martes, julio 28, 2020

 

Repartiendo culpas

En la peor pandemia de la historia moderna, a México no le va bien. Al momento de escribir este texto, oficialmente más de 395 mil casos de covid-19 han sido detectados, más de 44 mil personas han perdido la vida, la enfermedad por SARS CoV-2 es ya la 4a. causa de muerte en México y en los próximos días ocuparemos el 3er lugar en muertes en el mundo. Un panorama nada halagador.

 

Paradójicamente, las autoridades de salud no han hecho obligatorio del uso de cubrebocas y se niegan a realizar ampliamente pruebas para detectar, dar seguimiento y contener a los contagios. En su lugar, el Dr. López-Gatell ha decidido adoptar una nueva estrategia: señalar culpables.

 

La semana pasada, el discurso que ya había comenzado a dirigirse hacia comorbilidades presentes en algunos pacientes fallecidos (obesidad, diabetes e hipertensión arterial) y que en algún momento llegó casi a culpar a los mismos pacientes por padecerlas, encontró un nuevo blanco: los alimentos procesados, concretamente, las bebidas azucaradas. En un desliz verbal, el subsecretario de Salud llegó a hablar de "veneno embotellado", desatando una gran polémica y un rechazo escrito de la industria de bebidas envasadas. El mensaje era claro: Los alimentos procesados, específicamente los refrescos, están matando a la gente por covid-19. López-Gatell había encontrado a su culpable.

 

Antes de continuar debo aclarar dos puntos: Primero, no es de mi interés el defender a las refresqueras; ellas pueden hacerlo solas. Segundo, las enfermedades cardiovasculares y la diabetes son desde hace tiempo, las principales causas de muerte en México (INEGI 2018), seguidas por el cáncer y ahora, la covid-19.

 

Según la encuesta ENSANUT 2018, la prevalencia de diabetes en México es del 10.3%, la de obesidad en áreas urbanas del 19.5% y la de hipertensión arterial el 18.4%. De acuerdo con la OMS, México es el 2o. país en obesidad en adultos en el mundo, pero es el número 20 en diabetes (International Diabetes Federation). Pese a estos datos, el equipo de López-Gatell se apresuró a etiquetar a estas comorbilidades, concretamente a la obesidad, como la responsable de la muerte en los pacientes fallecidos por covid-19 y esta idea quedó en la opinión pública.

 

La conclusión es errónea. Si analizamos los datos de comorbilidades asociadas a defunciones, proporcionados por la misma Secretaría de Salud, observamos que el 45% de los pacientes fallecidos cursaba con hipertensión arterial, el 39% con diabetes y solo el 26% con obesidad. Llama mucho la atención, además, que los estados del país con mayores índices de obesidad asociada a sus muertes por covid-19, no correspondan a aquellos donde la prevalencia de este factor de riesgo es mayor. Hablar así de obesidad, como causa de muerte por covid-19, además de ser terriblemente arriesgado, refleja un gran error metodológico. Correlación no es causalidad.

 

En un estudio serio, se debe cuantificar la mortalidad de dos poblaciones de pacientes con covid-19: una con obesidad y otra sin ella y hacer un análisis que muestre si el número de muertes en la población obesa es mayor, con una diferencia que sea estadísticamente significativa. Se debe medir el índice de masa corporal (IMC), ya que la covid-19 se comporta de forma distinta con un IMC de 30 a 34, que con uno de 35 o más. Se deberá estudiar la ingesta calórica de los pacientes y el volumen de bebidas azucaradas consumidas, así como su tipo y origen.

 

Si de verdad se quiere analizar el papel de la obesidad y la relación que pudiera existir con el consumo de bebidas azucaradas, debe hacerse de forma seria. Si se va a acusar a alguien, debe hacerse con bases, no con razonamientos simplistas.

 

Lo mejor sería tal vez, no seguir buscando culpables y ponerse a trabajar con un solo objetivo en mente: evitar que sigan muriendo mexicanos.

 

Xavier Tello

El autor es médico cirujano y analista en políticas de salud. @StratCons


domingo, julio 26, 2020

 

Contagio moral

Es una forma de simplificar los estereotipos nacionales: alguien cuestiona cuánto cuesta educar a un mexicano. La respuesta, dice, son "los seis dólares que cobran en la garita de entrada a Estados Unidos". Luego retrata a un individuo que en territorio norteamericano extrañamente modera su velocidad al conducir, no tira basura en la calle, frena ante una señal de "Alto". ¿Qué fuerza misteriosa induce el milagro? ¡El sistema cultural de otro país!

 

Hace unos días vimos este cambio de comportamiento en un compatriota. En México no usa cubrebocas, bastó que estuviera bajo jurisdicción extranjera para que lo usara.

 

Arrastramos una longeva tradición de desprecio a la ley. Contrario a la concepción estadounidense de que su país es land of the free, es en México donde se vive la libertad de manipular las reglas. Nuestro código cultural (otra forma de llamarle a nuestra forma cotidiana de ser) fomenta y replica comportamientos rebeldes, hace de la ley una sugerencia, a diferencia de la sociedad norteamericana, acostumbrada a vivir con límites coercitivos, en cualquier ámbito de vida, al punto de que muchos mexicanos lo consideran "exagerado". Véase, por ejemplo, el que una alberca tenga una capacidad de ocupación; cualquier balneario mexicano reta las leyes de la materia, dos átomos sí pueden ocupar el mismo espacio. No extraña que los spring breakers se revienten en México, el país ofrece la posibilidad de transgredir, sin consecuencias.

 

En una de las postales que marcarán el tiempo de pandemia en México, el subsecretario de Salud Hugo López-Gatell creó su propio fantasma: "la fuerza del Presidente es moral, no de contagio", dijo. Al supeditar un interés político sobre la ciencia, tan propio de los regímenes políticos en México, López-Gatell y sus superiores han puesto en riesgo a millones de mexicanos por no ser enfáticos y oportunos para establecer el uso de cubrebocas como una forma de paliar el contagio.

 

La Organización Mundial de la Salud dice: "El uso de mascarillas debe formar parte de una estrategia integral que incluya medidas destinadas a eliminar la transmisión y salvar vidas..." y, si bien reconoce las limitaciones de esta medida, apunta: "la OMS recomienda a los gobiernos que fomenten la utilización de mascarillas higiénicas de tela por la población en general...".

 

López-Gatell atina en algo: el Presidente tiene fuerza moral. AMLO no sólo es seguido por multitudes, es querido, admirado y venerado como en otras culturas se escucha y obedece a un ayatollah o a un pastor religioso. Este culto a su personalidad le da una enorme "fuerza de contagio", para que a través de su palabra, y sobre todo de sus acciones, la población lo imite. En este sentido, teniendo la posibilidad de influir positivamente en tantas personas, durante un momento tan delicado como la pandemia, es muy lamentable (otros le han llamado criminal) el que no use cubrebocas durante actos públicos en los que está en proximidad con otras personas, menospreciando la situación, el virus, la enfermedad y exponiéndose él mismo, lo que equivale a exponer al Estado mexicano.

 

Es más lamentable la omisión presidencial, pues, siendo un modelo a seguir para millones de personas, reafirma el desprecio por la autoridad y las normas sociales, que caracterizan al mexicano. En gran medida la descomposición social que tenemos se debe a los modelos que inspiran conductas delictivas o al menos, adversas al interés social. Su justificación, de que las autoridades de la Secretaría de Salud le han dicho que no necesita el cubrebocas, muestra un lado egoísta de su personalidad; suponiendo que así fuera, debería poner el ejemplo a sus millones de seguidores al promover una acción que si bien no es infalible, ha demostrado disminuir las probabilidades de contagio.

 

La actuación del gobierno de México está en entredicho. La terquedad ante una medida de bajo costo y alto impacto, como es el uso de cubrebocas, pone de manifiesto que tenemos un liderazgo que, a pesar de su enorme legitimidad, desprecia el conocimiento científico, es supersticioso, manipulador y toma malas decisiones. La influencia y poder del Presidente podrían inclinar la balanza para bien, si él quiere; esa es la fuerza y la vulnerabilidad que genera el contagio moral.

 

Eduardo Caccia


 

Sexenio retro

Hay en este sexenio una nostalgia histórica profunda. El deseo de volver a una Edad de Oro, que no fue tan dorada. Aquel presidencialismo magno, magnánimo, magnífico.

 

Hoy abundan las noticias del futuro. Titulares:

Sin miedo, combatiremos la corrupción. Nos va a ir muy bien en economía. No van a faltar las medicinas. Pandemia no hará nada a los mexicanos. No se va a tirar un solo árbol por el Tren Maya. Especialistas decidirán, no vamos a improvisar. Facilitarán trámites a discapacitados. 400,000 empleos permanentes serán creados. Un millón de árboles frutales y maderables serán sembrados en 2019 y 2020. Se crearán 100 universidades en todo el país. Habrá Constitución Moral. Voy a purificar el país. Denunciar ante el ministerio público tomará sólo 15 minutos.

 

Los brasileños inventaron una chunga sobre las promesas políticas: "Brasil es el país del futuro ¡y siempre lo será!". Pero, en México, las visiones de un futuro mejor están teñidas de nostalgia.

 

En aquella Edad de Oro, hoy recuperable:

-El Estado hegemonizaba la política, la economía y la educación.

 

-La educación pública era perfecta. No hacía falta evaluarla.

 

-Los dichos, hechos y fotos del Señor Presidente eran el tema principal de las noticias.

 

-El Señor Presidente siempre tenía razón.

 

-Eran mal vistos los "moditos" de la prensa libre y la empresa libre.

 

-Se amenazaba con auditorías a las empresas rejegas.

 

-Pemex no era una empresa, era un símbolo de la independencia nacional.

 

-Los secretarios de Estado no hablaban sin mencionar al Señor Presidente.

 

-Regla fundamental: No se le dice No al presidente.

 

-Algunos funcionarios lo traicionaban. Desgraciadamente, era un santo rodeado de pillos.

 

-Los presidentes se daban "baños de pueblo" por todos los rincones del país.

 

-El comercio exterior era menos deseable que "¡Consuma lo que el país produce!".

 

-En la Cuarta Transformación, como en los últimos 83 años, La Hora Nacional es la hora feliz, feliz, feliz.

 

-En las grandes ocasiones celebradas en el Zócalo, se daba al resto del país la oportunidad de sumarse a la multitud en cadena nacional.

 

-Miguel Alemán militarizó las calles (1/V/1952).

 

-Ruiz Cortines preconizó la austeridad, combatió la corrupción y propuso una "Marcha al mar" para descentralizar.

 

-Luis Echeverría ganó la presidencia (con 86% del voto) ofreciendo el fin de la corrupción y la violencia, así como un cambio radical: Arriba y Adelante.

 

-El presidente Cárdenas casi no hablaba. Pero Echeverría, que se creía un nuevo Cárdenas, no podía contener su locuacidad. Hablaba a todas horas, de todo, en cualquier circunstancia, con monólogos interminables.

 

-Las finanzas públicas las llevaba Hacienda, hasta que Echeverría decidió que "Las finanzas se manejan desde Los Pinos" y el secretario de Hacienda renunció.

 

-Reyes Heroles habló de "populismo dadivoso" (1/IV/1977).

 

-López Portillo se identificaba con Don Quijote, que desfacía entuertos y combatía a los molinos eólicos.

 

-De la Madrid ofreció "renovación moral" y aseguró que en pocos años ya ni se hablaría de la corrupción. Así fue.

 

-En los años 80, hubo funcionarios temibles como Manuel Bartlett Díaz y Fernando Gutiérrez Barrios, luego acusados de muchas cosas.

 

-Regeneración de Morena evoca el periódico Regeneración, de los perseguidos hermanos Flores Magón. Afortunadamente, no se opone al régimen ni padece cárceles.

 

-Seguridad Alimentaria Mexicana recuerda al Sistema Alimentario Mexicano de López Portillo. Hasta con precios de garantía.

 

-Peña Nieto se entrevistó con Trump.

 

-El impulso retro más poderoso de todos es superar la división de poderes y volver a la Unidad Nacional. Nada de autonomía legislativa ni judicial. Ni estados "libres y soberanos". Ni fideicomisos autónomos. La división corroe el alma nacional. Todos los poderes deben subordinarse a uno.

 

En los tiempos del PRI, Renato Leduc recordó aquellos "Tiempos en que era Dios omnipotente y el señor Don Porfirio presidente. Tiempos ¡ay! tan iguales al presente".

 

Gabriel Zaid


sábado, julio 25, 2020

 

La suma de los muertos

Es un terrible y doloroso fracaso. No hay manera de presentar a los más de 41 mil muertos por la pandemia y a los 55 mil muertos por la violencia como un éxito de las estrategias del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

 

Los muertos por la violencia y el coronavirus en México no se pueden ocultar. Eran parte de nosotros y dejan un enorme vacío. Hay muchas excusas y explicaciones de por qué están muriendo tantos mexicanos en tan poco tiempo. El Gobierno de López Obrador suele echarles la culpa a viejos enemigos. Pero la realidad es que muchas de esas muertes pudieron evitarse.

 

No importa cuántas vueltas se le dé, las muertes por la pandemia son una tragedia nacional. AMLO asegura que no es justo comparar el número de muertos en México con países que tienen menos habitantes.

 

Así que me di a la tarea de comparar a México con naciones de población similar (y para eso usé los datos de la organización independiente Worldometer).

 

El pasado 24 de julio México (con una población de 129 millones de habitantes) tenía 370 mil 712 casos de coronavirus y 41 mil 908 muertes por Covid-19. En cambio, Japón (con 126 millones de personas) sólo tenía 27 mil 029 casos de virus y 990 muertes.

 

México también sale muy mal parado si lo comparamos con otros países de población similar. Bangladesh (con 164 millones de habitantes) sólo había registrado 2 mil 836 muertes por Covid-19; Filipinas (con 109 millones de personas) tenía mil 879 muertos, y Etiopía (de 115 millones de habitantes) reportó sólo 200 muertes.

 

En otras palabras, no hay manera de justificar la letalidad que ha causado el virus en un país del tamaño de México.

 

Hay que reconocerlo: lo que se hizo no funcionó. A pesar de que López Obrador ha asegurado que "vamos bien (y) se ha podido domar la epidemia", la terca realidad dice lo contrario.

 

El método Centinela nunca nos dio una idea clara de la verdadera dimensión del problema y es una ilusión decir que "vamos bien" sólo porque no se ha desbordado el sistema hospitalario. La tragedia se mide en tumbas, no en camas vacías.

 

Han dicho tantas veces que la curva del coronavirus se ha aplanado -sin ser cierto- que el discurso oficial ha perdido credibilidad. AMLO se equivocó al decir en un video el 22 de marzo que "si tienen posibilidad sigan llevando a la familia a comer a los restaurantes y fondas".

 

Lo hizo 11 días después de que la Organización Mundial de la Salud declarara una emergencia mundial por la pandemia. Se tardó mucho en reaccionar.

 

Y él, todo un maestro en el manejo de símbolos, no se quiso poner una máscara en público hasta que se subió al avión para ver a Trump el 7 de julio. Los cubrebocas salvan vidas, pero, por extrañas razones, no se le vio con uno por meses. Para entonces la pandemia ya había dominado a México.

 

Tampoco ha funcionado la estrategia del Presidente López Obrador contra la violencia. Desde que llegó a la Presidencia (del 1 de diciembre del 2018 al 30 de junio del 2020) han sido asesinados 55 mil 043 mexicanos, según cifras oficiales.

 

Su primer año en la Presidencia fue más violento que cualquiera de los ex Presidentes Enrique Peña Nieto o Felipe Calderón. Y las cosas no mejoran. De enero a junio del 2020 hubo más asesinatos (17 mil 493) que en el mismo periodo del año anterior (17 mil 205).

 

Puros datos. Esto es un fracaso. AMLO no ha podido contra el crimen. El problema de fondo es que no hay una estrategia clara, efectiva y transmitida.

 

Sé, como todos, de las acusaciones contra Genaro García Luna, ex Secretario de Seguridad Pública durante la Presidencia de Felipe Calderón, por supuestamente haber recibido sobornos del narcotráfico.

 

Eso es muy grave. Se trata, efectivamente, de una guerra vieja y perdida. Pero eso no justifica los errores cometidos ni las cifras de asesinatos en el último año y medio.

 

La suma de los muertos no miente. No hay otros datos.

 

Se acabó el tiempo de las excusas. Éste es el momento de los resultados. AMLO debe cumplir todos y cada uno de sus seis años como Presidente hasta el 2024. Ni un día menos. Ésa es la única manera de proteger y fortalecer una democracia. Pero al mismo tiempo AMLO debe hacerse responsable de su principal obligación: proteger la vida de los mexicanos.

 

Hasta ahora, en ese importantísimo punto ha fallado.

 

Jorge Ramos Ávalos

 


viernes, julio 24, 2020

 

cuatro consejeros

"La democracia moderna no está amenazada por ningún enemigo externo, sino por sus males íntimos". Octavio Paz

Al final sólo cinco Diputados votaron en contra de los nuevos consejeros del Instituto Nacional Electoral. La rebelión promovida por John Ackerman, que pedía que se descartaran las quintetas aprobadas por el comité técnico del que él mismo formó parte, simplemente se esfumó.

 

Mario Delgado, coordinador de los diputados de Morena, hizo un buen trabajo político y logró 399 votos a favor con sólo cinco en contra (todos de Morena) y cinco abstenciones.

 

El proceso de selección fue muy distinto a los del pasado. Antes, los grupos políticos del Congreso buscaban personajes conocidos y les pedían convertirse en consejeros electorales, que eran aprobados por los partidos en un sistema de cuotas.

 

Ahora los propios aspirantes presentaron sus solicitudes, las cuales fueron evaluadas por un consejo técnico que seleccionó a cuatro quintetas de las que los diputados eligieron a los cuatro consejeros finales.

 

El comité técnico estaba formado por personajes ampliamente respetados, como Diego Valadés, Blanca Heredia, Ana Laura Magaloni y Silvia Giorguli. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos, encabezada por Rosario Piedra Ibarra, nombró, sin embargo, a John Ackerman a este comité, a pesar de que ha sido un abierto activista político.

 

Ackerman acompañó el proceso de evaluación y votó por 18 de los 20 candidatos finales. Se inconformó, sin embargo, cuando se hizo evidente que su candidata, Diana Talavera, no quedaría en la última quinteta de mujeres, por lo que montó un incontinente berrinche.

 

Pasó a descalificar todo el procedimiento y afirmó que un "bloque conservador" había vetado "a cualquier aspirante que 'oliera' a pueblo". Buscó conformar una alianza de Diputados de Morena y el Partido del Trabajo que impidiera la votación por las quintetas seleccionadas por el comité, pero fracasó rotundamente.

 

El comportamiento de Ackerman ha reiterado que no se trata de una persona imparcial o siquiera equilibrada. No merecía estar en un comité de evaluación de candidatos a consejeros del INE.

 

Al descalificar todo un proceso en el que participó casi hasta el final, y en el que votó a favor de 18 de los 20 candidatos seleccionados, revela además una actitud dolosa.

 

Al final tenemos a cuatro buenos consejeros. Es verdad que se ejercieron vetos políticos. Javier Aparicio, por ejemplo, obtuvo la mejor calificación en las evaluaciones, pero se le cuestionó por ser demasiado independiente del Gobierno federal.

 

Ackerman afirmó que Aparicio "no supo explicar por qué avaló el fraude electoral en el Estado de México en 2017", pero no hay ningún indicio de que haya habido un fraude en esa elección, ni de que el académico haya actuado fuera de la ley. Al final, sin embargo, la mayoría de Morena no votó por Aparicio porque Ackerman había logrado ensuciar su imagen.

 

Los 20 integrantes de las quintetas, no obstante, tenían buenas trayectorias y garantías de imparcialidad. Los cuatro consejeros finales -Norma Irene de la Cruz, Carla Humphrey, José Martín Faz y Uuc-Kib Espadas- fueron seleccionados por los legisladores de Morena y se entiende: Morena tiene mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.

 

El sistema garantizó, empero, que los nuevos consejeros fueran todos capaces y confiables. Es una buena noticia para una democracia que hemos construido con muchas dificultades desde que en 1994 se creó el primer IFE independiente.

 

LA RENUNCIA

AMLO aceptó finalmente la renuncia de Javier Jiménez Espriú como titular de la SCT, ya que el ingeniero rechazó la militarización de las aduanas. Lo reemplaza Jorge Arganis Díaz Leal, de 77 años, quien en 2019 entregó un contrato para Dos Bocas de casi 5 mil millones de pesos a una empresa holandesa, Van Oord, y a una socia mexicana, Grupo Huerta Madre, creada sólo unos días antes.

 

Sergio Sarmiento


 

Irritante democracia

El Presidente López Obrador no sabe lo que está diciendo, como de costumbre, cuando perifonea en sus pataletas matutinas, como lo hizo la semana pasada, que es el mandatario más atacado en los últimos 100 años.

Un grupo de intelectuales, académicos, periodistas y líderes sociales publicó un desplegado en el que convocó a los partidos de oposición a crear un bloque ciudadano para ganar espacios en la Cámara de Diputados en la elección del año próximo y hacer frente a las decisiones de AMLO y del partido presidencial, Morena.

Pero los 30 firmantes de la publicación no atacaron al Presidente, ni siquiera pusieron en duda la legitimidad de su triunfo "inequívoco" en las elecciones federales de 2018. Si acaso, advierten a la ciudadanía del peligro de las acciones políticas que el régimen y su partido han emprendido en los 20 meses de su gestión.

Recuerdan, lo que no es delito, que Morena logró tramposamente convertir su minoría en una mayoría en San Lázaro, pues "compró" Diputados, y la consecuencia es la asfixia del pluralismo que vive la Cámara baja, que aprueba todo lo que le dicta el Jefe del Ejecutivo federal.

En la carta abierta, acusan a López Obrador de pretender centralizar el poder del Estado, en detrimento del Legislativo y Judicial, por lo que, lejos de alcanzar logros, ha destruido o deteriorado la administración pública y las instituciones constitucionales.

"Invocando una supuesta cuarta transformación menoscaba las capacidades del Gobierno, toma decisiones unipersonales, polariza la sociedad con bandos artificiales, desacredita la autoridad de los órganos especializados como el INE y ataca toda forma de expresión que no se identifique con su visión política.

"El Gobierno de López Obrador ha mantenido una actitud despreciativa, no sólo hacia las instituciones autónomas, sino también hacia las esferas científicas y culturales así como muy notorio hacia el movimiento de las mujeres que luchan por la igualdad", resumen.

Los autores del desplegado muestran su oposición, sí, pero frente a lo que consideran imposición del Ejecutivo federal, a través de su partido en una argucia legislativa mañosa (o muchas), lo que es inaceptable en una democracia legal, tan legal como el triunfo de López Obrador en las urnas en el 2018.

En una democracia todos tenemos los mismos derechos y todos debemos tener acceso a esos derechos, protección que el mismo Andrés Manuel López Obrador tuvo al ganar inequívocamente la elección presidencial de 2018.

Nadie, ni siquiera de entre sus más ácidos críticos opositores, cuestionó el triunfo de AMLO en 2018, como sistemáticamente lo hacía él cada vez que participaba en una elección y perdía.

Así lo hizo, recordémoslo con horror, cuando tomó Paseo de la Reforma, sumiendo a la Ciudad de México y al resto del País en el caos, encaprichado obsesivamente como estaba y sigue estando en ese tema, en que era el ganador de la elección de 2006 y Presidente legítimo de México, despojado del triunfo por el villano Felipe Calderón, al que sigue odiando y considerando su chamuco.

Cuando AMLO ganó en 2018, Peña Nieto no sólo no lo obstaculizó en su asunción, sino que lo reconoció primero que nadie, como lo hizo el candidato priista Meade, así devenidos en oposición. Igual hicieron todos los medios de comunicación, que recibieron respetuosamente al nuevo Presidente.

Y éste ahora califica a esos medios de prensa fifi, conservadora, reaccionaria, corrupta y demás calificativos que le quedan mejor al Presidente atacante que se llama atacado, pero bien que muerde.

Y no hay antídoto para el mordisco fatal: sólo la democracia, en la que tenemos derecho de pensar, hablar, opinar, disentir, aunque le caiga gordo al Presidente, cuando el mínimo disenso le constipa el intestino.

Riesgo es de la libertad.

 

Felipe Díaz Garza


sábado, julio 18, 2020

 

El Estado le falla a las mujeres

¿Por qué su Gobierno le ha fallado a las mujeres, señor Presidente?, insistía la reportera de Vice, medio de comunicación británico, en la mañanera de este 14 de julio.

 

Le recordó los datos: en México mueren en promedio 10 mujeres al día, menos de 5 por ciento de las acusaciones de feminicidio terminan en encarcelamiento, y el Gobierno federal recortó 37 millones al presupuesto para el combate a la violencia de género.

 

Andrés Manuel de entrada no respondió directamente. Habló de los pobres, del pueblo y de la justicia, de todo menos del feminicidio, y luego evadió el tema. Pero las feministas sí podemos dar algunas respuestas para nuestro País y para nuestro Estado.

 

La respuesta estéril del Presidente a preguntas puntuales es una muestra de lo primero que padecen las mujeres: la invisibilización. Negarse a nombrar nuestras muertes es matarnos otra vez, pero ahora en el discurso.

 

La clave de la democracia es el debate público y por lo tanto no se puede atender un problema si no se habla de él, si no es parte de la agenda política, si no lo reconocen los representantes del Estado. Por eso es tan grave que el Presidente sistemáticamente minimice la tragedia.

 

Lo peor es que cuando los medios de comunicación y la sociedad civil insisten, las respuestas son tan evasivas como perversas. En este caso, AMLO esquivó el asunto hablando del origen de la violencia como el resultado de la desintegración familiar y la pérdida de valores.

 

Sabemos perfectamente que, tal como está hoy estructurada, la familia mexicana es parte del problema porque fomenta la autoridad total de los hombres, misma que algunos aprovechan para hacer valer su reinado a punta de abusos, golpes y asesinatos.

 

Las mujeres tenemos que servir en todos los sentidos: hacer de comer, lavar la ropa, cuidar a los niños, satisfacer los deseos sexuales y, por si fuera poco, en la mayoría de los casos, también trabajar fuera del hogar y contribuir a los gastos.

 

Los datos lo muestran: desde que inició la pandemia -con ellos más tiempo en casa- las llamadas por violencia doméstica al 911 (calificadas por el mismo Presidente como "falsas" en su mayoría) han aumentado 47 por ciento. El feminicidio subió de 9 casos en febrero a 36 en junio.

 

Nuevo León no es la excepción. La asociación Arthemisas por la Equidad reportó 5 mil 940 casos de violencia familia, o su equiparable, para el año pasado. Los casos llegaron a 7 mil 103 en lo que va de este 2020.

 

Además, se registraron 33 muertes violentas de mujeres, de las cuales 24 han sido declaradas como feminicidios ocurridos entre enero y abril.

 

Recordemos que las víctimas también son menores de edad que sufren abusos por parte de quienes debieran cuidarlos: sus tíos, padres y allegados.

 

Ojalá se desintegrara la familia y la volviéramos a armar, como una institución más democrática en donde todas y todos tuviéramos garantizado el derecho a la vida y la integridad. En donde la responsabilidad de las tareas fuera compartida junto con la autoridad.

 

Pero esto no será posible mientras nuestros representantes políticos esgriman ideas machistas y añejas como si fueran valores para justificar roles de género y tabús que van en contra de los derechos humanos, valores legítimos de la modernidad.

 

En nuestro Estado por ejemplo, quienes promueven el PIN parental niegan la educación sexual en las escuelas porque satanizan el placer y quieren controlar el sexo de acuerdo con su moral, en lugar de reconocerlo como parte fundamental del derecho al cuerpo y al ejercicio de las libertades.

 

Además, se tergiversa el lenguaje, acusando de ideología de género a toda idea progresista de igualdad.

 

La ideología es una creencia impuesta a las personas desde el sistema social. Nosotros vivimos en un sistema social machista, por lo tanto, la ideología de género que predomina hoy es el machismo y la supremacía masculina en todos los espacios, desde el Gobierno hasta la casa. Sin embargo, se acusa a las feministas de promover la ideología de género en una total inversión de la realidad.

 

En resumen, las razones por las cuales tanto el Presidente como el Estado le han fallado a las mujeres son la invisibilización, la negación en el debate político y la distorsión de los hechos a través del discurso, incluyendo el de aquel que señala a quienes exigimos las cuentas.

 

Mariana Gabarrot Arenas

La autora es profesora-investigadora de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey.


jueves, julio 16, 2020

 

Maldita amnesia

¿En que contribuyeron? pregunta el presidente a un grupo de ciudadanos

 

¿No recuerdas Andrés?

 

¿No viste a Sicilia marchar con dolor por el país, exigiendo justicia para su hijo asesinado y dándole voz a miles de víctimas?

 

Violencia que aún crece en tu gobierno

 

¿Olvidaste a Agustin Basave denunciando el asesinato cometido a Luis Donaldo Colosio, su amigo?

 

escribir sobre su pasión, la socialdemocracia, combatiendo el neoliberalismo y la corrupción

 

El que te apoyo en 2006 y 2012

 

El que presidió el FAP, como me consta, tú se lo pediste?

 

¿Roger Bartra neoliberal?

Qué disparate dices.

 

Es el humanista y estudioso social más reconocido del país.

 

Aprendió de sus padres, exiliados españoles, a no soportar callado el autoritarismo.

 

Bartra ya militaba en la izquierda, cuando tú le hacías himnos al PRI.

 

¿No lo sabes?

 

¿Donde estaba José Woldenberg?

 

Es casi de tu edad, a mediados de los 70's, después de las represiones estudiantiles, decidió participar en la lucha sindical universitaria independiente, tú, afiliarte al PRI, él al PSUM.

 

Fue fundador junto contigo en 1989 del PRD, ¿lo olvidaste?

 

En el 2000 presidía el IFE, tú fuiste candidato ya no en Tabasco, sino en la CDMX

 

¿Recuerdas que te impugno Pablo Gómez alegando que no tenias 5 años de residencia efectiva?

tenía razón.

 

Ganaste la elección por solo 3% de ventaja, Cárdenas perdió con 17% hubo voto diferenciado.

 

Esa cerrada elección qué saco al PRI de los Pinos y te permitió gobernar la CDMX.

 

Esa que ganaste con un inusual voto diferenciado de más de 20% entre tú y el ingeniero Cárdenas.

 

esa que fue muy cerrada

esa que no calificaste de fraude; esa, la organizó Woldenberg.

 

¿Recuerdas?

 

¿No sabes quién es Gabriel Zaid, Lazcano, Krauze, Soledad?

 

Pudiera seguir presidente, pero aburriremos al público.

 

El curso de la historia no es un logró personal, es un fenómeno social.

 

No es un antes y después de Cristo; no es un antes y después de Andrés, no seas soberbio.

 

Es claro, decidiste ponerte al frente de la elección de estado más grande de 88 a la fecha.

 

El llamado de estos ciudadanos es pertinente e ineludible.

 

La defensa de la República, la democracia y las libertades requiere de la unidad en la pluralidad, con propuestas y tolerancia.

 

No des lecciones de superioridad moral rodeado de Bartlett, Elba, el Verde o Barbosa.

 

Tú crees que bendito es el coraje por que el rencor es tu fuerte. Yo creo que te está pudriendo el alma.

 

Que la amnesia no me gane, que la memoría no me falle, que la esperanza no me falte.

 

Guadalupe Acosta Naranjo


martes, julio 14, 2020

 

El verano de nuestro descontento (económico)

La ruina de la inversión

El dato de abril sobre la inversión fija bruta (Inegi) puso de manifiesto lo anticipado por los analistas: un desplome dramático (-37 por ciento). Aclaro que se previó la dirección, pero no la magnitud. Aparte de la caída coyuntural, las estadísticas correspondientes muestran más de un año de variaciones negativas, y un cuatrienio previo de virtual estancamiento. Esto seguramente se traducirá en una reducción de la tasa potencial de crecimiento de la economía, ya de por sí muy pequeña. Las dislocaciones sufridas por el aparato   productivo, debido al Covid-19 y a las políticas públicas adoptadas para acotarlo, impactarán en el mismo sentido. Las estimaciones (conjeturas razonadas) referentes al largo plazo, sitúan el crecimiento anual promedio en algo así como 2% anual. La perspectiva es muy preocupante, por no decir alarmante.

 

Hay quienes opinan que la entrada en vigor del T-MEC significará un cambio favorable en el entorno. Ciertamente, el flamante acuerdo reduce parte de la incertidumbre reinante - aunque conlleva algunos riesgos nuevos-. Como quiera, a juzgar por lo sucedido en el pasado (no tan) cercano, es razonable apuntar que los factores causales del raquitismo   de la formación de capital son mayormente internos.

 

Una encuesta de Banxico sobre expectativas (01/07/20), cuantifica lo que sabemos por la mera observación casual: la situación económica está mal y tenderá a empeorar, y no es momento para invertir.

 

De paso, en mayo, para reconfirmar la gravedad del caso, la producción industrial se cayó 30 por ciento en términos anuales (Inegi).

 

Con las debidas disculpas para Shakespeare (Ricardo III), este es apenas el verano de nuestro descontento.

 

 

Más Estado: otro libro y la inversión

La semana pasada incluí en mi artículo una lista de libros recomendables sobre el crecimiento de la participación del Estado en la economía. Debí añadir uno muy bueno: Government versus Markets, de Vito Tanzi. El siguiente párrafo, tomado del prefacio, ilustra su tesis central: "...si los gobiernos dirigieran sus esfuerzos más a promover la eficiencia y la equidad de los mercados, y menos a reemplazarlos a causa de sus presuntas 'fallas', podrían reducir significativamente sus gastos y sus impuestos, y continuar ofreciendo a los ciudadanos los bienes y servicios públicos que sólo la intervención estatal puede proveer eficientemente". La cita admite un par de calificaciones, pero su núcleo, según creo, es sólido.

 

Un ejemplo a la Tanzi

Reemplazar a las empresas privadas por empresas gubernamentales ha sido una tentación recurrente en México. (Una decisión reciente de la CFE ilustra el punto). Ello tiende a reducir tanto la eficiencia como el dinamismo de la economía. Además, enturbia el ambiente para la inversión de los particulares.

 

Un gobierno-empresario simplemente no tiene los incentivos "correctos" para operar: sus decisiones están fatalmente politizadas. De ahí se derivan su típico exceso de personal; su rigidez administrativa; su debilidad financiera crónica; su lentitud de respuesta frente a cambios en la demanda; su torpeza como inversionista; etc. Esta lista hipotética de defectos parece una descripción de Pemex en la actualidad. Y me temo que será aplicable, entre otros casos, al tren de la selva. Ojalá me equivoque.

 

Everardo Elizondo


domingo, julio 05, 2020

 

Panaceas

Objetivos divergentes que pretenden resolver un problema común. Quizá así se podría comenzar a apreciar la complejidad inherente al nuevo tratado de libre comercio de Norteamérica.

 

Cada uno de los Gobiernos involucrados tenía sus prioridades y el resultado es el nuevo T-MEC que se inauguró esta semana: como todo instrumento, éste tiene sus virtudes y sus defectos, pero no es una panacea.

 

Según la vieja mitología griega, la panacea, nombrada así por la diosa de los remedios universales, es una cura a todos los males. El nuevo tratado comercial ciertamente no es una panacea en el sentido griego, pero es, sin la menor duda, el mejor acuerdo que era posible dada la coyuntura política.

 

Y ése es el criterio relevante: las negociaciones entre países son un reflejo tanto de los propósitos de las partes involucradas como de la correlación de fuerzas del momento.

 

Para el Gobierno del Presidente Trump, el objetivo primario era desincentivar la emigración de plantas industriales de EUA hacia México y el nuevo tratado refleja esa prioridad.

 

No hay contraste más grande entre el llamado NAFTA y su sucesor, el T-MEC, que éste. En este cambio desapareció la prioridad número uno por la cual México propuso la negociación original, al inicio de los 90.

 

El contexto de aquel acuerdo es clave: el Gobierno mexicano propuso la negociación de un acuerdo comercial y de inversión como medio para conferirle certidumbre a los inversionistas luego de la conflictiva década de los 80: en una palabra, el objetivo era utilizar al Gobierno norteamericano como palanca para recobrar la confianza perdida en la expropiación de los bancos.

 

Se buscaba un medio para asegurarle a los inversionistas que el Gobierno mexicano no actuaría de manera caprichuda o arbitraria en la conducción de los asuntos económicos y que las disputas que pudieran surgir entre el Gobierno y las empresas serían resueltas en tribunales no dependientes del Gobierno.

 

El Gobierno norteamericano de aquel entonces veía en el NAFTA la oportunidad de apoyar a que México lograra un progreso acelerado, objetivo central de la definición de su interés nacional.

 

Detrás de ello residía la premisa y expectativa de que México llevaría a cabo reformas profundas para convertir al tratado en una palanca transformadora que permitiera lograr el ansiado desarrollo, cosa que evidentemente no ocurrió.

 

Aunque la renegociación comenzó en el sexenio anterior, AMLO le imprimió su carácter distintivo, plasmando en el nuevo tratado sus propios objetivos, que son muy distintos a los que animaron al TLC original, especialmente en materia laboral y social.

 

Muchas de las provisiones más polémicas y onerosas del T-MEC surgen de esta visión, en la que, por razones muy distintas, convergen los dos Gobiernos.

 

Mientras que para Trump el objetivo manifiesto es la protección del trabajador estadounidense, para el mexicano la prioridad es disminuir la desigualdad y reducir la pobreza.

 

A través del tratado, el Gobierno se propone promover la modernización de la planta productiva con una racionalidad de inclusión social y protección de derechos laborales. No son objetivos muy distintos, pero tampoco es obvio como cuajen en la práctica. Cuando se mezclan propósitos ambiciosos con instrumentos limitados, el resultado no siempre es el esperado.

 

Lo extraño es el uso (que sin duda será sesgado y politizado) de instancias norteamericanas para forzar un cambio en la manera de operar de las empresas mexicanas, sobre todo, en la organización de los sindicatos y la elección de sus liderazgos.

 

El Gobierno mexicano se propone un salto mortal triple: democratizar las relaciones laborales, cooptar a los nuevos liderazgos y crear nuevas clientelas electorales, todo ello a través de un tratado internacional donde el Gobierno del país del que todo esto depende tiene objetivos políticos y de protección de su planta laboral que claramente no tienen nada que ver con la lógica política del Gobierno de López Obrador.

 

Lo que no ha cambiado del lado mexicano es la necesidad de proveer certidumbre al inversionista, cosa que el nuevo tratado ya no garantiza, excepto para algunos servicios. La certidumbre ahora tendrá que ser provista por el propio Gobierno mexicano, quien no se ha distinguido por su disposición a afianzarla.

 

Sin inversión privada el nuevo tratado -y cualquier otra estrategia- resultará irrelevante. El verdadero reto no es el señor Trump o las potenciales (probables) demandas norteamericanas, sino la falta de brújula interna respecto a lo que hace posible atraer la inversión.

 

Luis Rubio


 

Intentar y lograr

Guanajuato se está convirtiendo en el Chihuahua de hace 10 años, e Irapuato y otras ciudades cercanas, en el Ciudad Juárez. El primero de este mes asesinaron en Irapuato a 26 jóvenes. Mientras, AMLO celebraba su triunfo electoral con estas palabras: "Nunca se ha reprimido al pueblo ni hemos permitido masacres".

 

No ha reprimido, es cierto. Pero las masacres no necesitan permiso, como se ve con tanta frecuencia. Los enfrentamientos de las Fuerzas Armadas con criminales donde solo mueren criminales también se siguen dando. El Ejército acribilló a 13 sicarios en Nuevo Laredo el viernes.

 

La respuesta de AMLO fue fiel a su estilo: con todo respeto y aclarando que no abandonaría al pueblo de Guanajuato, culpó del problema a la Fiscalía del propio Estado y a su Gobernador. Ciertamente tienen una gran parte de la responsabilidad, pero dividiendo no se puede enfrentar al crimen.

 

El 31 de enero del 2010, en Ciudad Juárez, 60 estudiantes fueron asesinados en una fiesta. Calderón también reaccionó mal: "si los mataron es porque en algo andaban". Pronto se supo que no andaban en nada.

 

Ante la fuerte crítica mediática (hay que revisar cómo trataban al entonces Presidente), Calderón optó por encabezar el acto "Todos somos Juárez". Fue el arranque de una exitosa estrategia de seguridad. Incluía un abanico de medidas sociales para ayudar a los jóvenes a no caer en el mundo de las pandillas, coordinada desde la cabeza del Ejecutivo, con participación de los tres niveles de gobierno (el Gobernador de Chihuahua y el Presidente Municipal de Ciudad Juárez eran priistas), y con una amplia intervención de la sociedad civil.

 

Algunos podrían argumentar que Calderón era el responsable de la violencia y tenía que actuar, pero quien sea el Presidente es responsable de los problemas, propios o heredados. El crimen organizado le compete constitucionalmente a la Federación.

 

AMLO recuerda constantemente la complicada situación que heredó y los esfuerzos heroicos emprendidos para limpiar el cochinero. También nos recuerda que las condiciones sociales que llevan a la violencia están mejorando, lo cual es preocupante porque la pobreza está subiendo de forma alarmante.

 

Veo difícil que opte por una política de unidad con una estrategia renovada. Lo suyo es distraer provocando y poner toda su atención en las futuras elecciones, sin pensar en las consecuencias de mediano plazo de sus decisiones o la falta de ellas.

 

Salvo unas palabras a las horas del atentado contra Omar García Harfuch, no ha dado un enérgico mensaje de apoyo a este sí heroico servidor público. Nunca se reúne con las víctimas o sus familiares, salvo si son sus aliados políticos, como los padres de los estudiantes asesinados de Ayotzinapa.

 

El Presidente fue claro el día posterior al atentado: "no le vamos a declarar la guerra a nadie". No parece haberse enterado de que el atentado fue una declaración de guerra al Estado cuyo jefe es él. Con abrazos va a capitular. Que no le llame guerra, sino política de respeto al Estado de derecho.

 

El País necesita construir una política de Estado integral, que no solo sea tener a las Fuerzas Armadas en la calle, sino una política social pensada para las zonas de mayor violencia y con el involucramiento de todos: partidos políticos, los tres niveles de gobierno y sociedad civil. Sin inteligencia y unidad no es posible enfrentar a un crimen que cada vez respeta menos al Estado. AMLO puede empezar por encabezar un "Todos somos Guanajuato" y organizar su agenda para supervisar las acciones contra la violencia, no en dar banderazos de salida.

 

AMLO cerró su discurso de celebración a dos años de su triunfo con una cita de Lope de Vega: "en empresa de tanta gloria, solo intentarlo es victoria". Ojalá bastara con intentarlo para ser un buen Presidente. En materia de seguridad, no parece siquiera que lo esté intentando de verdad.

 

Carlos Elizondo Mayer-Serra


sábado, julio 04, 2020

 

Los "adversarios"

El miércoles se cumplieron dos años de la elección que llevó a Andrés Manuel y su 4T a presidir el Gobierno federal, la Cámara de Diputados, el Senado, así como uno que otro estado de la República.

 

Aquellas manifestaciones de algarabía por el triunfo, por el cambio verdadero, por la cuarta transformación, por el primero los pobres y el aniquilamiento de la corrupción duraron apenas un poco más que el confeti en caer al piso.

 

Es cierto que durante muchos meses los obsesionados con medir la aprobación popular no dejaban de cuestionarse el misterio de sus cifras que parecían sostenidas a pesar de los vaivenes del poder y de los evidentes tropiezos.

 

Aún hoy, que ha caído a un 56 por ciento, los números hablan de un respaldo leal y fiel que sólo cree y tiene esperanza, sin importar nada más.

 

Creer y confiar. Eso.

 

Si antes nuestro País ya era la desigualdad personificada, la pobreza andante, la corrupción hirviente, la violencia rampante y el tejido deshecho, los escasos avances y el montón de retrocesos a los que se les ha unido el Covid-19 con todos sus efectos devastadores en todos sentidos lo ha venido a agravar más.

 

Así que se entiende. Para muchos es creer y confiar: respaldar, porque no hay otra opción a la cual asirse.

 

Para otros sí es cuestionar, confrontar, recordar promesas, vigilar, mantenerse atentos, desconfiar, emprender, involucrarse, abrir alternativas, construir a pesar de seguir teniendo todo en contra. Reclamar, exigir, quejarse.

 

Por supuesto que se entiende. Justo es contrapeso, fuerza para romper la inercia, oponerse.

 

Así hemos transitado nuestra incipiente democracia y este sexenio no tendría por qué ser la excepción. Fox y Martita, Calderón y Margarita, Peña Nieto y "La Gaviota" han tenido no pocos detractores, así como fieles defensores.

 

Las reglas de la democracia dicen que gana al que elige la mayoría, y se trata de transitar un periodo con ellos esperando salir lo menos dañado, no se trata de terminarlos queriendo ni mucho menos de aplaudirles cada cosa.

 

Es inevitable que se generen odios y pasiones, es inevitable que se crispen los ánimos, es inevitable que todos pensemos que los nuestros lo harían mucho mejor y que sigamos pensando distinto. Lo curioso es que al parecer no hemos aprendido nada y este sexenio esa tensión se promueve desde el mismísimo micrófono del poder.

 

Hemos tenido dos años de declaraciones que ya han caído en la monotonía y en el recurso multiuso: Bartlett y su fortuna: son nuestros adversarios; las casas de Ackerman: son nuestros adversarios; Dos Bocas: son nuestros adversarios; el Tren Maya: son nuestros adversarios; el narcotráfico: son nuestros adversarios; las compras sin licitación: son nuestros adversarios; el desastre en el aumento de violencia: son nuestros adversarios; el huachicol: son nuestros adversarios; y tómese la libertad de cuestionar cualquier cosa, la respuesta siempre será la misma: nuestros adversarios.

 

"Nuestros adversarios", personas culpables de señalar los hechos, no de los hechos en sí. Si bien es cierto que el reto de gobernar México es, la mayor parte del tiempo, una misión imposible, esperar responsabilidad básica y diálogo abierto es apenas un requisito básico.

 

Repartir culpas, y siempre a la misma entidad, no sólo cansa, sino que pone en evidencia un desgano y una terrible falta de creatividad hasta para buscar excusas.

 

De AMLO ya sabíamos qué podíamos esperar: mucha repetición, un discurso lento, elementos sorpresivos como de pronto meter estampitas en temas sanitarios o recomendar la dieta mesoamericana y el potencial alimentario de los frijoles, el maíz y el arroz, y siempre, siempre, escurrirse para no ser responsable de algo que va mal.

 

De quien sí no sabíamos casi nada era de su esposa, una mujer con doctorado en Teoría Literaria y de la que conocíamos sus incursiones en el canto, desde trova y baladas de contenido motivacional, pacífico, positivo.

 

Sabíamos también que no quiso ostentar el cargo de primera dama y que esa figura un tanto anquilosada quedó suprimida al inicio del sexenio. La conocíamos poco, pero su perfil nos prometía mucho.

 

Muy respetable que decidiera mantenerse al margen de la función pública, pero muy decepcionante que, ante su agresivo desliz en redes sociales en el que contestó airadamente a quien le pidió recibir a los padres de niños con cáncer que buscan medicinas para sus hijos, a la hora de reconocer su error y ofrecer disculpas, culpó, para no perder la costumbre, a los adversarios de su señor esposo.

 

Sofía Orozco


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