viernes, agosto 26, 2016

 

Deficiencias educativas

El problema del sistema educativo en México es muy severo y va más allá de la impunidad con la que la CNTE comete atropellos y la respuesta pusilánime del Gobierno.

 

Es obvio que todas sus deficiencias no pueden cubrirse en unos cuantos comentarios. En mis columnas anteriores toqué sólo la superficie de algunos de sus aspectos importantes, pero hay muchos otros que saldrían a la luz con un análisis más detallado de la educación en nuestro país. Ésa, sin embargo, no es mi tarea.

 

Aun así, no quiero dejar el tema sin abundar en otras de las deficiencias educativas que prevalecen aquí y que en varias formas también existen en otros países emergentes. Para ello recomiendo la lectura de dos artículos, algunas de cuyas ideas incluyo aquí y que aparecieron en la edición de verano del 2016 del Journal of Economic Perspectives.

 

Uno es de Ludger Woessmann, "The Importance of School Systems: Evidence from International Differences in Students Achievements", y el otro de Isaac M. Mbiti, "The Need for Accountability in Education in Developing Countries".

 

Woessmann destaca que para mejorar el aprendizaje de los estudiantes, son más importantes la calidad de los maestros y el tiempo que dedican a la enseñanza, que el gasto por estudiante o el tamaño de la clase. Ese aprendizaje, nos dice, es todavía mayor cuando las escuelas son operadas por el sector privado.

 

El artículo de Mbiti comenta que los sistemas educativos de los países en desarrollo (y México no es la excepción) carecen de rendición de cuentas y los maestros no son despedidos por un mal desempeño, por lo que es muy probable que los aumentos de salarios sean esencialmente transferencias a los maestros sin que lleven a una mejora de su desempeño educativo.

 

La evidencia en ese sentido es importante. Por ejemplo, en Indonesia se doblaron permanentemente los salarios de maestros que llenaron un cierto criterio, y se encontró que varios años después ello sólo se había traducido en una mayor satisfacción de los maestros, pero ningún efecto sobre el aprendizaje de los alumnos.

 

El problema central es que los maestros son trabajadores sindicalizados considerados como servidores públicos a los que les paga la autoridad central, que tiene la última palabra en cómo conformar la planta de maestros.

 

Estos sistemas centralizados hacen que no existan medidas documentadas sobre la calidad de los maestros, o que éstos se opongan colectivamente (como la CNTE) a que se instrumenten.

 

En cambio, los maestros que están bajo contrato en las escuelas privadas tienen más incentivos para dar una mejor calidad de enseñanza en relación con sus contrapartes sindicalizadas del sector público.

 

Es más probable que no se ausenten, estén en la clase enseñando y que sus alumnos muestren mayores niveles de aprendizaje que los estudiantes de las escuelas públicas, aun cuando sus sueldos no necesariamente son muy distintos a los que reciben los sindicalizados. De hecho, por hora trabajada son bastante menores.

 

En Kenia se hizo un experimento con un programa de contratos a maestros en 200 escuelas. El estudio comparó la efectividad del programa cuando era administrado por el Gobierno frente al que administraba una organización no gubernamental.

 

El principal hallazgo fue que los beneficios del programa desaparecían por completo cuando era administrado por el Gobierno.

 

Por consiguiente, los padres de familia y los electores deben presionar a las autoridades y a los partidos políticos para que se apliquen medidas que aumenten la rendición de cuentas del sistema educativo, así como que mejoren los esfuerzos y prácticas pedagógicas de los maestros, que se usen de manera más eficiente los recursos y, dado que el Gobierno es un mal proveedor del servicio educativo, se facilite una mayor participación del sector privado.

 

El Gobierno mexicano debe seguir financiando la educación, pero no tiene que proveerla. Tampoco tiene por qué limitar las alternativas de libros de texto y sus contenidos, puesto que ello sólo lo hacen los Gobiernos totalitarios que desean controlar lo que se enseña, como aquí sucede con los textos oficiales.

 

Un país no prospera si no desarrolla su sistema educativo. Uno de los peores errores que se pueden cometer es dejar la política educativa en las burocracias y los sindicatos, cuyos intereses están muy alejados de las medidas de política económica que fomentan el desarrollo.

 

Cambiar todo esto requiere de una voluntad política para enfrentar las objeciones del poderoso sindicato de maestros y otras partes del establishment educativo.

 

Mientras no estemos dispuestos a reconocer que nuestro sistema educativo es un fracaso, no podremos hacer progresos sensibles en educación, sin la cual será imposible elevar de manera significativa el nivel de vida de los mexicanos.

 

Salvador Kalifa

sakalifaa@gmail.com


domingo, agosto 21, 2016

 

La CNTE y Thatcher

En 1979, cuando Margaret Thatcher llegó al poder, tenía razones económicas y políticas tan poderosas para enfrentar a los mineros sindicalizados, como Peña Nieto para imponer a los sindicatos de maestros una reforma educativa.

 

La historia del conflicto entre la Unión Nacional de Mineros (NUM) y el Gobierno de Thatcher, es una guía inmejorable de lo que un Gobierno debe hacer y, sobre todo, de lo que no debe hacer en una guerra contra sindicatos tan fuertes y politizados como el NUM o la CNTE.

 

La educación en México -de la cual depende el futuro del País- es como la industria del carbón en Gran Bretaña en los 70 -que generaba un porcentaje altísimo de la electricidad- una actividad estratégica muy costosa de rendimientos decrecientes.

 

México dedica un porcentaje considerable del gasto gubernamental a la educación pública (y bajo cualquier medición, el nivel de educación que reciben los niños, sobre todo en los estados controlados por la CNTE, es abismalmente bajo). Gran Bretaña tenía que dedicar subsidios crecientes a un sector económico improductivo e ineficiente.

 

Thatcher había llegado al poder en un escenario económico menos saludable que el nuestro hoy.

 

Gran Bretaña había abrazado en la posguerra el paradigma del Estado interventor, rector de la economía y dueño de industrias básicas, precios, salarios y subsidios. Un Estado regulador más preocupado por distribuir que por crear riqueza, que arrastraba un déficit creciente, una inflación de dos dígitos y presidía sobre una economía anémica.

 

Pero Margaret Thatcher tenía siglos de democracia parlamentaria y estabilidad política tras ella. Aunque el NUM y otros sindicatos se habían convertido en poderes paralelos que imponían sus demandas y negociaban de tú a tú con el Primer Ministro en turno, los ciudadanos estaban hartos de ser rehenes del NUM y sus aliados y la Policía cumplía aplicando la ley.

 

Thatcher enfrentaba un líder sindical -Arthur Scargill- tan ideologizado y radical como los de la CNTE, pero, a diferencia de López Obrador, la oposición laborista nunca se alió con un movimiento que pretendía imponer sus demandas por encima del Estado de derecho y del régimen democrático del país.

 

Aún con esas ventajas, el éxito del Gobierno nunca estuvo garantizado. El NUM era tan poderoso que nada más en los 70 tiró a dos Primeros Ministros. Margaret Thatcher misma había cedido en 1981 ante un primer desafío de los mineros. Pero aprendió la lección: en 1984 enfrentó la huelga minera ejerciendo un liderazgo firme y decidido y siguiendo una cuidadosa estrategia.

 

A diferencia de lo que ha sucedido aquí con la reforma educativa, cuando estalló la huelga, aquel Gobierno británico conformó el mejor equipo posible para enfrentar al NUM y despolitizó el conflicto. Lo redujo a un conflicto laboral.

 

Aquí los líderes de la CNTE no dialogan con la SEP: imponen sus demandas al Secretario de Gobernación. Allá, los mineros negociaban con el organismo encargado de la producción del carbón, no con los ministros.

 

Allá, el Gobierno apoyó a los mineros disidentes -en lugar de abandonarlos, como Peña a los maestros que quieren trabajar-, cultivó el apoyo de la sociedad civil -en lugar de permitir que el oponente convirtiera a los ciudadanos en rehenes para imponer su agenda-, y aplicó sin miramientos la ley.

 

Al final del conflicto, en 1985, la Policía había arrestado a 8 mil 688 mineros que habían violado la ley y congelado 8 millones de libras de fondos del NUM. Todo ello a pesar de que los daños que hizo palidecen frente a las pérdidas económicas que ha causado la CNTE, que destruye todo a su paso con total impunidad.

 

Peña Nieto perdió ya la guerra con la CNTE. No implementó la reforma educativa en 2012 cuando tenía la legitimidad para hacerlo; no midió bien a su contrincante; nunca tuvo una estrategia inteligente para enfrentarlo y le ha regalado el monopolio de la violencia (legítima) que es prerrogativa del Estado.

 

La CNTE es ahora un poder paralelo más poderoso que en 2012 y ha debilitado al Gobierno. Peña Nieto no parece tener otra alternativa que ceder ante la CNTE y abrogar, de jure o de facto, la reforma educativa.

 

Isabel Turrent


sábado, agosto 20, 2016

 

salidas falsas

La democracia es inherentemente inestable. Mientras más democráticos somos y más libertad tenemos para expresarnos individualmente, más difícil es reconocernos en los demás.

 

¿Usted cree que los líderes recientemente liberados de la CNTE se pusieron en los zapatos de familias enteras y comercios que quebraron por sus bloqueos incesantes en Oaxaca, Chiapas y Michoacán?

 

La paradoja de la democracia parece ser que tener más libertad nos lleva a ser más egoístas. Y no solamente la CNTE, sino el resto de la sociedad se manifiesta hoy con mayor libertad en este País.

 

Así, cuando comienza la disrupción y sentimos que hemos perdido el control de nuestro presente, buscamos figuras, ejemplos a seguir, líderes carismáticos que son capaces de traducir el sentir popular en algo que nos gusta escuchar, aunque sea una tontería irracional e inalcanzable. Como Le Pen en Francia, Trump en Estados Unidos y AMLO en México, que son ejemplos de estas salidas fáciles de la democracia.

 

De acuerdo con Platón, cuando una democracia está en niveles avanzados, la situación favorece la aparición de tiranos, que suelen ser personas de la élite que comienzan acusando a sus colegas como corruptos y se ofrecen como respuesta a la debacle democrática local.

 

Tienen retóricas poco detalladas y, en muchos casos, contradictorias como en México: proponen apoyar causas, como la de muchos maestros que no quieren ser evaluados y que no encuentran manera de ayudar al sistema educativo del País, del cual ellos son parte importante.

 

También estos tiranos en potencia comúnmente exaltan los sentimientos de enojo y odio de los demás, porque es la manera más fácil de evitar resolver los problemas de manera integral.

 

Ahí tenemos a Maduro manifestando que hay una guerra económica en su contra, cuando ya ni siquiera economía tiene, o Trump que busca deportar a 10 millones de mexicanos indocumentados que hoy aportan impuestos y valor a su economía, y la perdería irremediablemente.

 

Conectan con las masas populares y se venden como casos de éxito, como personas que viven el sueño que todos quieren alcanzar sin esfuerzo y sin arriesgar nada. Su mayor fuerza: apelan a la pasión en vez de a la razón.

 

No sólo las personas son quienes alientan esta polarización, también son circunstancias las que desencadenan reacciones, como el Brexit y la señal que emite del "fracaso" de la globalización.

 

Esto es así a pesar de que todos deberíamos saber que lo único que ha impulsado el mayor avance de desarrollo en muchos países ha sido el comercio y el intercambio libre de ideas entre las personas y las naciones.

 

Los movimientos populares/colectivos pocas veces comienzan cuando la situación es la menos favorable y tienden a aparecer cuando lo peor ha pasado, pero el futuro no se ve prometedor.

 

Esto es lo preocupante para nuestro País, pues a pesar de crecer poco, pero con baja inflación y bajo desempleo frente a otras economías, hay un descontento que cada vez se extiende más.

 

Entonces, cuando el bienestar se ve como una posibilidad de la que no seremos partícipes o no sentimos que la retribución será la "justa", la frustración mueve a la sociedad hacia la exigencia.

 

Cuando esa exigencia es irracional, la sociedad se vuelve violenta entre sí. Es entonces cuando creamos una especie de subcultura alienada y despreciada que exige salidas fáciles a su situación. Salidas que al no poder alcanzarse, como aceptar que nada es gratuito y que hay que esforzarse por hacer mejor lo que hacemos, devienen en erupciones violentas.

 

Por ello es fundamental alejarnos de esta desesperación y frustración que hoy permite la aparición de salidas fáciles que violentan la legalidad y al respeto.

 

Nunca como antes le debemos prudencia y serenidad a nuestro País. México no es un lugar de puros delincuentes o sólo Gobiernos corruptos con una sociedad poco participativa y escondida. Tampoco es un lugar donde las protestas mandan sobre el orden y la legalidad.

 

Hagamos bien y mejor lo que nos toca. Sólo así despresurizaremos esta tendencia de salidas falsas que parece que algunos en México quieren tomar.

 

Vidal Garza Cantú

vidalgarza@yahoo.com


sábado, agosto 13, 2016

 

Perdonavidas

Sus amigos hablan de Andrés, por sus iniciales AMLO. Sus críticos le dicen "El Peje". Su nombre oficial, Andrés Manuel López Obrador. Ha sido ya dos veces candidato a la Presidencia de México. Para llegar en el 2018 se anuncia como el perdonavidas.

 

Es un sureño extraño. Se cree el salvador de México. Se cree el único político honrado. Terco, terco, terco. Intelectualmente es una mezcla de Benito Juárez con Lázaro Cárdenas, con nivel de secundaria. Orgulloso guardián de la historia de México, sueña con retomar la ruta extraviada por la Revolución Mexicana.

 

En una contradicción andando, ¿un demócrata autoritario? Dueño de un partido, asegura que competirá sin alianzas. Él es absoluto. Hasta sus hermanos lo desconocen.

 

A quienes quieren un dictador de izquierda pregunto: ¿uno que conduzca a México viendo por el espejo retrovisor? Pregona su historia de víctima de dos fraudes electorales en giras constantes. Se le olvida que dejó a la gente plantada en la Avenida Reforma hasta que se cansaron de protestar.

 

Andrés se cree una especie de Gandhi mexicano. Personifica y habla a nombre de los mexicanos. Se ve a sí mismo como un pacifista, un mártir, y ahora... el adalid del perdón.

 

En tal carácter, su majestad López Obrador acaba de lanzar una proclama pública en la que perdona al "grupo en el poder".

 

"No los odiamos", dijo usando el plural. Anuncia "una amnistía anticipada" tan luego de su triunfo. ¡Perdona a nombre de todos! Claro, ya entendí. Para un santo la ley no existe.

 

En serio que es difícil razonar con alguien así. No escucha, no entiende, trae su rollo a la vuelta y vuelta. En el 2006, en una reunión a la que me invitó Porfirio Muñoz Ledo en la que estarían AMLO y otras 30 personas, pedí la palabra y sugerí que usara sus votos para negociar con Felipe Calderón.

 

¡Gran error! Hagan de cuenta que le hablé a la pared. Contestó cariñosamente a cada uno de los aduladores, pero a mí y a Agustín Basave, únicos disidentes, nos saltó olímpicamente.

 

Pienso que a López Obrador le fascina su rol de víctima. "Nunca me vi con la banda presidencial", confesó en esa ocasión.

 

No quiere ser Presidente. Le gusta ser el eterno y sufrido derrotado. Esa credencial lo autoriza a meter su cuchara con los maestros disidentes de la CNTE, que cometen más delitos por hora que ni los pistoleros de Pancho Villa. ¿Será que el perdonavidas, dos veces "crucificado" se siente el Jesucristo tabasqueño?

 

La Ciudad de México es su obra cumbre. Una verdadera joya arquitectónica de la política clientelar llevada a su máxima expresión. No hay manera de que pierdan una elección. La pobreza estructurada, los líderes maizeados con dineros públicos. Ya quisiera Obama. Eso es lo que podemos esperar para todo México si AMLO llega a la Presidencia.

 

Para el 2012 López Obrador ya estaba topado en poco más de 30 por ciento de intención de voto. Así lo escribí en EL NORTE. Así resultó. México no es socialista por más que AMLO le revuelva con el estandarte de la Virgen Morena y haya adoptado el apodo "Morena" para engatusar creyentes.

 

El socialismo fue construido hace más de 100 años siguiendo el paradigma burocrático de la especialización y la división del trabajo.

 

El Gobierno puede organizar todo un país y decirle a cada quien qué puede y debe hacer. En México se llama el Plan Nacional de Desarrollo, existe desde 1983 y para Andrés Manuel sería más paraíso que el de las 72 vírgenes de Islam. La señora Hillary se moriría de envidia.

 

Como lo advertí también en su momento, esto nunca ha jalado. Hoy por hoy, y a medida que avanza la revolución digital, las burocracias están condenadas a desaparecer.

 

No es por allí, pero AMLO sueña con tomar control de nuestras vidas.

 

AMLO no tiene, ni trae ni tendrá, la fórmula para la prosperidad construida con base en la suma de libertades individuales. Eso lo hace políticamente obsoleto e inviable.

 

No temo su ira. Y francamente su perdón me causa hilaridad.

 

Javier Livas

javierlivas@prodigy.net.mx


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