domingo, junio 30, 2019

 

Yo no quiero que renuncie AMLO

Hoy yo NO voy a participar en la marcha que pedirá su renuncia.

Considero que él debe quedarse los 6 años para los que fue elegido, con más del 50% de los votos válidos, por un INE ciudadano como las anteriores 3 elecciones presidenciales.

 

Quizá, si modifican la Constitución y las Leyes, participaré en una eventual elección de revocación de mandato a los 3 años como prometió que lo haría. Con todos los riesgos que eso conlleva.

 

Apenas lleva 7 meses en el poder, es muy poco tiempo para ver resultados como para exigir su renuncia.

Si, definitivamente creo que lo negativo en éstos 7 meses es mucho mayor a lo positivo. Si, también creo que de seguir así, con ese tipo de decisiones, y con la forma de tomarlas, la situación empeorará. Todo eso lo pronostiqué por más de 12 años y se está cumpliendo.

 

Pero precisamente por esas razones creo, aunque suene contraintuitivo, que debe quedarse y que todos veamos los resultados a los 2, 3 o 6 años.

 

Es importante que el eterno perdedor, quien se autoproclamó y convenció a la mayoría de ser la "oposición" real a "la mafia del poder", cumpla o intente cumplir sus promesas, que se noten sus incongruencias, que se vean los resultados de esas políticas setenteras, para ver si, de una vez por todas, muchos que siguen creyendo en políticos salvadores, en mesías, en que la solución vendrá del "Estado", por fin les cae el 20 que así no es.

 

Si, hay un riesgo enorme de que no se den cuenta, que se radicalicen aun mas, y que pidan continuar por ese camino, profundizar las políticas estatizadoras, populistas, y que el periodo negativo dure décadas, como pasó en los 70's y 80's. Pero creo que no tenemos otras opciones. Ganaron y bien, ahora que lo intenten a ver si es cierto que con autoritarismo, centralismo, estatismo, mercantilismo y populismo sale un país adelante.

 

Al tiempo...

 

#aguzados #PoliticoLovers


domingo, junio 16, 2019

 

El peje de paja

El Peje está hecho de paja. Dicho de otra manera: Andrés encarna al "hombre de paja", uno de los más visitados trucos en una discusión o argumento. Este sexenio, me temo, está siendo construido sobre un castillo de falacias o errores del pensamiento.

 

Paja son las palabras superfluas en un discurso o en un escrito. En inglés le dicen "bullshit" y es algo ofensivo, pero no al grado que no se pueda pronunciar en público. Este material abunda en los discursos y conferencias de prensa de Andrés. Es un maestro de la inserción de paja en todo lo que dice.

 

Hombre de paja a su vez, es una falacia predilecta de quienes desean desviar la atención de un tema y para ganar un argumento.

 

Inventan un hombre de paja al que introducen como si fuera un argumento válido. La gente más ignorante es la más propensa a comprar un argumento que trae escondido un hombre de paja.

 

Los hombres de paja favoritos que encarna el Presidente de México son muchos, pero debo destacar cuatro: el neoliberalismo, el gasto excesivo, la corrupción y la unión de los mexicanos.

 

El neoliberalismo es la más socorrida y la mejor cortina de humo de la que dispone Andrés. Lo invoca para todo, como si fuera una pomada milagrosa que hasta lo tonto te quita.

 

Por ejemplo, la destrucción de Pemex, la baja de las calificaciones crediticias, el origen del huachicoleo, son todos productos del México neoliberal. Él lo va a arreglar regresando al estilo del PRI invencible que gobernó imperturbado durante 70 años. Lo reencarnará a través de Morena.

 

Ahora que reunió fácilmente a 40 paleros para que lo acompañaran a celebrar la victoria de la negociación con Trump, entiendo por qué nadie le aclara a Andrés que México jamás ha sido neoliberal más que en forma simulada.

 

En la era priista jamás operó el libre mercado. Ni siquiera durante los 25 años que lleva el TLC. La presencia de las grandes paraestatales, controladas por sindicato y Gobierno, impide decir que vivimos el neoliberalismo. La tolerada explotación de los celulares sobre los mexicanos indefensos es otro ejemplo.

 

La otra falacia predilecta es el gasto excesivo, no porque no lo sea, sino porque lo usa para de allí deducir -en su lógica torcida- que concluir que el exceso de gasto se resuelve cortando parejo en todo y a todos.

 

Cualquier empresario rascuache sabe que hay que rediseñar para cortar lo improductivo y reforzar lo productivo. Ah, pero para nuestra desgracia, Andrés nunca tomó una clase de administración, pagó un sueldo de su bolsa o maromeó un documento en un banco.

 

El hombre de paja más rentable que introduce el Presidente es el combate a la corrupción. Para todo le echa la culpa. Pobre. Cree sinceramente que la corrupción es como una persona que hay que combatir o matar. No la ve como el resultado de un sistema podrido, sin reglas y gobernado por caprichos como los que él nos impone. Ya verá el despapaye de corrupción que se está fraguando.

 

Luego viene otro hombre de paja, montado en un corcel negro, de larga crin, parecido a "Tornado", pero imaginado por Andrés: la unión de los mexicanos. Ése es el jinete que nos va a salvar de todo. La lógica de Andrés es impecable. Si todos estamos de acuerdo en todo, todo se hará bien, rápido y de calidad.

 

¿Pemex? Resulta que siempre no necesita socios para explotar ciertos campos. ¿La razón? La unidad de los mexicanos es más poderosa que los bancos extranjeros y acreedores internacionales juntos. Unidad es como la pomada de "La Campana". Borra raspones y oculta moretones. El Peje de paja no tiene cerebro.

 

Sin embargo, la unidad en un país moderno no significa pensar igual, sino entre todos generar soluciones inteligentes. Ah, de nueva cuenta. La inteligencia ya la trae Andrés de fábrica. No entendemos porque nosotros somos los tercos y cerrados. La unidad es la pegadura con la que él va a armar su castillo de falacias.

 

Lo increíble realmente es que el Peje de paja tenga tantos y tantos aduladores.

 

Javier Livas

javierlivas@infinitummail.com


domingo, junio 02, 2019

 

Yo tengo otros números

El Presidente es un hombre letrado a quien no sólo le gusta demostrar su conocimiento de la historia, particularmente la de México, sino que además parece tener una inteligencia innata para comunicarse con el ciudadano común (de ahí buena parte de su popularidad y empatía con la gente). Lo vemos en sus dichos populares que son vitoreados por las multitudes, expresiones coloquiales que arrancan la sonrisa, el aplauso y la algarabía.

 

Recientemente expuso (sin saberlo, quizá) una clase de cómo deben nombrarse las marcas (en inglés el proceso se llama naming y es uno de los que requieren más habilidad, creatividad y estrategia) al bautizar como "Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado" en lugar del nombre técnico que usaba el rigor legal de "extinción de dominio". Más allá de estar de acuerdo o no con él, el Mandatario tiene esta habilidad.

 

Como donde hay montañas existen valles, el Presidente recientemente tropezó al decir que México fue fundado hace 10 mil años. En días posteriores volvió a errar sus cálculos al afirmar que el hombre en América tenía una existencia de "5 a 10 mil millones de años". Surgieron las burlas y las correcciones serias demostrando que el Presidente equivocó las cuentas. Esto abre camino a una pregunta seria: ¿Es el Presidente de México un hombre anumérico?

 

Hace algunos meses en este mismo espacio escribí "Anumerismo", donde expongo lo que John A. Paulos ha escrito en "El Hombre Anumérico, el Analfabetismo Matemático y sus Consecuencias": "El anumerismo o incapacidad de manejar cómodamente los conceptos fundamentales de número y azar, atormenta a demasiados ciudadanos que, por lo demás, pueden ser perfectamente instruidos".

 

Me queda claro que ser anumérico no es impedimento democrático para ostentar el cargo, pero al ser la integridad del Presidente, su condición de salud, su estabilidad mental y emocional un tema de seguridad de Estado, también deberíamos saber si tenemos un Presidente anumérico.

 

Importantes decisiones que el Gobierno de la llamada Cuarta Transformación ha tomado son adversas al País cuando se les analiza numéricamente. Entiendo que la política tiene una lógica distinta a la aritmética, pero las consecuencias importan.

 

Paulos cita a Tversky y Kahneman con un ejemplo de anumerismo irracional: "Imagínese que es un general rodeado por una fuerza enemiga abrumadora que aniquilará su ejército de 600 hombres a menos que se decida por tomar una de las dos posibles vías de escape.

 

"Sus espías le dicen que si toma la primera salida salvará a 200 soldados, mientras que si se decide por la segunda hay una probabilidad de 1/3 de que los 600 consigan salvarse y una probabilidad de 2/3 de que no lo consiga ninguno. ¿Qué haría usted?

 

"La mayoría de la gente (tres de cada cuatro preguntados) elige el primer camino, pues de este modo es seguro que se salven 200 vidas, mientras que por el segundo camino hay una probabilidad de 2/3 de que haya más muertos. De momento no hay nada que objetar.

 

"Pero ¿y este otro problema? Usted vuelve a ser el general que ha de decidir. Y le dicen que si elige la primera es seguro que perderá 400 soldados, mientras que si toma la segunda hay una probabilidad de 1/3 de que ninguno muera y una probabilidad de 2/3 de que caigan todos. ¿Qué ruta elige usted?

 

"La mayoría de la gente (cuatro de cada cinco) opta por la segunda, justificando su elección en que la primera de ellas lleva a 400 muertes seguras, mientras que por la segunda hay una probabilidad de 1/3 de que todos se salven".

 

Dos preguntas idénticas y dos respuestas distintas. La forma de plantear el asunto es la clave. ¿Cómo le plantearon al Presidente los números para evaluar decisiones trascendentes como la conveniencia de hacer el Tren Maya, la refinería en Dos Bocas, vender el avión presidencial, la cancelación del NAIM? ¿Lo entendió? ¿Si se lo hubieran planteado en términos de equivalencia en programas sociales hubiese decidido distinto?

 

No tengo duda de las buenas intenciones de AMLO, preocupa sin embargo que (salvo excepciones, como la de Germán Martínez) nadie en su equipo le pueda decir "Yo tengo otros números".

 

Eduardo Caccia

ecaccia@mindcode.com


 

Desafios a la libertad

Soplan vientos autoritarios. En muchos países ha resurgido la figura del hombre fuerte, el líder populista que, habiendo llegado al poder por la vía de la democracia y en un marco de libertad, tiene el designio de acabar con ambas.

 

Consciente de que en México ronda el mismo fantasma, Mario Vargas Llosa convocó al Foro "Desafíos a la libertad en el siglo XXI", que tuvo lugar el pasado domingo 26 de mayo en el histórico Paraninfo de la Universidad de Guadalajara.

 

El acto fue organizado por la Fundación Internacional para la Libertad (la FIL, que Vargas Llosa fundó y preside desde octubre de 2002) y por Raúl Padilla, creador de la otra FIL, la Feria Internacional del Libro, que es orgullo de México.

 

En su discurso de apertura, Vargas Llosa trazó un bosquejo de la difícil situación de la libertad en un mundo cruzado de nacionalismos, fanatismos de toda índole y la presencia creciente de los populismos. Con elegancia y prudencia, evitó deslizar la menor opinión sobre México invitando a que fuésemos nosotros, los ponentes mexicanos, quienes abundáramos sobre el asunto. No obstante, recordó que nuestro País es demasiado importante en el destino de América Latina como para perder el rumbo.

 

Es imposible glosar con justicia las intervenciones de los ponentes, que se recogerán en un libro. Acudo a mis apuntes.

 

Valeria Moy y Ana Laura Magaloni tocaron asuntos sensibles para los jóvenes huérfanos de futuro: la inequidad económica y el vacío jurídico.

 

Con respecto a este último tema, José Ramón Cossío fundamentó su grave preocupación sobre el uso político de nuestra Constitución... para acabar con ella.

 

Lisa Sánchez detalló las luchas pasadas y futuras de la sociedad civil. Guillermo Sheridan fustigó con irónica sutileza la autoproclamada superioridad moral del régimen.

 

Jaime Sánchez Susarrey hizo un diagnóstico de la debilidad estructural de nuestra democracia. Gerardo Bongiovanni arrancó risas con anécdotas sobre "la extravagancia argentina", en particular, el peronismo y sus avatares.

 

Álvaro Vargas Llosa explicó por qué, desde la antigüedad hasta nuestros días, las instituciones de la libertad y el espíritu de la república viven amenazadas.

 

Roger Bartra sostuvo que el actual Gobierno mexicano no representa a la izquierda, sino a un movimiento conservador que, en muchos sentidos, busca restaurar la hegemonía del viejo sistema.

 

Tras admitir las taras del proceso de transición (corrupción, inequidad, violencia, inseguridad), José Woldenberg defendió la lucha democrática durante los últimos decenios del siglo 20, expresó la mayor preocupación ante la dilapidación de saberes e instituciones, los "claros tintes autoritarios del Presidente" y los impedimentos que impone para "generar un circuito de discusión".

 

Héctor Aguilar Camín sostuvo que la amenaza a la democracia mexicana es real e inminente. "Estamos en un estado avanzado de captura" de las instituciones republicanas y federales por un Gobierno que busca instaurar una "larga hegemonía política". "Esa democracia, que ahora no valoramos y que trajo tantas deformidades consigo" agregó, "tenía lo fundamental: libertad y competencia en pluralidad".

 

Jorge Castañeda explicó la desfavorable circunstancia internacional que enfrenta la lucha por la institucionalidad democrática en México, y lanzó un llamado a los intelectuales para recuperar un espacio colectivo de acción pública.

 

Christopher Domínguez Michael señaló la responsabilidad histórica de la izquierda intelectual en descalificar y minar la legitimidad democrática en los tres sexenios de la transición. Los resultados están a la vista: sólo hay democracia si triunfan ellos.

 

Héctor de Mauleón precisó las categorías de Timothy Snyder en su libro "Sobre la Tiranía": todas parecen aplicables a México.

 

Federico Reyes Heroles puso el acento en el contenido sesgado o francamente falso de la información oficial. En mi intervención dejé constancia de la agresión que inflige el poder a la prensa.

 

Los frescos del paraninfo rimaban, por decirlo así, con nuestro foro. Los pintó José Clemente Orozco en 1936. En el panel principal, el pueblo indignado, herido, mutilado, encara a los líderes. Uno de éstos pone el imperioso índice sobre el libro que contiene algún dogma, mientras en la otra mano blande el cuchillo amenazante. La imagen perfecta de la intolerancia.

 

En México debe prevalecer la tolerancia. No el dogma, no el cuchillo verbal, sino el diálogo auténtico, la civilidad, el respeto, la capacidad de escuchar. Ése es el desafío de nuestra libertad.

 

Enrique Krauze


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