viernes, noviembre 29, 2013

 

Motín ejidatario

Andan muy enojados algunos ejidatarios de Chiapas, se habrán enterado, amigos, por la nota que publicó éste su periódico ayer, al grado de enfrentarse con la Policía, quemar vehículos, realizar bloqueos y lanzar amenazas contra particulares y autoridades.

"¿Con quién están enojados?", tienen derecho a preguntar, y la verdad es que esto no queda muy claro, por lo que pensamos que seguramente traen entre ceja y ceja a David Ricardo o a Adam Smith, autor del libro "La Riqueza de las Naciones" ("The Wealth of Nations").

Ello porque estos grandes filósofos y escritores británicos son considerados fundadores de la economía moderna y abrazaban, entre otras ideas, la existencia de la ley de la oferta y la demanda.

Noticia que aparentemente apenas les está llegando -causándoles enorme disgusto- a los ejidatarios de Chiapas que siembran maíz, pese a que la tesis mencionada se conoce cuando menos desde el siglo 17.

Los ejidatarios protestan airados y amenazan con armar enorme bronca porque nadie les quiere pagar a ellos lo que piden por la tonelada de maíz que producen.

El precio del mercado está en 2 mil 600 pesos la tonelada, sin embargo, los ejidatarios chiapanecos quieren que se les PAGUE MÁS.

¿Por qué quieren una cantidad muy superior a la que rige en el mercado? Por la misma razón que Edmund Hillary escaló el Everest: "¡Porque se puede!".

Con cuánto más del precio de mercado se conforman los ejidatarios quién sabe, pero por lo pronto, y asustado por el motín, el Gobierno de Chiapas les está ofreciendo 3 mil 700 pesos por tonelada para que se aplaquen, poco más de mil pesos la tonelada por encima del precio real.

La diferencia entre precio de mercado y lo que les pretende pagar el Gobierno de Chiapas o el federal, como hizo con los cañeros, a quienes les regaló hace poco un subsidio considerable, es un regalo con cargo al pueblo y para beneficio de estos productores que no saben que, de acuerdo con la ley de oferta y demanda, cuando hay abundancia de un bien -cual es el caso del maíz en la actualidad-, su precio baja, y cuando escasea su precio sube.

Esto no les cuadra a los ejidatarios chiapanecos; entonces, mediante el amago de la violencia, pretenden traspasar su ineficiencia para encontrar mercado a su producto, extorsionando al Gobierno, que es lo mismo que decir a la sociedad.

No sabemos aún quién a nivel federal "maneja" esta bronca, si la Secretaría de Agricultura o la de Economía, pero si para "solucionar" este problema se emplea el recurso indebido de otorgarles un subsidio a quienes pretenden que NO SE APLIQUE a su negocio las leyes del mercado, se fijará un precio artificial por un grano que se comercia globalmente y se estará sentando un negro precedente, que se convertirá en incentivo para todos los productores nacionales a pretender recurrir a los subsidios dando pie a que se den en nuestro país, entre otras cosas, graves distorsiones del mercado alimentario nacional, lo cual puede conducir a que falle su equilibrio, generando escasez e inflación en los precios.

Ello además de que, al quedar establecido que los actos violentos les reditúan económicamente hablando a los grupos que recurren a ellos, se extiende una invitación general a todos los inconformes en México a que trastoquen la paz social.

Ni económica ni socialmente le conviene al País que ocurra esto, no obstante, hay un claro riesgo de que tal cosa suceda si se recurre a este tipo de soluciones que realmente no lo son de fondo, sino que equivalen a arrancarse un brazo para darle de comer al lobo hambriento.

El sistema ejidal en México es disfuncional, esto es sabido, el paradigma en el que se encuentran los ejidatarios de Chiapas (exceso de grano cosechado que conduce a bajo precio) tiene que ver con seguir apegados a un programa de producción que está divorciado de los mercados, creando burbujas de abundancia de ciertos granos que el mercado interno no puede consumir y que el externo tampoco, ya que su alto precio los hace nulamente competitivos.

Lejos de otorgar subsidios sin ton ni son, a nivel federal o local, algo debe hacerse para modernizar a nuestro campo y al sistema ejidal.

Empezando con el concepto de adecuar las cosechas a las demandas del mercado para evitar la creación de privilegios económicos que se otorgan a ciertos sectores y a otros no, y de pasada evitando medidas reñidas con las reglas económicas que sólo conducen a generar más ineficiencias y pérdida de competitividad en un país aquejado de por sí por estos vicios.

 
El abogado del pueblo 
fricase@elnorte.com


sábado, noviembre 23, 2013

 

Estado voraz

En el mundo ideal, el Estado es la encarnación del interés universal y su misión principal es garantizar la paz y la seguridad de los ciudadanos. A lo que se agrega, siempre en el mundo ideal, la misión de reducir la desigualdad.

En el mundo real, el Estado es una organización con intereses particulares, integrado por la burocracia y la clase política. Su acción y reproducción apuntan siempre a la expansión del presupuesto y la creación de cargos públicos, que son su fuente de poder.

El único factor de contención a la voracidad estatista proviene de la sociedad. Por eso en cada país la fuerza del Estado y su peso sobre la sociedad varía. El indicador más simple de esa correlación es el número de burócratas sobre la población total.

México es el ejemplo perfecto de un Estado obeso y voraz. Nuestros casi 8 millones de burócratas, sobre una población de poco más de 115 millones de habitantes, contrastan con los 2.2 millones de burócratas en Estados Unidos, sobre una población de 300 millones de habitantes.

Por eso no es casual que la reciente "reforma hacendaria" no haya contemplado la reducción de la burocracia ni mecanismos para hacer eficaz el gasto público. Su objetivo fue y es incrementar el presupuesto, es decir, el poder de la clase política y la burocracia.

Y tampoco es casual que la discusión sobre la reforma político-electoral, que están negociando PRI, PAN y PRD, no contemple la reducción del número de Senadores y Diputados, como ofrecieron panistas y priistas en la campaña por la Presidencia de la República.

Para nuestra desgracia y sorpresa, la alternancia en México, lejos de contener la voracidad del Estado, ha incrementado el gasto público y el número de burócratas. Pemex es el ejemplo perfecto: los gastos personales (nómina y directivos) aumentaron 184 por ciento entre 2000 y 2012.

A lo que hay que agregar la socialización de la corrupción. En estos 13 años no ha habido avances en la transparencia y rendición de cuentas, pero la corrupción se ha multiplicado. Los partidos, que fueron Oposición bajo el priato, se han mimetizado con las viejas prácticas priistas.

Con una agravante, bajo el sistema vertical priista los Gobernadores y los Presidentes Municipales tenían sobre su cabeza una espada de Damocles, que el Presidente de la República podía blandir en cualquier momento. Hoy, se han emancipado. Y la corrupción se ha, literalmente, democratizado.

No hay partido que se salve. Las recientes revelaciones sobre las "comisiones" que obtienen los Diputados por asignar recursos públicos son apenas la punta del iceberg. Porque en las diferentes instancias de gobierno -federal, estatal y municipal- la corrupción es aún mayor.

Baste señalar que en el Reporte Global de Competitividad del Foro Económico Mundial, México se localiza en el lugar 81 de 144 en pagos irregulares y sobornos, y 97 en el caso de la carga de regulación gubernamental.

Lo que amerita un comentario sobre la regulación en México. En el mundo ideal sirve para proteger a los usuarios, clientes y ciudadanos. En el mundo real es el instrumento para someterlos a extorsión porque los reglamentos son absurdos o imposibles de cumplir.

Por eso se puede afirmar que en nuestro sistema político la corrupción y la falta de rendición de cuentas no son tumores que hay que combatir con quimioterapia, sino el aceite que hace funcionar los engranajes de la maquinaria estatal.

La voracidad del Estado tiene, pues, asideros muy claros: a mayor presupuesto, mayores funciones y mayores cargos públicos.

A mayor presupuesto, más obras y más "comisiones" para Diputados, pero también para Gobernadores, Presidentes Municipales y funcionarios de los tres niveles de gobierno.

A mayor presupuesto, mayor lealtad de los grandes sindicatos nacionales, como el SNTE o el gremio petrolero.

A mayor presupuesto, mayores recursos para las políticas asistencialistas que permiten comprar votos y voluntades.

A mayor presupuesto, mayores tajadas para las oposiciones, como lo ejemplifica el fondo de capitalidad otorgado al PRD, así como los 400 millones de pesos adjudicados a la cooperativa refrescos Pascual -afín al PRD.

A mayor presupuesto, mayores recursos para distribuir a la CNTE y aplacar un movimiento que viola sistemáticamente la ley y atenta contra ciudadanos y niños que se quedan sin clases.

Y por si todo lo anterior fuera poco, el Estado voraz es incapaz de garantizar el orden y la seguridad de los mexicanos.

Octavio Paz hablaba de un ogro filantrópico. No se equivocaba.

 

Jaime Sánchez Susarrey


viernes, noviembre 15, 2013

 

Cigarra y hormiga

"Cantando la cigarra pasó el verano entero sin hacer previsiones allá para el invierno".
Félix María Samaniego
 
Érase una vez una cigarra que pasaba el verano cantando y burlándose de una hormiga que laboraba del alba al anochecer. "Para qué pierdes el tiempo trabajando", decía la cigarra a la hormiga, "si el día es cálido y hermoso y la naturaleza se presenta en todo su esplendor".

"El tiempo no permanecerá así todo el año", respondía la hormiga sin detenerse. "En unos meses bajarán las temperaturas, los árboles perderán sus hojas, los cielos se cubrirán de nubes y los campos ya no rendirán sus frutos. Éste es el momento de trabajar para tener sustento en el invierno".

La cigarra rió y siguió cantando, pero meses después los cielos se tornaron grises, las temperaturas descendieron y los campos quedaron desnudos. La hormiga se refugió en su madriguera, cómoda y calentita, con alimento suficiente para el invierno, una buena colección de libros y sus discos favoritos de Mozart y Bach.

La aterida cigarra acudió a la casa de la hormiga para pedirle un préstamo. El frío era agobiante: necesitaba alimento y un lugar cálido para pasar el invierno. La hormiga le preguntó:
 
-¿Qué has hecho en el buen tiempo?

-Yo -dijo la cigarra- a todo pasajero cantaba alegremente, sin cesar ni un momento.

-¿Conque cantabas cuando yo andaba al remo? Pues ahora, que yo como, baila.

No quedaron, empero, así las cosas. La cigarra organizó un movimiento de protesta. Con el apoyo de otras cigarras que se hallaban en el mismo caso, bloqueó carreteras, avenidas y aeropuertos, pero también la entrada a la madriguera de la hormiga y el acceso al Ministerio de la Gobernación.

"Es injusto", decía la cigarra, "que la hormiga tenga tanto mientras nosotras tenemos tan poco. Somos pobres porque ella es rica. Hay que quitarle lo que ha acaparado para que todas seamos tan prósperas como ella".

El Ministerio de la Gobernación encontró justo lo que pedían, sobre todo porque las cigarras, que eran mayoría en el reino, le prometieron sus votos al partido en el poder. Ordenó el Ministro de inmediato la confiscación de todos los bienes de la hormiga. Era injusto, dijo en su solemne decreto, que una hormiga tuviera tanto mientras las cigarras pasaban hambre y frío. El Ministro se quedó con la mitad de los bienes de la hormiga y repartió la otra mitad entre las cigarras del reino, que con alegría festejaron durante el invierno el triunfo de la justicia social.

El tiempo, como suele hacerlo, siguió su camino y sus mudanzas. Al invierno siguió la primavera e inmediatamente después el verano. La cigarra reanudó sus fiestas y sus cantos. Los viajeros que llegaron al reino le aplaudieron y festejaron su gracia y su salero naturales.

Su única inquietud vino de no encontrar a la hormiga. No quería ya burlarse de ella sino cantarle e invitarla a un coro. Pero la hormiga no estaba ese verano trabajando en sus habituales campos.

Pronto llegó el otoño y más adelante el invierno. Las cigarras tuvieron una vez más frío y hambre y organizaron manifestaciones y bloqueos que se volvieron violentos. El Ministro de la Gobernación, temeroso por su propia persona y familia, mandó guardias a cobrar el impuesto de la hormiga que sostendría a toda la comunidad de las cigarras. Pero la hormiga no apareció ni en su madriguera ni en ningún otro lugar.

Las cigarras, enfurecidas, lincharon al Ministro y lo despojaron de los bienes de la hormiga que aún conservaba. Al final del invierno no había ya nada que expropiar y las cigarras fueron falleciendo una por una de frío y hambre sin poder ya cantar o bailar.

Sergio Sarmiento

www.sergiosarmiento.com


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