viernes, mayo 30, 2008

 

Privatizar

"Sé que ya... nunca me van a privatizar. Nada ganarían con hacerlo, estoy de acuerdo, pero es un consuelo".
Carlos Monsiváis


¿Cómo, de ser un término técnico, "privatizar" se convirtió en una mera descalificación? El sentido original de la palabra, vender una empresa pública a empresarios privados, se ha desvanecido por completo en nuestros medios de comunicación. Hoy es simple sinónimo de perversión, corrupción y deshonestidad.

El rechazo a las "privatizaciones", especialmente de la industria petrolera, está uniendo a perredistas radicales, como Gerardo Fernández Noroña, con algunos de los priistas más encumbrados. Incluso aquellos que en su momento privatizaron empresas, como el ex director general de Pemex y actual presidente de la Fundación Colosio del PRI, Francisco Rojas, cuestionan hoy las "privatizaciones". Cómo estarán las cosas que un liberal como Francisco Gil Díaz, ex Secretario de Hacienda y hoy presidente de Telefónica Española en México, ha criticado también las privatizaciones... o por lo menos la de Telmex.

En su labor ideológica, los perredistas y algunos priistas utilizan una definición de "privatización" que va mucho más allá de la que yo conozco. Privatizar no es para ellos vender los activos de una empresa pública a inversionistas privados: el que un gobierno o una paraestatal contrate la compra de papel higiénico con una empresa privada es, también, una privatización.

El prejuicio no existía, por supuesto, en la Constitución liberal de 1857, pero tampoco en la "social" de 1917. Ésta estableció la propiedad de la Nación sobre los recursos del subsuelo, como ocurre ahora en la mayoría de las naciones del mundo, pero precisaba que "podrán hacerse concesiones" a particulares con la condición de que se cumplan los "requisitos que provengan de las leyes".

Ni siquiera Lázaro Cárdenas eliminó la participación privada en el petróleo. La Ley Reglamentaria al artículo 27 que publicó en noviembre de 1940 permitió expresamente el trabajo del sector privado en exploración y explotación a través de los "contratos de riesgo", ideados por el propio Cárdenas y después imitados en todo el mundo. Estos contratos no fueron eliminados de la ley reglamentaria sino hasta 1958 y de la Constitución en 1960, cuando los conservadores estaban ya en control del PRI y del gobierno.

Hoy estamos viendo en el Senado un desfile de políticos y juristas conservadores, incapaces de considerar la posibilidad de realizar cambios a nuestro marco jurídico para mejorar el nivel de vida de los mexicanos. Primero exigieron que la reforma energética no hiciera cambios a la Constitución; y cuando se les atendió, y el gobierno buscó maneras de promover la inversión sin tales cambios, acusaron al Presidente de violar la Constitución.

Los mexicanos, sin embargo, no deberíamos estar discutiendo dogmas sino medidas para construir una industria petrolera más eficiente y que beneficie más a los mexicanos. Deberíamos dejar a Pemex las decisiones de cómo, dónde, cuándo y con quién invertir. Así lo hacen las cabezas de Petrobras o de Repsol, las exitosas empresas petroleras de Brasil y España. Si fuéramos más inteligentes, hoy estaríamos invirtiendo en todo: pozos marginales, aguas someras, aguas profundas, yacimientos en tierra firme y refinerías. Lo haríamos con y sin socios porque las condiciones del mercado, con un precio alto del petróleo, y las necesidades del País, con una pobreza lacerante, así lo exigen.

Pero no. Quienes están tomando las decisiones son un pequeño grupo de conservadores que tiemblan ante la posibilidad de hacer cambios a la ley o de que se les llame "privatizadores". Son los mismos, empero, que cuando tuvieron posiciones de responsabilidad no dudaron en privatizar empresas, como lo hizo Francisco Rojas con Mexlub cuando fue director de Pemex.

Mientras nuestros conservadores debaten, vale la pena volver la vista a los verdaderos políticos progresistas del mundo. Ahí está el socialista Felipe González, que privatizó Repsol, la petrolera española (en la cual Pemex, paradójicamente, tiene una participación), y Endesa, la empresa de electricidad. En Chile el también socialista Ricardo Lagos privatizó los servicios de agua y sanidad y promovió la construcción de autopistas privadas.

La diferencia es que González y Lagos representan una izquierda verdadera, interesada en generar inversión y en mejorar el nivel de vida de quienes menos tienen. Nuestros políticos, en cambio, se dicen de izquierda pero son conservadores. Para ellos son más importantes los dogmas sobre la privatización que el bienestar de los mexicanos.

Brasil e Indonesia

Dos ejemplos internacionales, dos caminos. Por un lado Brasil -con Petrobras, controlada por el gobierno pero con abundante capital privado-, que ha logrado grandes hallazgos de crudo en aguas profundas de Brasil y del Golfo de México. En pocos años, Brasil se ha transformado de importador a exportador de petróleo. Del otro lado Indonesia -con su estatal Petromina-, que fijó las reglas más duras de Asia contra la inversión privada en petróleo y que prodigaba subsidios a los combustibles. El gobierno indonesio acaba de anunciar aumentos en los combustibles y su salida de la OPEP, porque de exportador se ha convertido en importador de crudo. ¿Cuál de los caminos, el brasileño o el indonesio, seguiremos los mexicanos?

Sergio Sarmiento
www.sergiosarmiento.com

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miércoles, mayo 28, 2008

 

Los malos subsidios que da el Gobierno

¿Cómo vería usted una política que diera como subsidio un peso para los pobres por cada cinco a los ricos?

El Gobierno de Felipe Calderón está canalizando miles de millones de dólares en subsidios altamente inequitativos, que van a consumir los excedentes petroleros.

Se puede repetir la historia del sexenio de Fox, cuando los excedentes se fueron en gasto corriente.

Se trata de dos tipos de subsidios.

El primero y más importante es el que se canaliza a través del precio relativamente fijo de las gasolinas y el diésel, a pesar del alza en los precios internacionales de estos energéticos.

El segundo es por la permanencia de la tasa cero del IVA, que evita que los consumidores de alimentos procesados carguen con impuesto similar al que pagan otros productos.

En el primer caso, el de los combustibles, las cifras oficiales estiman en 55 mil millones de pesos el subsidio del primer trimestre del año, lo que implica poco más de 200 mil millones de pesos al año.

En el segundo, el de alimentos, el dato más reciente del Presupuesto de Gastos Fiscales indica que ese ingreso no obtenido por el Gobierno asciende a 138 mil millones de pesos para este año, una estimación hecha incluso antes de los recientes incrementos de precios.

En conjunto, los recursos desembolsados o no percibidos alcanzan cerca de 340 mil millones de pesos, un poco más de 30 mil millones de dólares.

Si consideramos un precio promedio del petróleo de exportación de 100 dólares para este año, los ingresos adicionales por exportación de crudo van a ser de alrededor de 31 mil millones de dólares, más o menos la misma cifra del subsidio.

Lo inequitativo de éste deriva de su distribución.

Si consolidamos el gasto total que se realiza en gasolina por parte de las familias -según la Encuesta de Ingreso-Gasto de los Hogares- el 67 por ciento del total se realiza por parte del 20 por ciento de la población con mayores ingresos, lo que es perfectamente lógico, pues los autos se concentran en este segmento de la población.

En contraste, el 20 por ciento de la población de menores ingresos realiza el gasto directo del 1.8 por ciento del total de la gasolina vendida en México.

Claro que hay algún efecto indirecto en los precios del transporte público, pero son mucho menores que la transferencia directa derivada del precio de las gasolinas.

En el caso del gas, las cosas son un poco diferentes, pero no cambian en lo esencial. El 20 por ciento de la población de mayores ingresos capta el 35 por ciento del subsidio del gas, mientras que el 20 por ciento más pobre recibe el 8 por ciento.

Veamos ahora el caso de los alimentos. El 20 por ciento de la población más pobre en México desembolsa el 11 por ciento del gasto en alimentos. En el otro extremo de la escala, el 20 por ciento de mayores ingresos desembolsa el 30 por ciento del total.

En mayor o menor grado, estos subsidios acentúan la desigualdad en México.

Habría fórmulas para otorgar subsidios directos a los que realmente los requieren y darle equidad a su entrega, lo que no sucede hoy.

En otras palabras, para hacer llegar recursos a los más pobres por la vía de cobrar los combustibles relativamente baratos y no cargar el IVA a los alimentos, hay que dar cantidades sustancialmente mayores a los ricos.

No sé qué le parezca a usted, pero a mí me parece que es un gran absurdo de las políticas públicas en México que por razones políticas no hemos resuelto.

El mantenimiento de estos subsidios permite que la inflación no se dispare, y al mismo tiempo tiene una implicación política, pues evidentemente habría una gran impopularidad de un Gobierno que retirara el subsidio a los combustibles. Del IVA a alimentos, ni hablar.

La gasolina en Estados Unidos llega ya a 3.79 dólares por galón en promedio, lo que equivale a 10.50 pesos por litro. El diferencial con el precio doméstico ya es de cerca de 50 por ciento con la gasolina Magna y de poco menos de 20 por ciento respecto de la Premium.

Aunque en el corto plazo no es previsible que haya un cambio en las políticas de fijación de precios de las gasolinas, le puedo asegurar que en el largo plazo es insostenible.

Aunque hubiera reforma petrolera, las importaciones de gasolina van a seguir creciendo en los próximos años.

Bajo el escenario de precios altos de combustibles, la historia que podemos ver hacia adelante es que los excedentes petroleros de esta Administración pueden otra vez evaporarse en la medida en que se destinen a subsidiar la gasolina.

Si ese esquema permanece y no se definen políticas de subsidios más eficaces, vamos a repetir lastimosamente la historia del sexenio pasado.

El diferencial de costos

El diferencial de precios en las gasolinas de México y Estados Unidos se ha abierto de manera considerable. En el caso de la turbosina, que sí refleja precios internacionales, se ha disparado, pegando a la industria aérea.


Enrique Quintana
enrique.quintana@reforma.com

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Sueños guajiros. Aplicar IVA general. Quitar el subsidio a las gasolinas. Eliminar los subsidios generales. Decisiones de estado que ningún político querrá hacer. Puro populismo y demagogia.

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martes, mayo 27, 2008

 

Petrobras en aguas profundas

Hace algunas semanas se realizó en Houston, Texas, lo que se considera el evento más importante de la industria petrolera mundial: la OTC -Offshore Technology Conference- (Conferencia de Tecnología Costa Afuera), que este año reunió cerca de 75 mil visitantes de todo el mundo interesados en conocer los avances tecnológicos en las actividades petroleras costa afuera, siendo Petrobras uno de los principales protagonistas del evento, distinción ganada no sólo por sus contribuciones al desarrollo de la industria, sino también por la magnitud de sus recientes descubrimientos en aguas profundas.

El 8 de noviembre de 2007 Petrobras anuncia el descubrimiento de un campo gigante, denominado Tupi, en una camada pre-sal en la Cuenca de Santos, cuyos reservorios están a 3 mil-6 mil metros debajo del lecho marino y en tirantes de agua de 2 mil-3 mil metros.

El volumen de Tupi se estima entre 5 mil y 8 mil millones de barriles de petróleo equivalente, cantidad que podría aumentar en 50 por ciento las reservas actuales de hidrocarburos de Brasil. Se trata del descubrimiento más grande en aguas profundas en el mundo, y representa todo un desafío tecnológico y económico, tomó un año perforar el primer pozo a un costo de 240 millones de dólares. Petrobras espera iniciar la producción en esta área para 2013.

Detrás de tan impresionante logro hay una larga historia de esfuerzo y trabajo que se remonta a 1974, cuando Petrobras descubre el Campo Garoupa a una profundidad de 120 metros, el primero en la Cuenca de Campos. Tres años más tarde la compañía logra iniciar su producción costa afuera.

A pesar de estos resultados, la producción de Petrobras al final de los 70, 165 mil barriles diarios, era claramente insuficiente para satisfacer la creciente demanda nacional de petróleo, obligando al Gobierno brasileño a desembolsar grandes recursos en importaciones, situación agravada por los choques petroleros ocurridos durante la década. Para aliviar la situación, el Gobierno adoptó diversas medidas, entre ellas, la adopción de contratos de riesgo, el comienzo del programa de etanol y el inicio de las operaciones en el exterior de Petrobras.

Para mediados de la década de los 80, Brasil continuaba importando grandes cantidades de petróleo. Para aliviar dicha situación, nuevas medidas fueron implementadas para reducir el consumo de hidrocarburos, entre ellas, el cierre de las estaciones de servicio los fines de semana.

Pero, para fortuna del país, el trabajo para desarrollar las actividades costa afuera daba sus primeros resultados. Petrobras descubre los campos gigantes de Marlim y Albacora, en 1984 y 1985, respectivamente. En 1986 lanza el Programa Tecnológico en Aguas Profundas (Procap), con el objetivo de hacer factible la producción en profundidades superiores a mil metros. Unos cuantos años más tarde, Petrobras consigue producir a 781 metros de profundidad y en 1992 decide comenzar con el desarrollo de tecnología para producir a 2 mil metros. En 1994, la empresa rebasa los mil metros de tirante de agua.

En 1995, el Gobierno brasileño decide modificar la Constitución y abre el sector de hidrocarburos a la participación privada, con el objetivo de incrementar el volumen de inversiones y complementar el esfuerzo realizado por Petrobras. El Gobierno mantiene el control de la empresa, conservando por ley al menos el 51 por ciento de las acciones con derecho a voto, pero permitiendo a Petrobras operar con criterios estrictamente empresariales, así como asociarse con otras empresas petroleras dentro de Brasil.

En el año 2000, Petrobras se plantea la meta de desarrollar tecnología para producir petróleo a 3 mil metros de profundidad. Actualmente, perfora pozos exploratorios en tirantes de agua de 2 mil 500-3 mil metros, como lo muestran sus recientes descubrimientos de Tupi y Júpiter, así como sus actividades en la parte americana del Golfo de México.

El nivel de desarrollo tecnológico y experiencia que Petrobras ha alcanzado en aguas profundas se debe a un proceso de más de 30 años de inversiones masivas en investigación y desarrollo, y de capacitación continua de sus empleados, generando una masa crítica de más de 20 mil técnicos de alto nivel trabajando en aguas profundas.

Otro factor que contribuyó a lograr tal desempeño ha sido la interacción con otros agentes. Tanto en Brasil como en el extranjero Petrobras busca constantemente la asociación y la realización de proyectos conjuntos con otras compañías petroleras, colabora estrechamente con los proveedores de equipos y servicios, y fomenta la investigación conjunta con el sector académico.

Los recientes descubrimientos de Petrobras parecen indicar que Brasil eligió la estrategia correcta para solucionar la difícil situación que enfrentaba en su sector energético. En 2006 alcanzó la autosuficiencia en petróleo y, de materializarse el potencial de los nuevos descubrimientos, podría convertirse en un importante exportador de crudo en el futuro.

Además, los beneficios en términos de desarrollo económico comienzan a ser visibles, la participación de la industria petrolera en el PIB brasileño creció de 3 a 12 por ciento en la última década; Petrobras y las empresas privadas planean invertir 140 mil millones de dólares en los próximos cinco años; la industria local ha crecido bastante, proveyendo actualmente el 75 por ciento de los insumos requeridos por el sector. En los últimos 10 años, alrededor de 3 mil millones de dólares se invirtieron en investigación y desarrollo tecnológico, y a través del Programa de Movilización de la Industria Nacional del Petróleo se están capacitando más de 70 mil cuadros técnicos. En cuanto a la generación de impuestos, Petrobras solamente aportó al fisco cerca de 45 mil millones de dólares en 2007, con una producción promedio de 2 millones de barriles diarios.


Milton Costa es director de Petrobras en México.


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No, la experiencia de Brasil no aplica en México, porque en Brasil no tienen corrupción. Tampoco hay malas experiencias con privatizaciones en Brasil. Por eso no podemos aprender de otros países. :-))

A Brasil le tomó 30 años desarrollar su tecnología. Y se abrieron a la inversión privada porque no tenían petróleo. Yo creo que aquí en México tendremos que esperar a que el futuro nos alcance, a que empecemos a importar crudo, dentro de unos 10 años, para entonces si cambiar nuestros paradigmas.

PetroBras es un ejemplo de que la soberanía no esta en la propiedad de las cosas, sino en el control de las reglas del juego. El gobierno brasileño sólo tiene el 51% de las acciones con derecho a voto de la empresa. Con eso controla la controla. Al aceptar inversionistas privados (cotiza en bolsa) el crecimiento de la empresa se hizo arriesgando el capital de los ricos, no el Erario del país, el cual muy probablemente se usó para construir escuelas, carreteras, hospitales, etc. Ahora con una empresa grande, líder en la exploración y explotación de crudo, el Estado brasileño recibe la renta petrolera de varias formas. Primero, por los dividendos como accionista mayoritario. Segundo, por el impuesto sobre la renta. Y tercero, el impuesto especial a la extracción de petróleo. Sólo la primer forma se comparte con los otros accionistas. Y esa forma seguramente debe estar muy reducida pues siendo accionista mayoritario el gobierno reinvierte la mayoría de las utilidades, minimizando los dividendos, mas no así los impuestos. No, pero eso no funcionaría aquí.

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lunes, mayo 26, 2008

 

Tiene líder petrolero yate de millonario

Posee Carlos Romero embarcación en Cancún con valor estimado en Dls. 1.5 millones

Abel Barajas, El Norte


(26 mayo 2008).- Enviado

CANCÚN.- El líder del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps, también tiene un tesoro, pero no en el fondo del mar, sino en la superficie: Un yate de millón y medio de dólares.

La embarcación revela el gusto del dirigente obrero por el lujo y el confort, pues Indomable -que es como bautizó Romero su yate- es un Sunseeker modelo 2007 Portofino 47. Uno de la misma marca inglesa tiene el cantante Luis Miguel.

De acuerdo con el catálogo de Sunseeker, los yates Portofino 47 cuentan con dos alcobas, una principal y otra secundaria, cada una de ellas con su respectivo baño y televisión de pantalla plana. También tienen una sala de entretenimiento con reproductor de DVD bellamente amueblada.

Se trata, sin duda, de un gusto caro, toda vez que el líder sindical pocas veces al año puede disfrutar de la potencia de su motor, que desarrolla hasta 32 nudos, el equivalente a 63 kilómetros por hora.

Según vecinos y vigilantes del muelle donde está el yate, el líder sindical acude con su familia a Cancún por lo menos dos o tres veces al año.

"Carlos Romero Deschamps tiene como 15 años con yates. Va cambiándolos; nunca se queda con el mismo modelo. Con Indomable lleva apenas como ocho meses. Acá lo empezamos a ver a fines del año pasado", comentó un empleado de la marina.

Aunque la embarcación ostenta la bandera mexicana, en realidad está registrada en las Islas Caimán, un paraíso fiscal caribeño famoso porque su legislación permite esconder fortunas de todo el mundo.

Las autoridades portuarias precisaron que estas embarcaciones tienen escrito en su exterior el nombre de su puerto de registro.

En el caso de Indomable, lleva inscrita la leyenda "GEORGE TOWN, C.I.", lo que indica que fue registrado en las Islas Caimán.

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Y en tierra... depa de lujo



Abel Barajas y Sergio Caballero, El Norte

(26 mayo 2008).- CANCÚN.- Además de su yate, Carlos Romero Deschamps tiene un departamento de lujo en una zona exclusiva de este centro turístico.

La vivienda, marcada con el número 10, está en el conjunto Residencial del Mar, ubicado en el kilómetro 12 del Bulevar Kukulcán.

Una propiedad así tiene un valor de un millón 350 mil dólares, según corredores inmobiliarios de la zona.

El conjunto residencial, de sólo 15 departamentos, posee alberca, acceso a la playa y vigilancia privada.

Los departamentos, con 502 metros cuadrados, cuentan con por lo menos cuatro grandes habitaciones con terraza y una espaciosa cocina.


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Como ya lo he dicho en varias ocasiones en otros comentarios, cuando yo vea a AMLO, al FAP y a sus fanáticos seguidores haciendo un plantón afuera de las oficinas del sindicato de PEMEX, bloqueando el acceso a la rata de Deschamps a sus mansiones y departamentos de lujo. Cuando vea que entre sus propuestas esta la disolución del contrato laboral del sindicato con PEMEX para que la empresa pueda ser más eficiente y rentable, y no tenga que recurrir a inversión privada. Entonces, ese día, este blog se cierra y me haré el más ferviente seguidor de López Obrador.

¿Será posible eso?


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domingo, mayo 25, 2008

 

Petróleo: delirios de AMLO

Como si fuera lo más importante, el enviado lopezobradorista José Agustín Ortiz Pinchetti dijo en el debate del martes en el Senado que gracias a López Obrador se habían podido realizar las reuniones. Con fina ironía, el senador priísta Francisco Labastida le contestó que no, que los foros habían sido decididos por los senadores antes de la toma de las tribunas. Sorprendido, Ortiz Pinchetti, antes un abogado de empresas trasnacionales en sus litigios contra el Estado mexicano, se quedó calladito. Su maniobra de lopezobradorizar el debate sobre la reforma energética fue otro fracaso político del candidato presidencial perredista derrotado.

El arranque formal del foro sobre la reforma energética mostró las limitaciones de sus alcances: no fue debate de propuestas abiertas sino la confrontación de dos posiciones encontradas e irreconciliables. De un lado, el populismo trasnochado del PRI-PRD clamando por el regreso del Estado echeverrista; del otro, el neoliberalismo panista promotor del mercado que, por cierto, ya había sido reivindicado antes por el priísmo salinista. El marco del debate fue definido ayer mismo por el grupo de intelectuales lopezobradoristas en una carta publicada en La Jornada. La reforma debiera regirse por tres principios:

1.- La preservación de la exclusividad del Estado sobre propiedad, dominio, gestión, explotación, refinación y petroquímica básica. 2.- Orientar la reforma a garantizar la demanda nacional, con precios y oferta. 3.- Recuperar capacidad tecnológica a través del Instituto Mexicano del Petróleo. Lo malo de la carta de los intelectuales lopezobradoristas es su estancamiento ideológico y su falta de comprensión de los fenómenos económicos. El punto clave no radica en el regreso a la cultura del Estado hegemónico sin intereses sociales, sino en el punto 2: petróleo manejado por el Estado para atender la demanda nacional. ¿Y quién encabeza la demanda? El sector privado.

Así que los intelectuales de Estado piden la hegemonía del Estado sobre el petróleo para seguir subsidiando al sector privado productivo. Nada dicen de políticas sociales o de modelos de desarrollo. Los intelectuales priístas y salinistas hoy lopezobradoristas pugnan por un Estado intendente del petróleo para beneficiar la acumulación de riqueza por el sector privado.

El debate energético se ha reducido a la administración del petróleo: el Estado o la participación privada. Y en términos de modelo productivo, el presidente Cárdenas expropio el petróleo para subsidiar el modelo capitalista. Así, el petróleo ha servido para consolidar el modelo de capitalismo monopolista, proteccionista y paternalista de Estado. De 1938 a 2000, el sistema priísta usó el petróleo no para beneficiar a la nación sino para consolidar el modelo productivo capitalista que ha generado desigualdad y falta de democracia.

El otro problema central del debate es la concepción del Estado: un organismo representante de los intereses de la mayoría no propietaria o un organismo pivote de la acumulación privada de capital. El sentido del Estado social mexicano se desvió con la burocratización de la clase gobernante. El petróleo apuntaló el modelo capitalista, no sirvió para el bienestar social y se fue por el caño de la corrupción sindical y burocrática.

Por tanto, Pemex hoy no representa un proyecto social de desarrollo sino que es propiedad de una burocracia de trabajadores, funcionarios y empresarios. De ahí que debate sobre la reforma energética deba pasar primero por tres temas:

1.- Redefinición social del Estado. Hasta ahora no hay diferencia en la reforma de Pemex que propone el gobierno calderonista porque es el mismo que ya había puesto en práctica el PRI con los perredistas hasta hace poco priístas.

2.- Modelo de desarrollo. El problema del país no es la pugna estatismo-privatización de áreas energéticas, sino la carencia de un modelo de desarrollo con objetivos generales de bienestar social. Ni el Estado ni el mercado garantizan la funcionalidad social del petróleo.

3.- Socialización de la propiedad. El PRI y el PRD quieren seguir manteniendo Pemex bajo el control de una casta burocrática y sindical y el PAN que quiere incorporar al sector energético a una empresa privada que hasta ahora no ha mostrado ninguna sensibilidad social o de Estado.

Lo peor de todo es que los abajofirmantes intelectuales no son novatos en la lucha de ideas. Pero en lugar de apostarle a una reflexión hacia adelante, se han quedado en el concepto del pensamiento intelectual de Estado del pasado que quieren reproducir una disputa por la nación entre el modelo populista del echeverrismo y el neoliberalismo del salinismo. La carta va refrendada por intelectuales afines al priísmo y Estadólatras: Rolando Cordera, Enrique González Pedrero, David Ibarra, Carlos Payán, José María Pérez Gay, Víctor Flores Olea, Carlos Monsiváis y Javier Wimer.

De ahí que el debate deba ser otro: un modelo de desarrollo social que subordine al Estado y al mercado o mantenimiento del Pemex priísta.

Carlos Ramírez

www.grupotransicion.com.mx

cramirez@indicadorpolitico.com.mx

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Pie de la letra

Cartón de Paco Calderón publicado el día de hoy en distintos medios.

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sábado, mayo 24, 2008

 

Barbaridades, mitos y falsedades

El martes 20 de mayo, Juventino Castro y Castro, ex ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y asesor de López Obrador, presentó una ponencia sobre la Constitución y la reforma de Pemex. El venerable anciano y, se supone, buen jurista (que no juarista), fue contundente:

"La tesis mexicana es clara y terminante: la propiedad no es un derecho natural que desde su origen perteneciera al ser humano por el simple hecho de tener esta calidad; según nuestro Pacto la propiedad de las tierras y aguas es, en su origen, propiedad de la Nación, o sea, del pueblo mexicano, y existen propiedades -según nuestros mandatos constitucionales- que no pueden en forma alguna ser transmitidas a los particulares, porque son la base y el sustento de nuestra identidad, nuestra estabilidad y el progreso de la Nación".

Señalaré, primero, la barbaridad. Ninguna constitución de ninguna república democrática (o no) puede ser la base y el sustento de la identidad nacional. Los órdenes jurídicos sirven para ordenar (bien o mal) la vida política, económica y social de un pueblo, pero no otorgan ni mucho menos imponen una identidad cultural o nacional. Mientras las constituciones van y vienen, los pueblos y las naciones permanecen. Si no fuera así, el colapso de la Unión Soviética se habría traducido en la desaparición de Rusia.

Nuestra experiencia histórica, por lo demás, lo confirma plenamente. La Constitución de 1857 fue la bandera y el proyecto de los liberales en el siglo 19. Y no hay en ella nada que la vincule con las tesis fundamentales de la Constitución de 1917. Los derechos sociales y el artículo 27 Constitucional no están siquiera esbozados. Se puede conectarlas, como hizo Jesús Reyes Heroles, bajo el término del "liberalismo social", pero en sentido estricto hay que reconocer que el liberalismo de Juárez nada tenía que ver con las preocupaciones de Emiliano Zapata o Molina Henríquez.

Peor aún. El famoso artículo 27 tiene orígenes y antecedentes no muy presentables. Se inspira en el derecho virreinal que, después de la Conquista, establecía que las tierras y las aguas pertenecían en su origen a la Corona Española, que había sometido a su dominio todo el territorio de la Nueva España. Se trataba, en sentido estricto, de un derecho premoderno donde el individuo y sus derechos dependían, en último término, de la voluntad real.

La aportación de Molina Henríquez, autor de "Los Grandes Problemas Nacionales", fue retomar este principio y darle un giro "moderno y nacionalista". A falta de Rey y Corona, señaló el intelectual de marras en el contexto del Congreso constituyente de 1917, había que constituir a la nación en la propietaria original de las tierras y las aguas. Y, al igual que durante la Colonia, el dominio de éstas sería transferido a los particulares por obra y gracia de la nación.

La resolución de esta ecuación era, sin embargo, incompleta. Durante la Colonia, el Rey encarnaba materialmente la legitimidad y el derecho. Pero qué hacer con una entelequia como la nación. Los individuos que la componen tienen diversos estatus, raza, profesión e incluso credo. La única manera de volver asible esta abstracción es recurriendo a otra: el Estado, que finalmente debe traducirse en algo más concreto: el gobierno.

Es más, para efectos prácticos e históricos, el presidencialismo mexicano, que institucionaliza el general Lázaro Cárdenas, terminó por convertirse en la "verdadera" encarnación del Estado y la nación. Durante seis años, el jefe del Estado, del gobierno y del partido del Estado (PNR y luego PRI) actuaba como un verdadero monarca. No en balde se hablaba de una monarquía sexenal. Al cabo de seis años se debía entregar el poder, si bien el último y definitivo privilegio era nombrar al delfín.

Es por eso que en el caso del artículo 27 se puede hablar de un triple mito. El primero está en ver la Constitución del 17 como un perfeccionamiento de la del 57, tal como lo postulaba Reyes Heroles. Pero cómo hablar de continuidad cuando los liberales del siglo 19 postulaban al individuo y sus derechos (entre ellos el de la propiedad privada) como el centro y el fin del orden democrático. Cómo hablar de continuidad cuando Juárez impulsó la disolución de las viejas formas de organización social (comunitarias) para dar paso al ciudadano libre e independiente. Así que, para decirlo en pocas palabras, si Juárez hubiese examinado el proyecto del artículo 27 lo habría considerado, con razón, reaccionario y premoderno.

El otro gran mito es la pretendida originalidad de la Revolución Mexicana, que habría elevado los derechos sociales (educación, salud, etcétera) a rango constitucional. Fue, se nos dice, precursora de lo que luego ocurrió en Europa y, en menor medida, en Estados Unidos. Esta tesis es parcialmente cierta, pero omite dos cuestiones fundamentales: la primera -ya mencionada-, el artículo 27, eje toral de la Constitución mexicana, es de corte eminentemente premoderno. La segunda es que los derechos sociales y las formas de organización comunitarias (ejidos y comunidades indígenas) se transformaron en un mecanismo de control político al servició de un régimen autoritario con prácticas premodernas y antiliberales.

Por último, el mito de que entre el artículo 27 y el desarrollo del estatismo, que culmina paradójicamente con las reformas de 1983, hay un desarrollo lógico y deseable. Porque hay que recordar la gran paradoja: es precisamente bajo el Gobierno de Miguel de la Madrid que se establece el monopolio del Estado en varias áreas estratégicas (incluida la petroquímica) y la famosa "planeación democrática de la economía", inscrita en el artículo 26 constitucional.

Y pues no, no hay tal continuidad. El estatismo de Echeverría y López Portillo no estaba contenido en el decreto expropiatorio de Cárdenas en 1938 ni la idea de una planificación estatal de la economía se puede encontrar en el artículo 27 de Molina Henríquez.

La verdad es que la Constitución de 1917 está anclada en el pasado, es contradictoria y en muchas ocasiones confusa. Tal vez por eso suscita adoración y fe ciegas. Oremos.


Jaime Sánchez Susarrey

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jueves, mayo 22, 2008

 

Gasolina mortal

"Un político piensa en la siguiente elección; un estadista, en la próxima generación".
James Freeman Clarke


Nos estamos acabando el dinero de la bonanza petrolera. Pero ¿en qué?, preguntará usted. ¿En educación? ¿En inversión productiva? ¿En infraestructura? ¿En la lucha contra la delincuencia? ¿En el combate a la pobreza? No, en ningún uso que pudiera tener sentido en el largo plazo. Estamos usando el dinero de un recurso natural no renovable para subsidiar un creciente consumo de gasolina.

Si este populismo continúa, las políticas con las que José López Portillo pretendió administrar la abundancia de 1976 a 1982 parecerán prudentes frente a las de Felipe Calderón.

En los Informes sobre la Situación Económica, las Finanzas Públicas y la Deuda Pública del 30 de abril, la Secretaría de Hacienda señalaba que, a pesar de los fuertes aumentos del precio internacional del crudo, en el primer trimestre de este 2008 no se registraron excedentes petroleros. Esto ha hecho que algunos afirmen que Hacienda está ocultando el dinero.

La verdad, sin embargo, es mucho peor. Los resultados que estamos obteniendo son producto de políticas expresamente diseñadas por el Gobierno y el Congreso de la Unión... pero diseñadas para llevar al país a una nueva quiebra.

Para el primer trimestre del 2008, Hacienda previó un ingreso petrolero por 221 mil 438 millones de pesos, con un precio estimado de la mezcla de exportación que el Congreso subió de 46.60 a 49 dólares por barril. El ingreso real fue de 212 mil 944 millones de pesos, pero con un precio de 83.10 dólares. Lejos de tener un excedente, lo que hubo es un faltante de 8 mil 494 millones de pesos.

¿Por qué? En primer lugar por una baja de 12 por ciento en volumen de la exportación de petróleo crudo como consecuencia de la declinación del yacimiento de Cantarell. Esto no es sorpresa: desde hace años se había previsto y sabemos que va a continuar, aun cuando mañana mismo se aprobara la reforma energética y llovieran las inversiones. De nada sirve que haya precios altos cuando tenemos menos producto que vender.

Mucho más inquietante es el subsidio a la gasolina. Estamos comprando gasolina cara fuera del país para venderla barata en México. Esto ha ocasionado que en los tres primeros meses del 2008 el ingreso gubernamental por concepto del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) del petróleo, en lugar de ser positivo en 7 mil 070 millones de pesos, como se esperaba, haya sido negativo. Según el Informe sobre la Situación Económica, en el primer trimestre del 2008 "se generó una tasa de impuesto negativa, lo que implicó un traslado de recursos hacia el consumidor final de 54 mil 827.4 millones de pesos" (p. 58).

En palabras más claras, tan sólo en los tres primeros meses del 2008 utilizamos casi 55 mil millones de pesos para subsidiar el consumo de combustibles, en buena medida gasolina (en la página 34 del informe se dice que el subsidio por gasolina y diesel fue de 28 mil 272 millones de pesos, pero no explica en qué consistió el resto del "traslado" al consumidor).

El Secretario de Hacienda, Agustín Carstens, ha dicho que el subsidio a la gasolina podría alcanzar los 100 mil millones de pesos en este 2008. Pero si tuvimos un subsidio de 55 mil millones en el primer trimestre, y el precio sigue subiendo, la cifra debería aproximarse más bien a los 300 mil millones de pesos.

¿Cuánto son 300 mil millones de pesos? El gasto programable de la Secretaría de Educación Pública para todo el 2008 asciende a 168 mil 921 millones de pesos. El de Desarrollo Social es de 49 mil 993 millones. El dinero que se usa para subsidiar el consumo de combustibles nos permitiría, así, pagar dos veces el gasto de la SEP y seis veces el de la Sedesol. Esto no es un subsidio: es un suicidio.

No sólo nos cuesta a los mexicanos muchísimo dinero esta política, sino que además atenta contra el ambiente. De enero a marzo del 2008 Pemex importó 334 mil 500 barriles de gasolina diarios, 34 por ciento más que en el mismo periodo del 2007. El consumo de diesel aumentó 68 por ciento para alcanzar los 49 mil barriles diarios.

El Presidente Calderón tendría cuando menos que duplicar el precio de la gasolina y el diesel para evitar las pérdidas que estamos registrando. No quiere hacerlo porque sabe que la medida sería impopular. El problema es que así piensan los políticos, siempre preocupados por la próxima elección. Los estadistas, en cambio, saben que tienen responsabilidad ante las futuras generaciones.

A menos de que bajen drásticamente los precios internacionales, el Presidente Calderón se verá obligado tarde o temprano a subir fuertemente el precio de la gasolina. Pero si espera hasta después de las elecciones de julio del 2009 será demasiado tarde. Una vez más sufriríamos una crisis económica por el populismo de nuestros gobiernos.



Sergio Sarmiento
www.sergiosarmiento.com

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domingo, mayo 18, 2008

 

Nuestra falsa excepcionalidad

Proceso publicó en su edición del 27 de abril un importante reportaje sobre la condición de la industria petrolera en Cuba, Venezuela y Brasil. Su propósito, que logra con creces, es ofrecer "un panorama que trasciende los lugares comunes sobre el tema". Firmado por los corresponsales de la revista en esos países, escrito con claridad, objetividad y sin tinte partidista, concluye lo siguiente: "Conducidos por gobiernos de izquierda, con sus particulares características, Cuba, Venezuela y Brasil mantienen alianzas con transnacionales para explorar, producir y comercializar el petróleo de su subsuelo y de sus aguas profundas. Lo hacen de distintas maneras: por medio de contratos de operación, con base en el establecimiento de empresas mixtas cuya mayoría accionaria recae en las compañías del Estado, y mediante inversiones de riesgo compartido para exploración y producción de crudo.

Sin embargo, estos gobiernos mantienen un férreo control sobre las operaciones petroleras e imponen a las empresas extranjeras impuestos y pagos por regalías tanto por volúmenes de producción como por márgenes de ganancia. Su objetivo consiste en acceder a tecnología de punta, garantizar la producción y comercialización del crudo y aumentar sus ingresos financieros".

El trabajo detalla las diversas condiciones de operación en cada país, incluye antecedentes históricos necesarios, datos económicos relevantes, así como varias entrevistas con los directivos de las respectivas empresas estatales y consultores independientes. Uno de ellos opina: "En realidad, los contratos de Cuba son más competitivos que aquellos de otros países de la región. México debería tomar lecciones de los cubanos en este tema". La pregunta obvia que se desprende del reportaje es: ¿por qué lo que en esos países gobernados por la izquierda es una práctica racional y provechosa, acá es considerado una aberración antinacional, una malévola conspiración de la derecha, un entreguismo incalificable y hasta una "traición a la patria"? ¿Hay algo que esos tres gobiernos no ven y que sólo en México vemos?

Mucha gente de buena fe piensa que la excepcionalidad mexicana existe, y se explica por la historia. El País, en efecto, sufrió el abuso de las compañías petroleras, que eran como un estado dentro de otro: explotaban los yacimientos a discreción, pagaban impuestos irrisorios y en 1938 llegaron al extremo de ignorar un laudo de la Suprema Corte. La decisión de Lázaro Cárdenas no sólo dio a la nación un orgullo legítimo, sino también una cohesión social que fue constructiva y benéfica. Años más tarde, el contexto internacional de la posguerra impulsó la industria, pero el mérito mayor en la edificación de Pemex lo tuvieron las generaciones de técnicos y trabajadores que tomaron una empresa embrionaria y en crisis, y llegaron a proyectarla a niveles de excelencia internacional.

El recuerdo arraigado del agravio y la satisfacción genuina por la hazaña (ambos reflejados en los libros de texto y en el "imaginario" nacional) explican la intensa emotividad que rodea al tema petrolero. Otro elemento adicional, también histórico pero más reciente, cierra la pinza de susceptibilidad: me refiero, claro, al desorden, la arbitrariedad, la prisa y la corrupción que caracterizaron a varias operaciones privatizadoras de principio de los 90. En suma: "La burra no era arisca...".

Todo eso es verdad, pero la razón histórica debe tener sus límites, sobre todo cuando sus paradigmas entran en conflicto con las circunstancias reales. Al menos tres afinamientos vienen al caso. En primer lugar, el miedo indiscriminado a todo lo que viene de afuera nos ha debilitado: en el siglo 19 retrasó irremediablemente la inmigración y en el 20 minó nuestra competitividad internacional. En segundo lugar, la historia -al menos en este caso- no puede repetirse. Por más voraces que sean, las compañías petroleras de hoy no pueden moverse ya con la impunidad de sus antecesoras en los años treinta. En tercer lugar, hay que reconocer alguna vez que nuestra victimada historia no es tan excepcional. Para no ir más lejos, si de agravios nacionales hablamos, Cuba nos rebasa con mucho. Y sin embargo, en las circunstancias actuales, las autoridades de Cuba darían la bienvenida a las mismísimas transnacionales estadounidenses. Yadira García, ministra de Industria Básica de la isla, declaró a Proceso: "Nosotros no tendríamos limitaciones. Las leyes estadounidenses son las que tienen hoy limitaciones para que las empresas de ese país hagan negocios con Cuba".

A menos que consideremos que los gobiernos de Cuba, Venezuela y Brasil no son de izquierda, la oposición de nuestra izquierda a cualquier apertura del sector es insostenible. Más aún si con un dogmatismo casi inquisitorial tacha de herejes a quienes no opinan como ellos. ¿Por qué, entonces, quienes adoptan esa actitud no sacan las conclusiones naturales de la lectura del reportaje? Muy sencillo: porque no todos obran de buena fe, porque no todos conectan su ideología con la realidad, o porque tienen intereses creados en creer (y hacer creer) que, en materia de petróleo, México es una excepción universal.


Enrique Krauze
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Y no, la única causa no es la corrupción. Corrupción también hay, igual o más, en Brasil, Venezuela o Cuba. Corrupción hay en USA, en Inglaterra, en Rusia o en China comunista. Eliminando la corrupción no se podrá desarrollar la tecnología que no hemos desarrollado en 30 años. Y como lo he dicho varias veces en este foro, cuando vea los plantones y bloqueos afuera de la sede del sindicato de PEMEX (y también en el SME y el SUTERM), clamando que se acaben las canongías y privilegios se esas lacras, ese dia este blog se cerrará y apoyaré a AMLO.

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viernes, mayo 16, 2008

 

Seamos Soberanos

¿Queremos la mejor industria petrolera posible? Dejemos a un lado la constitucionalidad de la reforma propuesta. Partamos de lo que somos: una sociedad soberana que se impone sus propias reglas y que opta por diseñar la mejor política posible para el más estratégico de nuestros recursos. Si los fines que acordamos democráticamente exigen un cambio constitucional, llevémoslos a cabo.

La Constitución no es el producto de un acto divino. La hemos reformado, entre 1921 y 2008, 473 veces. Tomar el articulado constitucional como si se tratara de escritura sagrada es imponernos restricciones propias de una sociedad dogmática.

Tampoco es útil hacer de la "privatización" de Pemex el eje del debate. Se trata de una discusión que no contribuye a encontrar lo que necesitamos: una política que genere mejores incentivos para incrementar la renta que le llega a los ciudadanos y modernizar la administración de la industria petrolera.

El uso compartido por todos hasta hace poco del término privatizar era vender activos propiedad del Estado a agentes privados. En este sentido, privatizar es una opción que nadie ha puesto sobre la mesa. Lo que está en juego es cuál es la mejor forma de asociar a Pemex con privados. Hoy lo hace, pero con reglas que hacen felices a los contratistas, pero que no siempre maximizan los intereses de los mexicanos.

Sabemos que la época del petróleo barato se está terminando y que tenemos que hacer ajustes importantes en el sector. No podemos darnos el lujo de no hacer nada.

Si invirtiéramos más dinero en Pemex esta tendencia cambiaría, aunque fuera marginalmente. Este dinero hay que sacarlo de algún lado, por lo que se tiene que explicitar qué se va a dejar de gastar o qué impuestos se van a aumentar si le damos más dinero a Pemex.

Aun si tuviéramos más dinero, lo racional es invertir lo menos posible y obtener a cambio el mayor rendimiento posible. No sabemos si Pemex al extraer nuestro petróleo nos da todo lo que debería. En los últimos cuatro años ha tenido más dinero que nunca. No es claro lo que ha logrado con estas millonarias sumas de inversión a su cargo. Lo que no tiene son los mejores mecanismos para gastar ese dinero de forma eficiente.

En el autocomplaciente diagnóstico de Pemex elaborado por el Gobierno federal hay poca evidencia comparada. Hay una nota de pie de página en la que se dice que en la Cuenca de Burgos extraer gas nos cuesta mucho más que en Estados Unidos. En la zona mexicana, "el costo promedio por pozo es 10 por ciento superior; su productividad promedio es de una tercera parte y su costo global de producción es tres veces mayor". Si así es en el resto de las operaciones estamos desaprovechando de forma imperdonable nuestra riqueza.

También sabemos que todas las refinerías de Pemex pierden dinero, según cifras de Pemex, salvo una, la de Estados Unidos en sociedad con Shell. Por más dinero que le diéramos a Pemex no va a poder hacer más de un par de refinerías, que quizás hasta pierdan dinero. Seguiríamos importando gasolina. ¿No sería mejor tener esa inversión privada en México, con trabajadores mexicanos y que se paguen los impuestos acá?

Las malas cifras comparativas de Pemex no son una crítica a sus magníficos ingenieros ni a su personal en general. Pemex opera con restricciones e incentivos que la hacen ineficiente. De hecho, hay casos en donde su operación, en el marco de esas restricciones, resulta verdaderamente heroica.

No conozco país que tenga un régimen en la materia más cerrado que el nuestro, incluso frente al que tendríamos si se aprobara la iniciativa que ha propuesto el Gobierno. Mantener ese régimen cerrado debería estar justificado con datos que mostraran cómo hoy este marco cerrado, inexistente en el resto del mundo, es lo mejor para el bienestar de los mexicanos.

En estos temas nunca hay conclusiones perfectas. Ésta es una razón adicional para no poner todos los huevos en la canasta de Pemex. Por ello, debemos buscar opciones que aligeren sus compromisos. Esto le permitirá concentrarse en los proyectos prioritarios y la obligará a cierta competencia, que sirva para disciplinarla y dotar a sus dueños, que somos todos nosotros, con mejores datos para poder evaluar qué tan bien o mal se desempeña.

La reforma, aunque en el sentido correcto, es muy tímida frente a la magnitud de los retos del sector. Nos negamos a ver qué pasa en el resto del mundo. Muchos países han logrado reformas importantes en la materia, como Brasil, cuya empresa Petrobras pasó de ser más ineficiente que Pemex a ser una de las más reputadas del mundo.

Los brasileños cambiaron su constitución sin cambiar lo esencial: que el petróleo es de los brasileños. Sin miedos. Creyeron en ellos mismos.

Si tienen una mejor empresa que nosotros no es que sean más listos, si modificaron su constitución y abrieron el mercado no lo fue porque sean poco patriotas. Lo hicieron pragmáticamente pensando en el beneficio de los brasileños, la única forma de tener una soberanía sólida.

Carlos Elizondo Mayer-Serra
elizondoms@yahoo.com.mx

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martes, mayo 13, 2008

 

¿A quién pertenecen?

El alza en los precios internacionales de petróleo (el petróleo Brent a 124.56 y la mezcla mexicana a 105.42 dólares por barril el 9 de mayo) ha traído un interesante debate sobre la industria petrolera y de gas, no sólo en México, sino también en el resto del mundo.

El debate se ha centrado en las elevadas ganancias que están teniendo las empresas petroleras, por lo que muchos políticos están viendo la manera de elevar los impuestos que éstas pagan. No hay político en el mundo que se resista a explorar la manera de obtener recursos adicionales y gastarlos para incrementar su popularidad.

El punto más vendible de los políticos, con su tradicional espíritu de Robin Hood, es que hay que evitar que los ricos se sigan haciendo más ricos y estos impuestos adicionales a las empresas petroleras tendrían ese efecto redistributivo de transferir las "excesivas" ganancias de estas empresas a los más pobres.

En principio, la propuesta pudiera tener mucho sentido. En México, exprimimos fiscalmente a nuestra empresa petrolera al grado de que la obligamos a sufragar uno de cada cuatro pesos del presupuesto del Gobierno federal. Sin embargo, en el último número de The Economist (3 al 9 de mayo, 2008) leí un anuncio en donde me llamó la atención saber quiénes son los dueños de las empresas petroleras en Estados Unidos y a quiénes estaría perjudicando la propuesta de elevar impuestos.

El anuncio, publicado por la organización Energy Tomorrow (www.energytomorrow.org), cita un estudio realizado por Robert J. Shapiro, quien fue Subsecretario de Comercio de asuntos económicos bajo la Presidencia de William Clinton. En este estudio se establece que la mayoría de los accionistas de la industria petrolera son hogares pertenecientes a la clase media de Estados Unidos que tienen inversiones en fondos mutuales, cuentas de pensiones, cuentas de retiro personales y pequeños portafolios personales.

Estamos hablando de 55 millones de hogares que tienen un ingreso medio por debajo de los 70 mil dólares anuales. El estudio en cuestión revela que el 29.5 por ciento de las acciones de compañías de petróleo y gas natural son propiedad de fondos mutualistas; 27 por ciento son propiedad de fondos de pensiones; 14 por ciento se encuentran en cuentas de retiro individuales ("Individual Retirement Account"); 5 por ciento son propiedad de otros inversionistas institucionales y únicamente el 1.5 por ciento son propiedad de los grupos de control de las compañías petroleras.

La medida de elevar impuestos a las empresas petroleras traería como consecuencia perjudicar a millones de hogares estadounidenses, que son los verdaderos propietarios de las empresas petroleras y de gas de Estados Unidos.

Al ver lo anterior, pasó por mi mente lo que hemos aprendido como dogma de fe desde el 18 de marzo de 1938, cuando el General Lázaro Cárdenas expropió los activos petroleros en ese momento propiedad principalmente de compañías extranjeras para que el petróleo pasara a ser propiedad de "todos los mexicanos". Ésta es una de las banderas que enarbolan quienes defienden que Pemex siga siendo una empresa de propiedad estatal "pura" (sin la "contaminación" de la inversión privada) y que va estar presente en el debate que se va a iniciar esta semana sobre el futuro de la empresa.

Cuando veo el desempeño financiero y operativo de otras empresas petroleras en el mundo y lo comparo con las oportunidades y limitaciones que tiene Pemex, me pregunto si nuestra empresa petrolera no pudiera tener mejores resultados, tanto operativos como financieros, si se permitiera abrir su propiedad accionaria a inversionistas privados, buscando la democratización del capital (a través de las Afores), como sucede en las empresas petroleras norteamericanas.

Pemex pudiera realizar colocaciones accionarias en los mercados de valores de México y el mundo sin que el Estado pierda el control de la empresa. Me llama la atención el caso de empresas petroleras en el mundo (Exxon, Chevron, British Petroleum y Shell) cuya relación de precio/valor en libros es de 2 veces, en el caso de Shell, y de hasta 3.8 veces en el caso de Exxon. Lo que quiere decir este indicador es que estas empresas en el mercado valen de 2 y hasta 4 veces lo que dice el valor contable. Esto es creación de riqueza.

Si se quiere deprimir, le comparto este dato: el valor de capitalización de Exxon (que en 2007 vendió 204 mil millones de dólares, 3.4 veces más de lo que vendió Pemex) es de 469 mil 297 millones de dólares que equivale al 53 por ciento de nuestro PIB. La participación del sector privado en Pemex potenciaría los recursos con que ésta cuenta, aun si se liberara de su pesada carga fiscal. Lo que nos dice esta información es que PEMEX pudiera ser más grande y, por lo tanto, apoyar más al desarrollo de México con la participación del sector privado que en su situación actual.

Atrás del dogma que defiende un supuesto nacionalismo están representados muchos intereses sindicales y de partidos políticos que ven como un riesgo a su status quo que se apruebe una verdadera reforma que realmente permita que Pemex sea de todos los mexicanos y no propiedad de estos grupos. Para los partidos políticos significa el financiamiento de sus campañas electorales (no hay que olvidarnos del "Pemexgate"); los contratistas tienen asegurado un buen comprador y los líderes sindicales, con sus viajes a Las Vegas y sus costosos relojes, nos muestran quiénes son los dueños de la empresa.

Que ironía: en Estados Unidos, el dueño de las empresas petroleras privadas es el pueblo estadounidense, mientras que en México los dueños de Pemex no somos, ni remotamente, usted ni yo.



Abel Hibert
ahibert@prodigy.net.mx

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lunes, mayo 12, 2008

 

Tragedia, farsa, bufonada

No recuerdo quién decía que la historia sucede siempre dos veces. Sí me acuerdo de quién agregaba que la segunda ocasión, se aparecía como farsa. Tras la tragedia, una imitación grotesca. En "El 18 Brumario de Luis Bonaparte", su mejor ensayo político, Marx sentenciaba que los hombres hacen su historia, pero que no la hacen a voluntad, bajo circunstancias producidas por su deseo, sino bajo las condiciones impuestas por la historia. Así, los agentes de la historia tienen el cerebro enmarañado por fantasmas del pasado. Tradiciones de los muertos convertidas en pesadillas sobre el cerebro de los vivos. Así, sin percatarse siquiera de lo que hacen, los agentes de la historia toman prestados otros nombres, antiguas consignas, ropas y disfraces. El pasado secuestra al presente.

El seco economista se convertía, al escribir "El 18 Brumario...", en un dramaturgo extraordinario. Es que su libreto de la historia encontraba en la coyuntura francesa un desafío que un pensador escrupuloso no podía ignorar. Marx deja atrás las grandes categorías sobre la estructura, escapa de las gruesas sentencias sobre la mecánica del tiempo social, y deja a un lado la estricta crítica del capitalismo. Para entender eso que juzgaba como una anomalía, el filósofo de la historia deviene artista: apreciar las formas de la sociedad en movimiento; colorear la atmósfera del presente; capturar el perfil de los protagonistas.

El sabio desmenuza aquí la complejidad del presente; retrata a los personajes del momento, analiza las decisiones, siente el flujo de la historia. Apuntaba Marx: "La revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa del pasado. Las anteriores revoluciones necesitaban remontarse a los recuerdos de la historia universal para aturdirse acerca de su propio contenido. La revolución del siglo XIX debe dejar que los muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de su propio contenido".

Para Marx, la historia, lejos de ser siempre una vía de ferrocarril, es en ocasiones una feria de absurdos y sorpresas. Absurdos que, por cierto, tenían dimensión cómica. Los tíos suelen tener sobrinos ridículos. El presente francés que tanto le intrigaba es visto por él como una mezcla de contradicciones: agentes constitucionales que conspiran contra la Constitución; revolucionarios que se presentan como defensores de la ley. "En nombre de la calma una agitación desenfrenada y vacua; en nombre de la revolución los más solemnes sermones en favor de la tranquilidad; pasiones sin verdad; verdades sin pasión; héroes sin hazañas heroicas; historia sin acontecimientos, un proceso cuya única fuerza propulsora parece ser el calendario, fatigoso por la sempiterna repetición de tensiones y relajamientos; antagonismos que sólo parecen exaltarse periódicamente para embotarse y decaer, sin poder resolverse". El economista también se vuelve aquí pintor de plomo: "si hay un pasaje de historia pintado en gris sobre gris, es éste". Hombres y acontecimientos no son más que "sombras que han perdido sus cuerpos". Sombríos personajes y ridículos en tiempos cuyo único impulso es el calendario.

Si la historia, al repetirse, deja de ser trágica para convertirse en farsa, ¿cómo se podría describir en su tercera visita? ¿Cómo se describe la reescenificación de una farsa? El 2006 quiso ser pintado como una reedición del 1988 o, con un grado de demencia mayor, como reposición de la lucha por la restauración de la República. Se pretendió vender la idea de que el autoritarismo hizo fraude en el 2006, impidiendo la llegada de una alternativa de izquierda al poder, a través de trampas que falsearon la voluntad electoral.

Insistiría en lo que se ha dicho muchas veces, el paralelo es insostenible. De 1988 al 2006 cambió un régimen. No se dio simplemente una alternancia en el 94: se transformaron las reglas, cambió la distribución de los poderes, aparecieron nuevas rutinas y se instaló la incertidumbre. También se quiso evocar el pasado juarista: frente a la ilegitimidad del emperador francés, el terco y viajero símbolo de la legitimidad. Esta analogía no vale siquiera un comentario. El hecho es que la "izquierda" lopezobradorista parece incapaz de despojarse de esas supersticiones históricas. El (Cuauhtémoc) Cárdenas valiente que no transige con el fraude; el Juárez renacido que encarna a la República; ahora el (Lázaro) Cárdenas vuelto a nacer.

El hecho es que hoy parece revivirse el enfrentamiento retórico postelectoral en la sede de lo que todavía se llama PRD. Ya tenemos el cuadro de los personajes que personifican nuevamente papeles de la historia reciente. El pleito perredista arremeda toscamente la comedia nacional de los últimos dos años. Cada bando tiene su legítimo y su pelele; cada uno abraza sus cuentos de fraude, de intervenciones indebidas, dados cargados, albazos, madruguetes y árbitros tendenciosos. El espectáculo es penoso. El pasado que restituye es demasiado cercano para no colorear de patetismo el circo. El guión anticipa el desenlace. Tras el desconocimiento de la resolución institucional, se proclamará un presidente perredista legítimo y se procederá a los actos de repudio del presidente perredista pelele. Tiene una lógica graciosa: el legítimo tendrá un partido legítimo y ese partido legítimo su dirigente legítimo. De la tragedia a la farsa; de la farsa a los porrazos de las marionetas.

Alejandro Encinas decía hace un par de días: "ya estamos igual que en la elección del 2006". Se le olvidó decir que, si entonces fue una farsa, ahora se trata de una bufonada.



Jesús Silva-Herzog Márquez
http://blogjesussilvaherzogm.typepad.com/

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lunes, mayo 05, 2008

 

Odios de ayer y hoy

"¿Por qué la reprobación en las doctrinas ha de cambiarse en odio a las personas?".
Melchor Ocampo


La discordia teológica a la que alude Ocampo desgarró el primer medio siglo de nuestra vida independiente. Su motivo principal fue la tolerancia de cultos. Negarla, refutarla, combatirla, fue un dogma irrenunciable para los conservadores. Afirmarla, fundamentarla, defenderla, fue una postura tenaz del ideario liberal. Fue un diálogo imposible: los primeros aducían principios absolutos; los segundos, realidades prácticas. ¿Quién tuvo la razón?

Según los conservadores, la tolerancia de cultos rompería la unidad religiosa de México y amenazaría la nacionalidad. ¿Para qué introducir "el error" si el país vivía ya en posesión de "la verdad"? La llegada de inmigrantes de otras religiones dañaría la moralidad, dejaría inerme a la Iglesia, propagaría falsedades y supersticiones entre el pueblo ignorante. El padre Agustín de la Rosa, famoso y caritativo sacerdote jalisciense que fue también astrónomo, escritor y redactor de La Religión y la Sociedad, veía el posible arribo de los "sectarios del extranjero" (es decir, los protestantes) como una maldición bíblica:


Todo les anuncia que ha llegado el día deseado por siglos de venir a vivir en delicias en el país del oro y de la plata... Pero el pueblo mexicano verá desvanecerse su pasado, sus tradiciones, sus costumbres, sus creencias... las riquezas que a él y no a otros se dignó conceder el Supremo Bienhechor.


Frente a estas creencias, Ocampo había resumido desde 1851 la justificación ética de la tolerancia: "¿Por qué para con todos los errores inofensivos hemos de mostrar indulgencia, y ninguna se ha de tener para... adorar a Dios de diverso modo que del que creemos bueno?".

En los debates del Congreso Constituyente (1856-1857), varios liberales (moderados en su mayoría y casi todos católicos activos) argumentaron que la tolerancia era una práctica común en toda Europa y una condición necesaria para atraer la necesaria inmigración. Cuando finalmente introdujeron en la Constitución una tenue provisión a favor de la libertad de creencia, la Iglesia la repudió y amenazó con excomulgar a todo aquel que la jurara. Acto seguido pasó lo de siempre: callaron las palabras y hablaron los fusiles, se desató la Guerra de Reforma.

A partir de 1867, la Historia no sólo dio el triunfo a los liberales, sino también la razón. Cuando el extranjero tan temido arribó por fin (tardíamente y a cuentagotas, a diferencia de Argentina o Estados Unidos) acrecentó con su trabajo la riqueza de México, se asimiló a las costumbres y tradiciones del país y no afectó en absoluto la antigua matriz católica y nacional. La vida cívica de México ganó mucho al instaurar la libertad de creencia y el respeto a las opiniones ajenas en materia de religión.

Pero el dogmatismo, como los virus, no muere: emigra. Primero el Estado liberal y luego, de manera más aguda, el revolucionario adoptaron una actitud de intolerancia extrañamente parecida a la de sus antiguos adversarios. El presidente Calles retomó los viejos instintos jacobinos y quiso nada menos que erradicar por la fuerza el catolicismo. Al fracasar, tras la Guerra Cristera, buscó "apoderarse de las conciencias infantiles", transmutando la "verdad única" del cristianismo en la "verdad única" del socialismo. Fracasó nuevamente. En tiempos de Cárdenas, el afán de ortodoxia dejó esos ámbitos religiosos y educativos para concentrarse en los preceptos sociales y nacionales del Artículo 27. A partir de entonces se fue configurando el dogma nacional revolucionario por excelencia: el dogma del petróleo.

En sentido estricto, el principio legal que lo sustenta no es sólo legítimo, sino también justificado y razonable: la riqueza del subsuelo debe pertenecer a la nación, es decir, al conjunto de los mexicanos. El problema está en la sutil suplantación que el Estado ha hecho de la nación: para todos los efectos prácticos, quien tiene la propiedad del petróleo no es la nación, sino el Estado, que delega la propiedad en el gobierno en turno. El gobierno, a su vez, es dueño de Pemex, o, más bien, socio mayoritario: el otro socio es el intocable sindicato. La "propiedad" de la nación es letra muerta.

La nueva clerecía mexicana (representada por López Obrador y sus seguidores) no hace esos distingos. Para ella el petróleo no es un recurso material perecedero sobre cuya naturaleza y operación se pueda, en rigor, debatir. Para ella el petróleo no pertenece a esa esfera terrenal. Para ella el petróleo es la sustancia trascendente de la soberanía: un principio inmutable, intocable, inagotable, celestial, el pan y el vino de la identidad nacional. Abordar y transformar la situación actual del petróleo de acuerdo con las mejores prácticas mundiales equivale para ella a "entregar" las riquezas que "se dignó conceder el Supremo Bienhechor" y "traicionar a México".

Todo esto no implica que la reforma energética propuesta sea la buena. Menos aún acabar con un monopolio público para crear uno privado. Lo que sí implica es la necesidad de debatir realidades, no principios. Si el debate no tiene lugar en esos términos y si la liberación (adoptada en el mundo entero) es estigmatizada como "privatización", la discordia civil se ahondará.

De la misma manera en que la intolerancia de cultos hizo perder tiempo a México, la intolerancia sobre el petróleo nos hará perder muy pronto el tren de la Historia. Cuando las reservas se agoten y se consoliden las diversas energías alternativas, será demasiado tarde. Pero lo peor no es eso. Lo peor es que el dogmatismo del petróleo nos ha retrotraído ya al caudillesco siglo XIX. Lo peor es que el odio teológico se ha vuelto odio ideológico.


Enrique Krauze
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Para los que no saben (o no quieren) distinguir a los conservadores de hoy. A los que quieren mantener el status quo. A los que se oponen al cambio.

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sábado, mayo 03, 2008

 

Un peligro llamado Ruth

¿Qué es lo que les molesta tanto de Ruth Zavaleta a muchos perredistas, incluyendo, en ocasiones, a sus propios compañeros de Nueva Izquierda? La única respuesta posible es su independencia y capacidad de asumir posiciones públicas autónomas. Pero eso no les molestó Zavaleta cuando fue dirigente vecinal, realmente popular; cuando estuvo relacionada con sectores muy radicales de la política mexicana; cuando debió ser apoyada por mujeres de su colonia que, sin llamarse adelitas, acabaron con un acoso real a su persona; cuando hacía trabajo de base o cuando, embarazada, participaba en todas las movilizaciones que fueran necesarias. Tampoco les molestó cuando fue una buena delegada en el DF o cuando ganó su diputación con el mayor número de votos del PRD en la capital. Cubría una cuota de género.

Ruth comenzó a molestar cuando empezó a ser más que una cuota. El resultado sorprendió a la mayoría del mundo político y, paradójicamente, desató la furia de algunos de sus supuestos compañeros de partido y la desconfianza de otros.

¿Qué hizo Ruth Zavaleta? Simplemente actuar con base en la ley y el respeto a los demás y las instituciones que le tocaba, en este caso, presidir sin abandonar sus convicciones. Sin duda debe haber cometido errores como presidenta de la mesa directiva de la cámara de diputados, pero nadie puede cuestionarle la verticalidad y el respeto para todos con que ejerció ese cargo. Y eso la hace peligrosa para una corriente que está apostando exactamente a lo contrario: a radicalizar, a romper, a recurrir al insulto y la agresión como forma de debate. Una corriente que gira en torno a un líder que no acepta un no como respuesta y que cree que "el movimiento soy yo". Ello ha provocado, lo hemos dicho muchas veces, el secuestro del perredismo: son muchas las voces en ese partido que están literalmente hartas de esa situación (lo escuchamos con toda claridad en la discusión entre Carlos Navarrete y López Obrador en días pasados) pero no se atreven a expresarlo públicamente. No se trata ni siquiera de debatir si se está o no de acuerdo con López Obrador: lo que sucede es que éste no admite ese debate, y sus seguidores más fieles son incondicionales que, como ha ocurrido con otros caudillo, sobre todo en la historia de la izquierda, son aquellos que no tienen una carrera propia. Stalin tuvo de deshacerse de Bujarin, Trostky y tantos otros para reemplazarlos por Beria y la KGB. Fidel terminó alejando al Ché y a muchos de los que lo acompañaron en la revolución. Aún hoy tuvo que separarse completamente del poder para que Raúl pudiera comenzar un proceso estrecho, limitado, de reformas que hace apenas unos meses Ricardo Alarcón había calificado de contrarrevolucionarias. El principal opositor de Chávez es el general Raúl Baduel, quien fue su amigo desde los 17 años, el que lo rescató en el golpe de Estado del 2002 y quien era su secretario de Defensa: fue despedido cuando disintió de Chávez porque éste se proponía terminar de romper las débiles estructuras democráticas que quedaban en su país. Los ejemplos podrían repetirse a lo largo de la historia pero allí están: cuando la izquierda no es democrática (y por lo tanto socialdemócrata, en cualquiera de sus variantes) se convierte necesariamente en autoritaria. Y lo peor que existe para un régimen, una corriente o un líder autoritario es un disidente interno. Alguien que diga que no está de acuerdo y lo haga con la suficiente autoridad moral como para respaldar sus dichos.

Ese es el verdadero pecado de Ruth Zavaleta: ejerció sus funciones e hizo política de acuerdo con sus convicciones, que son las que están en la letra de los documentos básicos de su partido pero no en el espíritu que anima al líder.

El fenómeno es demasiado singular, además, como para pasar desapercibido. Alejandro Encinas ha tirado por la borda una larga carrera política para convertirse en un fiel seguidor de las instrucciones de su líder, primero en el GDF, y ahora como candidato a la presidencia del partido. El propio Jesús Ortega, como otros dirigentes de Nueva Izquierda, no terminan de reafirmar en el terreno público sus convicciones cada vez menos privadas. Una gobernadora como Amalia García departe amablemente con el presidente Calderón en su gira por Zacatecas, mientras sus más cercanos colaboradores toman tribunas y llaman a la desobediencia civil para ajustar cuentas internas y quedar bien con el líder. Un hombre como Federico Arreola, con quien se puede o no estar de acuerdo pero que ha defendido a capa y espada causas para muchos perdidas (en su momento el gobierno de Aznar o la intervención en Irak) no quiere demostrar públicamente ni un asomo de rebeldía interna. Y lo mismo sucede con hombres y mujeres con una larga historia política personal que han decidido enterrar esas convicciones en pos de la disciplina.

En el caso de Ruth Zavaleta no sólo se han puesto de manifiesto posiciones encontradas sino que se han presentado de forma transparente: ejerciendo con pluralidad y responsabilidad sus propios espacios de poder. Su ejemplo es tan peligroso porque demuestra lo que se puede hacer desde la izquierda, desde las instituciones, manteniendo la civilidad y las convicciones. ¿Acaso no es un peligro que hoy el grado de aceptación del perredismo en general y de López Obrador en particular apenas si supera el 15 por ciento y el grado de aceptación de Zavaleta es de los más altos de todo el Congreso? Lo que demostró Ruth es que otra vía es posible, es viable y es políticamente redituable para la izquierda. Por eso las amenazas, las agresiones y, al mismo tiempo, el alto reconocimiento que ha obtenido de la sociedad. Acabó el periodo ordinario pero Ruth seguirá hasta el primero de septiembre fungiendo como presidenta de la mesa directiva. Ha construido un espacio político original y entonces tendrá que decidir que hace con ese capital.

Jorge Fernández Menéndez

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viernes, mayo 02, 2008

 

Negocio sindical

"En el contrato colectivo podrá establecerse que el patrón admitirá exclusivamente como trabajadores a quienes sean miembros del sindicato contratante...".
Artículo 395, Ley Federal del Trabajo


Los sindicatos en México han dejado de ser -si alguna vez lo fueron- organizaciones para representar los intereses de los trabajadores. Hoy son, en el mejor de los casos, simples negocios particulares de los líderes; en el peor, resultan organizaciones gangsteriles.

Los ejemplos son muchos. Lo puede atestiguar desde la persona que debe entregar un pago de extorsión a un sindicato porque tiene un albañil trabajando en el baño de su casa -sin que el albañil reciba nunca un servicio del sindicato- hasta los mineros de Cananea a los que el sindicato minero encabezado por Napoleón Gómez Urrutia les tomó 55 millones de dólares depositados en un fideicomiso que debería haberlos beneficiado a ellos.

El problema tiene raíces muy hondas. El propio artículo 28 de la Constitución exenta a los sindicatos de la prohibición contra los monopolios en nuestro país. Esto ha permitido el surgimiento de una ley laboral que otorga poderes extraordinarios a los líderes sindicales y que ha facilitado el enriquecimiento de muchos.

En México una empresa puede ser presa de una huelga aunque no haya contratado a ningún trabajador o aunque los trabajadores no quieran adherirse a un sindicato. La ley obliga a muchas empresas a tener un contrato con un sindicato y por ello terminan firmando con alguno, aunque sólo sea para protegerse de otros más depredadores.

Los sindicatos aprovechan el monopolio del que gozan constitucionalmente para controlar quién puede ser contratado o no por una empresa. Por eso pueden vender plazas, especialmente en dependencias gubernamentales o paraestatales, o pueden establecer reglas que hacen que los mejores empleos se hereden en familias como ocurre, por ejemplo, en el sindicato petrolero.

Las empresas no tienen la libertad de contratar a los trabajadores que realmente puedan ofrecer un mejor rendimiento. Esto afecta de manera muy importante la competitividad de la economía mexicana.

La mayoría de los sindicatos en México no tienen democracia interna. Sus líderes son electos en asambleas en las que los trabajadores votan a mano alzada. Quienquiera que sufrague por el candidato equivocado, puede perder no sólo la votación, sino también el empleo.

Esto permite a los líderes eternizarse en sus cargos y mantener el control de sus organizaciones durante décadas. Hemos llegado al extremo, en el caso del Sindicato Minero, en que un padre le hereda el control de la organización a su hijo. El mismo sindicato minero ha mantenido el control de ciertas secciones pese a haber sido derrotado contundentemente en votaciones por un grupo disidente.

El monopolio permite a los líderes obtener enormes cantidades de dinero a través de cuotas sindicales, aportaciones de las empresas o extorsiones a los trabajadores. Pero la "autonomía sindical" impide que el público o los trabajadores conozcan cómo se maneja ese dinero. El resultado es que los líderes utilizan esos recursos como si fueran propios.

Nuestra legislación laboral fue impulsada a lo largo de décadas por políticos, muchos de ellos líderes sindicales, que argumentaron siempre que actuaban en defensa de los intereses de los trabajadores. Desde que se promulgó la Constitución de 1917, hemos tenido el régimen que otorga un monopolio a los sindicatos, pero la situación de los trabajadores en nuestro país no ha mejorado demasiado.

Nuestra "progresista" legislación no ha conseguido dar a nuestros trabajadores un mejor nivel de vida que el que tienen quienes laboran en regímenes laborales más liberales, como el de Estados Unidos. Y es lógico, ya que nuestras reglas castigan severamente la productividad. Lo que sí ha conseguido la ley mexicana es hacer ricos a los líderes. Esto es sin duda lo que pretendían ellos cuando impulsaron la actual legislación.

Si realmente queremos tener un país más próspero, deberíamos enmendar el artículo 28 de la Constitución que vuelve monopolios a los sindicatos. Los trabajadores deben tener, por supuesto, el derecho a organizarse para defender sus derechos, pero no el de monopolizar el acceso a los empleos.

Los sindicatos deben ser organizaciones de interés público y su contabilidad tiene que ser pública. Los líderes deben ser electos por sufragio efectivo y secreto bajo la supervisión de una institución profesional independiente. Mucho ayudaría, por otra parte, prohibir la reelección indefinida de los líderes.

Nunca verá usted, sin embargo, que los dirigentes sindicales apoyen estas medidas. A ellos no les interesa construir un país más competitivo y con más empleos. Lo que quieren es preservar el negocio privado de sus sindicatos.


437 millones de razones
¿Se dividirá el PRD? No lo creo. Es verdad que la elección interna fue un cochinero y que el partido ha terminado más dividido que nunca. Pero hay una razón muy poderosa para mantener unidos a los perredistas: 437 millones de pesos que su partido recibirá en este 2008 por financiamiento público y que aumentarán en el 2009 por la realización de elecciones federales. Quien deje el partido ya no tendrá acceso a esta bolsa multimillonaria. Por otra parte, los que pudieran salirse del PRD saben que las reglas de la lamentable reforma electoral del 2007 hacen hoy más difícil que nunca establecer un nuevo partido.

Sergio Sarmiento
www.sergiosarmiento.com

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