domingo, enero 27, 2019

 

Narrativa y gobierno

Según el historiador Micah Goodman, la diferencia entre los animales y los humanos es que los primeros viven exclusivamente en el presente y actúan por instinto, mientras que los humanos piensan y se preocupan por el futuro.

 

El futuro es siempre desconocido y genera temor, para lo cual los humanos recurrieron a la religión y los políticos. La religión permite tranquilizar el ánimo y el alma; los políticos aprovechan el temor para engañar al votante: en campaña le hacen promesas muchas veces incumplibles, pero ya en el gobierno tienen que ser responsables, chocando con lo que prometieron.

 

Esta historia se repite en todas las latitudes. Pero en el México de hoy estamos viviendo algo peculiar: el Presidente no sólo pretende cumplir todas sus promesas, sino que no cree que haya límites a su capacidad para lograrlo. Esto ha introducido un aire de frescura en la función de gobernar que no habíamos visto en mucho tiempo y que la mayoría de la población reconoce y parece apreciar.

 

El caso de la gasolina habla por sí mismo: ya para ahora es evidente que el Gobierno actuó sin mucho cuidado, conocimiento de causa o previsión. Pero la ciudadanía aplaudió el arrojo, así implicara esto decenas de horas perdidas en la búsqueda de combustible.

 

Sin embargo, la historia sólo acabará cuando los responsables del despojo sean identificados y detenidos, lo cual no parece estar en las cartas. En ese escenario, lo que comenzó como un objetivo loable podría acabar convertido en un elevado costo.

 

El asunto grande tiene que ver con las reformas que se promovieron a partir de la virtual quiebra del Gobierno en 1982, que planteaban la integración de la economía a los circuitos tecnológicos y comerciales del mundo como el medio para elevar la productividad y, con ello, generar tasas de crecimiento mucho más elevadas que, a su vez, mejoraran los ingresos de la población y crearan muchos más empleos.

 

Por otro lado, sobre todo desde la crisis de 1995, volvió a la palestra la visión posrevolucionaria que afirma que no se han logrado tasas de crecimiento más elevadas, que ha aumentado la desigualdad y que el País ha perdido la estabilidad y la seguridad que caracterizaba a la era previa a las reformas.

 

Si uno se sale de las narrativas e intereses detrás de cada una de estas posturas, es claro que ambos planteamientos tienen asidero en la realidad cotidiana.

 

Primero, nadie puede negar las virtudes del proyecto reformador en términos de crecimiento económico, empleo y productividad en prácticamente la totalidad de la mitad norte del País. Por otro lado, la conclusión respecto al sur es igualmente evidente: los contrastes y diferencias son claramente pasmosos. El norte del País crece con celeridad, el sur se ha congelado en el tiempo, con lo que eso implica en términos de empleo, ingresos y expectativas.

 

El común denominador en todo el territorio nacional es el colapso de las estructuras de seguridad y justicia. Es decir, se reformaron diversos reglamentos y leyes, pero nunca se desarrolló la capacidad gubernamental necesaria para preservar lo más fundamental de la vida en sociedad: la seguridad de las personas.

 

El Presidente ha planteado un proyecto para estos propósitos que, como sus predecesores, es incompleto, poco meditado y muy riesgoso, ante todo porque no parte de un diagnóstico que reconozca que el problema yace en las propias estructuras gubernamentales y que, al no atenderlo, sólo profundizará el problema, politizando al Ejército -y potencialmente corrompiéndolo- en el camino.

 

El problema de la seguridad no es distinto al del robo de gasolina. En ambos casos, el factor nodal es la impunidad: quienes roban la gasolina -y los funcionarios y Gobernadores que cobran porque se pueda llevar a cabo ese robo- no son distintos a quienes roban, extorsionan, secuestran o matan sin rubor.

 

En ambos casos, es esa impunidad la que el Presidente aparentemente quiso evidenciar con el cierre de los ductos de gasolina. Pero evidenciar el fenómeno no resuelve el problema: no se trata de un grupo de ladrones, sino de un sistema dentro del aparato gubernamental, a todos niveles, que se beneficia y promueve la impunidad.

 

El problema no radica en las reformas tan vituperadas, sino en la falta de claridad sobre la naturaleza del problema. A final de cuentas, como dice la historiadora Margaret MacMillan, "las reformas sirven para impedir que ocurra algo mucho peor".

 

El Gobierno tiene que revisar sus prejuicios sobre la problemática nacional para que, como dice Goodman, sea realista sobre lo que puede lograr.

 

Luis Rubio


 

¿Cultura huachicolera?

¿Repartir dinero a personas que han cometido un acto ilegal las disuade de la actividad delictiva? La pregunta ha estado en mi cabeza estos últimos días luego de que el Presidente anunciara que como parte de su política de apoyo social se repartirá dinero a familias "que tienen la necesidad de robar para subsistir". La respuesta no es binaria.

 

Un Gobierno puede encauzar gran parte de la conducta de sus ciudadanos (y el desarrollo del País en general) a través de los estímulos y las consecuencias que dan forma a su sistema social. Decidir qué premiar y qué (y cómo) castigar son asuntos de primer orden para gobernar.

 

Asumir que la gente roba por necesidad puede ser cierto, también inexacto, pero cuando lo asume el Presidente es un asunto muy serio que puede malinterpretarse como una invitación a justificar la ilegalidad.

 

No hay una respuesta simple a esta pregunta. Quienes delinquen son ciudadanos que hacen un análisis racional (a su modo y su nivel) sobre la conveniencia de cometer un acto ilegal y ponderando las posibilidades de ser atrapado y castigado.

 

Se ha estudiado la criminalidad y su relación con factores económicos. Parece haber consenso en que la criminalidad es más alta cuando los salarios son bajos, cuando hay pocas oportunidades laborales, cuando la probabilidad de ser capturado es baja, cuando la tasa de criminalidad existente es alta. Todos estos atenuantes están presentes en comunidades donde la extracción ilegal de combustible se ha vuelto un modus vivendi.

 

No sólo es la falta de oportunidades económicas lo que induce a la ilegalidad, también la falta de valores, educación, preparación y la falta de una visión optimista sobre el porvenir.

 

Mi respuesta es que aunque concedamos que repartir dinero a las familias pobres bajará los índices delictivos (que en realidad los baja muy, pero muy poco), no es suficiente. Se requiere construir capital humano con educación, valores, inspirar una visión de mejor futuro para uno y sus seres queridos y ejercer consecuencias (fomentar un Estado de derecho) ante los delitos. Sin estos elementos, repartir dinero para evitar "travesuras" saldrá contraproducente.

 

Tómese en cuenta que la naturaleza humana es proclive a cometer actos ilegales bajo ciertas fuerzas del contexto. Hay países donde el entorno disuade la ilegalidad, en México, desgraciadamente, el contexto (de impunidad y corrupción) es caldo de cultivo de delitos.

 

En otras palabras, el pueblo es bueno y sabio, sólo si el contexto es positivo y si tiene una buena educación. En México no es así. Pensar lo contrario es ingenuo.

 

Una firma que comercializa juguetes recientemente detectó a uno de sus vendedores robando mercancía. El tipo escondía juguetes pequeños y valiosos en la caja de un juguete grande. Su cómplice llegaba luego a comprar ese juguete y consumaban el hurto.

 

Otra empresa descubrió que clonaron su página de internet, usaron nombres reales de sus funcionarios, papelería falsa con datos correctos, para realizar supuestas ventas a personas que luego se apersonaron en la empresa para reclamar que habían pagado y todavía no recibían su mercancía.

 

Y como estas historias, hay miles en cada industria. ¿Nos invade la cultura huachicolera? Yo digo que nos domina la condición humana y que requerimos contrapesos vía un contexto que incentive a la legalidad.

 

Se juega mucho el País si los programas sociales en lugar de resolver los problemas terminan fomentando más de lo que quieren evitar. Temo que por ese camino va el apoyo a los jóvenes llamados "ninis", incentivará a no trabajar y no estudiar. Toda sociedad cosecha más de lo que premia (incentiva).

 

De lo que no tengo duda es del beneficio electoral de los programas sociales que impulsa el Gobierno. El mejor programa social debería ser una política gubernamental promotora de capital humano y desarrollo económico que incentive un contexto positivo: empresarios, empresas, empleos, educación y Estado de derecho, que terminen por mejorar las condiciones de vida de las personas.

 

De no suceder esto es fácil predecir el futuro: seguiremos siendo un pueblo en búsqueda de ductos por perforar.

 

Eduarco Caccia

ecaccia@mindcode.com


 

Rectificar frente a Venezuela

¿Puede el Gobierno que acaba de publicar la "Cartilla Moral" de Alfonso Reyes cerrar los ojos ante el espantoso sufrimiento del pueblo venezolano?

 

Fuera de una extraña compatibilidad ideológica, nada justifica la postura oficial ante los hechos de Venezuela. Se ha invocado como sustento la Doctrina Estrada, es decir, el principio de la no intervención en los asuntos internos de otros países y la autodeterminación de los pueblos.

 

Pero ¿qué ocurre cuando los asuntos internos de ese Gobierno incluyen el atropello masivo a los derechos humanos: el asesinato, la tortura, la miseria y la mortandad provocadas, el exilio inducido? ¿Cómo esquivar el hecho de que la autodeterminación de ese pueblo, expresada en elecciones democráticas, ha sido atropellada por el mismo Gobierno?

 

Cuando algo vagamente similar ocurrió en Honduras, el Gobierno mexicano repudió el hecho. No se diga en el caso de Franco y el de Pinochet. Pero, por lo visto, para nuestro Gobierno hay dictaduras buenas y dictaduras malas. Las buenas son de izquierda, las malas de derecha. Y, en la misma lógica, hay golpes buenos y malos. Los primeros los ejecutan militares en nombre de la Revolución y del pueblo. Los segundos los ejecutan militares en nombre del orden.

 

Que se trata de un golpe de Estado no cabe duda. Pero no es un golpe contra Maduro, sino de Maduro. En "La Destrucción de Venezuela" (Letras Libres, marzo de 2018) di cuenta de la crisis legal (provocada por él) que es el origen de los hechos recientes.

 

"Por cien días que apenas conmovieron al mundo" escribí entonces, "los venezolanos desplegaron la mayor manifestación democrática del siglo 21. Entre abril y julio de 2017, millones de personas recorrieron las ciudades del país para protestar contra el autogolpe de Estado que llevó a cabo el Tribunal Superior de Justicia (brazo ejecutor del Presidente Nicolás Maduro) al desconocer a la Asamblea Nacional electa el 6 de diciembre de 2015 y donde la MUD (Mesa de la Unidad Democrática, coalición de partidos opositora al régimen) tiene la mayoría.

 

"A pesar de la represión de la Guardia Nacional Bolivariana (muy difundida en redes sociales, y en la que hubo 135 muertos, cientos de heridos, presos y casos documentados de tortura), los manifestantes culminaron su protesta con un plebiscito en el que más de 7.5 millones de personas (40 por ciento del total de electores, 25 por ciento de la población) pidieron la renovación constitucional de los poderes públicos y rechazaron la convocatoria del Consejo Nacional Electoral (otro órgano obediente a Maduro) para votar una Asamblea Nacional Constituyente paralela (ilegítimamente convocada), al gusto del Ejecutivo.

 

"Su esfuerzo fue en vano. Tras una votación a todas luces fraudulenta, la Asamblea espuria se estableció y... Maduro -cuyo mandato concluye en enero 2019- buscará realizar el sueño del hombre que llamó su mesías, Hugo Chávez: eternizar la 'Revolución Bolivariana'".

 

Sobre esas bases notoriamente ilegales, atropellando la propia Constitución decretada por Hugo Chávez, Nicolás Maduro tomó posesión el 10 de enero, dando inicio a la usurpación.

 

Cinco días antes, y en apego estricto a la Constitución, la Asamblea Nacional (única legal) había designado una nueva directiva, con Juan Guaidó en la Presidencia. El 23 de enero, ante lo que se calificó como un vacío de poder y de acuerdo al artículo 233 de la Constitución, Guaidó tomó posesión como Presidente interino. Su prioridad -ha dicho- es convocar a elecciones y el rescate del Estado de derecho.

 

A Guaidó lo apoya la inmensa mayoría de los venezolanos. A Maduro lo secunda la élite militar (que teme las acciones legales que seguirían a la transición democrática) y un puñado de países, entre ellos -vergonzosamente- México.

 

Maduro ha hecho alarde de ese apoyo. Ha exclamado "¡Viva México!", mientras termina por matar de hambre a su propio pueblo que, sin embargo, ha salido una vez más a la calle, desplegando un nuevo capítulo de valentía y bravura, exigiendo libertad.

 

¿Qué haríamos los mexicanos si el Presidente, tras unas elecciones legislativas que le fuesen adversas, decidiera desconocer al órgano legislativo legalmente conformado, convocar a nuevas elecciones para erigir una Cámara paralela, y a partir de ella consolidar un poder absoluto? ¿Nos indignaría una protesta internacional?

 

Exijamos elecciones inmediatas en Venezuela. Es tiempo de rectificar, no sólo por razones legales y democráticas, sino por la más elemental empatía humana, la misma que predica la "Cartilla Moral".

 

Enrique Krauze


domingo, enero 20, 2019

 

Precios de Garantía

1.- CON la resurrección de los precios de garantía, México retrocede a una época en la que las leyes del mercado no aplicaban y, sin esa mano invisible, las cosas se pueden desviar... y mucho...



2.- A'I está de ejemplo el caso del sorgo que casi no se cultivaba a mediados de los 60, pero que tuvo un auge al inicio de los 70 cuando, por obra y gracia de los precios decididos en un escritorio, comenzó a ser más rentable que otros cultivos...



1.- EN esos años, en el sur de Tamaulipas, se producía sorgo y soya, peeero cuando la Conasupo les puso un precio de garantía muy superior al del mercado, en un solo año calificado como "malo" se cuadriplicó la "producción"...



2.- POCOS creen que en verdad aumentaron los cultivos, sino que más bien fue un negociazo con granos "importados" más baratos a través del puente internacional y los varios puertos de entrada, pero manejados como "producción"...



1.- MUCHAS fortunas actuales se hicieron con ese papeleo... y esto fue antes de la globalización...



2.- TAN buen negocio era el del sorgo que los agricultores se volcaron a producir esa gramínea que se usa para alimentar ganado y dejaron de sembrar maíz, alimento básico de los mexicanos, lo que contribuyó a que creciera su importación...



1.- CUANDO en la crisis de 1982 el precio de garantía resultó insostenible, México acabó teniendo un superávit de sorgo barato y un déficit de maíz que debía ser comprado caro e importado...



2.- ASÍ que, ¡bienvenidos al pasado!...



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1.- CON el regreso de los precios de garantía hubo quienes recordaron cómo, a principios de los 90, existió una "innovación" en la materia tras la desaparición de las tarifas fijadas por el Gobierno...



2.- EN 1991 se creó Aserca, un organismo dependiente de la Secretaría de Agricultura para dar "apoyos" a los comercializadores con el objetivo de que les dieran mejores precios a los productores...



1.- SE acabaron los precios de garantía... pero aparecieron los acopiadores de granos que dobleteaban los llamados tickets de entrada y recibían recursos públicos por productos no cosechados...



2.- AL amparo de ese modelo nació una nueva estirpe de millonarios por cuenta del Estado y se crearon grandes fortunas mal habidas. ¿Quién dice que el campo no es "negocio"?...



mak@elnorte.com

 


jueves, enero 03, 2019

 

Cuba y Yeidckol

"El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista dedicado, sino la gente para la que la distinción entre hecho y ficción, verdadero o falso, ya no existe". Hannah Arendt

Cuba festejó este 1o. de enero 60 años de régimen comunista. José Miguel Vivanco, de Human Rights Watch, tuiteó: "Hoy se cumplen 60 años de la revolución que impuso una asfixiante dictadura en Cuba. Nadie que lo celebre puede llamarse a sí mismo demócrata". Luis Almagro, actual secretario general de la OEA y antes ministro de Exteriores de Uruguay con José Mujica, declaró en un video: "El legado de esta dictadura es nefasto".

 

En contraste, Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, afirmó en Twitter: "Conmemoramos el aniversario del triunfo de la Revolución Cubana liderada por el Comandante Fidel Castro. 60 años de sacrificios, luchas y bloqueo; allí está el heroico pueblo cubano, ejemplo de resistencia y dignidad ante el mundo. ¡Viva Cuba!". Yeidckol Polevnsky, la presidenta de Morena, también celebró: "En el 60 aniversario de la Revolución que nos mostró que la dignidad, la solidaridad y la batalla de las ideas son las armas más poderosas de los pueblos, enviamos al Gobierno y al Pueblo de Cuba nuestra alegría y parabienes. 'Un mundo mejor es posible'".

 

Los simpatizantes presentan al régimen cubano como un ejemplo. Dicen que tomó un país pobre y sometido a Estados Unidos para hacerlo próspero e independiente. La alfabetización casi universal y un excelente sistema de salud lo ratifican. Los problemas del país son producto del embargo impuesto por Washington.

 

Cuba, sin embargo, no era particularmente pobre en 1958. Su producto interno alcanzaba los 4,255 dólares (de 2011) por persona, 30 por ciento más que México, con 3,256 dólares. Para 2015 el producto cubano había subido a 7,889 dólares, pero el mexicano casi lo duplicaba ya, con 15,766 dólares (Proyecto Angus Maddison). Dicen los simpatizantes que el ingreso cubano está mejor distribuido, y quizá tienen razón, pero hay una aristocracia en Cuba, de funcionarios y miembros del Partido Comunista, con un nivel de vida muy superior al resto de la población.

 

Raúl Castro, quien heredó el poder de su hermano Fidel, entendió que la prohibición de transacciones económicas privadas tenía enormes costos. Por eso liberalizó algunos aspectos de la economía cubana, permitiendo, por ejemplo, la actividad de los cuentapropistas, personas que trabajan y comercian por cuenta propia. La apertura, sin embargo, ha sido demasiado tímida para impulsar un verdadero despegue económico. Desde antes el gobierno aceptaba inversiones privadas extranjeras, como las de los hoteles españoles, pero sin un verdadero sistema de mercado.

 

El peor problema de Cuba, empero, no es el económico, sino la falta de democracia y libertades individuales. El poder ha sido controlado de manera personal por los hermanos Castro. A sus 87 años, Raúl ha accedido a entregar el trabajo cotidiano a Miguel Díaz-Canel, pero sigue siendo secretario general del Partido Comunista. Cuba tiene elecciones, pero solo con candidatos del Partido Comunista o aprobados por la Comisión Nacional de Candidaturas.

 

El entusiasmo de Polevnsky hacia el comunismo cubano sugiere que quiere construir un sistema similar en México. Quizá pueda decir que los morenistas no son comunistas, pero lo mismo dijo Fidel el 19 de abril de 1959 en Washington: "El pueblo de Cuba sabe que el gobierno revolucionario no es comunista". Para el 22 de diciembre de 1961 ya había cambiado de opinión: "¡Seremos siempre socialistas! ¡Por eso somos marxista-leninistas!", dijo en la Plaza de la Revolución.

· ZALDÍVAR

Arturo Zaldívar, nuevo presidente de la Suprema Corte, no viene de una carrera judicial. Algunos lo consideran de izquierda, otros liberal; redactó la sentencia que inició el camino de la legalización de la marihuana.

 

Sergio Sarmiento

@SergioSarmiento


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