domingo, abril 21, 2024

 

Promesa incumplida

Andrés Manuel López Obrador prometió acabar con la corrupción. Previsiblemente, no lo logró. Aunque nunca lo especificó, en su espectro mental, hablar de corrupción es hablar de servidores públicos cometiendo peculado, creencia anclada en un criterio binario "pueblo bueno, Gobierno malo". En el único diálogo que tuve con el entonces candidato a la Presidencia, le argumenté que la corrupción sí era un fenómeno cultural. En aquellos momentos de campaña, el tabasqueño usaba el dicho del Presidente Peña Nieto para defender al pueblo de una supuesta ofensa, pues interpretó lo de "la corrupción es cultural" como agravio, como una descripción genética y no como un fenómeno sistémico. ¿Por qué un Presidente que hace alarde de honestidad y que tomó la bandera de la lucha contra la corrupción no pudo acabar con ella?

 

Habría que aceptar que la corrupción es un fenómeno complejo, multidimensional, y que no basta con el ejemplo (ni barrer, como en las escaleras, de arriba hacia abajo) para combatirla. Disminuir la corrupción implica medidas que deberíamos considerar: Implementar sistemas de transparencia (la corrupción adora la opacidad), portales abiertos con información clave sobre la administración y el gasto público, contrataciones, licitaciones, etc. Por supuesto, leyes estrictas y su debida aplicación (la corrupción crece al abono de la impunidad), denuncias anónimas y protección a denunciantes.

 

Otra medida clave sería mejorar los sistemas institucionales; esto implica fortalecer (no debilitar) instituciones, tener funcionarios mejor capacitados. Y no podría faltar la participación de la sociedad y el empoderamiento ciudadano, a través de la educación cívica, para crear conciencia de que la corrupción es una práctica social y nos daña a todos. Habrá que tomar en cuenta que la corrupción no gusta de la división de poderes y le incomodan los contrapesos. Cuando el poder se concentra, se corrompe.

 

Por ser transversal a las anteriores medidas, mención aparte merece el uso de la tecnología. Implantar sistemas de gobierno electrónico con soluciones tecnológicas para automatizar procesos gubernamentales, donde menos decisiones dependan de una persona, sería un enorme avance. Usar, además, la tecnología blockchain con fines de transparencia y trazabilidad, haría una mancuerna formidable. Nada de esto es utópico. Se requiere voluntad política. Evaluar las propuestas de candidatas y candidatos a diferentes puestos de elección popular en función de su propuesta anticorrupción es un buen criterio para decidir el voto. Aun así, no le crean a quien prometa acabar con la corrupción en un periodo de Gobierno, es generacional. Acaso puede atenuarse.

 

Con aguda visión antropológica, Joseph Campbell, en una provocadora conversación con Bill Moyers, documentada en el libro "El poder del mito", argumenta que, aunque la tecnología ha cambiado drásticamente la forma en que vivimos y nos relacionamos, dándonos un enorme poder -casi mítico- sobre el mundo natural, no puede llenar el vacío espiritual o incluso responder los cuestionamientos humanos sobre el propósito y el significado de la vida. Textualmente afirma "... la tecnología no nos salvará. Nuestras computadoras, nuestras herramientas, nuestras máquinas no son suficientes". Habrá que considerar que, si bien, implantar sistemas tecnológicos anticorrupción sería un enorme avance en México, no todo debe quedar en manos de un sistema.

 

La construcción (y el fortalecimiento) del ciudadano es central para una mejor sociedad. Ser ciudadano no debería ser sinónimo de habitante, o un estatus migratorio o vivir en la ciudad. Debería ser un sustantivo para referirnos a la persona capaz de renunciar al beneficio de la corrupción, capaz de ver más allá de ventajas individuales, capaz de renunciar a prácticas sociales nocivas, en aras de un mejor país para ella o él y sus descendientes. Paralelo al uso de la tecnología debemos pensar con visión de campesino: necesitamos sembrar hoy los gobernantes del futuro, aceptando la máxima de que no tenemos el Gobierno que merecemos, tenemos el Gobierno que somos.

 

Auguro que, en el último día de Gobierno del Presidente López Obrador, será doloroso y certero parafrasear a Monterroso: Y al despertar, la corrupción seguía ahí.

 

Eduardo Caccia

 

 


domingo, abril 07, 2024

 

La degradación

Con frecuencia, AMLO presume los valores de las familias mexicanas. En la entrevista al programa "60 Minutes", dijo: "¿Sabes por qué no tenemos el consumo de drogas que tienes en Estados Unidos? Porque tenemos costumbres, tradiciones y no tenemos el problema de la desintegración de la familia". En el mismo sentido, a su candidata le gusta hablar de "la revolución de las conciencias", como si estuviéramos creando un país con mejores parámetros morales.

 

Pero más allá de la homilía diaria donde AMLO a veces enaltece nuestras supuestas fortalezas éticas, el foco en las políticas sociales son las transferencias en efectivo. No es la construcción de un Estado que promueva una vida más íntegra y segura, donde todos se comporten con apego a la ley y a ciertos valores fundamentales. El 94 por ciento de los homicidios dolosos queda impune. La tasa más alta la tiene Zacatecas con 97.6 por ciento.

 

El cinismo de los políticos es hoy mayor que antes. Ningún Presidente se había atrevido a designar a una ministra de la Suprema Corte sin tener la mayoría calificada en el Senado, y menos aún inexperta y sin conocimientos suficientes.

 

La violencia diaria en nuestro País evidencia una degradación moral creciente. A pesar de que los datos oficiales arrojan una disminución leve del homicidio, el actual será el sexenio con más homicidios dolosos en la historia del País y con un creciente número de desaparecidos. La prueba de la degradación es que la barbarie aparece con regularidad sin que cause ya mayor escándalo: una masacre en La Concordia, Chiapas; secuestros masivos en Sinaloa y Nuevo León, candidatos asesinados, un comerciante muerto en Cuautla por denunciar la extorsión... Y una sociedad que ni se impresiona ni reacciona.

 

Incluso en este clima de violencia sorprende la falta de empatía de los gobernantes con las víctimas. El secuestro de una niña en Taxco por la madre de la amiga que la invitó a su casa a jugar y el subsecuente linchamiento de la presunta culpable y sus dos hijos tiene como primera respuesta del secretario de Seguridad Pública municipal de Taxco una desatinada crítica a la madre: "Si yo como padre tengo un hijo, pues debo de vigilarlo, orientarlo, guiarlo. Aquí la mamá supuestamente dejó salir a su niña sin percatarse de las medidas de seguridad pertinentes".

 

AMLO no se ha reunido una sola vez con las madres buscadoras de sus familiares desaparecidos. Lo hizo con las Abuelas de Plaza de Mayo de Argentina. Sólo parece importarle cuando el Estado argentino desapareció personas, no cuando el mexicano es omiso y por ello desaparecen mujeres jóvenes por la infame trata sexual, u hombres jóvenes para ser reclutados por la fuerza para ser sicarios.

 

Después de que Xóchitl publicó un tuit solidarizándose con la familia de Camila, la niña asesinada en Taxco, arrancó una campaña en redes con la etiqueta "#repugnante", orquestada por los aliados de AMLO y su red de bots, que la acusaban de lucrar políticamente con el dolor: "Es #repugnante que toda tragedia que ocurre en el País, luego luego vuelan los buitres (políticos sobre todo de oposición) [y] quieran politizar todo y lucrar con la tragedia", se tuiteó.

 

Lo repugnante es que ante esta violencia la clase política no pueda ponerse de acuerdo en qué hacer para confrontarla. Hay ejemplos de que cuando un gobernante tiene la voluntad y convoca a la sociedad a enfrentar el crimen, se puede regresar a la paz, como en Coahuila.

 

Me gustaría ver esta discusión hoy en el debate. No sólo propuestas (no cuesta nada prometer), sino aceptar que tenemos problemas serios en la materia (dejando de buscar culpables) y ponernos, como país, a enfrentarlos. Esto va a requerir mucha energía y acompañamiento de toda la clase política y la sociedad con la futura Presidenta, así como cuantiosos recursos fiscales. Si no lo hacemos, el sexenio entrante será aún más violento y la degradación moral continuará.

 

Carlos Elizondo Mayer-Serra

 

 

 


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