domingo, julio 28, 2019

 

El dilema del 2019

El electorado mexicano le quitó la máscara a la narrativa dominante y al establishment y eligió al candidato que prometía cambiar los vectores de la política y la economía del País.

 

Desde la elección, pero particularmente desde el 1 de septiembre en que el Congreso entró en funciones, los contingentes morenistas y sus aliados se han comportado más como una fuerza de choque que quiere alterar el orden establecido sin que medien procedimientos formales o negociaciones, que como un grupo parlamentario institucional.

 

La lógica de este modo de actuar es su creencia de que llegaron al poder independientemente de las elecciones: se les reconoció su triunfo. Es decir, hay un enorme ánimo revanchista, un encono soterrado en muchos de los actores clave de la coalición de Morena.

 

La gran pregunta para el futuro es si López Obrador secundará esta concepción o si asumirá la Presidencia como un estadista responsable ante la totalidad del electorado.

 

El contraste entre los dos escenarios es evidentemente radical. En el primer caso estaríamos hablando de un Gobierno que viene no sólo a gobernar a su modo, sino a cambiar el orden establecido y las instituciones que lo sostienen de una manera integral y drástica, incluso violenta. Es decir, la vieja idea revolucionaria que procura el fin de un régimen y el comienzo de otro sin que medie un proceso institucional.

 

De manera alternativa, López Obrador podría apegarse a todos los reglamentos institucionales para dar cabida a su agenda de cambio sumando al resto de la población, como ocurrió en la España post-Franco. Un camino así tiene la virtud de hacer más permanentes los cambios a los que se llegue.

 

España ilustra el contraste entre estos dos modos de proceder. Para los políticos españoles, la interrogante era cómo dar el paso a un nuevo régimen: una posibilidad era romper con el régimen franquista, entrando en un entorno de absoluta incertidumbre; la alternativa era aceptar el régimen institucional vigente, así fuese detestado por la mayoría de las fuerzas y partidos políticos, mientras se construía un nuevo andamiaje legal e institucional.

 

En este sentido, los pactos de La Moncloa no acordaron "el qué", sino "el cómo". La trascendencia de aquella reunión en particular tuvo que ver precisamente con lo que en México no hemos logrado: acuerdos de procedimiento.

 

De manera similar, López Obrador tiene que definir si va por el camino institucional como hizo Adolfo Suárez, lo que lo elevó al nivel de un estadista trascendental, o por el camino de la imposición radical, clásica de un proyecto radical o revolucionario.

 

No me cabe duda de que López Obrador muy pronto se encontrará con que muchos de sus planteamientos son inviables o extraordinariamente destructivos y, por lo tanto, contraproducentes respecto a su propia visión para el futuro del País.

 

Su decisión respecto al aeropuerto de la Ciudad de México sirve de ventana para observar los potenciales costos de realizar acciones que tienen más ángulos relevantes de los que podría parecer a primera vista. Al cerrar esa puerta, López Obrador envió la señal de que nunca se apegará a las reglas existentes y que, por lo tanto, ninguna inversión goza de certidumbre.

 

El costo inmediato se pudo ver en acciones por parte de las calificadoras de crédito y el tipo de cambio, pero el costo potencialmente incontenible vendrá después: cuando los inversionistas potenciales incorporen en su proceso de decisión sobre si invertir un cálculo respecto al riesgo de perder su inversión por la forma de proceder del Gobierno. En contraste con contratistas y constructores, los empresarios e inversionistas tienen, por necesidad, que ver un horizonte de más largo plazo.

 

El punto de todo esto es que López Obrador tiene una decisión fundamental que tomar respecto a la forma en que actuará como Presidente: será un activista social o un estadista.

 

Si es lo primero, la decisión sobre el aeropuerto ya marca una pauta; si es lo segundo, todavía es tiempo de establecer un nuevo patrón de comportamiento, como ha ocurrido en instancias como la de la Conago.

 

Me parece claro que, para él, un cambio en este sentido sería sumamente difícil por su profunda y arraigada convicción de que todo lo realizado a partir de los 80 fue errado, y porque es un factor importante para las bases que lo han apoyado frente a viento y marea, las cuales por eso frecuentemente corean que "es un honor estar con López Obrador".

 

También me queda claro que le es mucho más importante lograr sus objetivos que apegarse a dogmas contraproducentes.

 

Fragmento del libro "Fuera Máscaras: el Fin del Mundo de Fantasía".

 

Luis Rubio

www.cidac.org


 

La prensa frente a Juárez

En una reciente conferencia matutina el Presidente criticó a la revista Proceso por "no portarse bien", es decir, por no apoyar a su Gobierno, y para probarlo evocó al periodismo que se practicaba durante la República Restaurada. Su referencia histórica está equivocada.

 

Aunque todas las publicaciones del grupo liberal coincidieron en celebrar el triunfo sobre el Imperio, diferían en su apreciación sobre su circunstancia, y a todo lo largo de aquel periodo (1867-1876) mantuvieron posturas muy distintas entre sí.

 

La más superficial ojeada a la prensa de la época (decenas de publicaciones en todo el País) muestra que jamás existió un apoyo incondicional a los Gobiernos sucesivos de Juárez y Lerdo, entre otras cosas porque la filosofía misma del régimen, el liberalismo, abjuraba de la obediencia.

 

Nacido contra el poder absoluto, el caudillismo, el clero y el dogmatismo religioso, el liberalismo alentaba las corrientes diversas, las ópticas divergentes, el debate abierto.

 

Para muestra un botón. Conservo los ejemplares de La Orquesta, el legendario "Periódico omniscio, de buen humor y con caricaturas", fundado en 1861.

 

Su Jefe de redacción era Vicente Riva Palacio. Se imprimía en un despacho de la Calle de Santo Domingo, salía los miércoles y sábados, costaba un real, se vendía por suscripción, tenía anuncios de ocasión (corridas de toros, carteleras teatrales, funciones de circo, ofertas comerciales, plantas medicinales).

 

Recorrí sus páginas de 1867, leí algunas editoriales y disfruté las maravillosas caricaturas de C. Escalante. Cinco días antes de la entrada triunfal de Juárez a la ciudad de México, la editorial advertía:

"Libres. Independientes. Sin odio y sin temor, queremos cumplir con nuestra conciencia y ofrecer a los vencedores una corona adornada con las espinas de la verdad y no con las flores de la adulación".

 

El periódico cumplió su promesa. Reconocía los méritos históricos de los tres "inmaculados" (Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y José María Iglesias), pero tras su llegada al poder los criticó acremente.

 

Aludiendo a Juárez, advirtió los peligros del cesarismo y las facultades extraordinarias, condenó las distorsiones a la ley y su permanencia en el poder.

 

En una caricatura titulada "El gabinete de costura", Juárez detiene y zurce el lienzo parchado de la Constitución de 1857 mientras que Lerdo lo corta con unas inmensas tijeras.

 

En "El mundo al revés", Juárez aparece sentado sobre el pedestal de la "Constancia", y sobre sus rodillas se sienta la silla coronada por el águila y el letrero bordado en el respaldo: "Presidencia, 14 años". En otras palabras: Juárez es la Silla presidencial y la Silla presidencial es Juárez.

 

Ese año, La Orquesta dio la bienvenida a un nuevo periódico titulado El Padre Cobos. Sería una de las publicaciones más mordaces en la historia de nuestra la prensa. Los irreverentes sonetos que publicó su editor, Ireneo Paz, prefiguran el genio poético de su nieto y merecen una antología. En "Siglo de Caudillos" recogí uno contra la reelección de Juárez en 1871, que comienza así (y termina peor):

 

¿Por qué si acaso fuiste

tan patriota

estás comprando votos

de a peseta?

 

¿Para qué admites

esa inmunda treta

de dar dinero al que

en tu nombre vota?

 

La postura de La Orquesta y El Padre Cobos fue característica del espíritu de la época. La compartían viejos compañeros de Juárez, como Guillermo Prieto e Ignacio Ramírez, y las nuevas generaciones, que se referían a él como "Su Majestad Benito I".

 

Llegado el tiempo, Vicente Riva Palacio e Ireneo Paz -escritores y editores notabilísimos- fueron indulgentes con el poder absoluto de Díaz, pero el hecho mismo de que nunca dejara de existir una prensa combativa es un tributo al espíritu original de la República Restaurada y a sus hombres que, en palabras de Cosío Villegas, "eran fiera, altanera, soberbia, insensata, irracionalmente independientes".

 

"Para aquellos hombres", decía el historiador, "expresar una inconformidad era un ejercicio tan natural como caminar o respirar". También los gobernantes participaban de esa convicción. Fueron blanco continuo de críticas feroces, pero nunca reclamaron obediencia por una razón elemental:

"Juárez y Lerdo... sentían la libertad igual que sus adversarios. Sabían que la libertad de sus enemigos era la condición de su propia libertad y que la del país dependía de la libertad de todos".

 

La prensa de la República Restaurada no "se portaba bien" con el poder. Ésa era su misión y también su gloria.

 

Enrique Krauze


sábado, julio 20, 2019

 

créditos fiscales

Sólo los que pagamos impuestos haciendo declaraciones sabemos que si te retrasas 1 mes inmediatamente te cae un requerimiento del SAT. Si no te reportas en el plazo que te indicas te suspenden el RFC y ya no puedes timbrar, generar, facturas.

 

Apesta a "cortina de humo", "caja china", que después de casi 8 meses en el poder salgan con que "un ex-presidente debe impuestos". Si realmente los debe no es para que el presidente lo diga en una mañanera, es para que el SAT ya lo estuviera embargando y con requerimientos múltiples desde hace meses.

 

Por otro lado, de nueva cuenta, quienes pagamos impuestos con declaraciones sabemos que el hecho que el SAT diga que tienes un "crédito fiscal" no significa que realmente no hayas pagado los impuestos correspondientes. Simplemente ellos creen que los debes pero como contribuyente debes presentarte a aclarar.

 

En la mayoría de los casos se aclara y los montos que te dicen no son y a veces ni siquiera debes algo. Muchos de esos requerimientos o créditos fiscales son "buscapies" de los auditores para ver que encuentran, pues les exigen cuotas.

 

Cuando se cierra la auditoria, hayas pagado algo o no, se "cancela" el requerimiento y eso es, en buena parte, lo que aparece en las listas que se publican de que se "condonaron" impuestos a empresas. Para los #PejePets,  que muchos ni pagan impuestos, mucho menos saben hacer una declaración, cuando "len" esas notas inmediatamente creen que se "perdonaron" impuestos a los ricos, a los fifís.

 

Definitivamente hubo (y todavía hay) mucha corrupción en el SAT. Sin duda hay empresas o personas físicas que no pagaron lo que debían. Pero también hay muchas otras empresas y personas que pagan hasta de más con tal de quitarse de encima a burócratas avariciosos. Así que antes de opinar sobre el tema al menos vayan a sacar su RFC al SAT y hagan sus declaraciones.

 

#aguzados #politicolovers

 

PD. Y no, no estoy defendiendo a Fox ni a nadie mas. Si deben que paguen. Comento ésto porque ya se lo hicieron a los dueños de el Reforma/El Norte y cada vez lo usarán mas, enviar al SAT a sus críticos y enemigos. Siguiendo al pie de la letra el manual para dictadores. Al tiempo.


domingo, julio 14, 2019

 

Vicios a la Argentina

El riesgo de que México adquiera el vicio argentino de quedarse permanentemente atorado en un limbo de desempeño económico mediocre -peor al vivido en años recientes- con altibajos recurrentes y propensión a experimentar frecuentes crisis financieras es real y se eleva con las políticas que ha adoptado el Gobierno actual.

 

Las coincidencias comienzan a ser demasiadas para no ver el peligro que su consolidación podría implicar para el País y las generaciones de jóvenes que renovaron su esperanza con AMLO.

 

Tanto el peronismo como el morenismo son movimientos incluyentes, caracterizados por una enorme diversidad de adeptos y seguidores, pero con un elemento en común que es la férrea lealtad al jefe: todo se vale mientras esa lealtad sea inquebrantable.

 

AMLO está substituyendo las pocas instituciones que existían en el País por estructuras personales de lealtad y sumisión, dos recetas para segura inestabilidad en el futuro.

 

En lugar de consolidar los pocos avances institucionales que se habían logrado, se está avanzando hacia un proyecto donde las reglas que nos rigen son la voluntad de una sola persona, tal como sucedió en los años del kirchnerismo.

 

En segundo lugar, la estrategia de subsidio y generación de clientelas, que sigue el mismo patrón de subordinación, pero a una escala masiva, inexorablemente viene acompañado de la creación de nuevos derechos que, en el tiempo, se tornan difíciles, si no es que imposibles de revertir.

 

La crisis fiscal argentina no es producto de la casualidad, sino de derechos adquiridos que luego se tornan en obligaciones que el Gobierno tiene que sufragar con recursos cada vez más escasos.

 

México ya de por sí avanza hacia una sociedad con un mayor número de adultos pensionados y menos nuevos jóvenes incorporándose a la fuerza de trabajo, a lo que ahora se sumará el costo de las huestes clientelares de AMLO.

 

En tercer lugar, las políticas adoptadas por los dos Gobiernos de los Kirchner en Argentina sugieren el tipo de riesgos que la estrategia del nuevo Gobierno mexicano va a endilgarle al País: la centralización de todos los programas sociales en la oficina presidencial.

 

México ya había pasado por programas (y fracasos) clientelares como los anteriores, pero desde los 90 logró una cierta institucionalización de la política social, que ahora ha sido desmantelada a una velocidad que asombra.

 

Peor, sorprende que ni los beneficiarios de programas como Prospera ni lo que queda de la Oposición hayan levantado siquiera un dedo.

 

En Argentina esos programas permitieron apabullar electoralmente a la Oposición mientras duró la bonanza fiscal.

 

La pregunta ciudadana es obvia: si la población no defiende sus logros, no los merece.

 

Existen otras coincidencias que deberían preocupar por su efecto sobre la competencia política y en el menguado ambiente de negocios.

 

Por ejemplo, el Programa Jóvenes Construyendo el Futuro está diseñado para generar dependencia respecto al Gobierno, mermando el desarrollo de una fuerza de trabajo guiada por criterios de mérito y productividad, cada vez más importantes en la era de la economía digital.

 

Un ejército de jóvenes permanentemente movilizados sirve para fines electorales, pero destruye el futuro económico de un país.

 

Cuando el Presidente dice que su objetivo es subordinar las decisiones económicas a las políticas, ahora consolidado con la renuncia del Secretario de Hacienda, ratifica que está dispuesto a ir contra las fuerzas más poderosas de nuestra era: los mercados financieros.

 

Cuando Bill Clinton contendió por la Presidencia, su principal asesor político, James Carville, de golpe entendió que el mundo había cambiado:

 

"Yo solía pensar que, si hubiera reencarnación, quisiera retornar como el Presidente o el Papa... Ahora quisiera regresar como un operador de los mercados de bonos. Esos intimidan a cualquiera".

 

AMLO también cree que seguimos en los 80...

 

El ejemplo argentino es por demás sugerente porque es el tipo de programa que AMLO y sus seguidores ven como deseables.

 

La desaparición de (casi) toda capacidad técnica en el Gobierno permite implementar programas costosos sin medir consecuencia alguna, además de que provee incentivos para adoptar políticas cuyo efecto de mediano y largo plazos siempre acaba siendo devastador, como controles de precios, la nacionalización de fondos de pensiones y el empleo de herramientas como encaje legal y cajones de inversión a bancos.

 

Algunos morenistas salivan por este tipo de mecanismos. No tienen idea de la destrucción que implican.

 

Luis Rubio

www.cidac.org


 

Es Alfonso Romo Conflicto de interés

Acusa ex Secretario de Hacienda que empresario de NL impuso a funcionarios. Cuenta Carlos Urzúa las diferencias que ha tenido con el Presidente Andrés Manuel López Obrador y algunas de las razones por las que dejó su cargo, entre ellas un desacuerdo con Manuel Bartlett

 

Hernán Gómez Bruera – Proceso

 

MÉXICO.- Carlos Urzúa se ve de buen humor. Pareciera que su renuncia a la Secretaría de Hacienda, el pasado martes 9, sólo es un dato más en su biografía. No hace falta sacarle las palabras con tirabuzón: tiene muchas ganas de hablar. Lo hace como siempre: intercalando anécdotas graciosas y con numerosas digresiones.

 

Habla de cómo conoció al Presidente Andrés Manuel López Obrador y cuenta de qué manera evolucionó su relación, hasta que éste lo invitó a formar parte de su gabinete. En esta entrevista, la primera que da desde su renuncia, le pone nombre y apellido a las críticas que en su carta mencionó indirectamente.

 

El principal conflicto de interés de este Gobierno, asegura, se llama Alfonso Romo Garza.

 

LARGA RELACIÓN

 

-¿Desde cuándo conoces a López Obrador?

 

-Lo conocí a fines de 96, cuando él era presidente del PRD y me invitó a participar en la elaboración del plan económico para el partido. El trabajo salió bien y López Obrador empezó a confiar en mí y a invitarme a sus reuniones.

 

-Entras como Secretario de Finanzas en el Gobierno del Distrito Federal. ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Hubo fricciones entre ustedes?

 

-En el Gobierno de la Ciudad no tuvimos ninguna fricción. En realidad siempre me llevé bien con López Obrador. A pesar de las diferencias que hoy tengo con él, estoy convencido de que es, por mucho, el mejor político vivo que existe hoy en México.

 

"La Administración al frente del Distrito Federal fue muy exitosa en las finanzas, especialmente en términos de recaudación. Logramos combatir los desvíos que se generaban en la Tesorería y digitalizamos los servicios (...) Octavio Romero era el oficial mayor, quien controlaba las compras de casi todas las dependencias de forma centralizada. Eso permitió generar muchos ahorros. Por ello, al llegar a la Presidencia, tanto López Obrador como yo estuvimos de acuerdo en que había que tener una sola Oficialía Mayor que llevara a cabo esas tareas. Es el área que hoy comanda Raquel Buenrostro".

 

-Pero finalmente decides retirarte del Gobierno capitalino...

 

-Me fui al tercer año porque tenía una carrera académica en El Colegio de México.

 

"En julio de 2003 dejé el Gobierno, pero no por El Colegio de México sino por el Tecnológico de Monterrey, mi alma mater, donde fundé una Escuela de Graduados de Administración Pública. Cuando se lo comuniqué a López Obrador fue la primera vez que se molestó conmigo. Dejamos de vernos un buen tiempo".

 

-¿Cuándo vuelven a verse?

 

-En 2006, cuando él iba a ser candidato a la Presidencia, me pidieron que lo apoyara en el norte del País, que era donde estaba más débil, para que pudiera explicar allá lo que se había hecho en el Gobierno de la Ciudad. López Obrador se enteró de que yo había hecho esto y me mandó decir que me agradecía mucho. Luego de la elección me pidió que integrara el gabinete legítimo, pero tuve que negarme porque no podía afectar la neutralidad de la Escuela de Graduados que dirigía. Él tampoco estuvo contento con esa decisión y nuevamente nos dejamos de ver.

 

"En 2012, después de que perdió la elección, lo invité un día a mi casa. Dejamos de vernos otra vez hasta finales de 2017, cuando me pidió que lo apoyara para seleccionar a gente que pudiera integrarse a su gabinete. Luego él comenzó a insistir cada vez más en que yo debía ser su Secretario de Hacienda.

 

-¿Le pusiste alguna condición para integrarte al gabinete?

 

-No. Ni él ni yo pusimos condiciones. Sólo le dije que si las cosas iban mal, me iba a ir. Él sabe cómo soy yo.

 

-¿Qué te imaginabas que podía ir mal?

 

-Me preocupaba el hecho de que fuese fiscalmente conservador, y al mismo tiempo colocara un gran énfasis en los programas sociales. Me preocupaba el balance. No es sencillo tener balance presupuestal y al mismo tiempo muchos programas sociales.

 

-¿Le mencionaste la necesidad de aumentar impuestos?

 

-Él no quería hacerlo. Esa ha sido una diferencia importante entre nosotros. El Presidente no quiere hacer una reforma fiscal. Yo sí, porque creo que es la única manera de abatir desigualdades. No sé por qué no quiere hacerlo. Quizás por no enfrentarse a algunos empresarios, quizás por el costo electoral.

 

ROMO

 

-¿Dónde están tus principales diferencias con Alfonso Romo?

 

-Me cuesta entender el tipo de relación que tiene con el Presidente. Ideológicamente Romo es un hombre de extrema derecha y en términos sociales oscila entre el Opus Dei y los Legionarios de Cristo. ¿Cómo un hombre así, que llegó a admirar a Augusto Pinochet y a Marcial Maciel, acabó no sólo siendo amigo de López Obrador, sino incluso siendo el jefe de la Oficina de la Presidencia?

 

"Ahora bien, es verdad que aun cuando Romo trató de usar su influencia para apoderarse de las Secretarías de Hacienda y de Economía, el Presidente no lo dejó. Pero sí pudo imponer a Margarita Ríos-Farjat en el SAT y a Eugenio Nájera en Nafinsa y Bancomext. Este último ha sido desde siempre su mano derecha en el sector empresarial, mientras que para que ella pudiera ser impuesta se tuvo que cambiar la propia Ley del SAT.

 

-¿Alfonso Romo tiene algún conflicto de interés?

 

-Es una buena pregunta, y es precisamente a él a quien aludo en mi carta de renuncia. Un conflicto de interés existe cuando una actividad personal o de negocios de un servidor público podría eventualmente interferir con el ejercicio de sus funciones.

 

"No estoy diciendo que esto haya pasado en el caso de Romo, no me consta, pero dado que en la jefatura de la Oficina de la Presidencia se maneja a diario un cúmulo de información económica confidencial, uno quisiera que Alfonso Romo y sus familiares hasta de primer grado no tuvieran actualmente participación accionaria alguna en la Casa de Bolsa Vector".

 

-Tus razones para salir fueron más profundas que Romo. ¿Por qué decides irte?

 

-En uno de los párrafos de mi carta me refiero a una serie de políticas públicas sin sustento. No quiero hablar de todas, pero de entrada te puedo decir que yo sí estuve a favor de que continuara la construcción del aeropuerto de Texcoco. Creo que la obra estaba muy avanzada y había demasiado dinero de por medio. Si bien es cierto que muchos de los terrenos aledaños estaban controlados por gente vinculada a la Administración anterior, un Gobierno fuerte como el de López Obrador podría haberlos expropiado por razón de Estado.

 

BARTLETT Y GASODUCTO

 

-¿Pero qué fue lo que más te hizo enojar? ¿Cuál fue la gota que derramó el vaso? ¿Pasó algo en particular?

 

-Pasó algo de lo que no quiero hablar porque involucra a mucha gente. Puedo referir, sin embargo, cuál fue una de las gotas que casi derramó el vaso. Un alto funcionario y yo fuimos a comentarle al Presidente hace unos días que lo que está haciendo la CFE no es en beneficio de México. En particular, le hablamos de un caso. Resulta que Bartlett, que tiene una fuerte visión estatista, encontró varios contratos de empresas extranjeras de construcción de gasoductos que para él son un robo a la nación.

 

"Uno de los gasoductos paradigmáticos es el que va de Texas a Tuxpan, Veracruz, el cual se firmó hace cinco años y ya se terminó de construir. Ese gasoducto, que provee más de un tercio de toda la demanda de gas en México, fue construido por Transcanada, una paraestatal canadiense, junto con Ienova, una empresa mexicana, subsidiaria a su vez de una estadunidense llamada Sempra. Puede ser cierto que el gasoducto haya salido caro, como afirma Bartlett, pero lo cierto es que nosotros firmamos un contrato y debemos cumplirlo.

 

"Bartlett no quiere entregar ese gasoducto y pretende renegociar el contrato, pero no está evaluando correctamente su costo, porque al parecer no entiende el concepto de valor presente. Es preocupante que alguien que dirige una empresa de electricidad no entienda el concepto de valor presente. Alguien así no puede dirigir una empresa de electricidad.

 

El problema es que, si no se respeta el contrato, Transcanada demandará a la CFE, porque el gasoducto ya se terminó de construir.

 

POSICIONES, carlos Urzúa, ex Secretario de Hacienda, afirma que él estaba a favor de que continuara la construcción del aeropuerto de Texcoco, ya que la obra estaba muy avanzada. En la imagen, junto al Presidente en una conferencia mañanera.


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