sábado, mayo 25, 2019

 

Cacique, aunque diga que no

Los políticos son mentirosos por naturaleza. Sobre todo en un país miserable como México. Hay que tomar con mucho cuidado sus ofrecimientos y levantar la falda de sus palabras para encontrarles sus verdaderos significados.

 

No suelen ser sinceros, aunque lo juren, ni realistas, pues su negocio no son las malas noticias sino las buenas, entre más increíbles más creíbles por una audiencia esperanzada que, como siempre, esta vez quiere de nuevo creer que las cosas serán mejores. Con más razón sazonan el discurso cuando ya han obtenido el poder con ofertas navideñas y piensan que la única forma de conservarlo es aumentar la apuesta ilimitadamente.

 

Por eso López Obrador habla como cotorra huasteca. Ante su incapacidad de cumplir, como no cumplió de Jefe de Gobierno capitalino, la diarrea verbal, que no lo acompañó como candidato, es la única forma a su alcance de mantener encantados, un día más cada mañana, a los mexicanos, cuyo número se va reduciendo, mucho más aprisa, pero igual de fatalmente, que la popularidad con la que hace un poco más de seis años Enrique Peña Nieto arrancó su Presidencia en el 2012.

 

El encantador de Atlacomulco vendía, como su correligionario Carlos Salinas, un pasaporte internacional para el primer mundo, que Peña fue a tramitar a Davos y a otros escenarios económicos internacionales exclusivos para los triunfadores ricos.

 

Andrés Manuel, incapaz de manejar el discurso de los millonarios, a los que ha invitado a asesorarlo, pero no a dormir con él, y sabedor, ranchero ladino que es, de que el anzuelo de la riqueza en moneda extranjera a la vista no se lo iban a tragar una vez más sus hambreados 30 millones de electores del 2018, formuló un rollo cuasi religioso.

 

Ese rollo lo propone a él como chamán que habla de una transformación moral que acabará con la corrupción, como única salida a los problemas económicos, políticos, sociales y humanos que padecen los pobres, que pasaron a ser, sólo en el discurso diarreico del Presidente, la primera (la única) prioridad del País.

 

Al principio se la tragaron y todavía hay muchos millones indigestados con el demencial discurso del chamán presidencial. Pero miente como político, perdedor o ganador, da lo mismo, pues en política la mentira sostiene igual el fracaso que el triunfo. Conforme se caen los castillos de naipes, como se cayó el de Peña y como se caerá el de AMLO, la mentira se vuelve más comprometida con su realización como acción de gobierno y más peligrosa y más lejana de la verdad.

 

La semana pasada, el Presidente ofreció en la ritualidad de Palenque que no será dictador, que "no voy a reelegirme, no voy a gobernar más tiempo, por principio, yo soy partidario del sufragio efectivo no reelección, no quiero convertirme en un dictador, ni siquiera en un cacique, quiero pasar a la historia como un gobernante que impulsó, fortaleció la democracia en México.

 

"Saben por qué la prisa, para que si nos va mal, porque no sabemos, en la democracia es el pueblo el que manda, es el pueblo que decide, que la gente dice va pa'tras, queremos de nuevo regresar a lo de antes, pues cuando menos que les cueste trabajo echar para atrás lo que ya vamos a dejar avanzado", manifestó.

 

Miente el político. Claro que quiere ser dictador... ya lo es de memoranda, que es su forma soberbia de mandar. Y es ya cacique y chamán desde La Chingada en Palenque, desde donde manipula a los "mexicanos originales" en un ritual asiento pueblerino y tercermundista, el estilo que le queda.

 

Y también miente, lo reconoce tácitamente, cuando dice que, si la gente dice va pa'tras, va pa'tras. No hay regreso de la dura dictadura imperfecta del cacique mentiroso, que lleva ya casi seis meses de lero lero. Lo mismo de siempre: mentira, cacicazgo y dictadura.

 

Ya lo veremos cuando digamos va pa'tras. Si es que no nos cortan la lengua, como el cacique Victoriano Huerta al chiapaneco Belisario Domínguez.

 

Felipe Díaz Garza

diazgarza@gmail.com


lunes, mayo 20, 2019

 

Jugar con trenes (usando dinero ajeno)

"Algunas veces la luz al final del túnel es un tren". Charles Barkley

Un viaje en autobús de Cancún a Tulum cuesta 160 pesos. No hay que esperar mucho para tomar uno con 29 viajes diarios disponibles de las 5:30 a las 22:05 horas. Además, no tienen subsidios, son rentables.

 

El Tren Maya de López Obrador iría no solo de Cancún a Tulum, sino que llegaría a Bacalar, se adentraría en la Península de Yucatán por Escárcega hasta Palenque y después regresaría por Campeche y Mérida hasta Cancún en un recorrido de mil 525 kilómetros.

 

Según el Presidente, el proyecto costaría entre 120 mil y 150 mil millones de pesos, un máximo de 100 millones de pesos, 5.3 millones de dólares, por kilómetro. La construcción se haría en un tiempo sin precedente: cuatro años.

 

El bajo costo y el breve lapso serían consecuencia de que mucho del derecho de vía ya lo tiene el Gobierno. Ah, y claro, ¡porque ya no hay corrupción!

 

Los trenes de alta velocidad tienen, según el Banco Mundial, un costo de entre 17 y 21 millones de dólares por kilómetro en China, 25-39 millones en Europa y 56 millones en California, Estados Unidos.

 

El Maya no será un tren bala, pero tendrá una respetable velocidad de 160 kilómetros por hora.

 

Ana Thaís Martínez Palacios del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) ofrece cifras para construcción de otros trenes que van desde 1.6 millones de dólares por kilómetro del Osaka-Tokio hasta 111.9 millones del Bolonia-Florencia.

 

A la inversión inicial hay que sumar, por supuesto, los costos de operación y mantenimiento.

 

El Presidente López Obrador ha dicho que el tren tendrá capacidad para trasladar tres millones de pasajeros al año. Si es así, su capacidad estaría sobradísima.

 

El Ferrocarril Chihuahua-Pacífico (Chepe), que junto con el Tequila Express es el único tren de pasajeros que queda en nuestro País, traslada alrededor de 170 mil pasajeros anuales en su ruta de 673 kilómetros de los cuales 90 mil son turistas y 80 mil rarámuris que no pagan tarifa completa.

 

El servicio, proporcionado por una empresa privada, se mantiene solo gracias a un subsidio del Gobierno.

 

Casi ningún tren de pasajeros en el mundo es rentable. No hay razón para pensar que el Tren Maya lo será, aun si se construyera por 150 mil millones de pesos.

 

El estudio del IMCO, empero, sugiere que los costos reales de construcción oscilarán entre 460 mil millones y 1.5 billones de pesos.

 

Quizá el Tren Maya tenga un mayor número de pasajeros que el Chepe, pero esto llevaría quizá a un máximo de 200 mil o 300 mil usuarios anuales. No son suficientes para hacerlo rentable.

 

Un boleto sencillo en el Chepe en clase turista entre Chihuahua y Los Mochis cuesta 3 mil 276 pesos. El tramo entre Chihuahua y Ciudad Cuauhtémoc, de solo 103 kilómetros, menos que los 130 de Cancún a Tulum, alcanza 667 pesos.

 

Nada que ver con los 160 pesos sin subsidio de los autobuses Cancún-Tulum. Además los trenes a Los Mochis solo salen de Chihuahua los lunes, jueves y sábados. Tener 29 salidas diarias en un tren turístico es imposible.

 

Si realmente el Gobierno quisiera impulsar un transporte barato y eficiente en la Península de Yucatán ampliaría la actual y excelente carretera Cancún-Tulum y mejoraría las que conectan con Mérida, Campeche, Escárcega y Palenque.

 

Quizá un proyecto así no impulsaría la mística de la Cuarta Transformación, pero sería mejor para los supuestos propósitos que se tienen.

 

El problema es que los políticos son como niños: les gusta jugar con trenecitos.

 

DECLINACIÓN

Virtualmente todos los trenes de pasajeros son subsidiados, pero ni siquiera así los siguen usando los pasajeros. Según el IMCO, los servicios ferroviarios representan menos del 10 por ciento de los traslados por tierra en el mundo y hay "una disminución de casi 10 por ciento en los últimos 15 años". No es la mejor perspectiva para construir un nuevo tren.

 

Sergio Sarmiento

www.sergiosarmiento.com


domingo, mayo 12, 2019

 

Desencuentro

No es de sorprender la existencia de tensiones entre las necesidades de la economía para poder progresar y las demandas que impone la población a través de los mecanismos democráticos.

 

Para atraer inversiones y crear condiciones para el progreso, los Gobiernos tienen que contenerse en materia presupuestal y evitar distorsiones como las que producen subsidios, restricciones al comercio y otras medidas discrecionales.

 

Por su parte, la ciudadanía, a través de su voto, demanda soluciones, mejores condiciones de vida y seguridad para su propio desarrollo y bienestar.

 

Si el Gobierno actúa bien, no hay razón para que ambos factores resulten contradictorios, al menos si se le da suficiente tiempo para cuajar a lo primero. Sin embargo, en la era de las comunicaciones instantáneas y las expectativas desbordadas, los votantes quieren satisfactores inmediatos.

 

En la segunda mitad del siglo 20 dominó la noción de que la democracia liberal era el patrón contra el cual todas las naciones tenían que medirse, lo que llevó a que las dictaduras y dictablandas del mundo adoptaran medidas de apariencia democrática.

 

Todo esto cambió en la última década tanto por la crisis financiera del 2008 como por el mero hecho de que China haya logrado un avance económico excepcional sin siquiera pretender ser una democracia.

 

En "Democracia y Prosperidad", Iversen y Soskice argumentan que la democracia y el capitalismo no sólo son compatibles, sino que una es inviable sin la existencia del otro.

 

Su planteamiento se fundamenta en tres elementos: primero, se requiere un Gobierno que funcione y que establezca y haga cumplir las reglas para la interacción social y económica; es decir, el mercado y el Estado son dos componentes cruciales del desarrollo.

 

En segundo lugar, la educación es central al desarrollo y más en sociedades avanzadas porque en la medida en que se eleva la complejidad social, tecnológica y económica, la población siempre demanda la existencia de un Gobierno competente.

 

De esta forma, tercero, el desarrollo requiere habilidades particulares que usualmente se multiplican a través de redes y comunidades y, por lo tanto, tiene una naturaleza geográfica, como ocurre con los clusters industriales que hay en Jalisco, Querétaro, etc.

 

Detrás del planteamiento de estos autores reside la tesis de que la democracia funciona y es estable en la medida en que el Gobierno, y los partidos políticos, son capaces de satisfacer a las clases medias, elemento crucial tanto del crecimiento económico como de la estabilidad política.

 

La clave de todo esto consiste en un principio elemental: cuando un Gobierno es democrático, tiene que proveer a la población y a las empresas las condiciones que les permitan ser exitosas y en eso radica la esencia de la democracia, en responderle de manera efectiva a la ciudadanía.

 

¿Será aplicable esta tesis a la realidad mexicana actual? Por un lado, la popularidad del Presidente sugeriría que el elevado reconocimiento del que goza es independiente del desempeño económico. Sin embargo, si uno observa las encuestas, el electorado distingue nítidamente entre su respeto al Presidente y su apoyo a las medidas y decisiones que éste está tomando.

 

Mientras que el apoyo a la persona rebasa el 60 por ciento, la aprobación a sus medidas fluctúa entre el 20 y el 40 por ciento. Es decir, la mayoría de la población no coincide con la forma en que gobierna, pero aprueba masivamente a la persona del Presidente.

 

Por otro lado, la población que aprueba al Presidente no es homogénea: hay una cohorte que lleva lustros apoyándolo y que le concede toda la latitud que requiera, pero hay otros grupos que son más volátiles y que esperan soluciones prontas y expeditas. El común denominador es que todo mundo espera respuestas, pero algunos tienen más paciencia que otros.

 

La mexicana todavía es, en muchos sentidos, una sociedad industrial, y en las sociedades industriales, dicen los autores, los trabajadores con habilidades y los que no las tienen (producto de las fallas del sistema educativo) son interdependientes; sin embargo, en la medida en que la economía avanza hacia la digitalización, esa interdependencia desaparece y es ahí donde surgen las crisis políticas y los abusos de grupos de interés.

 

Los autores afirman que el populismo surge cuando sectores importantes de la sociedad dejan de verse representados por el sistema político. Esto explica el triunfo de AMLO el año pasado; también constituye un reto para responderle a esa población a tiempo y de manera exitosa.

 

Luis Rubio

www.cidac.org


 

Destrucción de la naturaleza

En la realidad atemporal y alternativa donde vive López Obrador puede hablarse de nuevas refinerías, trenes que atraviesan biósferas y de arrasar con campos, lagos y cerros sin mencionar, ni por asomo, los daños ambientales de esas obras.

 

Para él y sus funcionarios aluxes, el calentamiento global no existe: ni siquiera cuando toca a nuestra puerta y amenaza con destruir las costas de Quintana Roo y la industria hotelera que alberga.

 

Para desgracia del planeta, la negación del calentamiento global es parte de la agenda cultural de los populistas. Han inventado, como Trump, todo tipo de argumentos insostenibles para negarlo, para disuadir a los Gobiernos de tomar medidas que atraviesen las fronteras y engañar a sus seguidores fanáticos y desinformados.

 

La ventaja del sargazo es que las 168 mil toneladas que invadieron las costas del Caribe en el 2018, y de nuevo en el 2019, sí se ven. Y no hay manera de darle la vuelta a sus orígenes ni a la devastación natural que causarán.

 

La multiplicación de esta macroalga se debe al aumento de nutrientes que la alimentan -los agroquímicos y las descargas de aguas residuales que arrojamos al mar-, al aumento de la temperatura del agua y al cambio de las corrientes marítimas y los vientos resultado del calentamiento global.

 

Los funcionarios federales y locales que andan todavía buscando "el entendimiento" del problema han contratado para resolverlo a industrias dedicadas al comercio de "abarrotes y ultramarinos" o de servicios de "hojalatería y pintura" (EL NORTE, mayo 4, 2019) que, inexplicablemente, no han podido detener la llegada del sargazo a las playas, o se han hundido en la resignación. El director de Fonatur, Rogelio Jiménez Pons, declaró de plano, que "es un problema que llegó para quedarse".

 

El director no entiende que el problema no puede haber llegado para quedarse porque puede causar un desastre ecológico. El sargazo acaba con el oxígeno del agua matando a todos los seres vivos de un ecosistema, y ya seco en la playa despide ácido sulfúrico y arsénico que ponen en riesgo a miles de especies marinas más y a los mantos freáticos de agua dulce.

 

Es indispensable entender de qué estamos hablando, porque el sargazo (y la ceguera ambientalista de este Gobierno) es nada más una punta del iceberg de la destrucción del único hábitat que nos sostiene como especie -este planeta- y de la necesidad de detenerla.

 

El 6 de mayo se publicó un largo estudio internacional ordenado por la ONU, el más completo que se haya hecho hasta ahora, sobre la devastación de la naturaleza y el desafío que enfrentamos para revertirla ("Human society under urgent threat", The Guardian). Las cifras son escalofriantes.

 

Desde los arrecifes de corales hasta las selvas tropicales, estamos destruyendo la naturaleza a una tasa cientos de veces más alta que el promedio de los últimos 10 millones de años. La biomasa de mamíferos salvajes ha caído en 82 por ciento; los ecosistemas naturales han perdido la mitad de su superficie. Un millón de especies estarán en peligro de extinción en las próximas décadas; 500 mil a corto plazo.

 

El reporte describe un planeta en donde la huella de la actividad humana es tan aplastante que deja muy poco espacio para algo más. Tres cuartas partes de la superficie del planeta son ahora campos de cultivo, planchas urbanas de concreto, presas o paisajes que nada tienen que ver con su estado original. Hemos alterado también dos tercios del ambiente marino y tres cuartas partes del agua de ríos y lagos está dedicada a la agricultura y a la ganadería.

 

Cada año extraemos 60 mil millones de toneladas de recursos de la naturaleza: casi el doble de lo que explotábamos en 1980. Nuestros desperdicios han rebasado con mucho la capacidad del planeta para absorberlos.

 

Lean y relean: arrojamos más del 80 por ciento de aguas negras en arroyos, lagos y mares SIN tratamiento, junto con 300 o 400 millones de toneladas de metales pesados y desechos industriales. Los desperdicios de plástico son 10 veces más grandes que en 1980, y los de fertilizantes han creado 400 "zonas muertas" con una superficie del tamaño de la Gran Bretaña.

 

Éste no es mundo para refinerías o trenes que destruyan biósferas. Es un planeta que pide a gritos medidas para detener el calentamiento global, inversiones en infraestructura verde y energías alternativas, nuevas leyes de protección del ambiente y un cambio de nuestro modo de vida, tan radical, que apenas podemos imaginarlo. Y es ahora o nunca. Lo que está en juego es el equilibrio de la naturaleza que sostiene la vida humana.

 

Isabel Turrent


 

Carta a AMLO

Señor Presidente, en aras de que su administración sea exitosa y particularmente su cruzada contra la corrupción pase a la historia, me permito dirigirme a usted en respuesta a su llamado para que veamos a la corrupción como una enfermedad, por lo que sugiere "hacer terapia para reincorporar a mucha gente".

 

Quiero pensar que su postura como candidato ha madurado a la de un Mandatario, ahora ve que no basta con su ejemplo y que la corrupción no se acaba nada más barriendo de arriba para abajo, de ahí que proponga una terapia, pues se ha dado cuenta de que el mal es más complejo de lo que pensó.

 

En nuestro único encuentro cara a cara, donde era usted candidato, le comenté que su visión para erradicar la corrupción me parecía ingenua e insuficiente. Quiero creer que sabe rectificar ante la evidencia.

 

Mencionó también que la corrupción es "una especie de enajenación" y que "hay que crear una asociación para recuperarlos (a los corruptos)" para "hacerles ver que el dinero no es la vida... que no es lo material lo que da la felicidad... que sólo siendo buenos podemos ser felices". Estoy de acuerdo con usted (aunque hay corrupción que persigue intangibles como el poder y la influencia, beneficiar a amigos y parientes y más).

 

Asumo que al mencionar "enfermedad" y "terapia" habla en sentido figurado. Varios quienes hemos tocado el tema usamos expresiones como "cáncer social" que "se contagia" y que necesitamos "una cura". Estoy de acuerdo en la metáfora, hace sentido en cómo crece y se propaga la corrupción, también en la forma de combatirla.

 

La corrupción es un sistema, una forma de ser, es parte de los hábitos con los que la gente resuelve su cotidianidad, es cultural, entendiendo por cultural no a lo genético ni a lo endémico, ni los valores del pueblo, en otras palabras, no está en lo mexicano, sino en el modus operandi del individuo (de cualquier nacionalidad).

 

Como todo hábito puede ser cambiado, la corrupción puede ser combatida a niveles que podrían hacer que usted pase a la historia. Convengamos que no es sólo un ilícito entre funcionarios y particulares, es también cualquier acto ciudadano que corrompe el orden legal, desde la casa, la oficina y la calle.

 

No necesita crear ninguna asociación, ya existen y están haciendo una gran labor contra la corrupción y la impunidad; haga alianzas con ellas, aunque sean de la sociedad civil, deles un voto de confianza.

 

Le menciono algunas, todas apartidistas: MéXXIco libre de Corrupción (www.mexxi.co), que fomenta tres ejes de combate: el compromiso de los líderes, un andamiaje institucional que identifique, persiga y castigue y una sociedad consciente y activa. Mexicanos Unidos Contra la Corrupción y la Impunidad (www.contralacorrupcion.mx), que ha expuesto casos notables. Y www.avanzasintranza.com, que capacita para generar en la sociedad civil un cambio a través de convicción, carácter y compromiso.

 

Propongo que los mexicanos nos unamos a su cruzada, por ello lo invito a leer el libro "Las Hazañas Bribonas" del doctor Guillermo Zúñiga, donde plantea un método para combatir la corrupción.

 

El autor ha identificado cuatro componentes de un acto tramposo (léase corrupto): la oportunidad, el sigilo, la oposición (sabe uno que es contra la ley) y la emoción, y considera fundamental que la persona sea consciente de ese patrón para recapacitar y decidir no ser tramposo (léase corrupto).

 

Esta es la terapia a la que usted se refiere. Invite a su Secretario de Educación para que incorpore esta teoría a los planes de estudio. Ahí está parte de la vacuna.

 

Sólo la voluntad personal de cada mexicano que decide hacer lo correcto en vez de lo ilegal, sumado a otro y a otros miles de mexicanos, podrá darle la vuelta a este azote. No es suficiente el deseo y el ejemplo presidencial, escuche a los que saben, déjese ayudar y no se olvide de la impunidad.

 

Se lo comento con el único adjetivo que debería mediar en nuestro diálogo, ni chairo ni fifí, ni liberal ni conservador, sino un adjetivo que nos hermana y nos causa un orgullo compartido, tan grande como el país que amamos: mexicano. Así, de mexicano a mexicano le digo, Señor Presidente, no está sólo en esta lucha, a menos que usted lo quiera.

 

Eduardo Caccia

ecaccia@mindcode.com


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