lunes, mayo 17, 2010

 

Va pa'tras

Basta con ver la cara de los priistas en cualquier acto público. Basta con advertir las sonrisas compartidas, los rostros complacidos, los abrazos entusiastas. Están felices y se les nota; están rebosantes y no lo pueden ni lo quieren ocultar. Saben que vienen de vuelta, saben que están de regreso, saben que encuesta tras encuesta los coloca en el primer lugar de las preferencias en las elecciones estatales y cada vez más cerca de recuperar el control del gobierno federal. El PRI resurge, el PRI revive, el PRI resucita. Beneficiario del panismo incompetente y del perredismo autodestructivo, el Revolucionario Institucional está a un paso de alcanzar el picaporte de Los Pinos tan sólo dos sexenios después de haber sido expulsado de allí.

Para muchos mexicanos esta posibilidad no es motivo de insomnio ni de preocupación. Hablan del retorno del PRI como si fuera un síntoma más de la normalidad democrática. Un indicio más de la alternancia aplaudible. Un indicador positivo de la modernización que México ha alcanzado y que ya sería imposible revertir. "El país ya no es el mismo que el de 1988", advierten quienes no se sienten alarmados por la resurrección priista. "El PRI no podría gobernar de manera autoritaria como lo hizo alguna vez", sugieren quienes celebran los logros de la consolidación democrática. "Los priistas se verían obligados a instrumentar las reformas que hasta ahora han rechazado", auguran los oráculos del optimismo. Y ojalá tuvieran razón las voces de aquellos a quienes no les quita el sueño la posibilidad de ver a Enrique Peña Nieto en Los Pinos, Manlio Fabio Beltrones en la Secretaría de Gobernación, Beatriz Paredes en cualquier puesto del gabinete, y Emilio Gamboa en la presidencia del PRI.

Ojalá fuera cierto que una nueva era de presidencias priistas sería señal de alternancia saludable y no de regresión lamentable. Ojalá fuera verdad que tanto el país como el PRI han cambiado lo suficiente como para prevenir el resurgimiento de las peores prácticas del pasado. Pero cualquier análisis del priismo actual contradice ese pronóstico, basado más en lo que sus proponentes quisieran ver que en la realidad circundante. Como lo escribe el columnista Tom Friedman en The New York Times, en México hoy coexisten tres grupos: "Los Narcos, los No's y los NAFTA's": los capos, los beneficiarios del statu quo y los grupos sociales que anhelan el progreso y la modernización. Y hoy el PRI es, por definición, "El Partido del No". El que se opone a las reformas necesarias por los intereses rentistas que protege; el que rechaza las candidaturas ciudadanas por la rotación de élites que defiende; el que rehúye la modernización sindical por los "derechos adquiridos" que consagró; el que no quiere tocar a los monopolios porque fue responsable de su construcción. El PRI y sus bases son los "No's" porque constituyen la principal oposición a cualquier cambio que entrañaría abrir, privatizar, sacudir, confrontar, airear o remodelar el sistema que los priistas concibieron.

A quien no crea que esto es así, le sugiero que lea los discursos atávicos de Beatriz Paredes, que examine la oposición pueril de Enrique Peña Nieto a la reelección, que reflexione sobre los intereses cuestionables de Manlio Fabio Beltrones, que estudie los negocios multimillonarios de Emilio Gamboa, nuevo dirigente de la CNOP y próximo presidente del partido. Allí está el PRI clientelar, el PRI corporativo, el PRI corrupto, el PRI que realmente no cree en la participación ciudadana o en los contrapesos o en la rendición de cuentas o en la apertura de la vida sindical al escrutinio público. Si la biografía es microhistoria, entonces se vuelve indispensable desmenuzar la de Emilio Gamboa, ya que su selección reciente para una de las posiciones más importantes del priismo revela mucho sobre el ideario, los principios y el modus operandi de la organización. Emilio Gamboa, descrito en el libro coordinado por Jorge Zepeda Patterson, "Los intocables", como el broker emblemático de la política mexicana; el intermediario entre el dinero y el poder político. Vinculado al Pemexgate, al quebranto patrimonial en Fonatur, al crimen organizado vía su relación con Marcela Bodenstedt y el Cártel del Golfo, a las redes de pederastia, al tráfico de influencias. De nuevo en la punta del poder dentro de su propio partido.

Ése es el PRI del 2010, y si no lo fuera, su dirigencia ya habría denunciado a Emilio Gamboa junto a tantos que se le parecen. Pero no es así. El PRI del nuevo milenio y el que se apresta a gobernar a la República sigue siendo un club transexenal de corruptos acusados y corruptos exonerados; de cotos construidos sobre la intersección de la política y los negocios; de redes tejidas sobre el constante intercambio de favores y posiciones, negociadas a oscuras. En una conversación telefónica grabada y ampliamente diseminada -que a pesar de ello no ha hecho mella en su carrera política- Emilio Gamboa le dice a Kamel Nacif: "Va p'a tras". Y ése es el mismo mensaje que el PRI envía sobre el país bajo su mando.
 
Denise Dresser

 

Agrarismo

Alguna vez se reconocerán los graves daños que el llamado "agrarismo" causó a México. En nombre de la justicia social, el campo mexicano fue arrasado y los campesinos fueron convertidos en menores de edad o incapaces sujetos a tutela. De la férula de los hacendados pasaron a la peor férula del comisario o cacique político, y acabaron por depender en todo del Gobierno. Cuando éste no tuvo ya qué darles vino la emigración masiva de los hombres del campo hacia los Estados Unidos, y el consecuente abandono de sus tierras.
 
Ahora el fracaso del ejido es evidente. La política agraria que derivó de la llamada Revolución, copia de modelos extranjeros, trajo consigo el desplome total de la producción agrícola, que se ha salvado sólo por la acción de los pequeños propietarios. Hoy por hoy quienes todavía viven en el campo dependen de las dádivas de los gobiernos, y se inscriben, para poder sobrevivir, en una docena de programas que son en verdad sólo dispensadores de limosnas. De no ser por esas apresuradas donaciones y por las remesas que envían los paisanos que viven y trabajan en "el otro lado" ya se habría producido un estallido social de grandes proporciones.
 
Poco a poco las tierras pertenecientes a los ejidos están pasando otra vez a manos de particulares, una evidencia más del descomunal error que fue aquel experimento socializante que se llamó "agrarismo", fincado quizá en la buena fe, pero que no tomó en cuenta las circunstancias particulares de México y de los mexicanos...
 
Armando Fuentes Aguirre, Catón
 
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Yo nací y crecí en un ejido. Mis padres todavia viven en él, son ejidatarios y agricultores. Y todo lo que líneas arriba describe Catón es 100% cierto. El ejido fue lo peor que le pudo pasar a México, al menos la manera en que se manejó. El reparto de tierras estuvo bien, pero no la manera como se mantuvo a los campesinos, como menores de edad, durante décadas. Nunca pudieron llegar a ser "adultos" como pequeños empresarios, como agricultores de profesión. Sólo unos pocos lo lograron.
 
Pero muchos izquierdistas no lo quieren ver, viven en ciudades, leen libros, pero no conocen la realidad del campo mexicano. Hacen marchas gritando que "sin maíz no hay país" pero al mismo tiempo impiden transgénicos, piden precios mínimos para los productores, pero no quieren que suba el precio de la tortilla. Buscan la autosuficiencia alimentaria y no tienen ni idea de las condiciones climáticas y orográficas de México. Pero eso si, quieren que todo se resuelva via el presupuesto, aventando más dinero y manteniendo agricultores pobres, sobreviviendo de limosnas, pero que en elecciones votan.
 
Medítenlo.

sábado, mayo 08, 2010

 

Razones para Crecer

¿Existe algún límite al crecimiento económico? Este año en que México se perfila para tener uno de alrededor de entre 3 y 4 por ciento nos preguntamos por qué no crecemos más y más rápido.

Después de la caída de más del 7 por ciento que sufrió nuestra economía el año pasado, es difícil encontrar explicaciones sobre nuestra recuperación más allá del efecto rebote por la recesión vivida y la tenue recuperación de Estados Unidos.

Por ello es fundamental cuestionarnos en dónde se establecerán las bases de nuestro crecimiento. A nivel agregado podemos presenciar alguna expansión, pero necesitamos revisar lo que pasa en las familias, en las pequeñas empresas, en el accionar de los gobiernos locales, para encontrar la respuesta a qué tan serias son nuestras aspiraciones para crecer económicamente.

Estados Unidos ha fijado su crecimiento en los últimos años en la expansión de su consumo. Paradójicamente, a pesar de la crisis financiera del 2009 que impactó a todas las economías del mundo, aquel país ha mantenido "mágicamente" su senda de expansión en el consumo. Perdieron empleo e inversiones, pero no bajaron sus niveles de consumo de manera significativa.

Esto sólo es sostenible cuando el resto del mundo desea continuar dando crédito a los estadounidenses para mantener el consumo en esa dimensión y cuando no exista otra moneda con el respaldo real -y, si se quiere, místico- del dólar. No existe país en el mundo que no desee tener esa divisa, incluidos Cuba y Venezuela.

Con la debilidad registrada en la zona del euro a partir de la inminente crisis griega, esta capacidad de mantener el consumo se verá mermada, sin embargo, aún no se estima su impacto. Habrá que observar de qué manera Estados Unidos buscará mantener ese motor del crecimiento funcionando o si cambian de estrategia.

Ya apuntan a la idea de aumentar al doble del tamaño actual su capacidad exportadora de menos de 8 por ciento de su economía. Está por verse de qué instrumentos dispondrá ese país para tal fin, pues el abrumador nivel de consumo no permite una expansión exportadora tan fácilmente. Además, el mundo no parece estar listo, ni el crédito disponible, para comprar todo lo que Estados Unidos intente venderle.

La clave aquí estará en la innovación y el desarrollo del conocimiento que ayude a cumplir la demanda por nuevas formas de producción más eficientes, y de productos y servicios que necesite la población.

En México, el crecimiento económico se basa en la expansión de todos los elementos relacionados con el PIB en conjunto. Sin embargo, la relación entre consumo, inversión, gasto público y exportaciones es muy frágil. El aumento tan importante en el gasto público, por ejemplo, que intentó el Gobierno federal a principios del año pasado no ha sido un motor del crecimiento económico para el resto de la economía. Justificaciones abundan: lentitud, falta de prioridades, burocracia. Por ello debemos buscar otra forma de revolucionar el dinamismo económico.

En su libro "Salvando al Capitalismo de los Capitalistas", Raghuram Rajan y Luigi Zingales, profesores de economía de la Universidad de Chicago, argumentaban en el 2003 que para que funcionen los mercados de mejor forma es necesaria la existencia de una voluntad política que los apoye, no que se oponga a ellos.

En los últimos 30 años no ha existido una mejor forma de aumentar el crecimiento económico que liberalizando los mercados. Los países que han logrado duplicar su tamaño económico en una década lo han hecho merced a la apertura comercial. Pero esta decisión no ha sido aislada. Los exitosos lo han logrado con un liderazgo político cuyo ingrediente principal es la efectividad de las acciones del gobierno.

Esta efectividad se basa en favorecer un ambiente que permita altos niveles de inversión, ahorro, creación de empleos, competencia, movilidad de recursos, protección social, igualdad y calidad inclusiva.

También se requiere de una capacidad de transmitir confianza a la población, mucha paciencia para no alterar el rumbo por presiones sociales o de grupo temporales y un enfoque basado en el compromiso férreo por favorecer un crecimiento económico inclusivo. Esa meta es la que hoy en diferentes niveles de gobierno en México parece no estar presente.

Mientras el sector privado busca sobrevivir a la crisis financiera del año pasado, los gobiernos no han cambiado su postura clientelar y de pocos resultados. La arquitectura electoral de elecciones constantes hace desistir la voluntad política para establecer un gobierno que dé resultados y que ayude a los mercados a crecer y desarrollarse.

Razones para crecer sobran, voluntad de quienes deberían permitir el crecimiento económico, la libertad, la innovación y el desarrollo, no se ven por ningún lado.
Vidal Garza Cantú
vidalgarza@yahoo.com
 
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Demasiado populismo y demagogia, y poco o nada liberalismo y pragmatismo. Los políticos sólo buscan mantener el status quo, administrar la pobreza, para seguir pegados a la ubre del Erario. Por eso no hacen los cambios, las reformas que el país requiere. Y gastan millones de pesos (de nuestros impuestos) para propaganda que los justifique, así como mantener en la nómina a "intelectuales" y comentaristas que refuercen sus razones para no realizar los cambios. Medítenlo.

jueves, mayo 06, 2010

 

Tragedia griega

"Sólo hay dos tragedias en la vida: una es no obtener lo que uno quiere; la otra es obtenerlo".  Oscar Wilde
 
Ayer hubo protestas generalizadas en Grecia ante la inevitabilidad de que el Gobierno tome radicales medidas de austeridad. Tres personas murieron cuando un grupo de activistas prendió fuego con cocteles molotov a una sucursal bancaria.

Quienes participan en estas protestas piensan que el paquete de rescate de 110 mil millones de euros de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional es la causa de la crisis. La verdad es que esa línea de crédito representa una soga salvadora sin la cual el Gobierno griego tendría que recortar de forma todavía más rápida y radical su gasto.

La crisis financiera del 2008 y el 2009 no es la razón del desplome de Grecia. Lo único que hizo la crisis fue volver más difícil para el Gobierno obtener los créditos que le han permitido escapar durante años a las consecuencias de un mal manejo de la economía.

Grecia no sólo llegó a esta crisis con una deuda pública enorme, de 124 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en 2009 (México tiene menos de 40 por ciento) sino con un brutal déficit de presupuesto de más de 13 por ciento del PIB, el cual se traduce en más deuda pública cada año.

Para colmo, el Gobierno griego manipuló sus cifras oficiales para aparentar que su situación financiera no era tan desesperada. Esto ha hecho que las instituciones crediticias no tengan la confianza para seguir prestándole dinero. Si en enero el Gobierno griego debía pagar un rendimiento de 4 por ciento por sus bonos de deuda de dos años, el pasado mes de abril ya estaba cubriendo 16 por ciento. En este trágico mes de mayo, sin embargo, nadie quiere comprar bonos griegos por más alto que sea el rendimiento.

Otros países pueden tener un déficit de presupuesto elevado, como Estados Unidos, o una deuda pública muy alta, como Japón. Pero son países altamente productivos con los instrumentos para salir de sus problemas.

Grecia, en cambio, vive fundamentalmente del Gobierno. Durante años el país se ha acostumbrado a recibir subsidios de la Unión Europea y ha mantenido programas económicos que han privilegiado el empleo burocrático y castigado la inversión productiva. Grecia sigue siendo competitiva en turismo, pero en muy pocas actividades más.

Tradicionalmente los países que sufrían este tipo de desplome recurrían a las devaluaciones para darse una inyección artificial de competitividad. La depreciación de la moneda reducía el costo de la mano de obra local y esto permitía que sus empresas gozaran de una ventaja temporal frente a sus rivales externos.

Hoy Grecia ni siquiera puede recurrir a ese expediente. Desde hace años ha adoptado el euro como divisa. Esto le permitió gozar de tasas de interés muy bajas en los últimos años, pero hoy le impide devaluar. Salirse del euro, por otra parte, provocaría un desplome tal de la confianza y la inversión que la caída de la economía sería seguramente mayor a la que se registrará con el ajuste previsto, el cual tratará de bajar el déficit de presupuesto de 13.6 a 2.7 por ciento del PIB en tres años.

Grecia no tiene hoy más opción que despertar del sueño. Sus políticos pensaron que pertenecer a la Unión Europea y utilizar el euro le evitaban al país la molestia de competir. Los griegos tendrán ahora que reducir su nivel de vida y, sobre todo, aumentar su competitividad.

Ningún país del mundo puede vivir indefinidamente de la burocracia. Es muy importante que en México la lección también quede muy clara.

Sergio Sarmiento 
www.sergiosarmiento.com

 

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México ya pasó por lo que ahora esta pasando Grecia. Durante 12 años, de 1970 a 1982, los gobiernos populistas y demagogos del PRI, de Echeverría y López Portillo, endeudaron al país enormemente, aumentaron el déficit público mucho, y después vino la cruda. Se nacionalizaron muchas empresas, industrias completas, y la burocracia aumentó exponencialmente. Después se tuvieron que pagar los costos con una crisis que duró todo un sexenio.

 

Sin embargo aún no terminamos de pagar los malos manejos de la docena trágica. Aunque las finanzas públicas han mantenido un desempeño más o menos bueno en los últimos 20 años (salvo el descalabro de 1994-1995), el incremento en la burocracia que se dio desde los 70’s no se ha revertido. Al contrario, ha aumentado subsidiado por el petróleo. Pero eso no puede ser para siempre. Si no se logran las reformas estructurales, México caerá en una crisis muy severa como la de los 80’s que dure años. Muchos políticos no lo quieren aceptar (o no les conviene aceptarlo) y siguen proponiendo leyes y políticas de gobierno asistencialistas, populistas, aumentando el gasto. No hay lonche gratis, todo tiene un costo, y al final los que lo pagan, son los más pobres. Esos que los populistas dicen defender, pero en realidad sólo les administran la pobreza para conseguir votos.

 

Medítenlo.

 


domingo, mayo 02, 2010

 

No sueño con estadistas

Barack Obama es un político irracional. Sus objetivos no están enfocados en los próximos comicios, sino en el futuro de las siguientes generaciones. El político promedio define sus estrategias en función de los sondeos de opinión y los calendarios electorales.

Hace un año, en mayo de 2009, Obama tenía un nivel de aprobación del 66 por ciento (Gallup.com). La agresiva campaña del Partido Republicano y el ácido debate por la reforma al Sistema de Salud erosionaron la buena percepción del Presidente de Estados Unidos.

Hoy sus niveles de popularidad no llegan al 50 por ciento. Al ver el desplome en las encuestas, un político normal hubiera renunciado a sus afanes reformistas. Con una disciplinada obstinación, Obama destruyó sus números en las encuestas pero empujó a su partido para cambiar la inercia de la historia.

Una noche antes del voto definitivo sobre la reforma de Salud, Obama dio un discurso para motivar a los legisladores demócratas: "Muy de vez en cuando, viene un momento donde tenemos la oportunidad de reivindicar las mejores esperanzas que tenemos sobre nosotros mismos... No estamos destinados a ganar, pero estamos destinados a serle fiel a nuestros principios. No estamos destinados para el éxito, pero estamos destinados a dejar resplandecer la luz que llevamos dentro".

Esta pieza de oratoria tenía una misión clara: invitar a los demócratas a cometer un suicido político, a cambio de darle servicios médicos a más de 30 millones de estadounidenses. En noviembre habrá elecciones legislativas en Estados Unidos. Para varios congresistas demócratas, el voto a favor de la reforma de Salud ponía en grave peligro la viabilidad de su reelección. Obama les pedía a sus compañeros de partido sacrificar sus respectivas carreras para lograr avanzar la iniciativa.

El propio Presidente predicó con el ejemplo, su propia reelección en el 2012 luce más difícil a consecuencia del cambio en el régimen de Salud. Después de 13 meses de incesante debate, la reforma se aprobó en marzo pasado. Obama definió la aprobación como el triunfo del sentido común.

¿En México, qué partido o qué político está dispuesto a poner en riesgo su éxito electoral a cambio de defender el sentido común? Durante los últimos meses, las dos Cámaras del Congreso trabajaron arduamente en una serie de iniciativas claves para la vida nacional.

Entre otras, los senadores avanzaron una ley para regular las tareas policiales del Ejército, mientras que los diputados reformaron las normas para castigar a las prácticas monopólicas. Sin embargo, en un gesto de mutuo desdén, cada una de las Cámaras puso en el congelador las iniciativas que aprobó la otra. El periodo ordinario de sesiones terminó en abril. Estos pendientes legislativos guardarán polvo hasta el otoño. Mientras tanto, las Fuerzas Armadas seguirán arriesgando la vida en medio de la incertidumbre jurídica, y los monopolios más conspicuos continuarán ordeñando rentas a los consumidores mexicanos.

De acuerdo con las encuestas, los senadores y diputados tienen un grave déficit de respeto en la sociedad. Para contrarrestar su mala reputación, los legisladores contratan campañas publicitarias para recordar a los ciudadanos todo lo que hacen por nosotros. En lugar de pagar comerciales y slogans, los legisladores deberían hacer algo distinto para mejorar su reputación pública: ponerse a trabajar. ¿Era mucho pedir un periodo extraordinario de sesiones para darle la aprobación definitiva a las leyes de competencia y seguridad nacional?

No pido que le ganen a Obama en un concurso de oratoria. No le reclamo a la patria que por cada diputado nos regale un estadista. No tengo esperanza de que los senadores arriesguen sus carreras políticas por apegarse a sus convicciones. No sueño con que los políticos ignoren los números de las encuestas. Ni que los legisladores sostengan un debate por 13 meses seguidos. Sólo les pido un poco de sentido común y que trabajen a la par de los mexicanos que pagamos sus dietas con nuestros impuestos.

 

Juan E. Pardinas

 


 

País de personas

Al plantear la necesidad de "dejar de ser un país de caudillos para convertirnos en un país de instituciones", Plutarco Elías Calles esbozaba la problemática central del País. Desafortunadamente, visto en retrospectiva, la solución que encontró al construir al "sistema" político, y al partido como su figura central, no constituyó una solución duradera y ahora estamos pagando el costo.

Décadas de paz política y crecimiento económico no se pueden negar con una afirmación lapidaria como la del párrafo anterior. Pero, si analizamos el devenir del País a lo largo del periodo postrevolucionario, el resultado no es tan benigno como parecería a primera vista. No hay duda alguna de que entre el final de los 20 y los 60 el resultado fue espectacular bajo cualquier rasero. Sin embargo, el desempeño tanto económico como político a partir de mediados de los 60 ha sido patético. La economía ha crecido apenas poco más de 1 por ciento en promedio en términos per cápita en este periodo y las crisis que hemos presenciado -electorales, cambiarias, de legitimidad, guerrillas, asesinatos políticos, secuestros, narcos- revelan una realidad mucho menos benigna y promisoria.

El punto no es culpar o acusar, sino analizar los males que nos aquejan. El sistema que se construyó a partir de 1929 (y que, para todo fin práctico, sigue siendo el mismo) enfatizó la disciplina de las personas, misma que no logró con el desarrollo de instituciones fuertes y trascendentes, sino a través de una hegemonía cultural fundamentada en el mito revolucionario y, sobre todo, en el intercambio de lealtad y disciplina por beneficios en la forma de puestos y acceso a la corrupción. El sistema logró el control del País y de la población con medios igual benignos (como el crecimiento económico) que autoritarios, pero no logró, ni siquiera intentó, la construcción de un sistema institucionalizado de gobierno.

Si bien el sistema Callista erradicó el caudillismo, al menos a nivel presidencial, no logró que el País dejara de ser uno de personas en vez de instituciones. El sistema fue sumamente exitoso en crear una clase de operadores políticos competentes, responsables y capaces, expertos en resolver problemas, evitar crisis y salir, una y otra vez, del atolladero, pero no generó una capacidad de construir un país desarrollado. El contraste entre la endeble institucionalidad y la fortaleza de los individuos con habilidades políticas es notable, pero se trata de dos caras de una misma moneda.

Por supuesto, todos los países generan funcionarios y políticos competentes, pero lo excepcional en México es la poca institucionalidad que los caracteriza. El sistema generaba lealtades absolutas pero pasajeras y todas tenían su contraparte en la forma de beneficios personales: tan pronto acababa el sexenio desaparecía la lealtad. Como dicen respecto a la corona británica, "el rey ha muerto, viva el rey". Pero el rey en México es la persona: el político individual que vive de puesto en puesto, sobreviviendo y tratando de hacerse rico y poderoso en el camino. Aquí no hay instituciones -ni lealtades- que sobrevivan el sexenio. La problemática ha persistido en la era posterior al PRI. Entidades como el IFE, Transparencia y otras similares fueron construidas sin el cuidado de proteger su institucionalidad y son en extremo vulnerables frente al embate de intereses políticos personales y partidistas.

Los costos de esta realidad se pueden apreciar en todos los ámbitos, y más cuando se contrastan con otras naciones que, poco a poco, han ido rompiendo con la condena del subdesarrollo. Lo podemos ver en todo: en la necedad de cambiar todas las políticas públicas -como los impuestos- a cada rato; en un empresariado que, con unas cuantas excepciones, no tiene visión de largo plazo; en una infraestructura hecha para salir del paso (por ejemplo, Ciudad Juárez fue el lugar de mayor crecimiento económico y en el empleo entre 1980 y 2008, pero la inversión en infraestructura física ha sido ínfima); en la falta de atención al problema de producción petrolera; en una política educativa dedicada a satisfacer al sindicato y no a preparar al País, en particular a la niñez, para un mundo basado, cada vez más, en la capacidad creativa de las personas. Ejemplos sobran.

Tenemos poderes fácticos porque no existen instituciones con contrapesos efectivos que les obliguen a contribuir y apegarse a la ley, en lugar de expoliar. Las redes de intereses y privilegios se afianzan y multiplican porque no existen mecanismos institucionales, pesos y contrapesos, que los limiten y obliguen a apegarse a la legalidad. Las reglas del juego "reales" no son las mismas que las leyes escritas, y mientras exista una brecha entre ambas, la institucionalidad es imposible: todo depende de personas, con sus falibilidades, intereses y preferencias. El sistema político sigue siendo jerárquico, casi monárquico, y nunca desarrolló contrapesos efectivos ni mecanismos institucionales que le confieran la flexibilidad necesaria para poder adaptarse y responder ante retos crecientes. En una palabra, los incentivos que provoca nuestra realidad permiten a los operadores políticos chantajear y vulnerar a las instituciones.

El País depende de personas cuyos intereses y objetivos no son los del País. Lo que requerimos es un marco institucional que permita que florezcan la capacidad y habilidad de todos los individuos en todos los ámbitos de la vida: empresas, campo, política, profesiones y demás. Es decir, lo que requerimos es un arreglo entre todas las fuerzas y grupos políticos para que se definan los temas del poder y de los dineros, permitiendo con ello que el resto de la sociedad se pueda desarrollar. El tema no es de iniciativas de ley o políticas públicas que nadie respeta sino de la esencia del poder: cómo se va a legitimar e institucionalizar el sistema de gobierno para que pueda ser efectivo.

Arreglos de esta naturaleza surgen de tres tipos de circunstancias: un consenso que se traduce en pacto (como en España), una crisis que hace inevitable una respuesta (como en Alemania y Japón después de la guerra), o de un gran liderazgo que forja una transformación (como en Sudáfrica, Brasil o Singapur). No hay modelos perfectos, pero lo que es seguro es que el tren del pacto a la española nunca llegó a la estación mexicana. Tendrá que ser de alguna de las otras dos formas.

Luis Rubio 
www.cidac.org

 

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¿Quiénes son los conservadores de hoy que se oponen a los cambios estructurales que México necesita? ¿Quiénes son los que defienden los cotos de poder, los cacicazgos, los monopolios, los sindicatos sin democracia? Medítalo y actúa en consecuencia.

 


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