domingo, mayo 31, 2020

 

Populismo: medicina milagro

El populismo es una amenaza existencial a la democracia. Quebranta una vida cívica abierta, tolerante, plural.

 

En Nuevo León hemos sufrido el populismo desde varios frentes, con actores y discursos diferentes, pero con resortes comunes: un discurso contrario a la evidencia y una oposición al pluralismo.

 

Recetas simplonas al problema de seguridad, invitaciones al conflicto sobre el federalismo fiscal y agendas educativas dogmáticas reflejan un discurso público contaminado.

 

En cada caso se simplifica la realidad, se niega la evidencia y se concibe al pueblo en singular: una masa homogénea amenazada por enemigos oscuros.

 

Seguiremos teniendo políticos oportunistas mientras la mercadotecnia populista sea exitosa, y seguirá siendo exitosa mientras, como ciudadanos, compremos la medicina-milagro de una política sin sustento analítico.

 

Debemos estar especialmente atentos cuando un político dice lo que queremos escuchar. Por ejemplo, la promesa de menores precios de la gasolina detona un botón mágico: esa política nos beneficia a cada uno de nosotros, aunque al final nos perjudique a todos.

 

El beneficio (aparente) es tangible; su costo, distante. Que el planeta se caliente y respiremos basura es irrelevante para un populista.

 

¿Quién no recuerda al Senador Samuel García en una gasolinera en Texas denunciando los altos precios en México? El Senador argumentará que quiere gasolina barata, pero también de mejor calidad -falta quien recoja la factura. No dice nada original, sino tan sólo lo que queremos escuchar.

 

La propaganda populista ofrece resultados inmediatos a problemas complejos. En la campaña presidencial se prometían paz y seguridad inmediatas y sacar al Ejército de las calles. ¿Quién no recuerda a Tatiana Clouthier ofreciendo piadosamente en campaña condolencias a las víctimas de la violencia? No faltaba el cierre publicitario: "La guerra debe terminar".

 

El mensaje simplón fue preludio de la militarización creciente en una Administración federal hoy incapaz de crear instituciones civiles de seguridad y detener la violencia.

 

La mercadotecnia populista siempre es corrosiva. Si queremos que un niño en Oaxaca tenga las mismas oportunidades de educación que uno en Sonora, los Estados ricos deben aportar más.

 

Los contribuyentes en Estados ricos somos vulnerables al discurso simplista. Cierto, el federalismo fiscal requiere una reforma: la dependencia tributaria debilita la capacidad estatal y la rendición de cuentas.

 

Pero el problema es complejo, las promesas populistas son ingenuas. Regresemos al Senador García, quien no podía perder la oportunidad y afirmar que "Nuevo León pone toda la carne y nos dan una sola quesadilla, pero Oaxaca, Guerrero, Chiapas se llevan los ribeysones (sic)".

 

El discurso populista siempre divide: nosotros contra ellos. El separatismo catalán, con otra receta culinaria, ofrece el mismo mensaje.

 

El Congreso local propuso en la Ley de Educación la obligación de que la educación despierte "conciencia sobre el respeto a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural". La tragedia de una niña violada por su padre y el dilema de una decisión extrema de la eutanasia desaparece del aula por dictado popular.

 

Asomó también el absurdo PIN parental. La educación debe ser fuente de conocimiento, reflexión y diálogo. Juan Pablo II concebía a la educación como "una relación creativa con la verdad". La creatividad se cancela cuando una verdad se impone.

 

Preocupa que dos de los principales precandidatos a la Gubernatura de Nuevo León sean incapaces de procesar y comunicar problemas complejos o, de plano, falten a la verdad por ventajas políticas.

 

No obstante, el problema no radica en ellos, sino en nosotros, el pueblo en plural. Mientras los ciudadanos compremos recetas mágicas o cartillas morales desde el poder, los oportunistas nos seguirán manipulando.

 

En contraste, el pluralismo reconoce la complejidad de nuestra comunidad y la responsabilidad de todos frente a problemas comunes. Adopta los mejores instrumentos para resolverlos y reconoce al otro como interlocutor siempre legítimo.

 

Es la hora de iniciar un diálogo más fructífero y razonado. No será fácil.

 

Rodrigo Morales Elcoro

El autor es director de la Maestría en Derecho de los Negocios, de la Facultad Libre de Derecho de Monterrey.


 

Tapabocas

En la mañanera del 26 de mayo AMLO dijo: "[...] existe el derecho del pueblo a la información [...] si yo dejo pasar una noticia falsa y luego otra y otra y otra, pues es vivir en la confusión [...]".

Tiene razón. El artículo 6o. de la Constitución dice: "Toda persona tiene derecho al libre acceso a información plural y oportuna, así como a buscar, recibir y difundir información e ideas de toda índole por cualquier medio de expresión".

Sin embargo, el derecho es de los ciudadanos, no del gobierno. La Constitución le impone a éste una serie de obligaciones en materia de transparencia para proveer al ciudadano la información adecuada. Este gobierno las incumple.

Ante una solicitud ciudadana respecto a quiénes fueron invitados a una cena donde se les pidió una cooperación para una rifa de un avión que no se rifaba, la respuesta de la Unidad de Transparencia de la Presidencia fue que tras "una búsqueda exhaustiva, amplia y razonable, no se encontró evidencia documental que atienda los requerimientos del interesado". Cinismo total. El mismo artículo dice que "Los sujetos obligados deberán documentar todo acto que derive del ejercicio de sus facultades, competencias o funciones [...]".

La regulación de los medios de comunicación está definida en la ley. AMLO cree que depende de su voluntad. El mismo 26 también dijo: "No quiero estar señalando siempre a El Universal y que al Reforma, ojalá y los convoco a que depongan esa actitud, porque si no, sí me veo obligado".

¿Obligado a qué? No le corresponde poner tapabocas. En una democracia, la autonomía y la pluralidad de los medios son esenciales; tanto que, para algunos teóricos de la democracia -como Robert Dahl- sin fuentes alternativas de información no hay democracia. En buena medida, la autonomía y la pluralidad de los medios le permitieron a AMLO llegar al poder. Si los mexicanos nos hartamos de la corrupción, fue en parte gracias a dichas fuentes alternativas.

El papel de los medios de comunicación no es ser porristas, como los paleros sentados en las primeras filas de la mañanera, quienes incluso hacen preguntas redactadas por el gobierno. Lo sucedido este jueves, cuando el "periodista" Carlos Pozos sugirió llamar "AMLOVER" al índice de bienestar propuesto por AMLO, es de pena ajena.

¿Se equivocan los medios a veces? Les pasa, como a cualquiera. Pero el enojo de AMLO del 26 de mayo fue por una nota irrefutablemente cierta: México lidera la letalidad por Covid-19 en América Latina. La información provenía de la Universidad Johns Hopkins, y fue confirmada por la Secretaría de Salud. Como aquí se hacen muy pocas pruebas, son muy pocos los detectados como contagiados, y ello en parte explica que la proporción de muertos respecto a los contagiados sea tan alta. Han presumido que teníamos pocos contagiados, lo cual era el resultado de hacer pocas pruebas.

En todo caso, el Presidente dice muchas más inexactitudes que los periódicos que tanto critica. Según Luis Estrada, director general de SPIN-Taller de Comunicación Política, AMLO dice en promedio 71.5 afirmaciones que no se pueden probar o falsas diarias.

Hay muchas formas de poner tapabocas, una es amenazando. Tiene su impacto. Para los sectores más leales a AMLO, el diario Reforma, ya lo dijo él mismo, es un mentiroso adversario. Se olvidaron que el Reforma siempre ha sido crítico del gobierno. La otra forma, más brutal, es cumpliendo las amenazas. AMLO no lo ha hecho, aunque su retórica contra el periódico probablemente ha provocado amenazas al diario de grupos violentos.

Hay otra estrategia para tratar de encubrir la realidad: taparnos los ojos. De eso se tratan las mañaneras y las vespertinas. Atender las preguntas fáciles, hacer propaganda de las acciones del gobierno e inundarnos de información, con frecuencia falsa y en general inútil.

 

Carlos Elizondo Mayer-Serra


 

Pifias presidenciales

López Obrador descalificó la "guerra de Calderón" a los narcos: "Está claro que esta absurda y desquiciada estrategia no se repetirá, y nunca más se pondrá en riesgo, de manera irresponsable, ni la vida ni el prestigio de las Fuerzas Armadas".

 

En la guerra de AMLO, la Guardia Nacional (armada) no siempre arriesga la vida. Se enfrenta a inmigrantes (inermes), invitados por él: "Donde come uno, comen dos". Paralelamente, empeora la violencia de los narcos, insensibles a la nueva estrategia de "abrazos, no balazos", que llegó al extremo de considerar su amnistía, soltar al detenido Ovidio Guzmán y saludar amablemente a la madre del "Chapo" y abuela de Ovidio.

 

También descalificó el aeropuerto en el lago de Texcoco ("proyecto faraónico") y la compra de un Boeing 787-7 para los viajes de Peña Nieto. Prefirió viajar en vuelos comerciales (a costa de incomodidades y riesgos para los demás pasajeros), vender el avión (que no tuvo comprador) y, finalmente, rifarlo en cachitos de la Lotería Nacional.

 

Texcoco fue sustituido por tres proyectos no menos faraónicos: el aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya y la refinería en Dos Bocas. Pueden acabar igual que Texcoco: en el cementerio de obras inconclusas.

 

Decidió meter dinero a Pemex y a la nueva refinería cuando la demanda mundial de petróleo se venía abajo. Rechazó el recorte de producción propuesto por la OPEP (para defender los precios), faltando a los compromisos de México, y acabó agradeciendo a Trump que tomara parte del recorte que le tocaba a México.

 

Siendo jefe del Distrito Federal, descalificó una manifestación de protesta por la inseguridad como marcha de los "pirrurris". Siendo Presidente, se negó a recibir a Javier Sicilia y Julián LeBarón (deudos de asesinados), que encabezaron la Caminata por la Verdad y la Justicia, para "no hacer un show". Y no le hizo gracia que la marcha del Día de la Mujer y el paro de "Un día sin mujeres" le robaran el show de la rifa del avión, que tuvo que posponer.

 

Hizo un escándalo por la gasolina robada de los ductos de Pemex, los cerró para impedirlo, provocó un desabasto y tuvo que reabrirlos. El robo continúa.

 

Creó el morenista Instituto de Salud para el Bienestar, gratuito. Pudo ser para los mexicanos que no tienen IMSS, ISSSTE ni Seguro Popular. Pero fue para cancelar el panista Seguro Popular y quedarse con su clientela de más de 50 millones de asegurados que lo compraban voluntariamente.

 

Para combatir la corrupción en la compra de medicamentos, no castigó a los corruptos: suspendió las compras, castigando a los pacientes con un desabasto. No preparó con tiempo la sustitución de proveedores (búsqueda, negociación, verificación de la calidad de sus productos).

 

Arguyendo lo mismo, retiró los apoyos a estancias infantiles y refugios para mujeres. En vez de castigar la corrupción que denunció, creó un sistema de apoyos directos bajo su control político.

 

Desdeñó el Parque Eólico de La Rumorosa en Baja California, que genera energía limpia desde 2010. Defendió la Termoeléctrica de Morelos, que reducirá el cauce del río Cuautla, lo ensuciará con aguas residuales y contaminará la atmósfera de Huexca quemando gas, llevado peligrosamente en un ducto que atraviesa una zona sísmica y volcánica.

 

No le gustó "el modito" independiente del Consejo Mexicano de Negocios que obtuvo una línea de crédito del Banco Interamericano de Desarrollo para 30 mil empresas pequeñas y medianas. Se molestó por el aval que dio Hacienda.

 

Se rindió ante el bloqueo ferrocarrilero de la CNTE en Michoacán. Canceló el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. Abandonó el interés público en los pupilos por el interés político en los maestros.

 

No se sabe mucho del avance y los resultados de algunas medidas pregonadas, por ejemplo: la descentralización del Gobierno central.

 

Oficialmente, se acabó la corrupción. Lo cual permite multiplicar las compras y contratos sin licitación.

 

Declaraciones: El coronavirus "está generando cierta incertidumbre". No tanto en "México. Afortunadamente, seguimos debajo de 19 pesos por dólar". "Eso de que no puede uno abrazarse... Hay que abrazarse, no pasa nada". "México ha podido domar la epidemia". "El escudo protector es la honestidad". Sacando una estampita de su cartera, lee la jaculatoria: "Detente, enemigo; que el Corazón de Jesús está conmigo".

 

En la mesa de billar se comete una pifia cuando el tiro inspirado y calculador falla.

 

Gabriel Zaid


sábado, mayo 30, 2020

 

'Científicos'

Tenemos un Presidente de muy pocas lecturas. Eso se evidencia con desatinos tales como el de equiparar a los científicos de hoy con los Científicos del Porfiriato. Desde luego nadie pide que México sea una república platónica regida por un filósofo o un sabio, pero inquieta tener al frente de la Nación a alguien que muestra tan poca sensibilidad ante la ciencia, el arte y la cultura en general. De ahí los continuados roces de López Obrador con los intelectuales, los científicos y los artistas, a quienes parece ver como parásitos improductivos que no merecen apoyo alguno y de los que es posible prescindir sin que suceda nada.

 

La mente de AMLO es aldeana. Su escasez de recursos culturales le impide alternar con sus homólogos de otras naciones, por eso no sale nunca del País. Otros mandatarios hacían viajes a Inglaterra, a Francia, a España. Él los hace a Cuitlatzintli, San Zenón Bocagrande y Hediondilla. En el concierto de las naciones civilizadas el atril de México está ahora arrinconado. Si en el extranjero se habla de nuestro Presidente es sólo para hacer la crónica de sus dislates o para tomarlo a irrisión, como sucedió cuando el Detente. Candidato que llegó al triunfo por los vicios y errores de su antecesor, el tabasqueño está fallando como Presidente.

 

No lo dicen sus adversarios: lo señalan los números. Por eso no quiere medir la economía de la Nación, sino el bienestar y la felicidad del pueblo, tan difíciles de numerar. En todos los órdenes de la vida nacional los efectos de sus políticas han sido muy nocivos. Peor aún: estamos viendo amenazados nuestros márgenes de libertad y de respeto a las garantías constitucionales. No andará descaminado aquel que diga que además de retroceder también vamos hacia atrás.

 

¿Cuántos sexenios se necesitarán para recuperar lo que México está perdiendo en el de López Obrador?...

 

Catón


viernes, mayo 29, 2020

 

Homo (NO) sapiens

"Si llegaras a la Tierra en cualquier momento del reinado de los humanos siempre encontrarías creencias populares (no basadas en la ciencia). Si somos homo sapiens, en teoría inteligentes, entonces: ¿por qué siempre hay estas creencias?".

 

Una gran pregunta que hace Carl Sagan en su reflexión de 1987, "El peso del escepticismo".

 

Un cuestionamiento más que válido en la era de la hipercomunicación y las redes sociales. Tiempos donde se potencian los rumores, las teorías de complós y, claro, las fake news.

 

Hombre y más aún hoy en México, en tiempos del populismo fantasioso de la 4T y sobre todo ahora en medio de la pandemia.

 

Más que nunca estamos inundados de desinformación. Y lo peor es que hasta los "más educados" comparten todo tipo de vaciladas.

 

Éramos muchos... ¡y parió la abuela!

 

La era de la sinrazón en pleno apogeo. Y la cosa se pondrá peor.

 

Ojalá me equivoque, pero el mundo post-Covid podría ser aún más paranoico y asustadizo. El caldo de cultivo perfecto para las "creencias populares".

 

Sagan atribuye estas creencias en parte a la falta de escepticismo, de esa duda persistente que acompaña al método científico. No basta con que una hipótesis "suene bien". Debe probarse.

 

Y, sin embargo, todo en exceso es malo. El escéptico irredento termina también por bloquear cualquier innovación. Porque muchas ideas transformadoras empiezan como sueños guajiros.

 

"Se requiere un balance exquisito entre dos necesidades en conflicto: el escrutinio escéptico de todas las hipótesis que se nos presentan y el tener una gran apertura a ideas nuevas", explica Sagan.

 

El popular científico estadounidense sugiere desarrollar un "detector de vaciladas". Y en otro buen artículo propone las siguientes 9 herramientas para construirlo:

a) Confirmación independiente de tus datos.

 

b) Debate abierto de todos los puntos de vista.

 

c) Darle peso a argumentos de expertos y no necesariamente a los de las autoridades.

 

d) Considerar más de una hipótesis.

 

e) No enamorarte de "tu hipótesis" (algo muuuy común).

 

f) Cuantificar. Siempre, siempre: datos sobre vaguedades.

 

g) Todos los eslabones del razonamiento deben ser válidos.

 

h) Usar la "navaja de Occam": la explicación más simple muchas veces es la mejor.

 

i) Siempre considerar si tu hipótesis puede ser falseada.

 

Sagan advierte de otro gran error del ingenuo sin escepticismo: le encantan las falacias. 100% de acuerdo.

 

Aquí va una lista de las más comunes. Por cierto, súper presentes en los seguidores de YSQ:

1. No es un verdadero escocés. Aseveración: "¡Un escocés verdadero no tomaría así!". Reto: "Oye, pero yo conozco a un escocés que sí toma así". Respuesta "¡Pues entonces no es un verdadero escocés!". Círculo ilógico cerrado.

 

2. Falacia genética. Relacionada al origen del argumento: "Claro que Pedro defendería a los sindicatos, ¡pertenece a uno!". Se evita discutir la validez de la postura.

 

3. Reduccionismo causal. Postulado: "Fulanito es exitoso porque su papá fue diputado". Parte de un hecho incuestionable para concluir algo que no puede ser comprobado.

 

4. Falacia de Composición y de División. Dos lados de una moneda. Si una parte de algo grande tiene alguna propiedad, entonces el todo la tiene. Ejemplo: "Wall Street es un lugar deshonesto, entonces mi vecino que trabaja ahí es deshonesto".

 

5. Pendiente enjabonada. Si A pasa, entonces B es inevitable. Sin que exista causalidad. Convencer asustando.

 

6. Dilema falso o "Blanco y Negro". Presentar sólo dos opciones cuando existen muchas. "Estás a favor de la transformación o a favor del régimen de corrupción". Suena familiar, ¿no? Ja, ja, ja.

 

7. Ataque personal (ad hominem). Evadir el debate atacando algún aspecto personal del oponente que no tiene nada que ver con lo que se discute. ¡AMLO da clases!

 

Apúntalas, oro molido para nuestra era.

 

Hoy más que nunca se requiere que ese balance entre escepticismo e innovación no privilegie tantas creencias populares que simplemente no aguantan el menor análisis.

 

Por el futuro de nuestra especie, urge que recuperemos el sapiens.

 

EN POCAS PALABRAS...

"Es mejor aceptar el universo tal como es que persistir en el engaño, por más cómodo que éste sea". Carl Sagan,

Jorge A. Meléndez Ruiz


domingo, mayo 24, 2020

 

Oportunismo

La evidencia muestra que el proyecto es el poder, no el bienestar o el desarrollo; en este contexto, la crisis ciertamente cae como anillo al dedo.

 

Se trata, como afirmó Rahm Emanuel, a la sazón asesor político de Obama, de "nunca desaprovechar una crisis... una oportunidad para hacer las cosas que pensabas que no podías hacer antes". En términos marxistas que utilizan muchos miembros de Morena, se trata de agudizar las contradicciones para cambiar la realidad.

 

Efectivamente, el Presidente fue electo para cambiar la realidad: su plataforma electoral planteaba enfrentar la pobreza, corrupción, desigualdad y la falta de crecimiento acelerado. Si algo lo ha distinguido en el pasado año y medio es por ser consistente en sus promesas y por avanzar su agenda en cada uno de esos frentes.

 

La pregunta clave sobre él no radica en los objetivos, que son públicos y transparentes, sino en las estrategias que está siguiendo para lograrlos.

 

Puesto en términos llanos, nadie puede estar en contra de esos objetivos, pero lo que parece evidente es que no está avanzando hacia su resolución: más bien, está concentrando el poder en todos los frentes, como si eso fuese suficiente para alcanzarlos.

 

La noción de que la concentración del poder resuelve los problemas del País se deriva de una lectura parcial e insuficiente de lo que ocurría en la era del desarrollo estabilizador, sobre todo en los 60 y principios de los 70.

 

En los 70 se intentó prolongar un modelo que ya no contaba con viabilidad económica o política a través de un creciente endeudamiento, lo que llevó a la crisis de deuda en 1982 y la terrible recesión de esa década.

 

El punto clave es que el modelo que había funcionado, una de cuyas características era una Presidencia fuerte, fue producto de estrategias políticas y económicas concretas.

 

La Presidencia fuerte era la consecuencia del modelo, no el modelo mismo. Además, ese modelo respondía a un momento histórico de México y del mundo que ya no existe. En este sentido, intentar recrear la Presidencia fuerte para resolver problemas del siglo 21 es, como hubiera dicho Marx, una farsa.

 

Lo anterior no ha impedido que la construcción de una Presidencia fuerte y un Gobierno enfocado al control prosiga con prisa y sin pausa, como ilustra el intento por eliminar cualquier control constitucional al manejo del gasto público o el agandalle eléctrico.

 

Sin embargo, la falacia detrás de ese proyecto es que no es susceptible de avanzar hacia el logro de los objetivos que se planteó el Presidente: claramente, la corrupción no ha disminuido (como siempre en nuestro sistema político, la corruptos son los del Gobierno en curso, pero ésta persiste); la pobreza no disminuye con el aumento de transferencias (pero sí se fortalece una base clientelar que nada tiene que ver con la pobreza), y, claramente, no merma la desigualdad. Del crecimiento ni que hablar.

 

La evidencia muestra que el verdadero proyecto no es de desarrollo, sino de control: no sólo todo está enfocado en esa dirección, sino que ni siquiera se pretende construir el tipo de capacidad rectora que caracterizó al desarrollo estabilizador.

 

Pero el objetivo de control viene acompañado de la neutralización no sólo de los (supuestos) contrapesos al poder presidencial, sino de la eliminación de todos los factores de éxito que caracterizaron al periodo que el Presidente denomina como "neoliberal".

 

Esto implica que el objetivo no es exclusivamente la restauración de una etapa del pasado de México, sino destruir las anclas que permiten que algunas cosas funcionen (por cierto, muchas de ellas muy bien, como la planta de manufactura para la exportación, ahora en riesgo). Esto seguiría la máxima de Trotsky de que "mientras peor vayan las cosas, mejor".

 

Lo peculiar del momento actual de México es que el Presidente avanza en el ámbito legislativo casi sin restricción, pero los resultados son, a pesar de ello, pírricos. Su fuerza legislativa es abrumadora, lo que le permite al Presidente usar a Morena como prefiera, pero no tiene capacidad de movilizar o controlar a la sociedad.

 

El Presidente ha convertido a la crisis de la pandemia en una oportunidad para avanzar su proyecto de control, pero no está avanzando: la sociedad ha cobrado cada vez más presencia y relevancia.

 

En una palabra: éste es el momento y ésta es la oportunidad para que la sociedad tome el papel que le corresponde, rompa con el mundo de la información falsa y de la corrupción imperante para construir una plataforma de sólido desarrollo futuro. Las crisis son oportunidades para todos.

 

Luis Rubio


 

Contra la modernidad

El proyecto de Gobierno de López Obrador tiene dos grandes vacíos: el punto de partida y la meta final.

 

En el inicio está el villano. El neoliberalismo, que ha repetido ad nauseam, es el culpable no sólo de todos los males que aquejan a México, sino de los del mundo entero, pandemia de Covid incluida. Un villano hueco, difícil de definir que es más un lema que una realidad.

 

Hay analistas que afirman que no existe, otros que es un término vago donde todo cabe y muchos más, que es tan sólo un insulto sin raíces en la realidad.

 

Hace días, Alex Doherty, que sí cree que existe, lo definió en The Guardian como la creencia política y económica que impulsó a varios líderes en los 70 a alejarse de la planeación económica dirigida por el Estado, herencia del socialismo soviético, y adoptar un modelo económico que pretendió extender el libre mercado a todas las actividades humanas y removió las regulaciones al capital financiero. Margaret Thatcher y Ronald Reagan fueron sus mejores representantes.

 

En el mundo, ese neoliberalismo se ha diluido: algunos países lo han atemperado con regulaciones, en otros el casillero de la derecha ha sido ocupado por fascistas, radicales racistas y misóginos y demagogos populistas como Trump.

 

López Obrador está peleando con molinos de viento neoliberales en el exterior y con otros igual de fantasmales dentro de México.

 

Aquí nunca hubo Gobiernos neoliberales. Algunos se declararon abogados del libre comercio y firmaron y defendieron el TLCAN -como López Obrador, por cierto-, respetaron a la iniciativa privada y abrieron la puerta a inversionistas en sectores estratégicos, antes intocables, como el energético. Pero ninguno buscó emular a Thatcher.

 

En cuanto al destino de su proyecto, López Obrador ha tenido siempre buen cuidado de no definir hacia dónde se dirige. Como es el maestro de la evasión y de las abstracciones inasibles (como el desarrollo sin crecimiento económico) hay que adivinar la meta de este sexenio a partir de las políticas que ha aplicado.

 

Es un líder populista obsesionado por acumular todo el poder y la toma de decisiones en sus manos. Un político pragmático que echa mano de cualquier ideología, creencias y supersticiones para apuntalar su proyecto nacionalista, autárquico y premoderno. Desde limpias, "detentes" y alianzas con grupos religiosos retardatarios, hasta un marxismo rupestre y bananero, que le sirve para legitimar su proyecto desde la izquierda o avivar una lucha de clases artificiosa que convierte a los ricos en malos.

 

El Presidente necesitará borrar del grupo de próceres que lo acompañan en sus peroratas a Benito Juárez: su verdadero enemigo es el liberalismo (sin "neo").

 

El liberalismo clásico que implica un talante ajeno a López Obrador: la inclusividad, la tolerancia y el amor al debate. Enarbola la bandera de la libertad y busca impulsar a seres humanos autónomos, capaces de organizarse como sociedad civil frente a los abusos del Estado. De esos que le paran los pelos de punta al Presidente. Hombres y mujeres que gozan de seguridad y los derechos inalienables de la libertad de expresión, de creencias y de manifestación sin distingos de raza o género.

 

Y todo eso protegido por un orden institucional de equilibrio entre poderes y respeto a la ley. Esas instituciones que López Obrador busca someter o, simplemente, mandar al basurero de la historia.

 

AMLO ha emprendido una lucha contra la modernidad y la democracia liberal que la sostiene. Está en guerra con el mundo industrializado y urbano que ha alimentado la movilidad social y ha emprendido una revolución educativa, científica y tecnológica. Se ha convertido en el apóstol de las comunidades tradicionales, condenadas a la pobreza y al analfabetismo funcional. No busca el progreso, sino el retroceso.

 

Para colmo de males le ha dado la espalda al mundo y pretende convertirnos en una autarquía "soberana". Eso no ha funcionado nunca. Ni aquí ni en China.

 

Isabel Turrent


sábado, mayo 23, 2020

 

México en la silla eléctrica

"Se compraba primero la energía a los particulares y paraban plantas de la CFE. Si garantizamos que no aumente la luz, no puede ser que estemos haciendo un esfuerzo de reducción de costos y los privados no aporten nada y se continúa con los mismos contratos leoninos".

 

Perdón por la franqueza, pero más estupideces de Andrés Manuel.

 

En noviembre de 2017 pronostiqué que él ganaría la elección. Entonces empecé a analizar sus propuestas. Pensé que era el único que podía darle un "shock" a un sistema anquilosado y corrupto.

 

Pero me di cuenta que sus ideas son terribles. Carecen de cualquier lógica económica. Pretenden revivir un pasado que él ve como glorioso, pero que fracasó rotundamente (relee "Back to the past").

 

Por eso pensé que era cuestión de tiempo que llegara una crisis económica. Si las ideas son malas, el destino final será malo. Originalmente estimé que la crisis se cocinaría a fuego lento.

 

Ya no.

 

La combinación del shock externo del Covid-19, la increíble falta de apoyo de la 4T a la planta productiva y el empleo y la absoluta terquedad de AMLO aceleran la llegada de la debacle.

 

México está sentado en la silla eléctrica y el Presidente va a prender el switch. El tema energético ejemplifica esto perfectamente.

 

En el caso de la electricidad, primero hay que explicar el concepto del despacho de luz. Imagina que en un momento del tiempo la demanda de electricidad es de 35,000 megawatts. ¿Cómo se satisface?

 

Despachando generadoras eléctricas que satisfagan esta demanda. ¿Y cómo se eligen? Ahí está el detalle, como diría Cantinflas.

 

El criterio que le conviene al consumidor es el despacho económico. Es decir, primero se elige a la generadora más eficiente, luego a la que le sigue y así sucesivamente.

 

Esto minimiza el costo de la luz, que se calcula como el promedio ponderado de las generadoras despachadas.

 

Pero esto no le gusta al gobierno porque las plantas de la CFE son viejas e ineficientes. Imagina, en promedio generan electricidad a $141 dólares por megawatt/hora (Mw/hr). No las despachan mucho porque son muy caras.

 

Los productores privados, que por cierto generan 46% de la luz en México, la producen a $68 dólares por Mw/hr.

 

Bueno, y en la tercera subasta eléctrica el promedio de costo de producción fue de $21 dólares por Mw/hr, ¡85% menor al de CFE!

 

Esto no le gusta al Tlatoani.

 

Por eso cambia las reglas para perjudicar al consumidor. Porque sí, nosotros pagaremos el chistecito de la 4T. Ya sea a través de luz más cara o de impuestos, si cumplen la promesa de "no subir la electricidad".

 

El punto es que la luz será más cara. Ah, y habrá más contaminación.

 

Las plantas de CFE que van a prender usan combustóleo, que es hipercontaminante. Y aquí está el puente a la tragedia petrolera.

 

Porque todo está interconectado.

 

El otro desastre energético de la 4T está en el petróleo. Pemex es obesa e ineficiente. Imagina, Chevron produce 70% más petróleo que nuestra gorda con apenas 36% de sus trabajadores.

 

A los precios actuales del petróleo, mientras más produce Pemex, más pierde. ¿Y qué quieren hacer los genios de la 4T? ¡Producir más!

 

Quieren procesar más petróleo en refinerías muy ineficientes. Imagina, de cada barril de refinados producidos en México, 26% es combustóleo. Esto es terrible: esta cifra en EU es apenas 1%.

 

El combustóleo de Pemex es súper contaminante y no lo pueden vender. No sirve para nada. ¿La genial solución? ¡Que lo utilice la CFE para producir luz cara y matar al medio ambiente!

 

De locos. Y así están en todo. Sus ideas son terribles.

 

Por eso no les saldrán las cuentas. Por eso ahora Morena quiere que el Inegi esculque ingresos y el patrimonio. Yo lo vengo diciendo desde hace tiempo: el 43% que estamos en la economía formal vamos a pagar el desastre que se nos viene encima.

 

Que no te quepa la menor duda: ahí viene el ramalazo.

 

Yo me pregunto: ¿dónde está Poncho Romo? ¿Arturo Herrera? ¿Por qué permanecen callados? Muchos llevamos años advirtiendo del peligro. La IP parece que ya despertó. Urgen más voces.

 

O nos levantamos de la silla o nos electrocutamos todos.

 

Jorge A. Meléndez Ruiz
 
benchmark@elnorte.com
 
Twitter: @jorgemelendez
 


viernes, mayo 22, 2020

 

La misma excusa

"La corrupción y la hipocresía no deberían ser productos inevitables de la democracia, como sin duda lo son hoy". Mahatma Gandhi

Como en todos los demás casos en que impulsa medidas controvertidas, incluso ilegales, el Presidente López Obrador afirma que lo hace para combatir la corrupción.

 

"En esos actos de corrupción", declaró ayer, "se dio la preferencia a estas empresas de generación de energías limpias en contra de la Comisión Federal de Electricidad. Lo que estamos haciendo ahora es poner orden y que haya piso parejo".

 

El mandatario anunció que va a pelear contra las suspensiones de los acuerdos de su Gobierno que buscan frenar la generación de energías limpias por empresas privadas.

 

"No es posible que estamos pasando por un mal momento económico todos y quieran seguir medrando como si nada pasara. La corrupción no se debe permitir en ningún momento y menos ahora".

 

No hay, sin embargo, visos de corrupción en los contratos de energías limpias. Las reglas son claras y justas. Se invitó a empresarios a invertir en plantas de nuevas tecnologías con la promesa de que la electricidad de menor precio se despacharía primero. Esto genera incentivos para aumentar la productividad y bajar el precio.

 

El Gobierno, sin embargo, quiere cambiar post facto las reglas. Ordena que se compre primero la producción de la Comisión Federal de Electricidad, que no solo es más cara, sino mucho más contaminante, y a los nuevos generadores ni siquiera les permite realizar las pruebas preoperativas para ofrecer electricidad en el mercado.

 

El Presidente, sin embargo, se queja: hasta "los periódicos más famosos del extranjero" dicen que "vamos a estatizar. No, lo que estamos haciendo es poniendo orden y acabando con la corrupción".

 

No es que los proveedores independientes de energías limpias fueran una amenaza para la CFE. Al 30 de junio de 2018, la capacidad instalada de energía eólica representaba 5.74 por ciento del sistema; la fotovoltaica, o solar, 2.16 por ciento. La Comisión, por otra parte, mantiene el monopolio de la transmisión y la distribución al consumidor final no industrial.

 

El resquicio en el que entra la competencia es pequeño, pero ni siquiera esto es aceptable para un Gobierno que quiere estatizar todo el sistema.

 

El acuerdo del 15 de mayo concentra todo el poder en la Secretaría de Energía. Un productor independiente no puede ya simplemente cumplir con las reglas y entrar a competir. La Sener decidirá si le permite generar o interconectarse, pero además puede cambiar después las reglas a discreción.

 

De hecho, esto es lo que está haciendo con los 44 proyectos que ya se encontraban en pruebas preoperativas y que hoy, para el Gobierno, tendrían que tirarse a la basura.

 

La Sener quiere aprovechar el combustóleo -ya prohibido en todo el mundo, incluso en altamar, y que obtiene de las anticuadas refinerías de Pemex- para seguir generando electricidad.

 

Lo peor es que la CFE no tiene ni siquiera los recursos necesarios para invertir en la modernización de las partes del negocio en que conserva el monopolio. Las redes de transmisión y distribución están obsoletas, pero en lugar de mejorarlas, el Gobierno quiere sumar la generación al monopolio de la CFE.

 

La nueva política energética no tiene nada que ver con la corrupción. El Gobierno no ha presentado una sola prueba de algún acto indebido. Es una excusa para regresar al monopolio total que la CFE tenía en los tiempos del viejo PRI.

 

Poco importa condenar a los mexicanos a pagar más por una electricidad más contaminante.

 

FELICES

Aunque en campaña prometió duplicar el crecimiento, hoy el Presidente prefiere descartarlo. Pero no hay que preocuparse. Él mismo está trabajando en "un índice alternativo" que considerará, además del crecimiento, el bienestar y la desigualdad. Seguro ofrecerá resultados más felices que los que hoy tenemos.

 

Sergio Sarmiento


martes, mayo 19, 2020

 

Codicia por lo ajeno

"Nunca he entendido por qué es codicia cuando quieres conservar el dinero que has ganado, pero no es codicia cuando quieres tomar el dinero de alguien más". Thomas Sowell

Alfonso Ramírez Cuéllar, presidente de Morena, ha visto la pandemia del Covid-19 como una oportunidad para imponer su visión autoritaria a México. No es el primero. La expresidenta del partido, Yeidckol Polevnsky, ha dedicado muchos de sus mensajes en Twitter a ensalzar el régimen cubano.

 

Este domingo, 17 de mayo, Ramírez Cuéllar, exdirigente de El Barzón, emitió un documento en papelería de Morena en el que señala que, "ante la emergencia económica y sanitaria", hay que "convenir la creación del NUEVO ESTADO [mayúsculas en el original] que habrá de emerger de la crisis que estamos padeciendo. Se busca dar certeza de lo que será la nueva normalidad".

 

Una de sus propuestas es "medir la concentración del ingreso en nuestro país". No se trata únicamente de la pobreza, "hay que medir también la desigualdad y la concentración de la riqueza".

 

Para cumplir este propósito Ramírez Cuéllar propone utilizar a una institución autónoma y respetada, pero con poderes mucho más amplios de los que tiene en la actualidad. "El INEGI debe entrar, sin ningún impedimento legal, a revisar el patrimonio inmobiliario y financiero de todas las personas... El INEGI también debe tener acceso a las cuentas del Sistema de Administración Tributaria y a toda la información financiera y bursátil de las personas... La progresividad fiscal tendrá que aplicarse a la propiedad, la riqueza, el ingreso, las emisiones de CO2 y los daños a la salud".

 

En México tenemos ya impuesto sobre la renta, al valor agregado, a productos y servicios, a la nómina, predial y muchos más. Las tasas, por otra parte, no son poca cosa. El impuesto corporativo es de 30 por ciento (sin considerar ni el reparto de utilidades ni el impuesto a los dividendos) mientras que en Suecia es de 22 por ciento y en Irlanda de 12.5 por ciento. Es cierto que la recaudación total en México es baja, pero no porque las tasas lo sean, sino porque sectores muy importantes de la economía están exentos o evaden impuestos ante la aquiescencia o la negligencia de la autoridad.

 

El presidente López Obrador parece haber entendido el costo de seguir elevando la carga fiscal y por eso ha prometido que no cobrará nuevos impuestos ni aumentará los ya existentes. Sus acólitos, sin embargo, parecen tener otras ideas. Morena, que sigue siendo el partido del mandatario, parece querer promover un nuevo impuesto, ahora a la riqueza, y convertir al INEGI en un organismo inquisitorio que se meta a los hogares de las personas y a sus declaraciones fiscales. Las medidas que está proponiendo son dignas de un gobierno fascista, quizá por eso habla del "nuevo Estado".

 

El líder de Morena busca arroparse con la figura del presidente López Obrador, a pesar del rechazo que este ha manifestado a los nuevos impuestos, y por eso dice que convertir al INEGI en una policía financiera sería una forma de llegar a la "nueva normalidad" que ha pregonado el mandatario. Pero despojar a los ricos de su riqueza no tiene nada que ver con lo que ha prometido el Presidente y en la práctica no hará más que provocar una fuerte fuga de capitales.

 

El mensaje llega en mal momento, en medio de una crisis. A pesar de que el presidente López Obrador ha afirmado una y otra vez que no seguirá el camino de Hugo Chávez o Nicolás Maduro, sus escuderos políticos parecen empeñados en presentar a Cuba y a Venezuela como los modelos para nuestro país.

 

Sergio Sarmiento


domingo, mayo 17, 2020

 

Proyecto fallido

Siempre me ha parecido simplista la noción de que todo lo que hace el Presidente se reduce a la implantación de los principios del Foro de Sao Paulo: aunque podría haber similitudes entre las propuestas de ese Foro con algunas políticas que ha emprendido López Obrador, su característica más básica ya como gobernante ha sido la consistencia entre sus acciones y sus declaraciones, todas ellas por escrito en sus libros previos a la toma de posesión.

 

Los documentos (y discursos) del Foro de Sao Paulo muestran un perfil ideológico muy claro, pero sus propuestas de acción son mucho más vagas de lo que comúnmente se piensa. Sus declaraciones tienden a ser muy específicas respecto a circunstancias particulares de países concretos y muy generales sobre el resto.

 

Desde luego, no queda ni la menor duda sobre la ideología y objetivos políticos de los integrantes de la organización, que incluyen huelgas, nacionalizaciones, rechazo a "modelos económicos importados", anular la independencia del Poder Judicial y apoyo a los Gobiernos de izquierda de la región.

 

Sus planteamientos son tan generales y generosos que dan pie para todas las conspiraciones que se le atribuyen, comenzando por la de buscar derrocar a los Gobiernos que no son de su agrado.

 

Muchos de los integrantes de Morena sin duda simpatizan con el Foro, pero no es obvio que ésa sea una fuente relevante de las ideas o propuestas que emprende el Presidente López Obrador. Aunque muchas de sus ideas no son benignas o viables, la conspiración no es lo suyo, excepto cuando se trata de quienes percibe como enemigos.

 

Más que seguir ideas ajenas, al Presidente lo motivan principios muy explicables en su biografía y que, al menos en lo económico, Carlos Camacho Alfaro, en su "Seminario Político", lo expresa con toda claridad: "En México se está llevando a cabo una Nueva Revolución Mexicana; el Presidente de la República ha sido muy claro y puntual en afirmarlo. Se trata de liquidar al régimen neoliberal. Así como la Revolución Mexicana liquidó al porfirismo y su base económica de los hacendados, la 4T pasa por liquidar a las bases sociales y políticas del Estado neoliberal. En su lugar, esta nueva revolución será nacionalista, popular y humanista, con 'nuevas bases espirituales' para la regeneración nacional. Es una estrategia, y se está aplicando en el contexto de la gran crisis provocada por la pandemia del Covid-19".

 

El proyecto es recrear lo que, en la mente del Presidente, funcionaba antes de que los pérfidos tecnócratas vinieran a cambiarlo todo con sus infames reformas. Antes, en la era del desarrollo estabilizador, como recordó AMLO en su discurso inaugural, el País gozaba de altas tasas de crecimiento, orden y no había violencia.

 

Como su predecesor (que en concepción política no era muy distinto), el Presidente se ha abocado a intentar recrear lo que le parece relevante de aquella época, especialmente su visión de una Presidencia que centraliza el poder e impone su voluntad, especialmente en asuntos económicos.

 

Hay un claro componente político y revanchista (someter a la mafia del poder) y un profundo sabor nostálgico: recrear el tiempo idílico de su juventud en que Pemex regalaba dinero en Tabasco y todo mundo vivía (del erario) bien.

 

En lugar de plan de Gobierno, se trata de una fantasía que recuerda mucho a las novelas de Spota, quien describía las veleidades de los Presidentes mexicanos en un entorno de excesivo poder. Pero ésta no es una novela: se trata de una concepción de Gobierno, del tiempo y del mundo que no es real y, sobre todo, que no es actual.

 

Lo más notable es que, a pesar de emplear recursos retóricos que pretenden ser grandiosos, como el de la 4T equiparada a Juárez y Madero, lo anima menos una visión de grandeza transformadora que la noción provinciana de un país sin posibilidades ni futuro en el que el dueño puede hacer de las suyas sin límite ni contrapeso.

 

México no es un pueblito perdido en el espacio. Más bien, se trata de una gran potencia manufacturera y exportadora, algo sólo posible por la calidad de su ciudadanía.

 

Aunque es evidente que padece enormes fallas -educación, inseguridad, pésimo sistema de salud, corrupción, pobreza e inequidad regional-, la mayor de todas es su Gobierno.

 

El Gobierno mexicano, en el sentido más amplio de la palabra, es incompetente, burocrático, abusivo y, sobre todo, ineficaz. La gran transformación sería construir uno que funcione y no hacerlo todavía más fallido de lo que ya de por sí es.

 

Luis Rubio


 

Medicina política

Los filósofos griegos equiparaban la responsabilidad de un dirigente político con la de un médico. Ambas vocaciones debían servir a la salud -la salud del paciente y la salud de la sociedad- y suponían dos virtudes esenciales: el desinterés y el conocimiento.

 

El argumento del desinterés en la medicina y la política -me informa mi amigo, el filósofo Julio Hubard, a quien debo las citas- está en la "República" de Platón. Sócrates persuade a Trasímaco de que el médico, si lo es cabalmente, examina y dispone lo mejor para el enfermo, no para sí mismo.

 

El médico, le explica, se parece al piloto, "que es gobernante de marineros, y no un marinero". Como piloto-gobernante "atenderá y dispondrá" lo que "le conviene no a él, sino al marinero-gobernado". Trasímaco lo admite a duras penas. Finalmente, Sócrates concluye:

"Entonces, Trasímaco, en ningún tipo de gobierno aquel que gobierna, en tanto gobernante, examina y dispone lo que le conviene a él, sino lo que conviene al gobernado... para quien emplea su arte. Con la vista en el gobernado y en lo que al gobernado conviene, el gobernante dice todo lo que dice y hace todo lo que hace".

 

La vindicación del conocimiento en la política y la medicina está en la "Política" de Aristóteles:

"Los médicos, cuando están enfermos, mandan llamar para sí mismos a otros médicos. Parece entonces que puede aplicarse el mismo principio a la elección: el elegir bien es misión de los expertos".

 

Karl Popper, el gran teórico de la sociedad abierta, criticaba la idea del gobierno de los expertos por ser limitativa para la democracia, pero el tema aquí no es el procedimiento de elección, sino la calidad ética del liderazgo democráticamente electo. Y en el México de hoy esa calidad ética está en entredicho. La politización de la medicina daña al paciente y a la sociedad.

 

El doctor López-Gatell no actúa como médico, sino como político. La historia consignará sus frases tristemente célebres como "la fuerza del Presidente es moral, no es una fuerza de contagio" o sus diagnósticos de la "sospechosa sincronía" del Wall Street Journal, New York Times, El País en la publicación de cifras de enfermos y fallecidos que refutaban sus datos.

 

Este escamoteo de la información es ya de suyo una falta mayor a su responsabilidad como servidor público (eso es lo que es, no un servidor del Presidente) porque el ocultamiento o maquillaje de la verdad no contribuye a la acción responsable y autónoma de la colectividad.

 

Pero aún más graves son los errores voluntarios que se cometieron desde el inicio, como la aplicación improcedente del método Centinela que condujo a un diagnóstico equivocado con consecuencias letales. Todo esto implica una falta al juramento hipocrático cuyo dictado es evitar el daño.

 

El Presidente López Obrador no actúa como político, sino como médico. Pero un médico peculiar. No un médico mercantilizado por la ciencia neoliberal, ésa que se aprende en universidades y centros de salud en el extranjero. Él es distinto.

 

Confiado en su visión, destruyó un sistema de salud en operación que contaba con reconocimiento internacional para sustituirlo por una quimera; confiado en su buena estrella, mermó el Fondo para enfermedades catastróficas que hubiese ayudado a aliviar la penuria actual; confiado en aquello que llama "sus datos", predicó con el ejemplo y la palabra, por los medios y las redes, que a la pandemia había que desafiarla con abrazos, muchos abrazos.

 

¿Qué clase de médico es el Presidente? Es un médico anterior a los griegos, un médico que no cura, pero salva. Es un rey taumaturgo. La medicina es él, su tacto purificador, su aura, su abrazo, su beso, su selfi, su palabra.

 

Un dirigente político que actuase con sentido humano (no a partir de una autoproclamada advocación divina) utilizaría otras medicinas.

 

Escucharía a los verdaderos expertos nacionales y extranjeros; se aseguraría de tener los datos objetivos y fidedignos para comunicarlos a la ciudadanía con verdad y claridad; garantizaría el acopio de equipos y medicinas pertinentes para hoy y para el futuro; promovería una campaña de comprensión y apoyo al personal médico y de enfermería que cada día arriesga su vida para salvar la del prójimo; alentaría la unidad nacional; convocaría a un pacto económico para enfrentar la crisis y vislumbrar la reconstrucción; y, sobre todas las cosas, adoptaría ese rasgo elemental de compasión que rara vez o nunca se advierte en el rostro presidencial cuando se trata de las víctimas: la empatía.

 

Enrique Krauze


viernes, mayo 08, 2020

 

El fiasco del siglo

La pandemia continúa su expansión con estelas de devastación.

 

Desde el inicio, los esfuerzos de las autoridades mexicanas, encabezados por Hugo López-Gatell, fueron tardíos e insuficientes.

 

La inacción y el discurso condescendiente revelan resignación ante un curso de acontecimientos que era predecible, no inevitable.

 

Las acciones de López-Gatell han sido incluso perjudiciales a la contención. La lista es larga, pero destacan tres: 1) la descalificación de medidas preventivas simples y efectivas como el uso de cubrebocas, 2) la desinformación sugiriendo que los portadores asintomáticos no contagian y 3) la insistencia en que las pruebas diagnósticas masivas no son útiles.

 

Las acciones pasaron de la insuficiencia a la negligencia. Tras 14 días de los primeros casos, López-Gatell declaró que sería "demasiado complicado" seguir rastreándolos.

 

Pasamos de la ilusión del control a la vigilancia centinela, modelo que arroja sólo cifras y estimaciones generales. Las autoridades convertidas en espectador. Reportan datos descriptivos que no llevan a decisiones informadas.

 

El 11 de abril, López-Gatell declaró: "No necesitamos cambiar la estrategia (...) la definimos en enero y es para toda la epidemia".

 

¿Tiene esa estrategia la intención de contener los contagios? La respuesta está en las declaraciones de López-Gatell.

 

· 16 de marzo, en aquel ignominioso ejercicio de estulticia científica: "La fuerza del Presidente es moral, no es una fuerza de contagio" fue más preocupante lo dicho antes: "casi sería mejor que padeciera coronavirus porque (...), como la mayoría de las personas, se va a recuperar espontáneamente y va a quedar inmune".

 

· 7 de marzo: "La estrategia que seguimos es de mitigación, no de contención. México (...) no tiene aspiración alguna de que el virus se va a detener".

 

Permitir que una proporción crítica de la población adquiera inmunidad para conferir protección al resto se conoce como "inmunidad de rebaño". El fenómeno se refiere a la vacunación, no a permitir que la gente enferme intencionalmente.

 

La Universidad Johns Hopkins señaló que para lograr inmunidad de rebaño efectiva contra el Covid-19, más del 70 por ciento de la población debe ser inmune. Sin vacuna, eso llevaría más de 18 meses.

 

El 23 de abril circuló una nota en la que López-Gatell estimaba que 125 mil mexicanos requerirían hospitalización y hasta 8 mil morirían. Resulta pavoroso que la persona al frente del control de la pandemia acepte la previsión de tantas muertes, pero además cabe señalar sus errores aritméticos.

 

Según estudios en The Lancet, 80 por ciento de los casos son asintomáticos/leves, 15 por ciento hospitalizados y 5 por ciento críticos. De los últimos, muere más del 80 por ciento. López-Gatell estimó 125 mil hospitalizados, eso significa 833 mil infectados, 42 mil críticos y 33 mil muertos o más.

 

Cifras ocultas y verdades a medias son graves, pero el error magno es otro: para que en México (población: 127 millones) se diera inmunidad de rebaño efectiva sin vacuna, tendrían que infectarse 88.9 millones de personas o más.

 

Habría por lo menos 13.3 millones de hospitalizados y 4.4 millones críticos (8 mil 231 al día durante 18 meses). Al menos 3.5 millones de personas morirían. El "Fiasco del Siglo" consiste en haber apostado a una estrategia que implicaría sacrificar a 3.5 millones de personas, pensando que sería el camino más fácil y menos costoso.

 

Vendrá la rendición de cuentas. La historia no es amable con científicos que en pro del "bien común" y faltando a la ética, han sacrificado vidas humanas. ¿Josef Mengele viene a la mente?

 

En México acumulamos 29 mil 616 casos y 2 mil 961 muertes hasta ayer jueves. El virus no desaparecerá espontáneamente. No existe vacuna ni tratamiento. Se deben implementar medidas enérgicas de contención, mediante pruebas diagnósticas masivas y rastreo de casos.

 

El precio de la vacilación de las autoridades es el sufrimiento de miles de mexicanos. Tienen la obligación de rectificar, para detener y resarcir el daño.

Laurie Ann Ximénez-Fyvie

La autora es Doctora en Ciencias Médicas con Especialización en Microbiología, egresada de la Universidad de Harvard. Jefa del Laboratorio de Genética Molecular. Facultad de Odontología, UNAM.


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