lunes, noviembre 08, 2021

 

Odios y CFE

"Si va a haber una quiebra de una empresa, que sea el empresario el que asuma la responsabilidad".

Andrés Manuel López Obrador

Para un político que pide que "hagamos a un lado el odio, el rencor, que llevemos a la práctica el principio del amor al prójimo, que no nos hagamos daño", la acumulación de odios del presidente López Obrador es enorme.

 

Este 5 de noviembre arremetió, como tantas otras veces, contra "Iberdrola y Claudio X. González, y el señor Fernández, de los Oxxo, y los de Bimbo". Los acusó de tráfico de influencias y añadió: "Les debería dar vergüenza, y deberían de estar arrepentidos y ayudando a que saquemos adelante a la industria eléctrica nacional porque con sus decisiones, pensando de manera individualista, egoísta, solo con el afán de lucro, estuvieron a punto de quebrar la Comisión Federal de Electricidad y generar una crisis gravísima de incrementos de tarifas de luz para la gente, lo que está pasando en España, lo que está pasando en otros países, y todavía quieren mantener el caos, el desorden, que ellos por la ambición al dinero provocaron, claro, con la anuencia, con la protección de autoridades irresponsables y corruptas".

 

Pero ¿por qué deberían avergonzarse? Iberdrola ha invertido miles de millones de dólares en electricidad en México. A principios de 2018 tenía 6,000 megavatios de capacidad de generación y 17 plantas operativas. Buena parte del desarrollo económico de los últimos 20 años en México se ha sustentado en estas inversiones que han generado electricidad de mejor calidad, más barata y limpia.

 

Empresas como Kimberly Clark, presidida por Claudio X. Gónzález Laporte (y no por su hijo, el activista Claudio X. González Guajardo, como parece pensar el Presidente); Femsa (con sus tiendas Oxxo), encabezada por José Antonio Fernández Carbajal; y Bimbo, presidida por Daniel Servitje, han prosperado y creado empleos gracias a muchas decisiones, entre ellas contratar la electricidad más limpia y barata que permitían las leyes mexicanas.

 

Es falso que estos contratos hayan empujado a la quiebra a la CFE. Si bien es cierto que esta perdió 85,996 millones de pesos en 2020, y está en camino de registrar también una pérdida en 2021, la empresa tuvo utilidades antes: 25,674 millones en 2019 y 61,626 en 2018. También las registró en 2017 y 2016.

 

El desempeño de la CFE se vio afectado en 2020 por una disminución de 10 por ciento en sus ventas, especialmente las industriales, pero la razón fue el cierre de la mayor parte de las actividades económicas en marzo por el gobierno federal debido a la pandemia. Una empresa privada habría reducido sus gastos para compensar, pero el director general, Manuel Bartlett, aumentó los de la CFE. Redujo por razones políticas la edad de jubilación de los trabajadores en el contrato colectivo y solo con esto produjo un impacto negativo de 84,899 millones de pesos en las obligaciones laborales. Tampoco ayudó a las finanzas de la CFE la condonación de 11 mil millones de pesos en la deuda de los tabasqueños, a los que AMLO les pidió hace años dejar de pagar la luz.

 

Si el Presidente quiere avergonzar a quienes están empujando la CFE a la quiebra, debería empezar por Bartlett. El que algunas empresas mexicanas hayan tenido oportunidad de comprar electricidad más limpia y barata no es el problema. Esto les permitió generar más empleos y ofrecer productos a mejor precio. El Presidente debería agradecerles haber mejorado el nivel de vida de los mexicanos. La CFE está yendo a la quiebra porque está mal manejada.

 

 

· IGUALADO

El diputado tabasqueño Óscar Cantón Zetina fue uno de los priistas que celebraron con Humberto Roque el aumento del IVA de 1995. El viernes, ya como morenista, se negó a saludar al presidente del INE, Lorenzo Córdova, y le espetó: "¡No me toques! ¡Qué te crees, igualado!". Con razón dice el Presidente: "No somos iguales".

 

Sergio Sarmiento


domingo, noviembre 07, 2021

 

Contra la modernidad

López Obrador habita en un universo mental de teorías conspiratorias y ocurrencias irracionales. Es un hombre iletrado y alérgico a los números -tiene siempre sus propios prejuicios y datos- que practica el pensamiento mágico. Habla del neoliberalismo -que es tan sólo una política económica que pregona la primacía del mercado y la necesidad de restringir el poder del Estado y sus regulaciones, con la que se puede estar de acuerdo o no- como si fuera una entidad clandestina, supranacional y todopoderosa empeñada en controlar al mundo y, por supuesto, derrocarlo. Una mafia inasible financiada por fuerzas ocultas siempre imaginarias.

 

Pertenece a esos seres humanos que viven aún a contracorriente de la historia moderna. Que creen que las jaculatorias, las maldiciones y "las limpias" inciden en la realidad; confunden la correlación y las coincidencias con la causalidad y construyen generalizaciones inapelables a partir de su propia experiencia -una muestra estadística de uno-. Tienen una visión maniquea de la realidad -negros y blancos que no admiten matices- y recopilan sólo la información que apuntala sus creencias intuitivas, muy útil, por cierto, para demonizar a quienes los critican y santificar a sus seguidores. El resto es desechable.

 

Esta envoltura conceptual sería una curiosidad arcaica de una secta -Morena- que circularía en las redes, como QAnon, si no estuviera al servicio del proyecto dictatorial de un político poderoso como López Obrador y no se tradujera en iniciativas políticas que tendrán consecuencias negativas y a muy largo plazo para nuestro país.

 

Para ponerles a las iniciativas de LO la etiqueta que les corresponde hay que desenmarañar el amasijo retórico irracional que receta a la opinión pública día con día. La seguridad, la democracia, la importancia de atender la salud pública, la defensa de los derechos humanos de todos -antes que nada hoy los de las mujeres-, el imperativo moral de defender el conocimiento y a los intelectuales y científicos, financiar una educación de punta para todos y proteger el medio ambiente, no son instrumentos "neoliberales" para "explotar y saquear" como asegura López.

 

Son valores liberales legado de la revolución humanista del siglo XVIII que encarnó en la llamada Ilustración. Se han escrito muchos libros sobre el tema. Los mejores han encontrado las facetas del denominador común que es el cimiento de las democracias liberales: la razón es la primera. La convicción empírica de que la racionalidad y la ciencia son los mejores instrumentos para entender nuestro entorno, desde el universo hasta nuestro ADN, y que ha confinado los dogmas religiosos al lugar que les corresponde: el ámbito privado de los creyentes. En estos tiempos de pandemia, con los merolicos antivacunas que López ha puesto a cargo de nuestra salud, no está de más subrayar la cantidad de vidas que han salvado las vacunas que debemos a la ciencia moderna: 5 000 millones de seres humanos.*

 

La revolución humanista y liberal que empezó en el siglo XVIII -que López Obrador predica pero no practica- colocó al individuo, su bienestar y sus derechos, en el corazón de la política. Puso a las instituciones y a la ley al servicio de cada ciudadano: la libertad de expresión, la tolerancia, la civilidad y el voto (individual, libre y secreto), la abolición de la tortura y la esclavitud y la lucha contra la violencia, son derechos liberales que abrieron la puerta a la modernidad democrática.

 

El peligro para la democracia en nuestro país no es el "neoliberalismo", sino el régimen premoderno que López preside. Una supuesta "transformación" que es, de hecho, el retorno a un gobierno unipersonal que cree tener el derecho divino a gobernar y que se asume como el avatar nacionalista, religioso y étnico de un país que nunca existió.

 

* Las cifras desglosadas en Pinker, "Enlightenment...", capítulo 6.

 

Isabel Turrent

 


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