domingo, octubre 25, 2015

 

Al diablo con la educación

"El objetivo es proteger al sindicato, defender sus prebendas y garantizar la fuente de apoyo que los maestros representan para los procesos electorales". No sé si eso lo admitiría algún estratega priista, pero ésa ha sido la estrategia del Gobierno mexicano respecto al sindicato de maestros desde tiempos ancestrales.

 

La educación en el País fue concebida como un instrumento de control de la población y el sindicato se convirtió en un medio útil para lograr y preservar la hegemonía ideológica que el "sistema" añoraba. El niño, el supuesto beneficiario de la educación (gratuita, laica y secular según la mitología priista), era secundario en la escala de prioridades.

 

Lo mismo es cierto del sindicato: como el "idiota útil" de la literatura política soviética, lo que importaba era el control, no el resultado. Hoy, casi un siglo después, es posible apreciar el costo de semejante irresponsabilidad.

 

Para nadie que haya visto la historia de la educación en el País, desde los debates en el constituyente sobre el artículo tercero hasta la educación socialista de Cárdenas, será sorpresa que el alumno prototípico mexicano obtenga menos de uno en promedio en la prueba de PISA, la menor calificación de todos los países que participan en esa evaluación.

 

En lugar de abocarse al niño, quien uno supondría es el sujeto a tutelar, el sistema político lleva casi un siglo dedicado a mantener quieta, controlada y subordinada a la población. El problema es que el mundo de hoy no tolera esa realidad: la economía no sabe cómo lidiar con súbditos inútiles en lugar de personas creativas, susceptibles de contribuir al desarrollo de una economía moderna.

 

La reforma educativa, con todas sus imperfecciones, al menos intentaba enfocar el problema educativo que caracteriza al País. Sea por el temor a ser reprobados en la evaluación o por la corrupción de sus líderes, tanto la CNTE como el SNTE defienden un esquema educativo que implica mantener un statu quo que sólo sirve a esos líderes: no le ayuda a la niñez, no contribuye al desarrollo del País y atenta contra la estabilidad política.

 

Es decir, el sistema educativo creado para mantener la estabilidad y el reino priista ad hominem ha caído en el lado contrario: ahora el riesgo de que la educación haga imposible el desarrollo (y la estabilidad) es real.

 

Aunque quizá exacerbado en México, el problema no es exclusivamente nuestro. Innumerables países enfrentan el mismo desafío: convertir la educación en un factor clave, positivo, para el desarrollo económico. Todas las evaluaciones del sistema educativo revelan un fracaso sistemático que afecta primordialmente a la población más vulnerable, a los pobres.

 

La pregunta relevante es qué o quién debe colocarse en el corazón del sistema educativo. Por casi un siglo, los dos factótums de la educación en México han sido el sindicato de maestros y la burocracia de la SEP. El sistema nunca fue diseñado ni pretende educar a los niños. Me pregunto si no es tiempo de comenzar por ahí, por colocar al niño en el centro de la ecuación.

 

Hacer eso implicaría alterar toda la mitología de la educación, comenzando por la educación pública. En África y Asia se observan interesantes experimentos de empresas dedicadas a la educación que han logrado al menos un proceso educativo consistente y transparente que arroja resultados cada vez mejores.

 

No propongo acabar con la educación pública, pero sí promover y favorecer el crecimiento de ese ogro, la escuela privada, como medio para generar competencia y disrupción en, quizá, el último bastión del control gubernamental casi absoluto.

 

La educación privada ha sido un reino exclusivo de la población con amplios recursos, pero en Asia y África su crecimiento más grande es entre los más pobres, donde se observan innovaciones por demás exitosas.

 

La mejor prueba de que esto es viable es que prácticamente no hay familia en México que no prefiera la educación privada para sus hijos cuando tiene posibilidad de pagarla. Un mecanismo de vales para financiarla permitiría no sólo forzar a los maestros sindicalizados a "ponerse las pilas", sino que también -sobre todo- les abriría opciones a los mexicanos más necesitados y, en términos educativos, rezagados.

 

El problema de la educación no es presupuestal, sino político. Es tiempo de abandonar el objetivo de mantener ignorante a la población y la respuesta yace en la competencia que sólo puede provenir de empresas dedicadas a la educación.

 

Luis Rubio

www.cidac.org  

 

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El disfraz republicano

Si, como sostenía Octavio Paz, "México nunca se consolará suficiente de no haber sido una monarquía", admitamos que tras el malogrado imperio de Maximiliano nuestro País logró mitigar su "íntima tristeza reaccionaria" mediante una invención histórica que, cambiando las formas, preservó el contenido: creó la monarquía republicana.

 

La idea es de Justo Sierra. La mencionó en una carta, gentil, pero admonitoria, que envió al Presidente Porfirio Díaz el 2 de noviembre de 1899. "La reelección", se atrevió a decirle "significaría hoy la Presidencia vitalicia, es decir, la monarquía electiva con un disfraz republicano".

 

Como buen monarca, Díaz no le contestó. Muchos años después le comentó por escrito que, de haber estado en su circunstancia, él -don Justo- se habría sacrificado de la misma manera.

 

Porfirio no era un monarca absoluto en las formas políticas: había elecciones periódicas, un Congreso, una Suprema Corte de Justicia y algunas libertades cívicas. Pero en los hechos era paternal como los Habsburgo y reformista como los Borbones. Y al final, hasta las apariencias terminaron por ser monárquicas.

 

Tengo frente a mí un póster de tela, regalo de José Luis Cuevas. Fue diseñado por "Julio Albert y Cía" para dar la bienvenida a las delegaciones del Congreso Panamericano de 1901-1902. Rodean a la efigie central escenas típicas de la vida mexicana: los canales de Xochimilco, el Castillo de Chapultepec, el Zócalo, etc.

 

Y rodeado de laureles, como un medallón romano, el César mismo. No el chilango liberal, tosco y adusto; no el rebelde levantisco, viviendo a salto de mata; no el Presidente severo ni el jinete enhiesto. Es el Porfirio de la gloria: el pecho cuajado de medallas, el pelo enteramente cano, la tez blanquísima (casi rosada), los ojos azules. Sólo una cosa faltaba en el cuadro imperial: la corona. El Káiser mexicano.

 

Para describir la monarquía priista, Daniel Cosío Villegas inventó una frase paralela a la de Justo Sierra: en México gobierna una "monarquía absoluta sexenal hereditaria por vía transversal". Cada elemento es exacto. También los Presidentes mexicanos abrevaron de los arquetipos hispánicos.

 

Calles -dinámico e imperioso reformador de la economía y las costumbres- fue borbónico. Cárdenas -paternal, integrista y misericordioso- fue un Habsburgo. Los Presidentes imperiales que siguieron ostentaban su omnipotencia en distinto grado y medida, dependiendo no de las leyes, sino de su propia disposición.

 

Algunos, como Alemán, López Mateos, Echeverría y López Portillo, gustaban del boato. Los más recatados (Ávila Camacho, Ruiz Cortines, De la Madrid) cuidaban las formas, pero toleraban el incienso. Salinas de Gortari los rebasó a todos: fue reformista y paternal a la vez (el TLC y Solidaridad fueron sus programas insignia).

 

Solo tres monarcas de la era del PRI (Alemán, Echeverría y Salinas) jugaron con la idea de suprimir el elemento sexenal de la fórmula de Cosío Villegas, imaginando la reelección directa. Ante la imposibilidad, Salinas intentó una solución hereditaria más estrecha que la de Alemán (Ruiz Cortines no era de su grupo incondicional) y la de Echeverría (que impuso a un amigo de juventud). El resultado fue el fin del sistema, sellado por una tragedia simétrica a la de Álvaro Obregón, que dio origen al sistema: el magnicidio.

 

En esta lectura, el primer Presidente republicano del México post revolucionario fue Ernesto Zedillo. O, si se quiere, ejerció sus poderes monárquicos como un regente que abole la monarquía. Bastaba introducir la primera parte del lema maderista para que el edificio se derrumbara: "Sufragio efectivo".

 

El IFE ciudadano fue, en 1997 y el 2000, la garantía de esa efectividad. De pronto, sin que valorásemos el cambio, las formas republicanas comenzaron a llenarse de fondo: el Congreso fue plural, la Suprema Corte autónoma, hubo plenas libertades en los medios.

 

La historia monárquica de la República Mexicana terminó en el 2000. Al margen de sus errores (que son serios y son muchos), Fox, Calderón y Peña Nieto no han sido Presidentes imperiales, sino Presidentes acotados por la institucionalidad republicana.

 

Es cierto que en el México de estos años han operado por fuera de las instituciones poderes fácticos (legales e ilegales) que deben acotarse con urgencia. Pero ninguno de ellos encarna el monarquismo. Sólo una corriente lo representa: la que opera a través de un culto transexenal de la personalidad, no tiene herederos visibles y aspira a gobernar sin límites.

 

Enrique Krauze

www.enriquekrauze.com.mx

 

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AMLO con su MORENA son quienes representan ese “culto transexenal de la personalidad”, ese tlatoanismo que no es otra cosa que una monarquía disfrazada de república.


sábado, octubre 24, 2015

 

Vecina metiche

"Es cierto que fumar es una debilidad moral, pero debemos precavernos del hombre sin debilidades morales". Lin Yutang

¿Se acuerda usted de la vecina que se metía en todo lo que pasaba en el barrio? ¿La que siempre estaba atenta a la hora en que los demás llegaban o salían? ¿La que criticaba a una por usar minifalda y al otro por ser gordito?

 

Pues todavía está ahí, sólo que ahora se mete en la vida de los demás de manera más profesional y con dinero del gobierno y de fundaciones nacionales y extranjeras.

 

A esa vecina le molesta que los vecinos tomen refrescos. Por eso exige al Gobierno que cobre enormes impuestos a estas bebidas. No es para beneficio de ella, por supuesto, ya que es muy inteligente y no bebe tal basura, sino por el bien de los tontos vecinos que se empeñan en consumir productos que hacen daño.

 

Esa misma vecina ha conseguido que se prohíban los table dance con el argumento de que las mujeres que trabajan en esos centros de vicio y depravación no saben lo que hacen o son obligadas a hacerlo.

 

La vecina está escandalizada por la propuesta de un ministro de la Corte que quiere permitir el cultivo de mariguana para autoconsumo. Piensa que lo mejor sería ejecutar en el acto a cualquier persona que use droga, por su propio bien, por supuesto. Pero como esto no puede ser, ya que las comisiones de derechos humanos se ponen cada vez más pesadas, propone meterlos a la cárcel de por vida.

 

Que un ministro que debiera ser persona decente sugiera legalizar la mariguana para autoconsumo demuestra que ya no hay valores en nuestro país.

 

La vecina metiche es muy conocedora. Sabe más de la salud y de las buenas costumbres que cualquiera. Su vida, además, es impecable. Es una persona de enorme generosidad. No le interesan su propia vida o su salud, que son perfectas, gracias a Dios, sino las de los demás. Está empeñada en ayudar a quienes no se quieren ayudar a sí mismos, a quienes no mantienen su salud como debieran, a quienes consumen lo que no deben, a quienes no se comportan con las reglas éticas y de decoro que deberían observar.

 

La vecina no se queda satisfecha con criticar a los vecinos o decirles lo que hacen mal. Ya le dijo mil veces a la chica que usar minifalda la expone a insultos y abusos de los hombres y la rebaja ante la sociedad, pero la joven no hace caso.

 

Ha logrado, sin embargo, que el Gobierno nombre a una fiscal especial que puede usar la fuerza pública para forzarla a vestir faldas por abajo de la rodilla.

 

La vecina está convencida de que hay que prohibir la producción y venta de refrescos y meter en la cárcel a los cientos de miles de personas que trabajan en una industria que sólo hace daño a los inocentes. Lo mismo hay que hacer con el pan dulce.

 

Pero como no puede lograrlo por el diabólico cabildeo de las industrias, ha optado por una estrategia gradual: subir los impuestos todos los años hasta volver prohibitivo el consumo de un refresco o de una concha. Pide también que se censure el programa de "Los Simpson" por su promoción irresponsable del consumo de rosquillas.

 

La vecina metiche ha mejorado sus técnicas de relaciones públicas. Hoy ya no se presenta como una vieja conservadora sino que ha adoptado la vestimenta y el lenguaje de los progres. Argumenta con vehemencia que su única preocupación es cuidar a los demás de sus malas decisiones, pero que lo hace sobre todo por los niños, los cuales, si no fuera por ella, estarían todos fumando mariguana, bebiendo refrescos, comiendo pastelitos o prostituyéndose.

 

No sólo no ha desaparecido esta vecina metiche, sino que ha encontrado una fuerza que nunca pensó tener. Es sólo cuestión de tiempo para que pueda ordenarnos a todos cómo vestirnos y comportarnos, qué comer y qué beber, cómo vivir y qué soñar.

 

Sergio Sarmiento

www.sergiosarmiento.com

 

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jueves, octubre 01, 2015

 

Trump, el inmigrante

El periódico canadiense Toronto Sun y varios medios más publicaron hace unos días datos de la historia familiar de Donald Trump. Una historia que le resta autoridad moral para atacar y criticar a los inmigrantes mexicanos y a la comunidad latina en general, que de alguna manera, legal o ilegal, migraron a los Estados Unidos en busca de una vida mejor.

 

La historia del abuelo de Trump se parece a la de muchos delincuentes que al cabo del tiempo se convirtieron en "empresarios" exitosos que esconden y se niegan a hablar del inconfesable origen de sus fortunas, como la de la familia Trump, que involucra muchos de los llamados "monkey business" (negocios turbios).

 

Friedrich Trump, un aprendiz de barbero procedente de Alemania, se estableció en los Estados Unidos apenas en 1885, en una época en la que no había cuotas de inmigrantes como las hay ahora. Modificó su nombre al inglés, para llamarse Frederick en vez de Friedrich, y se naturalizó como estadounidense.

 

Es como si un mexicano, para no ser discriminado o etiquetado de delincuente por personas como Donald Trump, cambiara su nombre de Francisco Martínez a Frank Martin.

 

Buscando hacer fortuna, el inmigrante alemán terminó en Seattle, donde rentaba un pequeño restaurante, The Poodle Dog, que incluía "cuartos privados para damas", término que en esa época era la referencia para la prostitución.

 

Cuando oyó que John D. Rockefeller estaba financiando explotaciones mineras en un pueblo llamado Monte Cristo, Trump quiso entrarle al negocio y de una manera fraudulenta reclamó derechos de una mina que no tenía intención de explotar, construyendo un hotel en ese lugar a pesar de no ser dueño de la tierra, regresando así a su negocio original, el de ofrecer comida, bebida y mujeres.

 

La autora del libro "The Trumps", Gwenda Blair, lo puso así: Trump hizo su dinero "minando a los mineros" (mining the miners).

 

Ahora su nieto Donald olvida esa historia sin considerar por un momento que si los políticos de la época le hubieran puesto a su abuelo las mismas trabas, muros, señalamientos, discriminaciones y leyes que hoy pretende aplicar a todos los inmigrantes latinos, quién sabe dónde estarían él y su familia.

 

Mientras unos dicen que no debemos preocuparnos por las declaraciones de Trump, calificándolas sólo como una estrategia para ganar la nominación de su partido, otros no saben si hay que ignorarlo, atacarlo o rebatirlo.

 

A mí sí me preocupa que una persona ignorante, racista y clasista llegue a gobernar el país más poderoso del mundo.

 

La sola posibilidad de que eso pueda ocurrir debería inquietarnos a todos, porque para él las relaciones y los acuerdos con personas y países no deben ser equilibrados, es decir relaciones de ganar-ganar o de dar y tomar; para él la única relación posible es la de ganar, a como dé lugar e importándole un comino el bienestar del otro, y menos si el otro es latino o moreno.

 

No está por demás recordar que personajes como Hitler, Perón y Chávez llegaron al poder por la vía democrática. Hitler fue electo en 1933, Perón en 1946 y Chávez en 1998.

 

Las características que unen a los tres en sus hechos, y a Trump en su discurso (que esperemos que no tenga oportunidad de materializar), son la intolerancia, la persecución y el hostigamiento.

 

Cada uno en versiones distintas, pero todas basadas en populismos de derecha o de izquierda que explotan las emociones y el odio, culpando siempre a las minorías étnicas, religiosas, políticas o económicas de una sociedad de todos los males que acontecen.

 

Hitler culpó a los judíos, Perón a los ricos; Chávez a los ricos y a los americanos; López Obrador culpa al Gobierno en turno y a los poderosos; Trump culpa a México y a los inmigrantes latinos.

 

Dice además que sabe construir muros y construiría uno muy grande en la frontera con México. Pero eso no es cierto. Trump no sabe construir. Sabe contratar compañías que contratan mexicanos que saben pegar ladrillos al rayo del sol.

 

Los únicos muros que Trump sabe construir son los que bloquean el entendimiento y la concordia entre los individuos y entre las naciones.

 

Ricardo Elias

 

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