viernes, diciembre 26, 2008

 

AMLO, un peligro para el PRD

Si López Obrador hubiera tenido un poco de cordura después de las elecciones de julio de 2006, sin duda hoy estaríamos ante el próximo Presidente de México.

Se necesitaba cordura, sensatez, visión para aceptar un resultado y ofrecer su lealtad al país, no al que ocuparía la silla presidencial.

Claro, hablamos de atributos y actitudes como la cordura, sensatez, civilidad, y eso es, en este caso, pedirle peras al olmo.

Ni modo, nadie da lo que no tiene.

Y como lo que le sobra es capacidad destructiva, hoy está empeñado en reventar al PRD.

Le pidió a senadores de ese partido que lo dejen para integrarse a las filas del Partido del Trabajo (PT).

El objetivo es quedarse con los 20 millones de pesos que le corresponden al PT si logra integrar un grupo parlamentario en el Senado.

Además de quedarse con el dinero, López Obrador se queda con las siglas de ese partido para, desde ahí, torpedear al PRD.

Ya fue priista y traicionó a ese partido cuando no lo hizo candidato en Macuspana.

Fue cuauhtemista y le dio la espalda a Cárdenas en el Gobierno del DF, desde donde lanzó dardos contra su padre político y contra doña Amalia Solórzano viuda de Cárdenas.

Fue rosarista y traicionó a Robles luego de que ella le financiara la campaña para gobernante de la capital, en 2000.

Ahora busca hacer pedazos al partido del cual fue presidente nacional.

Nada nuevo bajo el sol, dirán quienes conocen a López Obrador.

Era un peligro para México si llegaba a Presidente.

Ahora es un peligro para el PRD.

Y como toda personalidad autodestructiva, es también un peligro para sí mismo.

Su caída dará paso a otros nombres para asumir el liderazgo de la izquierda y alcanzar una eventual candidatura a la Presidencia.

El proceso autodestructivo de AMLO abre las posibilidades a personas como Marcelo Ebrard, Jesús Ortega, algún gobernador sensato, con nombre y peso, como el chiapaneco Juan Sabines, o la propia Amalia García.

López Obrador perdió por muy poco la Presidencia el 2 de julio de 2006.

Pero la perdió de manera contundente a partir del día 3.

Con la crisis económica que tenemos y lo que se nos viene encima, más la descomposición de la seguridad pública en todo el país, López Obrador sería, cantado, el próximo Presidente de la República.

Le bastaba una actitud civilizada, que infundiera tranquilidad y no pusiera los pelos de punta a quien lo escuche, para capitalizar el descontento, la incertidumbre, la desazón por los estragos de las múltiples crisis que nos aquejan.

La crisis económica no es culpa del gobierno del presidente Calderón. Sin embargo eso es difícil que lo entienda el que ha perdido su empleo, sus dependientes, o los que no consiguen trabajo.

Esos mexicanos que padecen los rigores de la crisis económica, que se sentirá aún más fuerte en 2009, no tienen muchos incentivos para ir a votar por el partido gobernante.

A la gente no le dice mucho el bombardeo de spots -con hechos verídicos- acerca de que en esta administración se han logrado los más grandes decomisos de la historia en armamentos, drogas y dinero negro.

Lo que siente y valora la gente es que vive con el alma en vilo.

Con el Jesús en la boca por la posibilidad real de ser asaltado, secuestrado, extorsionado, o que sus hijos regresen o no por la noche, a causa de la violencia, el narco o la policía.

De nada le sirve a las personas, en términos de tranquilidad personal, saber que las autoridades han desmembrado a tantas bandas de secuestradores, cuando sabe que el dueño de una empresa, negocio o changarro, ha sido visitado por sicarios que exigen una iguala mensual para no hacerles daño.

Para la gente no hay tal "operación limpieza". Lo que hay es un cochinero que da miedo y en el cual todos están coludidos.

Se le fue a López Obrador.

Qué bueno que se exhibió a tiempo, para los que aún tenían dudas e incluso le creían y lo seguían.

Pablo Hiriart, Excélsior


lunes, diciembre 22, 2008

 

El aguinaldo de los legisladores

Vale la pena ver y compartir con todos nuestros contactos.


Y para burla de todos quienes estamos cautivos de Lolita, su aguinaldo, como el de todos los burócratas federales, es libre de impuestos. ¿Cuál crisis? Por eso a los políticos no les interesa realizar las reformas que el país requiere. Si no son tontos, se les acabaría su negocio.

Saludos

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miércoles, diciembre 10, 2008

 

'Son spots de PRD un deslinde de AMLO'

Graco Ramírez es uno de los perredistas que participa en la campaña que inició su partido para limpiar su imagen

Ariadna García, El Norte


Ciudad de México  (10 de diciembre de 2008).-  Graco Ramírez, senador del PRD, aseguró que la campaña de spots iniciada por el partido del Sol Azteca para ofrecer disculpas, es también para deslindarse de Andrés Manuel López Obrador, y llamó al ex candidato presidencial a que también rectifique.

Graco Ramírez es uno de los perredistas que participa en la campaña que inició su partido para limpiar su imagen y con ello reposicionar al partido.

"Por supuesto que es un deslinde a una postura que no compartimos y al que hemos convocado a Andrés (Manuel López Obrador) a que también rectifique", comentó.

Graco Ramírez señaló que con esta campaña se busca que el PRD se reposicione y con ello hacer frente al PRI que quiere aparecer como el único partido que puede solucionar las cosas en el País.

"La gente, las encuestas, los estudios de opinión nos exigen una conducta de otro tipo, de diálogo y de acuerdos, la gente no quiere más polarización", señaló.
 
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Se tardaron 3 años, pero ya se dieron cuenta los del PRD que AMLO era un peligro para México. Y si no lo era, al menos si resultó un peligro para el propio PRD, que ya les urge deshacerse de esa lacra para poder intentar obtener un resultado decente en el 2009.

 

Cómo los vamos a matar

El Gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, ha desatado una polémica sobre la pena de muerte. Quiere que en su Estado se pueda ejecutar a ciertos delincuentes. Así se hace en Estados Unidos, cuya Constitución deja a las entidades la libertad de imponer ese castigo.

El promotor del debate se adelanta, presuroso, a marcar con claridad los contornos de la polémica. "La discusión en Coahuila no es la pena de muerte. La discusión es cómo los vamos a matar: si los vamos a fusilar, los vamos a degollar o los vamos a ahorcar, o algo light que puede ser la inyección letal".

El Gobernador se deleita con las variedades del aniquilación: fusilamiento, degüello, ahorcamiento e introduce su peculiar humor: debemos considerar también la ejecución "light" a través de la inyección letal. Tras el listado, el Gobernador comunica su preferencia por el mexicano método del pelotón frente al fusilado. Además de ser una tradición patria, resulta ser un método económico. De acuerdo a los cálculos del Gobernador es más barata una bala que una inyección de veneno mortal.

Las declaraciones del Gobernador Moreira son repulsivas, pero no son sorprendentes. El caldo de la desesperación prepara la sopa del populismo penal. El Gobernador de Coahuila no es el único que promueve el castigo irreversible. Los oportunistas del Partido Verde han visto también este tema como el pasaporte para la elección del año que viene.

Hace unos años, los verdes pedían el voto para los ecologistas, no para los políticos. Ahora ofrecen la pena de muerte como solución a la crisis de inseguridad. El tucán promueve la muerte de los asesinos y violadores. ¿Qué más da la incoherencia de una formación ambientalista convocando ejecuciones? ¿Qué importancia tiene el hecho de que los dirigentes de ese negocio hayan votado muy recientemente para prohibir esa pena en la Constitución? El lema embona con las emociones del momento y eso es lo que cuenta. Es redituable electoralmente y eso es lo único que importa.

La tesis del populismo penal es sencilla: la inseguridad que padecemos proviene de una cobardía de Estado que se remedia con bravura. Para los populistas, los delincuentes tienen demasiados derechos y el Estado, prohibiciones excesivas. El poder público se encuentra maniatado y es necesario liberarlo, rehabilitarlo, para que pueda ganarle la batalla a los criminales. Habrá que revisar las garantías individuales, darle más poder a los policías, mayor margen de acción al Ministerio Público, declarar una emergencia que archive la Constitución. Si el dolor de la amenaza aumenta, los crímenes descenderán. Cuando el Estado pierda el temor y suelte las ataduras de la sensiblería, reimpondrá el orden.

El populista repele la advertencia de lo complejo. Cuando escucha los pormenores de un problema, se tapa los oídos; cuando observa la maraña de un desafío, cierra los ojos. Él ve un mundo dividido en hemisferios: los buenos contra los malos. Las cosas son simples y las soluciones lo son aún más. A fin de cuentas, la política es asunto de arrojo. Definir el curso de la acción no es problema de diagnósticos, estrategias, trazo de rumbos y anticipo de etapas: es cosa de valentía.

El populista encara la economía como el intrépido que brinca las recomendaciones de una ciencia para enfrentar a los oligarcas. La economía, sostiene, es el chicle más elástico del mundo y puede adoptar la forma de su antojo. La realidad puede abolirse con el aliento de un discurso o la tinta de un decreto. El populista encara la democracia como el paladín que expresa la voluntad profunda del Pueblo. Es el brazo popular que enfrenta la perversa conspiración de élites y reglas. El populista ataca el crimen de la misma manera: con la charlatanería de la determinación y un simplismo maniqueo. El populista penal entiende la valentía política como la capacidad para enterrar la paralizante sensiblería liberal.

El voluntarismo que niega la ciencia económica y rechaza los límites constitucionales, desprecia, en el ámbito penal, los derechos. Los derechos de todos, incluyendo, por supuesto, los derechos de los malos. Ellos, los malos, carecen de derechos. En su lenguaje ardoroso son animales, basura, escoria. Los derechos humanos, decía un troglodita hace unos años, son para los humanos, no para las ratas.

En todo caso, es innegable que el populista tiene la habilidad de agregarse a la emoción pública. El populista se suma a la rabia colectiva y se convierte en su portador. Así, pretende convencernos de que una política rabiosa es la salida a nuestra intranquilidad. Se percata de la desesperación, del miedo y de la furia. Palpa la frustración y los ánimos de venganza. Ante el fracaso (o, por lo menos, la insuficiencia) de la política gubernamental, ofrece escarmientos a la altura de la atrocidad criminal. Su propuesta no es solamente bárbara: es absurda bajo toda consideración racional.

Hay un amplio acuerdo sobre la inutilidad de esa barbarie que ha sido expulsada de todos los países desarrollados menos de los Estados Unidos. La pena de muerte es un mecanismo ineficaz para reducir la criminalidad. En nuestro régimen, tan inconfiable como es, resultaría una atrocidad. Una atrocidad irreparable.

Pero el populista no se hace cargo de estas pruebas. Frente a las razones responde con una encuesta: muchos quieren la pena de muerte. El demagogo se disfraza de demócrata. Olvida que la democracia no puede ser la conversión del grito popular en decisión política.

Jesús Silva-Herzog Márquez   
http://blogjesussilvaherzogm.typepad.com
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Yo, en lo personal, no tengo ningún problema en aceptar que se aplique la pena de muerte a secuestradores o asesinos en serie, entre otros delitos. Pero creo que antes de pensar en ese tipo de penas, lo primero que hay que hacer es combatir la impunidad. Si hoy más del 90% de los delitos ni siquiera llegan al juez, ya no digamos que llegan hasta una sentencia, ¿de qué sirve proponer matar mil veces al criminal?
 
Sería interesante ver el comportamiento del crimen cuando la impunidad se reduzca a menos del 50%, aún con las penas actuales. Hoy los criminales saben que las posibilidades de que los atrapen, juzguen y condenen, son de 1 en 20 o incluso menores. En cambio, si supieran que las posibilidades de ser atrapados, juzgados y condenados fueran de 1 en 2, creo que lo pensarían dos veces, y el crimen se reduciría sustancialmente.
 
Por otro lado, creo que una pena de cadena perpetua, con trabajos forzados para que paguen su manutención (si no trabaja, no come) sería más disuasoria que la pena de muerte. Muchos de esos criminales no le temen a la muerte, viven el riesgo todos los días. En cambio, saber que vivirán el resto de sus días en una celda, sin diversión, y trabajando para comer, creo que les calaría mas.

viernes, diciembre 05, 2008

 

Liga de la impudicia

No me gusta repetir a un autor de manera consecutiva, pero Paco Calderón se voló la barda con este cartón. Esta genial!!!
Publicado ayer en distintos medios

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