martes, marzo 31, 2020

 

Colapso

Todo se precipitó. Las dudas se disiparon. La 4T se colapsa, no sabe gobernar. Economía, seguridad, salud, educación, se vienen abajo. La velocidad es aterradora. Pero quizá lo más grave es el colapso ético.

 

La mentira.- Cuando un gobierno es sorprendido mintiendo, la legitimidad se desmorona. Comenzaron mintiendo y siguen haciéndolo. No existían los 500 mmdp, pero lo repitieron hasta el cansancio. Mintieron porque no hay la voluntad de transparentar las compras públicas, hoy proliferan las asignaciones directas. Mintieron con los logros efímeros del huachicol. Mintieron con la disminución de la violencia. Mintieron diciendo que no había desabasto. Mintieron con la viabilidad de Dos Bocas y Santa Lucía. Mintieron con las cifras del superávit fiscal y de la producción petrolera. Mintieron con los logros de sus programas sociales. Mintieron inventando casos de corrupción que nunca demostraron, sobre todo en las organizaciones de la sociedad civil. Mintieron burdamente con las cifras de la marcha contra la violencia hacia las mujeres. Mintieron con la designación de la presidenta de la CNDH. La mentira como forma de gobierno los llevó a esta crisis en la peor condición.

 

Hoy es difícil creer en las cifras dadas del COVID-19: decenas de casos de “neumonía atípica”, hospitales saturados, epidemiólogos que no saben cuáles son los síntomas. En un mar de mentiras las dudas corroen a la sociedad mexicana. ¿Por qué creerles?

 

El engaño.- Cuando un gobierno engaña, parte del supuesto de que la población es oligofrénica, tonta, estúpida. Por supuesto no lo es. Engañan con las consultas como forma de decisión, engañan, pues son una farsa. Engañan, pues no representan nada y lo saben. Pero la farsa se les cayó con el caso de Constellation Brands, ahora el mundo sabe de qué están hechas las consultas, sabe del engaño en la cancelación del NAIM y por ello estará de nuevo en la agenda, porque proviene de una farsa. Engañaron al evadir hechos tratando de imponer la agenda nacional desde la mañanera. Fracasaron. La rifa del avión fue un engaño burdo. Engañaron con las cifras de los migrantes y su condición. Engañaron, o lo intentaron, con la revocación de mandato en año electoral. Engañaron con los permisos del Tren Maya. Engañaron, porque las subastas no ayudan en nada a unas finanzas públicas que están contra la pared. Engañaron con su “profundo respeto a la ley”, pues han sido 18 meses de triquiñuelas, entre ellas una reforma al sistema de justicia que se quedó sin autoría, pero que coincidía en las amenazas a las libertades individuales.

 

El liderazgo se colapsa porque las mentiras y los engaños tienen patas cortas, no llegan lejos. Se colapsa porque incendiaron a una sociedad que está mucho más organizada e informada de lo que imaginaron. Una sociedad que sigue las compras públicas, las licitaciones a modo, las cifras económicas y sociales. Una sociedad que pregunta y descree de la palabra presidencial, el gran instrumento de mentira y engaño. Ciudadanos que se bajan de los aviones donde viaja el Presidente, que exigen que se tome la temperatura antes de abordar. Se colapsa porque hablar desde La Rumorosa de los daños estéticos de la energía eólica -en plena crisis sanitaria- es patético. Se colapsa porque esa sociedad hoy, ante las mentiras y engaños, está más alerta que nunca. Se colapsa porque pensaron que las redes sociales eran territorio exclusivo de la 4T, mostrando su desprecio hacia los ciudadanos libres. Las perdieron. Se colapsa porque creían y vendían la idea de que la popularidad del Gran Líder era estable e intocable y hoy cae en picada. Estamos en otro país y no lo entienden. Fueron esperanza, hoy son referente de hipocresía.

 

El ridículo presidencial a nadie beneficia. Las mentiras y los engaños se toparon muy rápido con un México que hoy los denuncia.

 

Ahora, ante el colapso y la debilidad opositora, es la sociedad la que debe asumir el liderazgo ético con información e ideas.

 

Federico Reyes Heroles


domingo, marzo 29, 2020

 

Solidaridad entre empleados y empresas

"eskedeke los empresarios deben solidarizarse y pagar salarios completos a sus trabajadores en la cuarentena..."

Sigo leyendo opiniones similares a ese comentario entre mis conocidos.

La solidaridad debe existir, sin duda, pero la solidaridad es recíproca.

El primer objetivo de cualquier director de empresa, sea el dueño o un empleado contratado por los dueños, debe ser mantener la fuente de trabajo, que la empresa sobreviva.

 

¿De qué sirve que por "solidaridad" la empresa pague salarios completos por 1 mes sin tener ventas, ingresos, si dentro de 2 o 3 meses quiebra y todos se quedan sin empleo?

 

Y no, no es tan fácil como decir "eskedeke el dueño debe resolver ese problema sin afectar a sus trabajadores". ¿En serio? ¿No van en el mismo barco dueño y empleados?

 

Cada empresa es única, como las personas, y sin conocer sus entrañas, sin ver al menos un estado de resultados y una hoja de balance, afirmar que "todas las empresas deben pagar salarios completos en la cuarentena" es hablar a lo pendejo.

 

Muchas empresas, sobre todo las PyMEs en México, viven (o sobreviven) apalancadas con préstamos bancarios. Y la mayoría de ellos atravesando como garantía una propiedad, frecuentemente la casa del dueño. Muchas empresas venden a crédito. Por ejemplo grandes minoristas como Walmart, HEB o Soriana, le pagan a sus proveedores a 90 días o más.

 

Y es una cadenita, esas empresas que vende a crédito, también piden crédito a sus proveedores o a bancos. Pero la nómina se paga puntualmente cada semana/quincena. Los impuestos al SAT, IMSS, INFONAVIT, ISN, se pagan puntualmente cada mes/bimestre. De lo contrario te cierran la empresa.

 

Y no es lo mismo una empresa en la que el costo de la nómina representa el 10-30% de sus ingresos, a una empresa intensiva en mano de obra o de servicios donde el costo de la nómina representa el 60-80% de sus ingresos. ¿Se espera igual, sin importar el giro, que todos los empresarios paguen salarios completos por 1 mes sin tener ventas?

 

Y sí, hay sin duda empresas que están bien administradas que traigan líneas de crédito disponibles para aguantar 1 mes o más sin ventas. Pero son las menos, sobre todo cuando en México el acceso a créditos es todavía bajo y caro. Cuando en el 2019 se tuvo un crecimiento económico de "menos cero %" y había sectores como el de la construcción que estaban en crisis.

 

Así que esos que dicen que "los empresarios sean solidarios" ¿a qué empresarios se refieren? ¿pondrían ustedes su patrimonio familiar que tanto trabajo les ha costado para ayudar a otros? Y si la respuesta es si, ¿no pueden los trabajadores, según sea la situación particular de cada empresa, poner algo de su parte también entonces?

 

Yo los invito a todos, seas empleado o empresario, a involucrar a todo el equipo en la situación particular de cada empresa. Si eres empleado, pregunta a tu jefe, al gerente de tu área o al director general si tienes oportunidad, qué opciones tienen, en qué puedes apoyar. Hay puntos intermedios, como dar vacaciones primero a todos, luego quizá jornadas reducidas, que si contempla la Ley.

 

Lamentablemente en México la Ley laboral es sumamente rígida. En otros países se pueden tener más opciones intermedias para salvar crisis de éste tipo. Pero aquí dizque se han hecho leyes para proteger a los trabajadores pero la realidad es que protegen a los que tienen ya un empleo y antigüedad, no ayudan a crear nuevos empleos ni a trabajadores con poca experiencia.

 

Las épocas de crisis al final de cuentas son un proceso de depuración donde las empresas que ya estaban en situación precaria terminan por salir del mercado. Empresas que estaban siendo mal administradas y que solo sobrevivían tendrán que dejar el espacio para otros emprendedores con ideas y productos nuevos.

 

Y los empleados deben entender que las empresas nacen y mueren como personas, por eso aferrarse a un empleo, a una empresa, ya no es algo recomendable. ¿Cuáles son tus ventajas competitivas como individuo? ¿Toda tu experiencia laboral se quedó en un trabajo específico en una empresa nada más? ¿Qué conocimientos y habilidades tienes que puedes vender (si, cada empleado vende su trabajo, su tiempo) en otras empresas, en otros sectores? ¿Has hecho tu tarea para ahorrar para tu retiro o estás esperando que tus hijos o el gobierno te mantengan? ¿tienes ahorros para las vacas flacas o tienes deudas?

 

El problema principal para la mayoría de las empresas es de liquidez. Si la nómina es uno de los costos fijos principales en la empresa en la que laboras, será difícil que puedan dar salarios completos sin despedir a nadie. Los pilotos y sobrecargos de Aeroméxico lo entendieron bien.

 

Ahora en marzo hay que hacer la declaración anual del 2019 y el gobierno federal no va a dar prórroga. Si la empresa tuvo utilidades en el 2019 y éstas fueron mayores a las del 2018, ahora en marzo tuvieron que pagar la diferencia en ISR. Y en mayo hay que pagar utilidades (PTU) a los trabajadores. Porque eso sí, en México se reparten utilidades pero no pérdidas, ¿verdad? Eso será otro flujo fuerte que solventar.

 

En fin, son tantas las variables y casos que es muy pueril (en mi rancho le dicen de otra forma) simplemente decir que los empresarios, todos, deben pagar salarios completos sin despedir a nadie.

 

#aguzados #EstadoLovers


viernes, marzo 27, 2020

 

Un ego obstinado

En la cruda de una borrachera populista que lo alucina con una inmunidad personal transmisible al País, el Presidente López Obrador finalmente aceptó, implícitamente, que siente pasos en el terreno social y económico, aunque ha afirmado repetidamente que los recursos que ha "recuperado de lo robado" le alcanzan para enfrentar las inversiones faraónicas a las que se ha comprometido.

 

Le hablo entre otras cosas de la construcción del Tren Maya y la del aeropuerto de Santa Lucía, que requieren el gasto de miles, muchos miles, de millones de pesos para su instrumentación, sumados a muchos miles más ya gastados o debidos por la cancelación de la construcción del NAIM.

 

También le alcanza, ha dicho obsesivamente, para pagar todas las prestaciones, por no llamarles dádivas -que lo ofende-, para premiar la pobreza que el generoso tlatoani macuspano ha otorgado, por su obra y su gracia, a los pobres de México, al "pueblo bueno y sabio" que lo eligió Presidente.

 

El mandón mandatario ha convertido esas prestaciones, ad chalecum, en prebendas constitucionales difícilmente eludibles. Incluyen subsidios a la pobreza, a la edad avanzada, a la enfermedad, becas para ninis, que ya no serán ninis, y la lista sigue larga y largamente seguirá creciendo.

 

Este régimen populista ha institucionalizado trofeos a la pobreza en lugar de estimular la productividad de los pobres y ayudarlos a dejar de ser pobres independientes de patrocinios interesados de gobernantes manipuladores que proclaman que los pobres son primero, pero los dejan en la cola.

 

Ese ha sido el ostinato rítmico de la música obradorista durante estos primeros 16 meses de gestión. El autor se obstina en repetir lo mismo, composición tras composición. Lo que se robaban los corruptos neoliberales y los conservadores fifís alcanzará para pagar la cuarta transformación y sobrará para ahorrar y otros menesteres.

 

Ayer, sin embargo, el obstinado compositor mozartiano nos sorprendió con un cambio de tonada, en la partitura con la que se dirigió a sus homólogos y colegas (de algún modo hay que nombrarlos) del G-20, reunidos en videoconferencia.

 

Escudado en la crisis generada por el coronavirus en el mundo, AMLO pidió a sus pares instrumentar una tregua económica para aminorar el impacto del tsunami alimentado por el Covid-19.

 

Horas antes y días antes y semanas y meses antes, el encantador de los pantanos de Centla insistía obstinadamente en que los recursos de que disponía alcanzaban para todos sus proyectos faraónicos.

 

El otro ostinato era el de una amenaza viral a la que hasta hace sólo unos días era inmune Su Excelencia, inmunidad que graciosamente nos transmitía a los demás mexicanos, bueno, a los pobres "que son lo primero", no a los conservadores, fifís y neoliberales adversarios.

 

Entonces salió el peine de la tregua económica para la fumigada viral, en la que este terco no cree, pero bajo cuyo manto seguirá adelante con sus pirámides primermundistas, a lo Salinas de Gortari, aunque le dé roña a Andrés Manuel, y quizá le suelte un poquito a la guerra contra el virus, nomás para no levantar sospechas.

 

Al cabo el Presidente es inmune y su inmunidad la extiende graciosamente a todos los que estén de acuerdo con las dádivas constitucionales que premian la pobreza en lugar de erradicarla y en las construcciones de obras para la historia (el aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya), que deberemos hasta el fin de los días de este músico obstinado.

 

Y también después, a través de los sátrapas que de alguna manera manipuladora impondrá, como impuso constitucionalmente las dádivas a la pobreza, que tanto le irrita ver llamadas así en los encabezados periodísticos de sus críticos, a los que odia sin el menor respeto.

 

Felipe Díaz Garza


domingo, marzo 22, 2020

 

El adicto

Como esos adolescentes incapaces de despegarse del celular, AMLO requiere estar hablando en público, ya sea en la mañanera, en una reunión de gabinete o en un mitin. Es tan grande su necesidad de no sentirse solo, que, aun estando rodeado de cientos de personas, tiene la pulsión de darle un beso con mordisco a una niña que se resistía a su cariño en un mitin el sábado 14 de marzo. Vale la pena ver el video: http://bit.ly/2Ujyfos

 

Su incapacidad de quedarse en la oficina (que es su casa) para estudiar junto con su gabinete los problemas con profundidad, lo lleva a recorrer el país frenéticamente. Todavía ayer estuvo en un mitin en Oaxaca. Quizás es un millennial incapaz de estar en la oficina.

 

Las implicaciones de su adicción son muchas. La primera, perder su tiempo, el de su equipo y el del país en parloteos generales y en temas absurdos como la rifa del avión o las estampitas religiosas. En lugar de estar en celebraciones, debería analizar la mejor ruta de acción frente a la crisis epidemiológica y económica que ya se nos vino encima, apoyándose en los expertos. Expertos con libertad para opinar. Cuando el líder de un gobierno es adicto a la adulación, todos, incluidos los expertos, aprenden a anticipar sus deseos y evitan decir lo que no le va a gustar al gran timonel. Pero quizás no necesita expertos, porque, según John Ackerman, AMLO es un científico. Su secretario de Salud solo sigue instrucciones.

 

El segundo problema es la señal de despreocupación que manda a la población al negarse a usar el gel antibacterial y al continuar en giras y reuniones públicas. Para muchos la conclusión es obvia: el problema no es tan grave. Un mandatario debe comportarse como tal, sobre todo en circunstancias en las que está en juego la salud o la vida. Se debe gobernar con el ejemplo. Miguel de la Madrid fumaba mucho. No lo hacía en público.

 

El tercer problema es mandar al mundo el mensaje de que en México la crisis va a ser profunda y larga. Si ni el Presidente toma precauciones, ¿cómo hacerles creer a las autoridades de Estados Unidos que se puede mantener un diálogo serio con nuestro gobierno sobre cómo administrar la frontera en épocas de pandemia? Ni hablar del hazmerreír en que se han convertido en muchos otros países sus estampitas religiosas y sus actos multitudinarios en plena pandemia.

 

El cuarto problema es que él mismo se puede contagiar. Aunque según López-Gatell, "casi sería mejor que [AMLO] padeciera coronavirus porque lo más probable es que él, en lo individual [...] se va a recuperar espontáneamente y va a quedar inmune", sería un problema serio para el país que AMLO terminara hospitalizado. El virus también se puede propagar en su gabinete, reunidos en el mismo espacio público durante la ceremonia de la Expropiación Petrolera el miércoles pasado.

 

A los adictos les cuesta ver las consecuencias de sus actos. Les importa el placer inmediato de la droga. AMLO parece tener ese comportamiento.

 

Debió sentirse bien cuando prometió libre tránsito a cuanto migrante quisiera pasar por México, pero era evidente la implicación: Estados Unidos amenazaría con cerrar la frontera. Seguro se sintió muy bien cuando afirmó que no hay que parar todo dado que afectaría a "mucha gente que se busca la vida en la calle". Pero si el coronavirus se expande con la rapidez que se ha visto en otros países y que temen muchos expertos, los pobres serán los más afectados, en su salud y en su bolsillo. Cruel paradoja es que los republicanos en Estados Unidos estén dispuestos a repartir dinero como socialdemócratas, mientras que la izquierda estatista en México tiene un gobierno digno del elogio de los fisiócratas: "dejen hacer y dejen pasar, el mundo va solo".

 

Por fortuna, una parte del pueblo fue sabio y supo que era hora de recluirse. Pero estos esfuerzos sociales rinden muchos menos resultados si no están coordinados por un gobierno capaz de entender la naturaleza de los retos que enfrenta.

 

Carlos Elizondo Mayer-Serra


 

Impunidad

El profesor Huntington causó un escándalo cuando, en la mitad de la guerra fría, escribió que lo importante de un Gobierno no radica en sus características ideológicas, sino en su efectividad ("Political Order in Changing Societies").

 

Lo que causó revuelo fue su afirmación de que Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Soviética tenían sistemas de gobierno que funcionaban, mientras que muchas naciones dentro de la órbita norteamericana carecían de esa capacidad.

 

Equiparar a la URSS con Estados Unidos era apostasía pura: las tres naciones, escribió Huntington, cuentan con instituciones políticas fuertes, adaptables y coherentes, con burocracias efectivas y mecanismos para resolver conflictos políticos.

 

El punto clave, y de ahí su relevancia para México, era que, a pesar de sus diferencias, en ninguna de las tres naciones había impunidad.

 

La impunidad se ha tornado en la principal característica del México actual: literalmente no hay espacio en la vida pública donde se cumplan las reglas, procedimientos o leyes.

 

Aunque pudiera parecer excesiva esta afirmación, la evidencia es abrumadora: existen delincuentes porque no existen sanciones ni capacidad (o interés) por restringirlos; asesinatos, extorsiones y secuestros pasan desapercibidos, como si no existieran; la administración cambia rubros de gasto, realiza consultas amañadas, asigna obras sin concurso, elimina compras de medicamentos y reduce salarios, todo para transferir fondos a proyectos electorales del Gobierno, sin que haya impedimento alguno; el Gobierno cancela contratos sin cumplir con la ley; el crimen organizado aterroriza a la población y le cobra derecho de piso sin que jamás se aparezca autoridad alguna; las Policías se corrompen en lugar de hacer cumplir los reglamentos (de hecho los usan para abusar), sin que haya sanción; los funcionarios del Gobierno pasado, sólo para ejemplificar, robaron sin rubor, pero sólo son perseguidos cuando le es políticamente conveniente al Gobierno actual.

 

El punto es claro: la impunidad es la ley imperante.

 

Lo paradójico es que cada administración pretende que sus funcionarios son prístinos, impolutos e intocables, lo que les permite penalizar a sus predecesores: sin embargo, quienes hoy ostentan el poder y persiguen a sus enemigos tarde o temprano se encontrarán del otro lado de la mesa.

 

La pretensión de que hoy, en contraste con el pasado, no hay impunidad es mera fantasía.

 

Con poderosas -y abusivas- leyes en la mano, el Gobierno de hoy cuenta con una enorme capacidad de intimidación: la posibilidad de encarcelar ciudadanos sin orden judicial, expropiarles sus propiedades (extinción de dominio) sin que medie un juicio y congelar sus cuentas bancarias con una mera orden administrativa. Difícil imaginar una definición más clara y patente de impunidad.

 

La impunidad es lo que explica que vivamos bajo la amenaza de la inseguridad permanente, el abuso burocrático, la corrupción, la venta de plazas, la "purificación" de funcionarios corruptos por parte del Presidente, el robo a los inversionistas que compraron bonos de energía limpia, la negativa a autorizar una mega inversión cervecera en Mexicali y, la joya de la impunidad, la pretensión de Pemex y de la Secretaría de Energía de quedarse con el yacimiento Zama que desarrolló la empresa Talos, violando los contratos y reglamentos vigentes.

 

La impunidad es un viejo mal del sistema político mexicano porque las leyes le confieren enormes poderes discrecionales, de hecho arbitrarios, a las autoridades, lo que hace posible que éstas actúen como les plazca por el mero hecho de detentar el poder.

 

No hay peor mal que el de la impunidad porque implica la total ausencia de reglas y, por lo tanto, de certidumbre, madre del desarrollo y la civilidad.

 

Si bien la impunidad es parte de nuestro ADN, los Gobiernos de 1982 en adelante intentaron construir un andamiaje institucional que atajara o disminuyera su alcance. La verdadera tragedia del Gobierno actual es que, al eliminar todo ese tinglado, hizo evidente que lo único que le interesa es imponerse por la fuerza o la intimidación.

 

El costo de largo plazo de esto es inenarrable, aunque los funcionarios gubernamentales de hoy y sus acólitos no lo puedan comprender.

 

La expropiación de los bancos en 1982 abrió la caja de Pandora porque hizo gala de la fuerza y la impunidad. Lo que ha hecho el Gobierno actual es tomar esa estafeta y llevarla hasta sus últimas consecuencias.

 

El resultado de la vez anterior fue la década perdida de los 80; el impacto de la actual no será idéntico, pero ciertamente no será mejor.

 

Luis Rubio

www.cidac.org

 


 

Un soldado de la salud

En busca de inspiración para estos días de miedo e incertidumbre, he recordado la trayectoria de un héroe de la medicina en México: el doctor Jesús Kumate Rodríguez.

 

A veces los desastres naturales sacan lo mejor del ser humano: el espíritu combativo, el afán de perseverar, la fe traducida en obras. Fue el caso de Kumate en 1985.

 

Con una larga trayectoria académica, reconocimiento científico nacional e internacional, y decenas de obras publicadas sobre enfermedades infecciosas, inmunología y vacunas, en aquel año trágico del terremoto Kumate compartió con Guillermo Soberón Acevedo, entonces Secretario de Salud, la misión de reformar la salud pública mexicana. Hicieron una mancuerna admirable.

 

Todo comenzó ese año. Como Subsecretario, Kumate diseñó el primer programa de rehidratación oral, que redujo significativamente la mortalidad infantil. Fundó el Centro de Investigación sobre Enfermedades Infecciosas (CISEI) que dio origen en 1987 al Instituto Nacional de Salud Pública. Creó las Encuestas Nacionales de Salud que mejoraron sustancialmente el Sistema de Vigilancia Epidemiológica en áreas como paludismo, sarampión, diarreas, cólera. El antiguo Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales se convirtió en el Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (INDRE), cuya labor de vigilancia epidemiológica se acompañó con una red de laboratorios estatales de salud pública.

 

Ese mismo año Kumate dio inicio a los Días Nacionales de Vacunación, orientados principalmente a combatir la poliomielitis. Esta labor titánica, sin precedente en nuestro País, implicaba una compleja organización logística: había que vacunar a 11 millones de niños en un solo día, incluyendo a los que habitaban en 100 mil comunidades con menos de 100 habitantes. Parecía imposible, pero se logró.

 

La continuidad de visión entre Soberón y Kumate (Secretario de Salud entre 1988 y 1994) dio resultados perdurables.

 

En octubre de 1990 se eliminó la transmisión del virus de la poliomielitis. En 1992 todos los niños mexicanos quedaron inmunes frente al sarampión.

 

El mismo año Kumate diseñó la Semana Nacional de Vacunación, que incluía suplementación con vitamina A, antihelmínticos, sales de rehidratación. Gracias a estas medidas, se registró una ganancia de cuatro años en la esperanza de vida al nacer.

 

El combate al paludismo que rebrotó en 1985 llegó a controlarse al cabo de unos años. El Programa de Agua Limpia disminuyó la mortalidad por enfermedades diarreicas hasta entonces soslayadas.

 

Estos logros parecen un mero catálogo, pero se miden en millones de vidas rescatadas, millones de niños puestos a salvo. He consultado videos de esas campañas en YouTube y hoy más que nunca me conmueven. Doctores, enfermeras, madres, niños en los sitios más apartados. Un desfile de disciplina, esperanza y salvación concreta, no retórica. Obras, no palabras.

 

¿De dónde extraía su fuerza Jesús Kumate? Aunque tuve oportunidad de preguntarle en nuestras reuniones de El Colegio Nacional, nunca lo hice. Pero no es difícil imaginar su núcleo moral.

 

Nacido en 1924 en Mazatlán, Sinaloa, hijo del modesto comerciante japonés Efrén Kumate y de la mexicana Josefina Rodríguez, quedó huérfano de padre a los 12 años, sin una herencia que lo cobijara, pero con un claro mensaje: "a ti te toca devolver al país lo mucho que nos ha dado".

 

Jesús siguió el mandato paterno con disciplina marcial, estudió en la Escuela Médico Militar, pero su madre (maestra rural en Los Limones, Sonora) debió inspirar en él la especialidad que eligió: la pediatría. "Uno no acepta la muerte de un niño", decía Kumate, "es un evento no natural". Así quería ser recordado, como el médico de niños en hospitales públicos.

 

Participaba en aquellas reuniones de manera precisa, clara y sustancial. Samurái mestizo, era gentil, ceremonioso, estoico, austero. No lo vi reír, pero sí sonreír con un dejo de tristeza. Veía el espectáculo del mundo con la misericordia que un dios cruel no tuvo con él. En su tramo final contrajo el mal de Parkinson. Asistía a nuestras sesiones en silla de ruedas. E intervenía con voz casi inaudible.

 

Murió en 2018, apenas a tiempo para no ver el desastre de ineficiencia, demagogia e irresponsabilidad que sobrevendría en el sector que tanto contribuyó a construir.

 

Hoy nuestra circunstancia es aún más grave que la de 1985. Los médicos mexicanos están, como siempre, en primera fila. ¿Dónde está el servidor público que quiera "devolver a México lo mucho que nos ha dado"?

En el Gobierno actual del Presidente López Obrador, el sarampión ha reaparecido.

 

Enrique Krauze


domingo, marzo 01, 2020

 

Pandemia

El señor de la casa amenazó a su esposa de una manera tajante, quizá insoportable: me traes a una niña como "regalo" o violo a nuestras hijas. La mamá respondió trayéndole a una niña. El dilema tal vez fue existencial, pero la mujer cumplió, condenando con ello a una niña inocente. Lo que sigue todos lo sabemos: la niña se llamaba Fátima.

 

La verdadera pandemia que sobrecoge a México no es el coronavirus, sino la impunidad y en ningún asunto es ésta mayor que la que aqueja a las niñas, a los niños y a las mujeres. La rampante impunidad ha hecho posible no sólo que la violencia se apropie de la vida de la sociedad mexicana, sino, todavía peor, que ya a nadie le parezca algo extraño.

 

¿En qué país se tolera la violencia como la que aqueja a la sociedad mexicana sin que pase nada? ¿En qué país es posible que lo que es intolerable se haya tornado cotidiano sin que nadie diga, o pueda decir, nada? ¿En qué país el Gobierno se siente agraviado por que la sociedad proteste por los feminicidios y los infanticidios, es decir, por la impunidad? ¿En qué país se desacredita a quien llama la atención sobre crímenes que no deberían existir? ¿En qué país el partido gobernante y sus acólitos acusan a las víctimas de su propia desidia? Sólo en un país que ha perdido todo vector de civilidad y civilización.

 

La revolución de la información ha transformado toda la actividad pública, pero especialmente las relaciones entre Gobierno y sociedad porque les ha dado instrumentos nuevos que antes nunca eran asequibles.

 

La ubicuidad de la información implica que la sociedad está informada, se comunica y actúa, todo eso sin la mediación gubernamental, que era el sello del siglo 20. El Gobierno ahora enfrenta el reto no sólo de comunicar, sino sobre todo de convencer. Desapareció el otrora monopolio de la información.

 

En este siglo 21, las crisis son momentos clave de transformación o quiebre. Transformación cuando se alinean los gobernantes y la sociedad para construir una nueva constelación. Quiebre cuando cada uno de esos componentes jala para su lado, en ocasiones confrontándose. El Gobierno vive de la confrontación y no concibe que pueda existir una sociedad funcionando de manera armónica, lo que le impide comprender el reto que los feminicidios le han colocado en el portón de Palacio.

 

En el siglo 21, un Gobierno serio y realista encabezaría el movimiento en contra de los feminicidios e infanticidios, los convertiría en una causa común para transformar al país. En la 4T el Gobierno se hace la víctima y descalifica a todo aquel que osa plantear una manera distinta de pensar o actuar, comenzando por la esposa del Presidente, quien tuvo que retractarse.

 

En el México del siglo 21, las víctimas son culpables; quienes denuncian atracos, violaciones, homicidios (todos responsabilidad del Gobierno, todo Gobierno) son conservadores; y quienes disienten de la verdad oficial son traidores, o sea, neoliberales.

 

El sólo hecho de que siga habiendo la pretensión de una verdad oficial delata lo absurdo -lo ahistórico- de la visión decimonónica en el corazón de la era de la información. De regreso al autoritarismo del siglo 20.

 

El feminicidio es un mal creado y tolerado por la sociedad mexicana porque ha perdido la brújula de lo que es aceptable y de lo que es intolerable. El solo hecho de exigir un "regalo" en la forma de una niña delata la destrucción de la esencia de la civilidad.

 

Sólo para poner las cosas en perspectiva: si el mal en cuestión fuese el coronavirus, ya habríamos desaparecido del mapa por esta absoluta incapacidad de organizarnos y actuar en concierto para responder ante un reto de esta magnitud. Una epidemia que no se contiene se torna en pandemia y las pandemias -igual en asuntos de salud que de política- acaban con las sociedades y con sus gobernantes.

 

Es por eso que el feminicidio y el infanticidio no sólo deben ser denunciados, sino que deben ser asumidos para revisar los dogmas sobre la forma de conducir los asuntos públicos para que desaparezcan de una vez por todas. Esa falta de brújula moral -en el Gobierno y en la sociedad- que permite distinguir lo que es -y debiera ser- aceptable e intolerable, o si uno prefiere, diferenciar al bien del mal, nos ha llevado a ver con naturalidad lo que no es natural, lo que no puede ser tolerado.

 

Al Gobierno, esta "maldita realidad" le ha caído en las manos y no ha sabido responder. En lugar de obligarlo a asumir su responsabilidad, su reacción ha sido fantasmagórica: cómo se atreve la maldita realidad a sabotear a la 4T.

 

Luis Rubio

www.mexicoevalua.org


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