domingo, agosto 30, 2020

 

Costos y consecuencias

La democratización que ha experimentado el País en las últimas décadas trajo consecuencias no anticipadas con las que hay que lidiar porque la alternativa es absolutamente inaceptable. Quien gana una elección se siente libre de avanzar su agenda no sólo negando a la oposición, sino, como hoy, tildándola de enemiga.

 

En lugar de una democracia, hemos construido, o reproducido para el siglo XXI, la famosa frase de Cosío Villegas: una monarquía sexenal. En lugar de emplear la política para construir un futuro común, una interdependencia necesaria, se excluye y persigue toda visión y pensamiento crítico o disidente. Ésas son las formas de una dictadura y, cuando eso ocurre, deja de importar el signo o la persona a cargo: lo que importa es la realidad.

 

Muchos de los excesos del Gobierno actual, sobre todo su manera de destruir instituciones y obligar a sus contingentes legislativos a seguir instrucciones, como si fuesen meros empleadillos, son sin duda reacción visceral a los excesos -de forma o de fondo- de administraciones anteriores. Pero el hecho de que un Presidente se pueda exceder evidencia la enorme fragilidad de nuestro sistema de gobierno, que la pandemia no hecho sino magnificar.

 

Elaborar y modificar leyes en una democracia es la función elemental del Legislativo que, en la división de poderes, constituye un poder igual y un contrapeso. Sin embargo, como dice Santiago Kovadloff de Argentina, "nosotros modificamos mucho más la Constitución de lo que la cumplimos". En México es el Presidente quien manda, legisla, ejecuta y viola la constitución, pretendiendo que gobierna, cuando en realidad instruye y sojuzga.

 

Las naciones en que la palabra es única, una imposición, la reversión es igualmente veloz. Lo que el Presidente está haciendo con las reformas parte de la negación del tiempo y del cambio de circunstancias.

 

Sin duda, lo que ha hecho posible desmantelar las estructuras administrativas, políticas y regulatorias es la poca legitimidad de que gozaban; pero, al actuar de la misma manera -de hecho, de forma mucho más arbitraria porque ahora ni las formas se cuidan- el Presidente está sembrando las semillas del siguiente contraataque.

 

En lugar de construir y gobernar, la población, a la que trata como súbdita, acabará viendo y pensando al Gobierno actual como le ocurrió con todos los anteriores. Nadie, ni AMLO, puede desafiar la ley de la gravedad.

 

La interrogante clave es qué harán esos mismos legisladores y jueces cuando los errores y carencias de este Gobierno rebasen al Presidente y exijan respuestas ante los problemas cotidianos, de esos que la pandemia acumula a una velocidad superior al crecimiento en el número de muertos.

 

Si una constante tiene el sistema político mexicano es que el rey es rey, pero sólo mientras está ahí; en el momento en que eso cambia comienza el calvario. No hay ni un solo Presidente en esta era que no haya pasado por esa criba, aunque algunos la hayan librado mejor que otros. Atizar el fervor vengativo sólo eleva los momios.

 

La otra constante es una infinita incapacidad para reconocer lo previamente logrado y construir sobre ello. El pasado siempre fue malo y tiene que ser modificado porque los nuevos siempre son más inteligentes que los anteriores.

 

La arrogancia es tan grande que ciega a todos: un país de más de 120 millones de habitantes es mangoneado como si se tratase de un pueblo perdido en la mitad de Tabasco.

 

El problema es que, con todos los errores y corruptelas, México es una de las principales naciones del mundo y la ciudadanía, aunque ninguneada, tiene aspiraciones, a mejorar y salir adelante. Y, a la larga, siempre se impone. Ni cerrando a toda la prensa evitará que la información sea conocida.

 

Sin embargo, el panorama hacia adelante no es halagüeño. Negar el número de muertos, la profundidad de la recesión o el número de desempleados (los reales, no sólo los del IMSS) no hace sino contribuir a la profundización y alargamiento de las dos crisis simultáneas: la sanitaria y la económica. El Gobierno ignora a la ciudadanía, pero ésta no puede ignorar su realidad, esa que le pega directamente a su ingreso y a sus posibilidades de sobrevivir.

 

Urge revisar el contenido de nuestra democracia para hacer reingeniería en la forma de gobernar. La ausencia de un proceso de reforma al sistema político es lo que ha causado la subordinación del legislativo, la disfuncionalidad del llamado pacto federal y las excesivas atribuciones -reales y nominales- de esta Presidencia. La alternativa no es de un color atractivo.

 

Luis Rubio


 

Asistencialismo

Es difícil creer que AMLO compare el apoyar a los más pobres con el trato que se les da a las mascotas, pero no es una noticia falsa inventada por sus adversarios. El martes, tras decir que los conservadores votaron en contra de la pensión a adultos mayores, explicó que ellos inventaron "de que, en vez de darles el pescado, había que enseñarlos a pescar. [...] si no hay agua, si no hay pescado, ¿qué?, ¿que se mueran de hambre? ¿Qué?, no, si tiene uno una mascota, un gatito, un perrito, tan fieles, con tantos sentimientos, ¿qué?, ¿no lo cuida uno?, ¿no le da uno de comer? O le dice: 'A ver, vete tú a buscar tu comida, aprende'".

 

La izquierda fue crítica de Progresa, programa que inició con Zedillo, por ser asistencialista. Su objetivo no era enseñar a trabajar, como argumenta AMLO, pero tampoco mero reparto clientelar. Buscaba mejorar la salud y educación de los mexicanos a través de incentivar el que los padres de familia llevaran a sus hijos a la escuela y al centro de salud y, a través de un pago diferenciado, apoyaba más a las niñas.

 

La izquierda se oponía por razones ideológicas: no se trataba de repartir de forma condicionada, sino de crear bienes públicos para todos. Había también una preocupación política: el reparto genera redes clientelares que favorecen electoralmente a quien reparte.

 

Para tratar de evitarlas, la oposición logró imponer reglas para prohibir el vincular directamente una transferencia de recursos públicos con el gobernante. Por ello, cuando este gobierno mandó créditos del IMSS a nombre de AMLO, el TEPJF argumentó que la Constitución prohíbe "que los servidores públicos utilicen propaganda gubernamental resaltando su nombre, imagen y logros, para hacer promoción personalizada con o sin recursos públicos".

 

A los gobiernos les encanta repartir dinero porque la gente lo agradece. A pesar de un desastroso manejo de la pandemia en Brasil, la popularidad de Bolsonaro está subiendo por las transferencias a los más pobres, como el reparto de 600 reales mensuales (unos 115 dólares) a 66 millones de brasileños que han perdido sus ingresos por la pandemia.

 

La apuesta de AMLO para el 2021 parte de dos premisas. La primera es distraer de la desastrosa realidad: los muertos por Covid-19, los 100 homicidios diarios y la caída histórica de la economía. Esta semana tocó de show la consulta ciudadana para juzgar a los ex presidentes.

 

La segunda y crucial es su conexión con los más pobres a través de sus políticas asistencialistas. AMLO como candidato en el 2018 criticaba "la política social asistencialista basada en la focalización y asignación de subsidios condicionados" porque el número de pobres seguía creciendo.

 

Ahora no son focalizadas y el nombre de cada programa trae el sello de AMLO, para que quede claro quién envía los recursos. Datos de John Scott muestran que las transferencias directas pasaron de 168 mil millones de pesos en el 2018 a 360 mil millones para 2020. https://bit.ly/2G1Uprz

 

El dinero lo distribuyen los llamados Servidores de la Nación, una red de activistas de Morena contratados antes de asumir la Presidencia para levantar el padrón de beneficiarios portando unos chalecos que los identificaban como simpatizantes de AMLO. Cero intermediarios, AMLO presume, pero los padrones no son públicos y todo está diseñado para que quede claro que el dinero viene de él.

 

Así como las mascotas son agradecidas con el amo, AMLO espera que sus beneficiarios lo sean por su ilimitada generosidad. Cree que le perdonarán el deterioro de los pocos bienes públicos que recibían, como el sistema hospitalario, donde faltan aún más medicamentos que antes; o que ya los eliminaron, como las estancias infantiles.

 

Lo triste es que cada vez tendremos más pobres. ¿O por eso le cayó la pandemia "como anillo al dedo"? Cada día que pasa, AMLO tendrá más clientes para su política social asistencialista.

 

Carlos Elizondo Mayer-Serra


 

Manipulación simbólica

Inicia así: "El cambio verdadero del país comienza por cambiar (sic) la forma tradicional de intervenir en los asuntos públicos". Se trata de la "Declaración de principios de Morena", un documento que consigna muy buenas intenciones. El problema, sin embargo, con la mayoría de los políticos es que una cosa es lo que comunica su fachada (léase promesas, declaraciones, postulados, principios) y otra lo que sucede en realidad. En el escenario gobiernan los actores (el sustantivo es preciso), tras bambalinas las personas, sin máscara ni maquillaje.

 

Quienes llegan con renovados bríos al poder argumentan que no serán como sus antecesores que... y viene una letanía de fechorías y mañas que, según los nuevos, se acabaron, ¡no más! La evidencia muestra que parece haber una competencia por demostrar quién es peor, o quién es más cínico. Ejemplo: calificar de corrupción cuando otros reciben dinero al margen de la ley, y de "aportación" cuando lo reciben los de casa.

 

El PRI se apropió de los colores de la bandera de México, vil madruguete, abuso sin fisuras legales (las leyes las hicieron ellos) tan primitivo y eficaz como su discurso político en campaña durante años: "Vota así" junto a una equis negra sobre su emblema partidista. La oposición, naturalmente, quiso que el partido dominante cambiara sus colores, no pudo. Ahora vemos al gobierno de la Ciudad de México usando, para las festividades patrias de septiembre, el águila juarista, un símbolo asociado a Morena. ¿Es ilegal? No, tal como ha declarado la jefa de Gobierno, no es parte del escudo del partido Morena y lo usa como "una recuperación de la memoria histórica". Además, la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales no lo prohíbe; regula, sí, el uso del Escudo Nacional, pero el águila juarista no es tal.

 

Se trata, sin embargo, de una mañosa apropiación simbólica que aprovecha lagunas en la ley, pues ésta debería limitar el uso de escudos nacionales con fines de recuperación histórica en los casos en los que pudiera crear competencia con el Escudo Nacional o al haber elementos que supongan la intención de hacer proselitismo. Ciertamente el águila juarista no es parte oficial del partido en el poder, pero sí uno de los símbolos que Morena y su líder de facto han usado. Las mismas mañas priistas.

 

Los símbolos nos ayudan a retener imágenes y por lo tanto a disparar narrativas al asociarlas con significados que emanan de ellos. Por ello, un símbolo nunca es nada más un símbolo, es un catálogo de significados en cascada.

 

Los símbolos nos ayudan a adoctrinar, reafirmar nuestra identidad, nuestras creencias y hasta a proyectar aquello que anhelamos.

 

López Obrador (no quien recibió el dinero en el video recientemente exhibido, sino el que se benefició de la "aportación") es un maestro para usar símbolos de persuasión. No es casual que su formación política haya iniciado, sí, en el PRI. En su caso, hay una tendencia muy marcada por el uso de símbolos religiosos. En varias imágenes donde es retratado comiendo en fondas, detrás de él hay "casualmente" una imagen de la Virgen de Guadalupe, símbolo de veneración nacional para millones de mexicanos, y acaso el primer antecedente de manipulación simbólica durante la Conquista, extraordinaria maniobra que suplantó a Tonantzin por la Virgen morena. ¿Morena?, bueno, en política, y menos para alguien tan astuto como AMLO, nada es casualidad. ¿El día de su registro como precandidato presidencial? 12 de diciembre.

 

El color que usa el gobierno de México es, ¡qué coincidencia!, el mismo de Morena. En sus anuncios promocionales del Segundo Informe de Gobierno, AMLO se apoya en símbolos religiosos; dice: "el Papa Francisco ha dicho que ayudar a los pobres no es comunismo, es el centro del Evangelio". Constantemente vemos el uso (y abuso) de símbolos religiosos y mensajes plagados de citas bíblicas a conveniencia. Justo es mencionar que Vicente Fox también usó símbolos religiosos, rompiendo el principio del Estado laico; empero, el de Guanajuato no llegó al extremo del cinismo como el tabasqueño: pretender emular a Benito Juárez, uniendo de nuevo Iglesia y Estado, entidades que separó el oaxaqueño. Un absurdo.

 

Diferentes actores, mismo guión. No les faltan aplausos. Mientras llegan al poder son comedia; cuando gobiernan, tragedia.

 

Eduardo Caccia


viernes, agosto 28, 2020

 

Pobrismo cristiano

Pobrismo cristiano

"Vended vuestros bienes y repartid el producto entre los necesitados". Jesús (Lucas 12:33)

 

Uno pensaría que solo un político conservador recurriría a la figura del papa y citaría el Evangelio para defender sus estrategias. Y quizá sea cierto. El presidente López Obrador lo ha hecho en uno de los videos con los que se está promoviendo en vísperas del segundo informe:

 

"Tenemos nuestra conciencia tranquila -dijo- y la dicha enorme de ayudarle a la gente humilde, a los más necesitados, a los desposeídos. Los conservadores sostienen de que [sic] estamos llevando al país al comunismo. El papa Francisco ha dicho que ayudar a los pobres no es comunismo. Es el centro del Evangelio. Es para decirles: ¡tengan para que aprendan!".

 

Ni el papa Francisco ni la Iglesia Católica ni el Evangelio son precisamente baluartes del pensamiento liberal. Tampoco el Presidente, aunque al parecer no se ha dado cuenta. El liberalismo es, después de todo, la "actitud que propugna la libertad y la tolerancia en la vida de la sociedad" o "la doctrina política que postula la libertad individual en lo político y la iniciativa privada en lo económico y cultural" (Diccionario, Real Academia), exactamente lo contrario a lo que él pregona.

 

Es claro que López Obrador no está llevando al país al comunismo. Su filosofía es mucho más confusa. Defiende en general ideas conservadoras e impulsa una visión moralista de la sociedad. Es también un firme creyente del asistencialismo y de lo que el filósofo liberal español Antonio Escohotado ha llamado el "pobrismo cristiano".

 

En su obra monumental Los enemigos del comercio: una historia moral de la propiedad, Escohotado sostiene que el comercio y la propiedad han sido las fuerzas que han permitido la liberación y la prosperidad de la humanidad. Atribuye el inicio de la animadversión hacia el comercio a los profetas Daniel e Isaías, quienes plantearon por primera vez que el comercio es un robo. La idea se fortaleció con la secta de los esenios, a la que pertenecía Juan Bautista, y evolucionó hacia Jesús y el pobrismo cristiano.

 

El pobrismo cristiano atacó las actividades comerciales y el crédito, que equiparó a la usura. Veía a la pobreza como una forma de santidad. "Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de los cielos" (Mateo 19:24). Por eso Jesús expulsó a los mercaderes del templo y por eso predicó "Bienaventurados los pobres, porque de ellos será el reino de los cielos" (Lucas 6:20).

 

Ni los griegos ni los romanos de la antigüedad rechazaron el comercio o la prosperidad, pero para los primeros cristianos eran símbolos de perversión. Al llegar al poder cerraron el comercio y el crédito, y produjeron el largo periodo de estancamiento económico y cultural del Medievo.

 

Cuando Europa, maravillada por la prosperidad de los reinos de Oriente, dejó atrás las restricciones económicas, empezaron a surgir la apertura y la prosperidad del Renacimiento, que daría lugar a la Ilustración y después a la libre empresa. Desde entonces hemos vivido el periodo de mayor prosperidad en la historia.

 

López Obrador defiende las tesis conservadoras y el pobrismo cristiano. Prefiere mantener pobres a los pobres, regalar pescado antes que enseñar a pescar. Yeidckol Polevnsky, una alta sacerdotisa de su secta, lo explica: "Cuando sacas a gente de la pobreza, y llegan a clase media, se les olvida de dónde vienen, porque la gente piensa como vive, entonces cuando llegan a clase media se les olvida de dónde vienen y quién los sacó".

 

· NO INVESTIGAR

Eleazar Rubio Aldarán, diputado local de Morena en la Ciudad de México, presentó una iniciativa para convertir nuevamente la difamación en un delito. Argumentó que la labor de los periodistas "es exclusiva de informar, no realizar investigaciones o diligencias para resolver una carpeta de investigación".

 

Sergio Sarmiento


lunes, agosto 24, 2020

 

Derrumbe

A fines de 1999, Cuauhtémoc Cárdenas dejó el Gobierno del DF para competir en la elección presidencial de 2000. Como usted posiblemente sabe, este columnista formó parte de su gobierno, pero ya no fue invitado a la campaña presidencial. Se me solicitó ayudar a la nueva jefa de Gobierno, Rosario Robles. Aunque fui removido de mi oficina (que mi equipo había restaurado literalmente de las ruinas), seguí unas semanas colaborando, a la expectativa de que hubiese posibilidad de ayudar en lo que me correspondía: planeación. A inicios de 2000, sin embargo, lo que se me solicitó fue hacerme cargo del proyecto cien colonias, que consistía en repartir apoyos a las cien colonias más importantes para garantizar el triunfo del candidato del PRD a la Jefatura de Gobierno, un tal Andrés Manuel López Obrador.

 

Me tomé la libertad de informar a la jefa de Gobierno que eso era corrupción, porque se trataba de utilizar recursos públicos para beneficio de un candidato. Rosario no comprendía mi respuesta. Me insistió en que eso no era corrupción, porque no se robaban el dinero para ellos, sino que lo utilizaban para la causa política. Corrupción era robar, me decía; utilizar recursos públicos para la campaña no era nada parecido, era hacer política.

 

Preferí renunciar y alejarme desde entonces de esas actividades profesionales. Pero creo que vale la pena comentarlo ahora porque se ha hecho pública evidencia de cómo el presidente, el mismo Andrés Manuel López Obrador, no tiene empacho alguno en utilizar recursos, sin importar su procedencia, con tal de obtener el poder. Lo ha hecho toda la vida: en su pleito con Madrazo en 1994, en su campaña de 2000 a la Jefatura de Gobierno (como atestigüé), en la de 2006, de 2012 y de 2018. No le ha importado si ese dinero viene de gobiernos locales, de empresarios, sindicatos, o de cualquier otra fuente, con tal de que le sirva para avanzar en su camino.

 

Sin embargo, siempre ha insistido en que es honesto, porque vive en esa extraña dimensión en la que vivía Rosario: lo que se toma para la acción política no es corrupción, corrupción es robar para uno mismo. Por eso López Obrador insiste en que es honesto, porque (casi) no toma nada para él mismo. Aunque vivió doce años sin ingresos, pero nunca sin camionetas, guaruras, secretarios y apoyos, eso no es corrupción (en su lógica), porque se trata de trabajo político. No le parece corrupción haberse hecho de departamentos para cada uno de sus tres hijos, ni un rancho para pasar su vejez, porque eso es razonable para alguien que ha dedicado su vida a la lucha política. La Revolución le ha hecho justicia, pues, y eso no puede considerarse corrupción.

 

En su afán de distraer a los mexicanos de la trágica actuación de su gobierno frente a la pandemia y de la severa contracción económica, decidió traer a Emilio Lozoya para embarrar a todos sus adversarios. Se trataba de mostrar que todos, salvo él, son corruptos. La respuesta ha sido contundente: él también lo es. Su hermano y su asesor más cercano se dedicaron a recaudar para él, siempre con su conocimiento, siempre por encima de la ley. Es un corrupto en toda la línea.

 

Lo grave del asunto es que eso era lo único que le quedaba. Ya nos había demostrado que no tiene idea alguna de cómo gobernar. Ya destruyó la economía, la administración pública, ya polarizó al país, ya fracasó en materia de seguridad. Insistía en que la gran diferencia de su gobierno era que no había corrupción. Esto ya no puede sostenerse. No sólo hay evidencia abundante de cómo se está saqueando el erario en este gobierno. Hay evidencia ahora de que él mismo es un corrupto. No hay más.

 

Macario Schettino


domingo, agosto 23, 2020

 

No es casualidad

"Los reportes sobre mi muerte han sido altamente exagerados", afirmó Mark Twain. Lo mismo se puede decir sobre el capitalismo.

 

Desde 2008 innumerables políticos, estudiosos y opinadores han asegurado que el capitalismo quedó moribundo; 12 años después, la pandemia ha desatado una nueva ola de protestas y Casandras. Pero el capitalismo sigue y seguirá porque, dice Francesco Boldizzoni, en "Foretelling the End of Capitalism: Intellectual Misadventures since Marx", éste responde a la naturaleza humana.

 

La página de internet de "Black Lives Matter", el inspirador de las protestas recientes, dice textualmente que su objetivo es "el desmantelamiento del imperialismo, capitalismo, supremacía blanca, patriarcado e instituciones estatales".

 

Los agitadores que han aparecido en México, además de emplear términos que no son típicos del País (lo que sugiere "tecnología" importada) no tienen una página en internet, pero sin duda comparten esos objetivos.

 

En lugar de buscar crear condiciones para la prosperidad de sus huestes, muchos grupos de Morena abiertamente hablan de crear un caos para avanzar hacia el paraíso chavista.

 

La paradoja es que el liberalismo, que históricamente ha sido complemento inexorable del capitalismo, es flexible y adaptable, en tanto que los protestantes son dogmáticos y en buena medida arrogantes. Me dirán que no puedo juzgar al movimiento, pero su naturaleza destructiva habla por sí misma. Los agitadores y quienes los siguen ciegamente difícilmente representan a la población.

 

Es evidente que la situación económica, el desempleo y meses de semiconfinamiento han exacerbado los ánimos, pero de ahí no se puede colegir que la población quiere destruir lo existente, por más que el statu quo requiera y merezca cambios fundamentales.

 

Quien quema o destruye un negocio ciertamente no está pensando en los desempleados o la lacerante recesión. Es vandalismo puro con objetivos ulteriores.

 

Dos libros recientes se abocan a la persistencia del capitalismo. Boldizzoni comienza con una frase lapidaria: "Estos días el mundo parece estar llegando a su fin con asombrosa regularidad". La gran recesión, Brexit, Trump, el apocalipsis climático, el coronavirus y lo que se acumule esta semana, son todos anuncios del irreversible e inevitable colapso del capitalismo. Pero las masas nunca parecen aprender la lección.

 

Boldizzoni realiza un valioso recorrido de la historia del capitalismo: para Rosa Luxemburgo lo relevante son las teorías de la implosión, donde el capitalismo se colapsa por el peso de sus contradicciones.

 

John Stuart Mill y Keynes plantean el agotamiento del capitalismo que conlleva a su muerte luego de haber creado una base de prosperidad. El recorrido concluye con Schumpeter, a quien le preocupa que el éxito del capitalismo en crear riqueza y prosperidad conduzca al abandono de la ética de trabajo que lo hizo exitoso.

 

El texto coloca al capitalismo en su justa dimensión: es tanto una "actividad añeja de la humanidad (producir y comerciar) como un sistema socioeconómico moderno basado en derechos de propiedad bien definidos y empleo asalariado".

 

Aunque el autor es crítico del capitalismo y habla en términos catastróficos, su argumento es, en esencia, que el capitalismo es inherente a la humanidad y eso explica su persistencia a lo largo de los siglos.

 

Thomas Philippon ("The Great Reversal") sigue una línea muy distinta. Su texto compara las economías de Europa y Estados Unidos, evaluando la capacidad de adaptación y flexibilidad de cada una de ellas.

 

Su observación es que los americanos tuvieron dos grandes momentos de innovación en los 80 (la desregulación de la aviación y el fin del monopolio telefónico), pero después fueron los europeos quienes lograron mayor competencia en sus economías. Su conclusión es que el éxito económico depende de la capacidad de adaptación para generar riqueza y ésta se mide esencialmente en términos de acceso al mercado, que el autor considera superior en Europa.

 

La lección para México es evidente: el País cuenta con, literalmente, millones de empresarios que luchan de sol a sol para construir su futuro, pero no acaban de crecer y consolidarse porque la formalización es tan onerosa que nunca llegan ahí. Lo fácil es perderse en las empresas grandes, pero lo trascendente es el enorme número de empresarios en potencia, limitados por requerimientos regulatorios y fiscales que con frecuencia resultan insalvables.

 

Estos libros muestran lo importante que es tener un Gobierno competente que crea condiciones para la prosperidad. Lamentablemente, al día de hoy, esto en México no es parte de la ecuación.

 

Luis Rubio


 

La Convención

La Convención Nacional Demócrata (CND) que terminó el 20 de agosto fue un espectáculo. No era para decir algo. El objetivo era cerrar filas en torno a su candidato, Joe Biden, y estimular a los insatisfechos con Trump a salir a votar en su contra. Cada minuto estuvo perfectamente programado.

 

El juicio a Lozoya es un espectáculo similar. Todo está diseñado para manchar y dividir a la oposición y hacerla menos interesante para quienes están en desacuerdo con el proyecto de AMLO. Es también un esfuerzo por galvanizar a los amlovers con una bandera atractiva en medio del desastre actual.

 

Como en la CND, lo importante del juicio contra Lozoya ya se decidió. Fue la negociación sobre qué diría y qué no. Lozoya se ha ido contra sus adversarios del gabinete peñista; y sumó a los adversarios de AMLO, por ello en la batería de acusados salpicaron hasta a Calderón y Salinas.

 

La filtrada denuncia de hechos de Lozoya no ha aportado pruebas y muchos de sus argumentos son absurdos. Odebrecht, por ejemplo, no tenía razón para financiar la reforma energética. Su mundo era el de los contratos otorgados por el gobierno, como los concedidos por Lozoya antes de la reforma. Oderbrecht ha confesado que los sobornos eran para eso.

 

La CND es un acto de propaganda. Para eso existe. Un proceso judicial debería ser otra cosa. Los montajes, como concluyó la Corte en el caso Florence Cassez, tienen un efecto corruptor sobre un proceso judicial.

 

Les tocará a los jueces determinar qué tiene valor judicial y qué son meros disparates. Pero desde el punto de vista político, el tribunal relevante es el de la opinión pública. Ahí, todos ya fueron expuestos y AMLO espera que hayan sido condenados.

 

Ha habido tanta corrupción en nuestra clase política que veremos más videos incriminatorios. Ya aparecieron los del hermano de AMLO recibiendo dinero para apoyar al movimiento. Dar y recibir dinero para fines electorales en efectivo, sin reportarlo, es un delito. Supongo vendrán más videos de todos los bandos.

 

Con el juicio de Lozoya, AMLO quiere mostrar tener voluntad política de confrontar al pasado corrupto. Me gustaría que realmente la tenga. Ello requiere procesos pulcros y la voluntad de aplicar la ley a todos, amigos y enemigos. Justicia es castigar a cualquiera que haya cometido un delito con una pena similar. El gobierno de AMLO presume el imponer una multa de 13.5 veces el contrato de 74 mil pesos que la revista Nexos ganó en una adjudicación en el 2018. Con ese rigor en todas la compras gubernamentales, podrían dejar de cobrar impuestos y dedicarse a multar contratistas.

 

Filtrar videos y denuncias penales es ilegal y no sirve para erradicar la corrupción. Esto requiere un proceso judicial creíble e instituciones robustas para prevenirla. A AMLO no le interesan las instituciones fuertes. Hoy se pueden estar dando todo tipo de pagos a través de contratos públicos sin licitación, ¿quién lo puede saber? A pesar de la promesa explícita de AMLO de que no habría más asignaciones directas, éstas son más frecuentes que antes.

 

El escándalo mediático, incluso el de su propio hermano, sirve para enterrar las cifras de muertes por la pandemia y de más de un millón de empleos formales perdidos. También le permite a AMLO avanzar en su propia agenda.

 

El mismo día que se difundieron las declaraciones de Lozoya, se anunció que la CFE había aceptado regresar a las antiguas reglas para el retiro de sus empleados: nuevamente una mujer, sin importar la edad, se jubilará a los 25 años de servicio, y los hombres, si tienen más de 55 años y 25 años de servicio, o a los 30 de servicio sin importar la edad. No están claros los detalles, pero implica un alto costo para CFE.

 

Probablemente vendrá ahora un regalo similar a los trabajadores de Pemex que debilitará aún más sus precarias finanzas. Nos tocará a todos pagar los platos rotos. Mientras, estábamos entretenidos leyendo la denuncia de hechos de Lozoya.

 

Carlos Elizondo Mayer-Serra


lunes, agosto 17, 2020

 

Cifras negras

México está peleado con las cifras. Por algún motivo vivimos en una histórica inexactitud o ignorancia de muchos datos. Desde las víctimas del 68, los muertos en el terremoto del 85 o simplemente cuántos maestros hay en la nómina de la SEP. En los congresos médicos nacionales se suele escuchar la frase: "En México no hay estadísticas confiables". Hasta la segunda semana de marzo, por ejemplo, el gobierno federal desconocía cuántos ventiladores existían en los hospitales del país y en qué estado se encontraban.

 

Hoy, cuando vivimos la peor crisis sanitaria que se recuerde, las cifras reales de contagios y muertes por Covid-19, simplemente son inciertas.

 

Nuestra ignorancia numérica se acrecentó con la llegada de la 4T; y es que su ideología está peleada con objetivos, metas, indicadores de desempeño y todo aquello que huela a planeación estratégica. Números alegres, ocurrencias, hipérbolas o simplemente el primer número que les viene a la mente. Lo vemos en el manejo del presupuesto, así como en los programas sociales, donde aparentemente no nos duele.

 

En esta pandemia, sin embargo, los enfermos y los muertos sí duelen y no sabemos cuántos son.

 

Comenzó con la necedad y fantasía de una "epidemia lenta y prolongada", donde el objetivo era que "no se vieran las escenas de Europa", aquí sí habría camas disponibles. Sin embargo ¿cuántos pacientes se preveían? ¿Hasta cuántos contagiados consideraríamos exitosa la estrategia? Nunca se dijo.

 

Para medir se utilizó un modelo erróneo para una enfermedad equivocada y las cuentas no salían. Nos preguntamos por qué los contagios avanzaban más rápido en ciudades al norte de la frontera que en sus contrapartes mexicanas y la respuesta fue que en México, "somos diferentes". En abril, un Dr. López-Gatell acorralado por Richard Ensor, tuvo que admitir que la cifra negra de contagios se desconocía, porque el modelo Centinela no era la herramienta adecuada. La Covid-19 no es influenza y México podría tener ocho veces más contagios de los oficialmente reportados.

 

La tozudez de no hacer pruebas ha sido una constante que nos quitó visibilidad. Al no saber quién está contagiado estamos volando a ciegas; sin embargo, López-Gatell insiste en que hacerlas no cambia su estrategia porque no cambiaría la curva epidemiológica. López-Gatell trabaja para su hoja de Excel y sus barras PowerPoint, no para evitar contagios. Su objetivo nunca ha sido salvar vidas.

 

México comenzó a acumular fallecimientos. En menos de un semestre, de acuerdo con las cifras oficiales, la Covid-19 se convirtió en la cuarta causa de muerte en el país, sobrepasamos 55 mil fallecimientos y llegamos al tercer lugar en el ranking de mortalidad mundial, con una letalidad del 11%, muy por encima de la media en el planeta. El escenario empeoró cuando el New York Times y otros analistas nos dieron un baño de realidad: las cifras de muertes podrían ser tres o cuatro veces mayores y México podría tener ya, más de 160 mil fallecimientos.

 

Aun así, el gobierno federal no ha cambiado su estrategia y hoy la pregunta es: ¿cuál es una cifra aceptable de muertos?

 

Buscaron repartir culpas y por un momento, los mismos pacientes fueron acusados por su estilo de vida irresponsable. Al señalar a los alimentos de alto contenido calórico, otra vez se desconocen cifras: ¿Cuál es el índice de masa corporal de los fallecidos? ¿Cuántos refrescos consumían al día? Imposible saberlo ya que nunca se preguntó; vaya, ni siquiera hay un formato de captura para ello. Viendo al futuro, esta falta de datos hará imposible predecir la magnitud de las secuelas.

 

En México la gente desconfía de las cifras de la pandemia. Cada número que se reporta se recibe con suspicacia, si no es que con burla.

 

Las autoridades ya han perdido la credibilidad.

 

Xavier Tello

El autor es médico cirujano y analista en políticas de salud. @StratCons

 


domingo, agosto 16, 2020

 

Progresar

¿Qué es primero, el huevo o la gallina? El eterno acertijo tanto en la ciencia como en la vida cotidiana nunca se resuelve, pero lo trascendente, dice Matt Ridley en su nuevo libro sobre innovación, es cómo piensa uno al respecto.

 

La teoría de la evolución ejemplifica el punto de manera nítida: la evolución no nos dice nada sobre la existencia de un ser superior, pero prueba que si éste de hecho existe, no tiene, o aborrece, la planeación central.

 

La evolución no sigue un patrón predecible, pero estudiarla permite tener una perspectiva distinta sobre las cosas y eso, afirma Alan Kay, tiene un valor superior: "Un cambio de perspectiva vale ochenta puntos de IQ". Si queremos salir rápido de la pandemia, la receta es crear condiciones para que florezca la innovación.

 

En "Como Funciona la Innovación. Por qué Florece en Libertad", Ridley insiste en ver más allá de las explicaciones evidentes y propone que al adoptar una manera creativa de resolver problemas disminuye el dogmatismo, especialmente cuando uno reconoce que puede haber más de una solución a un determinado problema y que cometer errores es parte del proceso y no un fracaso.

 

"La innovación es hija de la libertad y madre de la prosperidad". Éste es el corazón de su argumento: el progreso no se puede planear; al revés, la innovación es siempre disruptiva. "La innovación es evidente en retrospectiva, pero es imposible de predecir". Esto porque el proceso que produce la innovación no es lineal y siempre involucra errores y aciertos que, en conjunto, avanzan el conocimiento.

 

Subestimar la creatividad y las habilidades de las personas que actúan de manera voluntaria y sin coerción es el error más típico de las burocracias que pretenden avanzar la ciencia, el conocimiento y la tecnología por diseño y planeación central.

 

El factor clave es que nadie puede anticipar, planear o predestinar el curso del avance del conocimiento. "Es fundamental no subestimar el autoengaño y la corrupción por causas nobles: la tendencia a creer que una buena causa justifica cualquier medio". Esto es tan válido para la ciencia como lo es para la energía y el crecimiento económico.

 

El progreso no comienza en el laboratorio universitario: son los cambios e innovaciones que tienen lugar en las fábricas, talleres y oficinas los que luego son racionalizados y codificados por académicos, dándole sentido a sus propios estudios.

 

Darwin buscaba proactivamente la asesoría de criadores de palomas y caballos porque ellos entendían, de manera práctica, lo que luego Darwin llamaría "selección natural".

 

Casi siempre se concibe al empresario como un mero ser avaro sin interés más allá del dinero, cuando la empresa es el mecanismo de solución de problemas más exitoso que jamás se haya creado. "La innovación no es un fenómeno individual, sino un fenómeno de redes, colectivo, incremental y desordenado".

 

El factor de "desorden" parece ser crucial en el proceso de innovación. La noción de una "red desordenada" que produce un nuevo orden me parece fascinante porque no puede ser anticipada o planeada: es desordenada en el sentido en que depende de prueba y error, de falsos comienzos que van cobrando forma a base de experimentar. Se aprende haciendo, con la creatividad que permite y promueve la inspiración humana para lograr beneficios para la colectividad.

 

El subtítulo del libro resume todo su argumento: se progresa en libertad y se avanza probando alternativas y fracasando con frecuencia. Muchas cosas se entienden sólo en retrospectiva y rara vez hay un factor que resulta determinante en el resultado.

 

No hay momentos "eureka" que resuelven todo. El progreso requiere un entorno de libertad y condiciones que favorezcan la creatividad: una mezcla de políticas públicas y marco legal que promuevan mercados eficientes y permitan trabajar. La propuesta de Ridley no es un paraíso para la burocracia.

 

Los gobernantes y burócratas siempre creen que sus intenciones son resultados, que con sólo desearlo se va a lograr una transformación integral.

 

Ridley demuestra convincentemente que el progreso no se puede planear, sino que éste ocurre cuando existen condiciones propicias para ello, la más importante de las cuales es la libertad para pensar y actuar. Y esto nunca ha sido más cierto que en este momento de terrible recesión.

 

Conacyt , la SEP y el Gobierno se beneficiarían mucho de entender cómo es que avanza el mundo porque de lo que hagan y, sobre todo, lo que impidan, dependerá el futuro del País.

 

Luis Rubio


 

Camas libres

En 1987 Paul O'Neill fue nombrado director general de Alcoa, el mayor productor de aluminio de Estados Unidos. En su primera reunión con los analistas financieros anunció que su meta sería reducir los accidentes laborales.

 

Los analistas se alarmaron. ¿Habían contratado a un hippie? Para nada. Era el objetivo correcto. El director de cada planta debía encontrar, junto con sus trabajadores, la forma óptima para disminuir los accidentes. Por medio de esos diálogos descubrieron muchas otras mejoras operativas. Los accidentes disminuyeron, aumentó la productividad y la compañía incrementó sus utilidades.

 

El objetivo central de la estrategia de nuestro gobierno frente al coronavirus ha sido tener camas libres en los hospitales. Lo han dicho tanto López-Gatell como AMLO.

 

Tener camas era un paso indispensable para poder atender a los enfermos, pero como objetivo central ha llevado a varias perversiones. Si el director de una institución sabe que lo van a calificar en función de las camas disponibles, tenderá a dificultar la admisión de pacientes Covid. Son conocidas las historias de pacientes graves rechazados en varios hospitales. Acá algunos casos de horror: https://bit.ly/2XTPBe7

 

Otra perversión: los muertos liberan camas. La tasa de letalidad por coronavirus en los hospitales públicos es muy alta, en buena medida por los problemas operativos asociados con la improvisación. Hay médicos que tomaron un breve curso para aprender a intubar. El resultado: los pulmones de los pacientes estallan por exceso de presión. Si un paciente muere después de dos días intubado, por negligencia médica o porque llega demasiado tarde al hospital, ocupa la cama menos tiempo que uno bien tratado, el cual puede requerir semanas de uso de ventilador para recuperarse. Este video del doctor Francisco Moreno es muy útil: https://bit.ly/340fTPG

 

Ante las historias de alta mortandad y el aislamiento al que son sometidos los pacientes ingresados, muchos enfermos no van a un hospital. Mueren en casa. No hay una estrategia para promover que vayan pronto al hospital. Al contrario, al arranque de la pandemia se pidió que no acudieran innecesariamente a ellos si no tenían factores de riesgo. No ha cambiado el discurso, aunque se sabe la alta mortandad de quienes llegan enfermos de gravedad.

 

El sistema de salud cumplió con el objetivo planteado: hay camas libres. Pero los 6 mil muertos totales estimados por López-Gatell el 4 de mayo son hoy casi 60 mil muertos. Son los muertos de un escenario "muy catastrófico", como lo llamaba López-Gatell el 4 de junio. Esto con los datos oficiales, porque hay un grotesco subreporte.

 

Si el objetivo del gobierno hubiera sido minimizar el número de muertos y evaluar a los hospitales en función de su tasa de mortandad, toda la energía del sistema de salud se hubiera dirigido a lograrlo y habríamos tenido menos fallecimientos. En el camino se habría avanzado en mejorar el sistema.

 

Con sus decenas de miles de muertos por coronavirus a cuestas, el gobierno se justifica con el sonsonete de que el sistema heredado estaba en una situación desastrosa y la población tiene obesidad. ¿No sabían esto en marzo, cuando llegó el coronavirus, tras 16 meses en el poder? Peor aún, optaron por desaparecer el Seguro Popular y poner en marcha el Insabi, el centralizador modelo escogido por el gobierno para darles salud a todos los mexicanos, tan bueno como el noruego... Se arrancó sin tener reglas de operación, es decir, nadie sabía qué le tocaba hacer. Siguen así.

 

A pesar de que López-Gatell falló en forma dramática en sus pronósticos, tiene asegurado su trabajo. El subsecretario cumplió con el objetivo: tener camas libres en los hospitales. Ahí están. O eso dicen. Las presumen mientras se siguen acumulando más muertos. Evitar fallecidos no ha sido el objetivo. Para ellos basta un minuto de silencio y un mes de luto.

 

Carlos Elizondo Mayer-Serra


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