domingo, diciembre 30, 2007

 

De Quezada para Echeverría... y otros...

En 1976, Abel Quezada (q.e.p.d.) publicó un cartón titulado “Tú” en el diario Excélsior. En ese cartón dejó un mensaje que, parece tan vigente hoy en día como lo fue en aquel entonces. Ese mensaje fue dirigido a Luis Echeverría.

Al parecer, las frases son de Abraham Lincoln:

Tú no puedes fortalecer al débil debilitando al fuerte.

Tú no puedes fomentar la hermandad entre los hombres estimulando el odio.

Tú no puedes afianzar el bienestar gastando más de lo que ganas.

Tú no puedes inculcar carácter y valor quitándole al hombre su iniciativa y su independencia.

Tú no puedes ayudar a los hombres permanentemente, haciendo por ellos lo que ellos pueden, y deben, hacer por ellos mismos.

¿a quién callan estas frases?

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Aportación de George.

Buenas frases para cerrar el 2007 en este blog que critica a los populistas, empezando por AMLO.

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viernes, diciembre 28, 2007

 

Ebrard, un López aumentado y sin corregir

En las épocas priistas, Marcelo Ebrard fue, durante cinco años, el principal operador de Manuel Camacho en el DF. En 2000 era candidato del efímero partido de Centro Democrático y resignó su candidatura para apoyar a López Obrador. Ya con éste en el gobierno terminó al frente de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina, la cual tuvo que dejar después del asesinato de dos agentes de la PFP en Tláhuac, sacrificados junto con un compañero que sufrió graves quemaduras en los hechos, sin que el gobierno capitalino hiciera nada por rescatarlos. Pero fue premiado con algo mejor: la Secretaría de Desarrollo Social, encargado de la muy clientelar estrategia lopezobradorista (que en términos reales no es sino la continuación, corregida y ampliada, de la que llevaron a cabo Camacho y Ebrard entre 1989 y 1993 en el DF). Y, de ahí, con todo el apoyo del tabasqueño, saltó a la candidatura para la capital, donde ganó con amplitud.

Nadie puede dudar que Ebrard conoce la ciudad y sus manejos políticos. Tampoco, que es un político inteligente e informado. Por eso su llegada al gobierno capitalino (con sus evidentes deseos de ser candidato presidencial en 2012) hacía esperar mucho más de Ebrard. Su actuación a lo largo de este 2007, sin embargo, ha sido, para quienes esperábamos la construcción de una alternativa moderna desde la centroizquierda, decepcionante. Ebrard ha sido más de lo mismo: pistas de hielo con un costo de un millón de pesos diarios (como todo el mundo sabe, el patinaje sobre hielo es una de las tradiciones culturales y deportivas más cercanas a nuestra sociedad, junto con el snorkel en los canales de Xochimilco y el esquí en el Peñón de los Baños); la inauguración, utilizando hasta el mismo camioncito que usaba AMLO, de obras viales inconclusas y mal diseñadas, como el llamado distribuidor vial de La Concordia, en la salida a Puebla (que fue inaugurado el domingo y cerrado el martes); negocios y obras públicas entregadas a los amigos por la vía de adjudicación directa; programas sociales en dinero en efectivo de los que no existen ni padrones de beneficiarios ni cuentas públicas; como López Obrador agotó el esquema del cambio de placas para recaudar dinero ahora lo que se cambiarán serán las tarjetas de circulación y, pese a que lo que sobran son taxis y éstos no terminan de cumplir con la normatividad mínima, se "legalizarán" los más de 20 mil pirata, claro, todos aquellos afiliados a las asociaciones ligadas al PRD y al ala bejaranista, como los llamados Pantera, que son, además, donde se comete la mayor cantidad de delitos sin que nadie los moleste. La lista podría seguir y abarcar, por ejemplo, la intolerancia de las autoridades, con la diferencia de que ahora, cuando el jefe de Gobierno es criticado, como ocurrió con el secretario del Trabajo, Javier Lozano, no sólo se le organizan manifestaciones de los grupos fascistoides que encabeza Fernández Noroña, sino que además se le amenaza por conducto del secretario de Seguridad Pública, Joel Ortega, quien por lo visto no tiene nada mejor que hacer para defender a los capitalinos de la inseguridad.

Ello tiene relación con lo que es más grave: la negativa pública a observar y atacar un problema que rebasa a las autoridades locales, el del narcotráfico y la violencia. Aparecen tres personas decapitadas en el Distrito Federal y los hechos de violencia se han sucedido uno tras otro a lo largo del año, con ejecuciones y ajustes de cuentas de todo tipo, sin embargo, para el jefe de Gobierno, no ocurre nada: los decapitados no son producto de ninguna ola de violencia, ajustes de cuentas no hay y cuando ocurren corresponden a "conflictos originados en otras entidades". El narcotráfico en la ciudad no existe, ni opera aquí, dicen las autoridades locales, cártel alguno. No sólo es mentira: se trata de una negligencia absoluta. Por supuesto que en la Ciudad de México operan todos los cárteles del narcotráfico: aquí es donde se consume el mayor volumen de droga del país; es la plaza más importante para el lavado de dinero; un lugar privilegiado para la operación y el refugio de sus jefes; existen vías de comunicación con todo el territorio nacional y con el resto del mundo, para recibir y enviar droga, armas y dinero. En el oriente de la ciudad hay zonas donde las autoridades policiales reconocen que ni siquiera pueden entrar y allí existen grandes depósitos de drogas, armas y artículos de contrabando. No es ningún secreto de Estado.

¿Es responsabilidad directa del gobierno de Ebrard esa situación? No, es algo que se ha ido gestando a lo largo de los años, pero al desconocer esa realidad, al tratar de negarla, como ocurrió con la marcha contra la inseguridad o los asesinatos de los miembros de la PFP en Tláhuac, lo que se hace es permitir que el fenómeno crezca y se desarrolle. Si todos estos y muchos otros problemas que la ciudad debe afrontar de la mano le guste o no de las autoridades federales son negados y esa colaboración rechazada, que nadie se asombre entonces porque la competitividad de la capital se rezaga con respecto al resto del país o que las inversiones bajen y el desempleo crezca al mismo tiempo que aumentan los subsidios directos y, por ende, el endeudamiento. Es, en términos estratégicos, un desastre, porque el deterioro de la calidad de vida, con o sin pista de hielo, es evidente.

Pero es también un pésimo cálculo político: si Ebrard se limita a aplicar, corregidas y aumentadas, las mismas políticas que implementó López Obrador, ¿por qué Ebrard sería mejor candidato que El Peje en 2012?, ¿por qué éste estaría dispuesto a ofrecerle la candidatura a alguien que no ha hecho sino seguir al pie de la letra sus instrucciones? Ebrard está cometiendo, quince años después y en otro tono, pero con el mismo sentido, idénticos errores que cuando buscó la candidatura presidencial con Manuel Camacho en 1993. El resultado, si él no cambia, será el mismo.

Jorge Fernández Menéndez

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jueves, diciembre 13, 2007

 

AMLO: rebasado por la izquierda

A 'Marcos', a Cárdenas y a todos los críticos del "mesías tropical" se les dijo "traidores"

'Los Chuchos' y otros grupos siempre lo consideraron un político más proclive a la derecha

Durante los meses previos al proceso electoral del 2 de julio de 2006, algunas voces se alzaron en torno a la aparición de evidentes signos de que el férreo control que mantenía sobre su partido el entonces candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, su estrategia electoral y hasta una buena parte de su programa se identificaban más con la derecha que con la izquierda mexicana que decía representar.

Por supuesto que en esos tiempos de fanatismo a toda prueba, del predominio del corazón por sobre la razón, esas voces fueron aplastadas y hasta satanizadas por todos aquellos que se asumían como seguros ganadores de la contienda presidencial. Una de las voces críticas a ese predominio de las prácticas de la derecha en una candidatura dizque de izquierda como la de AMLO fue la del subcomandante Marcos, el mítico guerrillero zapatista -hoy casi actor de fotonovelas-, que acertadamente calificó la campaña presidencial de Obrador y al propio líder tabasqueño "como el brazo derecho de la izquierda".

Esa definición marcó el rompimiento definitivo entre AMLO y el sub Marcos, al tiempo que al jefe militar zapatista -igual que a Cuauhtémoc Cárdenas y a todos los críticos del "mesías tropical"- se le endilgó el sambenito de "traidor". Lo curioso del caso es que muchos de los que hace meses defendieron con uñas y dientes la candidatura de AMLO, y que se sumaron a la condena contra los "traidores" que no pensaban igual que el tabasqueño y hasta criticaban sus desplantes de derecha, hoy son los que alzan la voz precisamente para advertir del "peligro" para el PRD que significa el liderazgo de AMLO.

Sí, por increíble que parezca, el grupo mayoritario en el PRD, ese que pudiera quedarse con el control del aparato partidista de los amarillos, alertó sobre el riesgo que corre la izquierda mexicana -léase el PRD- ante un liderazgo autoritario, de derecha, que cultiva el culto a la personalidad, como el de López Obrador.

"Nos enfrentamos a la visión de la derecha que alienta el individualismo, el personalismo, el culto a la personalidad… debemos tener cuidado de que en un partido de izquierda, y en el PRD, penetre como humedad la visión más conservadora del pensamiento de derecha, que hace a un lado y margina la acción social y la acción colectiva… ya que las profundas transformaciones sociales y económicas son resultado de la acción colectiva, no obedecen al mérito de un individuo, por más carismático y por más liderazgo que tenga; es mérito de la acción del pueblo, de las masas".

¿Quién cree usted que dijo eso? Sí, el señor Jesús Ortega, el aún jefe del FAP, líder del poderoso grupo político Nueva Izquierda en el PRD y candidato a presidente de los amarillos. ¿Y a quién cree usted que dedicó tan delicadas acusaciones? Pues sí, al señor Andrés Manuel López Obrador. Pero Jesús Ortega dijo más, para los que tengan dudas: "Peligrosamente penetra una visión de pragmatismo y de utilitarismo al interior del partido, con el afán de alcanzar propósitos individuales y objetivos particulares… cortémosle la cabeza a esa perversidad que se está colando al partido".

En realidad nadie se debe llamar sorprendido por las declaraciones de Jesús Ortega o de otros de los líderes de Nueva Izquierda contra el ex candidato presidencial, como tampoco debe asustar a nadie la campaña emprendida por el señor López Obrador contra sus compañeros de partido, Los Chuchos, a los que ha acusado de todo, desde que cambiaron "el morral por una Suburban" hasta "traidores", pasando por calificativos como los de "simuladores" y "encubridores". Y es que todos en el PRD, y fuera de ese partido, saben que el de Nueva Izquierda y otros grupos amarillos siempre consideraron a AMLO un político más proclive a la derecha que a la izquierda. Pero siempre se quedaron callados, en todo el sexenio anterior, porque pensaron que lo importante no era si llegaba al poder un hombre de derecha, con la piel de oveja de la izquierda, sino que lo importante era que las siglas del PRD alcanzaran el poder.

Pero como esa posibilidad se perdió, y como hoy el grupo de Los Chuchos vive su momento político -y la posibilidad de alcanzar el control del partido-, hoy dicen lo que siempre pensaron de AMLO, como el tabasqueño dice lo que siempre pensó de Nueva Izquierda. En realidad, el señor López Obrador "está siendo rebasado por la izquierda" de su propio partido, o por lo menos por uno de los grupos políticos que más se identifican con esa doctrina dentro del partido amarillo.

El problema de fondo, el choque entre grupos antagónicos del PRD -y la enseñanza fundamental para los ciudadanos-, es que en las luchas de y por el poder los políticos, sean de PAN, PRD o PRI, o de la doctrina que se quiera, son capaces de aliarse con el diablo si es necesario para acceder al poder, o de negar a Dios, si con eso consiguen el poder. El grupo de Los Chuchos y la camarilla de AMLO siempre han sido como el agua y el aceite, pero a ratos caminan juntos, como en 2006, porque juntos pueden acceder al poder, y a ratos pelean, como ahora, porque no caben juntos en la dirección de un partido como el PRD.

Y la declaración de Ortega, vista en retrospectiva, confirma que la carta de AMLO a los coordinadores parlamentarios -en la que rechaza la reforma electoral y al Cofipe-, la propuesta de Carlos Navarrete de formar un solo partido con las franquicias del FAP y los insultos del tabasqueño a los legisladores de Nueva Izquierda no son más que parte de la guerra que se libra por el control de la dirigencia del PRD, donde AMLO pretende seguir con el mando del partido, y Los Chuchos creen que esa etapa del caudillo se acabó. Lo demás no es más que espectáculo, circo político.

En el camino

Por cierto, se aprobó el Cofipe a pesar del voto de AMLO en contra. Lo curioso es la rapidez con la que se aprueba la reforma electoral. ¿Qué dieron unos y otros a cambio? Ya lo sabremos.

Ricardo Alemán

aleman2@prodigy.net.mx

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miércoles, diciembre 12, 2007

 

El verdadero atentado: Luz y Fuerza del Centro

Ayer, la caída de un pedestal con un regulador de alto voltaje provocó uno de los cotidianos apagones en la Ciudad de México y rápidamente muchos lo atribuyeron a un atentado (no era necesariamente paranoia: el EPR había anunciado nuevos atentados y los anteriores los había realizado en los días 10). No hubo tal, y horas después el servicio quedó restablecido. No hubo atentado, pero lo que hay es algo peor: un desastre de servicio en Luz y Fuerza del Centro. En toda la Ciudad de México, el área metropolitana y la zona atendida por esta empresa paraestatal, los apagones son cotidianos: no hay un día en que alguna zona no se encuentre sin energía eléctrica y, cuando ésta funciona, los cambios de voltaje, las alzas y bajas, son tan bruscas que, sin reguladores, los equipos eléctricos están condenados a tornarse inservibles.

Luz y Fuerza del Centro está quebrada desde cuando la "nacionalizó", traducido al español quiere decir que la compró, en los 60, el gobierno de López Mateos asumiendo, además, un pasivo de 78 millones de dólares de los de aquella época. Ya en el 74, el gobierno de Luis Echeverría había decidido su liquidación y la fusión en una sola empresa con la CFE. La idea no prosperó por las presiones sindicales y hoy LyFC es, simplemente, la más deficitaria del país, pero la que goza del mejor contrato colectivo. Para colmo, se trata de un monopolio público, el único en el mundo que arroja tales pérdidas.

Por ejemplo, este año se transferirán a Luz y Fuerza del Centro unos 40 mil millones de pesos, o sea que la empresa monopólica pierde cerca de 100 millones de pesos diarios. Los números son contundentes: vende unos 35 mil millones de pesos en energía al año, compra una cantidad similar, en realidad unos dos mil millones de pesos más de lo que genera, paga unos 30 mil millones de pesos en salarios y prestaciones y recibirá este año unos 40 mil millones más, para compensar las pérdidas. Con esos cuatro mil millones de dólares anuales que se transfieren a fondo perdido a LyFC se podrían hacer miles de viviendas, miles de escuelas, cientos de hospitales. Se podrían construir refinerías o plantas hidroeléctricas modernas que abastezcan adecuadamente al centro del país. No sucede así y hoy la empresa gasta en salarios más de 55% de lo que recauda. El pasivo que generan 22 mil pensionados por 40 mil trabajadores activos es de unos 85 mil millones de pesos, cuando todos los activos de la empresa apenas si superan los 120 mil millones. Es absurdo y criminal.

Pero Luz y Fuerza del Centro parece ser intocable. En ocasiones fue porque el SME decidió apoyar a Carlos Salinas en 1988 a cambio del compromiso de éste de no liquidar a la empresa; en el pasado reciente, porque el mismo sindicato es parte, en los hechos, del PRD y del lopezobradorismo. Y nadie quiere un movimiento desestabilizador con el argumento de que se está "privatizando" la energía.

Por supuesto, eso no es verdad. En todo caso, lo que se intentó en el gobierno de Zedillo y fracasó por falta de apoyo legislativo, era permitir la generación de energía a particulares, manteniendo la distribución de la misma en manos del Estado. Pero incluso en esa circunstancia, el mantenimiento de Luz y Fuerza del Centro sería un lastre intolerable para las finanzas del Estado. No se trata sólo de que la empresa tenga pérdidas anuales superiores a los cuatro mil millones de dólares, lo que se suele perder de vista, sobre todo entre los defensores a ultranza del "patrimonio nacional" (como si éste se reflejara en las siglas de una empresa), es que esos miles de millones que se podrían invertir en obra social de todo tipo o incluso en la infraestructura generadora de energía eléctrica, los pagamos los mexicanos de nuestros impuestos y nos llevan a tener una energía eléctrica cara (para quienes la pagamos) y de mala calidad, lo que obliga a muchas empresas a generar, ellas mismas, su energía, con el fin de poder cubrir sus requerimientos. Es el peor de los mundos posibles y nadie parece estar dispuesto a solucionarlo: la empresa monopólica da un mal servicio, caro, insuficiente e ineficiente, pero además debemos financiarla por la vía fiscal más que a cualquier otra empresa pública del país. Y no para inversiones sino con miras a cubrir sus pasivos.

Ese es el verdadero atentado a la sociedad y las finanzas nacionales, no la caída de un transmisor o un generador de energía. ¿Existe una salida viable para esta situación que deje de castigar tanto a las finanzas nacionales como a la población y que tampoco perjudique a los trabajadores? Sí, y aunque sea costosa en el corto plazo, es financiable simplemente porque se dejará de meter dinero bueno a una empresa quebrada hasta sus cimientos: la salida es liquidar, comprar, como se dice, el contrato colectivo de trabajo, liquidar a la empresa y fusionarla, por lo pronto, con la CFE, cuyos números y servicios son notablemente mejores, al mismo tiempo que se realiza una reforma que permita, primero, que esos miles de millones de dólares que ahora se entregan para cubrir el déficit de LyFC se destinen a la infraestructura energética del país (¿se imagina lo que se podría hacer con cuatro mil millones de dólares al año en el sector?) y, segundo, que se permita la generación privada de energía, misma que sea distribuida por la red pública, para que no exista un monopolio al que, cualquiera que sea la calidad de su servicio, no podemos escaparnos. Es lo que hacen todas las naciones medianamente desarrolladas, no perjudica en nada la soberanía y no tendríamos un atentado de cuatro mil millones de dólares anuales a las finanzas públicas y nuestros impuestos, pagado día con día de nuestro bolsillo mientras un grupo de líderes sindicales y políticos financian con ello sus movimientos.

Jorge Fernández Menéndez

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lunes, diciembre 10, 2007

 

Paradojas

Paradojas de una democracia no consolidada: por un lado, la población quiere más, considera que merece una mejor vida y que tiene derechos absolutos a eso y más; y, por el otro, esa misma población no reconoce obligación alguna, rechaza cualquier costo para lograr lo que desea y exige que esos beneficios le sean entregados sin dilación. Esa es nuestra realidad y, como dice el refrán, "con esos bueyes hay que arar". El problema es que esa no es una base muy sólida para construir una sociedad moderna y democrática y sí, en cambio, una plataforma propicia para la instalación de una regresión política. La democracia mexicana se encuentra ante la tesitura de definir el camino hacia el futuro en materia política: ¿más ciudadanía o más control político desde arriba?


La versión optimista de la democracia es tan lógica que resulta imposible minimizarla: una vez alineados los intereses del electorado y sus representantes en la presidencia y en el congreso, la toma de decisiones se torna automática. Es decir, en la medida en que los intereses de los gobernantes y legisladores están claramente identificados con los del electorado, el ciudadano siempre va a salir triunfante. Sin embargo, al tildar a la democracia como "el peor sistema de gobierno con excepción de todos los demás", hasta el más grande de sus defensores, Winston Churchill, expresaba, en su inigualable prosa, la paradoja que inevitablemente la acompaña. En México ni siquiera hemos comenzado a desmenuzar la ecuación derechos-obligaciones que yace en el corazón de cualquier democracia que se respete y ya estamos enfrentando retos a su existencia.


La joven democracia mexicana atraviesa desafíos fundamentales. En una dimensión, es evidente que la población disfruta los límites de un sistema de gobierno que inexorablemente le impone a los políticos que por décadas abusaron de ella. Pero en otra, como ilustra la inusitada votación por López Obrador el año pasado, una porción significativa de la población claramente extraña al gobierno que decide, resuelve y le entrega beneficios sin costo aparente ni dificultad. Quizá más importante, una vez que la capacidad de abuso ha disminuido es difícil recordar qué tanto abuso era posible y eso hace que mucha gente haya aceptado el statu quo como algo deseable independientemente de que no sea satisfactorio.


La paradoja de la democracia mexicana tal vez se pueda resumir en una oración: ha disminuido el potencial de abuso pero no ha logrado una gran mejoría en los niveles de vida o de participación política. En eso quizá no seamos excepcionales: cualquiera que haya leído las quejas de los alemanes y los estadounidenses, los rusos y los sudafricanos, es decir, de casi todo mundo, podrá apreciar que Churchill sabía de qué hablaba: la democracia no puede resolver todos los males por arte de magia. Pero una diferencia nuestra con respecto a todas esas naciones es que aquí enfrentamos la disyuntiva de un cambio que igual puede ser pacífico y consensuado que impuesto.


La pregunta relevante para México es si abandonamos un sistema semi autoritario para construir una democracia o si, en realidad, acabamos construyendo un nuevo estadio que no es muy democrático pero que, sin embargo, guarda ciertas formas democráticas. O, puesto en términos coloquiales, si no acabamos con la misma gata pero revolcada. Claramente, no es la "misma gata", pero no hay duda que tampoco se ha logrado la construcción de un sistema político que sea, a una misma vez, funcional y democrático en el que el país funciona y los políticos le responden a los ciudadanos y no al revés. Esa tensión -entre si seguir adelante o recrear algo similar al viejo sistema político- es la esencia de la disputa soterrada que vivimos estos días.


Para complicar esta fotografía es imperativo también observar las distintas perspectivas que sobre la democracia mexicana tienen distintos componentes de la población. Es perfectamente posible que Fox no anduviera tan errado cuando dividió a la población en dos categorías, la del círculo verde (integrado por la mayoría de la población) y la del círculo rojo (integrado por quienes deciden, opinan y discuten). La perspectiva de quienes opinan, discuten y deciden es que la democracia mexicana tiene problemas, pero hasta ahí llega el consenso. Algunos creen que se requieren cambios fundamentales, en tanto que otros abogan por un proceso gradual de reforma. Esa división yace en el corazón de la disputa irresuelta del año pasado y que sigue pululando en la discusión legislativa.


Para los integrantes del llamado "círculo verde" los temas son diferentes por la simple razón de que, a diferencia de los del "círculo rojo", su acceso a la información, así como su capacidad de comprender la realidad, es muy pequeña. Es decir, para la población carente de información su única opción es la de adaptarse de la mejor manera posible a su realidad y actuar por vías de hecho y quizá eso explique tanto la economía informal como la migración hacia fuera del país. Este contraste de perspectivas recuerda la anécdota del asesor que, eufórico, llega a comunicarle a su candidato que toda la gente pensante está con él, a lo que el candidato responde "eso no es suficiente, necesitamos una mayoría".


Esa mayoría de la población es el blanco fundamental de quienes pretenden reconstruir el viejo sistema político con nuevas formas y estructuras. La promesa de reconstruir una economía como la de los setenta que animaba al candidato del PRD o la de reconcentrar el poder priísta que yace detrás de la reforma del Estado, son dos maneras de enfocar el percibido clamor de la población por un sistema político y una economía más funcionales y exitosos, así sea a costa de la posibilidad de construir una participación democrática.


Lo que no es obvio es que la mayoría de la población comulgue con esas propuestas de solución. Independientemente del reclamo de AMLO respecto a las elecciones del año pasado, lo evidente es que la mayoría de la población decidió que su candidatura no era deseable como proyecto de gobierno. Esto no porque mucha gente no se identificara con su proyecto, sino porque reconocía lo insostenible de la propuesta. El país requiere ir hacia adelante para avanzar, no recrear visiones que hace décadas fueron derrotadas por la realidad. Lo que urge son propuestas de transformación constructiva pues tampoco es obvio que la población tenga una paciencia infinita y menos en un entorno de libertad que antes era en buena medida desconocido.


Lo que el país requiere es un proyecto de desarrollo que se apuntale tanto en la ciudadanía como en una economía de mercado, es decir, en competencia, derechos y obligaciones. A la fecha, toda la oferta política es de soluciones mágicas o más de lo mismo, el gobierno iluminado decidiendo y no la sociedad desarrollando al máximo su capacidad. Ninguna de esas propuestas es aceptable ni deseable: la democracia mexicana sigue coja.

Luis Rubio
www.cidac.org

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sábado, diciembre 08, 2007

 

¿Usted le cree al PRD? Yo tampoco

Tengo muchos y buenos amigos perredistas. Considero, además, a la gran mayoría de sus militantes como hombres y mujeres comprometidos con la democracia y la política nacional. Pero el perredismo, hoy, es un cuerpo contaminado, cuyos anticuerpos no llegan a poder defenderse eficientemente de los virus autoritarios e intolerantes que le ha inoculado el lopezobradorismo. Por eso, como todo enfermo en esas condiciones, en momentos parece mejorar, tener avances, hasta que sobreviene la recaída que suele dejarlo más maltrecho que antes.

Eso le sucede al PRD: sus dirigentes viven en la permanente esquizofrenia de actuar de una manera y declarar de otra, detestar en privado a un líder que es todo lo contrario de lo que han pregonado a lo largo de su vida como militantes y aceptar acríticamente en público sus regaños, malhumores y mentiras. Financiar un movimiento destinado a liquidarlos. Mantener una ilusión que día con día les cuesta más políticamente.

La carta de López Obrador a los coordinadores parlamentarios es lastimosa en todos sentidos. El PRD ha impulsado una reforma electoral que, en la mayor parte de sus insuficiencias y defectos, lleva la firma de ese partido, empeñado en modificar aspectos de la legislación correspondiente que han terminado haciendo a ésta, en muchos sentidos, regresiva. El PRI y el PAN terminaron aceptando esos capítulos, pagando incluso, sobre todo el segundo, un costo político alto, para que el perredismo participara. Ello hasta en el proceso de, primero, el derrocamiento y luego el reemplazo de los consejeros del IFE, se le terminó dando el gusto a las posiciones duras del perredismo. Apenas el fin de semana, fue descartado para presidir el IFE Jorge Alcocer, por presiones del PRD y una deslealtad de Héctor Larios al presidente Calderón, que le deberá costar muy cara.

También, cuando se abordó el tema de las coaliciones, una serie de acuerdos preelectorales que les salieron carísimos tanto al PRD como al PRI, y los aliados de Convergencia y el PT protestaron porque verán disminuidas sus hoy infladas prerrogativas. Y ahí apareció López Obrador con una carta agresiva, insultante, como toda su forma de hacer política, hacia los coordinadores de los diputados y los senadores, Javier González Garza y Carlos Navarrete. Ya antes, en privado, López Obrador había insultado, utilizando los peores términos, a la presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Ruth Zavaleta, y se negó a recibirla cuando fue acompañada por Leonel Cota Montaño a buscar una cita con quien todavía se cree presidente legítimo del país. Si cualquier otro político, de dentro o fuera del PRD, se hubiera referido así a sus coordinadores parlamentarios o a la presidenta de la Cámara baja, los perredistas se le hubieran ido al cuello. Pero en el caso de López Obrador convocaron de urgencia una reunión del CEN, donde estuvieron durante horas discutiendo si aceptaban la reforma que ellos mismos habían impulsado y, al otro día, Carlos Navarrete tuvo que tratar de explicar que luchaban "codo con codo" con López Obrador y que éste era un hombre "que sabía tolerar y aceptar las diferencias", algo cómico, porque López Obrador pelea a codazos y jamás ha sabido aceptar diferencias y divergencias: quien no actúa como él ordena es simplemente un traidor. Cualquiera que haya estado en sus equipos lo sabe y lo sufre.

El hecho es que el perredismo no puede o no quiere curarse de su enfermedad. Algunos dirán que habrá que esperar hasta marzo, cuando se dé el cambio en la dirigencia del partido; otros, que hasta 2009; algunos, que es mejor concederle todos los deseos a López Obrador hasta que él mismo se relegue de la competencia (como lo hace Marcelo Ebrard pensando ilusamente que algún día López le dejará su lugar); otros, que es mejor rebelarse pero de a poquito porque ese afán no les dura ni 24 horas. Entonces, el PRD negocia acuerdos, pero al mismo tiempo los denuncia, acepta políticas y recursos, mas al mismo tiempo no los reconoce, quiere ser tomado en cuenta, sin embargo, no asumir ninguno de los costos de participar en los procesos. Puede ser torpeza y esquizofrenia o, simplemente, una estratagema para ver, en el futuro, cuál de los caminos prefiere tomar y poder argumentar entonces que, en realidad, no estaba comprometido con ninguno de los compromisos que en el pasado adoptó.

Es un juego peligroso los terminará llevándolos al abismo electoral, como ya sucede. El PRD está en una situación muy delicada y difícilmente podrá salir de ella con este discurso contradictorio. Necesita tomar definiciones y asumir políticas como propias: ¿qué apoya hoy el PRD?, ¿la reforma fiscal?: pues la aprobó en lo general, mas no en lo particular y se enredaron en un discurso indescifrable al respecto. Eso sí, sus gobernadores, y también Ebrard, han aceptado gustosos los miles de millones de pesos adicionales que les proporcionará. ¿La reforma electoral? Sí, la votaron, aunque al mismo tiempo establecieron la vergonzosa cláusula de "la vida eterna", para tratar de echarle una mano a sus aliados. Quedaron mal con todos. Pero lo más importante, mientras la mayoría de los legisladores votaron a favor de la ley, su supuesto líder, López Obrador, la denunció y ellos no lo desmintieron ni criticaron ni se deslindaron de esa posición. Vendrá ahora la reforma en justicia y seguridad y seguramente veremos la misma historia. Y no hablemos cuando el año próximo se presente la energética.

Soy de quienes creen (por convicción y formación) en la necesidad de una fuerza de centroizquierda poderosa. Pero no es esta que estamos observando, mojigata, con dudas existenciales, contradicciones, sin convicciones, con su dependencia a un líder que a su vez los desprecia. Hasta que me demuestren otra cosa, no se les puede creer a los reformadores del PRD.

Jorge Fernández Menéndez

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miércoles, diciembre 05, 2007

 

El miedo a Ortega

Si el PRD quería llegar sin tropiezos ni raspones internos a la elección de su nueva dirigencia nacional, le va a costar. A medida que crece la posibilidad de que Jesús Ortega sea el ganador de la contienda interna, los golpes a la unidad perredista aumentan de potencia.

Ayer se conoció una carta de Andrés Manuel López Obrador en la que exhorta, en términos muy duros, a que los coordinadores perredistas en el Senado y en San Lázaro se retracten de apoyar los cambios a la legislación electoral en materia de coaliciones. Por lo que ha venido pugnando el PRD en el Congreso es que en lugar de coaliciones haya candidaturas comunes. Esto es, que en la boleta no vengan fundidos los logos de los partidos coaligados. Que si llevan el mismo candidato, en la boleta electoral haya un cuadro para cada partido con el nombre de ese candidato. Así se sabrá cuántos votos tiene cada partido.

La ciudadanía será la que diga cuánto pesa, en porcentaje, cada partido, en lugar de que ese porcentaje se acuerde entre dirigencias partidistas en los obscuros convenios de coalición. Si el Verde Ecologista o el Partido del Trabajo se quieren aliar al PRI, al PAN o al PRD, está bien: que lleven el mismo candidato, pero que no negocien previamente una cantidad determinada de curules y de prerrogativas porque eso distorsiona la expresión de la ciudadanía.

Con eso el PRD se quita el chantaje de ir coaligado con partidos que le cobran, por anticipado, seis o siete por ciento de la votación, cuando en realidad sólo tienen dos o uno por ciento del respaldo ciudadano. Si las alianzas se hacen por razones meramente mercantiles, porque a un partido le conviene ir con otro, pues le va a significar asientos en la Cámara de Diputados y dinero público que les va a entregar el IFE, estamos ante una perversión de la democracia. Y si en realidad quieren llevar al mismo candidato por razones ideológicas y de proyectos compartidos, que lo hagan cada cual con sus siglas. La nueva ley no se los impide.

En fin, el caso es que esta reforma, tal como está planteada, le conviene grandemente al PRD y perjudica a partidos que han tenido vida artificial. ¿Por qué entonces López Obrador descalificó en términos tan duros este acuerdo del PRI, el PAN y el PRD para modificar el sistema de coaliciones?

Hay quienes opinan que el plan B de López Obrador está puesto en el Partido del Trabajo, el PT. Hacia allá puede emigrar en caso necesario. O, como lo dijo Fernando Belaunzarán ayer en el programa Frente al País, en Imagen: porque "cuestionan el hecho mismo de los acuerdos". En efecto, a los lopezobradoristas les molesta que se llegue a acuerdos con otras fuerzas, aunque sean benéficos para su partido. Lo que debe imperar es la discordia, el enfrentamiento, la tensión y el agotamiento de las instituciones, el Congreso incluido. Si al país le va mal, a López Obrador le va a ir bien. Ese es su cálculo.

Por eso no quieren que Jesús Ortega llegue a la dirigencia nacional del PRD. Esa es la razón por la cual le ponen piedras, como esta enfática desautorización a las reformas al Cofipe que habían elaborado los coordinadores perredistas en el Congreso, ambos de la corriente Nueva Izquierda, de Jesús Ortega. No quieren un partido socialdemócrata. No quieren un partido que llegue a acuerdos para impulsar su agenda. Lo que quieren es un partido al servicio de una sola persona. Un partido que apueste a la desestabilización del país.

Así lo dijo ayer Porfirio Muñoz Ledo, ahora lopezobradorista furibundo, sobre los cambios al Cofipe en materia de coaliciones: "En caso de que triunfe la corriente perredista que impulsa esa reforma (la de Ortega), la existencia del Frente Amplio Progresista como polo electoral se acabaría… El movimiento encabezado por López Obrador, al ver minadas sus posibilidades por la vía electoral, se radicalizaría".

Ahí esta el quid del problema, no en el Cofipe. Les molestan los acuerdos. Y a medida que se vean perdidos en la contienda interna, van a querer reventar la elección.

O irse al PT.

Pablo Hiriart

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lunes, diciembre 03, 2007

 

Valentía venezolana

- ¿Por qué algunos pueblos se dejan seducir por líderes autoritarios y otros no?

- La seducción ha sido casi universal. En nuestros países tiene dos orígenes al menos: la reverencia al caudillo y la dependencia servil a un Estado dadivoso, paternal, patrimonial, eclesial. Ambas constituyen nuestra cuota política de fanatismo y premodernidad. Pero no podemos esperar la marcha de los siglos para que esa situación cambie. Además, muchísimos filotiránicos -tal vez la mayoría- lo son por simple conveniencia u oportunismo. La única salida es la lucha que están librando ahora las fuerzas democráticas de Venezuela. Es una lucha heroica, que los gobiernos latinoamericanos han visto con una indiferencia cobarde.

- ¿Cómo ve la propuesta de la reelección presidencial a la luz de la experiencia que han tenido en México?

- La Revolución Mexicana nació en 1910 con un lema que unificó a la nación entonces, y la ha unificado siempre: Sufragio efectivo, no reelección. Los caudillos podían estar en desacuerdo en todo, menos en una cosa: la no reelección. Un ejemplo muy ilustrativo para Venezuela hoy es el del Presidente mexicano Lázaro Cárdenas. Pues bien, Cárdenas, el Presidente que nacionalizó en 1938 el petróleo, que repartió 17 millones de hectáreas a los campesinos, que unificó a los obreros, ese Presidente que fue amigo y protector de Fidel Castro en sus inicios, ese Presidente con indudable vocación social estuvo en el poder de 1934 a 1940, y no permaneció ni un minuto más. El sistema era antidemocrático en todo, menos en un asunto esencial: puso límites de tiempo al poder. No conozco ningún caso de concentración del poder en una sola persona que no haya traído consigo la completa desdicha de su pueblo. El poder absoluto corrompe siempre.

- El movimiento estudiantil ha irrumpido con mucha fuerza en el escenario político actual. Los estudios de opinión reflejan que los jóvenes son quienes gozan de mayor respeto en el seno de la sociedad venezolana. ¿Qué comentario puede hacer sobre este punto?

- En 1921, un grupo de estudiantes venezolanos llegó al Congreso Internacional de Estudiantes en México buscando solidaridad frente al tirano Juan Vicente Gómez. En aquel entonces, los estudiantes mexicanos levantaron su protesta contra el dictador. El presidente de los estudiantes mexicanos era mi maestro Daniel Cosío Villegas y él (me consta) estaba muy orgulloso de ese recuerdo. Los estudiantes del 28 fueron los catalizadores de la protesta cívica, lo mismo ocurrió en 1958. En México, los estudiantes del 68 logramos cimbrar por primera vez al sistema autoritario. En Checoslovaquia, Polonia o Hungría ocurrió lo mismo. Esa generosa energía de libertad y valentía de los estudiantes es -a veces- la única llama de esperanza que nos queda en un mundo oscuro y oscurantista como el que vivimos. Los admiro mucho. Hubiera querido acompañarlos codo con codo en las calles, recordando la gesta mexicana del 68. Si los estudiantes no cejan en su empeño, cualquiera que sea el resultado, Venezuela se salvará.

- ¿Qué futuro le espera a Venezuela de resultar vencedor el SÍ?

- En ese caso, al menos de que las circunstancias internacionales cambien, supongo que veremos una aceleración de las medidas estatistas rumbo al totalitarismo. Pero Castro morirá tarde o temprano, y Raúl optará por un modelo más abierto. La vinculación con Cuba se volverá más difícil. Los cubanos no querrán supeditarse a Hugo. Estados Unidos levantará seguramente el embargo. Además, la embriaguez cósmica de poder que padece Chávez lo conducirá al suicidio político: ha ocurrido con casi todos los dictadores. O inducirá al suicidio de los demás. El suicidio no es un término que uso con ligereza: Cabrera Infante demostró cómo la Revolución cubana totalitaria y concentrada en la figura de Fidel vació de sentido la vida de muchos reformadores genuinos (revolucionarios no comunistas), y los orilló al suicidio. Está por verse si las fuerzas armadas venezolanas están dispuestas a entregar sus vidas en el altar de una persona endiosada. Si el sentido común prevalece, la reforma será reformada.

- Hace poco, el venezolano Moisés Naím decía que las ideas fracasadas de ayer (chavismo) tienen un líder (Chávez) que entusiasma a las mayorías, mientras que las ideas exitosas (lo que él llama el "chilenismo": con el saldo concreto de haber creado bienestar y haber aminorado la pobreza) "no tienen líder ni mensaje ni muchos seguidores". ¿Cómo observa esta dicotomía?

- Ocurrió en Rusia y ahora en América Latina: los liberales o los socialdemócratas son políticos que no apelan a los instintos religiosos de la gente: no son mesiánicos ni están dispuestos a imponerse por la fuerza, la coacción o las armas. En cambio, los otros (los "poseídos", los bolcheviques, los guerrilleros de la Sierra Maestra) sí traspasan con naturalidad esa barrera. La respuesta al problema está en la comunicación. Todos los medios en nuestros países deberían tomar con absoluta seriedad la necesidad de comunicar la contrastante realidad de los dos modelos. Pero el camino para hacerlo no está en el adoctrinamiento sino en los debates. Debatir con ellos, por radio, por televisión, por internet. Debatir es llevarlos a nuestro terreno, acercar a los juiciosos, invocar a la razón.

Necesitamos reivindicar el valor radical de la libertad en la vida. El tema eterno de la libertad. La libertad, como el aire, sólo se aprecia cuando se pierde. ¿Vale la pena perderla a cambio de pan? Dostoyevski, en "El Gran Inquisidor", imagina la vuelta de un Jesús libertario a la Sevilla inquisitorial y argumenta que el pueblo esta vez no lo escucha, el pueblo lo rechaza, porque el pueblo sólo quiere pan, no libertad. Dostoyevski profetizaba a la Rusia bolchevique. Esa Rusia totalitaria no tuvo ni pan ni libertad. Así ocurrirá a corto plazo con Venezuela, si gana el SÍ. Pero a la larga, en la vida o en el veredicto de la historia, todos los tiranos se suicidan.

Enrique Krauze
* Entrevista con Gloria Bastidas, periodista de El Nacional de Caracas.

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domingo, diciembre 02, 2007

 

Los tres escollos de la reforma

El estancamiento que sufre en estas horas la reforma al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales responde a varias contradicciones que se derivan de las insuficiencias que mostraba la misma desde sus orígenes. Era evidente que estaba planteada y concebida en torno a los tres principales partidos, PRI, PAN y PRD, y que el objetivo central pasaba por la recuperación del control sobre el proceso comicial. Si eso en sí mismo era problemático, algunas de las decisiones adoptadas, en particular lo relacionado con los mecanismos de operación, los cambios en los integrantes del IFE y el tema de la relación con los medios de comunicación, sin duda hicieron más difícil el proceso.

Oculto, además, por la discusión en torno a la publicidad en los medios estaba otro debate: el limitado acceso que tendrían a los mismos los partidos minoritarios y los obstáculos que se les colocaban para mantener su registro, sobre todo de parte del PRI y el PRD, que habían conformado alianzas muy costosas con partidos pequeños que terminaron recibiendo mucho más de lo que podían ofrecer. Paradójicamente, fue el PAN el que resultó con mayores beneficios de ese proceso, al ir solo a la contienda y no aceptar una alianza con el Partido Verde o, por lo menos, con la corriente de Bernardo de la Garza, demasiado onerosa en posiciones y recursos. El PRI y el PRD, por el contrario, para lograr presentarse como coaliciones, invirtieron demasiado en esos aliados, con un costo alto en recursos, mas también en las posiciones legislativas que finalmente entregaron.

Entonces la reforma tenía una cara pública muy evidente que era ajustar cuentas con los medios, pero también estaba la intención de hacerlo con los partidos pequeños: quitándolos de los medios, colocando exigencias mucho más altas para mantener u obtener el registro y además obstaculizar las coaliciones y reemplazarlas por candidaturas comunes. La promesa de los tres grandes partidos a la chiquillada, como la llamó en su momento Diego Fernández de Cevallos, era que algunos de esos puntos se podrían solucionar en la ley secundaria. No ha sido así, al contrario, las exigencias y las limitaciones se acentuaron.

Es verdad que sin el actual sistema de coaliciones buena parte de esos partidos no hubieran podido mantener el registro, pero nadie obligó al PRI y al PRD a aliarse con ellos y a un costo tan alto. Sucedió lo mismo que con los medios o la publicidad: nadie obligó a los partidos a establecer un tono determinado de campaña, eso lo definieron y siguieron ellos mismos. Es falso que lo hayan marcado los medios de comunicación.

Pues bien, el martes no se pudo presentar la iniciativa de reforma del Cofipe porque los partidos pequeños se oponen a ella y se ve difícil alcanzar los consensos con miras a sacar la reforma por unanimidad. Los partidos mayores no lo necesitan y eso coloca a los pequeños contra la pared. El punto es que, desde la oposición, en términos de opinión pública, podrían torpedear la reforma y algunas alianzas, como la del llamado Frente Amplio, correrían el serio riesgo de desintegrarse. Pero en los tres grandes partidos existe la convicción de que si hoy no se llega a un acuerdo seguirán solos. Habrá que ver entonces hasta dónde llega la rebeldía de los pequeños.

Otro punto de debate es el de los medios. Debe insistirse en que el sistema planteado es muy desafortunado desde la reforma constitucional, al no dejar espacios para la contratación de publicidad a través de los partidos y ahora se ha reforzado también algo difícil de explicar: la prohibición de contratar publicidad por personas o instituciones del sector privado, tanto en medios electrónicos como en periodismo escrito. El tema es controvertido, mas resulta lesivo de los derechos individuales. Jorge Alcocer, uno de los ideólogos del tema, explicó ayer en su artículo en Reforma que únicamente se busca alejar a los ricos de la posibilidad de pagar por sus opiniones y pone un ejemplo contundente: le preguntó a su sirvienta si ella pagaría por publicidad para criticar o apoyar a un candidato y ésta se limitó a pedirle un aumento de sueldo. Y establece, en un súbito regreso a la lucha de clases, que la reforma trata de equilibrar en las elecciones a los pobres con los ricos. Un argumento que, definitivamente, no está a la altura de un hombre como Alcocer, por superficial y falso: porque no se trata de ricos y pobres y, en todo caso, buena parte de los sindicatos están en mejores condiciones de pagar este tipo de anuncios que muchas empresas a quienes se les prohíbe por ley y no se los permite su código interno. El tema puede analizarse de distintas maneras, aunque definitivamente no se esclarecerá preguntándole a la sirvienta de Alcocer, quien por cierto presentará (Alcocer, no la sirvienta), el próximo viernes, su propuesta para integrarse al futuro IFE.

Pero también está el tema de la libertad de expresión por las restricciones que se impondrían con base en los documentos originales conocidos de la reforma. En ese sentido, existiría una propuesta de integrar un artículo para explicitar que no habrá límite para la libertad de expresión en los medios y el tema de sanciones y lineamientos se referirá sólo a los spots publicitarios. Hasta el momento de escribir estas líneas, la mayor oposición a ello estaba en los perredistas. Y quedaba un tercer tema, la llamada publicidad negativa: ¿cómo prohibir en una contienda electoral que un partido o un candidato critique a otro o muestre sus insuficiencias o supuestos desaciertos anteriores?, ¿de qué se trataría, entonces? Criticar, obviamente, no es lo mismo que difamar, y el delito de difamación ya está normado en las leyes y los criterios. En este caso, sin embargo, tanto el PRI como el PRD estarían de acuerdo en no modificar ese capítulo, de los más controvertidos y menos viables de la nueva ley.

Jorge Fernández Menéndez

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Yo en en lo personal estoy a favor de que ya no se puedan hacer las coaliciones como antes. Que si puedan presentar candidaturas comunes, pero que cada partido ponga su logo y saque los votos que realmente le corresponda. Pero definitivamente me opongo a los enormes requisitos que existen para crear un partido. Son barreras para evitar la entrada de competidores lo cual sólo beneficia a los 3 "grandes". Y sobre todo a que ya no se permiten candidaturas independientes, sin la intermediación de partidos. Eso es un atentado a las libertades individuales. Tampoco me parece correcto que los ciudadanos independientes no puedan participar en politica opinando. Ya no se podrá criticar a nadie, aunque sea verdad lo que se diga. Estamos ante un retroceso en la democracia. La partidocracia se consolida y eso conllevará a que el resto de las cosas que están mal en el país (educación, pobreza, seguridad, corrupción, etc.) no se corrijan de fondo. Al tiempo.

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sábado, diciembre 01, 2007

 

Un sistema electoral antiliberal e ineficiente

Nuestros políticos gustan de hablar una y otra vez de la transición española o, algunos de ellos, del régimen político francés, hablan de grandes reformas y siempre de la democracia liberal, pero, a la hora de tomar decisiones, terminan asumiendo un modelo cerrado, con fuertes acentos antidemocráticos y alejado de los sistemas español, francés o de cualquiera de los europeos que dicen emular.

Las reformas aprobadas van orientadas al peor de los mundos. Básicamente se concentra todo el poder en un grupo de partidos, pero al mismo tiempo se debilita al sistema en su conjunto: nuestra aún endeble construcción democrática está siendo comprometida seriamente con las medidas que se están adoptando. No es un problema de fórmulas, sino de establecer mecanismos que hagan eficiente la función pública, los procesos electorales y que de allí parte la legitimidad del sistema. No se está actuando así. Por ejemplo, el sistema electoral mexicano era (hasta que un grupo de políticos decidió lo contrario sin mostrar una sola prueba a favor de sus alegatos) uno de los más prestigiados del mundo: un sistema ciudadanizado, con un padrón confiable, con credencial de elector, listas nominales con fotografía, la participación en las jornadas electorales de más de un millón de ciudadanos que acudían voluntariamente a organizar los comicios, un tribunal electoral y una fiscalía especial. La calidad de la campaña la determinaban los participantes, los partidos, no las instituciones electorales que demostraron una y otra vez ser eficientes. Las tesis que hablan de malos manejos del IFE en cualquiera de los procesos electorales que le tocó organizar desde su ciudadanización completa en 1996, están vacías de contenido y jamás se han sustentado con pruebas. No se trata de una cuestión de fe o de no querer ver los satélites de Júpiter, como argumentaba ayer José Antonio Crespo, sino de los datos duros de cada una de las elecciones.

No nos engañemos: se acabará con la verdadera autonomía del IFE no porque se mostrara en una película publicitaria, aunque no se sepa de dónde salió, una boleta electoral sin doblar, sino porque esa institución castigó con multas de cientos de millones de pesos al PRI por el pemexgate, al PAN por Amigos de Fox y porque no permitió que López Obrador hiciera lo que quisiera en el proceso electoral. Y ahora el IFE amenazaba con multas millonarias a los partidos porque había descubierto que un tercio de los anuncios de radio y televisión que se utilizaron en la campaña de 2006 no fueron reportados por los partidos, sobre todo anuncios del PRI y de la coalición Por el Bien de Todos. Había que impedirlo. Era preferible arrojar por la ventana el agua con el niño y aprovechar la oportunidad para establecer mecanismos tales que nunca más permitieran que una institución electoral fuera realmente autónoma.

Ningún sistema electoral en una democracia es como será el nuestro después de que se establezcan las reformas al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales; en ningún país democrático se colocan tantos mecanismos de censura a los medios ni se dejan las faltas que se pudieran cometer en el terreno de la subjetividad; en ninguna democracia del mundo se establece un mecanismo de encuestas "oficial", que deberán respetar todos los encuestadores; en ningún país democrático del mundo se impide que personas físicas puedan contratar espacios para establecer sus opiniones sobre cualquiera de los candidatos; en ninguno se trata de reglamentar la llamada publicidad "negra", confundiendo ésta conscientemente con la crítica y, por lo tanto, limitándola. En las democracias, estadunidense o europea, lo que se sanciona (y nuestros códigos penal, civil y electoral también lo contemplan) es la difamación, no la opinión.

Pongamos un ejemplo, si se dice que López Obrador es un peligro para México, si se dice que Felipe Calderón es el candidato del continuismo o si se pregunta si usted le cree a Madrazo, ¿se trata de propaganda difamatoria? Si se dice que un candidato puede provocar con sus propuestas una crisis económica en el futuro, ¿es publicidad negra o una advertencia para que los electores no apoyen esas medidas? Si un grupo de ciudadanos quiere expresar su opinión sobre cualquiera de las plataformas en juego en una elección o acerca de los antecedentes de un candidato, ¿por qué no pueden hacerlo?, ¿desde cuándo la libre expresión es una prerrogativa absoluta de los partidos políticos? Se habla de que hay que privilegiar las propuestas, ¿qué ocurre entonces cuando una propuesta puede resultar atractiva electoralmente, pero descabellada en términos reales? Si un candidato dice que podrá recortar el presupuesto en cien mil millones sólo reduciendo salarios de altos funcionarios, ¿cómo se hace para decirle que eso es mentira?

Cualquiera ha leído cómo todos los periódicos importantes de Estados Unidos hacen explícita, en editoriales institucionales, su opinión sobre quién consideran el mejor candidato en unos comicios. En los más recientes, la mayoría apoyó a Kerry y ganó Bush. No pasó nada. En la España que dicen imitar, El País siempre ha apoyado al PSOE y, en las pasadas elecciones, el ABC, El Mundo y La Razón, al PP. Nadie impugnó los comicios por ello. En todo caso, cambiaron de periódico.

Lo más grave es que el sistema que se está planteando no es operativo, no servirá, porque, como siempre, cuando se quiere controlar todo no se controla nada. ¿Cómo hará el IFE para tener control sobre todas las emisoras de radio, canales y repetidoras de televisión, los sistemas y canales que vienen del exterior, todos los medios impresos, incluidos, dice la ley, carteles, folletos y trípticos? Se ha plasmado el sistema electoral más antiliberal posible y el más ineficiente. Desgraciadamente parece ser un adelanto de lo que resta de la Reforma del Estado.

Jorge Fernández Menéndez

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