lunes, septiembre 17, 2007

 

Los Gritos de Dolores: Una Oposición dividida

Yo voté por Andrés Manuel López Obrador el 2 de julio de 2006. Lo hice con admiración hacia el personaje, confianza en su partido y apoyo para la izquierda. ¿Qué queda, un año más tarde, de la admiración, la confianza y el apoyo?

López Obrador es un líder carismático. Ya empleé dos palabras sujetas a revisión. "Líder" es un anglicismo fácilmente hispanizado como "dirigente" y "carisma" es un concepto que nadie empleaba antes de Max Weber (1864-1920) salvo los teólogos: carisma es un don de Dios a hombres extraordinarios, apóstoles, profetas, benefactores. Para Weber, líder carismático es aquel que "logra que la gente le tenga confianza y lo siga". A un hombre que haga más promesas que los demás. Pero sobre todo, un hombre que sepa ganar.

¿El demócrata, en cambio, es el que sabe perder? Así lo demostraría Al Gore, vencedor numérico en las elecciones norteamericanas del 2000 y despojado de su triunfo por un anacrónico (aunque legal) voto del Colegio Electoral, las boletas manipuladas por el gobierno de Jeff Bush en Florida y, al cabo, un solo voto de la Suprema Corte de Justicia, árbitro final del proceso.

En México, somos testigos de una larga y ardua marcha hacia la transparencia electoral. Es probable que los opositores José Vasconcelos y Juan Andreu Almazán hayan ganado las elecciones de 1929 y de 1940. Es posible que Ezequiel Padilla y Miguel Enríquez Guzmán hayan vencido en comicios posteriores. Su triunfo, probable o posible, les fue vedado, en todo caso, por la razón de estado imperante: el partido de estado (PNR-PRM-PRI) nunca pierde y cuando pierde, arrebata. Las revoluciones se legitiman a sí mismas y luego duran lo que pueden durar. Calles, el jefe máximo en 1929, no iba a permitir que Aarón Sáenz y el obregonismo le disputaran el poder e impuso a Pascual Ortiz Rubio como candidato oficial y presidente electo. Cárdenas, en 1940, deseaba una continuidad remozada y consolidada de sus propias reformas y no estaba dispuesto a que un opositor incontrolable, Almazán, tomara la presidencia. Ávila Camacho, Alemán y Ruiz Cortines siguieron esta "lógica revolucionaria". Díaz Ordaz en 1968 sepultó la legitimidad de origen y destino de la Revolución. Sus sucesores, mal que bien, con concesiones aquí, reformas allá, fueron concediendo espacios a las oposiciones mexicanas. Jesús Reyes Heroles fue quien con mayor lucidez vio y encauzó el dilema. Ernesto Zedillo, quien admitió la distancia evidente entre un sistema viejo y una sociedad nueva. Sólo la democracia podía dejar atrás al primero y abrirle camino a la segunda.

Entre etapa y etapa, sucedió algo fundamental: el sucesor del presidente ya no sería electo de facto por el presidente in situ. Estaría sujeto al voto y el voto ya no lo calificaría el gobierno, sino, en instancias de autoridad creciente, el Instituto Federal Electoral (IFE) y en última instancia, el Tribunal Electoral de la Federación (TRIFE), voz final y determinante del proceso electoral.

Poseer dos instancias independientes para calificar las elecciones constituye un precioso haber en la vida política de México. Ni el IFE ni el TRIFE son, desde luego, perfectos. Aunque como toda institución política, son perfectibles. ¿Preferimos la dedocracia del pasado a las instituciones democráticas del presente? Sin éstas, ¿a dónde nos dirigimos? Acaso, a una batalla en el desierto, para citar a José Emilio Pacheco, en la que los actores políticos, minando la autoridad de las (perfectibles pero no sustituibles) instituciones, nos devuelvan, no el autoritarismo de antaño, sino el caos demagógico en el que cada parte del todo se desentiende del todo para proclamar, "la verdad es la mía".

"Al diablo las instituciones" dijo López Obrador en un momento de boca floja delator de malas ideas. Pero AMLO y sus buenas ideas poseen una poderosa repercusión en un país donde la mitad de la población vive en grados diversos de la miseria, el ascenso social es cierto pero lo demora la demografía y lo califica el éxodo. López Obrador cuenta con un apoyo electoral fuerte y permanente. Su partido, en cambio, pierde plaza tras plaza, gubernatura tras gubernatura, elección tras elección. Es como si López Obrador guardara para su liderazgo la promesa de la izquierda que los electores vivos y coleantes le niegan a su formación partidista.

El peligro es que, perdiendo elecciones y manteniendo carisma, López Obrador lo apueste todo a su seguimiento personal y al tamaño de sus manifestaciones. Pero el país pierde la oportunidad de crear, al fin, una izquierda moderna, seria, competitiva y que convoque no sólo a las sectas dogmáticas sino a la pluralidad mayoritaria que se ubica a partir del centro hacia la izquierda. Quiero decir: Cuauhtémoc Cárdenas, Amalia García, Jesús Ortega, para sólo citar a tres personalidades, son tan "izquierda" como López Obrador. Sólo que representan a sectores de izquierda excluidos por la actitud intolerante de AMLO.

Herido por lo que, con razón o sin ella, juzga un fraude electoral, López Obrador corre el riesgo de transformar su dolor en dogma y su pérdida en retórica. ¿Satisface a sus fieles? Qué bueno. ¿Debilita a su partido? Qué malo. ¿Pospone a otros dirigentes? Qué triste. ¿Le hace el juego, sin quererlo, a los verdaderos enemigos del país, los imperios criminales deleitados de que AMLO le niegue autoridad al gobierno que los narcos minan y desafían palmo a palmo, día con día? Qué peligroso.

Yo tengo el deseo profundo de que la izquierda de mi país se abra a una lucha ni dogmática ni personalista, sino de ideas, de propuestas y de visión a largo plazo. Los desplantes de López Obrador la aplazan. Una izquierda amplia, pluralista y moderna podría acelerar el progreso de un país que, desde tiempos de Humboldt, es "el país de la desigualdad". Con trece, cincuenta o cien millones de habitantes, la mitad de la población de México siempre ha vivido en la miseria. Es tiempo de repetir, en memoria de una magnífica mujer, Julieta Campos, el título de su libro, "¿Qué hacemos con los pobres?" Parte de la respuesta le corresponde a una izquierda, por el momento, personalizada, dividida, casi irreal si no surrealista. Parte de la salvación es una izquierda unida pero diversificada, no personalista, clara en sus propuestas y objetivos.

No lo es la actual formación de la izquierda en México. No puede serlo un movimiento que depende de un solo líder, por más carismático que éste sea. Porque se corre el peligro de que, cuando un líder de esta naturaleza llegue al poder, conjugando carisma y gobierno, su nombre sea Hitler, Mussolini o Chávez. Este es el temor que puede sentir esa parte del electorado mexicano que, siendo de izquierda, no sigue a Andrés Manuel López Obrador.

La izquierda debe unir las buenas ideas a las buenas oposiciones: las que se sirvan de las vías institucionales para fortalecerlas y, así, oponerse con más eficacia al gobierno.


Carlos Fuentes


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Comments:
No puedo estar más de acuerdo. Bravo la lucidez de Fuentes. La lucidez de siempre.

Y no olvidemos, que todos esos vaticinios acerca de cómo hubiera sido un gobierno de López Obrador no dejan de ser eso: VATICINIOS.

¿Hubiera sido un Chávez? ¿Hubiera sido un Juárez (con todo y los claroscuros de este último)?
Hubiera y más hubiera...

En cambio, hoy en día estamos entendiendo que la tiranía tiene nuevas caras. Y todos nuestros gobernantes, electos democráticamente, están siendo DICTATORIALES. Y esos no son "hubieras". Esas son realidades.
 
Solo puedo agregar algo, que SER democrata no solo es saber perder o ganar, sino tambien saber C-O-M-P-E-T-I-R. Y particularmente en 2006 no vi ni uno ni otro antes y despues del 2J. Democracia no es ganar eleccion o la eleccion misma, es un estilo de vida, democracia no es llamar a la unidad, cuando previamente hallamos agitados las aguas en nombre de la democracia, democracia no es un DESPUES DE, democracia es tambien ANTES DE.

Seguimos teniendo la mala costumbre de creer que democracia es solo ganar o perder.

Por cierto se acuerdan de esto ahora que estamos tan institucionales??: ''Es una marranada''

No recuerdo que nadie se indignara y rasgara las vestiduras por enviar al diablo en ese entonces a las instituciones, por el contrario hubo vitores del respetable, mias tambien debo reconocer.

El que espeto lo anterior tambien creia que eran SUS INSTITUCIONES, del PRI pues.

¿Y ahora que paso? Somos o nos hacemos?

Saludos
 
Continuando con otro tema:

Hace unos dias escuche un programa de radio donde se discutia sobre la PARTIDOCRACIA, que tengo mis malas opiniones al respecto pero en fin, se discutia que a pesar de una pandilla (PAN-PRD-PRI) la que controla, o controlaria el sistema pues es lo mas sano(?)** que le podia pasar al pais, y esto por que lo evaluan antes otras opciones no tan alentadoras que digamos:

* Democracia de un solo partido
* Democracia sin partidos, es decir la democracia de un solo hombre

Ehh que tal?

Saludos

** Si por sano se entiende que para quitarte el uñero te quiten la pierna.
 
Seguro que hoy subes las declaraciones de Alan Grennspan...

Si no... ¡Ya te di la idea!

Pero si, seguro que si la ves la vas a subir. Pero adelanto que a Greenspan no le creo. ¿Qu{e cuando abre la boca se caen las econom{ias emergentes? ¡Que se lo crea su abuela! Por eso se ha estado abriendo una brecha entre América y Europa (Entiéndase, en este caso, América como USA).

Gracias
 
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