lunes, septiembre 17, 2007

 

Soberbia Legislativa

Las reuniones y el ejercicio de gobierno entre el primer ministro y el parlamento inglés son apasionantes. La Gran Bretaña hace alarde de su madurez democrática enfrentando al Premier a las posturas y posicionamientos del parlamento británico en cada reunión.

Se puede ver al jefe de gobierno hablando de los programas y justificando cada actividad y al parlamento cuestionando y discutiendo cada punto. Destacan la defensa de la identidad y fortalezas de la unión, pero también la lucha de clases, todo reducido a un recinto. Es prácticamente raro ver que los parlamentarios aboguen por sus causas en la calle o fuera de ahí.

También es impensable que el primer ministro vaya a las audiencias sin estar preparado o que solicite tiempo para poder contestar a los planteamientos de los representantes de la sociedad de aquel país.

El ejercicio democrático así es. Escucha, delibera, analiza y propone. La secuencia cambia, pero la certeza de que es un proceso que se repite, alivia la tensión inherente de todo debate en este parlamento. No hay insultos, ni gritos, ni vituperios, mucho menos golpes o tomas de tribuna en el parlamento inglés.

El primer ministro sabe que su rendición de cuentas ante el parlamento es total. Escudriñar la acción pública es parte de la cultura democrática.

Pero el parlamento cuenta con apoyo de instituciones académicas y de investigación legislativa y presupuestal que constantemente proveen estudios y análisis para coadyuvar en la tarea de ambos poderes.

Certidumbre y legalidad, parecerían ser los dos elementos de aquella forma en la que interactúan el jefe de gobierno y el poder legislativo en su democracia.

La comparación, reconozco, no aplica al caso mexicano, dado nuestro sistema presidencialista y republicano. No obstante, la considero útil para contrastar el nivel del debate y la capacidad democrática de otras sociedades.

Valga la comparación, sin embargo, para analizar un hecho histórico en la vida democrática de nuestro país. El pluralismo en la cámara de diputados y el acotamiento presidencial.

Para ello vale la pena recordar los múltiples nombres con los que se bautizó al presidencialismo mexicano. De entre ellos está, por supuesto, el derivado de la obra de Enrique Krauze, "La Presidencia Imperial", obra en la que se destacaba la capacidad de México de resumir todo el poder durante seis años en una sola persona. El nuestro era un país con un Legislativo meramente de trámite a las leyes, políticas, caprichos y ocurrencias del poder centralizado del Presidente de México.

Sin embargo, desde hace 10 años que el Legislativo intenta, en pluralismo, ser un poder autónomo e independiente. Esto lo ha venido haciendo frente a un presidencialismo autoacotado en los últimos seis años.

Los resultados hasta ahora no nos arrojan una buena cosecha. A pesar de cambiar los "agricultores" del Congreso, muchos repiten brincando de cámara a cámara; parecería que los frutos de la autonomía legislativa no se han dado. Hoy estamos frente a la posibilidad de un Congreso secuestrado por un puñado de partidos políticos y alejado de sus representados, la ciudadanía y de los intereses del País.

Basta echar una mirada a las reformas que se han discutido sin éxito, o bien repasar la mini reforma electoral aprobada el jueves para comprender que el Congreso se está inflando en su soberbia para decidir sin analizar las consecuencias de sus actos.

Las medidas de reducir los montos de campañas y los tiempos, prohibir spots y el intento de acabar con la posibilidad de candidaturas ciudadanas (no aprobado afortunadamente), son todas parte de un proceso más amplio que debe discutirse sobre la reforma del Estado y que nos han querido vender hoy como tal nuestros orgullosos legisladores.

En esta semi reforma electoral no se toca el financiamiento de operación de los partidos políticos. Se les quita el de difusión, pero no se planteó una verdadera revisión de la manera tan poco transparente y mal administrada en la que los partidos se las gastan mes a mes con los recursos públicos, y no se diga en campaña.

La soberbia del Congreso se refleja en invitar a los actores de los medios de comunicación para no escucharlos y aprobar ese mismo día por la tarde noche lo que ya había resuelto.

Soberbia porque, si bien es valioso que se reduzcan los tiempos de campaña, nada se aprobó sobre la falta de exigencia a los partidos políticos para realmente ser representantes de los intereses de los ciudadanos y no de su grupo.

Estamos paradójicamente frente a la división de poderes sin poderes. Ante la falta de capacidades para debatir con respeto e inteligencia frente a la necesidad de acordar y gobernar. Nos encontramos en la antesala de un presidencialismo acotado y un congreso arrogante. Ninguno sirve al pueblo de México.


Vidal Garza Cantú
vidal.garza@terra.com.mx

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