jueves, noviembre 29, 2012

 

La seguridad es primero

El Presidente saliente de México, Felipe Calderón, nunca fue muy querido. Su elección en el 2006 se vio eclipsada por acusaciones de fraude por su oponente izquierdista.

Después, Calderón batalló con una profunda recesión provocada por la crisis económica global. Y durante todo su periodo apoyó una "guerra contra el narco" encabezada por el Ejército que ha dejado un índice de muertos diversamente estimado entre 65 mil y 100 mil decesos. No es de sorprenderse que la mayoría de los mexicanos está ansiosa por verlo dejar el cargo el sábado.

Sin embargo, tampoco hay mucho entusiasmo sobre lo que viene. El Presidente entrante, Enrique Peña Nieto, un ex Gobernador con una imagen de niño bonito, representa la restauración del PRI que gobernó al País de 1929 al 2000 mediante una mezcla de represión, corrupción, cooptación y elecciones amañadas.

La novedad es que Peña Nieto fue elegido limpiamente, aunque con sólo el 38 por ciento de los sufragios entre tres candidatos. La realidad es que los mexicanos votaron menos a favor del candidato del PRI que en contra del aspirante del PRD y de la candidata de Acción Nacional.

Una buena cantidad de personas en la derecha e izquierda teme que los instintos autoritarios del PRI no tarden en resurgir. Peña Nieto, de 46 años, insiste en que su partido ha acogido las nuevas reglas del juego.

Tiene algunas cosas a favor. La economía está creciendo de nuevo, con la combinación de un desempleo a la baja en casa y menos empleos en Estados Unidos provocando una disminución dramática en la inmigración ilegal al norte. Y gracias al TLC, en lugar de exportar personas, México es ahora importante exportador de autos, televisiones, partes de aeronaves y otros productos.

Peña Nieto también podría poder gobernar mejor que Calderón o Vicente Fox, cuyos esfuerzos reformistas fueron invariablemente bloqueados por el PRI y el PRD en el Congreso.

El PAN no sólo está apoyando el plan del nuevo Gobierno de abrir el debilitado monopolio petrolero, Pemex, al capital privado, sino que el servilismo tradicional del PRI ante su líder debe también fortalecer la mano de Peña Nieto al negociar con otras centrales.

Hay mucho por hacer. La corrupción, mucho tiempo asociada con el régimen del PRI, no se ha aplacado en los últimos 12 años. La reforma fiscal es urgentemente necesaria: México tiene el nivel más bajo de recaudación fiscal en relación con el PIB de cualquier miembro de la OCDE. Los monopolios florecen, en particular el imperio de las telecomunicaciones controlado por Carlos Slim, el hombre más rico del mundo.

Los sindicatos laborales, muchos años aliados con el PRI, también son más independientes hoy. El líder de los trabajadores de Pemex, Carlos Romero Deschamps, esperará grandes beneficios para sus miembros a cambio de una reforma energética. Elba Esther Gordillo, presidenta del sindicato de maestros desde 1989, sigue siendo el principal obstáculo para una modernización de la educación.

No obstante, el mayor dolor de cabeza heredado a Peña Nieto es "la guerra contra el narco". Calderón asevera que un número considerable de los principales capos ha sido abatido o arrestado; también que la mayoría de las decenas de miles de muertos ha sido víctima de una guerra territorial que es librada por cárteles rivales. Sin embargo, aun entre señales de que la violencia podría haber alcanzado su punto máximo, el apoyo doméstico se evaporó hace mucho.

Hoy en día, los mexicanos libran una batalla estadounidense en suelo mexicano. Calderón estimó que los cárteles de México perciben 20 mil millones de dólares al año de los consumidores de drogas estadounidenses, más que suficiente para adquirir armamento sofisticado al norte de la frontera.

Y después de que los electores en Colorado y Washington aprobaron el uso recreativo de la mariguana, este mes, resulta difícil explicar por qué los mexicanos deben morir para evitar que el enervante sea introducido ilegalmente al vecino del norte.

Como candidato, Peña Nieto expresó alarma respecto al precio que México paga por la guerra contra el narco y señaló que él podría reducir la violencia, pero no ha detallado cómo.

(En su reunión en Washington, el martes, Peña Nieto y el Presidente Obama prometieron una cooperación más estrecha en seguridad, pero aún no está claro qué significa eso).

Una explicación favorita para el aumento de la violencia desde que el PRI dejó la Presidencia es que los líderes del partido estaban en contubernio con los cárteles y que, de forma bastante innecesaria, Calderón incitó al conflicto. En respuesta, los asesores de Peña Nieto han descartado cualquier noción de un trato con los capos de la droga y han prometido expandir a la Policía Federal para que libre una guerra más eficaz.

Un enfoque más prudente podría ser adoptar la política preferida por los otros dos países involucrados en el negocio más rentable del tráfico de drogas. Ni Colombia, uno de los principales productores de cocaína, ni Estados Unidos, el principal consumidor, están siendo destruidos por la violencia relacionada con el narco. Ambos han aprendido a coexistir con el problema, ambos han optado por la contención y ambos han dejado que México sea el que libre la guerra.

La prioridad de Peña Nieto es hacer que México sea un lugar más seguro y esto podría ser posible sólo al reconocer que el narcotráfico continuará siempre que exista un mercado lucrativo en el país vecino. Si la guerra desaparece discretamente de los titulares en los próximos meses, esto no significará que los cárteles han sido derrotados. Simplemente significará que el nuevo Gobierno ha puesto los intereses de México por encima de los de Estados Unidos.


Alan Riding
Ex corresponsal para The New York Times, es autor de "Vecinos Distantes: Un Retrato de los Mexicanos".
 
+++++++++++++++++++++++
 
Creo que es la mejor reseña sobre el sexenio de Calderón que he leído. Concisa, precisa, objetiva. Sin tufos ideológicos ni partidistas que columnistas/periodistas mexicanos tienen. Obvio, la escribe un extranjero.
 
¿Qué tan malo fue Calderón? Pues como cualquier ser humano, tuvo sus errores y aciertos, así como todos los presidentes. Pero es interesante resaltar que sólo a Zedillo y a Calderón han invitado a trabajar en prestigiosas universidades de EUA. Ni a Fox ni a Salinas los invitaron, ¿por qué será?.
 
Lo más negro, negativo, que se le achaca a Calderón son los 60, 80 o 100 mil muertos (parece que quien de la cifra más alta se vuelve más creíble, más políticamente correcto) como si todos ellos hubieran sido asesinados directamente por la PFP, el Ejército o la Marina. He leído inclusive a quienes comparan esa cantidad de muertos con los que hubo en la Guerra de los Balcanes o con la de Irak. Nada que ver. Los muertos por enfrentamiento directo con las fuerzas federales no llegan a 5000 en 6 años. Todos los demás, criminales o inocentes, fallecieron por causa directa de las bandas criminales. ¿Son muertos de Calderón?
 
Al menos yo si tengo memoria y recuerdo que las ejecuciones y levantones ya ocurrían en Nuevo León y Tamaulipas antes de diciembre del 2006. Que el Ejército y la Marina hayan incursionado no generó esas muertes, al contrario, creo que las contuvieron. Sin las Fuerzas Armadas patrullando las carreteras y calles de Nuevo León y Tamaulipas los criminales habrían matado a mucha más gente. Hoy las carreteras son medio transitables, de día, en estos dos estados, sólo porque sabemos que las patrullan los soldados.
 
La división y guerra entre el CDG y los Zetas habría ocurrido, con o sin Fuerzas Armadas en las calles. Ha sido la presencia de ellos lo que ha contenido a esas dos bandas de criminales. Las matazones y levantones hubiesen sido peores.
 
Yo a Calderón le puedo criticar que se rodeó de amigos, que no hizo lo suficiente para eliminar muchos trámites burocráticos y que no se esforzó más en combatir la corrupción, por mencionar algunos. Pero sobre haber sacado a las calles a las Fuerzas Armadas no, en eso, le estoy muy agradecido. Los gobernadores y alcaldes pusilánimes de Nuevo León y Tamaulipas nos abandonaron a nuestra suerte. También reconozco que se manejó muy bien la crisis del 2008-2009 y que no cayó en las redes del populismo keynesiano, endeudándose como lo hicieron los europeos. Se le critican el poco crecimiento, quienes eso hacen desconocen la magnitud de la crisis mundial. Pero al final de cuentas siempre la Historia pone todo en su lugar, tarde o temprano. Al tiempo.

martes, noviembre 20, 2012

 

¿algo que festejar hoy?

La población de México en 1900 era de 13.6 millones. En 1910 de 15.2 millones. En 1921 de 14.3 millones. Decreció en 900 mil personas, PERO el descenso real es mucho mayor.

Suponiendo el mismo ritmo de crecimiento para la década 1910-1920 que el que hubo de 1900 a 1910, de casi un 12%, en 1920 México debió haber tenido 17 millones de habitantes. Sin embargo sólo tenia 14.3 millones en 1921. Casi 3 millones de habitantes menos de los que debió haber tenido. Más de un 20% de decrecimiento poblacional. Uno de cada 5 mexicanos falleció en la guerra, murió prematuramente, o simplemente no nació, directa o indirectamente por el conflicto armado.

Las enfermedades y epidemias no explican la mayoría de ese decremento cuando las condiciones de salubridad y médicas del periodo 1900 a 1910 fueron bastante similares. Ahora, ¿qué tanto esas epidemias se agravaron por el hecho de estar en un estado de guerra abierta por tanto tiempo?

No, definitivamente NO hay nada que festejar hoy 20 de noviembre. La revolución (con "r" minúscula) no es más que otro mito de los gobiernos "revolucionarios" que sigue adoctrinándose a los niños en todas las escuelas. ¿Hasta cuándo?
 
¡Ah, pero eso si!, el combate al crimen organizado (que asesina, roba, secuestra y extorsiona a la población) se le critica y hasta hay quienes dicen que es un genocidio. Y esos mismos que critican, hoy festejan a la revolución y "sus héroes". Un conflicto justificado por las atrocidades que cometen los criminales y que ha causado menos del 0.09% de muertes, respecto a la población total, en los últimos 6 años. ¡Cuánta incongruencia!
 

martes, noviembre 13, 2012

 

Contra pobres

"Cualquiera que haya luchado con la pobreza sabe lo extraordinariamente caro que es ser pobre". James Baldwin

Hubo un tiempo en que la izquierda buscaba combatir la pobreza. Consideraba que ser pobre era no sólo una humillación personal y familiar sino un desperdicio de potencial humano que podía resolverse con medidas que generaran inversión y empleo. Hoy, en cambio, grupos que se dicen de izquierda, que viven de subsidios gubernamentales y aportaciones de fundaciones internacionales, se empeñan en impedir la inversión y la generación de empleos. Necesitan que la gente siga sumida en la pobreza porque de otra forma ellos perderían sus ingresos. Los pobres son un recurso natural que estos grupos no quieren que se acabe.

Este domingo el llamado Frente en Defensa de Tepoztlán impidió que se llevara a cabo una consulta sobre la posibilidad de ampliar a cuatro carriles la carretera La Pera-Cuautla en Morelos. Los activistas sabían que perderían la consulta y por lo tanto destruyeron cuando menos nueve de las 20 casillas instaladas. La ampliación aumentaría la actividad turística en Tepoztlán y generaría empleos en la comunidad. Pero eso es inaceptable para estos grupos porque podría disminuir la pobreza.

En San Luis Potosí un grupo de organizaciones políticas nacionales e internacionales está buscando que se declare como área natural protegida una enorme zona de 140 mil hectáreas que se conoce como Wirikuta. La región ha sido minera desde hace siglos. En un punto de la región se encuentra un cerro de importancia religiosa para el pueblo wixárica (o huichol) que llega ahí en peregrinaciones procedente de Nayarit, donde radica. Pero la peregrinación está siendo usada como excusa para buscar prohibir la minería en toda la región. Esto implicaría la pérdida de miles de empleos y evitaría la creación de muchos más en proyectos que ya están listos, como el de la mina La Luz de Real de Catorce. Pero esto no le importa a estos grupos que necesitan que los pobres sigan siendo pobres para pedir dinero para ayudar a los pobres.

La educación pública es una de las llaves para que los pobres puedan escapar a la pobreza, pero para ello es importante que su nivel de calidad sea similar al de las escuelas privadas. Recientemente, sin embargo, unos estudiantes paralizaron las normales rurales de Michoacán en un intento por impedir que se les obligara a aprender inglés y computación. Como ellos darán clases después en las escuelas rurales, se asegurarán así que los niños de las comunidades más pobres tampoco los aprendan.

En la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, una institución que a juicio de la propia Rectora, la doctora Esther Orozco, ha cometido un "fraude educativo" al dar una instrucción de nivel deficiente, un pequeño grupo de maestros y alumnos ha detenido las actividades de la institución por los esfuerzos por mejorar la calidad de instrucción. Dicen estos activistas que la UACM no debe preparar a graduados para las empresas sino ciudadanos críticos, que es otra forma de decir activistas políticos. Con esto, sin embargo, se cierra una opción educativa, subsidiada por el Gobierno del Distrito Federal, que permitiría a gente de escasos recursos obtener un mejor nivel de vida.

No, definitivamente ésta no es la izquierda con la que yo me identifico. Creo en una izquierda comprometida con el combate a la pobreza, no en una izquierda que quiere mantener o ampliar el número de pobres para seguir recibiendo dinero del gobierno y de fundaciones internacionales.

Reforma energética
Manlio Fabio Beltrones, coordinador de los Diputados del PRI, señaló este fin de semana que el PRI promoverá una reforma energética en 2013. La reforma buscará "ampliar la autonomía de gestión corporativa y de presupuesto de Pemex, así como las oportunidades de realizar alianzas para elevar la inversión en este sector". Lo interesante es que se trata de una reforma similar a la que el PRI les negó a los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón.

Sergio Sarmiento
www.sergiosarmiento.com
 

domingo, noviembre 11, 2012

 

La dictadura perfecta

El inminente arribo del PRI al Poder Ejecutivo federal, y su amplia presencia en el Congreso y los gobiernos estatales y municipales, me ha llevado a recordar un famoso episodio del "Encuentro Vuelta: La experiencia de la libertad", que congregó a cerca de 40 pensadores y autores del mundo (entre ellos varios Premios Nobel) para discutir sobre el estado de diversos temas capitales en el umbral del siglo 21: la libertad, la religión, los nacionalismos, la economía, la justicia, el socialismo.

El episodio al que me refiero ocurrió a fines de agosto de 1990, frente a millones de televidentes. Mario Vargas Llosa formaba parte de un panel que yo moderaba, y Octavio Paz estaba en el público con el resto de los participantes. Tras una primera ronda de presentaciones en la que Vargas Llosa había comenzado a señalar, suavemente, el carácter antidemocrático del PRI, Paz tomó la palabra para precisar su visión.

El PRI -explicó- es un partido hegemónico (no dictatorial) surgido de una revolución (es decir, dotado de una raigambre popular de origen) y cuyo acierto (a diferencia de los casos homólogos de Francia o Rusia) fue evitar los males paralelos de la guerra civil y el cesarismo revolucionario. Si bien no negaba el carácter "astutamente" manipulador del PRI en su relación con obreros y campesinos, les acreditaba el respeto a las libertades cívicas y la sociedad civil (inexistentes en la URSS o en Cuba) y, sobre todo, su vocación cultural: haberle "dado fisonomía al México indígena y mestizo".

No obstante, Paz criticaba a los gobiernos priistas por haber "usurpado" lugares que no le correspondían en la economía y advertía algo más grave: "El partido hegemónico... está en crisis, en vías de desaparecer, si no se transforma. El dilema para el PRI es muy claro: o se transforma y se democratiza, o bien desaparece".

Es de notarse que Paz no hacía referencia a la democratización como un proceso externo en la sociedad, sino interno del PRI. Veinte años antes, marcado aún por el crimen de Tlatelolco, se había referido al PRI en términos casi equivalentes a los de Vargas Llosa: "En México no hay más dictadura que la del PRI y no hay más peligro de anarquía que el que provoca la antinatural prolongación de su monopolio político" ("Posdata", Siglo XXI, 1970, p. 57).

Pero la experiencia de los años 70 y 80 lo había convencido de que ni la izquierda (por su falta de autocrítica frente al pasado estalinista y su tenaz simpatía por el régimen totalitario de Fidel Castro) ni la derecha (por sus viejas fidelidades clericales) eran alternativas deseables para México. Por eso insistía en la reforma democrática interna del PRI, como un estadio histórico previo a la adopción de una democracia sin adjetivos. "La crítica política del régimen", agregó, "exige, en primer término, el restablecimiento de la democracia interna en los sindicatos".

Mientras Octavio hablaba, Vargas Llosa me deslizó una pequeña nota preguntándome si podía intervenir enseguida, con una crítica más dura. Asentí, por supuesto, y tras recomendar yo mismo el "suicidio pacífico" del PRI, pregunté su opinión. Fue entonces cuando, no sin ofrecer disculpas por la posible "inelegancia" de lo que estaba por decir, acuñó la célebre frase "México es la dictadura perfecta":
"La dictadura perfecta no es la Cuba de Fidel Castro: es México, porque es una dictadura de tal modo camuflada que llega a parecer que no lo es, pero que de hecho tiene, si uno escarba, todas las características de una dictadura".

Vargas Llosa no encontraba diferencias mayores entre las tradicionales dictaduras latinoamericanas y el régimen mexicano. En aquéllas permanecía un hombre, en éste se eternizaba un partido. Pero lo verdaderamente característico del PRI -el veneno maquiavélico que lo volvía "perfecto"- era el modo en que había "reclutado al medio intelectual" alentando sutilmente la crítica y financiando aun a los grupos de oposición. Entre esos intelectuales, Vargas Llosa hacía distingos: "Es verdad que ha habido una crítica interna muy talentosa, muy generosa, muy valerosa, de muchos intelectuales mexicanos, naturalmente entre ellos Octavio Paz". No obstante, creía su deber "denunciar" el caso mexicano:
"Como este país se está abriendo a la libertad, quiero ponerlo a prueba, quiero decirlo aquí abiertamente, porque esto lo he pensado desde la primera vez que vine a México (a este país que, por otra parte, yo admiro y quiero tanto)... que aquí... se ha vivido durante décadas, con unos matices muy particulares, el fenómeno de la dictadura latinoamericana".

El público quedó estupefacto. El episodio, que puede verse en YouTube, despertó las suspicacias de muchos, que atribuyeron la súbita salida de Vargas Llosa del País a un berrinche presidencial o a una desavenencia con Paz. No hubo tal. La frase quedó en la memoria mexicana, como una estocada de antología.

¿Quién tuvo razón? Ahora pienso que ambos. Si bien la dominación del PRI -por las razones que aducía Paz- no correspondía propiamente a la de una dictadura, su larguísima permanencia en el poder -como pensaba Vargas Llosa- era injustificable. ¿Hubiese bastado la reforma democrática interna para desatar -como proponía Paz- un proceso paulatino de democratización nacional, tutelado por el PRI? Nunca lo sabremos porque esa reforma al interior no ocurrió. Lo que sí ocurrió fue el proceso de democratización externa que Vargas Llosa favorecía.

Estoy convencido de que ésa era la mejor alternativa. Creo que la sociedad abierta de hoy es más incierta y peligrosa que la sociedad protegida de ayer, pero también es más real. Y, sin embargo, no dejo de recordar la zozobra en el rostro de Octavio Paz cuando preguntaba, en sus días postreros: "¿Qué va a pasar con México?". Creo que vislumbraba una forma de la anarquía. Y tenía razón.

En el actual marco democrático, el PRI deberá enfrentar un México inseguro y violento, sin posibilidad de regresar el reloj a los tiempos de la dictadura perfecta. Y la advertencia de Paz sigue vigente: sin una reforma democrática interna que ponga límite a cacicazgos y privilegios sindicales, el nuevo Gobierno vivirá en una insalvable y desgastante contradicción.
 
Enrique Krauze
+++++++++++++++++++++
 
El PRI regresa al poder después de haber bloqueado las reformas por 12 años y haber nadado de "muertito" en los últimos 6 en materia de inseguridad, cargándole todo lo negativo, toda la responsabilidad al gobierno federal. Regresan con la cantaleta de que sólo ellos saben gobernar. Pero se encontrarán con un país muy diferente al que gobernaron en los 90's y décadas anteriores. Aunque controlan la gran mayoría de gobiernos estatales y municipales, así como sindicatos corporativistas, ya no tienen ese control en grandes sectores de la sociedad. Y mucho menos en pleno siglo XXI con las redes sociales y la enorme comunicación. Los escándalos que antes se mantenían en secreto por el férreo control de medios, ahora no lo tendrán y su desgaste será mucho más rápido que los 12 años que tardó el PAN en perder su imagen. Al tiempo.

martes, noviembre 06, 2012

 

Decálogo del Populismo

El populismo en Iberoamérica ha adoptado una desconcertante amalgama de posturas ideológicas. Izquierdas y derechas podrían reivindicar para sí la paternidad del populismo, todas al conjuro de la palabra mágica "pueblo".

Populista quintaesencial fue el general Juan Domingo Perón, quien había atestiguado directamente el ascenso del fascismo italiano y admiraba a Mussolini al grado de querer "erigirle un monumento en cada esquina". Populista posmoderno es el comandante Hugo Chávez, quien venera a Castro hasta buscar convertir a Venezuela en una colonia experimental del "nuevo socialismo". Los extremos se tocan, son cara y cruz de un mismo fenómeno político cuya caracterización, por tanto, no debe intentarse por la vía de su contenido ideológico sino de su funcionamiento. Propongo diez rasgos específicos.

1
El populismo exalta al líder carismático. No hay populismo sin la figura del hombre providencial que resolverá, de una buena vez y para siempre, los problemas del pueblo. "La entrega al carisma del profeta, del caudillo en la guerra o del gran demagogo ¬recuerda Max Weber¬ no ocurre porque lo mande la costumbre o la norma legal, sino porque los hombres creen en él. Y él mismo, si no es un mezquino advenedizo efímero y presuntuoso, `vive para su obra'. Pero es a su persona y a sus cualidades a las que se entrega el discipulado, el séquito, el partido".

2
El populista no sólo usa y abusa de la palabra: se apodera de ella. La palabra es el vehículo específico de su carisma. El populista se siente el intérprete supremo de la verdad general y también la agencia de noticias del pueblo. Habla con el público de manera constante, atiza sus pasiones, "alumbra el camino", y hace todo ello sin limitaciones ni intermediarios.

Weber apunta que el caudillaje político surge primero en las ciudades-Estado del Mediterráneo en la figura del "demagogo".

Aristóteles (Política, V) sostiene que la demagogia es la causa principal de "las revoluciones en las democracias", y advierte una convergencia entre el poder militar y el poder de la retórica que parece una prefiguración de Perón y Chávez: "En los tiempos antiguos, cuando el demagogo era también general, la democracia se transformaba en tiranía; la mayoría de los antiguos tiranos fueron demagogos". Más tarde se desarrolló la habilidad retórica y llegó la hora de los demagogos puros: "Ahora quienes dirigen al pueblo son los que saben hablar".

Hace 25 siglos esa distorsión de la verdad pública (tan lejana de la democracia como la sofística de la filosofía) se desplegaba en el ágora real; en el siglo XX lo hace en el ágora virtual de las ondas sonoras y visuales: de Mussolini (y de Goebbels), Perón aprendió la importancia política de la radio, que Evita y él utilizarían para hipnotizar a las masas. Chávez, por su parte, ha superado a su mentor Castro en utilizar hasta el paroxismo la oratoria televisiva.

3
El populismo fabrica la verdad. Los populistas llevan hasta sus últimas consecuencias el proverbio latino "Vox populi, vox dei". Pero como Dios no se manifiesta todos los días y el pueblo no tiene una sola voz, el gobierno "popular" interpreta la voz del pueblo, eleva esa versión al rango de verdad oficial, y sueña con decretar la verdad única. Como es natural, los populistas abominan de la libertad de expresión. Confunden la crítica con la enemistad militante, por eso buscan desprestigiarla, controlarla, acallarla. En la Argentina peronista, los diarios oficiales y nacionalistas ¬incluido un órgano nazi¬ contaban con generosas franquicias, pero la prensa libre estuvo a un paso de desaparecer. La situación venezolana, con la "ley mordaza" pendiendo como una espada sobre la libertad de expresión, apunta en el mismo sentido; terminará aplastándola.

4
El populista utiliza de modo discrecional los fondos públicos. No tiene paciencia con las sutilezas de la economía y las finanzas. El erario es su patrimonio privado, que puede utilizar para enriquecerse o para embarcarse en proyectos que considere importantes o gloriosos, o para ambas cosas, sin tomar en cuenta los costos.

El populista tiene un concepto mágico de la economía: para él, todo gasto es inversión. La ignorancia o incomprensión de los gobiernos populistas en materia económica se ha traducido en desastres descomunales de los que los países tardan decenios en recobrarse.

5
El populista reparte directamente la riqueza. Lo cual no es criticable en sí mismo (sobre todo en países pobres, donde hay argumentos sumamente serios para repartir en efectivo una parte del ingreso, al margen de las costosas burocracias estatales y previniendo efectos inflacionarios), pero el populista no reparte gratis: focaliza su ayuda, la cobra en obediencia. "¡Ustedes tienen el deber de pedir!", exclamaba Evita a sus beneficiarios.

Se creó así una idea ficticia de la realidad económica y se entronizó una mentalidad becaria. Y al final, ¿quién pagaba la cuenta? No la propia Evita (que cobró sus servicios con creces y resguardó en Suiza sus cuentas multimillonarias), sino las reservas acumuladas en décadas, los propios obreros con sus donaciones "voluntarias" y, sobre todo, la posteridad endeudada, devorada por la inflación.

En cuanto a Venezuela (cuyo caudillo parte y reparte los beneficios del petróleo), hasta las estadísticas oficiales admiten que la pobreza se ha incrementado, pero la improductividad del asistencialismo (tal como Chávez lo practica) sólo se sentirá en el futuro, cuando los precios se desplomen o el régimen lleve hasta sus últimas consecuencias su designio dictatorial.

6
El populista alienta el odio de clases. "Las revoluciones en las democracias ¬explica Aristóteles, citando `multitud de casos'¬ son causadas sobre todo por la intemperancia de los demagogos". El contenido de esa "intemperancia" fue el odio contra los ricos; "unas veces por su política de delaciones… y otras atacándolos como clase, (los demagogos) concitan contra ellos al pueblo". Los populistas latinoamericanos corresponden a la definición clásica, con un matiz: hostigan a "los ricos" (a quienes acusan a menudo de ser "antinacionales"), pero atraen a los "empresarios patrióticos" que apoyan al régimen. El populista no busca por fuerza abolir el mercado: supedita a sus agentes y los manipula a su favor.

7
El populista moviliza permanentemente a los grupos sociales. El populismo apela, organiza, enardece a las masas.

La plaza pública es un teatro donde aparece "su Majestad el Pueblo" para demostrar su fuerza y escuchar las invectivas contra "los malos" de dentro y fuera. "El pueblo", claro, no es la suma de voluntades individuales expresadas en un voto y representadas por un parlamento; ni siquiera la encarnación de la "voluntad general" de Rousseau, sino una masa selectiva y vociferante que caracterizó otro clásico (Marx, no Carlos sino Groucho): "El poder para los que gritan `¡el poder para el pueblo!".

8
El populismo fustiga por sistema al "enemigo exterior". Inmune a la crítica y alérgico a la autocrítica, necesitado de señalar chivos expiatorios para los fracasos, el régimen populista (más nacionalista que patriota) requiere desviar la atención interna hacia el adversario de fuera. La Argentina peronista reavivó las viejas (y explicables) pasiones antiestadounidenses que hervían en Iberoamérica desde la Guerra del 98, pero Castro convirtió esa pasión en la esencia de su régimen: un triste régimen definido por lo que odia, no por lo que ama, aspira o logra. Por su parte, Chávez ha llevado la retórica antiestadounidense a expresiones de bajeza que aun Castro consideraría (tal vez) de mal gusto. Al mismo tiempo hace representar en las calles de Caracas simulacros de defensa contra una invasión que sólo existe en su imaginación, pero que un sector importante de la población venezolana (adversa, en general, al modelo cubano) termina por creer.

9
El populismo desprecia el orden legal. Hay en la cultura política iberoamericana un apego atávico a la "ley natural" y una desconfianza a las leyes hechas por el hombre. Por eso, una vez en el poder (como Chávez), el caudillo tiende a apoderarse del Congreso e inducir la "justicia directa" ("popular", "bolivariana"), remedo de una Fuenteovejuna que, para los efectos prácticos, es la justicia que el propio líder decreta. Hoy por hoy, el Congreso y la judicatura son un apéndice de Chávez, igual que en Argentina lo eran de Perón y Evita, quienes suprimieron la inmunidad parlamentaria y depuraron, a su conveniencia, el Poder Judicial.

10
El populismo mina, domina y, en último término, domestica o cancela las instituciones de la democracia liberal. El populismo abomina de los límites a su poder, los considera aristocráticos, oligárquicos, contrarios a la "voluntad popular". En el límite de su carrera, Evita buscó la candidatura a la Vicepresidencia de la República.

Perón se negó a apoyarla. De haber sobrevivido, ¿es impensable imaginarla tramando el derrocamiento de su marido? No por casualidad, en sus aciagos tiempos de actriz radiofónica, había representado a Catalina la Grande. En cuanto a Chávez, ha declarado que su horizonte mínimo es el año 2020.

¿Por qué renace una y otra vez en Iberoamérica la mala hierba del populismo? Las razones son diversas y complejas, pero apunto dos. En primer lugar, porque sus raíces se hunden en una noción muy antigua de "soberanía popular" que los neoescolásticos del siglo XVI y XVII propagaron en los dominios españoles, y que tuvo una influencia decisiva en las guerras de independencia desde Buenos Aires hasta México. El populismo tiene, por añadidura, una naturaleza perversamente "moderada" o "provisional": no termina por ser plenamente dictatorial ni totalitario; por eso alimenta sin cesar la engañosa ilusión de un futuro mejor, enmascara los desastres que provoca, posterga el examen objetivo de sus actos, doblega la crítica, adultera la verdad, adormece, corrompe y degrada el espíritu público.

Desde los griegos hasta el siglo XXI, pasando por el aterrador siglo XX, la lección es clara: el inevitable efecto de la demagogia es "subvertir la democracia".

Enrique Krauze


This page is powered by Blogger. Isn't yours?