dado nuestro sistema presidencialista y republicano. No obstante, la considero útil para contrastar el nivel del debate y la capacidad democrática de otras sociedades.

Valga la comparación, sin embargo, para analizar un hecho histórico en la vida democrática de nuestro país. El pluralismo en la cámara de diputados y el acotamiento presidencial.

Para ello vale la pena recordar los múltiples nombres con los que se bautizó al presidencialismo mexicano. De entre ellos está, por supuesto, el derivado de la obra de Enrique Krauze, "La Presidencia Imperial", obra en la que se destacaba la capacidad de México de resumir todo el poder durante seis años en una sola persona. El nuestro era un país con un Legislativo meramente de trámite a las leyes, políticas, caprichos y ocurrencias del poder centralizado del Presidente de México.

Sin embargo, desde hace 10 años que el Legislativo intenta, en pluralismo, ser un poder autónomo e independiente. Esto lo ha venido haciendo frente a un presidencialismo autoacotado en los últimos seis años.

Los resultados hasta ahora no nos arrojan una buena cosecha. A pesar de cambiar los "agricultores" del Congreso, muchos repiten brincando de cámara a cámara; parecería que los frutos de la autonomía legislativa no se han dado. Hoy estamos frente a la posibilidad de un Congreso secuestrado por un puñado de partidos políticos y alejado de sus representados, la ciudadanía y de los intereses del País.

Basta echar una mirada a las reformas que se han discutido sin éxito, o bien repasar la mini reforma electoral aprobada el jueves para comprender que el Congreso se está inflando en su soberbia para decidir sin analizar las consecuencias de sus actos.

Las medidas de reducir los montos de campañas y los tiempos, prohibir spots y el intento de acabar con la posibilidad de candidaturas ciudadanas (no aprobado afortunadamente), son todas parte de un proceso más amplio que debe discutirse sobre la reforma del Estado y que nos han querido vender hoy como tal nuestros orgullosos legisladores.

En esta semi reforma electoral no se toca el financiamiento de operación de los partidos políticos. Se les quita el de difusión, pero no se planteó una verdadera revisión de la manera tan poco transparente y mal administrada en la que los partidos se las gastan mes a mes con los recursos públicos, y no se diga en campaña.

La soberbia del Congreso se refleja en invitar a los actores de los medios de comunicación para no escucharlos y aprobar ese mismo día por la tarde noche lo que ya había resuelto.

Soberbia porque, si bien es valioso que se reduzcan los tiempos de campaña, nada se aprobó sobre la falta de exigencia a los partidos políticos para realmente ser representantes de los intereses de los ciudadanos y no de su grupo.

Estamos paradójicamente frente a la división de poderes sin poderes. Ante la falta de capacidades para debatir con respeto e inteligencia frente a la necesidad de acordar y gobernar. Nos encontramos en la antesala de un presidencialismo acotado y un congreso arrogante. Ninguno sirve al pueblo de México.


Vidal Garza Cantú
vidal.garza@terra.com.mx

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domingo, septiembre 16, 2007

 

Si existe la partidocracia

La urgencia de una reforma fiscal es evidente. Más del 30 por ciento de los recursos federales provienen de Pemex. Pero la producción está decreciendo y las reservas probadas alcanzan para apenas nueve años. Una reforma fiscal efectiva debería combatir la evasión y simplificar el pago de impuestos. El camino para alcanzar esos objetivos es gravar el consumo (todos pagan y pagan más los que más consumen) mediante la supresión de exenciones y tasas cero. La receta funciona en todo el mundo. Los diputados y senadores mejor informados lo reconocen en privado. Sin embargo, no se optó por ese camino. El PRI no está dispuesto a pagar el costo. Por eso, la reforma fiscal nos cargará la mano a los de siempre y dejará intocados a los informales. Así que ni simplificación ni ataque frontal a la evasión.

Urge una reforma energética que dote a Pemex de mayores recursos para explorar, explotar y refinar petróleo. No hay otro modo de rescatar a Petróleos Mexicanos. La empresa está quebrada. Mientras sus flujos alcanzan 30 mil millones de pesos, los pasivos ascienden a 1 billón 100 mil millones de pesos. El problema de fondo está en la operación de la paraestatal. El poder del sindicato es una traba y las fugas por mala administración y corrupción son enormes. El antídoto es bien conocido. Bastaría con permitir la inversión privada para matar dos pájaros de un tiro: captar recursos que son indispensables y mejorar los sistemas de administración y producción. Así funciona Petrobras en Brasil. Los inversionistas privados participan sin que el Estado haya perdido la dirección de la empresa. Pero la reforma energética que se está cocinando aquí no transitará por ese camino. Los priistas no están dispuestos a pagar el costo y de los perredistas ni hablamos.

Así como lo perfecto es enemigo de lo bueno, lo posible se contrapone a lo eficiente. Los senadores y los diputados le están pegando curitas a un enfermo muy grave. Es lo que se puede, dicen. Y en efecto, se puede muy poco porque se niegan a asumir su responsabilidad y tomar al toro por los cuernos. Pero esta actitud timorata no se percibe en la reforma electoral. En este campo han decidido servirse con la cuchara grande. No les importan las críticas ni les preocupa ofrecer argumentos sólidos. La reforma electoral no figuraba en las prioridades de la agenda nacional. Menos venía a cuento la decapitación de los consejeros del IFE que vulnera la autonomía de una institución que se ha forjado a lo largo de muchos años. Las protestas que esto ha generado han sido ignoradas y desacreditadas.

El espectáculo es grotesco. Hace apenas unos meses, los priistas lanzaron una ofensiva para defender a Mario Marín, gobernador de Puebla, y a Ulises Ruiz, gobernador de Oaxaca. El objetivo de sus dardos era la Suprema Corte de Justicia de la Nación. No se vale ni conviene, decían, que los ministros se asuman como un supremo poder. El razonamiento no era malo. La Constitución faculta de manera confusa y ambigua a la SCJN para efectuar investigaciones. La ofensiva fue tan exitosa que ya nadie habla de Marín y Ruiz. Sorpresas que da la vida o, más bien, los priistas. Los destituidos no fueron los gobernadores, sino los consejeros del IFE. La causa de su remoción no existe jurídicamente. Todo se reduce a un acuerdo político con claras motivaciones políticas. ¿Dónde estaba entonces el riesgo de un supremo poder conservador?

Otra de las joyas de la reforma electoral es elevar a rango constitucional la prohibición de las campañas negativas. "En la propaganda política o electoral -dice el artículo en cuestión- que difundan los partidos deberán abstenerse de expresiones que denigren a las instituciones y a los propios partidos, o que calumnien a las personas". Sobre este loable propósito cabe formular varias cuestiones: 1) Cuál es la línea divisoria entre lo prohibido y lo aceptable. Las frases: "Fulano es un peligro para México", "Mengano fue un gobernante irresponsable", ¿son calumnias y deberán ser censuradas? 2) Las campañas negativas son parte natural de cualquier sistema democrático y constituyen una fuente de información relevante para los ciudadanos. 3) Qué pasará cuando un candidato insulte a otro en un mitin; el famoso ¡Cállate, chachalaca! de López debería ser o no transmitido por los noticieros de televisión. Si sí: se viola el espíritu de la ley porque las campañas negativas correrán por ese riel. Si no: se desatará una avalancha de censuras sobre los noticieros y los programas de análisis político en la radio y la televisión.

Para decirlo en dos palabras: la prohibición de las campañas negativas eleva a rango constitucional la censura. Y en esta materia, como en la guerra, rige un principio muy simple y muy cierto: todo el mundo sabe dónde y cuándo comienza, pero nadie sabe cómo ni cuándo va a terminar.

Vayamos, finalmente, a las grandes omisiones. Si los legisladores querían efectuar una reforma política de verdad deberían haber considerado dos temas fundamentales: el de la reelección de los representantes populares y el de las candidaturas independientes. Sobre el primero no se pronunciaron siquiera y sobre el segundo tuvieron la intención de elevar a rango constitucional su prohibición, si bien en el último momento se echaron para atrás. Lo que sí estipularon con toda claridad es que la autoridad electoral debe tener mucho menos atribuciones para intervenir en la vida interna de los partidos. ¿Alguna otra evidencia de por dónde va la tirada?

Se ha querido presentar esta reforma, y el debate que ha generado, como un enfrentamiento entre las televisoras y los senadores de los tres grandes partidos. El motivo sería la prohibición de contratar publicidad y la disposición del tiempo oficial por los partidos. Pero este planteamiento es falso. La inconformidad de los medios electrónicos es generalizada e incluye a todas las cadenas de radio y de televisión por cable. La decapitación del consejo del IFE no se inscribe ni se explica por esa disputa. Y, finalmente, los partidos pequeños se han pronunciado abiertamente contra la reforma.

Los grandes perdedores de estas reformas, porque son varias, somos los ciudadanos. Los legisladores no atendieron los problemas urgentes ni les dieron solución, pero sí vulneraron la autonomía del IFE y limitaron el derecho a la libertad de expresión. Crearon regulaciones excesivas y, para colmo, les confirieron a los partidos el derecho de bombardearnos todo el tiempo con sus mensajes y propaganda sin que les cueste un solo centavo. Y luego dicen que la partidocracia... no existe.


Jaime Sánchez Susarrey


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sábado, septiembre 15, 2007

 

Dictadura del spot

"¿Qué defienden: el país del spot y los ratings o el derecho de los ciudadanos a obtener información que sirva para orientar sus decisiones?"
Guadalupe Acosta Naranjo, PRD


En el debate del 11 de septiembre sobre la reforma electoral, la Senadora del PRI María de los Ángeles Moreno afirmó que con la nueva legislación se eliminaría la cultura del spot y se promoverían campañas de más fondo. Ya no se discriminará -dijo- a candidatos por ser feos o por tener mala voz.

El 12 de septiembre, Alejandro González Yáñez del PT aseveró que la nueva ley impedirá la "espotización" de la política; el sistema anterior no "ofertaba (sic) ideas", sino que convertía a los candidatos en meros "productos de mercadotecnia política". La nueva legislación, dijo, privilegiará el debate de altura y el intercambio de ideas.

Tan atractivo resultó el concepto que lo adoptó el diario La Jornada, que ayer editorializó en su cabeza principal: "Sepulta el Senado la dictadura de los espots". La verdad, sin embargo, es que la reforma le está dando rango constitucional a la dictadura del spot.

Quizá los senadores no leyeron la iniciativa, como el año pasado cuando Pablo Gómez y los diputados del PRD reconocieron que no leyeron la Ley de Radio y Televisión que aprobaron por unanimidad. Pero quienquiera que se tome la molestia de examinar las enmiendas verá que éstas no sólo promueven, sino que obligan a la "espotización". Una de las mayores víctimas de la nueva ley será el debate de las ideas.

El que los partidos no paguen a los medios electrónicos por los tiempos de propaganda política no va a elevar el nivel de la propaganda. Los partidos y candidatos en campaña tendrán que compartir de 2 a 3 minutos por hora de forma gratuita, pero en ese espacio sólo podrán ofrecer spots.

Si quieren tocar temas de fondo, no podrán contratar tiempos más prolongados, como lo hizo Andrés Manuel López Obrador en la campaña del 2006. El entonces candidato perredista compraba media hora diaria en TV Azteca y contrató, además, tiempos largos de medios para explicar en detalle sus propuestas económicas y sociales. Hoy esa opción queda constitucionalmente cancelada. Los 2 a 3 minutos por hora que se arrebatarán a los medios no vuelven inevitable la "espotización".

Peor aún. En la campaña del 2006 los análisis y debates a fondo se llevaron a cabo en programas de las barras de opinión de las televisoras, como "Zona abierta", de Héctor Aguilar Camín y "Tercer grado", de Televisa, o "La entrevista con Sarmiento", que yo conduzco. El futuro de estas barras, sin embargo, queda ahora en tela de duda, porque sus recursos provenían en buena medida de la publicidad política que ahora quedará prohibida. Si estos programas desaparecen, o se ven limitados, los spots serán la única opción para presentar ideas de fondo.

Ni siquiera los programas de debate televisado de media hora que actualmente produce el IFE y que conduce Guadalupe Juárez sobrevivirán. El nuevo artículo 41 de la Constitución sólo plasma la asignación de tiempos electorales de 2 a 3 minutos por hora entre las 6:00 y las 24:00. México tendrá el dudoso privilegio de ser el único país en detallar en la Constitución minuto a minuto los tiempos de propaganda electoral y en prohibir en tiempos oficiales los programas de análisis de fondo.

Paradójicamente, si las tan vilipendiadas empresas de medios no ceden generosamente más tiempo a los partidos del que éstos les quitaron a la mala, las futuras campañas políticas se verán necesariamente reducidas a simples guerras de spots. Los debates entre candidatos sólo podrán realizarse en abonos chiquitos de 3 minutos, a menos de que los partidos les pidan el favor a las televisoras y radiodifusoras.

Por otra parte, como las nuevas normas constitucionales prohíben las campañas "denigrantes", los partidos se verán obligados a limitar sus spots a simples enumeraciones de promesas o a esos autoelogios a los que nos han acostumbrado los anuncios del sector público. Los candidatos se unirán al coro de los grillos que hoy nos dice que contamos con los mejores diputados, senadores, jueces y funcionarios del mundo.

Ya hoy los partidos, el Congreso y el Gobierno tienen problemas para llenar los tiempos públicos. Hace algún tiempo, Convergencia cubrió uno de sus espacios de radio de 5 minutos con una simple repetición interminable de su cancioncita "Naranja, Naranja". El PRD a veces mete viejos discursos de López Obrador. El Senado se ha hartado de decirnos que "A Patricia ya no la volverán a golpear", cuando todo el mundo sabe que la siguen golpeando. La situación empeorará cuando se tripliquen los tiempos oficiales en horarios estelares.

Pero, en todo caso, los 2 ó 3 minutos constitucionales sólo podrán llenarse con spots. Los partidos están cerrando las puertas al debate de ideas. Y lo peor de todo es que lo están haciendo en la Constitución.

Concesiones
La reforma electoral ha dejado claras las reglas para los servicios concesionados en nuestro país. De ahora en adelante, en tiempos de campaña, los bancos tendrán que dar crédito sin cobrar intereses a los candidatos. Las aerolíneas dejarán el 30 por ciento de sus asientos para uso gratuito de los políticos. Y los aserraderos entregarán un tercio de su madera a los partidos.


Sergio Sarmiento

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Enfermos de política

"Yo también, como Calderón, como López, como Ebrard, como Juan de las Cuerdas y Perico de los Palotes, quiero dar mi propio Grito. Y mi grito es contra los políticos que tienen secuestrado a este país y lo dañan con sus politiquerías. Mi grito es contra aquellos que convierten en motín -en botín- una entrañable tradición del pueblo, la de la noche del 15 de septiembre en el Zócalo de la Ciudad de México, y hacen de ella ocasión de escándalo, de división y enfrentamientos. Mi grito es contra los partidos: antes padecíamos uno solo; ahora los sufrimos a todos; parásitos que chupan del erario; empresas ricas en país de pobres.

Estamos enfermos de política; los políticos parecen ser protagonistas únicos de la vida mexicana. Podrá decirse que eso es porque estrenamos democracia, y que después de la concentración del poder en una sola, poderosa mano, todos quieren meter la mano en él. Pero este desorden es muy peligroso, pues quienes más se benefician del desorden son los desordenados. Así no vamos por camino bueno. Debemos hacer buen uso del ejercicio democrático si no queremos que degenere en anarquía.

El excesivo poder de los medios electrónicos acaba de ser acotado. Los partidos, convertidos ahora en entes todopoderosos, han de ser acotados igualmente. Y debe acotarse también la nueva dictadura de un Congreso desbocado cuyos innumerables miembros no parecen tener conciencia del bien comunitario, y atienden sólo a su interés y al del partido que les da consigna. Volvamos la espalda nosotros a todas esas politiquerías. Celebremos en nuestro hogar, con la familia, esta fiesta mexicanísima del Grito, y dejemos que los politiqueros diriman, como en arena de lucha libre o en palenque, sus pedestres mezquindades..."

Armando Fuentes Aguirre, "Catón"
afacaton@prodigy.net.mx

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Tiendas de raya

La violencia tiene muchas caras y una de las menos atendidas es el maltrato cotidiano a los consumidores. Con esa tesis rescato la poco conocida historia de unas reformas que aprobó el Congreso y vetó Felipe Calderón ante la incomprensible indiferencia de la izquierda.

A las "tiendas de raya" se les asocia con las haciendas de la dictadura porfirista. En ellas cobraban y gastaban los campesinos su salario y en ellas se endeudaban y terminaban esclavizados a los privilegiados. Pero "la tienda de raya no (era) un simple abuso de los hacendados", escribe Friedrich Katz citando a Luis Cabrera; era "una necesidad económica del sistema".

En el Siglo 21, las tasas de ganancia del sistema dependen de la explotación que un buen número de empresas públicas y privadas hacen de los consumidores; una especie de peones acasillados posmodernos. La telefonía, la banca, las televisoras privadas, la electricidad, las inmobiliarias, entre otros, han diseñado métodos altamente sofisticados para capturarnos en sus redes y extraernos recursos con mecanismos que van de lo burdo a lo sofisticado. El sistema funciona porque los partidos políticos también están atrapados en las redes de interés y, por lo general, toleran leyes y prácticas en beneficio de los poderes fácticos. Por ello resulta tan excepcional y sorprendente que los partidos estén a punto de aprobar una reforma electoral que rompe su vasallaje frente a los medios electrónicos.

En el 2005, dos diputados del PRI, Francisco Arroyo Vieyra y Eduardo Alonso Bailey Elizondo, presentaron una iniciativa para cambiar la Ley Federal de Protección al Consumidor. Justificaban las modificaciones en que "el sector de la vivienda se ha(bía) visto seriamente afectado", lo cual era falso porque en el sexenio del dicharachero Presidente Fox la construcción fue una de las áreas más dinámicas. Los diputados priistas querían darle cuello a la ley vigente porque protegía a los consumidores y eso "representa(ba) un riesgo evidente" para el "sector de la vivienda".

Los cambios defendían los intereses de las inmobiliarias endureciendo, por ejemplo, las condiciones impuestas al comprador de una casa para quejarse por defectos en la construcción. También le quitaban a la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) la facultad de "ordenar al proveedor" quitar la publicidad o información mentirosa. Esa facultad, por cierto, fue la utilizada por la Profeco para frenar hace unos meses a los magos y adivinos que engañan televidentes. En suma, una ley hecha a la medida de las empresas y en detrimento de los millones que pasan privaciones para cumplirse el sueño de la casa propia.

La iniciativa se aprobó el miércoles 14 de diciembre del 2005 y se envió al Senado. Era el último día de sesiones y sin discutirla fue aprobada con los votos en contra de la fracción del Partido Acción Nacional (PAN). Estuvieron a favor el Revolucionario Institucional, el Verde y los tres partidos que en el 2006 crearían el Frente Amplio Progresista: Partido del Trabajo, Convergencia y el Partido de la Revolución Democrática. Se reconfirma que diciembre del 2005 fue el "Mes de la izquierda descuidada". En aquellas semanas la fracción del PRD, dirigida por Pablo Gómez, votó todo lo que le pusieron por enfrente: la Ley Televisa y unas reformas que lesionan a millones de consumidores. En el Senado pasó lo mismo: el 26 de abril de este año fue aprobada sin discusión.

El atraco se hubiera consumado de no haber sido porque uno de los diputados panistas que votó en contra, Antonio Morales de la Peña, fue nombrado Procurador de Defensa de los Consumidores. La Profeco trabajó varios meses con la Consejería Jurídica de la Presidencia para generar el primer veto de Felipe Calderón a una ley que lesionaba el interés general. Una decisión positiva que compensa en algo las medidas que generalmente toman los gobiernos panistas a favor del sector privado.

El voto y el veto me llevan a discutir un misterio. ¿Por qué si el PRD quiere ser el abanderado de las mayorías no le dedicó atención a una ley que desde la exposición de motivos favorecía a unos cuantos en perjuicio de toda la población? En este caso, puede tratarse de un descuido, pero en términos generales la izquierda mexicana en el Congreso no pareciera saber cómo manejarse frente a la economía de mercado a la cual rechaza de manera impulsiva porque la ven como sinónimo de desigualdad. Como en su programa tampoco está sustituirla, se refugia en una evasión que termina facilitando los atracos a los consumidores.

Un filósofo español, Daniel Innerarity, escribió una columna en la cual propone que la izquierda debe utilizar las reglas de la economía de mercado para combatir la desigualdad. Así, reivindica que la competencia es un "auténtico valor de izquierda" porque se la puede utilizar para enfrentar a los monopolios públicos o privados; sobre todo cuanto éstos han dejado de proveer bienes en "condiciones económicamente eficaces y socialmente ventajosas" ("Salir del pesimismo", El País, 7 de septiembre de 2007).

Un razonamiento idéntico podría hacerse sobre los consumidores. En la medida en la que se les defienda frente a los productores, se incrementan sus ingresos y se contienen los excesos de un liberalismo que favorece a los productores. En "La riqueza de las naciones" (1776), Adam Smith ya sostenía que "el consumo es el solo propósito y fin de la producción", pero que "el interés del consumidor es constantemente sacrificado en pos del interés del productor".

Nuestra Constitución está plagada de buenos deseos y en el artículo 28 se dice que "la ley protegerá a los consumidores". Precepto ignorado porque ningún partido incorpora la idea en sus programas y sólo se involucran en casos aislados. En la historia aquí contada, un gobierno de derecha defendió el bien común mientras que la izquierda no entiende que los obreros, los campesinos y los ciudadanos también somos consumidores.

Sergio Aguayo
saguayo@colmex.mx

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Por eso yo estoy a favor del libre mercado, cero monopolios, públicos, estatales o privados. Cuando hay libre mercado y por X o Y razón alguien esta obteniendo ganancias muy altas, rápidamente aparecen competidores y los precios bajan. Pero en un mercado como el de México, donde, por ley, hay monopolios y/o se limita la entrada de nuevos competidores dizque para proteger la planta productiva nacional, quienes pierden son los consumidores. Y consumidores somos todos, todos los mexicanos. Ya sea en el sector agrícola, en el campo, en el industrial o comercial, nunca se debe proteger a los productores, pues cuando se protege a un sector productivo, el afectado es el consumidor. Lamentablemente los consumidores no estamos unidos, no formamos sindicatos ni agrupaciones, ni bloqueamos calles ni hacemos manifestaciones. Somos la mayoría silenciosa que siempre apechuga. No es con proteccionismos, de ningún tipo, como se combatirá la pobreza.

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viernes, septiembre 14, 2007

 

Por 3 cacahuates ...

La partidocracia se consolida a cambio de 3 cacahuates. Ahora los partidos son aún más poderosos, con menos límites. Y la seudo reforma fiscal no es más que una miscelánea grandota, que sigue enfocándose en los que siempre pagamos.





Cartón de Paco Calderón publicado hoy en distintos medios.


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La incertidumbre la generan, los que deberían eliminarla

La definición de los derechos de propiedad es uno de los elementos que más incide en la conformación del ambiente de confianza que estimula inversiones y la creación de fuentes de empleo permanente. La falta de confianza, a contrario sensu, desestimula al inversionista -al margen de su origen- a tomar riesgos.

La falta de claridad en las leyes y la discrecionalidad del funcionario para aplicar éstas son los puntos señalados por los analistas, desde hace muchos años, como lo que debe corregirse para romper el círculo vicioso que da por resultado tasas de crecimiento bajas e incertidumbre, que reduce el horizonte de las inversiones, pues privilegia el corto plazo.

Otro elemento que merece comentarse, por la incidencia negativa que en materia de inversión tiene, es la conducta mostrada estos últimos meses por diputados y senadores, por razones que la sociedad en general, y los ciudadanos en particular, desconocen.

La predictibilidad de las políticas públicas o dicho de otra manera, la certidumbre en el hecho de que una ley estará mañana vigente y su modificación posterior no va a depender del capricho de un legislador o de un grupo de ellos, juega también una papel importante en la generación de confianza y propicia la estabilidad de toda economía. Tomar una decisión de inversión basada en las condiciones que hoy privan en tal o cual actividad económica y la certidumbre de su permanencia en el tiempo, forman parte del análisis general de una inversión que todo agente económico realiza.

Lo que hoy "cocinan" senadores y diputados es la muestra, además de la irresponsabilidad extrema de quien debe legislar en beneficio de la sociedad y no de un grupo específico –en este caso ellos mismos y sus partidos-, es la expresión del desprecio que tienen por el desarrollo del país. Sus caprichos y fobias son el argumento casi único de quienes hoy, con una representación que deshonran, legislan por ellos y para ellos.

La discusión no es, como algunos tratan de hacer ver, de pesos y centavos; querer limitarla a ese aspecto no sólo muestra ignorancia de lo que está en juego sino que al plantearlo, el que lo hace se vuelve cómplice de políticos que no han sabido perder, que no han querido aceptar que los ciudadanos los rechazaron. Están estos, en pocas palabras, a la búsqueda de venganza y no de una mejor pieza legislativa.

Hoy, por un capricho y la soberbia del derrotado, se lanzan contra un grupo de empresarios y ¿mañana? ¿Quién será el objeto de la ira de estos políticos derrotados e incapaces de aceptar que no son atractivos para el ciudadano? ¿Inventarán agravios en contra de los concesionarios de algún aeropuerto o autopista? ¿Amenazarán con alguna reforma legal a quien obtuvo legalmente y arriesgando sus recursos, un título de concesión legítimo? ¿Esto que hoy hacen, piensan acaso que va a estimular a nuevos inversionistas a tomar riesgos en México bajo la figura de la concesión?

Si lo piensan, qué ingenuos son. Lo que están haciendo es enviar un mensaje nefasto a muchos inversionistas -nacionales o extranjeros- que ven en México un lugar atractivo para invertir y obtener un retorno adecuado al nivel de riesgo a tomar.

Los rasgos de autoritarismo que hoy exhiben sin recato los promotores de estas modificaciones legales y algunas que están preparando, es querer revivir una época que creímos superada en México. Nos hemos equivocado totalmente, ese autoritarismo que tanto daño hizo al país, ahí está vivo y coleando.

Muchos de los que hoy promueven este conjunto de medidas resultado de fobias y caprichos pero no de necesidades del desarrollo, son empresarios ellos mismos; es más, algunos de ellos son empresarios de radio y televisión y no creo que estén contentos de ver cómo su patrimonio es puesto en riesgo para satisfacer el ego de un desquiciado y cumplir los caprichos de perdedores amargados.

Este es el México real; estos son nuestros políticos. No es necesario inventar peor pesadilla; el desempeño de nuestros legisladores y sus motivaciones mostradas en este tema, la superaría sin duda.

Ángel Verdugo

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No se confundan. La telecracia quiere evitar que la despojen de las pingües ganancias que obtienen todos los años por las campañas electorales. Esa es la única parte positiva, junto con al reducción de los tiempos de campaña, de la seudo reforma electoral. De ahí en fuera todo es negativo, es un retroceso. Representa realmente un ataque a la libertad de expresión, al derecho que tenemos todos los ciudadanos de ser votados. No hay reelección de legisladores, no hay reducción en el número de legisladores, no hay candidaturas independientes, no hay reducción real en los tiempos al aire para las campañas, hay un aumento en el dinero que recibirán los partidos, sobre todo los grandes. El IFE, y cualquier organismo autónomo, queda vulnerable al capricho de los políticos. Digamos NO a la partidocracia.

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