miércoles, enero 16, 2013

 

La fascinación del populismo

Ritos yorubas acompañados de tambores, misas católicas, manifestaciones populares, llantos colectivos y encuentros de Mandatarios latinoamericanos que se solidarizan con el estado de salud del Presidente Hugo Chávez de Venezuela son algunos de los eventos que han ocurrido recientemente en torno al polémico líder, quien desde su llegada al Poder Ejecutivo en 1999 ha despertado pasiones, desatado críticas y polarizado opiniones.

Chávez inauguró el ciclo del neopopulismo en América Latina. Con un discurso que apela al pueblo y una política de expropiaciones y rabiosamente antiimperialista -aunque Estados Unidos sea el principal comprador del petróleo de Venezuela-, el Presidente revivió una práctica que parecía agotada en la región.

El primer ciclo del populismo en América Latina se desarrolló de los años 30 a los 50 del siglo 20. Las raíces de este fenómeno se localizan en la Gran Depresión, que hizo estragos en la economía internacional. Los países latinoamericanos, cuyas economías se habían atado al destino de producir y exportar materias primas y alimentos para el mercado mundial, entraron en una profunda crisis al caer estrepitosamente la demanda externa. La respuesta a este escenario fue el populismo.

Getulio Vargas en Brasil, Lázaro Cárdenas en México y Juan Domingo Perón en Argentina, Presidentes de las tres economías más importantes del área, desplegaron una política económica que emprendió la reforma agraria y laboral y expropió recursos estratégicos -como el petróleo, la minería o los ferrocarriles- controlados por el capital extranjero para ponerlos en manos del Estado.

En lo político, el populismo convocó a la movilización de las masas para construir una base social que apoyara esas medidas económicas. También se propuso mejorar las condiciones de vida de la población para expandir el mercado interno y dinamizar la industrialización regional.

Todo cambió a partir de los años 80 del siglo pasado, cuando los países latinoamericanos llevaron a cabo la reforma que los condujo a abrir sus economías para vincularlas a la economía global.

Más de dos décadas de reformas de libre mercado y de avances en la democratización de las naciones del área hicieron suponer que, tanto en la región como fuera de ella, el populismo estaba condenado a ser una reliquia del pasado, pese a que los niveles de pobreza y exclusión -fuente generadora de respuestas de corte populista- persistían.

Hugo Chávez dio la gran sorpresa. Después de él siguieron otros, como Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador. ¿Cómo imaginar que en un contexto regional e internacional marcado por la globalización y la apertura de los mercados, el Gobierno venezolano expropiara a cementeras, medios de comunicación y otras empresas propiedad de inversionistas extranjeros? ¿Cómo explicar el discurso que apela al socialismo cuando en 1989, con la caída el bloque comunista, tanto el comunismo como el socialismo perdieron brillo y credibilidad?

En los países en los que impera la democracia, las instituciones constituyen la columna vertebral de la vida política nacional.

No sucede así en los regímenes autoritarios, sean éstos violentas dictaduras, o experiencias populistas y neopopulistas. Aunque a diferencia de las primeras los últimos convocan a la movilización de las masas para promover cambios sociales y políticos, también suelen limitar a las instituciones democráticas y vulnerar los derechos individuales.

El régimen y la política populistas no podrían existir sin un líder carismático o caudillo. En el populismo, la política se personaliza en lugar de institucionalizarse. Sucede, en ocasiones, que las masas atribuyen a esos líderes facultades de protectores y redentores sociales.

Ello explica la fascinación que antaño -y aún hoy- despiertan figuras como las de Perón y su esposa Evita en sectores de la sociedad argentina. Ello explica también la reacción emotiva e irracional de muchos venezolanos ante la enfermedad de Hugo Chávez y su posible fallecimiento. Bajo su lógica, la pérdida del líder representa la pérdida del sentido nacional y social.

Lucrecia Lozano
lucrecialozano@itesm.mx

domingo, enero 13, 2013

 

Mandantes y mandatarios

Mi estancia en Canadá, con motivo de estudios en ciencias sociales, ha sido un "choque y vergüenza", cuando explico a mis compañeros que soy regiomontano.

Las noticias de criminalidad rebasan cualquier película de mafias, la difusión de un Gobierno corrupto, del endeudamiento de "borrachera", hace que me golpeen la cara con preguntas:

¿Qué no hay universidades en tu provincia? ¿Existen empresarios o son dictadura? ¿Qué hacen los medios de comunicación? ¿Por qué la gente no se defiende de esos gobernantes? ¿Hay liderazgos? ¿Cómo hacen para mantener aletargados a los ciudadanos?

Es lógico. Es un país en donde por haber firmado un gasto de representación de 125 dólares no justificado los ciudadanos tiraron al Alcalde de Montreal; donde el Alcalde de Laval (en Quebec) perdió su carrera y fue retirado a causa de un contrato directo de obra pública; y donde una señora de 90 años lleva siete periodos como Alcaldesa, sin deuda, sin incremento de impuestos y paseándose por las calles en bicicleta.

Regresé a mi ciudad por fin de año y me encontré con un malestar generalizado: el Congreso local, "representante de la ciudadanía", abofetea al pueblo de Nuevo León incrementando impuestos, un predial hasta del 40 por ciento y el salario mínimo que sube apenas 3.9 por ciento.

Cómplices del Ejecutivo estatal, los legisladores locales autorizan una reestructuración de deuda que no terminarán de pagar nuestros bisnietos, avalan mantener la tenencia vehicular e incrementar el 50 por ciento el Impuesto Sobre Nómina.

En el grupo ciudadano La Evolución Mexicana, cuya meta es promover en el ciudadano el papel de mandante que otorga el Artículo 39 de la Constitución, hicimos una encuesta telefónica con una muestra estadística confiable.

Las conclusiones son contundentes: el 94 por ciento de los ciudadanos (excluidos empleados públicos) no se sienten representados por el Congreso de Nuevo León.

De esa forma, este miércoles 9 de enero pasado "clausuramos el Congreso" y despedimos a sus integrantes por traicionar el juramento que recién hicieron.

Luego de esta serie de sucesos, cabe detenerse un poco y preguntarnos: ¿qué está pasando? Aquí van unas cuantas ideas.

1. Los mandatarios (servidores públicos, desde el Presidente de la República, Gobernadores, Alcaldes, Jueces, legisladores), a quienes pagamos un sueldo para servirnos, han creado un sistema vicioso. Se han puesto por encima de la ciudadanía que es realmente el mandante. Por apatía, cobardía o comodidad hemos dejado manos libres a estos empleados.

2. La República considera al Poder Legislativo un contrapeso del Ejecutivo. Hoy en Nuevo León tenemos una monarquía en la que, ya sea porque deben el puesto al gobernante o al partido, o por favores entre partidos mismos, los legisladores conforman un teatro guiñol de levantadedos unos y abstencionistas otros. ¡Sería mejor enviarles el sueldo a su casa a los Diputados, así causarían menos daños!

3. Organizaciones ciudadanas son cooptadas o compradas. Sobran los casos de supuestos líderes que terminan como mandaderos de políticos o aceptando chamba, sacrificando con ello la construcción de ciudadanía.

4. Los mandatarios evitan decir mandante-mandatario, prefieren posicionar gobernante-gobernados, son astutos al manipular a ciudadanos haciéndoles creer que en lugar de exigir, deben hacer algo. Imagine que usted tiene un empleado y le paga por hacer su trabajo, pero éste, más astuto, le responde que es usted quien debe hacer el trabajo ¡para el cual usted lo contrató!

Sin duda, al "clausurar" el Congreso de Nuevo León no esperamos que quienes son producto de un sistema nos vayan a escuchar.

En su soberbia seguramente se justifican pensando que endeudar más al Estado, y aumentar impuestos, es "por un bien superior".

México es un país inmensamente rico -en recursos naturales, diversidad de clima, geografía, orografía, posición estratégica-, pero la corrupción y la impunidad han minado su potencial de dar bienestar y riqueza a los mexicanos.

Adaptarnos a un sistema enfermo es aceptarnos enfermos. Si todos seguimos haciendo lo mismo no hay por qué esperar obtener cosas diferentes.

Va a tomar tiempo, el camino de mil millas empieza con un primer paso. Sin embargo, la transformación es de fondo, sin ilusionarnos con alternancias que ocurren en el mismo chiquero de siempre.

Nuestra aspiración de triunfo es construir ciudadanía, despertar a los ciudadanos, promover que, en forma pacífica y organizada, asuman el papel de jefes. Y cada vez se suman más leones a este poder ciudadano.

Gilberto Lozano
gilbertolozgon@gmail.com
El autor es fundador del Movimiento Evolución Mexicana y maestro invitado de Estudios de Latinoamérica en Quebec.

martes, enero 08, 2013

 

Campo y Ley

"La mejor manera de celebrar la promulgación es elevando la calidad de vida de quienes viven y dependen del campo nacional". Enrique Peña Nieto

No deja de ser paradójico que el Presidente Enrique Peña Nieto haya aprovechado la conmemoración del aniversario 98 de la Ley Agraria para lanzar sus propuestas para un campo más productivo. Esta legislación, promulgada el 6 de enero de 1915, es de hecho una de las causas principales de la pobreza del campo.

El Presidente prometió "restablecer la fuerza y la rectoría del Estado para propiciar un desarrollo en orden, en legalidad y con justicia". Pero ha sido la intervención desmedida del Estado en el campo, particularmente para eliminar los derechos de propiedad a través del ejido y para promover las invasiones, lo que ha llevado a una fragmentación excesiva de la tierra, desmotivado la inversión productiva, impedido la introducción de nuevas tecnologías y obstaculizado los avances en la productividad. Más que incrementar la fuerza y la rectoría del Estado habría que garantizar los derechos de propiedad para lograr una mayor inversión privada en el campo.

De nada ha servido gastar enormes cantidades de dinero del presupuesto público para el campo. En la ceremonia celebrada en Boca del Río, Veracruz, el Senador Gerardo Sánchez de la Confederación Nacional Campesina (CNC) se enorgulleció de que el Presupuesto de Egresos de la Federación está entregando 313 mil millones de pesos al campo en 2013 para inversión productiva, desarrollo de capacidades, innovación tecnológica, educación, prevención y manejo de riesgos. Sin embargo, el dinero del erario no ha ayudado en nada a mejorar la productividad del campo. Sólo ha servido para generar una cultura asistencialista, enriquecer a los agricultores más prósperos, ayudar a organizaciones como la CNC a convertirse en gestoras de estos programas y crear un amplísimo ejército de burócratas que vive de la pobreza en el campo.

El ex Presidente Felipe Calderón no estaba equivocado cuando, en noviembre de 2012, mandó al Congreso una iniciativa de ley que daría derechos cabales de propiedad a los millones de ejidatarios del país. El problema es que lo hizo cuando apenas faltaban unos días para concluir su mandato. Él mismo sabía que, en un momento en que estaba perdiendo poder día con día, las posibilidades de que se aprobara la reforma eran virtualmente nulas.

El que los ejidatarios tengan la posibilidad de comprar y vender sus tierras, sin tener que pasar por votaciones de los demás ejidatarios ni por los intereses de los comisarios ejidales, sería el primer paso indispensable para empezar a reconstruir el campo tras los daños provocados por casi un siglo de colectivismo. De hecho, tendría que haber un proceso de consolidación de tierras para lograr unidades productivas de mayor tamaño y productividad. Una de las razones por las que la producción agropecuaria brasileña es tan superior a la nuestra es porque no tuvo la fragmentación de la tierra que provocó nuestra reforma agraria.

Muchos esfuerzos deben hacerse para lograr que el campo mexicano deje de ser una fábrica de pobres. Nuestros agricultores deben diversificar su producción en vez de concentrarse obsesivamente en el maíz. Debemos introducir mayor tecnología, empezando por semillas modificadas genéticamente. Debemos cambiar radicalmente un sistema de uso del agua que parece hecho para promover el desperdicio.

Pero nada de eso se logrará si el Gobierno mantiene la idea de que la Ley Agraria de 1915 es una vaca sagrada que no se puede tocar y si se siguen negando los derechos de propiedad a los agricultores en más de la mitad del territorio de nuestro país.

Antes legítimo
Enrique Peña Nieto sigue buscando sumar políticos de distintos grupos. El fichaje más reciente es Mario di Constanzo, ex Secretario de Hacienda en el "gobierno legítimo" de Andrés Manuel López Obrador, como presidente de la Condusef, la Comisión Nacional para la Defensa de los Usuarios de las Instituciones Financieras.

Sergio Sarmiento
www.sergiosarmiento.com

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