domingo, marzo 10, 2019

 

El cartógrafo recuerda

¿Podemos recordar con precisión cosas que nunca sucedieron? La evidencia científica dice que sí.

 

El proceso de lo que llamamos memoria no es como una placa impresa que se queda fija e indeleble dentro de un archivo a la espera de ser consultada cuando queremos recordar algo. Los estudios demuestran que la memoria es un proceso complejo, único y orgánico.

 

Hace unos años se hizo un sencillo experimento dentro de un parque temático de Disney; se le preguntó a la gente (imagen de por medio) si habían visto a cierto personaje. Mayoritariamente respondieron que sí.

 

¿Qué hay de raro en ello?, se preguntarán algunos, al cabo esos sitios están llenos de botargas amigables. El individuo mostrado era Bugs Bunny, personaje de Warner, competidor de Disney.

 

A pesar de haber vivido el mismo suceso, mi esposa y yo diferimos en algunas partes de cierto relato, yo aseguro X mientras ella asevera Y (lo sé, me arriesgo demasiado, es mi versión de deporte extremo).

 

La memoria es como una receta en manos de diversas personas, siempre hay un toque individual que le añade algo y que hace que el resultado cambie. Aceptar la fragilidad de nuestra memoria debería ser una herramienta para construir puentes de entendimiento. ¿Y si no fue así como lo recuerdo? Podría ser un pregunta para la salud mental y física.

 

Recordar la realidad es equivalente a hacer un mapa, somos entonces cartógrafos de la memoria. Nuestro mapa depende de lo que observamos, de nuestras creencias, de lo que creímos haber visto y muchos factores más.

 

Hoy las herramientas satelitales hacen mapas con precisión que hubieran envidiado los navegantes y expedicionarios del pasado. En los anales de la historia se registran notables pifias cartográficas, invenciones de tierras ignotas y hasta mundos paralelos.

 

Durante siglos el continente de Java la Grande apareció en los atlas y cartografías como la isla más grande del planeta. O qué me dicen de los informes que hubo entre los siglos 15 y 18 sobre la Isla de California, mapas que dibujaban "con precisión" su contorno.

 

En una de sus recientes conferencias de prensa, el Presidente López Obrador se refirió a sus diferendos con el periódico REFORMA por "su postura conservadora... es un periódico que surge en el Gobierno de Salinas... que ha procurado no tocar a Salinas... que no cuestionó el saqueo del periodo neoliberal... que simuló que combatía la corrupción... que ayudó en el fraude electoral...".

 

En un video donde REFORMA muestra varias planas del periódico se ve claramente lo contrario a lo que el Presidente menciona. Como en tantos ejemplos que prueban que la memoria es falible, la gente considera que lo que recuerda es la realidad.

 

También hace unos días, el Presidente López Obrador respondió a una ingeniosa pregunta donde le pidieron dar un resumen de sus 100 días de Gobierno, en narrativa beisbolera. En determinado momento dibujó a su equipo contrincante como los fifís, los conservadores.

 

Preocupa que el Presidente de México vea que su rival es un grupo que asocia a un periódico en vez de los verdaderos enemigos del País: la pobreza extrema, la desigualdad, la inseguridad, la corrupción, la impunidad, la mala educación, la mediocridad en la visión de futuro y más.

 

En "Construir al Enemigo", Umberto Eco escribió: "Tener un enemigo es importante no sólo para definir nuestra identidad, sino también para procurarnos un obstáculo con respecto al cual medir nuestro sistema de valores y mostrar, al encararlo, nuestro valor. Por lo tanto, cuando el enemigo no existe, es preciso construirlo".

 

Quizá nos defina mejor: "dime quién es tu enemigo y te diré quién eres". Todos los Mandatarios tienen rivales, pero ¿se equivoca de enemigo el Presidente mexicano? ¿Demuestran los hechos que sus recuerdos no coinciden con la realidad?

 

Su responsabilidad es grave, la nave México se dirige al territorio que él como cartógrafo ha trazado. Su nivel de aceptación hace que millones crean en su mapa aun cuando sea un plano con territorios que no existen. Como cartógrafo, es creador de realidades, no sólo testigo.

 

La historia tiene un remedio infalible: cuando el cartógrafo corrige, la realidad mejora.

 

Eduardo Caccia

ecaccia@mindcode.com


 

La negación

Hace unos años, cuando Beijing se disponía a recibir a los jefes de Gobierno que integran la APEC, el Gobierno de la ciudad cerró cientos de fábricas y prohibió la circulación de millones de vehículos, todo en aras de disminuir la contaminación del aire e intentar darle una fachada menos sucia a la urbe. Sin embargo, una aplicación telefónica mostraba que la contaminación alcanzaba cifras escandalosas.

 

El Gobierno no tardó nada en resolver el problema: bloqueó el uso de esa aplicación y con eso le dio santo sepulcro a la contaminación.

 

Así parece actuar el Presidente López Obrador. La estrategia de tildar de malo y corrupto a todo lo existente ya rindió frutos en la forma de un desempleo creciente, una economía que va de picada y total ausencia de inversión, lo cual no hace sino agudizar los dos primeros indicadores.

 

El Presidente no está dispuesto a reconocer que su estrategia está causando estos fenómenos y que, de seguir, no logrará más que sumir al País en una crisis de dimensiones inconmensurables.

 

Las señales que mandan los mercados financieros respecto a la confiabilidad de la deuda mexicana que se cotiza en esos ámbitos no son halagüeñas; más bien, anticipan riesgos que, de no ser atendidos de inmediato, provocarán justo lo que el Presidente dice querer evitar.

 

El principal problema no son las finanzas de Pemex, por más que ése sea uno enorme, sino toda la concepción del Gobierno, que quiere destruir lo existente, cuando lo que el País requiere son acciones que resuelvan problemas recientes y ancestrales que no se han querido enfrentar por muchas décadas.

 

El punto de partida de AMLO es que todo lo que se hizo a partir de 1982 fue equivocado. Esa premisa erra en dos frentes: primero, no reconoce que la crisis de 1982 fue producto de que se prolongó por demasiado tiempo -y, de hecho, se exacerbó- la estrategia del desarrollo estabilizador, al punto de provocar una crisis de deuda que tomó décadas controlar.

 

En segundo lugar, tampoco acepta que la estrategia de desarrollo introspectiva, casi autárquica, dejó de ser posible porque no satisfacía las necesidades de una población cada vez más demandante, y porque el mundo cambió con las comunicaciones, la tecnología y la forma de producir.

 

El sentido de la estrategia económica a partir de 1982 tiene muchas carencias y errores que obviamente no deben repetirse, pero es el único posible.

 

El Presidente López Obrador tiene la legitimidad y el liderazgo necesarios para hacer lo que los Gobiernos de las décadas pasadas no pudieron o no quisieron hacer: eliminar los obstáculos al desarrollo que se preservaron y que yacen en el corazón de las bajas tasas de crecimiento promedio que el País ha arrojado por demasiado tiempo.

 

Los problemas que se enfrentan tienen que ver con estructuras políticas y sociales anquilosadas que favorecen lo que Luis de la Calle (en elnorte.com/extorsion) llama la "economía de la extorsión", donde autoridades, sindicatos, monopolios, burocracias y criminales extorsionan a los ciudadanos, empresarios, alumnos, propietarios y comerciantes, impidiendo que crezcan las empresas y se desarrolle el País.

 

Si el Presidente de verdad quiere detonar un elevado crecimiento y darle oportunidades a los mexicanos más desfavorecidos, su estrategia debería ser la de romper con esas prácticas impunes.

 

Lo que está haciendo es exactamente lo opuesto: afianzar los feudos, fortalecer (y premiar) a los sindicatos que todo lo obstaculizan y cultivar y cautivar a las empresas que impiden la competencia.

 

Provocar conflictos sindicales, atacar empresas que generan energía y atizar el entorno de polarización no van a lograr más que menos crecimiento, menos inversión y, si se persiste en la destrucción de todo lo existente, una crisis de las dimensiones de la de 1995. O peor.

 

Oaxaca no progresa porque las estructuras políticas sociales y sindicales todo lo mediatizan y todo lo impiden. No es necesario más que observar el éxito de lugares como Aguascalientes o Querétaro para ver lo que una estructura política, social y empresarial favorables pueden crear.

 

La pregunta es si lo que el Presidente López Obrador pretende es convertir a todo el País en Oaxaca, el camino que ha adoptado, o enfrentar los problemas de Oaxaca y, en general, del sur (aunque no exclusivamente) para que todo el País salga adelante y los ciudadanos más desfavorecidos acaben teniendo las mismas oportunidades y derechos que los más exitosos.

 

En una palabra: ¿igualar hacia arriba o hacia abajo?

 

Luis Rubio

 


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