miércoles, diciembre 30, 2020

 

Sin clase mundial

"El talento es como la electricidad. No entendemos la electricidad. La usamos". Maya Angelou

Hubo un tiempo en que la Comisión Federal de Electricidad se promovía como "una empresa de clase mundial". Hoy esa frase solo lleva a la risa. La CFE nunca ha sido competitiva; no habría subsistido de no haber sido un monopolio estatal. El propio Manuel Bartlett declaró cuando se le designó director: "Llego a que me enseñen qué se ha hecho y poner los correctivos y no sea una empresa moribunda". Las medidas que está tomando, sin embargo, solo están empeorando la situación.

 

Este 28 de diciembre se registró un apagón que dejó sin electricidad a 10.3 millones de usuarios, 19 por ciento del total nacional, en el centro, occidente y noreste. Si bien la CFE explicó que "la salida de operación de dos líneas de transmisión... provocó que la frecuencia del Sistema se incrementara en 61.8 hertz y salieran de operación 16 centrales eléctricas", añadió que "se informarán las causas que provocaron el desbalance en el Sistema y serán definidas a partir de un modelo de simulación que determinará cuántas intermitentes y convencionales generaban bajo las condiciones operativas de hoy".

 

Un apagón puede ocurrir en cualquier sistema por razones técnicas. Hasta el momento no sabemos por qué salieron de operación las líneas de transmisión que provocaron el cierre de las 16 centrales. El presidente López Obrador aseguró ayer que el apagón "no se va a repetir", posición al menos aventurada cuando no se conocen las causas, pero aprovechó para retomar la posición ideológica de que "se está rescatando a la Comisión Federal de Electricidad" y que quienes querían privatizarla para "hacer jugosos negocios" van a decir "que no funciona".

 

El tema no debería ser ideológico. La CFE arrastra los vicios de cualquier empresa que no enfrenta competencia, pero también los lastres de los precios subsidiados a muchos consumidores y un fuerte monto de impagos históricos, en cierta medida producto de un movimiento político que el propio López Obrador lanzó contra la empresa para protestar por sus derrotas electorales en Tabasco. Aun así, aunque la CFE tuvo una pérdida neta de 67,845 millones de pesos de enero a septiembre de 2020, la razón son las fluctuaciones cambiarias, ya que registró una utilidad de operación de 93,073 millones.

 

Los verdaderos problemas se perfilan en el futuro. El sistema eléctrico nacional se benefició en los últimos años de una serie de inversiones privadas en generación que proporcionaron electricidad de buena calidad y a buen precio. El gobierno de López Obrador, sin embargo, ha frenado las nuevas inversiones privadas. De momento sigue habiendo oferta, pero en los próximos años será insuficiente para enfrentar la demanda.

 

El apagón de este día de los inocentes no es el único registrado en el actual gobierno, por eso es tan peligroso prometer que no se va a repetir. En 2019 hubo dos importantes apagones en el sureste; pero, aunque Bartlett afirmó que se habían debido a quemas de pastizales, la aparente razón fue la saturación de la única línea de transmisión a esa región.

 

López Obrador ha expresado muchas veces nostalgia por los tiempos del viejo PRI en que todo era mejor en el país. Yo crecí, como él, en los años de Luis Echeverría, y recuerdo cómo todas las tardes había apagones programados porque no había suficiente energía. Quizá ese será el precio que tendremos que pagar nuevamente por la insistencia de manejar la electricidad con instrumentos ideológicos en vez de técnicos.

MONOPOLIOS

Lo absurdo de la negativa a permitir las inversiones privadas en generación es que la CFE sigue teniendo monopolios en transmisión y distribución doméstica, pero el dinero que tiene para invertir no le alcanza para cubrir las necesidades en estos campos. Aun así, quiere impedir inversiones privadas en otras actividades.

 

Sergio Sarmiento


lunes, diciembre 14, 2020

 

¿Ley Lamebotas?

¿Qué le debe López Obrador a Ricardo Salinas Pliego? ¿Qué es lo que hace doblegarse al primero e imponerse al segundo? ¿Qué es lo que explica el sometimiento del Presidente y el empoderamiento del empresario? ¿Dinero de campañas pasadas y futuras? ¿Información que se usa para chantajear y doblegar? ¿Lealtad que se traduce en complicidad? Sea lo que sea, el Presidente incorporándolo a su Consejo Asesor Empresarial, dándole más negocios, celebrando su "vocación social", callando cuando sus empresas violan las recomendaciones sanitarias ante el Covid-19, y permitiendo que se salga con la suya, una y otra vez. No lo regula, lo recompensa. No lo contiene, lo impulsa. Tanto le debe o le teme, que ahora el gobierno lopezobradorista -y su operador Ricardo Monreal- ha diseñado una ley para proteger los intereses del salinista. La "Ley Banco Azteca". La "Ley Lamebotas".

 

La reforma a la ley del Banco de México aprobada en el Senado, hecha para proteger los intereses de una persona y no para promover el interés público. Diseñada para asegurar el bienestar de Salinas Pliego, pero no del país. Así lo sentencia el subgobernador de Banxico, Jonathan Heath: "no se vale reformar una ley para favorecer a una sola empresa, en especial con antecedentes negativos", frente a las autoridades regulatorias estadounidenses. Así lo tuitea el subgobernador, Gerardo Esquivel: "Lamentable que se hayan aprobado en el Senado reformas al Banco de México que ponen en riesgo las reservas internacionales y que atentan contra la autonomía del Banco de México". Así lo resume el gobernador de Banxico, Alejandro Díaz de León: "algo que puede tratar de implicar un beneficio para uno, puede contaminar el ecosistema"; algo que ayuda a un pez, acabará dañando la pecera de todos.

 

Experto tras experto lo señala con preocupación. Lo que ha votado el Senado a nombre de Salinas Pliego es gravísimo. Obligaría al Banco de México a cambiar las normas que limitan la entrada de dinero ilícito, abriendo la puerta al lavado de dinero. Forzaría a Banxico a comprar dólares en efectivo que le "sobran" a los bancos comerciales, cuando no pueden regresar las divisas a Estados Unidos, como lo hacen ahora vía sus corresponsales. Expondría a Banxico a sanciones internacionales e incluso el congelamiento de los 194 mil millones de dólares de reservas, si se detectan billetes provenientes del narcotráfico. Minaría la autonomía del banco central que este gobierno prometió salvaguardar, afectando la reputación global del país y su ya mermada capacidad de atraer la inversión. Podría ser el preámbulo para reformas futuras que busquen obtener control gubernamental sobre las reservas, y financiar boquetes presupuestales que crecen.

 

El argumento utilizado por la mayoría morenista para hacerle los mandados al mandamás es espurio. Es falso que así se protege el dinero recibido por las remesas, ya que el 99% entra al sistema financiero por vía electrónica. Es falso que así se protege a los migrantes y sus recursos. Lo cierto es a quién se le dedica la reforma y quiénes serían sus beneficiarios: bancos que se niegan o no pueden tener corresponsales para repatriar o transferir monedas extranjeras. Es el caso de Banco Azteca, cuyo banco corresponsal en Estados Unidos -Lone Star- fue acusado de violar las leyes de lavado de dinero, y multado por ello. Es el caso de Banco Azteca, que movió "cientos de millones de dólares en efectivo en sospechosos cargamentos que llegaron al sistema financiero estadounidense", según las autoridades allá. Como uno de los peces tiene problemas, el gobierno parece estar dispuesto a ensuciar toda la pecera para ayudarlo.

 

Demostrando con ello la debilidad del Presidente, y el sometimiento del Senado, aparentemente hincados ante quien gobierna en México, por encima de AMLO. Evidenciando cómo en la 4T, el poder político no se ha separado del poder económico; al igual que con la "Ley Televisa" del 2006, le limpia las botas. Mientras tanto, el tercer hombre más rico del país logra poner a las instituciones a su servicio, mientras se ríe de ellas. Celebra con beneplácito una legislación que asegurará su entronización. Y López Obrador, quien siempre ha dicho que su pecho "no es bodega", ahora guarda silencio, como si tuviera la bota de Salinas Pliego en el cuello. Como si el rechazo a la ley por la Cámara de Diputados no se la pudiera quitar.

 

Denise Dresser


domingo, diciembre 13, 2020

 

Leyes al vapor

El país enfrenta más problemas que nunca. Ante este panorama, uno supondría que nuestros legisladores estarían proponiendo reformas para mejorar el sistema de salud, promover el crecimiento económico o enfrentar una violencia desbordada.

 

Todo lo contrario. Lo suyo es inventar falsas soluciones. Ha sido una semana llena de decisiones legislativas absurdas e incluso perversas.

 

En la reforma al sistema de pensiones, que tiene sin duda comisiones muy altas, nuestros legisladores decidieron poner como límite en el cobro de éstas el 0.54 por ciento. Una cifra arbitraria que es el promedio cobrado en 3 países, Colombia, Chile y Estados Unidos. Modificar ese precio requiere cambiar la ley. Una rigidez absurda.

 

Este precio puede llevar a la quiebra de las afores pequeñas y promoverá una mayor concentración en el mercado. Lo que los trabajadores se ahorren en comisiones lo pagarán en un mal servicio. Así es con precios fijos en un mercado poco competitivo. El Senado aprobó la reforma en 15 minutos.

 

Otra falsa salida es la reforma a la Ley del Banco de México que lo obliga a comprar los excedentes de divisas en billetes del sistema financiero. Actualmente sobran los billetes de dólares en México. Por eso en el aeropuerto capitalino la venta de dólares se encuentra a un precio inferior, a veces más de un peso, al del tipo de cambio interbancario. Esta sobreoferta se debe a los recursos provenientes de los exportadores mexicanos de drogas, que repatrian sus divisas y necesitan convertirlas a pesos. Es falso que el problema sea por el ingreso de remesas. El 99 por ciento de éstas se hace vía transferencia electrónica, según explicó el gobernador de Banxico.

 

Las transferencias electrónicas son la vía más barata, rápida y segura para mover dinero entre ambos países. Si se trata de apoyar a los paisanos que aún traen billetes, lo que debemos hacer es facilitar la bancarización de quienes reciben remesas. Siempre es mejor precio el interbancario que el de ventanilla.

 

¿Para qué distraer a Banxico de su función central y ponerlo a captar dólares en billetes? No tiene las bóvedas para resguardarlos ni mucho menos la infraestructura para trasladar billetes hacia Estados Unidos. Ésa es una tarea que les toca a los bancos privados y así lo han hecho con el 98 por ciento de los dólares que captan. Salvo el Banco Central de Paraguay, no encontré otro banco central con la responsabilidad de acumular billetes en dólares comprados a quienes les sobran.

 

La reforma pone a Banxico en riesgo de ser acusado de lavado de dinero por sus contrapartes en Estados Unidos. Como lo ha dicho su gobernador, cuando se compra un billete se compra su historial. Si éste proviene del crimen organizado, nuestro banco central podría ser aislado del sistema financiero internacional. El costo para el país y para nuestro sistema financiero sería mayúsculo.

 

Ambas leyes están hechas al vapor. No hay estudio detrás que valide si es la solución adecuada para el problema que deben enfrentar. Son dos ejemplos de muchas otras leyes que parecen meras ocurrencias, como pedirles a los agentes extranjeros encubiertos que se registren en la SRE y compartan su información. ¿Ése es el objetivo? No va a suceder.

 

Estas leyes al vapor son un adelanto de lo que veremos el año entrante de cara a las elecciones intermedias. Para tratar de ganar, muchos morenistas buscarán legislar para su público. Fijar precios y otorgar algún derecho gana votos.

 

Si ven riesgo de perder la Cámara de Diputados, en el gobierno y en Morena pensarán que es su última oportunidad para legislar sin freno. Se van a desbocar. Nuestros legisladores tienen mucha creatividad, y algunos representan intereses inconfesables. Además, muchos legisladores o no entienden el costo para el país de sus ocurrencias o simplemente no les importa, mientras les sea políticamente rentable.

 

Carlos Elizondo Mayer-Serra

 

 


domingo, diciembre 06, 2020

 

En sus manos

"No hay nada más valioso que la vida, la libertad y la seguridad de las personas. Cuida tu vida y la de los demás", dice el punto 2 de la Guía Ética para la Transformación de México.

 

AMLO, el orgulloso impulsor de esa guía, tiene en sus manos la vida de 130 millones de mexicanos. No ha sido cuidadoso con esa responsabilidad. Según el gobierno, en el país han muerto por covid casi 110 mil personas. En realidad, son por lo menos el doble, pero utilizando los datos oficiales son el 7.1 por ciento de las muertes por el virus en el mundo. México tiene el 1.6 por ciento de la población del planeta.

 

Hasta octubre AMLO acumulaba 66,744 víctimas de homicidio. En los 6 años del gobierno de Calderón los homicidios sumaron casi 102 mil, es decir, 17,143 en promedio por año.

 

Retomo las palabras de AMLO del pasado 29 de octubre: "Los errores en política son como crímenes". Él ya acumula muchos. Algunos de ellos, incomprensibles.

 

Trump no usa tapabocas porque es un egoísta. ¿No se supone que AMLO es una buena persona? Su comportamiento refleja lo contrario. ¿Cuántos mexicanos no hubieran muerto por Covid si AMLO hubiera puesto el ejemplo y usara tapabocas desde el arranque de la pandemia? De acuerdo con el modelo del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME), si todos usáramos tapabocas evitaríamos unas 7,000 muertes de hoy a marzo.

 

Según una aplicación del diario alemán Die Zeit, 10 personas sin tapabocas por 5 horas en una habitación de 40 metros cuadrados tienen un 21 por ciento de probabilidad de enfermarse si una de ellas emite el virus. Si todos traen tapabocas de tela, la probabilidad baja a 6 por ciento y con los quirúrgicos de tela, a 2 (https://bit.ly/3owFfvD). Todos los expertos dicen que es indispensable su uso para contener la pandemia, aunque AMLO tiene otros expertos: sus subordinados.

 

Hay otros errores: ¿cuántos fallecieron en sus casas porque el gobierno les dijo que ahí se quedaran o porque no los admitieron en un hospital quizás con camas disponibles? No lo sé. Pero muchos de ellos ya estaban muy enfermos cuando finalmente ingresaron. Datos del espléndido artículo de Nathaniel Parish Flannery en Forbes muestran que en México menos del 30 por ciento de los muertos fueron conectados a un ventilador. De los que fueron intubados, sólo 2 de cada 10 sobrevivieron. Casi no duraron conectados al ventilador. Se mueren rápido y dejan libre la cama: https://bit.ly/3g5RLzf.

 

Sus seguidores no lo culpan por tanta muerte. AMLO mantiene una aprobación parecida a la de enero de este año. Entre quienes tienen educación primaria o menos, en general pobres, su aprobación es del 70 por ciento, según una encuesta de El Financiero. Entre quienes tienen estudios universitarios, del 55 por ciento.

 

Los pobres difícilmente se enteran de quién es el responsable de sus familiares muertos. AMLO lo sabe. Cuando se le preguntó sobre el ranking de resiliencia de Covid elaborado por Bloomberg, donde México ocupa el último lugar de las 53 naciones consideradas, su respuesta fue honesta: "No afecta en nada, la mayoría de la gente ni siquiera se entera, con todo respeto a estas publicaciones".

 

No cuida a los vivos, pero sí se preocupa por los familiares de sus muertos: les manda una lana para los gastos funerarios. Le sumarán unos votos más. ¿Por qué no gastar ese dinero para enfrentar mejor la pandemia? Pagar dichos gastos es claudicar en su obligación constitucional de proteger a los vivos.

 

Ahora viene el cuento de las vacunas. Servirá para dar esperanza y relajarnos en la temporada navideña. El viernes finalmente explicó la necesidad de cuidarse. Con eso seguro ya duerme tranquilo, pero no hay una política de contención del virus encabezada por él. Me temo que vendrá un enero muy oscuro, con muchos más muertos de los que tendríamos si el Presidente creyera realmente que la vida de los mexicanos importa.

 

Carlos Elizondo Mayer-Serra

 

 


 

La palabra del tirano

Todos los líderes populistas postmodernos han convertido a la política en el arte de la mentira. En Inglaterra, el primer ministro Boris Johnson insiste todavía que Brexit convertirá a Gran Bretaña en una potencia económica. En Rusia, Putin sigue pasándole la cuenta a Occidente de todos los males que el país padece, y en Estados Unidos, Trump sigue inventando el mismo mito fundacional que es el cimiento ideológico del gobierno de López Obrador en México: un fraude inexistente.

 

Gobiernan de espaldas a la realidad. Trump no está dispuesto a que la confirmación de que la votación favoreció a Joe Biden en un estado clave tras otro altere su retórica que proclama un fraude masivo. Y en México, a dos años de asumir el poder y, de acuerdo con el balance de ayer, con más de un millón cien mil contagiados y 109,456 fallecidos a causa del Covid, López Obrador, y su vasallo en el sector Salud, siguen insistiendo en que la pandemia no los ha rebasado.

 

Estos políticos saben que están mintiendo. Pero la mentira es nada más un instrumento que, con la ayuda de las redes y de compañías que modelan la opinión de sus usuarios con base en algoritmos sofisticados, ha resultado muy eficaz como estrategia para cambiar los modos de gobernar en aras de proyectos que buscan transformar el statu quo democrático y asegurar el predominio de otros grupos en el poder.

 

En esta estrategia hay dos polos. En uno están los populistas que han tomado el gobierno que repiten hasta el agotamiento una visión alternativa e ideológica (si entendemos a la ideología como la conciencia falsa de la realidad) y, en el otro, los votantes que reciben y aceptan o rechazan el mensaje.

 

Una pregunta fundamental es, ¿por qué tantos electores creen o pretenden creer que la realidad alternativa de los populistas es cierta? La explicación tiene muchas caras. La base fundamental de apoyo de estos líderes no busca la verdad. Su lealtad es sectaria, una fe tribal que se alimenta a sí misma, más allá de lo que diga o haga el líder. Practican la ignorancia agresiva que es tan evidente entre bots y troles en las redes.

 

Otros, una buena parte de los votantes -porque los sistemas populistas convocan puntualmente a elecciones-, están profundamente desinformados y sin información es imposible distinguir la verdad de la mentira y desmontar las fake news del poderoso.

 

Muchos más compran los prejuicios que están en el corazón de todas las agendas populistas, por comodidad. Es más fácil creer que la Unión Europea es responsable de la desigualdad económica en Gran Bretaña; que los inmigrantes les roban el empleo a los gringos de cepa o que los neoliberales tienen la culpa de todos los problemas que López no ha podido resolver en México, que asumir la responsabilidad que esos gobiernos, y quienes los apoyan, tienen.

 

Para el resto, los que no apoyan ni votan populista, nadie ha hecho un diagnóstico mejor de los errores que han cometido que Timothy Snyder. En lugar de advertir sin prisa ni pausa el peligro que representaba y representa el populismo para la libertad, los derechos humanos y las instituciones democráticas, respetamos el voto y le dimos a nuestro populista el beneficio de la duda: tal vez el ejercicio del poder lo convertiría en un estadista.

 

La obediencia anticipada, como la llama Snyder, acostumbrarse al proceso, asegura el éxito de cualquier proyecto populista antidemocrático. Colocarse a la defensiva es una pérdida de tiempo y el silencio es abrirle un paréntesis de oportunidad al populista, que siempre tiene prisa, para derruir una a una las instituciones democráticas.

 

Los líderes populistas han adoptado el dogma fascista: una mentira repetida mil veces se vuelve verdad. Bombardean a diario a sus gobernados con sus propios datos: los "hechos alternativos" de Trump. Algunos, como Putin, que cuida su imagen y su palabra como si fueran bienes sagrados, usan su control casi absoluto de los medios y a portavoces bien entrenados en el cinismo para promover una realidad alternativa. Otros, como Trump y López Obrador, han tomado ellos mismos el micrófono o el Twitter y dedican toda su energía al arte de la mentira y a denigrar y deslegitimar a cualquier medio o crítico de sus políticas.

 

El mejor camino para luchar con la realidad alternativa de los populistas es la defensa de la verdad: desmontar con la misma perseverancia de los populistas la mentira que pretenden convertir en una nueva normalidad.

 

Isabel Turrent

 


 

Te lo dije Poncho, te lo dije

A propósito de la exitosa serie de Netflix "The Crown", hay un capítulo donde la Reina Isabel II intenta advertirle a su hermana, la princesa Margarita, de los antecedentes del personaje con el que se casará: el fotógrafo Antony Armstrong-Jones.

 

Ella no quiere ver ni escuchar nada, su decisión está tomada. Le llevará poco tiempo confirmar los rumores sobre la mala fama y prácticas poco ortodoxas de su futuro consorte, y dieciocho años divorciarse de él.

 

Bien, pues lo mismo le ocurrió a Alfonso Romo con Andrés Manuel López Obrador. Después de algunos años de relación, y sólo dos de "matrimonio político", su entusiasmo por él terminó. Lastimó su confianza al ser ignorado constantemente.

 

El lunes 12 de mayo de 2014, y a dos días de terminar mi encargo como comisionada del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI, hoy INAI), recibí una llamada de la oficina de Romo. Un amigo en común le había hablado de mí y quería conocerme. Pactamos nuestra reunión el viernes 16 de mayo en su condominio de la Ciudad de México.

 

Una charla que estaba programada para durar una hora, se prolongó más de dos horas.

 

El hielo se rompió rápidamente. "Llámame Poncho", me dijo.

 

Comenzamos a hablar del tema del cumplimiento de la norma sobre la protección de los datos personales en su Casa de Bolsa Vector, en su universidad y sus otras empresas. Me expresó las intenciones de transformar la casa de bolsa en una institución financiera. Cuando terminamos el tema de la protección de datos pasamos al de la transparencia de López Obrador.

 

Antes de entrar en materia, le mostré los cartones de Paco Calderón y de Sergio Iracheta en mi tableta electrónica, los cuales describen gráficamente y de forma puntual la dura batalla que yo había librado contra Andrés Manuel y su administración siendo Jefe de Gobierno del Distrito Federal, así como con sus Diputados locales perredistas.

 

Le expliqué a detalle todos los obstáculos que López Obrador y sus Diputados habían interpuesto en el 2002 para que se aprobara la Ley de Transparencia en el Distrito Federal y que, cuando finalmente se logró en 2003 y nos eligieron en julio a los consejeros ciudadanos, él había utilizado todas las artimañas jurídicas dilatorias para retrasar su cumplimiento. En general, López se negaba a cumplir con la transparencia.

 

Fuimos al tema de los Segundos Pisos. Le dije que el propósito de la creación del Fideicomiso para el Mejoramiento de las Vías de Comunicación (conocido por sus siglas como el FIMEVIC) y construirlos a través de éste, era para ocultar la información financiera del mismo, así como las decisiones en la asignación de los recursos; le detallé cómo los habían utilizado, la clasificación de la reserva de la información, su negativa a ser revisadas las cuentas y el contubernio de su contralora. Le habían encargado la operación del fideicomiso a Claudia Sheinbaum, siendo ella la Secretaria del Medio Ambiente capitalina, porque César Buenrostro, su entonces Secretario de Obras, se había negado a hacerlo. Le compartí de la persecución que me habían hecho como comisionada de transparencia del INFODF, de las amenazas que había recibido y de la destitución de la que fui objeto, situación que la Suprema Corte revirtió y por lo cual me reinstalaron.

 

Su respuesta fue: "Yo puse a mi gente a revisar las cuentas de los segundos pisos, y no encontraron nada dudoso". Y mi revire fue contundente: "Es que no buscaron bien, Poncho. Me hubiesen preguntado a mí. Yo les hubiese enseñado cómo hacerlo".

 

Su defensa de López Obrador era vehemente, de pleitesía, tratando de convencerme sobre su honestidad compartiéndome sus constantes desayunos con él, mientras su esposa Beatriz los preparaba, en su departamento de Tlalpan. Lo tenía seducido su manera austera de vivir, ¿cómo podía ser deshonesto?

 

Yo insistía que su "honestidad valiente" era sólo demagogia, ya que su gestión había sido secuestrada por una oscuridad cobarde. Había demostrado con creces la discrecionalidad en el destino de los recursos para sus obras faraónicas, y de toda su administración. Que su manera de tomar decisiones era unipersonal, no escuchaba, le temían y nunca lo contradecían. Que Carlos Urzúa, en ese momento su Secretario de Finanzas, de alguna manera lo había advertido y le renunció. Sólo se hacía su voluntad. Y rematé: "No lo conoces bien, él no tiene amigos, sino lacayos que se convierten en cómplices, no eres su amigo, te va a utilizar para sus propósitos. Necesita un empresario muy exitoso y poderoso como tú para que sea el interlocutor con el sector empresarial. Ellos no le tienen confianza".

 

Bien, ya sabemos que Romo le renunció. Él confundió austeridad con honestidad y se dejó cautivar por la sencillez de unos desayunos. Su ojo nunca estuvo entrenado para distinguir las baratijas, vestidas de mentira, que se comió. Pensó que la honestidad se reducía sólo a la económica, suponiendo sin conceder y, otorgándole el beneficio de la duda a AMLO sobre su honestidad económica, Alfonso nunca vio la verdadera naturaleza de su "amigo".

 

Y ahora, después de haber trabajado "pro bono" con él dos años, de padecer su autoritarismo y conocerlo bien, se va herido. Sí, porque el que creía que era su amigo, lo lastimó, lo hirió, lo ninguneó y comprobó que no era confiable. Te lo dije, Poncho, te lo dije.

 

La autora es Consultora y ex Comisionada del IFAI.

María Elena Pérez-Jaén Zermeño

@MElenaPerezJaen


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