domingo, noviembre 30, 2008

 

Los votivos del lobo

Les comparto un cartón de Paco Calderón que no tiene desperdicio. "Retrata" de genial manera la idiosincrasia del mexicano, la causa primigenia de nuestros males y problemas.

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jueves, noviembre 27, 2008

 

López y Bejarano, juntos y revueltos

El PRD es un partido que se ha fracturado desde hace ya bastante tiempo, pero los vagos gestos de unidad que perduran tienen un solo fin: quedarse con una parte de las importantes prerrogativas que ese partido tiene (sólo en recursos materiales un millón de pesos al día por prerrogativas federales, sin contar la de los estados, además de anuncios en los medios e infraestructura de todo tipo, sin rendir cuentas). Esto es más notable aún en el grupo de López Obrador que sistemáticamente ha tratado de deshacerse de ese partido: como jefe de gobierno no los tomó en cuenta; impuso como presidente, desplazando a Jesús Ortega a Leonel Cota Montaño sin un día de militancia partidaria; luego impuso, también sin militancia en el PRD a Marcelo Ebrard en el DF e integró su equipo de campaña, salvo el propio Jesús Ortega que sin embargo no quedó en el círculo cercano de colaboradores, por gente externa, casi todos viejos amigos o ex militantes del PRI. La historia continuó en el 2006 con el impresentable plantón y el menos presentable aún gobierno legítimo, integrado sólo por los suyos y realizado aún a contracorriente de lo que su propio partido opinaba.

Pero antes, ahora y todo indica que en el futuro, López Obrador tiene un operador en el PRD que, fuera de formalidades, es su hombre en el partido: René Bejarano. Su ex coordinador de campaña en el DF, ex secretario particular, líder perredista en la ALDF y más conocido por todos por chantajear y llevarse millones de pesos de las oficinas de Carlos Ahumada, el famoso señor de las ligas, siempre fue defendido por López Obrador, y exonerado de todos los cargos y ahora se apresta a realizar su reingreso público en una política que nunca dejó. Siempre, su esposa Dolores Padierna, apareció junto a López Obrador y fue la principal operadora de la fracasada campaña de Alejandro Encinas (por cierto, fue casualmente durante su gobierno interino en el DF cuando se exoneró completamente a Bejarano de cualquier delito). Esta semana cuando Encinas anunció que renunciaría a la posibilidad de aceptar la secretaría general del partido, además de acusar a la dirección partidaria de espuria, de ser producto de un golpe de Estado y de estar manejada por el gobierno, Dolores Padierna declaró que estaba de acuerdo con los dichos pero no con la decisión, porque había que conservar desde dentro las posiciones de poder y utilizarlas. Pragmatismo puro.

Bueno, Bejarano y su esposa, junto con sus aliados de siempre, que nunca han abjurado de él, se lanzarán el 30 de noviembre con su nuevo movimiento denominado de la Esperanza, con el que piensan "renovar" a la izquierda mexicana, "rescatarla" y recuperar (no es una broma) sus "valores". Quizás el dato más importante es que el ex candidato presidencial apoya abiertamente a Bejarano, el hombre que todos vimos embolsando dinero en forma ilegal, dinero, por cierto, que jamás Bejarano dijo en qué utilizó o a quién se lo entregó.

Y tan evidente es el apoyo de López Obrador al movimiento de Bejarano que sus tres hermanos, los tres militantes del PRD, serán parte de la dirección del movimiento bejaranista pese a que Guadalupe Acosta Naranajo, todavía presidente provisional del PRD, recordó que Bejarano está expulsado de ese partido y que no puede regresar. Poco le importa eso a la corriente lópezobradorista que buscará quedarse con una parte de las candidaturas del PRD en 2009 (las que no pueda ocupar allí las utilizará en la súbita alianza PT-Convergencia) y que construirá tras Bejarano su propia fuerza política. Para ello están con Bejarano los tres hermanos de López Obrador: José Ramiro (acusado de malos manejos en su paso por la alcaldía de Macuspana) será el responsable del bejaranismo en Tabasco; su otro hermano Pío en Chiapas; y el tercero, menos conocido, Arturo, en Tlaxcala.

¿Por qué apuesta tanto López Obrador en un personaje tan descalificado como Bejarano?. Porque tienen una coincidencia fundamental: el objetivo es llegar al poder, los medios para ello no importan, tampoco las instituciones si no están puestas a ese servicio. No importa si se miente, si se roba, si se violan leyes, si se atropellan derechos: el objetivo es el poder, y el poder no se negocia. Bejarano, en este sentido, es el perfecto operador amoral, cuyos principios sólo funcionan en servicio de las exigencias de su jefe político. Y éste lo ha recompensado una y otra vez.

Ahora regresa porque López Obrador, cada día más débil y con un movimiento sin sustento, necesita un organizador con mano de hierro, que sepa trabajar debajo de la superficie y quizás porque también quiere más dinero. Apenas ayer se dio a conocer que los diputados lopezobradoristas harían una "donación mensual extraordinaria" para su jefe de 20 mil pesos, para de esa forma regalarle un "aguinaldo legítimo" de 800 mil pesos. Eso es por fuera de los 5 mil pesos que le descuentan regularmente cada mes a todos y cada uno de los legisladores del llamado Frente Amplio para López Obrador y los descuentos "voluntarios" que les aplican, por nómina, a todos los trabajadores del DF y de algunos otros estados gobernados por el PRD.

¿No es demasiada desfachatez?¿no es cínico que se rechace la decisión del tribunal electoral y se hable de golpe de estado cuando se acudió a él?¿no es cinismo decir que se quedan en un partido que detestan porque quieren compartir las prerrogativas?¿cómo calificar que Bejarano, que personifica a mucho de lo más rechazado de la política nacional se convierta nuevamente en el gran operador de quien se dice "el salvador de la patria" y que sus hermanos sean los operadores de un político corrupto?¿no es vergonzoso que quien dice vivir con 60 mil pesos mensuales reciba "aguinaldos" de 800 mil y recursos de cientos de miles de pesos de muchos ámbitos oficiales de los que no ha dado cuenta jamás?¿éstos son los hombres y mujeres que quieren dictar la moral pública de la nación?

Por: Jorge Fernández Menéndez
Publicado en: Periódico Excelsior Fecha: Jueves, 20 de Noviembre de 2008


martes, noviembre 25, 2008

 

El mal holandés

"El Niño Dios te escrituró un establo y los veneros del petróleo el diablo".
Ramón López Velarde
 
En varias ocasiones he señalado en esta columna que México se convertirá pronto en un importador neto de hidrocarburos. Esta afirmación no es popular. Muchos políticos la consideran exagerada o incluso mentirosa. México, dicen con un orgullo patriótico difícil de entender, es un país petrolero y lo seguirá siendo.

La tendencia que estamos viendo en las estadísticas oficiales, sin embargo, no ratifica esta posición. La exportación de petróleo crudo mexicano está bajando de manera constante, en tanto que las importaciones de gas, petrolíferos y petroquímicos aumentan a un ritmo vertiginoso.

El superávit de la balanza petrolera -ése que se obtiene de restar de nuestras ventas de crudo las compras de otros hidrocarburos- fue de apenas mil 510 millones de dólares en octubre de este 2008, 23 por ciento menos que en el mismo mes del 2007. La baja es consecuencia de una disminución en la producción de petróleo crudo al tiempo que han aumentado las importaciones de otros hidrocarburos, particularmente las de gasolina.

Según cifras que Pemex dio a conocer la semana pasada, en los 10 primeros meses del 2008 se registró un descenso de 9.6 por ciento en la producción de petróleo crudo del País frente al mismo periodo del año anterior. Esto se tradujo en una caída de 17 por ciento en el volumen de exportación. Sólo un precio internacional extraordinariamente alto -que ya ha caído- ocultó temporalmente la situación.

La producción de refinados (gasolina, diesel, combustóleo y otros) bajó 2.4 por ciento en el periodo. Las ventas de petrolíferos subieron 17.5 por ciento, impulsadas en parte por el subsidio a las gasolinas y el diesel. Como consecuencia, el valor en dólares de las importaciones de hidrocarburos se disparó 63 por ciento.

De continuar las actuales tendencias, para julio del 2011 (como lo señalé el pasado 25 de agosto en un artículo) seremos importadores netos de hidrocarburos. En un máximo de seis años lo seremos incluso de petróleo crudo.

Durante mucho tiempo esta perspectiva ha sido vista con horror por nuestros políticos. Y no sorprende. Los políticos han sido los principales beneficiarios de una bonanza petrolera que ellos mismos han ahogado, al no atreverse a hacer una reforma a fondo en la industria de los hidrocarburos. Los ingresos del petróleo han permitido a estos políticos repartir dinero sin molestarse en hacer la reforma fiscal que habría permitido financiar esta generosidad de manera sostenible. Al final, sin embargo, han matado a la gallina de los huevos de oro.

Pero ¿deberemos entrar en pánico también los mexicanos comunes y corrientes, los que no somos políticos? ¿Se acabará nuestro país en el momento en que, como Suiza, Japón, Corea del Sur, España y tantos otros, empecemos a importar petróleo? Por supuesto que no. De hecho, quizá el fin de la era del petróleo pueda convertirse en el inicio de un cambio que finalmente nos permita empezar la construcción de una economía más próspera, porque lo único que nos ha dejado el petróleo hasta ahora es pobreza... y un buen número de políticos y líderes sindicales arrogantes. (DOPC: Yo diría que millonarios en lugar de arrogantes)

En economía se llama síndrome o mal holandés al efecto que produce la excesiva bonanza de un recurso natural. Los altos precios que se obtienen de su producción y venta sobrevalúan la moneda local e inhiben la inversión en otras actividades productivas. Al final el daño económico que la bonanza provoca es mucho mayor que sus beneficios. Esto le ha ocurrido a México en los últimos años.

Aun cuando Pemex es una empresa ineficiente, con tres veces el número de trabajadores que otras petroleras con su nivel de producción, el número de empleos que destruye en la economía por la distorsión del mal holandés es muchas veces mayor. La mayoría de los países ricos en petróleo, desde Arabia Saudita hasta Venezuela, pasando por Nigeria y Rusia, han generado sociedades pobres, pero con una pequeña clase de enormes privilegios. Lo mismo ha ocurrido en México, donde unos cuantos políticos, funcionarios, líderes sindicales y contratistas han sido los beneficiarios de la bonanza petrolera. (DOPC: Y lo seguirán siendo, gracias a los "patriotas" que "evitaron" la "privatización" de PEMEX. Evitaron que les quitaran su coto de poder y de dinero)

Los años de bonanza petrolera se han caracterizado por un lento crecimiento de la economía nacional, con bajos sueldos y poca creación de empleos. Esto ha sorprendido a muchos analistas, que no entienden la distorsión económica del síndrome holandés. Pero López Velarde la comprendió bien hace un siglo cuando apuntó, en su poema "Suave Patria", que los "veneros del petróleo" el diablo nos los escrituró.

Sí, es muy probable que México se convierta muy pronto en un importador neto de hidrocarburos. Pero quizá esto no sea tan malo. Cuando se acabe el petróleo, los mexicanos estaremos obligados por fin a hacer las reformas que nos permitan construir una sociedad más próspera.
Sergio Sarmiento
www.sergiosarmiento.com
 

lunes, noviembre 24, 2008

 

¿Esta fallando el mercado?

La semana pasada, en clase, un alumno me comentaba que estaba yo equivocado en mi idea de que las fuerzas del mercado pueden solucionar todo, y muestra de ello era el fracaso que estaban teniendo las grandes armadoras General Motors, Ford y Chrysler, que junto con el líder del sindicato automotriz fueron al Capitolio en Washington para solicitar una pequeña ayuda de 25 mil millones de dólares.

Lo que le contesté al alumno es que el mercado sí estaba solucionando el problema de General Motors, que al igual que muchas empresas ineficientes, su permanencia en el mercado es insostenible y actúa como corrector. ¿Que no nos gusta cómo resuelve el mercado estos asuntos? Ése es otro tema.

En ese sentido, habría que definir qué es el mercado o las fuerzas del mercado. Como nos lo platican en los medios los intelectuales y los políticos, lo imaginamos como un ser monstruoso o la conjunción de fuerzas malignas que están al acecho del ciudadano común y de las empresas, haciendo ganar miles de millones de dólares a unos cuantos especuladores a costa del sufrimiento de millones de personas.

En realidad, el mercado lo componemos todos esos consumidores, inversionistas y oferentes de bienes y servicios que a través de millones de decisiones acordamos un precio y la cantidad de los mismos.

Se parte del supuesto de que los agentes económicos somos racionales, lo cual en cristiano significa que nadie está peleado con su dinero y que tratamos de maximizar la utilidad de cada peso que gastamos o invertimos. Además, debemos estar conscientes de que cada decisión de consumo o inversión que tomamos tiene como consecuencia dejar de lado otra opción de consumo o inversión.

En el caso de General Motors, como puede ser el de muchas empresas, llevan un buen tiempo tomando malas decisiones estratégicas sobre el tipo de producto que están ofreciendo en el mercado y sobre la tecnología para producir, y no han hecho lo posible por mantener los costos, principalmente laborales, en rangos competitivos.

Tiene también la culpa el sindicato de la General Motors y el alto costo laboral que implica producir un automóvil. Roberto Newell (director del Instituto Mexicano para la Competitividad), en un artículo que publicó el 20 de noviembre en la sección Negocios, comentaba que por cada auto que produjo en el año 2005, GM tenía que pagar mil 600 dólares por concepto de costos laborales indirectos relacionados con el pago de pensiones y gastos médicos de trabajadores retirados de la armadora, además de que su contrato laboral obligaba a GM a mantener en operación el 80 por ciento de la capacidad instalada en Estados Unidos, donde sus costos laborales son más elevados.

Esos costos adicionales son los que los consumidores de automóviles, tanto de Estados Unidos como del mundo, no están dispuestos a pagar, y por eso han preferido los automóviles japoneses.

En lo personal, he tenido mala experiencia con las camionetas de GM: salidas de la agencia, invariablemente he batallado con fugas en la transmisión, las computadoras, los frenos, el sistema eléctrico, etc.. Cada vez que me dejaban tirado en la calle, carretera o en la cochera de mi casa me preguntaba, primero, por qué volvía a comprar esos vehículos, y, segundo, me quedaba claro por qué GM ha perdido participación de mercado con relación a los autos japoneses.

De enero a septiembre del 2008, GM ha registrado pérdidas por 21 mil 200 millones de dólares. Toyota, a pesar de la delicada situación económica, registró 5 mil 100 millones de dólares en utilidad. También he tenido unos autos japoneses que jamás me han dado problemas, además de que los servicios son muy económicos. Uno de ellos es un Honda con el que tengo nueve años y del cual, después de dos años de adquirido, se me ocurrió abrir el cofre para conocer el motor.

Los problemas de la industria automotriz norteamericana no son culpa de que el Congreso esté poniendo trabas para otorgarles el dinero de los contribuyentes para rescatarlos. Les pueden dar ese dinero o más, pero si no se resuelve su problema de fondo, que son principalmente elevados costos, lo único que se provoca es diferir una solución dolorosa e inevitable.

El mismo alumno me volvió a preguntar si el hecho de que el Gobierno rescate empresas ineficientes era una característica del libre mercado. Mi respuesta fue que el hecho de que un gobierno decida rescatar empresas ineficientes no tiene nada que ver con un sistema de libre mercado, sino todo lo contrario.

El rescate de empresas ineficientes tiene que ver con un sistema de complicidades entre empresas ineficientes que buscan socializar sus pérdidas producto de malas decisiones estratégicas y autoridades y legisladores que buscarán después cobrar el favorcito. O que, a lo mejor, están pagando otros favorcitos previos.

Una solución al problema de GM es quizá venderla en pedacitos y que se permita a todas las partes integrantes de esta compañía actuar en un sistema de señales de precios de mercado para reducir costos y ser competitivos con los japoneses y europeos.

La gente en todo el mundo seguirá comprando automóviles. El mercado ahí está, para ser aprovechado por empresarios visionarios. Pero ciertamente los consumidores buscarán no pagar precios elevados por productos de mala calidad. Y esto aplica a cualquier otra industria en el mundo.

Abel Hibert 
ahibert@prodigy.net.mx
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Si los ciudadanos estadounidenses quisieran salvar a las armadoras de su país, estarían comprando sus autos en lugar de las marcas asiáticas. Pero como son consumidores racionales, buscan la mejor calidad con el mejor precio. Así funciona el libre mercado (cuando los gobiernos dejan de meter sus manos), los consumidores deciden. Y todos somos consumidores. Por eso los monopolios, sean estatales o privados, deben evitarse pues quienes pierden son los consumidores, con precios más caros, menor calidad, y menor surtido.

sábado, noviembre 22, 2008

 

El mito de la revolución mexicana

 Vale la pena leer estas dos editoriales. Hay que quitarse las mentiras de la historia "oficial" que nos enseñaron en la primaria.

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Mito histórico

"La historia es la mentira encuadernada".
Jardiel Poncela 

En la mitología oficial de nuestro país, el 20 de noviembre celebramos el aniversario de la Revolución Mexicana. Como tantos otros festejos oficiales, sin embargo, éste está hecho de mentiras.

El 20 de noviembre de 1910 fue la fecha que Francisco I. Madero estableció en su Plan de San Luis como inicio de una rebelión que no tuvo lugar. Dos días antes, tropas federales acabaron con el levantamiento que Aquiles Serdán preparaba en Puebla. El propio 20 de noviembre Madero cruzó la frontera desde Estados Unidos a Ciudad Porfirio Díaz (hoy Piedras Negras), pero al no encontrar apoyo regresó a la Unión Americana. Nada más ocurrió ese día.

En las siguientes semanas empezaron a surgir brotes de insurrección que tenían o no que ver con el Plan de San Luis. El Gobierno de Estados Unidos, molesto con Díaz, apoyó estos brotes movilizando tropas a la frontera y apostando buques frente a los puertos mexicanos. Tras algunas escaramuzas, la primera gran batalla de la Revolución tuvo lugar entre el 8 y el 10 de mayo de 1911 cuando Pascual Orozco y Pancho Villa tomaron Ciudad Juárez a pesar de que Madero se oponía a ello.

De manera sorprendente, Porfirio Díaz, que no había siquiera empezado a utilizar la fuerza del Estado contra la rebelión, buscó un acuerdo con Madero. Cansado y enfermo, consciente de la hostilidad de Washington, Díaz renunció al poder y abrió las puertas a Madero.

Quizá nadie estaba más sorprendido que el propio Madero. El 25 de mayo, Francisco León de la Barra asumió la Presidencia y el 7 de junio, día de un fuerte sismo, Madero entró a la Ciudad de México. El 6 de noviembre asumió la Presidencia, tras una elección en la que supuestamente recibió el voto de más del 98 por ciento de los ciudadanos.

Ahí terminó la revolución del 20 de noviembre, la revolución de Madero, quien pronto se enfrentó a la hostilidad de algunos grupos que habían apoyado su causa. Tres semanas después de la toma de protesta, el 25 de noviembre de 1911, Emiliano Zapata lanzó su Plan de Ayala en el que desconoció a Madero.

Empezó ahí la segunda etapa de la Revolución Mexicana, la etapa del caos. Pascual Orozco, reconocido como jefe del Plan de Ayala por Zapata, lanzó en 1912 su propio Plan de la Empacadora o Plan de Chihuahua contra el Gobierno. Madero envió al norte al general Victoriano Huerta, quien, apoyado por Villa, derrotó a Orozco.

En la Ciudad de México surgió una nueva revuelta contra Madero, la cual liberó de la cárcel al General Bernardo Reyes y a Félix Díaz, sobrino de Porfirio Díaz, para encabezar el movimiento. Reyes murió en un intento de tomar Palacio Nacional mientras que Díaz se atrincheró en la Ciudadela. Madero recurrió nuevamente a Huerta y lo nombró comandante de plaza; pero éste se unió a los rebeldes y, con el apoyo del Embajador estadounidense, aprehendió y ejecutó a Madero. Huerta se proclamó Presidente, tras un interinato de 45 minutos de Pedro Lascuráin.

Venustiano Carranza, Gobernador de Coahuila, primero reconoció a Huerta, pero después se levantó contra él. Tuvo el apoyo de Villa, de Pablo González y de Álvaro Obregón, entre otros generales revolucionarios. En el sur, Emiliano Zapata, quien se había rebelado contra Madero, continuó la guerra contra Huerta y mandó matar a los enviados que éste le hizo llegar.

Carranza derrotó a Huerta en parte porque Estados Unidos, con un nuevo gobierno, no quiso apoyar al general golpista, al grado que tropas estadounidenses tomaron Veracruz en 1914. Huerta renunció al poder, pero Villa y Zapata se negaron a reconocer la Presidencia de Carranza y apoyaron al general villista Eulalio Gutiérrez nombrado Presidente por la Convención de Aguascalientes. Carranza derrotó a Villa con tropas comandadas por Álvaro Obregón y a Zapata con un contingente encabezado por Pablo González. Más importante que esto, sin embargo, fue el reconocimiento que logró de Estados Unidos, que, a punto de entrar a la Primera Guerra Mundial, quería un Gobierno estable en México.

Carranza fue controlando el País poco a poco. Impulsó la Constitución de 1917, pero fue depuesto y asesinado en 1920 por Obregón, quien ocupó la Presidencia de 1920 a 1924. Obregón le dejó el poder a su subalterno Plutarco Elías Calles, pero fue reelecto Presidente en 1928, sólo para ser asesinado antes de regresar al poder.

La Revolución había diezmado a la población y arruinado la economía mexicana. Calles decidió ponerle punto final al no intentar mantenerse en el poder tras el asesinato de Obregón. Creó, con los caciques sobrevivientes, un partido de Estado. Uno de los propósitos era repartirse los despojos del poder; otro, crear instituciones que cerraran la puerta a la violencia.

Calles supo, sin embargo, que para garantizar el fin de la Revolución necesitaba crear un mito de la Revolución. Así lo hizo y hasta hoy, hipócrita o ingenuamente, festejamos este mito.

Sergio Sarmiento 
www.sergiosarmiento.com

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Contramitos

1.La Revolución Mexicana de 1910 introdujo a México en el Siglo 20. El movimiento revolucionario sentó los cimientos del nuevo régimen. Su programa fue eminentemente libertario y social. Allí reside su fuerza y la razón de su vigencia. Por eso en su 98 aniversario es honrada por tirios, el Gobierno panista de Felipe Calderón, y troyanos, priistas y perredistas.

Falso. No hubo una sola Revolución, sino varias. La reivindicación de Francisco I. Madero, "Sufragio efectivo, no reelección", nada tenía que ver con el movimiento zapatista. De hecho, Zapata desconoció a Madero como Presidente y se levantó en armas contra el nuevo régimen. Los enfrenamientos entre villistas, carrancistas y obregonistas se prolongaron por años. Jamás hubo un solo movimiento ni una identidad única. Cada facción tenía demandas e intereses distintos. La Revolución Mexicana, así, con mayúsculas, sólo existe en los libros de texto oficiales para las escuelas primarias.

2. Hay una continuidad entre la Constitución liberal de 1857 y la Constitución promulgada en 1917. Los constituyentes de Querétaro mejoraron el contenido de la primera al agregarle adjetivos sociales a los principios liberales. Ésos son los fundamentos del liberalismo social. Por eso se habla de tres momentos históricos fundacionales: el de Independencia en 1810, la victoria de los liberales en 1857 y el advenimiento del liberalismo social en 1917.

Falso. El núcleo fundamental e "innovador" de la Constitución de 1917 es el artículo 27 que establece: "La propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro del territorio nacional corresponde a la nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particulares, constituyendo la propiedad privada".

La redacción de este artículo está inspirada en el derecho colonial que reconocía al rey de España como el propietario original del territorio conquistado. Molina Enríquez, autor del precepto, no hizo más que sustituir al Rey por una entelequia, la nación. Nada más opuesto y ajeno a los principios liberales. De haber vivido, Benito Juárez y el resto de los liberales del 57 se habrían opuesto a capa y espada a su aprobación.

3. La Revolución triunfó con el derrocamiento de la dictadura porfirista. Así se inició el movimiento que luego promulgaría la Constitución de 1917 y culminaría con la fundación del PNR en 1929, que abriría una etapa de estabilidad y progreso en el País.

Falso. La victoria de Madero sorprendió, en primer lugar, a él mismo. El gobierno de Díaz se colapsó iniciando 1911 sin librar una sola batalla importante. Vino después la elección de Madero en octubre de 1911 con el 98 por ciento de votos a favor. Pero poco duró el gusto. Un mes después, Zapata lo desconoció, promulgó el Plan de Ayala y se levantó en armas. El 18 de febrero de 1913, Victoriano Huerta dio un golpe de Estado y el 22 de febrero ordenó asesinar a Pino Suárez y a Madero.

Se cumplió así la advertencia que el propio Madero había hecho en 1908 en su libro "La Sucesión Presidencial de 1910": "Por amarga experiencia sabemos los mexicanos que siempre que hemos empuñado las armas para derrocar a algún mal gobierno, hemos sido cruelmente decepcionados por nuestros caudillos (pues) una vez obtenido el triunfo, se sienten embriagados por la victoria, y mareados por la adulación, olvidan las promesas que hicieron a la patria".

El gobierno de Madero duró apenas 15 meses. Con el golpe de Estado de Huerta terminó su movimiento. Los enfrentamientos posteriores y el surgimiento del nuevo orden en 1929, con la fundación del PNR, archivaron las consignas del maderismo. No sería sino hacia finales de los años 80 y principios de los 90 que la democracia y las elecciones libres se pondrían al orden del día.

4. La Revolución fue la expresión de un amplio movimiento campesino y popular. Fue el despertar de la conciencia y la identidad nacional. La reivindicación de lo mexicano. Dotó al Estado de un apoyo mayoritario. La alianza de los obreros, los campesinos y las clases medias se transformó en el verdadero soporte del Gobierno revolucionario y su partido.

Falso. Hoy sabemos que las gestas militares mayores y más dramáticas, las tomas de Cd. Juárez y de Celaya, dejaron apenas unos miles de muertos. Lo que obliga a concluir que el movimiento revolucionario no involucró a grandes sectores de la población. Pero lo más importante está en que los campesinos y los obreros no dieron espontáneamente su apoyo al nuevo régimen, sino que fueron organizados por el nuevo Estado revolucionario a través del PNR -refundado por Cárdenas en 1936-. La creación de la CNC privó de la libertad a los campesinos a cambio de tierra. La repartición de las haciendas y la afiliación al partido del Gobierno eran una y la misma cosa. Otro tanto ocurrió con los sindicatos obreros. Fueron cooptados y sus integrantes afiliados de manera obligatoria al PNR, primero, y, luego, al PRI.

No fueron las masas movilizadas las que organizaron y fundaron el nuevo orden, sino "la familia revolucionaria" la que las organizó y privó de su libertad política. Y no sólo eso. Esa base social se utilizó, además, como la justificación (las grandes mayorías están con el partido de la Revolución) y el mecanismo (el voto obligado de las corporaciones obreras y las centrales campesinas a favor del Gobierno) para conservar el poder a lo largo de siete décadas.

Llegamos, así, a las preguntas obligadas: ¿Entonces qué festejamos en este 98 aniversario de la Revolución Mexicana? ¿La insurrección armada de Emiliano Zapata contra el Presidente Madero el 25 de noviembre de 1911? ¿La promulgación de una Constitución antiliberal el 5 de febrero de 1917 en Querétaro? ¿La fundación del Partido Nacional Revolucionario por el General Plutarco Elías Calles en 1929? ¿La corporativización de los obreros y campesinos por el General Lázaro Cárdenas en 1936? ¿O todas y cada una de ellas, Presidente Calderón?

Jaime Sánchez Susarrey

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Toda esa sarta de mentiras, de falsos nacionalismos revolucionarios, de soberanías mal entendidas, es lo que nos ha mantenido en el retraso. Por eso al mexicano en general le cuesta aceptar el éxito del vecino. El empresario, el emprendedor, es mal visto socialmente. La inversión privada es algo malo. La idea de que "papá gobierno" nos resuelva todos los problemas, nos ayude, nos mantenga. Todo esa idiosincrasia nos fue inculcada en los libros de texto. Se mitificaron a muchos "héroes" como Juárez, Zapata o Villa, simplemente para justificar un régimen que nos "gobernó" (saqueó) por más de 70 años. Y que aún hoy domina, con su ideología, a dos de los 3 partidos principales del país, e incluso subyuga al dizque partido de la derecha.

Esa dichosa "ideología" que sólo administra la pobreza, como fuente de votos. Cuando se antepone la colectividad al individuo, en los discursos y leyes, sólo permite que grupos de poder (sindicatos, partidos, ciertos empresarios) mantengan sus privilegios a costa de la mayoría. Sólo recordemos que para cada producto o servicio todos somos consumidores, pero los productores son pocos. Lo cierto es que en México no hay ningún partido auténticamente liberal, tanto en lo social como en lo económico. Todos son reaccionarios, conservadores. No quieren que haya un cambio, quieren mantener el status quo para seguir viviendo del Erario.

Dicen que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. No hay duda que los mexicanos no conocemos nuestra historia, pero no estamos repitiendo nada, seguimos donde mismo, viviendo lo mismo.

Dany Portales


miércoles, noviembre 19, 2008

 

El precio de la gasolina

La depreciación del peso no ha sido suficiente, aunque quizá en algún momento lo sea de manera temporal, para esconder uno de los ejemplos más claros de las distorsiones innecesarias que crea la intervención gubernamental.

Me refiero al precio de la gasolina, que en nuestro país no sigue las tendencias del mercado sino los humores y percepciones políticas de los funcionarios públicos.

La historia se repite cada vez que existe una fuerte volatilidad en el precio internacional del crudo, ya que por temores políticos o no sé qué otros fantasmas, nuestras autoridades no reaccionan con oportunidad, no sólo para que los precios de los combustibles sigan las tendencias del mercado, sino para que con ello los consumidores hagamos el mejor uso de los recursos energéticos.

El llegar tarde y actuar mal es ya una característica propia de los Gobiernos mexicanos. En este caso, el alza del precio del petróleo durante 2007 y hasta el verano de este año propició un alza considerable en el precio de la gasolina en muchos países, pero no en el nuestro.

Aquí nuestras autoridades decidieron en un principio no pagar el costo político de permitir que las condiciones del mercado de hidrocarburos se reflejaran en la cotización del combustible.

Optaron, en su lugar, por continuar con los aumentos previstos en el presupuesto lo que, dado el precio internacional, implicaba un subsidio considerable para los automovilistas.

Los subsidios en general son uno de los aspectos más nefastos del paternalismo gubernamental, ya que no sólo propician una ineficiente asignación de recursos, sino que llevan al público a la complacencia.

Lo paradójico del caso es que cuando finalmente se decidieron a corregir la gran diferencia de precios de la gasolina entre el mercado mexicano y el internacional, los precios del petróleo comenzaron a descender, y lo han hecho en fechas recientes con tal fuerza, que ahora el precio del combustible en México es superior al que existe en Estados Unidos (EU).

El subsidio a la gasolina, sobre el que tanto insistieron las autoridades de la Secretaría de Hacienda, existió mientras el precio internacional fue superior al vigente en México, porque en ese entonces el combustible importado se vendía por menos de su costo, así como porque existía un costo de oportunidad: el precio al que Pemex podría vender su gasolina en el mercado internacional, que era superior al precio doméstico.

En la actualidad la situación es muy distinta, pero las autoridades son muy lentas en reconocer que ese subsidio desapareció por completo en el momento que la magia del mercado revirtió la tendencia de los precios internacionales del crudo.

Por ejemplo, la Secretaria de Energía, Georgina Kessel, consideró el lunes 10 de noviembre que aún no existen las condiciones para reducir el precio de la gasolina y el diesel, dada la volatilidad del precio internacional del crudo.

No obstante, la funcionaria dijo que la política de precios de los combustibles del Gobierno federal está acorde con la tendencia internacional, pero que no se pueden tomar decisiones de un momento a otro ante las circunstancias.

Un comentario curioso, considerando que los precios de la gasolina cambian de "un momento a otro" en EU y muchos otros países, según los movimientos del precio del crudo, sin necesidad de intervenciones innecesarias de sus autoridades.

En nuestro caso, sin embargo, no debe extrañarnos que la burocracia mexicana cree distorsiones al reaccionar más lentamente que las fuerzas del mercado, como lo hace prácticamente con todas las actividades donde mete su cuchara.

La reacción tardía quizá explique porqué el martes 11 de noviembre el Secretario de Hacienda, Agustín Carstens, dijo que mantendrá la política de precios de las gasolinas hasta que éstas se igualen a lo que pagan los estadounidenses, cuando en principio puede decirse que eso ya pasó.

El Secretario señaló que cuando eso ocurriera se establecerían "algunas políticas para que... la brecha entre ambos precios no se abra como se abrió en fechas recientes". Unos días después, reconoció que el precio ya era superior en relación a algunas regiones de EU, pero que todavía esperarían unas semanas antes de actuar.

Evitar la aparición de brechas es sensato, mientras sea simétrico. Esto es, aceptar que la brecha se puede abrir no sólo porque el precio es más alto en EU, sino también porque es mayor en nuestro país, lo que es el caso en la actualidad.

No es obligado, sin embargo, que sea el Gobierno quién establezca los precios de cualquier cosa, incluida la gasolina y otros energéticos, porque siempre acaba por distorsionar los mercados.

Lo ideal sería que en México se pudiera vender gasolina de cualquier marca, nacional o extranjera, sin interferencia gubernamental en el precio del combustible, salvo en lo que toca a los impuestos sobre el producto, para que los precios de la gasolina reflejen las condiciones del mercado, como lo hacen en muchos otros países.

Eso, lamentablemente, no es posible. Nuestros políticos se oponen ciegamente a ello porque padecen de un dogmatismo enfermizo, caracterizado por un falso sentido de soberanía nacional, que sólo ve al pasado, en vez de un pragmatismo como el de los países asiáticos, orientado decididamente hacia el futuro.

En este contexto, pronto veremos lo que finalmente deciden nuestras autoridades al respecto, pero una opción sería que dejaran de manipular el precio de la gasolina a su discreción y lo vinculen a una referencia en EU, como se hace con el gas natural, con las adecuaciones correspondientes por las diferencias de calidad del combustible. Esto, sin embargo, quizá sea mucho pedir.


Salvador Kalifa
doctor en economía y consultor económico y financiero
salvadorkalifa@prodigy.net.mx

 

lunes, noviembre 03, 2008

 

¿Idiotez o dolo?

"Ganamos. La reforma petrolera es un triunfo de todos los mexicanos".
Anuncio en radio del PRD
 
 
Un botón sirve de muestra de la idiotez -o quizá de la perversidad- de la reforma petrolera aprobada por el Congreso y presentada como una gran victoria por el Presidente Felipe Calderón, por funcionarios del Gobierno, por dirigentes del PRI y también por algunos perredistas, incluso aquellos que hoy están protestando en contra de ella. Lo vemos en el trato que se ha dado al transporte de productos del petróleo.

La reforma aprobada por los legisladores mantiene la prohibición a la inversión privada en ductos. Los legisladores decidieron así preservar una de las partes más dañinas de la legislación que hemos tenido en los últimos años en esta materia (y que nunca fue promovida por Lázaro Cárdenas, quien no era ni tonto ni dogmático). Lo paradójico es que la legislación prohíbe la inversión privada en ductos, pero no en camiones o pipas. Las grandes flotillas privadas de camiones que transportan productos del petróleo por las carreteras de nuestro país han quedado debidamente protegidas, a pesar de que su trabajo es caro y peligroso.

Resulta 10 veces más oneroso transportar un barril de petrolíferos en pipa que en ducto. El país se beneficiaría, sin duda, de las inversiones que pudieran hacerse en ductos. Pero la nueva ley que con tanto orgullo pregonan nuestros políticos prohíbe lo que debería ser el mejor camino.

¿Quién se beneficia de esta prohibición? ¿La soberanía nacional? Por supuesto que no. El que no se construyan nuevos ductos hará que Pemex tenga que seguir realizando gastos elevadísimos en el transporte por carretera. La soberanía nacional no se logra debilitando a Pemex y empobreciendo al país. Usar recursos de Pemex para construir ductos, por otra parte, desviaría dinero de la más urgente inversión en crudo.

Los únicos beneficiarios de la ley son los dueños de las empresas que actualmente transportan los productos petroleros por carretera. Para promover sus intereses debe haber surgido algún tipo de acuerdo entre las fuerzas políticas. Los dueños de las empresas de transporte carretero de productos del petróleo van desde la familia Mouriño, de prosapia panista, hasta los dirigentes del sindicato petrolero, de raíces priistas. Sólo así puede explicarse que se mantenga el actual sistema.

A los políticos debe juzgárseles por lo que hacen y no por lo que dicen. Estos legisladores que hoy están festejando el triunfo de la soberanía nacional tras haber impedido una mayor inversión privada en la industria petrolera, y en particular en la refinación y del transporte, están ayudando en realidad a unos cuantos ricos a costa de la enorme mayoría de los mexicanos.

Así como en el caso de los ductos, los beneficiarios son los transportistas, en el de la refinación quienes directamente saldrán beneficiados con la reforma energética son los dueños de las refinerías de Texas y Louisiana. Yo no sé si los diputados y senadores que votaron por impedir la inversión privada en refinación en nuestro país sean accionistas o comisionistas de las grandes refinerías de Estados Unidos. En alguna ocasión un ex senador reaccionó con una airada carta a un artículo en el que yo sugería -en broma- esa conexión. Pero de lo que no hay duda es que la prohibición beneficia directamente a los productores de gasolina de la Unión Americana.

Lo mismo ocurre en el caso de la prohibición en ductos. Los únicos que deben estarse frotando las manos son los dueños de las flotillas de pipas. La posibilidad de que gracias a nueva inversión hubieran podido construirse ductos que los sacaran del negocio debe haberlos puesto a temblar. Ahora, gracias a nuestros diputados y senadores, ya no tienen de qué preocuparse. Habrá que estar atentos ahora para ver si no les retribuyen el favor a los legisladores.

Uno puede conceder a los políticos el beneficio de la duda y pensar que toman las decisiones por simple ignorancia o por idiotez. Quizá no hay maldad. Nuestros políticos son producto de un sistema educativo con enormes carencias. Pero hay quien dice: Piensa mal y acertarás. Si los políticos están beneficiando a las refinerías de Estados Unidos y a los pulpos del transporte quizá es porque están trabajando para ellos.

El triunfalismo que ha rodeado la aprobación de la reforma petrolera por parte de los políticos me parece realmente un insulto a los mexicanos. No dudo que haya algunos avances en el paquete. Pero en transporte, mantener la prohibición a la inversión en ductos para dejar las puertas libres a los dueños de flotillas de camiones sólo puede explicarse por estupidez o por corrupción.

Sergio Sarmiento 
www.sergiosarmiento.com
 
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Por razones laborales conocí a varios dueños de compañías transportistas que distribuyen gasolinas para PEMEX. Y si es cierto que tienen muchas nexos con políticos y que varios de ellos son legisladores. La mayoría del PRI, salvo la empresa de Mouriño. Lo cierto es que PEMEX ya esta privatizado. Todo lo que hizo AMLO fue proteger el status quo. ¿De dónde viene el dinero que sostiene el movimiento de AMLO? ¿Por qué se oponen tan ferozmente al libre mercado en esos sectores?
 
La libre competencia lo que provoca es una reducción significativa en el margen de ganancias de los monopolios y oligopolios. El libre mercado (el verdadero, no el que tenemos en México) redistribuye mucho mejor la riqueza, ayuda más a quienes menos tienen, que cualquier programa asistencial de gobierno. Pero hay quienes no lo entienden o no quieren entenderlo. Es más romántico creer en Robin Hood que quita a los ricos para darlo a los pobres.

sábado, noviembre 01, 2008

 

Así lo viví

Luis Carlos Ugalde, ex consejero presidente del IFE, acaba de publicar el libro "Así lo Viví". Se trata de una larga y detallada crónica de lo que ocurrió en el proceso electoral del 2006. De hecho, el autor se remonta hasta el 2003 cuando se integró el Consejo General del IFE mediante un acuerdo PRI-PAN del que se margina al PRD.

La virtud del libro es doble: por una parte, es un testimonio de primera mano de la jornada del 2 de julio y los días posteriores. A través de sus páginas desfilan personajes y se relatan hechos y situaciones dramáticos.

Por la otra, muestra la estrategia marrullera y mentirosa de López Obrador para esparcir la tesis del fraude electoral. El candidato de la coalición Por el Bien de Todos mintió en repetidas ocasiones y lo hizo en todas ellas con plena conciencia y malicia.

La primera gran mentira fue la de proclamarse vencedor la noche del 2 de julio con 500 mil votos más que Calderón, a sabiendas de que su encuestadora, Ana Cristina Covarrubias, le había entregado un conteo rápido en el que Felipe Calderón llevaba 1 punto de ventaja, que equivaldría, justamente, a unos 400 mil votos.

La segunda fue el lunes 3 de julio en una conferencia de prensa. Casi a las 7 de la noche advirtió: "Hay una (inconsistencia) que ya les puedo explicar de la siguiente manera. Se tiene un padrón electoral de alrededor de 71 millones de ciudadanos. Se habla en el Programa de Resultados Electorales Preliminares que participó el 59 por ciento. Pero si ustedes suman los votos que están en el PREP, incluidos los votos nulos, no se alcanza ese porcentaje, es decir, faltan 3 millones de votos".

Lo que López Obrador sabía perfectamente era que esos 3 millones de votos (2.5 millones en realidad) estaban en el archivo de inconsistencias (actas con algún error que serían contabilizadas posteriormente) tal como habían acordado todos los partidos políticos.

De hecho, el PRD había consultado ese archivo en múltiples ocasiones desde las 20 horas con 37 segundos del domingo 2 de julio. El torpedo, sin embargo, dio en la línea de flotación del IFE y a la mañana siguiente fue noticia de primera plana en todos los periódicos. El error de los consejeros del IFE fue no haber respondido ni explicado inmediatamente el porqué de ese archivo de inconsistencias y el hecho de que López Obrador sabía perfectamente de su existencia.

La tercera mentira fue la del algoritmo. No es posible, dijo, que en el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) Calderón haya llevado la ventaja puesto que se trata de una elección muy competida. Pero la trampa más ingeniosa y perversa vino después. El miércoles 5 de julio, día del recuento definitivo, los representantes del PRD entorpecieron las operaciones en todos los distritos favorables a Calderón y facilitaron las cosas en los que AMLO había ganado. Se creó así la sensación durante todo el miércoles y la madrugada del jueves de que López Obrador llevaba la ventaja sobre el candidato del PAN en abierta contradicción con los resultados del PREP que señalaban victorioso al candidato panista.

Mintió por cuarta ocasión el 10 de julio cuando mostró un video en el que se "embarazaba" una urna en Guanajuato. Un López Obrador eufórico se refería a la imagen de un funcionario de casilla retirando votos de una urna para depositarlos en otra. Era la casilla 2 mil 227 en Salamanca. Al enterarse de la acusación, el profesor Castro Razo, presidente de la casilla, la desmintió y explicó que se trataba de un procedimiento regular: los votos que se habían depositado por error en la urna para la elección presidencial se cambiaron a la urna para diputados. No había nada más. La representante de la coalición Por el Bien de Todos en esa casilla, Juliana Barrón Vallejo, avaló lo dicho por el profesor. En respuesta, López Obrador denunció que muchos de los representantes de casilla de la coalición Por el Bien de Todos habían sido sobornados.

La quinta y más eficaz de las mentiras fue la consigna de limpiar la elección mediante un recuento voto por voto y casilla por casilla. La trampa, en este caso, fue maquiavélica. Primero se le exigió al IFE la apertura de todos los paquetes electorales para efectuar el recuento voto por voto. Pero semejante procedimiento hubiera conducido, como había ocurrido en Tabasco, a la anulación de toda la elección. Después, la coalición Por el Bien de Todos impugnó ante el Tribunal Electoral sólo 21 mil 786 casillas de las 130 mil casillas que se habían instalado. Esto es, sólo se solicitaba el recuento voto por voto en el 16.6 por ciento de las casillas instaladas. No hubo, jamás, correspondencia entre la consigna política que se gritaba en las calles y la demanda legal ante el Tribunal Electoral. Por eso los magistrados estuvieron siempre imposibilitados de ordenar un recuento general.

Ugalde tiene razón al decir que el 2 de julio se juntaron los elementos de una tormenta perfecta. López Obrador había anunciado en todos los tonos que no reconocería jamás su derrota. La única prueba válida de la legalidad y transparencia de la elección era su victoria. Y si no había evidencias de irregularidades, como de hecho no las hubo, habría que fabricarlas. Su estrategia se vio favorecida por el resultado tan apretado, pero también por los errores que cometieron los consejeros del IFE y, en particular, su presidente.

Se equivocaron al establecer (el 22 de junio) que si no había un ganador claro no se daría resultado alguno. Y se equivocó Luis Carlos Ugalde el domingo 2 de julio a las 11 de la noche al ajustarse a ese acuerdo. Ese vacío de información le permitió a López Obrador proclamarse vencedor. Se abrió entonces una guerra de cifras y de dichos que supo aprovechar de manera magistral.

Se equivocaron al suponer que López Obrador respondería como un candidato serio y responsable. De ahí el tratamiento comedido y educado que le dieron a lo largo de la contienda y en los días más tensos de julio. La respuesta fue la mentira, el insulto y la descalificación. Hay que reconocer que aun sin estos errores, la furia y el resentimiento del rayito de esperanza eran incontenibles. El mal que este personaje le ha hecho a México es enorme. Por eso el libro de Luis Carlos Ugalde debe ser leído como la crónica de una infamia, pero también como una advertencia. El 2 de julio nos salvamos por un pelito. Pero López Obrador sigue al acecho. El peligro no ha desaparecido.
 
Jaime Sánchez Susarrey


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