lunes, septiembre 18, 2023

 

Infantilismo

El infantilismo es, políticamente, la fase superior del patrimonialismo. El Gobierno que padecemos no es solamente el Gobierno de un hombre que trata al Estado como si fuera su rancho y a los servidores públicos como sus criados, sino el de un niño que trata al País como si fuera su arenero.

 

La trompetilla y la ley del hielo son los dictados del máximo poder. Se ejerce el mando como arranque de caprichos y berrinches. Esto no es la lógica de capataz atrabiliario, sino la suprema niñería.

 

Como escuincle en el jardín de niños, el Presidente de la República le retira el saludo a quienes le caen gordos. ¡No les contesten el teléfono a los ministros de la Suprema Corte!, ordenó recientemente. Como si el día nacional fuera el baile de sus quinceaños, el Presidente decide quién ingresa al palacio que ha convertido en propiedad exclusiva. Y anuncia con orgullo: todos saben que estoy peleado con la niña del otro salón y no la voy a invitar a mi fiesta. La piñata es para mis subordinados y mis favoritos, los señores de las armas.

 

La conducta del Presidente impone tono. Jamás hay que contrariar al caprichoso que gobierna. Se sabe que no procesa bien la frustración y que cualquier reparo, por modesto que sea, puede ser considerado como acto de alta traición.

 

Si se quieren evitar los destrozos que su furia puede causar, hay que llevar la fiesta en paz y darle por su lado. Cualquier papelito que raye con garabatos debe ser tratado como una maravillosa obra de arte.

 

Lo que festeja el régimen es la crudeza de sus juicios. La decisión presidencial no proviene de la atención a las complejidades de todo asunto, no surge del diálogo entre conocedores y representantes. Es un chispazo que aparece de pronto y se vuelve, de inmediato, orden para todo un Gobierno.

 

Si hay escasez de medicinas, la solución es... una farmaciotota en el centro del País. Todas, todas las medicinas en una bodega enorme. Nadie de su círculo se atrevería a mostrarle al mimado el absurdo de sus ocurrencias.

 

El infantilismo es el sello de la política presidencial porque rechaza cualquier responsabilidad. López Obrador es el Inocente, el político que puede acusar a todos de los peores pecados, pero que permanece en la pureza absoluta. No importa el efecto de sus decisiones, ni el significado legal de su conducta, sino la tranquilidad de su conciencia.

 

Hace unos años, Pascal Bruckner habló de la infantilización de la cultura contemporánea. Anhelamos la libertad, el capricho irrestricto, los mimos del bebé. Ese individualismo infantil dicta una sola norma: sé fiel a ti mismo. Todos tendrán obligaciones, menos tú.

 

En "La Tentación de la Inocencia", el ensayista francés sostenía que hemos convertido al bebé en modelo de vida. Pensaba, por supuesto, en una ciudadanía que buscaba ser entretenida constantemente, en una sociedad que se llenaba de juguetes desechables, que sentía plena libertad para dar rienda suelta a su capricho.

 

No creo que imaginara entonces que esa persona fuera un gobernante, un hombre que se deleita en sus destrozos, que insulta e intimida desde la cúspide del poder y que exige ser tratado siempre como el centro del universo.

 

Será por esa infantilización de la supremacía que no puede haber sentido de Estado en la conducción del país. La ley no detiene al impulsivo, la razón no compromete al voluntarioso. El impulso presidencial rige sin obstáculos. Convencido de que la nación es él, el Presidente de la República se desprende del hormigón estatal para dar rienda suelta a su capricho. El jefe del Estado mexicano desprecia al Estado. No es irrelevante el atropello de las formas.

 

Hace un par de años invitó a un tirano para celebrar la independencia del país. Miguel Díaz-Canel, representante de una ruinosa dictadura totalitaria fue el orador estrella en las fiestas nacionales. Ahora vemos a los soldados de un ejército que ha invadido a una nación soberana desfilar por nuestras calles. Las tropas de un cleptócrata se incorporan al desfile militar sellando una amistad ignominiosa.

 

En el ensayo de Bruckner encuentro una cápsula que viene al cuento. Cuando Napoleón escuchó el reclamo de su esposa por una infidelidad, respondió de inmediato: Soy quien soy. A cada reclamo contestaré con una respuesta: Yo. Ese es mi único argumento: Yo soy yo. No tengo por qué obedecer las normas de la ley o del trato. Si el antojo es mío es justificación suficiente de cualquier cosa.

 

Ésa es la convicción de todo tirano, dice Nietzsche. Estar convencido de que su biografía es la legitimación absoluta.

 

Jesús Silva-Herzog Márquez

 


domingo, septiembre 17, 2023

 

Gangas

Gangas

Gobiernos van y Gobiernos vienen, pero una cosa siempre permanece: la corrupción. Las personas cambian, pero el fenómeno es perenne. Y México no es excepcional en esto: en su libro sobre Rusia ("The Russians", 1976), Hedrick Smith cuenta que Iván le dice a Volodya: "Yo pienso que tenemos al país más rico del mundo". "Por qué", pregunta Volodya: "Porque por casi sesenta años todos han estado robándole al gobierno y todavía sigue habiendo más que robar". En su libro sobre el colapso soviético ("Armageddon Averted"), Kotkin explica cómo la corrupción consumía todo, pero era imposible vivir sin ella. El fenómeno es tan ruso como mexicano y no hay Gobierno que se salve, incluido el de los otros datos.

 

La corrupción, prima hermana de la impunidad, ha sido parte de la vida nacional por siglos, pero no por eso tiene que persistir. La gran pregunta es qué es lo que la hace parte del ser nacional en lugar de una lacra que debe ser erradicada. Parte de la explicación viene de la naturaleza misma del sistema político que emergió tras el fin de la era revolucionaria: el sistema premiaba la lealtad con acceso al poder y/o a la corrupción; la corrupción fue (y es) un componente central, de hecho inherente, al ejercicio del poder. El viejo sistema premiaba con corrupción, el "nuevo" la purifica: la misma gata pero revolcada.

 

Lo que ha cambiado es el contexto en el que hoy se da la corrupción. En la era de las comunicaciones instantáneas y las redes sociales la corrupción es no sólo obvia, sino visible y, por lo tanto, ubicua. Mientras que para el mexicano de a pie la corrupción es un instrumento inevitable de la vida cotidiana (franeleros, trámites, inspectores, policías) que involucra intercambios tanto con funcionarios públicos como con actores privados, uno de los grandes logros de las últimas décadas fue la consagración de un conjunto de reglas confiables para el funcionamiento de las grandes empresas, especialmente en lo relacionado con el comercio exterior. Pero la corrupción más visible y relevante en términos políticos y de la legitimidad de los Gobiernos es la del robo en despoblado que ocurre dentro y en torno al Gobierno, mucha de ella vinculada a actores privados, aunque no siempre.

 

Hay dos factores que hacen posible la corrupción en México y que nos diferencian de países como Dinamarca y similares: uno es que el Gobierno mexicano fue constituido para controlar a la población y no para, pues, gobernar, y esa diferencia tiene consecuencias fundamentales. Cuando la función objetivo es hacer posible el desarrollo y el bienestar, el Gobierno se torna en un factor de solución de problemas; cuando su objetivo es el control, lo relevante es que nadie se salga del huacal. El Gobierno promotor procura elevadas tasas de crecimiento y se aboca a eliminar obstáculos para lograr esa misión; el Gobierno controlador somete a la población y crea espacios de privilegio, abriendo interminables oportunidades para la corrupción. De manera concurrente, en un Gobierno controlador la impunidad se convierte en un imperativo categórico: si se castigara la corrupción ésta desaparecería, eliminando la impunidad.

 

El otro factor que hace posible la corrupción se deriva del anterior: la legislación mexicana se distingue de la de los países dedicados al desarrollo en que aquellos procuran reglas generales, conocidas por todos y aplicadas de manera sistemática. Aunque los Gobiernos siempre guardan márgenes de discrecionalidad, en México las leyes casi siempre bordean la arbitrariedad porque les confieren facultades tan amplias a las autoridades -desde el inspector más modesto hasta el Presidente- que acaban haciendo irrelevantes las reglas. El Gobierno actual, ese que iba a acabar con la corrupción, ha ampliado ese margen de manera incontenible, al grado en que todo lo que antes eran reglas generales ahora es negociado directamente con el Presidente, convirtiéndose en favores que se dan y que, por lo tanto, se pueden quitar. Baste ver la manera en que se "resolvieron" casos como los de los gasoductos, el aeropuerto y las generadoras eléctricas para apreciar las dimensiones del cambio que se ha dado y, por tanto, el potencial de corrupción que se ha abierto donde ya prácticamente ésta se había erradicado.

 

¿Se podría eliminar la corrupción? La arbitrariedad con que el actual Gobierno se ha conducido implica la muy seria posibilidad de que el País vuelva a sus momentos más aciagos. Basta ver a Rusia para apreciarlo: Misha Friedman, del NYT, dice que "la corrupción está tan generalizada que toda la sociedad acepta lo inaceptable como normal, como la única forma de sobrevivir, como un 'así son las cosas'". México no es muy distinto.

 

No cabe la menor duda que la corrupción puede ser eliminada, pero eso pasaría por la eliminación de la discrecionalidad de que gozan nuestros "gobernantes". Sin eso, seguirá reinando la impunidad...

 

No hay gangas en este mundo: el progreso requiere un basamento confiable de certidumbre tanto en términos de seguridad para las familias como sobre su patrimonio y esto, paradójicamente, es mucho más trascendente para la población menos favorecida. Los tratados internacionales ayudan, pero las soluciones tienen que ser internas. No hay gangas: se requiere un Gobierno que sí entienda cuál es su función nodal.

 

Luis Rubio

 


 

Del pasado

Del pasado

Las obras de AMLO son lo más distintivo de este sexenio... y ya huelen a viejo. Mientras que la mayoría de los países han acelerado la transición energética tras la invasión rusa a Ucrania, por lo cual la Agencia Internacional de la Energía ha pronosticado que antes del 2030 empezará a caer el consumo de petróleo, gas y carbón, nuestro Gobierno inaugura la refinería de Dos Bocas. Pura pantomima. Según la misma agencia, Dos Bocas estará funcionando hasta el 2025.

 

Si con el costo original de 8 mil millones de dólares era difícil recuperar lo invertido, será imposible ahora, cuando se estima que terminaremos pagando 20 mil millones. Pero no aprenden: en el programa de Morena para el siguiente sexenio está incluida otra refinería.

 

Refinar ha sido históricamente un mal negocio para Pemex. En lo que va de este sexenio Pemex Transformación Industrial lleva perdidos casi 800 mil millones de pesos. Esto equivale a nueve veces el presupuesto programado para el 2024 para todas las instituciones federales de educación superior. En lugar de usar el poder del Estado para construir un mejor futuro para todos, lo usan para acumular fierros.

 

Muy del pasado es también tener empresas públicas que pierden dinero. Solamente las de las Fuerzas Armadas pidieron recursos por casi 23 mil millones de pesos para poder operar el año entrante.

 

Así era antes. Durante los años alegres, con la deuda se cubrían las pérdidas. Luego, cuando llegó la crisis en los ochenta, se tuvo que recortar el gasto corriente del Gobierno y vender o liquidar muchas de estas empresas.

 

Estos subsidios se irán incrementando. Así ha pasado con el AIFA. En septiembre del 2022 su director, Isidoro Pastor, señaló: "[la rentabilidad] la tenemos proyectada para cuando cumplamos dos años, entre diciembre de 2023 y marzo de 2024". Sin embargo, para el 2024 se solicitó un apoyo casi 80 por ciento mayor que el de este año. Ni los militares hacen bien los cálculos.

 

También están todos los costos ocultos por tener empresas del Estado basadas en ocurrencias. El Gobierno parece haber optado por estrangular al aeropuerto Benito Juárez para ver si así los pasajeros se mudan al AIFA. Muchos no tendrán opción y con ello quizás se podrán pagar los gastos de operación de ese elefante blanco, pero a costa de abandonar aún más al agonizante aeropuerto capitalino, que con menos vuelos tendrá menos ingresos. Como éstos ya se usan para pagar los bonos por una obra en marcha en Texcoco que AMLO optó por enterrar, el Gobierno deberá transferirle recursos fiscales. Hoy México podría tener un aeropuerto de gran escala para el futuro, pero tenemos que sufrir el riesgo del colapso de un aeropuerto del pasado.

 

Muy del siglo XIX es el fuero para los militares, ahora presupuestal. Las Fuerzas Armadas no forman parte de la austeridad republicana, y el suyo es de los rubros que más suben. Se podría alegar que ahora tienen más responsabilidades. Habérselas dado es un error. Sus empresas son fácil fuente de corrupción, como se observa en Egipto, donde el Ejército tiene negocios farmacéuticos, de piscicultura, de comunicación, de construcción y financieros. ¿Cómo puede el Gobierno regular y los empresarios competir con un jugador que tiene activos económicos y el poder de las armas?

 

El fuero presupuestal del Ejército es generalizado. Mientras que la UNAM tendrá un aumento en términos reales de 0.9 por ciento para el 2024, similar al promedio de las instituciones de educación superior, la Universidad del Ejército y la Fuerza Área tendrá uno del 6.2. Hay prioridades. No es la gente. Mientras que en Estados Unidos se anuncian nuevas vacunas contra el Covid, basadas en las variantes que hoy más circulan, en México las vacunas anunciadas serán las del virus del pasado, rusas y cubanas. Quizás logren usar la mexicana, basada en el virus del pasado, pero que aún no está lista. Tiene bonito nombre: Patria.

 

Carlos Elizondo Mayer-Serra

 


sábado, septiembre 16, 2023

 

¿Cuál independencia?

Volvemos a conmemorar la Guerra de Independencia con el Grito de Dolores. Somos el único país de Latinoamérica que celebra el inicio del movimiento independentista pero no su culminación el 27 de septiembre de 1821.

 

Nos gusta celebrar inicios, pero no terminaciones. Por eso hoy tenemos pendientes formidables en la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. Independencia justamente significa liberación de pendientes; no somos tan independientes.

 

Algunas pistas nos ayudarán a comprender esto: el paquete económico 2024 enviado por el Ejecutivo al Congreso y el entorno político de NL.

 

El monto del gasto total neto para 2024 es el doble de lo que el Gobierno gastó en 2014. En 10 años la economía mexicana no creció al doble, por ello, somos menos independientes si gastamos el doble creciendo solo 10 por ciento.

 

Propone un costo de la deuda equivalente al 3.7 por ciento del PIB: 11.8 por ciento mayor, en términos reales, a lo aprobado para 2023.

 

Busca aumentar la deuda pública, aumentando el gasto corriente para apoyos de bienestar, más gasto en la Defensa Nacional, pero para terminar obras inconclusas que irónicamente ya fueron inauguradas; no para seguridad, sacrificando salud, borrando inversión productiva y ampliando el endeudamiento neto a 5.8 por ciento del PIB (cifra nunca vista en México).

 

Se proyecta una caída en la inversión productiva de 11.1 por ciento respecto al aprobado para 2023. Así la inversión que nos ayudaría como sociedad a ser más productivos y poder generar mayores ingresos al Estado mexicano no existe. Somos menos independientes por ello.

 

El Tren Maya ya nos costará 3 veces más de lo originalmente presupuestado. ¿Ineficiencias, corrupción, mala planeación, malos administradores, constructores? No sabemos, pues no hay forma de transparentar el gasto de estas obras que fueron resguardadas por "seguridad nacional". De ese tamaño es nuestra falsa independencia.

 

No puedo transparentar mi gasto porque no creo en la capacidad de los mexicanos libres para entender lo que hago. El Gobierno gasta sin transparentarse porque los mexicanos no somos libres ni independientes.

 

Somos tan independientes que preferimos seguir subsidiando a Pemex, aunque importemos el 70 por ciento del gas y más de la mitad de la gasolina porque no tenemos la capacidad, ni la independencia para reconformar la empresa en una que sí les sirva a los mexicanos y no solo a su sindicato y al erario.

 

Con enormes pendientes por delante los Gobiernos avientan culpas. Unos aumentando la deuda pública federal sin la responsabilidad de aumentar los ingresos. Otros, como en NL, sin terminar las obras planeadas y ya quieren dejar el cargo para irse por otro.

 

Partidos políticos que no terminan de arrepentirse por lo mal que han representado a la sociedad, pero sí tendrán recursos para gastar el próximo año electoral.

 

Nuestra independencia sufre porque los actores políticos se desentienden de ella. Porque los ciudadanos perdemos independencia cada día frente a un Gobierno que no permite nuestro desarrollo.

 

Yo gasto más dinero que el que tengo, al cabo de alguien más dependerá sanear mis finanzas, dice el Gobierno federal. Yo dejo mi Estado para contender en otra candidatura, al cabo alguien vendrá y de él dependerá terminar mis obras inconclusas. México y Nuevo León dependiendo de alguien más.

 

Los políticos tienen más independencia para hacer lo que quieran con nuestros recursos, pero el ciudadano tiene que seguir dependiendo de la autoridad. Dependiendo de sus programas sociales, de sus visitas para inaugurar obras inconclusas que debieron terminarse hace décadas. Depender de sus autorizaciones burocráticas para emprender, para trabajar; depender de que sabrán defenderlos de la inseguridad pública.

 

¿Cuál es el verdadero sentido de nuestra independencia? No es libertad para hacer lo que queramos, es la posibilidad de tener las oportunidades para querer lo que necesitamos hacer. Por eso no somos independientes, aunque lo gritemos todos los años.

 

Vidal Garza Cantú

 


domingo, septiembre 03, 2023

 

Trampa de la desigualdad

Combatir la desigualdad es una retórica fabulosa de los políticos para describir las injusticias, pero cuando se buscan los verdaderos culpables de la desigualdad, los Gobiernos suelen simplificarlo todo. Piensan que con programas de dispersión de recursos que le quitan a una parte de la sociedad para dárselos a otra, basta y es suficiente.

 

La lucha por mejorar la igualdad debe partir de la realidad de que somos desiguales por naturaleza. Y debemos aspirar a darles a todos la oportunidad para iniciar su desarrollo en un piso parejo y que su crecimiento dependa del esfuerzo y mérito individual y de comunidad que seamos capaces de fomentar.

 

En nuestras diferencias la correspondencia hace que todos busquemos mejorar; incluso la desigualdad impulsa el trabajo en equipo, en donde se hace necesario que muchas habilidades diferentes alcancen un mismo objetivo. En igualdad, no hay estímulo para sobresalir, para mejorar, para innovar; en igualdad, no hay necesidad de trabajar en equipo. Una sociedad igualitaria en este sentido se estanca, no crece.

 

Las luchas por combatir la desigualdad se enfrentan a un gran problema. No hay soluciones mágicas, todas las sociedades que han mejorado las oportunidades de la base de la sociedad lo han hecho mejorando la nutrición, educación y el empleo de sus países de manera continua y sin interrupciones.

 

Siguiendo los últimos datos de la Encuesta de Ingreso Gasto del INEGI y los del Coneval, hay cosas que debemos reconocer en cuanto a la pobreza y la desigualdad.

 

Disminuyó la desigualdad un 3 por ciento de 2020 al 2022. Pero ya había bajado más de 5 por ciento de 2016 al 2018 y sin transferencias monetarias a lo loco.

 

También la población en pobreza se redujo en 5.1 millones en 4 años. Pasó de 51.9 millones de mexicanos en 2018 a 46.8 millones en 2022. Sin embargo, también reconozcamos que de 2018 al 2020 la pobreza subió en 3.8 millones de personas.

 

Cuando profundizamos sobre las causas de esta disminución encontramos sorpresas. La pobreza disminuyó fundamentalmente por el aumento del ingreso promedio de los mexicanos. De ese ingreso y de acuerdo con el Coneval, el responsable en un 75 por ciento fue el salario pagado y el 25 por ciento fueron transferencias del Gobierno y remesas.

 

Por ello la disminución reciente de la pobreza se debe ante todo al salario que pagan las empresas, no a las transferencias que regala el Gobierno de nuestros impuestos o las remesas que se regalan los mexicanos entre sí por no poder vivir en el País.

 

Ojalá pronto nos demos cuenta de que la única forma sostenible de bajar la pobreza y disminuir la desigualdad es con más crecimiento, más empleo y más empresas. Empleos que no llegarán si la capacidad educativa no es la deseada ni la mejor.

 

Por más que quieran atraer inversiones extranjeras o estimular las nacionales, se necesita tener capital humano preparado para ello, en primer término. Con el rezago educativo de casi 3 años en educación básica y los poco útiles y serios libros de texto que hoy el Gobierno quiere imponer, el panorama no luce alentador.

 

Hay dos hallazgos más preocupantes en los informes del Coneval. Parece ser que la edad y los estudios obtenidos sí tienen un impacto en el ingreso, pero al revés de lo que uno esperaría.

 

Resulta que de 2018 al 2022, el ingreso de los jóvenes de 12 a 19 años subió 21 por ciento. Mientras que, paradójicamente, y a pesar de las pensiones de adultos mayores, los mexicanos de 60 años y más perdieron un 13 por ciento de sus ingresos en estos 4 años.

 

Por nivel de escolaridad, el ingreso de los mexicanos que apenas tienen primaria subió un gigantesco 35 por ciento en 4 años, descontando inflación, pero los mexicanos con educación profesional perdieron 14 por ciento de ingreso de 2018 al 2022. Más grave, los mexicanos con posgrado perdieron 34 por ciento de su ingreso.

 

Sin crecimiento en la economía los esfuerzos por bajar la desigualdad solo harán más grave esta trampa de la desigualdad.

 

Vidal Garza Cantú

 


This page is powered by Blogger. Isn't yours?