lunes, mayo 30, 2011

 

No, no es normal

Según el PRI, la entrega de autos y puestos públicos a promotores del voto es "normal". "Es legítimo". "Es legal". Sin la menor vergüenza, Eruviel Ávila incluso reconoce que él mismo es producto de esa práctica tradicional de su partido: "Si otras opciones políticas no lo hacen aquí, nosotros sí lo hacemos. De hecho yo soy producto de que en su momento fui apoyado, fui estimulado". Estimulado por regalos, favores, prebendas, y puestos públicos como los que ahora ofrece. Estimulado por lo que el PRI considera legal y aceptable, pero no lo es ni debería serlo. Lo que él y sus subalternos defienden con tanto entusiasmo se llama clientelismo. Se llama patrimonialismo. Se llama patronazgo. Se llama corrupción.

Se nutre de una red compleja de lazos personales entre "patrones" y sus "clientes". Entre Arturo Montiel y quienes lo llevaron a la Gubernatura. Entre Enrique Peña Nieto y las mujeres a las cuales les regala despensas. Entre Eruviel Ávila y los promotores del voto a los cuales les ofrece participar en las planillas de los municipios y en el Gobierno del Estado. Lazos fundados sobre las ventajas materiales mutuas: el patrón provee recursos -dinero y empleos- a los cómplices que dependen de él. Y ellos, a cambio, le dan apoyo, cooperación, asistencia a mítines y votos. El patrón posee un poder desproporcionado y una amplia latitud sobre la forma en la cual distribuye los recursos bajo su control. Y los pobres y los marginalizados y los manipulados aceptan esta relación transaccional porque resuelve los problemas inmediatos de su vida económicamente precaria. El voto a cambio del saco de cemento. El voto a cambio de la oferta de trabajo. El voto a cambio del premio prometido.

Eso que al PRI le parece tan "normal" es absolutamente antitético a las reglas, a las instituciones, a los procedimientos de la democracia. El clientelismo no está construido sobre la "transparencia" -de la que se jacta Eruviel Ávila- sino sobre fuentes veladas de poder e influencia. Sobre la lealtad comprada. Sobre formas de comportamiento que inhiben la participación popular autónoma, subvierten la legalidad, fomentan la corrupción, y distorsionan la entrega de servicios públicos. Sobre dinero en efectivo, cachuchas, camisetas, lápices, desayunos, lavadoras, machetes, fertilizantes, pollos, vacas y borregos. Y como el clientelismo corre en contra de los incentivos para el buen gobierno, el Estado de México no puede presumir que lo tiene. Allí está, entre los primeros lugares de feminicidios y entre los últimos en transparencia.

Aun así, no deja de sorprender el desparpajo priista. La ausencia de recato. El cinismo explícito. La defensa de prácticas criticables que presenta como apropiadas. La frescura con la cual Eruviel Ávila responde cuando se le pregunta cuál es la base jurídica sobre la cual va a regalar puestos: "Los estatutos y normatividades del partido". O las declaraciones de Luis Videgaray: "Nos parece absolutamente legítimo y normal ofrecer premios a quienes logren las mejores metas de promoción del voto".

El PRI no entiende o no le importa que el clientelismo se encuentre en el polo opuesto del espectro democrático. Que es antitético a procedimientos legales e institucionales. Que la toma de decisiones en una democracia se centra en la producción y transferencia abierta de bienes públicos. Que el poder político lo ocupan quienes rinden cuentas y no quienes regalan autos. El clientelismo no se basa en la transparencia sino en la opacidad; no funciona con reglas legales sino a base de decisiones discrecionales; no se aplica de manera neutral y equitativa sino de forma parcial y preferencial; no recompensa la honestidad o la competencia sino la disciplina y el sometimiento.

Y es por ello que el Estado de México cuenta con un gobernante popular, pero con un mal gobierno. Con un superávit de segundos pisos, pero un déficit de democracia. Con políticos que dan regalos, pero no rinden cuentas. Con funcionarios que se aprovechan de sus puestos para promover intereses particulares. Una entidad repleta de abusos como sobornos y extorsión y nepotismo y favoritismo y criminalidad al alza. Realidades que el PRI tolera. Realidades que el PRI acepta. Realidades que el PRI justifica. Realidades que el PRI fomenta al prometer tres autos y 27 cargos públicos, estatales y municipales, repartidos entre 6 mil 634 presidentes de comités seccionales y 4 mil comisionados de ruta. Basándose en argumentos como el de Eruviel Ávila que constituyen una racionalización del crimen y la explotación. Fomentando el "dilema del prisionero" entre votantes que preferirían una alternativa distinta al clientelismo, pero votan por el PRI ante el temor de ser excluidos de sus beneficios.

La "normalidad" priista que es la anormalidad condenable en países verdaderamente democráticos o países que aspiran a serlo. La normalidad de "una comunidad de pillos que se decían personas comunes y corrientes", en palabras de Kafka. O sea, la normalidad kafkiana en la que prometer puestos a cambio de votos es conocido como un "estímulo".

Denise Dresser
 
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El PRI viene de regreso y es el mismo PRI de siempre. Bueno, quizá no es el mismo, ahora es más cínico y desvergonzado. Antes la compra de votos y voluntades las hacían en lo oscurito. Ahora ya con desparpajo declaran que lo hacen y lo seguirán haciendo.
 
Y ésta es la forma como el PRI viola los límites a los gastos de campaña, promete todos esos puestos, premios, autos, despensas, apoyos, una vez que hayan ganado. Y el dinero para pagar esas promesas no se contabiliza como gasto de campaña. Y como no se entrega en la campaña, tampoco es delito electoral. Doble violación con los huecos de la ley. Qué poca madre de los PRIistas.
 
Chavos menores de 28, ustedes que no conocieron al PRI de siempre, éste es el PRI verdadero. El que compra voluntades en las elecciones para "gobernar" (es un decir) durante 6 años sin rendir cuentas a nadie, y menos a la ciudadanía.

domingo, mayo 29, 2011

 

NEOLIBERALISMO; RAMA DE PENDEJONOMICS

Hace unos meses me contactó el director de un prestigiado diario para invitarme a colaborar en sus editoriales y de inmediato me afirma: "Sabemos tus escritos versan sobre temas económicos y políticos pero tenemos una condición". ¿Cuál? Pregunto. Me revira: "Que no sean para defender tu neoliberalismo." Totalmente frustrado le cuelgo el teléfono.

 

Desde hace varios años he yo expresando mi gran frustración por la confusión ideológica que vive el mundo entero en estos momentos. Es obvio y notable que México atraviesa por tiempos de cambios, el mundo entero los está viviendo. Estamos dejando el Siglo XX y con él la era de la economía industrial al mismo tiempo que iniciamos la era de la economía de la información, del conocimiento, de la computadora como la herramienta básica de nuestro desarrollo, del capital intelectual como la inversión más productiva, una era en la cual se habla inclusive de finanzas nucleares.

 

Sin embargo, a pesar de estar ya inmersos en la era de la información, jamás había atestiguado una época de tanta gente desinformada, tanta gente despistada, confundida y, lo más grave, tan dogmática en cuanto a la afirmación de sus deformadas ideas. En el despertar del tercer milenio, el deporte favorito de los intelectuales, políticos, periodistas, empresarios, profesionales, líderes etc., es el arremeter en contra del "neoliberalismo." La receta favorita de tales filósofos es encontrar una "tercera avenida." En cada esquina en México nos encontramos un frustrado Keynes inventando la nueva poción del salvamento.

 

Hace unos días tuve la oportunidad de leer una serie de artículos en EL Economista, producto del fino y elegante estilo  de Mario Vargas Llosas en relación  a este tema. Es la primera vez que tengo la oportunidad de ver la luz ante las agresiones dementes que han cobrado forma los durante los últimos años. En primer lugar Vargas Llosa hace una afirmación por demás sabia: "el famoso neoliberalismo no existe," es un término inventado por los filósofos de banqueta enemigos del verdadero "liberalismo." Entonces, ¿contra qué realmente arremeten nuestros intelectuales? ¿Contra algo que no existe?, ¿contra algo imaginario? Porque ellos nunca definen al enemigo, solo arremeten contra ese ser imaginario y maligno; "el neoliberalismo."

 

Lo que nuestros amigos intelectuales llaman neoliberalismo, es lo que Adam Smith conoció como Monarquía o feudalismo, es decir, el Rey y sus señores feudales repartiéndose la riqueza, las propiedades, los negocios, las concesiones, los territorios de las colonias. Cerrando los mercados a la competencia para que los señores feudales pudieran seguir exprimiendo a los "súbditos" con sus monopolios, oligopolios etc. Es la economía de la edad media o de la época colonial en la Nueva España, afinada con computadoras, jets ejecutivos, guardaespaldas y apartamentos en Park Av. en Nueva York. Eso sí, una gran retórica de su amor por los mercados y el neoliberalismo.

 

"EL LIBERALISMO en el siglo XVII fue una reacción en contra de los monarcas y los aristócratas que vivían del trabajo productivo del pueblo". DAVID BOAZ

 

Lo que los señores intelectuales identifican como las agresiones globales del neoliberalismo, es solo un sistema controlado e intervenido, por los gobiernos y sus acólitos, al cual los verdaderos mercados libres están desmantelando. Es el sistema en el cual durante años el Estado ha definido quienes son los ganadores y los perdedores, los premiados y los desposeídos. Son los mercados aprisionados en el mismo traje por muchos años, ahora el chico (el mercado) ha crecido, ya no le queda el traje, lo está rompiendo por todos los ángulos. Son los mercados calificando el capitalismo CRONY de Japón, el capitalismo familiar y corrupto de Indonesia, el capitalismo gansteril de Rusia, el capitalismo tropical y corrupto de toda América Latina, el capitalismo del narcotráfico en Sudamérica, el capitalismo revolucionario de México y el Chapo Guzmán.

 

Los intelectuales claman el "neoliberalismo" es cruel, solo toma en cuenta aspectos materiales. Bueno, yo no sé el neoliberalismo, pero el "liberalismo" es una rama de la ciencia económica que simplemente trata de resolver necesidades materiales crecientes con recursos muy escasos, en un ambiente de libertad, ES TODO, no se trata de moralizar a la sociedad, para eso tenemos la religión, la economía en si es material, debe de ser material. Es la satisfacción de necesidades materiales, no espirituales, no éticas, ni morales. Liberalismo es una doctrina orientada hacia la conducta del hombre en este mundo, en el mundo material.

 

El liberalismo no promete la felicidad, solo promete la satisfacción más completa de las necesidades materiales del ser humano. Los mercados, en un ambiente de libertad, no hay duda son los que ofrecen más satisfactores, mejores y más abundantes para las necesidades materiales del ser humano, el liberalismo no consuela al triste, ni divierte al aburrido.

 

En este ambiente de libertad y "responsabilidad," el ser humano debe conducirse de acuerdo a sus principios, valores, costumbres, su ética, sus creencias religiosas que en si deben de estar implícitas en sus iglesias, templos o sinagogas, pero, sobre todo, con lo que nosotros hemos aprendido en nuestros hogares. El Estado y la ciencia económica no tienen ningún campo en la formación moral de las sociedades. El ser humano se comporta en los mercados y en sociedad de acuerdo a sus valores morales y éticos que debe tener consigo. El mercado no moraliza ni corrompe a nadie cuando el corazón está ya corrupto. El hombre debe ser responsable de sus corrupciones internas que construyen su exterior. El mercado no puede y no hace juicios morales, son los participantes en los mercados los que deben de aplicar esos principios.

 

La economía austríaca define la praxeología como el traer al mundo el conocimiento y la información de las "consecuencias" de los diferentes tipos de acción humana. El orden, la armonía, al eficiencia de los mercados libres y voluntarios. El desorden, el conflicto, la ineficiencia de la coerción e intervencionismo. La praxeologia solo nos informa como los principios voluntarios de los mercados libres nos llevan hacia la libertad, prosperidad, armonía, eficiencia y orden; mientras que la coerción y la intervención gubernamental nos llevan al conflicto, explotación del hombre por el hombre, ineficiencia, pobreza y caos. La praxeologia no hace juicios éticos o morales, pero los premia o los castiga mediante las reacciones del mercado.

 

Ricardo Valenzuela

WWW.CARTASLIBERALES.BLOGSPOT.COM

WWW.INTERMEXFREEMARKET.BLOGSPOT.COM

 

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Los populistas mexicanos de hoy dicen venerar, admirar, a Benito Juárez. Sin embargo, si Juárez viviera hoy los acusaría de conservadores y esos demagogos izquierdistas renegarían de un liberal como Juárez.

De hecho, dan pena los masones de hoy que siguen rindiendo honores a Juárez, pero han olvidado todas sus enseñanzas liberales y siguen alineados al PRI que es un partido conservador. Los masones de hoy solo mantienen su vieja lucha contra los conservadores religiosos, los mochos, y casi que su única bandera es el laicismo exacerbado. Pero del liberalismo económico que practicó Juárez, los masones no dicen nada.

El neoliberalismo es un término inventado por los conservadores de izquierda porque necesitaban algo contra que dirigir todo su veneno y con el término liberal no podrían haberlo hecho sin auto-declararse como lo que realmente son: conservadores del status quo.

 

 


jueves, mayo 26, 2011

 

Una democracia de trigo y cizaña

De cara a las elecciones del 2012 en México, parece indisputable preguntarse ¿qué nos ha dejado la democracia a los mexicanos, e incluso a los latinos? No mucho. De hecho, la democracia latina ha costado a la región unos 4 puntos porcentuales del PIB anual por al menos 30 años -cuando se le compara con las economías asiáticas, con un sistema político más rígido que el nuestro-, lo que en términos de PIB per cápita acumulado significa unos 6 mil dólares más hoy, que los 8 mil que ahora gana cada persona.

En términos de desarrollo y otras variables que el PIB no capta, el costo es aún mayor: La educación, la salud, la infraestructura, los sistemas sociales y el bienestar en general están estancados en México y la región (quizá con la excepción de Chile, para lo cual hay una razón poderosa).

Pero entonces, ¿qué es lo que conviene?, ¿una dictadura? Que el cielo nos libre, pues la mayoría de los casos en la historia han sido una pesadilla; aunque hay que reconocer que en sólo algunos -muy pocos- casos (aunque con costos muy altos al inicio en términos de derechos humanos y preservación de las garantías individuales básicas) han traído gran prosperidad a la larga. Están, por ejemplo, los casos de España en los años 30 o Chile en los 70, en los que corrientes marxistas amenazaban con ahogar una democracia en el futuro cercano; en ellos, tanto el General Francisco Franco como el General Augusto Pinochet para sendos países, eventualmente (30 y 17 años) entregaron el poder a favor de una democracia, con muchos argumentos de éxito económico acompañando, pero también de fracaso humanitario.

Están los casos honrosos de un Dictador Benevolente, tanto en Pervez Musharraf de Pakistán y Lee Kwan-Yew de Singapur (éste un Primer Ministro por 40 años). Ambos, protegiendo a su país de tendencias negativas en terrorismo fundamentalista islámico en el primer caso y la mano opresora de Malasia en el segundo, llevaron a éxitos económicos y liderazgo, incuestionables por los expertos en geopolítica y además su entrega del poder fue suave y benéfica.

En México necesitamos cambiar de sistema, la democracia (nuestra) no sirve. No a una dictadura, pero sí a uno con estructuras más rígidas, a uno con mano dura.

La democracia, a fin de cuentas, se define como el sistema político que se basa en dar al pueblo el poder de decidir, a través del voto, todas las cosas de la vida económica y política de una nación, y es intrínsecamente muy atractivo, desde una óptica conceptual. Permite sacar la vuelta a la posibilidad de que queden en una sola persona (y ésta sea malvada) las decisiones que afectan a todos; pero en la práctica, para una gran mayoría de países -con distintos grados de pureza en el modelo- es un grave desastre.

El problema con la democracia se puede captar rápidamente con una alegoría sencilla. Si un padre de familia preguntara a todos sus hijos pequeños: ¿Qué quieren que les compre hoy niños? Entonces ellos gritarían felices: ¡Dulces, queremos dulces papá! Sin más, he ahí una prueba de la naturaleza de la democracia en su forma más burda, uno que manifiesta los tres aspectos clave que son un requisito para una democracia funcional: Que la autoridad sea responsable y eficaz, y que el pueblo esté educado -al menos, en cuanto a sus propias necesidades.

En ese mismo ejemplo, el padre pregunta a sus hijos de edades variadas: ¿Qué necesitan? A lo que los hijos mayores (aquí, el papel de los diputados) responderían: "Se requiere impermeabilizar el cuarto de arriba, algo de harina y sal, y trae también algunos dulces para los chiquillos".

Así que, en base a la parábola anterior, pareciera que en países en los que la autoridad no es responsable ni eficaz, los políticos que intermedian entre la autoridad y el pueblo no tienen los incentivos para trabajar para el bien común (los "hijos mayores" en el ejemplo) y el pueblo no tiene madurez (llámese también educación). La democracia entonces no es el sistema político que puede llevar a la nación al desarrollo y la prosperidad.

En muchos países europeos la democracia funciona mejor, pero los tres requisitos se dan también en cantidades más generosas, especialmente la riqueza y la educación. Holanda/Noruega es la democracia más pura, con numerosos partidos políticos que auditan con dureza y acción civil las ineficiencias de la autoridad en curso. Esto es algo que no veremos en décadas en nuestros países, el modelo NO nos queda, porque la autoridad y sus intermediarios tienen todos los incentivos para la corrupción (todo lo que ayude a sus propias carreras y a sus intereses) y el pueblo no es educado, ni tiene las herramientas para exigir cuentas o auditar.

China y gran parte de Asia crecen a tasas del doble que las mejores economías nuestras, mucho de lo cual viene de un sistema de planeación central de mano dura y un capitalismo superficial. Ese modelo no es perfecto, ninguno lo es, pero recordemos el cuento del trigo y la cizaña, aplicado a ellos y, mejor aún, al caso del Chile del General Augusto Pinochet: Las cosas buenas y las malas tienden a venir juntas y más o menos al mismo tiempo, pero debes dejarlas crecer a ambas, pues arriesgas cortar lo bueno, al arrancar lo malo; así, al madurar, cosecha lo bueno y lo malo deséchalo.
Jorge A. Martínez G.
jorge@mg-risk.com
Es director de RISK Counseling Associates. Ha sido profesor asociado de economía y finanzas por 18 años en el New York Institute of Finance, la Universidad Chilena Adolfo Ibáñez y el ITESM. Estudió Economía y una MA en Finanzas en el ITESM.
 
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No hay sistema político perfecto. La democracia, ninguna en ningún país, es perfecta. Y no lo son porque los seres humanos no somos perfectos. Sin embargo hay distintos grados de imperfección. Como se señala arriba, si el pueblo (los ciudadanos) no son maduros (un nivel mínimo de educación promedio, con un acceso a un nivel mínimo de información local y global) la democracia es sumamente imperfecta. Se convierte en el ejemplo reduccionista que plantea el autor, donde si la mayoría de los que votan (toman decisiones) se comportan como infantes (sólo derechos y nada de obligaciones) el resultado es una democracia disfuncional, donde una camarilla de políticos (burócratas al final de cuentas) hacen todo lo posible por mantener el status quo para seguir en el poder recibiendo los beneficios del sistema.
 
En las democracias donde por cuestiones culturales, ideológicas y/o educativas, los ciudadanos se comportan como infantes, el populismo sustituye a una democracia funcional y todos perdemos. Y los infantes no lo reconocen mientras sigan recibiendo dulces.Y mientras la minoría de ciudadanos (apartidistas que no apolíticos) que si tienen educación e información no haga nada para inyectar un aire limpio al sistema que sea la semilla de al menos una mejora continua, aunque gradual y lenta, los políticos-burócratas profesionales de siempre no tienen nada que temer, pues esa minoría educada siempre será minoría en las elecciones. Y con cambios inoperantes, y golpes mediáticos siempre se podrá decir que ya se cumplieron las exigencias, pero el fondo seguirá siendo igual. Para terminar con el sistema hay que inocularlo con un virus, con un caballo de troya, que sirva de faro marcando el rumbo correcto, pero desde el interior mismo del sistema.
 
Al final de cuentas siempre habrá políticos, siempre habrá burócratas, y siempre buscarán mantener status quo por los ingresos y canonjías que reciben. Lo importante de un sistema tan complejo (toda una sociedad, un país) es que aunque sea lento, el rumbo de largo plazo debe quedar claro para todos. Un pueblo educado no se construye de la noche a la mañana ni siquiera de una generación a otra. Pero si a la par de que se va educando paulatinamente se mantiene una señal constante del deber ser, eventualmente esa información permeará, y quizá, en un futuro, se logre una democracia funcional. 


miércoles, mayo 25, 2011

 

Los indignados

"Culminaremos la legislatura para culminar las reformas". José Luis Rodríguez Zapatero
 
Los "indignados" reunidos por miles en la Puerta del Sol en Madrid soñaron con cambiar la política española. Los medios de comunicación, siempre en busca de una historia romántica, se concentraron en ellos en los últimos días de la campaña para las elecciones autonómicas y municipales de este 22 de mayo. Quizá algo lograron estos indignados. Prometieron acabar con el "bipartidismo" y España alcanzó en los comicios, con el triunfo del Partido Popular, lo más cercano a un unipartidismo conservador que se puede obtener en un régimen democrático.

Lo curioso es que la mayoría de los indignados son de izquierda. Quizá se hayan sentido indignados con el Partido Socialista Obrero Español, bajo cuyo Gobierno estalló la crisis económica, pero posiblemente se inclinaron por Izquierda Unida y otros partidos pequeños, que proliferan en España pese a las críticas al bipartidismo, u optaron por la abstención. El voto a los partidos pequeños o la abstención terminaron ayudando al Partido Popular, seguramente lo que menos deseaban los indignados.

No ha habido mucha claridad en las peticiones de los indignados. Por una parte han exigido una mayor "estabilidad laboral", pero por la otra reclaman un mayor número de empleos. No se dan cuenta de que una cosa excluye la otra. Una mayor estabilidad laboral hace más difícil y costosa la creación de nuevos trabajos. Un grupo de indignados, por otra parte, bloqueó las puertas de un gran almacén en Barcelona diciendo que "El consumo fomenta la miseria". Los indignados no saben que la caída del comercio provocaría la mayor de las miserias.

España está sufriendo las consecuencias del rompimiento de una burbuja inmobiliaria. Durante décadas se invirtió mucho más en casas y apartamentos en España de lo que podía absorber el mercado. El boom empezó con inversiones de extranjeros que querían casas baratas en un país de clima moderado, pero la adopción del euro llevó a que las tasas de interés españolas bajaran a niveles cercanos a los de Alemania o Francia. Los españoles aprovecharon las aparentes oportunidades y se endeudaron.

Las burbujas, sin embargo, siempre terminan por estallar. Desde hace años hubo voces de alerta por la burbuja inmobiliaria. Nadie quiso hacer nada porque el boom generó millones de empleos y bajó la tasa de desempleo de más de 24.1 por ciento en 1994 a 8.3 por ciento en 2007. Ahora, empero, ha subido de nuevo a 21.3 por ciento.

La culpa no es del Partido Socialista. La burbuja fue mantenida por gobiernos socialistas y conservadores. Pero es lógico que los electores hayan culpado al actual régimen socialista.

El Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, después de un tiempo de parálisis, parece haber entendido que la solución radica necesariamente en la realización de reformas estructurales. Para generar nuevos empleos es necesario flexibilizar las leyes laborales y elevar la competitividad de la economía española.

No es imposible. Irlanda ya ha empezado. Portugal y Grecia tendrán que hacerlo. España tiene la capacidad de recuperar la competitividad sin abandonar el euro. El Presidente Rodríguez Zapatero parece decidido a hacer el esfuerzo.

Si en las elecciones generales de 2012 el Partido Socialista Obrero Español es derrotado, el nuevo Gobierno conservador tendrá que seguir con estas reformas. La única forma de recuperar el país con el que sueñan los indignados es hacer las reformas que rechazan esos mismos indignados.

Sergio Sarmiento 
www.sergiosarmiento.com
 
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Lo que está pasando en España aplica perfectamente para México. Todo mundo se queja, hay inconformidad, pero mientras no se hagan las reformas estructurales de fondo, nada cambiará. Y, sin embargo, quienes más poder mediático tienen por sus marchas y manifestaciones se oponen en el discurso a las posibles acciones que solucionarían sus demandas. ¿Ignorancia? No lo sé, pero el discurso izquierdista es muy pegajoso entre los jóvenes. La verdad es que el Estado, cualquier gobierno, no puede ofrecer más de lo que recibe de la misma sociedad vía impuestos. Y algo que nos cuesta mucho reconocer en la sociedad mexicana es que no hay lonche gratis, que todo tiene un costo, y que "papá gobierno" no puede seguir regalando dinero sin fin. Tanto en España como en México se requiere una reforma laboral que flexibilice las contrataciones, que se actualice. No puede haber más empleo con leyes tan rígidas. El primer derecho laboral es el empleo mismo. De nada sirve tener tantos derechos secundarios, si no se generan empleos.
 

 

domingo, mayo 22, 2011

 

Entrones (algunos datos sobre Brasil)

Se respira un aire de éxito y de oportunidad y hasta el más modesto de los ciudadanos habla del futuro. La pregunta es qué sustenta ese optimismo tan flagrante. Brasil impresiona por la actitud de su población y porque se han creído la posibilidad del desarrollo a pesar de los obstáculos que les impone su impenetrable burocracia, la deteriorada infraestructura y la existencia de oligopolios en un mercado tras otro. Lo que más me impresionó en una reciente visita fue lo "entrones" que son y la forma en que no se dejan intimidar por las condiciones adversas: en lugar de quejarse, ven cómo le hacen para ser exitosos. El contraste con México es impactante, pero no por su estrategia de desarrollo sino por la actitud de su gente.

La explicación más obvia de su éxito reciente reside en dos circunstancias: un entorno predecible, producto de un conjunto de reformas serias aunque relativamente modestas, pero sobre todo de la continuidad en la política económica. El Presidente Cardoso llevó a cabo las reformas en los 90 y el Presidente Lula las continuó sin alterar el curso.Por otro lado, los brasileños han contado con el excepcional liderazgo de dos Presidentes, sobre todo del segundo. Lula transformó a Brasil no sólo por su decisión de mantener el rumbo, sino porque, al no cambiarlo ni implantar medidas radicales, consolidó las instituciones democráticas. Además, privilegió el futuro sobre los problemas cotidianos y convenció a la población. Actitud y liderazgo hicieron magia.

País interesante, grande y diverso, con distancias enormes, carece de una infraestructura ferroviaria, lo que satura las carreteras de camiones de carga. El comercio exterior padece de pésimos puertos y conexiones al interior. Las exportaciones más exitosas -carne, granos y minerales- funcionan porque su producción se encuentra cerca de la costa.

La pregunta obvia para un mexicano es qué han hecho ellos que sea distinto, qué les ha dado la fortaleza que hoy presumen. La diferencia reside en su actitud y el liderazgo, pues en términos estructurales hay más mito que realización. El Gobierno brasileño recauda mucho más que el mexicano (la mayoría de la diferencia son impuestos locales), pero su gasto no es muy encomiable: más dinero no ha hecho sino promover y hacer posibles proyectos faraónicos como su capital y su política industrial.

El gran proyecto de Lula fue financiar a las familias más pobres con un programa similar a Oportunidades, que contribuyó (igual que aquí) a que varios millones de personas se incorporaran a los circuitos de consumo: su objetivo explícito fue crear una sociedad de clase media. Lo que Lula no abandonó fue la promoción de la industria local: el Gobierno ha financiado la expansión de muchas empresas por el solo hecho de ser brasileñas. El gran tema es quién y cómo ha pagado esto. La respuesta es muy simple: los impuestos tan elevados le generan fondos suficientes para toda clase de proyectos pero lo hace a costa de la población. Un automóvil Corolla, que en México cuesta 256 mil, para los brasileños tiene un costo de 524 mil. No hay comida gratuita.

Ahí yace la diferencia principal: en los 80, México optó por colocar al consumidor como el beneficiario y objetivo de la política económica, mientras que el brasileño privilegia al empresario. De ese enfoque estratégico se deriva todo el resto: el Gobierno de ese país hace todo lo posible por fortalecer la capitalización de sus empresas, elevar su rentabilidad y protegerlas de la competencia. Eso no implica que el país esté cerrado a las importaciones, sino que su objetivo central reside en la construcción de una economía dirigida desde el Gobierno. El resultado es que los consumidores tienen acceso a productos mucho más costosos y de menor calidad que los mexicanos. Algún día Brasil liberalizará su mercado y eso entrañará un severo ajuste por el que nosotros ya pasamos.

En contraste con Brasil, que ha sido consistente en su estrategia económica, nosotros hemos ido dando tumbos. No hay sentido de dirección: no nos hemos atrevido a llevar el modelo ciudadano a la política, los monopolios y los privilegios. La ausencia de estrategia y de liderazgo explica en buena medida las diferentes percepciones que tenemos respecto al futuro.

Hay otra diferencia sustantiva. Aunque los números de homicidios como porcentaje de la población son peores en Brasil, la realidad es que se trata de dos fenómenos distintos. Brasil enfrenta un enorme problema de criminalidad, comenzando por Río de Janeiro, pero no es un problema que se extiende día a día como ocurre en nuestro país. Más importante: los brasileños se han empeñado en construir capacidad policiaca y han optado por formas "creativas" de enfrentar sus males, como el hecho de llevar el Mundial de Futbol y las Olimpiadas precisamente a Río, ambos proyectos concebidos, en parte, como medios para limpiar zonas saturadas de delincuentes y transformar a la región.

Quizá la pregunta importante sea si México podría hacer algo similar, es decir, fortalecer al Gobierno como factor de desarrollo y proteger y subsidiar a la planta productiva. El mercado interno de Brasil es mucho mayor al mexicano, lo que le da una relativa ventaja; pero la verdadera diferencia reside en que Brasil ha tenido una enorme fuente de financiamiento -sus exportaciones a China- que le ha permitido toda clase de proyectos (y excesos) a través del gasto. Los fondos que lograron obtener para el desarrollo de los nuevos campos petroleros le procurarán enormes flujos de dinero que podrían hacer maravillas. Nosotros hemos estado ahí: muchos recursos petroleros pero poca realización de largo plazo. El problema, allá y aquí, reside en la forma en que se emplea el dinero. Cuando cambien las condiciones externas, Brasil tendrá que realizar un gran ajuste fiscal: aunque tienen gran claridad de rumbo, no es obvio que vayan a ser más exitosos que nosotros.

México y Brasil optaron por distintos modos de interacción con el resto del mundo; sin embargo, nada garantiza que su modelo sea superior al nuestro. Lo que es claro es que el éxito reside en qué tan idónea es la estrategia para lograr el desarrollo: ninguno ha encontrado la piedra filosofal. La diferencia fundamental es de enfoque y de visión: allá tienen optimismo de sobra. Un poco de buen liderazgo con claridad de rumbo aquí también podría hacer magia.
Luis Rubio
www.cidac.org
 
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No hay lonche gratis. Yo prefiero una economía orientada en pro del consumidor (no creo que la mexicana haya llegado a ese nivel, falta mucho. Tenemos muchos monopolios públicos, estatales, y varios oligopolios) que una enfocada al productor. Todos somos consumidores, los productores son pocos en cada sector. Si, los productores generan empleo, pero las ganancias de los productores no deben darse por proteccionismo con energéticos baratos, subsidios, o aranceles a la importación. Las ganancias de los productores deben darse por vender productos de calidad, con buen servicio e innovación. Brasil tarde que temprano tendrá que dejar de proteger a su planta productiva, y entonces verán la realidad. Y México tendrá que liberalizar el sector energético estatizado e incentivar más competencia en sectores como las telecomunicaciones, entre otros. Al tiempo.


jueves, mayo 19, 2011

 

Gasolinazo

"Los ricos que tienen mansiones junto al mar no deberían recibir subsidios gubernamentales". Geraldo Rivera
 
Los medios lo llaman "gasolinazo" porque buscan presionar al Gobierno para que suspenda los ajustes en el precio de la gasolina. A mi juicio, sin embargo, estos aumentos graduales son modestos y deberían elevarse.

Este pasado 14 de mayo la gasolina Magna subió 8 centavos para alcanzar un precio de 9.16 pesos por litro. Es un incremento de 0.72 por ciento. Difícilmente se le puede llamar un "gasolinazo", aun cuando el aumento sea el quinto del año. Suponiendo que el precio de la Magna subiera 8 centavos al mes durante 12 meses, la elevación anual sería de 96 centavos, 8.7 por ciento sobre el nivel de 9.08 pesos por litro de abril.

Más que este aumento, que queda muy atrás de las alzas que ha habido en el mundo, me preocupa el daño que el Gobierno hace al ambiente y a la economía de los mexicanos más pobres con un subsidio a la gasolina de 100 mil millones de pesos en este 2011, tres veces lo que se había previsto originalmente para este año.

El principal daño que se hace al subsidiar la gasolina es que se promueve un mayor uso de este combustible. Los países avanzados han tenido que pagar mayores precios por la gasolina en los últimos años debido al incremento en los precios del petróleo crudo y ello ha servido para reducir de manera significativa el empleo de gasolina. Una consecuencia es la disminución de las emisiones de contaminantes a la atmósfera en un momento en que esto se considera indispensable para reducir el calentamiento global.

México ha ido en sentido contrario y cada vez contamina más. En 2006, según cifras de Pemex, se vendían en el País 601 mil 800 barriles de gasolina Magna cada día. Para marzo de 2011 se alcanzó un nivel de 755 mil 200 barriles diarios. Esto es un incremento de 25 por ciento en apenas cinco años en la gasolina más barata y más contaminante. Este aumento anula de manera automática todos los esfuerzos que el Gobierno realiza para disminuir las emisiones de carbono a la atmósfera.

El problema del subsidio a la gasolina, sin embargo, no se limita a la contaminación. De hecho este subsidio representa una regresiva transferencia de recursos de los más pobres a los más ricos.

Más del 40 por ciento de la población de nuestro País vive en situación de pobreza. Un porcentaje muy elevado en este grupo carece completamente de patrimonio propio. De hecho, su único patrimonio real es la parte que le toca en los recursos petroleros del País, los cuales supuestamente pertenecen por igual a todos los mexicanos.

En lugar de recibir dividendos como accionistas, que Pemex podría repartir entre los mexicanos, cosa que ayudaría más a los que menos tienen, la Secretaría de Hacienda está utilizando 100 mil millones de pesos de los ingresos del monopolio petrolero, tres veces lo que gasta en la Secretaría de Seguridad Pública, para subsidiar a los automovilistas, quienes representan el 20 por ciento más rico de la sociedad.

Una de las razones por las que México tiene tantos pobres es que hemos construido un sistema hacendario que despoja a los pobres para subsidiar a los ricos. En el caso del subsidio a la gasolina esta transferencia no sólo es sumamente regresiva, sino que además llena los cielos de contaminantes. Lejos de cuestionar los tímidos aumentos en el precio de la gasolina, deberíamos exigir un verdadero gasolinazo, que lleve los precios de este combustible a los niveles que actualmente prevalecen en nuestros socios comerciales.
 
Tenencia
Eruviel Ávila, candidato del PRI al Gobierno del Estado de México, prometió eliminar la tenencia vehicular en caso de ganar la elección del próximo 3 de julio. Con esto se une a una tendencia populista y regresiva. Eliminar la tenencia significa que quienes no pueden comprar un auto deben subsidiar los servicios que se otorgan a los automovilistas, mucho más prósperos que ellos.

Sergio Sarmiento 
www.sergiosarmiento.com
 
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El subsidio a la gasolina como la tasa cero en alimentos y medicinas es la peor injusticia que hace el sistema fiscal mexicano contra los pobres. Lamentablemente un grupo de populistas demagogos, principalmente del PRI, PRD y PT, siguen presionando para que esos subsidios generalizados sigan. Un subsidio generalizado beneficia a quien más tiene, no a los pobres. Los subsidios deben darse de manera directa no generalizada.
 
Y si de gasolinazos estamos hablando, los que hizo el PRI en los 70's, 80's y 90's esos si eran gasolinazos. Con incrementos del 30, 50 y hasta el 100% de un día para otro, sin avisar. Ahora son pequeños, y en todo el año no llegan ni al 10%. Y aún así tenemos gasolina subsidiada. Ya basta de esa mentalidad tercermundista, de esperar que todo nos los resuelva el gobierno, de que nos den todo gratis. Medítenlo.
 


jueves, mayo 12, 2011

 

Maestros de clase media

(12 mayo 2011).- Entre los privilegios personales e intelectuales a los que hemos accedido Héctor Aguilar Camín y yo a lo largo del último año están las reuniones con integrantes del SNTE. Desde junio del año pasado, en cada ciudad que visitamos organizamos un encuentro con un promedio de 100 maestros, dirigentes seccionales, directores de escuelas y supervisores. Son muchísimas las reflexiones que estos encuentros nos provocan. Pero una de ellas tiene que ver con el contraste entre la realidad verbalizada del maestro mexicano y su realidad socioeconómica reflejada en datos duros.

En el fondo el tema es el mismo que plantea Humberto Moreira con su discurso "miserabilista", eficaz tal vez, pero falso: México es un país con más pobres cada vez, con una clase media más pequeña, y la única manera de ponerle término a esta situación es que vuelva el PRI al poder. Los maestros obviamente no comparten ese punto de vista, pero en ocasiones expresan una visión igual de distorsionada de su realidad y la del País.

En un caso concreto, cuando escuchamos por enésima vez la cantaleta del pobre maestro rural de primaria que da clases a la sombra de un árbol en un llano desierto, preguntamos a nuestro interlocutor si podía darnos el porcentaje de las escuelas primarias de México que son rurales. Respondió que alrededor de 70 por ciento: un dato tan alejado de la verdad como cercano a su corazón. En realidad, si nos atenemos a los números, el millón y pico de maestros de educación básica del SNTE forman ya parte de esa inmensa clase media baja a la que han hecho referencia Luis Rubio y Luis de la Calle, la OCDE e inspirado por ellos el que escribe, en un libro que sale esta semana: "Mañana o pasado. El misterio de los mexicanos" (Aguilar).

El número de mayo de Nexos, dedicado a la educación, incluye un artículo de Sylvia Ortega Salazar -rectora de la Universidad Pedagógica Nacional y ex Subsecretaria de Educación Básica- que reproduce los hallazgos de una encuesta realizada en 2010, entre maestros. Dejemos a un lado la parte de las opiniones educativas y de sí mismos de los maestros, así como los datos sobre su edad, antigüedad, vía de ascenso al puesto, etcétera. Me quedo con los sociales.

El 80 por ciento de los maestros de México tiene casa propia; 63 por ciento automóvil; 80 por ciento celular; 74 por ciento computadora en su casa; 81 por ciento internet. En cualquier acepción imaginable éstos son datos de una clase media urbana con un nivel de educación superior al promedio mexicano: 75 por ciento dice tener un título de una institución de educación superior dedicada a la formación pedagógica (qué tanto sirven las escuelas normales es harina de otro costal).

Quizás el dato más interesante de todos es su autocalificación. Un asombroso 83 por ciento se autocalifica como perteneciente a la "clase media". Federico Reyes Heroles ya había desenterrado un dato análogo para la sociedad mexicana en su conjunto, en una encuesta levantada en 2001 y que comenta en "La Oportunidad del Bicentenario". Él remarcaba, con toda razón, que en el caso de todos los mexicanos el dato es obviamente falso, y encierra más bien una connotación aspiracional: 82 por ciento de los mexicanos quisiera ser de clase media, cuando mucho hoy lo son 56 ó 57 por ciento.

Pero en el caso de los maestros, tanto por su nivel educativo superior como por las realidades socioeconómicas descritas en la encuesta citada en Nexos, bien puede ser que ese 83 por ciento no sea aspiracional sino sustantivo (estatus que han conquistado legítimamente a lo largo de los últimos 20 años). Es un dato impresionante para los que siguen creyendo en el México rural, pobre, analfabeta, enfermo y premoderno de la época de oro de la educación cardenista.

Otra cosa muy distinta es si la educación que estos maestros de clase media imparten es la que el País necesita, merece y paga. Yo creo que no, y creo que tienen una responsabilidad importante en esta insuficiencia. Pero no porque sean "los condenados de la tierra", sino justamente por ser de clase media.

Jorge G. Castañeda 
jorgegcastaneda@gmail.com
 
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Los maestros han mejorado mucho sus condiciones socioeconómicas en los últimos 15 años junto con el resto de los mexicanos. Hoy la clase media es más de la mitad de la población. Nada de esto se tenía hace 20, 30 o 40 años. Que triste que los propios maestros no reconozcan la mejora y se vendan al mejor postor (partidos políticos, PANAL, Elba Esther Gordillo) para mantener sus canonjías sin mejorar el nivel educativo de los niños y jóvenes.
 
Y aún así hay quienes dicen que estamos peor que nunca.


viernes, mayo 06, 2011

 

Paradojas nacionales

Pregunte usted a quien tenga la edad necesaria respecto a si percibe que hoy el País está mejor que hace 30 ó 40 años.
Verá usted que más de los que cree le van a decir que no, que hace tres o cuatro décadas el País estaba mejor.
Sin embargo, quienes dejaron de ver a México por mucho tiempo no opinan lo mismo.

Hace unos días hablaba con una persona que trabajó en nuestra nación a principios de los 90 y que apenas regresó, y me señalaba que resultaba impresionante el cambio positivo que se percibe en nuestro País en los últimos 20 años.
Sucede algo parecido con los inversionistas extranjeros. Aunque no dejan de reconocer los problemas que existen, en muchas ocasiones tienden a ver múltiples ventajas en nuestra economía, como la habilidad de la mano de obra o el tamaño de nuestro mercado interno, lo que pocas veces apreciamos localmente.

Veamos algunos ejemplos de diferencias de largo plazo.

El PIB per cápita en términos reales de 1981, hace tres décadas, era de 69 mil 174 pesos a precios del 2008. Este año se estima en 84 mil 469, lo que significa que hoy existe un ingreso mayor en 22 por ciento.

Pero veamos otro indicador relevante.

En 1970, sólo el 6.3 por ciento de la población mayor de 15 años tenía un nivel de escolaridad media o superior. En 2010, ese porcentaje fue de 35.8 por ciento, casi seis veces más que la proporción de hace tres décadas.

En el otro extremo, el 70.5 por ciento de la población mayor de 15 años estaba sin escolaridad o apenas con primaria incompleta. Ese porcentaje es ahora de 19.8 por ciento, es decir, una caída de 71 por ciento.

La tasa de mortalidad infantil es otro de los indicadores de desarrollo más relevantes. Apenas en 1990 había 39.2 fallecidos antes de un año por cada mil nacidos. Ese parámetro resultó de 13.7 por mil el año pasado.

No quiero aburrirlo con más indicadores, pero los indicadores de desarrollo pueden mostrarse en abundancia.
Ello, desde luego, no significa que ignore el 50 por ciento de pobres que hay en el País, ni tampoco el lento crecimiento de la economía de las últimas dos décadas.
¿Cómo explicar el hecho de que frente a estos avances haya una percepción de que las cosas hayan empeorado en México?

Me parece que hay dos explicaciones.

Una de ellas tiene que ver con la inseguridad. No sólo la inseguridad pública, sino la jurídica, en el empleo, en las relaciones sociales, en las familias, en el futuro.
El aumento de la inseguridad deteriora nuestra calidad de vida y nos hace creer que el pasado fue mejor.
El otro aspecto tiene que ver con expectativas frustradas. Más allá de las mejoras obtenidas, hemos acumulado la sensación de oportunidades perdidas.
Quienes tienen la edad suficiente podrán recordar que en los 90 se percibía la posibilidad de convertir a México en una nación desarrollada, lo que se frustró con la crisis de 1995 y el desastre que causó.
Luego, cuando ocurrió la alternancia política en el año 2000 también pareció surgir una oportunidad de dar un gran salto, que igualmente se frustró.

Todo indica que por años viviremos con esa paradoja de la que hablamos, pues no se percibe en el corto plazo alguna posibilidad real de que el País pueda dar ese gran salto que nos convenza de que realmente hoy estamos mejor.
Enrique Quintana
enrique.quintana@reforma.com

 

Cambio de estrategia

Nuevamente, en esta nueva marcha contra la inseguridad, buscando paz, se pide un cambio de estrategia al gobierno federal. Sin embargo, entre las propuestas que hacen los marchistas no leo ninguna de corto plazo, todas son de mediano y largo plazo (educación, valores, sistema judicial, combate a pobreza, etc.), incluso algunos hasta proponen pactar con el crimen organizado. Ninguna de ellas es útil para detener al convoy de sicarios que hoy recorre las calles y carreteras del país, matando, robando, extorsionando, y secuestrando gente inocente.

 

Y para colmo hasta piden que se deje de usar a las fuerzas armadas en el combate al crimen cuando son las únicas instituciones (Ejército y Marina) que han logrado resultados tangibles. Hoy las leyes y la Constitución obligan a los poderes ejecutivos de los 3 niveles de gobierno a combatir al crimen organizado (aunque gobernadores y alcaldes no lo hagan). El uso de la fuerza, de las armas, por parte del Estado en el combate al crimen no es opcional para el Ejecutivo. Es un mandato de Ley.

 

Si se quiere cambiar esa estrategia el destinatario de las consignas de los marchistas debería ser el Congreso para que modifique las leyes, apruebe alguna de las 16 iniciativas contra el lavado de dinero que están congeladas, así como la Ley de Seguridad Nacional que regularía el uso de las fuerzas armadas, además de un debate y eventual legalización de las drogas. Todo eso está pendiente en el Congreso. Lamentablemente mientras sigamos en una partidocracia en la que los políticos no rinden cuentas a los ciudadanos, hay pocas esperanzas.

 


miércoles, mayo 04, 2011

 

Porqué México no crece

México avanza a un ritmo muy mediocre desde hace varias décadas, no obstante diversas reformas estructurales que se instrumentaron entre 1985 y 1994. Este pobre desempeño ha despertado interés dentro y fuera del País.

Un ejemplo reciente es el número de diciembre de 2010 del Journal of Economic Literature, donde aparecen dos artículos sobre México ("Why Isn't Mexico Rich?", escrito por Gordon H. Hanson, y "Why Have Economic Reforms in Mexico not Generated Growth?", por Timothy J. Kehoe y Kim J. Ruhl).

Estos trabajos plantean preguntas cruciales y sus conclusiones, sin ser definitivas, coinciden en los obstáculos más notorios para el crecimiento de nuestro país. Los artículos son similares, por lo que comento el primero de ellos.

Hanson dice que las reformas económicas durante la década de 1990 lograron la estabilidad macroeconómica y financiera, pero no han podido generar un ritmo acelerado de crecimiento económico. Una comparación con otros países muestra un panorama desalentador.

El rezago de México, dice Hanson, no se explica por las deficiencias institucionales que comparte con el resto de la región Latinoamericana, donde algunos países han podido crecer en forma acelerada. Tampoco se explica por la violencia asociada a la creciente criminalidad, puesto que ésta se hizo más evidente a partir de 2006, demasiado tarde para explicar el marasmo económico de nuestro país.

Hanson considera que nuestro bajo crecimiento se debe a impedimentos estructurales profundos, más que a problemas de corto plazo, como sería la sobrevaluación del peso. Él repasa diversos trabajos sobre el tema, varios por autores mexicanos, para concluir que nuestros problemas se deben a factores internos como mercados de crédito ineficientes, distorsiones en la provisión de insumos no comerciables, e incentivos perversos que favorecen la informalidad y frenan el crecimiento de la productividad.

El crédito es crucial para el desarrollo económico. Un país no puede aprovechar las oportunidades de inversiones productivas si no existen mecanismos efectivos para desplazar los recursos de los acreedores a los deudores.

Un creciente número de estudios menciona la debilidad de los mercados de crédito en México como un factor importante detrás del bajo crecimiento de la productividad. El autor señala que un problema ha sido el riesgo de expropiación y otro una pobre vigilancia de los créditos bancarios. Las reformas financieras que siguieron a la crisis de 1994-95 mejoraron las regulaciones, pero poco hicieron para estimular el crédito comercial.

Hanson concluye que la razón principal de este rezago es la dificultad que tienen los acreedores para hacerse de los activos de los deudores, no obstante la nueva Ley de Concursos Mercantiles, que en la práctica no brinda una adecuada protección a los derechos de los acreedores.

En cuanto a la provisión de insumos no comerciables, Hanson apunta que México destaca por tener precios altos de electricidad, altos precios para servicios de telecomunicación y escasez de mano de obra calificada, debido a las deficiencias de las escuelas públicas y las regulaciones y rigideces del mercado laboral.

Este autor destaca que el pobre desempeño educacional en México puede atribuirse a la captura del sistema educativo por parte del sindicato de maestros. Cerca del 90 por ciento del gasto en educación en México se va en compensaciones al personal, dejando muy poco para edificios, computadoras y el resto de la infraestructura educativa.

En relación con la informalidad, Hanson menciona que hay evidencia de que la mayor cobertura de seguridad social para los trabajadores informales aumenta el empleo en el sector informal. Por consiguiente, los programas de protección social de México pueden estar aumentando los incentivos para la informalidad, posiblemente limitando el crecimiento.

El artículo de Kehoe y Ruhl llega a conclusiones similares, al identificar como obstáculos al crecimiento la existencia de instituciones financieras ineficientes, débil estado de derecho y rigideces en el mercado laboral.

Con base en estos estudios, ¿qué tipo de reformas necesita aplicar México para reiniciar un crecimiento acelerado? En principio, mejorar la operación del sistema financiero, fortalecer el estado de derecho, acotar el poder de los sindicatos públicos, así como formalizar y flexibilizar el mercado laboral. Se necesita, además, impulsar el crecimiento de la productividad mediante una mayor competencia en petróleo, electricidad, telecomunicaciones y transporte.

Estas reformas no difieren de las que por años se han propuesto en el País. El verdadero problema es, por tanto, que nuestros políticos no han tenido la capacidad o la voluntad para ponerlas en práctica, y no hay motivos para pensar que eso cambiará en el futuro próximo.

Salvador Kalifa 
salvadorkalifa@prodigy.net.mx
 
 
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Siguen haciendo falta reformas estructurales de fondo, entre ellas la laboral, así como un ataque frontal a la informalidad (reforma fiscal) y cero monopolios públicos (reforma energética, apertura sector energía) y privados (principalmente comunicaciones, reforma telecomunicaciones), además de una reforma educativa. Todas tareas pendientes del Congreso. Y ya vimos, con la reciente congelación de la propuesta de reforma laboral así como de la política por parte del PRI, quiénes son los que se oponen a los cambios en México. Al PRI no le interesa que se den las reformas estructurales, pues dichas reformas acabarían con sus cotos de poder, con su acceso a grandes sumas de dinero del Erario vía los sindicatos y monopolios (PEMEX y CFE). Medítenlo.

lunes, mayo 02, 2011

 

Ultrasonido PRIista

Allí están sus tendones, sus músculos, sus articulaciones, sus órganos internos, sus lesiones. A lo largo de la última semana y durante el debate sobre la reforma política, el País acaba de contemplar un ultrasonido del PRI. Acaba de presenciar una auscultación profunda del partido que está cerca de regresar a Los Pinos, a pesar de los síntomas antidemocráticos que presenta. Y el diagnóstico no dice cosas buenas sobre la salud de un organismo que se jacta de ser moderno, pero esconde tumores enquistados, huesos desgastados, linfomas extendidos. La biopsia que sale del quirófano del Congreso está repleta de células atrofiadas, que buscan reproducirse a expensas de la ciudadanía y de los contrapesos. La sonografía priista -llevada a cabo en la Cámara baja- expone un cuerpo que aún contiene las peores patologías del pasado.

Patologías evidenciadas con la oposición a la reelección como mecanismo universal para la profesionalización política y la rendición de cuentas. La oposición a las candidaturas independientes como acicate para obligar a los partidos a airearse, abrirse, reformarse. La oposición a la iniciativa ciudadana que permitiría a 200 mil ciudadanos presentar iniciativas legislativas cuya elaboración los legisladores y el Presidente actualmente monopolizan. La oposición a la consulta popular mediante la cual 1 millón 600 mil ciudadanos podrían promover referéndums para participar en la definición de grandes temas nacionales. Todas ellas, medidas que ya no buscan regular cómo se reparte el poder, sino cómo se ejerce mejor y de manera más representativa. Todas ellas, medidas que los reformadores del PRI en el Senado aprobaron y los reaccionarios del PRI en la Cámara de Diputados acaban de rechazar. Y el escaneo sonográfico, que usualmente requiere un rango de 2 a 18 megahertz para revelar el tejido blando de un cuerpo, aquí solo necesitó la orden de un hombre.

La intervención de Enrique Peña Nieto. El envío de una imagen "viva" y en tiempo real desde Toluca, cuna de la resistencia a los cambios que la democracia mexicana necesita. El envío de una tomografía toluqueña que descubre la musculatura corporativa, las cavidades clientelares, las superficies serviles de Gobernadores doblegados, diputados alineados, centrales campesinas arrodilladas. Legisladores convertidos en enfermeros con cabecera en el Estado de México, que no buscan curar al paciente sino vendarlo. Que no buscan devolverle la salud sino colocarlo en estado de coma como lo estuvo durante 71 años. Peña Nieto pasea por los pasillos del hospital con el saco blanco, el pelo parado, la sonrisa reconfortante. Pero no apoya una sola medida quirúrgica capaz de revigorizar a nuestro cuerpo político doliente, de remediar a nuestra enfermiza democracia disfuncional, de devolverle el uso de los pies a una transición que ya no puede caminar hacia delante.

Al contrario, Enrique Peña Nieto insiste en una cura contraproducente. Un elíxir vendido como mágico que empujaría a México a la postración, a la eutanasia, al camastro permanente. El regreso de la perversa "cláusula de gobernabilidad", mediante la cual el partido que ganara 35 por ciento de los votos obtendría más del 50 por ciento de las curules. El regreso de la aplanadora priista que se usó durante décadas para que el Ejecutivo anulara al Legislativo. Justificado con el argumento -presentado por el ex Procurador del Edomex, Navarrete Prida- de que con ella "vamos a evitar esta romería (los jaloneos de las reformas) y permitir con el voto de la gente, no con una representación ficticia, dar gobernabilidad al país".

"Gobernabilidad" al estilo priista, entendida como un presidencialismo sin contrapesos que produjo crisis tras crisis, desastre tras desastre, error tras error. "Gobernabilidad" al estilo autoritario, entendida como decisiones tomadas desde el Poder Ejecutivo e impuestas al Poder Legislativo. "Gobernabilidad" al estilo centralista, entendida como el manejo de la economía desde Los Pinos. Con resultados nefastos como bien nos recuerda Gabriel Zaid: "Así fue y así nos fue". La nacionalización bancaria de 1982. La crisis inflacionaria de 1985. El derrumbe de 1987. La debacle económica de 1994. El uso de un gobierno unificado para aniquilar contrapesos, limitar la competencia, cercenar el debate. El uso de mayorías legislativas para proteger privilegios, apuntalar a actores autoritarios, perpetuar la impunidad.

Eso es lo que quiere Peña Nieto y por eso frenó el proceso de reforma política en puerta. Porque pregona la modernidad, pero quiere resucitar los mecanismos que impiden alcanzarla. Porque argumenta que "no se debe legislar de rodillas" cuando quiere que ésa sea la posición que los diputados asuman si él arriba a la Presidencia. Porque dice que así -con mayoría legislativa- podría sacar las reformas estructurales, cuando es el primero en congelarlas. Y el ultrasonido que el Gobernador mexiquense acaba de hacer público lo constata: hay anormalidades antidemocráticas y defectos congénitos en el proyecto de país que el PRI desea dar a luz.

Denise Dresser
 
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Chavos menores de 30 años, lo que describe magistralmente Denise Dresser es el verdadero PRI, el PRI de siempre. El que sufrimos en los 70's, 80's y 90's. Para quienes vivimos en esas épocas y sabemos lo que pasó, entendemos que los últimos 10 años, con todos sus problemas, han sido mucho mejores que los 30 años anteriores. Inflaciones bajas, de un dígito, una creciente clase media, créditos hipotecarios con tasa fija, créditos para autos, etc. Antes los gasolinazos eran del doble de un día para otro. Los incrementos a los combustibles (que aún están subsidiados) que tenemos ahora, no son nada con los que pasaban en los 80's y 90's. Pregúntele a sus papás, a sus abuelos. Aquellas eran verdaderas crisis que empobrecieron a todo el país. No permitamos que regresen.

 

Usos de la mayoría PRIista

Hace un par de años, tras las elecciones intermedias, el PRI tenía mucho que festejar. Gracias a su alianza con los verdes, se convertía, de nuevo, en la primera fuerza en la Cámara de Diputados. Había una nueva mayoría. El cambio no parecía menor. La Cámara baja tenía ya un núcleo gobernante. El PRI y sus aliados tenían el control aritmético de esa asamblea. No necesitaban acuerdo con otros para conseguir la mayoría necesaria para aprobar una iniciativa. El acuerdo de los pactantes bastaba. De mantenerse esa alianza de tricolores y verdes, la Cámara podría caminar, finalmente.

Así lo festejó la entonces dirigente nacional del PRI: después de 12 años como minoría, el PRI volvía a conducir la Cámara Baja. Pero para caminar no basta tener dos piernas. Es necesario decidir hacia dónde dirigirse. Eso es lo que ha quedado de manifiesto: el PRI puede recuperar el poder (en la Cámara de Diputados lo consiguió), pero no es capaz de trazar el rumbo. El PRI podrá ser la mayoría en la Cámara, pero no sabe qué es lo que quiere. No puede seguir diciendo que no actúa por faltas del Gobierno o por dificultades de la pluralidad. No ha hecho nada con su mayoría. Los priistas han asumido el control de la Cámara de Diputados para convertirla en asamblea del veto... hasta de sus propias propuestas. Que nada se haga es su convicción. Que nada se ha hecho es su orgullo.

El cambio de 2009 en la Cámara de Diputados no solamente benefició al PRI, sino a una camarilla en particular. El Gobernador del Estado de México se convirtió, por el peso demográfico de su Estado y, sobre todo, por el magnetismo de su candidatura, en el gran factor dentro del PRI. A él responden sin lugar a duda el liderazgo nacional del PRI y el liderazgo en la Cámara de Diputados. Sus operadores -así los llaman- son los agentes clave en cada pieza de legislación.

De ahí que el político mexiquense se retrate indirectamente en la conducta y la palabra de sus enviados. Por Peña Nieto habla el rudimentario presidente del PRI. Por él hablan sus muchos voceros en la Cámara de Diputados que teorizan la conveniente postergación de todo. México es el país que puede detenerse hasta que ellos regresen. Enrique Peña Nieto podrá haber dado muestras de habilidad política, pero no de visión. Habrá conducido con astucia y eficacia su relevo, pero ha sido incapaz de ejercer dentro de su partido un liderazgo reformador. Hoy no puede menos que responsabilizársele de la parálisis legislativa que padecemos.

La improductividad es pródiga en excusas. Una buena colección de evasivas, pretextos y justificaciones han dado los priistas de la familia peñista para explicar la terquedad de sus negativas. Se necesita, desde luego, mucha imaginación para explicarle al País por qué se detiene una iniciativa que los propios priistas habían redactado.

En marzo, el Partido Revolucionario Institucional presentó una iniciativa de reforma laboral de la que muy pronto se desentendió. Después de presentarla formalmente, los priistas se percataron que debían estudiarla de nuevo. Un verdadero escándalo que retrata a un partido que no se toma en serio su propia mayoría. Sus justificaciones son grotescas y serían mucho más costosas si el clima de exigencia pública fuera mayor en el País. Un partido presenta una propuesta y, al recibir el beneplácito de otras fuerzas políticas, recula. Ése es el PRI de Peña Nieto.

Después de mucho tiempo, el Senado logra acuerdos importantes para la reforma institucional. Todas y cada una de las piezas del cambio han sido discutidas intensamente en el País a lo largo de los años recientes. Nadie que haya vivido en el planeta de la política mexicana en la última década podría decirse sorprendido por lo que el Senado aprobó. Pero los diputados priistas reaccionan como si la reforma estuviera redactada en chino y necesitaran tiempo para la traducción.

Arguyen que se necesita una reforma que le regale mayoría al Presidente y que si no se aprueba eso, no se aprueba nada. Podrá hablarse de muchos pendientes de la reforma institucional, pero esta reforma pasaba la página de las reformas electorales y entraba al capítulo de la gobernación democrática. Los cambios aprobados en el Senado eran importantes. Tendían a la profesionalización de la legislatura, oxigenaban el régimen de partidos, ventilaban la democracia con nuevos procesos y actores, llenaban un vacío peligroso que sigue amenazando la estabilidad del País. Ninguna ocurrencia, ninguna improvisación: reformas prudentes y, a mi entender, benéficas. Pero frente a la resolución del Senado, los diputados al servicio de Peña Nieto bostezan. Ésa es la respuesta de los priistas de la facción peñista: un bostezo público. No hay prisa, dicen mientras sepultan la reforma con su desdén.

Es probable que los priistas recuperen la Presidencia. La pregunta del Senador Beltrones es la adecuada: ¿para qué quieren el poder? Peña Nieto ha respondido en esta semana: lo queremos para tenerlo.

Jesús Silva-Herzog Márquez 
http://blogjesussilvaherzogm.typepad.com/
 
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Peña Nieto quiere mayoría artificial en el Congreso para asegurarse que si el PRI regresa se quede mucho tiempo. Para que el Congreso funcione no se requieren mayorías artificiales, lo que se ocupa es que el sistema de incentivos que tienen los legisladores cambie. Hoy actúan de esa forma porque su futuro político depende de las cúpulas partidistas. Si el futuro político del legislador dependiera más de sí mismo, de su trabajo, y de la relación con sus votantes, estaría menos sujeto a las presiones de líderes partidistas y de los gobernadores.
 
Tampoco se necesita que se eliminen o disminuyan los legisladores plurinominales. Lo que se necesita es que la forma en que son escogidos cambie, para que, de igual forma, los incentivos con los que toman sus decisiones, cambien. Los plurinominales deberían ser escogidos entre los mejores segundos y terceros lugares de los candidatos perdedores en los 300 distritos, para el caso de los diputados. De esa forma las famosas listas de plurinominales, que son cuotas de las dirigencias partidistas, poderes fácticos, del presidente y gobernadores, serían historia y todo dependería de los propios legisladores.
 
¿Qué tan difícil puede ser legislar algo así? Sólo falta voluntad política de los propios legisladores. Es un impasse, pero esperemos que pronto se rompa.


domingo, mayo 01, 2011

 

Ni lo ven ni lo oyen

Desesperado por que le hagan un poquito de caso, Carlos Salinas de Gortari está en campaña de "Aquí 'toy". (No se olviden de mí, ahora que vamos a recuperar la presidencia. El PRI necesita intelectuales de peso). Ha publicado dos libros de a kilo, como si el gramaje diera peso a los argumentos, y ahora ("Contra la historia oficial", Reforma, 25 de abril 2011) se vale de un artículo mío ("De las finanzas a Los Pinos", Reforma, 27 de febrero 2011). Pretende refutarlo con un informe de Dante Delgado Rannauro como presidente de la Comisión Especial para Determinar las Causas del Bajo Financiamiento para el Desarrollo y del Elevado Monto de la Deuda Pública y sus Instrumentos, Precisar Responsabilidades y Proponer Acciones Correctivas, con Objeto de Alentar el Crecimiento del Mercado Interno y Promover el Desarrollo del País (sic) del Senado de la República (Gaceta del Senado No. 120, 16 de abril 2010, pp. 18 a 48).

¿Cuál historia oficial? En México: Un paso difícil a la modernidad (p. 379) dice que "al término de mi gobierno, sólo entregamos alrededor de 500 mil plazas en la burocracia, nivel muy reducido para un país con más de 90 millones de habitantes". Luego (mencionándome) desmiente a "algunos [que] han hablado de varios millones de burócratas, aunque sin citar fuentes". Me extraña que no conozca la fuente: Carlos Salinas de Gortari, Sexto informe de gobierno 1994, Anexo estadístico, p. 37, tabla "Personal ocupado en el sector público por actividad económica", cuyo primer renglón (1980) da un total de 3.15 millones, cantidad que sube a 4.07 millones en 1992 (último renglón). ¿Cuáles son, entonces, los "datos duros" que me exige para no "repetir los estereotipos de la historia oficial"? ¿Cuál es la verdadera historia oficial? ¿Medio millón o cuatro millones de burócratas?

A pesar de que aclaré esto en su momento ("Por qué no habrá empleos", Reforma, 30 de noviembre 2003), repite la mentira en su segundo libro, con la misma cara dura con que dijo: "Ni los veo ni los oigo". En ambos libros y en el artículo insiste en lavarse las manos por el desastre económico que dejó. Según él, todo fue culpa del presidente Zedillo (sin reconocer, cuando menos, que se equivocó al designarlo). Y recurre al sambenito de la frase "el error de diciembre" que inventó para quemarlo. Pero la crisis cambiaria con que arrancó el sexenio de Zedillo fue el estallido de errores acumulados en el sexenio de Salinas. Sin duda, el efímero secretario de Hacienda de Zedillo manejó ineptamente el cohete que le dejaron. Pudo haber hecho malabarismos para que el estallido se retrasara unas semanas, quizá unos meses. Pero la decepción y desconfianza ante los cuentos de hadas salinistas iba a estallar de cualquier manera.

El peligro fue señalado desde principios del sexenio salinista por Anne Krueger (The Mexican program of trade and exchange rate reforms, 1989), que llegó a ser la número dos del FMI, y en un trabajo posterior (Nominal anchor exchange rate policies as a domestic distortion, 1997) dice que lo más notable de la crisis de 1994 fue que no hubiera estallado antes (pág. 29).

Para fines del sexenio, el error de Salinas ya estaba en los libros de texto como un ejemplo de lo que no hay que hacer. En Macroeconomics, sexta edición (pp. 608-609), Rudi Dornbusch y Stanley Fischer explican a los estudiantes cómo se produjo la crisis mexicana de 1982 y cómo en 1992 "muchos observadores estaban conscientes de qué destructivo sería repetir el ciclo". Pero en México se arguía que el déficit reflejaba una fuerte inversión que generaría los ingresos necesarios para pagar los préstamos. "Según este esquema, en unos pocos años el déficit en cuenta corriente se reduciría, y mientras tanto era financiable sin mayores riesgos. Una bonita explicación, ¿por cuánto tiempo?". En la novena edición (p. 506) añaden: Intencionalmente, hemos dejado lo anterior sin cambios, fuera de subrayar la frase "A good story, but for how long?". Según nuestras notas, fue escrita el 14 de octubre de 1992. La crisis de 1994 "era predecible y fue predicha" (was both predictable and predicted).

Sebastián Edwards y Moisés Naím compilaron un libro sobre la crisis (Mexico 1994: Anatomy of an emerging-market crash). Son de especial interés las opiniones de Rudi Dornbusch (que trabajó como asesor en el equipo de Salinas), Robert L. Bartley (editor de The Wall Street Journal y amigo de Salinas) y Francisco Gil-Díaz (subsecretario de Salinas).

Para Dornbusch (pp. 125-140), "La responsabilidad es totalmente (squarely) del ex presidente Carlos Salinas y su obsesiva preocupación por la inflación". "La depreciación cambiaria se mantuvo muy por debajo de la inflación; lo cual ayudaba a frenar la inflación, pero significaba una posición comercial cada vez menos competitiva". "En 1993, una devaluación era posible; y ciertamente el presidente Salinas consideró esa opción en la primavera de ese año (o al menos así lo dijo en privado)". Pero se confió, y ya venían las elecciones de 1994. "Las reservas bajaron hasta niveles inmanejables, las deudas se dolarizaron, los vencimientos se acortaron. Había que seguir tocando la música para que nadie se diera cuenta del emperador que está desnudo. Naturalmente, todas las medidas que trataron de prolongar un año más una estrategia moribunda ayudan a entender la severidad de la crisis que siguió" (p. 131).

Para Bartley (pp. 141-163): "La emisión de tesobonos resultó un error desastroso". Pagaban menos que los cetes pero estaban garantizados en dólares [para inspirar confianza]. "Una gran cantidad de la deuda en cetes [pesos] fue desplazada por los tesobonos [dolarizados]. La deuda en tesobonos subió de 3.1 millardos de dólares a fines de marzo a 29.2 antes de la devaluación de diciembre". "Al presidente Zedillo -hay que subrayarlo- le dieron una mano de naipes pésima (was dealt an exceedingly bad hand)".

Para Francisco Gil-Díaz y Agustín Carstens (pp. 165-200), que en el sexenio de Zedillo fueron altos funcionarios del Banco de México: "La banca fue privatizada a las carreras, y en muchos casos sin el debido respeto a los criterios de selección adecuada (fit and proper) de los nuevos accionistas y principales ejecutivos". "Se eliminó el encaje bancario" [que dejó todo el crédito en manos de los nuevos banqueros sin experiencia, sin control de la banca central y con una extraordinaria cantidad de dinero para prestar equivocadamente]". "La capacidad de supervisar la banca era débil, y quedó rebasada por el crecido portafolio de los bancos". "México no tenía burós de crédito eficientes". "Hubo una expansión fenomenal del crédito dado por la banca de desarrollo". "Se permitió que los extranjeros compraran instrumentos domésticos de corto plazo" [la entrada sin control de capitales golondrinos, que a la menor inquietud se van]. "Se emitieron tesobonos a corto plazo en pesos indexados al dólar desde fines de 1991".

El informe de la comisión que cita Salinas no está centrado en Zedillo, sino en el desastre bancario. Salinas prefiere no citar que los senadores lo acusan de haber privatizado la banca discrecionalmente, sin haber hecho una subasta pública (p. 42) y señalan que en noviembre de 1994, antes de que tomara posesión Zedillo, el saldo de tesobonos ya había subido a 16,110 millones de dólares (p. 45), quintuplicando la cantidad de marzo.

La administración de la verdad en el sexenio de Salinas alcanzó una rara perfección. Anunció para su sexenio la recuperación del legendario "desarrollo estabilizador": un crecimiento cercano al 6% y una inflación reducida al nivel internacional (Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994, p. 56). Multiplicó las declaraciones optimistas y tranquilizadoras. Su renegociación de la deuda externa en 1989 fue una buena cosa, pero la presentó en televisión como una hazaña digna del fervor patrio: México resurgía cantando el himno nacional, mientras ondeaba el pabellón tricolor. A un costo de muchos millones, produjo nuevos libros de texto de la historia oficial que se enseña a los niños, donde México, a través de los siglos, había llegado a su punto culminante en la gloriosa era salinista.

El Grupo Compacto de Salinas discutía en privado, pero una vez adoptada una línea formaba un bloque sin fisuras y procuraba que su decisión se impusiera como la verdad: no hay más línea que la nuestra. Víctor L. Urquidi me contó que, en repetidas ocasiones, privadamente le advirtió al gobernador del Banco de México qué peligrosa era la política monetaria que estaban siguiendo, pero fue ignorado olímpicamente. Lo que no me contó fue que al manifestar lo mismo como expositor invitado por el Centro de Investigaciones Econométricas de México, un funcionario del Banco lo vituperó con una falta de respeto que escandalizó a todos. Naturalmente, si algún empresario se atrevía a decir que el peso estaba sobrevaluado, recibía un sofocón. Si el boletín de una casa de bolsa manifestaba alguna duda, los dueños recibían una llamada. Y, si alguien recordaba que ahí estaba todavía la pobreza, era descalificado: "La pobreza es un mito genial". Todos los problemas habían sido resueltos. México era ya un país del Primer Mundo.

Las mentiras se presentaban con tanta seguridad y un aire tan profesional que muchos se las creían. Por ejemplo, la mentira de que la deuda externa había bajado en proporción al PIB. Para entender el tejemaneje de este caso admirable de How to lie with statistics, hay que recordar que la deuda externa está denominada en dólares y el PIB en pesos. Para dividir la deuda entre el PIB, hay que convertir la deuda a pesos o el PIB a dólares. ¿Pero con cuál tipo de cambio? Si el peso se sobrevalúa, resulta que el PIB "crece" (en dólares), aunque la producción real no haya crecido; y así parece que la deuda se reduce en proporción al PIB. Por eso, la proporción disminuyó maravillosamente, aunque, de hecho, la deuda externa total estaba creciendo más que el PIB. En el sexenio, el PIB creció 18% y la deuda externa total 38%. El cuento de hadas era un cuento.

Los años de aquel PRI fueron un festín de cuentas alegres que ocultaba el derrumbe. Se entiende que el PRI de hoy (deseoso de ser visto como una nueva opción) no quiera cargar con ese costo político, y haga como que Salinas sigue en Irlanda, haciendo estudios profundos en la Gaceta del Senado. Ni lo ve ni lo oye.

Gabriel Zaid

 

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Carlos Salinas es un imbécil. Se pone a criticar y tratar de limpiar su nombre y su sexenio pero sin aportar datos, al más puro estilo priísta con demagogia nada más. En este escrito Gabriel Zaid lo pone en su lugar y con datos duros. El sexenio salinista incubó la crisis de diciembre de 1994 y durante ese tiempo mantuvo un férreo control de los medios y la información. Así como gobernó Salinas de 1989 al 2004, así ha gobernado Peña Nieto el Estado de México, con deuda, mentiras y mucha mediatización. Razona tu voto.

 


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