domingo, enero 23, 2011

 

Las verdades

Hace poco más de 100 años, el periodista e historiador Francisco Bulnes publicaba su famoso libro "Las grandes mentiras de nuestra historia", donde desmitificaba la vida y hechos de Santa Anna. Si en esa época lo imperioso era decodificar las mentiras, hoy nuestro déficit es de verdades. Felipe González, el ex Presidente del Gobierno español, decía hace no mucho que los mexicanos parecemos tenerle miedo a la verdad y que ese miedo se traduce en irresponsabilidad y que ésa es quizá la principal fuente de parálisis en la actualidad. Cuando no se confrontan las verdades, los candidatos prometen la luna y las estrellas y nadie les puede exigir que cumplan porque todo mundo sabe de entrada que no es más que un juego. El problema es que ese juego nos está costando la viabilidad del País.

Para nadie es sorpresa que confrontamos enormes problemas. Eso no es inusual en la vida de las personas o de los países. Lo que sí es inusual es la absoluta indisposición ya no a confrontarlos y resolverlos, sino incluso a discutirlos. Los problemas no se discuten sino que se eluden porque enfrentarlos es políticamente incorrecto. Esto lleva a que se planteen y discutan iniciativas de ley que no son susceptibles de atacar los problemas de fondo, que se presenten propuestas ajustadas a lo que el Poder Legislativo pueda tolerar y no lo que se requiere, o a que, simplemente, se evadan los temas relevantes.

Esto no hace sino nutrir los círculos de desconfianza que caracterizan la relación entre políticos y ciudadanos y, peor, a sedimentar el cinismo, que es primo hermano del pesimismo que domina a la sociedad mexicana estos días.

Los dilemas, entuertos y retos que aquejan al País no se pueden ignorar. Lo que sigue es una pequeña enumeración de algunos de los más obvios.

- El petróleo se está acabando. Es cierto que los pozos tradicionales se pueden explotar con mejores tecnologías, pero el petróleo como fuente de financiamiento del déficit público y de todos los sueños de nuestros políticos y, por lo tanto, como mecanismo de evasión de la realidad está llegando a su fin. A pesar de ello, en años recientes se aprobó un nuevo régimen para Pemex y se decidió la construcción de una nueva refinería, ninguno de los cuales es apropiado a la realidad actual. En lugar de reconocer la realidad fiscal del País y dotar a la paraestatal de un régimen de gobierno interno funcional y racional, el tiempo pasa sin que pase nada. Puros sueños.

- El otro lado del tema petrolero es el fiscal. La estructura de financiamiento del gasto público es muy pobre, la evasión es enorme, la burocracia encargada de la recaudación fiscal impenetrable y, por encima de todo, el sistema promueve la evasión e incentiva el crecimiento permanente de la economía informal.

- La economía informal es el único sector que crece sin cesar, pero, paradójicamente, también es el único que tiene límites absolutos a su crecimiento. Hay cada vez más mexicanos involucrados en la economía informal (algunos calculan que incluye hasta dos terceras partes de la población económicamente activa) y ésta representa entre la tercera parte y la mitad de la economía total. El problema de la economía informal es que las empresas en ese mundo no pueden lograr una escala suficiente para prosperar porque no quieren atraer la mirada de las autoridades fiscales o laborales, pero sobre todo porque no tienen acceso al crédito, sin el cual el crecimiento es imposible. La existencia de la economía informal es la mejor prueba de lo errado de nuestras políticas fiscales y laborales.

- La legislación laboral fue diseñada para satisfacer a los grandes sindicatos y garantizarle al sistema un generoso intercambio de beneficios a los líderes sindicales a cambio del control político que éstos le aportaban al sistema. Ese régimen laboral empataba las necesidades políticas de hace 80 años, pero hoy se ha convertido en un fardo para el desarrollo del País. Lo que se requiere es flexibilidad, capacidad de crear y destruir empresas, transferir activos y generar empleos apropiados a una economía de servicios como la del siglo 21, totalmente distinta a la de industria básica de los 30 del siglo pasado. La oposición de los sindicatos a cualquier cambio es explicable, pero el sacrificio del otro 95 por ciento de la población es un tanto costoso... Es imposible construir un país moderno mientras cuatro o cinco sindicatos extorsionan al Gobierno.

- En materia de impuestos, el punto de partida es la desconfianza: las autoridades no confían en la ciudadanía, razón por la cual han elaborado una maraña de requisitos, procedimientos, reportes y pagos que sólo un ejército de contadores puede satisfacer. El resultado es un enorme sesgo en la recaudación tributaria que de hecho promueve la evasión. Como en el terreno laboral, un país moderno que aspira a ser exitoso en los sectores y actividades punteros del desarrollo económico no puede funcionar si no cuenta con un sistema de recaudación que simplifica y facilita el cumplimiento de las obligaciones fiscales pero, sobre todo, que parte de la corresponsabilidad y la confianza. La burocracia fiscal es tan culpable de la mala recaudación como lo son los evasores que no hacen sino aprovechar el sistema.

- El sistema judicial es una de nuestras lacras. Por el lado del Ejecutivo, los ministerios públicos son una vergüenza: su incompetencia exige un replanteamiento total por corrupción o por mera incapacidad. Por el lado del Poder Judicial, la Suprema Corte, aunque tímida en asumir su carácter constitucional, se ha convertido en un pilar central de la gobernabilidad del País. Sin embargo, todo el sistema de tribunales incumple con su objetivo medular: se gastan carretadas de dinero, pero la justicia no llega. No es que todo sea corrupción, sino que todo está diseñado para que nada funcione.

Tenemos una extraordinaria propensión a buscar culpables en lugar de encontrar soluciones o, incluso, dilucidar la naturaleza de los problemas. No se puede pretender que funcione la economía mientras prevalezcan feudos, privilegios y cotos de poder. No se puede crear un entorno competitivo del que se excluyen, antes de comenzar, sectores clave para toda la economía, como el petróleo, la electricidad y las comunicaciones. Los intereses pueden ser muy poderosos, pero mientras no se discutan los temas en público es imposible comenzar a derrotarlos, y la reticencia a hacerlo acaba siendo cómplice. Las cosas hay que llamarlas por su nombre y México vive un profundo miedo a encarar los temas que lo paralizan. "El pueblo que no ama la verdad", decía Maquiavelo, "es el esclavo natural de todos los malvados".
Luis Rubio
www.cidac.org

 

lunes, enero 17, 2011

 

Indignación miope

Parece imposible estar en contra de la campaña. Basta de sangre, basta de violencia, basta de muerte. El país no puede acostumbrarse a escuchar el reporte de muerte como si fuera aviso del clima. No podemos tolerar esa frenética carrera de violencia y salvajismo. Cada vez más muertos pero también, cada vez más arrogancia criminal, cada vez más terrorismo intimidatorio.

Por supuesto: necesitamos poner fin a la violencia que desangra al país, que nos llena de miedo, que amenaza con sumirnos a la barbarie. Necesitamos escapar de este círculo de sangre si no queremos perder una generación de México. Pero detrás de un lema inobjetable se presenta una lectura inadmisible: el problema que padecemos es de hechura exclusiva del Gobierno. El Presidente Calderón es el causante de una guerra costosísima y sólo a él corresponde declarar de inmediato el armisticio. Él inventó una guerra y a él toca pararla. El "Ya basta" se dirige al Gobierno, ¡no a los criminales!

¿A qué se le convoca? ¿A cesar las hostilidades contra los criminales? ¿A pactar con ellos? ¿A cederles el terreno que consideran suyo? ¿A pedirles una disculpa? El hartazgo de la violencia puede incubar una tentación realmente peligrosa: llegar a la conclusión de que los costos del enfrentamiento son tan altos que más vale dejar de pelear con los criminales.

Negociar con los criminales en aras de la paz. Eso es lo que se lee entre líneas cuando se habla de terminar de inmediato con "la guerra de Calderón"; cuando se considera que el responsable de la violencia mexicana no son los secuestradores, los narcotraficantes, los sicarios, los decapitadores, los extorsionadores sino el Gobierno federal que los ha enfrentado desde el inicio de esta administración. Estamos perdiendo de vista lo elemental: el crimen organizado, no el Gobierno, es el responsable de la violencia que padecemos. Si exigimos que cese la violencia deberíamos dirigir nuestro llamado a las bandas criminales; no al Presidente Calderón.

Al Presidente Calderón hay que exigirle que cumpla con la ley. Nada menos pero también algo más que legalidad: resultados. Por eso tiene que perseguir a los criminales, pero hacerlo con eficacia. Castigar el delito es obligación primaria del Estado. Dejar de hacerlo, como se hizo durante mucho tiempo, es invitar al cáncer a dormir en nuestros pulmones, pensando que, por firmar un convenio, el cáncer se conformará con la tos. No tengo duda de que el Presidente Calderón tuvo razón en encarar al crimen organizado desde el arranque de su administración. Tenía que hacerlo. Su estrategia, sin embargo, puede ser cuestionable. A la luz de sus resultados lo es, sin duda alguna. No partió de un diagnóstico realista del problema, ni conocía la confiabilidad de sus recursos. No ha dado resultados y, en muchos sentidos, ha agravado el problema.

Pero Felipe Calderón no inventó la inseguridad que alcanzaba ya niveles dramáticos en el sexenio de Vicente Fox. La ocupación de Michoacán no fue producto de su fantasía; la descomposición de Ciudad Juárez le precede muchos años; el fortalecimiento militar, económico y político del narcotráfico no son farsas propagandísticas para justificar una guerra. Frente al crimen organizado no había otra alternativa: era necesario encararlo. Para enfrentarlos, desde luego, había otras opciones. Pero ya no era posible cerrar los ojos ante un enemigo que se hacía de territorio, que decidía en muchos lugares lo que la prensa publica, que disponía de arsenales monstruosos, que corrompe y controla porciones amplias del Estado.

Al Presidente Calderón hay que exigirle que se conduzca con responsabilidad y con inteligencia. Hay que exigirle cuentas y, sobre todo, resultados. El Gobierno debe perseguir al crimen organizado con los instrumentos de la ley y sólo con ellos. No hay justificación alguna para el abuso, para la violación de los derechos humanos. Pero no podemos equivocar el blanco de nuestra indignación. Si no estamos dispuestos a aceptar la muerte como escenario cotidiano, más nos vale ubicar quién la provoca. No es el Gobierno. Son los criminales. Eso que parece de elemental sentido común, empieza a escapársenos.

No juguemos tampoco con la idea de la equivalencia moral: tan malos los unos como los otros. No perdamos esa sensatez elemental: los canallas que raptan e intimidan; los que mutilan y matan son los criminales. Que el Gobierno de Felipe Calderón haya politizado irresponsablemente la lucha contra el crimen organizado, que haya sido ineficaz en su actuación, que la inseguridad haya empeorado significativamente en su administración no niega el dato central: la mayor amenaza de México es el crimen organizado. El país no tendrá futuro si no logra derrotar a los criminales. Por eso el Gobierno tendrá que perseverar en su lucha contra los violentos. Deberá reconsiderar su estrategia, replantear sus prioridades pero no debe desistir de su encomienda elemental: recuperar para todos la paz.

Jesús Silva-Herzog Márquez
http://blogjesussilvaherzogm.typepad.com/

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Los verdaderos culpables son los HDSRPM del narco, del crimen organizado. Los gobiernos, especialmente el Federal, no causaron esto. Los gobiernos, de los tres niveles, Federal, estatales y municipales, son RESPONSABLES de brindarnos seguridad y reducir la criminalidad. Hay que criticarlos, hay que exigirles que cumplan con su responsabilidad, que desquiten sus sueldos. Que depuren a las policías, que ya no gasten en imagen y que lo inviertan en seguridad. Pero de eso a decir que los 35 mil muertos en 4 años es culpa del gobierno Federal, hay mucho trecho.

Dany Portales



domingo, enero 16, 2011

 

La diferencia

Pasé un año en Inglaterra, un país de primer mundo. Fui a estudiar una maestría porque se reconoce como uno de los países con mejor calidad de vida, cultura más profunda y gran nivel de estudio.

Me encontré un país increíblemente hermoso pero, como todos, con políticos de derecha e izquierda corruptos e impopulares, con problemas de discriminación grave, con terrible depresión económica, con la mayor tasa de desempleo en décadas, con problemas de migración, con asesinatos y con robos. Un país con leyes absurdas, que enfrenta una guerra contra enemigos que él mismo ayudó a crear; con desigualdad, sumido en el individualismo y la relatividad.

Es decir, un país que en muchas cosas se parece a México.

Digo eso y la gente me pregunta a menudo, entonces, ¿cuál es la principal diferencia entre México e Inglaterra? Y yo les digo: primero, el concepto de patria. Segundo, el concepto de trabajo.

Me explico: Primero, los ingleses son gente que está orgullosa de ser inglesa. No sólo en el Mundial o celebraciones patrias. Ellos se sienten obligados hacia su patria. Quieren aportar al país y no se sientan a esperar a que éste les dé todo.

Votan y opinan, pero, ante todo, participan en sus comunidades a nivel local y promueven la cultura en sus colonias. Es un país que, a nivel local, es dirigido y activado por los ciudadanos, no por la élite política ni por la familia real.

Pagan sus impuestos, no dan ni piden mordida, hablan y discuten entre ellos y luego se toman una taza de té.

Jamás escuché a un inglés (y conocí muchos) hablar mal del gobierno o de su país en general frente a mí. Luego uno de ellos me explicó que no suelen hablar mal de su país frente a extranjeros, por lo que éstos encuentran un país desarrollado, limpio y alegre.

¿Saben qué provoca eso? Más turismo, más inversión y más orgullo.

Segundo: los ingleses trabajan y mucho. Valoran la importancia del trabajo, se pagan buenos sueldos y se trabajan jornadas completas. No están tratando de fregarse uno al otro. Las empresas funcionan, la gente se siente segura en su empleo y el patrón se siente contento con sus empleados.

¿Saben qué provoca eso? Más desarrollo, más satisfacción y... más orgullo.

Luego volví a México. Un país, como todos, con políticos de derecha e izquierda corruptos e impopulares, con terrible depresión económica, con problemas de discriminación grave y de migración, con asesinatos y con robos. Un país con leyes absurdas, que enfrenta actualmente una guerra contra enemigos que él mismo ayudó a crear. Un país con pobreza y con desigualdad.

Sin embargo, llevo apenas un mes y ya estoy harto de que todos se estén quejando todo el tiempo y de que hablen siempre mal de mi país. De que la gente piense que éste es un país subdesarrollado, se dedique a hacer huelgas imbéciles y haga comentarios sobre lo mal que está todo, sobre lo inepto que es el gobernante en turno, sobre lo malos que son los programas de la tele.

Estoy harto de que el taxista, el guía de turismo y todos los que atienden a los visitantes no hagan más que quejarse de lo mal que está la situación. ¿No saben que el turismo y la inversión extranjera son dos de las principales herramientas para el desarrollo del País? Me desespera que este país esté sumido en la intolerancia y en el pesimismo.

México es uno de los países más bellos del mundo. Cualquier europeo daría la vida por tener unas playas tan increíbles, una riqueza tan infinita, una variedad tan rica. ¿No nos damos cuenta de nuestra propia riqueza cultural, histórica y, sobre todo, humana?

El País cuenta con el mayor PIB de su historia, una inflación que nuestros papás no podrían haber soñado, una inversión privada en constante crecimiento y una infraestructura que no es mucho peor que la del primer mundo.

Si crees que México está peor que nunca, pregunta a tus papás lo que valía su voto o sus ahorros, lo que eran las carreteras, cuántos estudiaban la universidad o la prepa hace 40 años.

No soy idiota. Sé que tenemos problemas, muchos y graves, la rampante criminalidad es uno de ellos. Pero hay que saber que no somos ni los únicos ni, de lejos, los peores. Hoy México está mejor que nunca en muchos aspectos, y tiene que seguir creciendo.

Por eso pido sólo una cosa: pensar dos veces cuando hables mal de tu patria. Entre broma y broma, te la vas a acabar creyendo, y luego tus amigos, tus colegas, tu comunidad, tu País. Y luego el mundo.

Opina, grita, haz lo que quieras. Pero, sobre todo, trabaja y siéntete orgulloso de vivir en un país en donde la gente se cuida, la comida es deliciosa, la cultura es mestiza, las iglesias están llenas, las playas son cálidas, las montañas son majestuosas, las familias están unidas y el clima es fenomenal.

¡Ya quisieran poder decir eso los ingleses!

 
Francisco García Pimentel 
El autor estudió master en Política Internacional en Essex, Reino Unido.
fcogpr@yahoo.com

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Lo mismo pasa con los brasileños, ellos no hablan mucho de lo malo de su país. Brasil tiene un índice de criminalidad, de asesinatos, superior al que México tiene. Excluyendo a Cd. Juárez, Rio de Janeiro tiene un índice de muertos por violencia mucho mayor a cualquier ciudada mexicana. Pero ellos hablan bien de su país, de lo bueno que están haciendo.

También pasa algo semejante en Estados Unidos. Todos los días, en las grandes ciudades de EUA hay balaceras entre pandillas. Pero esas notas no salen a nivel nacional. Sólo en los medios locales de cada ciudad. Únicamente cuando es una balacera donde mueren inocentes, como las que pasan con bastante frecuencia en centros comerciales, escuelas, o la última donde hirieron a la congresista en Arizona, salen en medios nacionales y trascienden al extranjero. Pero haciendo una búsqueda en Google con las palabras "shooting" o "gun shoots" y el nombre de cada ciudad grande en EUA sale toda la información.

No significa eso que México esté bien o mejor que Inglaterra o EUA. Obvio que no. Pero tampoco estamos en el infierno. Si no mejora la situación, si sigue empeorando, si llegaremos ahí. Pero también tiene que ver mucho la actitud de todos nosotros. Hay muchas noticias buenas todos los días, sólo que los medios enfatizan las negativas por vender más.  Y es que nosotros, los consumidores de noticias, las pedimos. Es un círculo vicioso. No digo que cerremos los ojos a la realidad. La violencia y el crimen ahí están, no se van a ir por mirar hacia otro lado. Pero hay que tener visión de 360°, en todas direcciones, no enfocadas en un punto nada más.

Por eso me parece muy mal, hasta sospechoso, que las 35 mil muertes en los últimos 4 años sean cargadas sólo al gobierno federal. El gobierno no los mató, la gran mayoría son muertes causadas entre los propios grupos criminales. El gobierno si es responsable por detener esa ola de violencia, por minimizarla. Pero no puede ser culpable por las muertes. Además, son responsables todos los niveles de gobierno, el federal, los estatales y municipales, así como los 3 poderes, ejecutivo, legislativo y judicial. Y finalmente los ciudadanos también somos responsables. El Estado lo formamos todos. Y los culpables son los criminales. ¿Por qué a ellos no se les condena?

Dany Portales


jueves, enero 06, 2011

 

'Vamos a seguir igual, mientras nos den' (administración de la pobreza)

Los dirigentes tuvieron que improvisar al comprar alimentos a los vendedores ambulantes

Leslie Gómez, El Norte


Ciudad de México  (6 enero 2011).- Martha Velázquez y su papá José, viajaron nueve horas desde la comunidad de Roque en Celaya, Guanajuato, para acudir a la toma de protesta de Gerardo Sánchez como nuevo presidente de la Confederación Nacional Campesina (CNC).

A cambio, la central priista les regaló un hot dog y un paseo a la Basílica de Guadalupe.

Después que varios campesinos se quejaron porque no habían desayunado, comisarios ejidales de distintos estados compraron a cuatro vendedores de hot dogs todo el producto que tenían en sus puestos para repartirlos a los "invitados".

Como no alcanzó, también pagaron los 100 tamales de tres carritos, junto con sus tres ollas de atole.

"Nada más uno por persona", gritaba un hombre gordo que lucía en el brazo izquierdo una cinta con la leyenda CNC-DF, mientras los campesinos formaban filas entre empujones para obtener uno hot dog o un tamal.

Los campesinos no pudieron ocultar lo precario de su situación. Las chamarras raídas, las camisas rotas y los guaraches contrastaron con los relojes, anillos, cadenas, chaquetas de piel y trajes que presumieron los dirigentes campesinos y sindicales, legisladores, gobernadores y ex líderes priistas invitados a la toma de protesta.

Mientras adentro, en el Auditorio Nacional, los dirigentes cenecistas advertían sobre la necesidad de una reforma al campo para superar la pobreza, afuera don Flavio, proveniente de Hidalgo, reconoció que les prometieron 100 pesos por el viaje, dinero que, dijo, le servirá para él, sus seis hijos y su esposa.

"Nosotros no tenemos nada, ya nada más con que nos cumplan con lo que prometieron, ya con eso, porque ya sabemos que vamos a seguir igual", dijo el campesino de 69 años.

A diferencia de los políticos que lucieron sus camionetas de lujo --Honda, Mercedes Benz, Suburban, Chrysler--, a algunos campesinos ni siquiera les tocó asiento en los autobuses que los transportaron de diversos estados y que arribaron al auditorio desde las 7:00 horas.

Martha Velázquez, que convenció a toda su familia de acudir, contó que en el camión que les tocó varias personas viajaron de pie durante las nueve horas.

Otra de las razones que la hizo acudir, dijo, fue la de entregarle una carta a Gerardo Sánchez, para que la ayude a construir el techo de su casa.

"Venimos a la Villa a ver si cumplen su promesa y también a pedirles que me ayuden a construir el techo, que el de lámina que tenemos ya se cayó dos veces... espero que no haya tirado mi carta que le entregué", agregó.

Como ella, otros también hicieron peticiones a sus dirigentes en espera de que el viaje les ayude a obtener recursos.

Mientras esperaba la fila para que le repartieran un paquete de pollo frito, Simón Antelmo, de Veracruz, aseguró que los dirigentes olvidan sus promesas.

"Ya sabemos que dicen cosas y luego ya ni visitan las comunidades, pero mientras con lo que nos den para que nos ayudemos", dijo.
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Lo descrito en la nota anterior es lo que el PRI ha hecho por décadas: administrar la pobreza. A ellos no les interesa resolver los problemas del país, de quererlo lo hubieran hecho hace mucho. No, lo que les interesa es el poder para seguir pegados a la ubre del Erario. Por eso administran la pobreza, con populismo, dádivas, para que la gente pobre siga votando por ellos esperanzada con migajas. Por eso tampoco les interesa corregir el problema educativo, porque de la ignorancia se aprovechan para seguir administrando la pobreza.
 
Y ya vienen de regreso, y no habrá reforma fiscal, ni laboral, ni energética, ni ninguna de las que son urgentes para que México se desarrolle.
 
De nosotros depende. ¿Vas a hacer algo al respecto?
 
Dany Portales
 
 

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