lunes, noviembre 29, 2010

 

País maleducado

Brechas que dividen. Brechas que separan. Brechas que el sistema educativo no logra remediar. Condenando al país a la mediocridad permanente porque de cada 100 estudiantes que ingresan a la primaria, sólo 68 completan la educación básica y sólo 35 terminan la secundaria. Sólo 8.5 por ciento de la población cuenta con una licenciatura. Sólo 3 por ciento de la población indígena completa al menos un año de universidad. Sólo una de cada cinco mujeres indígenas entre la edad de 15 y 24 años sigue estudiando.

La educación pública en México es un desastre, ni más ni menos. Y el problema fundamental está en un modelo político y económico que privilegia el mantenimiento del corporativismo por encima del crecimiento económico; que premia clientelas en lugar de construir ciudadanos; que usa a los maestros para ganar elecciones en vez de educar niños. Un sistema de cotos reservados y sindicatos apapachados y acuerdos políticos arraigados.

El sistema educativo ha sido parte central de ese modelo disfuncional, con los resultados que el reporte "Brechas" de Mexicanos Primero ilumina dolorosa pero necesariamente. Las desigualdades mayúsculas, las brechas que separan los estratos educativos, las brechas que dividen a México del mundo. La escuela mexicana de nivel básico que funciona como espejo de las divisiones sociales, pero no como propulsor para trascenderlas. El hecho de que la inequidad en la distribución del aprendizaje está relacionada con las desigualdades socioeconómicas. Y ante ello la complacencia de tantos. La costumbre de ver las brechas como algo normal e imbatible.

Brechas que explican por qué en México tantos viven con la mano extendida. Con la palma abierta. Esperando la próxima dádiva del próximo político. Esperando la próxima entrega de lo que Octavio Paz llamó "el ogro filantrópico". El cheque o el contrato o la camiseta o el vale o la torta o la licuadora o la pensión o el puesto. La generosidad del Estado clientelar que produce personas acostumbradas a recibir en vez de participar. Personas acostumbradas a callar en vez de exigir. Clientes apáticos y conformistas en vez de ciudadanos competitivos y exigentes. Educados tres, cuatro, o cinco años menos que los habitantes de países con los cuales México tiene que competir.

Porque el sistema educativo no está pensado para garantizar la movilidad social. En México, nacer en la pobreza significa -en la mayor parte de los casos- morir en ella. Y eso se debe a nuestros pobres resultados educativos. Se debe a nuestra apuesta histórica a la plata, al oro, al cobre, al petróleo, al gas, a las playas, a los bosques. México le apuesta a los recursos naturales y a la población mal pagada que los procesa. Le apuesta a la extracción de materias primas y a la mano de obra barata que se aboca a ello. Construye un país de hombres ricos y empleados pobres; de líderes sindicales privilegiados y miles de maestros mal pagados. Lo que no hemos logrado entender aún es que la única apuesta que verdaderamente cuenta es la apuesta a la gente, al capital humano, a aquello que es genuinamente renovable y multiplicador.

Al contrario, hemos creado un sistema de clientelas en todos los ámbitos. Un sistema de élites políticas y económicas acaudaladas, amuralladas, asustadas ante los pobres a quienes no han querido -en realidad- educar. Porque no quieren franquear la brecha que tanto los beneficia. Porque no tienen los incentivos para hacerlo. Allí están los choferes y los obreros y los maestros y las empleadas domésticas y los jardineros mal pagados. Los que asisten a la escuela por turnos y dejan de hacerlo porque no parece importante. Sin primaria terminada, sin secundaria acabada, sin una carrera profesional para hacerlos productivos, competitivos, ciudadanos de México y del mundo.

La razón del rezago se encuentra en el binomio SEP/SNTE. En un modelo magisterial que ya ofrece poco margen para seguir siendo viable. En la creciente subordinación de Alonso Lujambio a los dictados de "La Maestra" porque quiere llevar la fiesta en paz y asegurar su candidatura presidencial. En la persistencia de prácticas claramente ilegales como los cobros de maestros en dos entidades federativas, las secretarias con plazas de maestros, los "prestanombres" que eluden los concursos nacionales, el manejo discrecional de plazas, y la colonización de dependencias por "comisionados" que obstaculizan cualquier cambio de fondo.

El estado de la educación en un país avisora cómo será en 30 años. Ante lo que ello implica ya no podemos seguir perdiendo el tiempo. Seguir pensando que no es necesario replantear los fundamentos de nuestro sistema educativo. Seguir pensando que un maestro no es un profesional digno, sino un peón de apoyos políticos. Seguir resignándonos a escuelas pobres para pobres, canalizadoras de ciudadanos de segunda. Seguir ignorando que la brecha en educación se traduce en brechas de desarrollo, en brechas de derechos, en brechas que condenan a una niña indígena a la marginación, cuando se merece lo mismo que queremos para nuestras propias hijas.
 
Denise Dresser


sábado, noviembre 27, 2010

 

Don Alejo

La historia es conocida y ha sido ampliamente difundida. Alejo Garza Tamez fue asesinado la madrugada del 14 de noviembre por un comando de 30 sicarios en su rancho a 15 kilómetros de Ciudad Victoria, Tamaulipas. Un día antes, esos mismos delincuentes le habían dado un plazo de 24 horas para que abandonara su propiedad y se las entregara.

En respuesta, don Alejo, de 77 años, pidió a sus trabajadores no presentarse a trabajar al día siguiente y, viejo cazador, se atrincheró solo en su casa con sus armas. Cuando el convoy de sicarios se presentó, alrededor de las 4 de la madrugada, abrió fuego, eliminó a cuatro e hirió a otros dos.

Para ultimarlo, los sicarios utilizaron armas de alto poder y granadas. Ante la intensidad de la balacera, los presuntos zetas abandonaron el lugar por temor a que se presentaran las Fuerzas Armadas, como de hecho ocurrió cuando posteriormente se apersonaron elementos de la Marina.

La historia de don Alejo puede ser leída de muchas maneras. Se trata, sin duda, de un hombre cabal y muy valiente. Defendió su convicción y su propiedad hasta las últimas consecuencias. Seguramente porque sabía que si se doblegaba se convertiría en un muerto en vida. Y eso es algo mucho peor que perder la vida.

Pero plantea, también, una serie de preguntas. ¿Por qué no recurrió a las autoridades municipales y estatales para que lo protegieran? La respuesta la dio Genaro García Luna, Secretario de Seguridad Pública, al declarar que en varias ocasiones había denunciado amenazas y presiones pero nunca se le atendió.

Queda, sin embargo, una segunda pregunta: ¿por qué no pidió la protección de la Policía Federal o de las Fuerzas Armadas? La respuesta es sencilla. Porque era un ciudadano común y no tenía un canal de comunicación privilegiado. Y porque su solicitud hubiese sido procesada (ignorada) como tantas otras.

Con un agravante. La denuncia y la solicitud de protección equivalían a correr el riesgo de que los delincuentes fuesen informados y perdiera, con ello, la única ventaja real que tenía: el factor sorpresa. Por eso resulta admirable no sólo la valentía, sino la coherencia y sangre fría del personaje.

En las redes sociales, Twitter y Facebook, la historia de don Alejo ha tenido un gran impacto. Todos los comentarios son favorables y hay quien lo define como el único héroe del bicentenario. Y no es difícil entender por qué. Su historia encarna a la perfección el sentimiento de indefensión y rabia que sentimos la gran mayoría.

Indefensión, porque sabemos que el Estado es incapaz de garantizar nuestra seguridad personal. Rabia, por la impotencia frente a criminales que tienen enormes recursos e imponen su ley a sangre y fuego en la más completa impunidad. Quedan, entonces, sólo la certeza de que la buena suerte nos protege y la esperanza de no toparse nunca con el crimen organizado.

Sin embargo, el malestar social y las respuestas iracundas de la población empiezan a proliferar. El 20 de octubre pasado en Tetela del Volcán, Morelos, un grupo de ciudadanos detuvo y estuvo a punto de linchar a un grupo de secuestradores (cuatro hombres y una mujer) y al subdirector de la Policía Municipal por estar coludido.

Un mes antes, el 21 de septiembre en Ascensión, Chihuahua, otro grupo de ciudadanos indignados detuvo a una banda de seis secuestradores, que había levantado a la hija de un regidor. No sólo eso. Los ciudadanos exigieron y obtuvieron del Alcalde el despido de los 12 policías municipales y el entonces Gobernador, Reyes Baeza, reconoció que era necesario abrirle espacios a la inconformidad y participación ciudadana.

La historia de don Alejo y las movilizaciones en Ascensión y Tetela del Volcán tienen una misma matriz: la incapacidad del Estado para garantizar la paz y la seguridad de los ciudadanos. Frente a ese vacío de poder, que está infestado de corrupción y complicidad, la gente decidió asumir su propia defensa.

¿Es indeseable que así sea? En el mundo perfecto de la teoría y el derecho, sí. Lo mejor sería que el Estado asumiera responsable y eficazmente esas tareas. Pero como la realidad no es así, no se les puede pedir a los habitantes de Ascensión ni a los de Tetela del Volcán que sufran los delitos y los asesinatos poniendo la otra mejilla y rogando a Dios que un día el Estado cumpla sus obligaciones.

De hecho, no hay ningún elemento para suponer que en el mediano y largo plazos las cosas vayan a mejorar. Todo indica que seguirán empeorando. Con un agravante indignante, pero real. La clase política en su conjunto no parece mayormente preocupada por el problema.

El mejor ejemplo está en que mientras mantenían larguísimas discusiones para repartirse los 3 billones 430 mil millones de pesos del presupuesto 2011, la iniciativa presidencial para reformar los cuerpos policiacos bajo un mando único seguía y sigue entrampada.

Ante semejante desastre vale recordar que la Constitución de 1857 establece en su artículo 10: "Todo hombre tiene derecho a poseer y portar armas para su seguridad y legítima defensa". Más aún, se podría agregar hoy, cuando el Estado es incapaz de garantizar la paz y el orden.

La historia de don Alejo impone mucho más que una reflexión. Los ciudadanos tienen todo el derecho de organizarse para defenderse. Ellos son, en los municipios, barrios y pequeñas comunidades, quienes mejor pueden hacerlo. Sería más inteligente utilizar ese potencial que ignorarlo o, peor aún, intentar sofocarlo.

Basta imaginar qué hubiera pasado si don Alejo hubiese podido recurrir a vecinos y amigos para defender su rancho y su dignidad. No honraríamos hoy su memoria, sino celebraríamos su triunfo.
 
Jaime Sánchez Susarrey
 
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Por primera vez en 36 años no voy a estar en mi tierra, Tamaulipas, en estas fechas decembrinas. Gracias a esos hijos de su rechingada madre del crimen organizado, pero sobre todo gracias a las corruptas e ineficientes autoridades estatales y municipales de mi estado, que no hacen su trabajo. Pero eso si, siguen cobrando sus jugosos sueldos y robando al Erario con sus obras populistas. Por eso don Alejo dio su vida, porque no tuvo otra opción, y no se rindió ante el crimen.
 
Don Alejo es un verdadero héroe, no como los de bronce, de pacotilla de la Revolución. Es un héroe comparable con los de la Independencia de México.


viernes, noviembre 19, 2010

 

La bola (el mito de la Revolución)

"Igual que se abandonó el monumento, se abandonó la revolución". Marcelo Ebrard
 
Durante buena parte del siglo 19, mientras crecía fuertemente la población de Estados Unidos, la de México se mantuvo estable en alrededor de 8 millones. Esto fue en buena medida consecuencia de una declinación del ingreso real per cápita de 11 por ciento entre 1820 y 1870.

El Gobierno de Porfirio Díaz que empezó en 1877 significó el primer periodo de expansión económica del México independiente. Díaz logró evitar los golpes de Estado y el bandolerismo que habían marcado la vida del País. Promovió, además, la inversión nacional y extranjera. El resultado fue una expansión económica muy importante que contrastaba con la declinación del medio siglo anterior.

La prosperidad se reflejó en el primer crecimiento demográfico de México desde la conquista. Al comenzar el Gobierno de Díaz la población del País se calculaba en 9 millones. Para 1910, según el censo de ese año, se había alcanzado una cifra de 15.2 millones. Con esto el País apenas regresaba al nivel de población que se había tenido antes de la conquista: entre 16 y 20 millones de habitantes.

Quizá el mejor indicador del gran retroceso que vivió México durante la Revolución de 1910-1920 es la contracción demográfica. El censo de 1921 registró una población de 14.3 millones de personas, 900 mil menos que en 1910, a pesar de que lógicamente hubo muchos nacimientos en esos 11 años. De esto ha surgido el dogma tantas veces repetido que la Revolución dejó un millón de muertos.

No fueron los combates los que provocaron este descenso poblacional. A pesar de su importancia política, las batallas de la Revolución fueron relativamente pequeñas. Las bajas se elevaban apenas a algunos centenares, incluso en las batallas más importantes, como las de Celaya de 1915.

La caída de la población fue una consecuencia indirecta de la guerra. Muchos murieron de hambre o enfermedades, como la influenza, que se vieron acentuadas por las condiciones económicas y sociales generadas por la Revolución. Muchos también huyeron del País y se establecieron en Estados Unidos.

Los políticos han descrito la Revolución como una gesta gloriosa que construyó una democracia y un país más próspero y más justo. Las historias que la gente del pueblo ha contado a lo largo de casi un siglo, sin embargo, han sido muy distintas. Nos han hablado más bien de una "bola" que atacaba rancherías para robar, matar y violar. La caída en la población sugiere que esta visión popular es más correcta que la de los políticos.

Hay guerras que pueden ser dolorosas, pero que al final dejan transformaciones positivas. No fue éste el caso de la Revolución Mexicana. La democracia que según algunos se logró tras la renuncia de Díaz, en mayo de 1911, concluyó en febrero de 1913 con el derrocamiento y asesinato de Francisco Madero. Tendríamos que esperar muchas décadas más, por lo menos hasta 1997, para que el país empezara a vivir en democracia.

En cuanto a la prosperidad, la Revolución destruyó antes que edificar. Hasta la fecha, el 47 por ciento de los mexicanos vive en pobreza y el 18 por ciento en la miseria. Sin duda ha habido avances desde 1910, pero éstos han sido mucho menores de los de otros países del mundo que no tuvieron una revolución.

Al recordar los 100 años del inicio de la Revolución, deberíamos reconocer que esa contienda trajo destrucción sin cumplir ninguno de sus objetivos fundamentales. No parece que haya mucho que festejar este 20 de noviembre. Más bien deberíamos aprender las lecciones generadas por el gran fracaso de la Revolución Mexicana.
 
Sergio Sarmiento
www.sergiosarmiento.com
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La Revolución Mexicana es un mito. Lo he escrito muchas veces antes. Sólo causó destrucción económica y pérdida de vidas. Ninguno de los así llamados héroes de la revolución fueron tales. Se mataron entre sí por dinero y/o poder político. Al final ganó Obregón y a punta de balazos o dinero aplacó a todos los demás. Así nació el PRI y ellos crearon el mito revolucionario con el cual adoctrinaron a generaciones. Ya basta de mentiras. Vale la pena que todos conozcamos la verdad y nos quitemos ese lastre. Lastre que está bien metido en la Constitución, en las leyes, y en muchos usos y costumbres de la política y sociedad mexicana. Lastres que no nos dejan avanzar, crecer como nación. Medítenlo en estos días.
 
Dany Portales


jueves, noviembre 11, 2010

 

Sanguijuela (el gobierno y sus burócratas)

"Estoy a favor de un gobierno rigurosamente frugal y simple". Thomas Jefferson
 
La Cámara de Diputados está estudiando cómo repartir los 3 billones 439 mil millones de pesos del presupuesto de gastos del Gobierno federal para 2011. Es un monto realmente extraordinario. Cada día el Gobierno federal erogará 9 mil 421.9 millones de pesos. En el año estos egresos equivaldrán a 31 mil pesos por cada hombre, mujer y niño de nuestro país. Si el Gobierno repartiera el dinero en lugar de gastarlo, cada familia típica de dos adultos y tres niños recibiría 155 mil pesos o 12 mil 917 pesos al mes. Esto es mucho más que el ingreso promedio de las familias mexicanas. Si quisiéramos acabar de un golpe con la pobreza en México, no tendríamos más que suspender las funciones del Gobierno durante un año y entregar directamente el dinero del gasto público a los mexicanos.

La afirmación de que el Gobierno ha sido austero bajo las administraciones panistas es simplemente falsa. Las propias cifras del proyecto de presupuesto lo desmienten. El gasto neto total ha venido creciendo de manera sistemática y alarmante de tal suerte que en el 2011 alcanzará su nivel más alto de la historia. Tan sólo entre el 2006, el último año de Vicente Fox, y el próximo 2011 se registrará un incremento de 36 por ciento real.

Lo peor es que el aumento no se traduce en mejores servicios para los gobernados. El gasto en la Secretaría de Seguridad Pública ha tenido un crecimiento real de 184 por ciento entre 2006 y 2010. En ese periodo, sin embargo, el país ha registrado una expansión brutal de la inseguridad y la violencia. Parecería que entre más se gasta en seguridad, más vive el país en la inseguridad.

En el mismo periodo los subsidios -que son una forma de destruir los incentivos e impedir una mayor competitividad de la economía- aumentaron 130.2 por ciento. Las pensiones y jubilaciones de los burócratas lo hicieron en 67 por ciento. El gasto corriente se ha elevado 54.1 por ciento y los servicios personales -sueldos y honorarios de burócratas y funcionarios- 37.6 por ciento.

Para el 2011 quienes viven del presupuesto se preparan para un nuevo festín. El Poder Judicial busca un aumento en un solo año de 17.3 por ciento; el IFE, 17 por ciento; la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, 19.1 por ciento; la Defensa Nacional, 10.3 por ciento, y la Marina, 9.9 por ciento. Las pensiones y jubilaciones de los burócratas aumentarán 8.4 por ciento.

El gasto gubernamental es bastante ineficaz. Una serie de cuadernos documentales elaborados por el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) bajo la coordinación de Carlos Elizondo Mayer-Serra y Ana Laura Magaloni ofrece muchos ejemplos (www.cide.edu.mx). Muchos más podemos ver en la vida cotidiana: desde el nuevo edificio del Senado y la inconclusa Estela de Luz del bicentenario hasta la alberca en el Paseo de la Reforma de la Conade y el gasto en sueldos de maestros que no sabemos si existen o trabajan. El gasto gubernamental está lleno de dispendios justificados por los políticos porque "son sólo 200 millones de pesos" o lo que sea.

Parece obsceno que los diputados se peleen por repartir los 3 billones 439 mil millones de pesos que el Gobierno arranca a la sociedad. Lo lógico sería examinar los gastos para eliminar todo aquello que no sea estrictamente necesario. Este ejercicio podría reducir el gasto público de manera muy importante, quizá a la mitad o más, sin afectar las operaciones fundamentales del Gobierno. Los beneficios a la sociedad serían enormes. Por lo menos ya no habría una sanguijuela que absorbiera casi una cuarta parte de los recursos de la sociedad.
 
Inyecciones de dinero
Los políticos y economistas se preguntan por qué las inyecciones de dinero del Gobierno no han servido para impulsar un mayor crecimiento de la economía de Estados Unidos. No han entendido que una crisis generada por una inyección excesiva de dinero no se cura aumentando la dosis.

Sergio Sarmiento 
www.sergiosarmiento.com

 
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Por eso lo mejor es un gobierno lo más esbelto, pequeño, y eficiente posible. Entre más atribuciones se dejen en mano de los políticos y burócratas, más obesos se harán, y más caro será para toda la sociedad. El gobierno debe enfocarse a lo básico: seguridad, educación y salud. Así como infraestructura. Todo lo demás es secundario y debe dejarse en manos de la sociedad civil, de la iniciativa privada, lo más posible.

viernes, noviembre 05, 2010

 

Quebrados (desde hace décadas)

Anunció el Seguro Social que no tendrá para pagar pensiones a sus trabajadores a partir de 2012. Para los demás, tampoco. En realidad, las pensiones en México las estamos pagando con impuestos, que se transfieren a IMSS e ISSSTE año tras año. En 1996, las pensiones costaban un punto del PIB; en el año 2000 eran ya 1.2%. En 2009 fueron 2.2 puntos, y todo indica que alcanzaremos tres puntos del PIB para el 2015. Hoy, la mitad del IVA que se recauda se va a pagar pensiones; será el 75% en cinco años.

Como se sabe, o debería saberse, el problema de las pensiones, como buena parte de los problemas económicos que tenemos, provienen de decisiones tomadas en los años setenta, o incluso antes. En el caso del IMSS, desde su misma fundación en 1943, como lo recordó Ortiz Mena en su libro sobre la economía de México en sus tiempos. Sigue siendo paradójico que una de las instituciones que más festejan los defensores del nacionalismo revolucionario haya nacido quebrada, y que hoy ponga en riesgo las finanzas públicas completas.

Conviene recordar que México fue un fracaso durante el siglo XX, y que buena parte de ese fracaso aún no lo hemos pagado, está pendiente. Conviene irse a los datos para comprobar que sólo Argentina hizo las cosas peor que nosotros durante el siglo pasado. Conviene olvidarse de lugares comunes y creencias para irnos a la información, y apercibirnos de cómo desaprovechamos grandes oportunidades por experimentar con un modelo colectivista, lo más cercano posible al comunismo teniendo frontera con Estados Unidos.

Estas afirmaciones suelen molestar a muchos lectores. En su mente, el fracaso de México es producto del neoliberalismo, que en su imaginación inicia en 1982 y por lo mismo carga con las crisis de la década. De nada sirve explicarles, con todos los datos en la mano, cómo desde 1965 hasta 1981, el régimen de la Revolución, para mantenerse en el poder, endeudó al país para fingir un crecimiento inexistente. Menos aún podrán comprender cómo en esos años se decidió ampliar las prebendas de los sindicatos del gobierno, al mismo tiempo que crecía su plantilla. Que son precisamente las pensiones hoy impagables.

No pueden aceptar que de 1940 a 1965, México creció simplemente porque todo el mundo crecía, y porque ocupamos recursos ociosos. Nada de "milagro económico", simple arrastre y agotamiento. Mucho menos recordarán cómo el nivel de la economía en 1910, cuando se fue Porfirio, lo recuperamos hasta 1939. Por eso nunca se acuerdan de esas cifras, porque si las tomaran en cuenta, resultaría que durante el Porfiriato se creció más que durante el régimen de la Revolución. Es tanta la diferencia en crecimiento que si el ritmo que tuvimos entre 1895 y 1910 se hubiese mantenido (sin "milagros económicos" ni "desarrollos"), hoy todos los mexicanos tendríamos al menos el doble de ingreso que hoy tenemos.

Y es que de ese tamaño es el fracaso. No sólo tenemos hoy la mitad de lo que deberíamos, sino que además enfrentamos inmensas deudas, como las pensiones, y hemos agotado nuestros recursos. Por repartir tierra y sembrarla sin sentido, somos de los países con mayor deforestación y erosión en el mundo. Por no querer pagar, agotamos el segundo manto petrolero más grande del mundo. Por querer adoctrinar a nuestros niños en la adoración del régimen, los hemos convertido en incapaces, que no pueden leer ni escribir, pero que se han aprendido de memoria los cuentos del glorioso pasado indígena, de la epopeya nacional y de la primera revolución social del siglo XX.

El hecho, claro y contundente, es que este país quebró en 1981. O, mejor dicho, fue quebrado, prácticamente destruido, por quienes gobernaron a México. Por el régimen de la Revolución, que, como todos los demás experimentos colectivistas, fue un fracaso total.

A diferencia de la mayoría de las naciones en donde estos experimentos ocurrieron, nosotros nos encontramos el petróleo, y con eso pospusimos la decisión fundamental por 30 años. Los demás abandonaron el experimento, lo repudiaron y se transformaron. Unos mejor que otros, pero todos lo hicieron.

Nosotros no. No sólo no hemos repudiado el experimento: lo festejamos. Así que en este mes del Centenario de la Revolución me dedicaré, una vez más, a desmontar el mito y a promover el repudio de ese régimen que dejó a México al borde del desastre. Porque ahora que el petróleo llega a su fin, la decisión regresa: repudiemos al régimen de la Revolución y salvemos lo que queda.

Macario Schettino

www.macario.com.mx

@mschetti

Profesor de Humanidades del ITESM-CCM


martes, noviembre 02, 2010

 

Los muertos (de Calderón)

"La manera de morir puede ser más triste que la propia muerte." Marcial
 
La portada del semanario Proceso de esta semana anuncia su artículo principal con una frase lapidaria y vendedora: "Los muertos de Calderón". En el interior, el reportero Rodrigo Vera nos recuerda que "la guerra contra las drogas emprendida por Felipe Calderón" ha dejado más muertos que muchas guerras de nuestra historia: los 23 mil de la de Independencia, los también 23 mil de la invasión de Estados Unidos, los 8 mil de la Guerra de Reforma y los 436 de la Guerra Sucia de la década de los 70.

El "Ejecutómetro" de Grupo REFORMA señala que tan sólo hasta el 29 de octubre se han registrado en este 2010 un total de 9 mil 872 homicidios vinculados al crimen organizado. Esto contrasta con los 2 mil 119 de todo 2006, el último año de Gobierno de Vicente Fox. La suma de muertos del 1 de enero del 2007 al 29 de octubre de este 2010 asciende ya a 23 mil 941.

La situación es grave, pero me parece injusta la frase "los muertos de Calderón". Ésta sugiere que el Presidente de la República se pone a ametrallar a inocentes en distintos lugares del País. No son los "muertos de Calderón": en todo caso, son las víctimas de distintas bandas del crimen organizado.

Uno puede cuestionar una política de combate a las drogas que no ha reducido el consumo, pero sí ha generado violencia, pero tampoco es únicamente la política del Presidente Calderón. La estrategia ha sido desarrollada en Estados Unidos desde hace décadas y se ha aplicado en la mayor parte del mundo con pésimos resultados.

El Presidente Calderón tiene obligación de cumplir la ley y ésta prohíbe el uso y comercio de ciertas drogas. De hecho, puede decirse que el Presidente ha tenido más éxito que cualquier predecesor en este esfuerzo. Hay más narcotraficantes muertos y detenidos, así como más decomisos y de mayor cuantía, que nunca antes en la historia del País. El problema, como lo demuestra la historia desde las detenciones de Ernesto Fonseca, Miguel Ángel Félix Gallardo y Rafael Caro Quintero en la década de 1980, es que matar o aprehender a un capo no reduce el flujo de drogas, sino que produce guerras entre quienes buscan ocupar el lugar del viejo jefe.

La violencia producto del narco había ya empezado a aumentar desde antes del inicio de la Presidencia de Calderón. En los últimos años del Gobierno de Vicente Fox las ejecuciones en Michoacán, Tamaulipas y Sinaloa se dispararon. Fue entonces cuando empezamos a ver ejecutados cuyas cabezas eran arrojadas en centros nocturnos. Por eso los operativos conjuntos entre el Ejército y las policías locales, que el Presidente Calderón inició en diciembre del 2006, fueron tan ampliamente aceptados por las poblaciones de esos estados. De hecho, estos operativos siguen siendo más aplaudidos que cuestionados.

Pero si bien no pienso que sea correcto decir que los ejecutados de este sexenio son "los muertos de Calderón", es importante que entendamos que la violencia no disminuirá mientras no se modifiquen los factores que la provocan. La mayoría de los homicidios del crimen organizado son consecuencia de luchas por el poder, por el control de territorios, que surgen después de que algún capo importante es detenido o cae muerto. La actual estrategia no disminuirá la violencia, sino la aumentará. La única forma de reducirla sería legalizar las drogas, y no sólo en México sino principalmente en Estados Unidos; pero parece cada vez más difícil que esta medida pueda llevarse a cabo en un futuro razonable.
 
El referéndum
Hoy se realizará en California, Estados Unidos, el referéndum sobre la posible legalización de la mariguana para usos recreativos. En un principio las encuestas de opinión sugerían un apoyo sólido a la llamada Propuesta 19. Ayer, sin embargo, el periódico Los Angeles Times citaba una encuesta de la empresa Field que mostraba que un 49 por ciento de los posibles votantes sufragaría en contra, mientras que sólo un 42 por ciento lo haría a favor.

Sergio Sarmiento 
www.sergiosarmiento.com

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Difiero un poco con Sarmiento en el sentido que presenta a la legalización como la panacea. Si bien es cierto (o yo lo considero así) una hipotética legalización (y tendría que ser de todas las drogas, no sólo de la marihuana) reduciría la violencia en el corto mediano plazo pues bajarían los ingresos de los criminales, en el largo plazo mientras no mejore el sistema de impartición de justicia y se disminuya sensiblemente la impunidad, el problema del crimen organizado seguiría aún con las drogas legalizadas. Simplemente los criminales se moverían a otros delitos que les dejen altas ganancias. Ellos ya no dejarán la vida criminal porque les legalicen las drogas, están acostumbrados a esa vida y al dinero fácil y rápido. Simplemente se dedicarían aún más al secuestro, extorsión, contrabando, robo de autos, trata de personas, etc.
 
 


 

Sobre AMLO y Monsi (escrito en 2008)

Dos conservadores nacionalistas: López Obrador y Carlos Monsiváis

Un país atrapado en su historia [oficial]

Jesús también fue perseguido en su tiempo, espiado por los poderosos de su época, y lo crucificaron.
Andrés Manuel López Obrador

Cuando el pícaro Dios creó el mundo y sus moradores, y entre tantas otras cosas más un país llamado México, un ángel le preguntó por qué lo colmaba de tantas riquezas naturales. No hay de qué preocuparse, respondió el creador, lo poblaré con mexicanos... Este viejo chiste se cuenta ocasionalmente para reírse de la imagen estereotipada que los propios mexicanos han configurado de sí mismos, y que no pocos asumen como axioma incontestable: el mexicano es indolente y taimado: no hay que fiarse de él.
Desde luego, quien de verdad pensara así sería un racista redomado, aunque si en este país existe una raza que ha degradado la esfera pública a estratos nauseabundos y dado el peor ejemplo a los mexicanos ésa es, precisamente, la de la clase política. Para Nietzsche el hombre era el cáncer de la tierra; bien, los políticos, de izquierda a derecha, son el cáncer de esta tierra.
"Éstos son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo estos otros", decía Groucho Marx, cuyas ingeniosas sentencias son verdades científicas, como la siguiente, aplicable perfectamente a los congresistas locales y cuya autoría querrían para sí no pocos académicos: "la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados". El juicio de Fernando Vallejo también es implacable. A la pregunta "¿no hay ningún político que le parezca honorable?", responde (cambie colombiano por mexicano, por favor):

Eso sería un oxímoron, como sol oscuro, una contradicción en los términos.
No puede haber un político colombiano honorable. Político es sinónimo de bellaco. A la mezquindad de los políticos se ha venido sumando la rapacidad y la ignorancia [...]Más mamones de la teta pública, más zánganos que sostener.1

No es éste el lugar para extenderse sobre la historia [oficial] mexicana que los políticos han saturado de héroes que se aporreaban entre sí y de villanos transformados en marmóreas estatuas. Baste decir que desde la Independencia en 1821 culminada por un aristócrata que sería coronado efímero emperador hasta los ridículos tiempos que corren, la historia fue zarandeada por la pugna entre dos grandes bandos ideológicos: el conservador y el liberal, que se dieron con todo en las guerras de Reforma, y que durante la Revolución los numerosos caudillos del norte y del sur combatieron fieramente entre ellos -lo que a estas alturas no importa: sus nombres conviven entrelazados en letras de oro en el Congreso de la Unión.
Poco después de la Revolución se fundó lo que más tarde sería el Partido Revolucionario Institucional. Durante setenta años el PRI tendría el monopolio del poder y aun ahora, ocho años después de haberlo perdido, se ufana de haber prodigado estabilidad, paz y progreso al país: los años maravillosos. Pero hasta un niño sabe que si algo debemos agradecerle es pobreza y atraso crónicos, desempleo, corrupción integral, saqueo incesante de los bienes públicos y una severa, acaso irreversible contaminación.
Con el PRI se entronizó un falso Estado de derecho, patrimonialista, corporativo, paternalista, altamente burocratizado, adiposo, ineficiente -todo con la pequeña ayuda de sus amigos de la Televisión, la Iglesia, el Narco y no pocos Intelectuales-; el Partidazo heredó al país graves taras cuyas consecuencias aún padecemos y pagamos.

Un fantasma recorre México, el fantasma del populismo

Con Vicente Fox la derecha llegó al poder en el año 2000. No una derecha moderna ni muy inteligente, sino otra que había permanecido agazapada rezando y lanzando maldiciones contra la liberalización de la sociedad, contra los derechos de las mujeres y las minorías y a favor de la enseñanza de la religión [católica] en las escuelas oficiales. Una derecha que se halla a disgusto en el Estado laico de los liberales pero que aprendió muy pronto los vicios y las malas artes de sus predecesores. Como en los viejos buenos tiempos, un gobernador del Partido Acción Nacional (PAN) regala millones de pesos en la tierra del mariachi y del tequila al monopolio mediático más poderoso del país y a la Iglesia católica y encima manda a chingar a su madre -tal cual- a quienes no entienden su generosidad. (Los jerarcas de la Iglesia viven como lujuriosos pachás en mansiones de ensueño, salen en revistas de gente bien, juegan plácidamente al golf, asisten a la fiesta brava tanto como a misa y celebran sus onomásticos brindando con gobernadores y empresarios -ah, y con narcotraficantes dulcemente bendecidos).
Todos pensaron que del vencido y desvencijado PRI sólo quedarían tepalcates regados por todo el país. Lastimosa equivocación: el gen priista, integrado en generaciones enteras de mexicanos, se activó en otro partido fundado originalmente para reclamar democracia y luchar por ella. En el Partido de la Revolución Democrática (PRD) confluyeron viejos priistas despechados, ex comunistas y socialdemócratas, académicos e intelectuales y hasta ciudadanos honestos -los hay- hartos de decenios de autoritarismo y corrupción. Pero un priista nunca deja de serlo, a pesar de lo que declaró Andrés Manuel López Obrador -uno de ellos- ante el eufórico portazo de ex correligionarios que se colaron al PRD durante la campaña electoral de 2006 en busca de puestos y prebendas: "el priismo es una enfermedad que se quita con el tiempo". Vaya, en su caso y en el de su primer círculo, del más puro linaje priista, no parece ser así...

El regreso del caudillo

Lo único peor que un mentiroso es un mentiroso que también es hipócrita.
Tennessee Williams

Peleado con el priismo de su estado natal, el tabasqueño ascendió inescrupulosa y meteóricamente a la presidencia del PRD y más tarde al gobierno de la Ciudad de México. Desde ahí López Obrador lanzó unilateralmente su campaña hacia la presidencia del país ofreciendo madrugadoras conferencias de prensa en las que ignoraba las preguntas incómodas. Su carisma es en gran parte producto de la desmesurada y frívola atención de los medios en esa época.
Lenguaraz, conservador y católico, Fox impulsó torpemente la popularidad del político tabasqueño con un frustrado intento de desafuero. Obrador punteaba como candidato a la presidencia y su discurso había seducido por igual a intelectuales, periodistas y gente de la calle. Por fortuna, no a todos.
Una chica escribió en su blog en los tiempos de la furiosa contienda electoral:

¿Por qué no dice que en realidad su nombre es Manuel Andrés López Obrador y no Andrés Manuel? Lo que, curiosamente, cambiaría el AMLO por MALO. ¿O por qué ocultó, en entrevista con Joaquín López Dóriga, su verdadera religión? En realidad es presbiteriano. ¿Por qué se niega a exponer sus propuestas frente a empresarios, o por qué durante sus exposiciones no permite que se le hagan preguntas? ¿Por qué durante su administración en la Ciudad de México lo que menos promovió fue la transparencia en el manejo de recursos? ¿Por qué nunca se deslindó de René Bejarano y Gustavo Ponce? ¿Por qué no dice de una vez cómo hará para cumplir cada uno de sus 50 compromisos? ¿Por qué no quiere debatir con los otros candidatos? ¿Cuántas más preguntas sin respuesta deja López Obrador? Siendo así, la incertidumbre sobre lo que podría ser su gobierno es válida y justificable, el mismo López Obrador la alimenta [enigmatario.blogspot.com].2

Para consignar las burlas y mentiras consuetudinarias de Obrador hacen falta varias páginas (lo que ya se ha hecho, allí están, en las hemerotecas y en la Red). Como Jefe de Gobierno vetó la Ley de Sociedades de convivencia y encriptó los costos de construcción del segundo piso de la principal vía rápida de la ciudad -a la que endeudó escandalosamente-, regaló terrenos a la Iglesia católica, vetó la información y la transparencia y remató propiedades del Centro Histórico al hombre más rico del mundo (¿o el segundo?), todo ello al amparo de la consigna "Primero los pobres".
Bautizado "Rayito de Esperanza" por él mismo -no se ría-, como candidato a la Presidencia por la Coalición por el Bien de Todos arremetía contra la derecha con un destemplado discurso de izquierda pero con un programa robado al anciano priismo de los años setenta -no me crea a mí: compruébelo cotejando -críticamente, por favor- los cincuenta puntos de su Proyecto alternativo de nación [Grijalbo, 2006].
El representante de esa izquierda espuria recitaba lemas insulsos en su carrera hacia la residencia presidencial como "Honestidad valiente" y "Sonríe, la felicidad está por llegar". Pero la honestidad lo repelía y la puta felicidad nunca llegó. López Obrador perdió las elecciones después de una campaña feroz y por unos pocos votos. Afloró entonces con más nitidez su talante antidemocrático: gritó fraude y millones le creyeron, incluyendo a intelectuales ofuscados e ignorantes fervorosos. Un fraude que nadie probó pero cuya sola posibilidad se alimentó de la atávica desconfianza en un sistema edificado en la trampa (el mismo que él como priista había ayudado a cimentar). Obrador y Calderón, el candidato de la derecha -y cuyo triunfo era "moralmente imposible", alegaba aquél con su voz tipluda- alcanzaron más o menos 15 millones de votos cada uno. Madrazo, el priista, recogió 9 millones y la candidata socialdemócrata, Patricia Mercado, dos millones.
Así, no está de más señalar que 26 millones de ciudadanos votaron efectivamente contra Obrador. Sin embargo, desde que inventó el mito del fraude el izquierdista apócrifo -y su estado mayor compuesto de priistas de vergonzoso historial: inmejorables compañeros de viaje- afirma que tiene al "pueblo bueno" de su lado. Incapaz de aceptar las reglas de una democracia endeble y defectuosa, y a la que desea descoyuntar, Obrador se proclamó "presidente legítimo" de México ante un zócalo lleno de fieles en una delirante, apoteósica y operística ceremonia teatral.
Y aún hoy, a más de dos años de distancia, hay "analistas" de medio pelo que siguen creyendo en el Obrador justiciero que encarna la rabia de los pobrecitos todos del país y por ello justifican no solamente sus mitos, chantajes y mentiras, sino su primitiva -priista- e irracional manera de hacer política. Escribe, por ejemplo, Jorge Zepeda:

Estoy convencido de que AMLO y las causas que representa son absolutamente indispensables para la salud de la República. [...] Hay un linchamiento mediático de López Obrador que muchos están "comprando". Algunos se preguntan qué hacer con esta piedra en el zapato que constituye su movimiento. Yo diría que pese a su retórica y su populismo, López Obrador es
imprescindible.3

Por ello Zepeda justifica acciones violentas como la toma del Congreso. "El problema", escribe, "es que no vivimos en un Estado de derecho, ni los problemas se resuelven con el diálogo", una declaración que lo emparienta con Arnaldo Córdova y sus opiniones sobre la izquierda "violentita" y graciosamente corrupta -por desgracia no vivimos en Suecia, se lamentan los dos. Se olvidan Zepeda y Córdova de que, lo quieran o no, a lo largo de veintidós años el país optó por una transición pacífica: de la reforma política que legalizó al Partido Comunista en 1978 a la derrota presidencial del PRI en el 2000. En ocho años, López Obrador ha llevado al país a la orilla de la guerra civil, ha dividido al país, ha sustituido la política por el odio y el rencor y ha envenenado la transición [Carlos Ramírez].4

¿Exageración? Manuel Camacho declaró poco después de las elecciones: "si no se cuentan los votos, toda esta gente que trae ahorita una sonrisa, pues va a levantar un puño", y en una manifestación en julio de 2006 un hombre portaba una pancarta que decía "Haz patria, mata a Calderón" (la fotografía puede verse en la edición del 17 de julio del diario Reforma). Víctima del fraude inexistente -su mayor mentira, con la del "cerco informativo"-, Obrador odia a muerte al presidente Felipe Calderón y no oculta sus intenciones de bloquearlo y hasta de derrocarlo. A como dé lugar, con elecciones o sin ellas, López Obrador ansía el poder. Su estrategia recuerda la de los viejos maoístas: "mientras peor se pongan las cosas, mejor para nosotros". Calderón, por desgracia, no tiene a los mejores hombres de su lado, pero el "presidente legítimo" sí que tiene a los peores.

Ubicuidad sin crítica -ni autocrítica

Prefiero equivocarme personalmente a creer que tengo razón por consigna.
Juan Goytisolo

Célebre como pocos escritores mexicanos -después de Fuentes y Paz, of course- y venerado hasta la [casi] unánime y soporífera abyección, Carlos Monsiváis, a quienes pocos leen y de quien muchos confiesan no entender sus rebuscadas ironías, se ha anulado a sí mismo: ¿cómo puede un crítico tan mimado por tantos poderosos ser siquiera un poquito peligroso? "A pesar de
ser perredista, Monsiváis es el escritor mexicano vivo más interesante", espeta inesperadamente Heriberto Yépez a sabiendas de que las dos afirmaciones son falsas,5 pues todos saben que es obradorista y que sus mejores obras pertenecen a épocas ya lejanas: Días de guardar, de 1971, y Amor perdido, de 1976 -más algunos textos sueltos de entonces a la fecha (se abren las apuestas: nunca será Premio Nobel...). Cacique cultural heredero de La Mafia de Fernando Benítez, becario vitalicio del Estado, multipremiado y homenajeado sin pudor por sus amigos en el poder -quizá sólo le falta ser compa del cardenal Sandoval-, tampoco es verdad que Monsiváis sea el más acabado cronista del país, como afirma el comentarista de futbol Juan Villoro al declarar en su enésimo homenaje, esta vez al recibir la Medalla de Oro de Bellas Artes:

[Carlos Monsiváis] es el turista japonés de la crónica. Llega antes que nadie. Cuando uno cree descubrir algún tema, se da cuenta [de] que él ya estuvo ahí, dejó su firma y compró souvenirs. A los cronistas nos ha despojado prácticamente de cualquier tema aquí en México.6

Villoro, tiernamente obnubilado por su mentor, alaba a un personaje imaginario. Monsiváis no es el gran registrador e intérprete de la cultura mexicana, pues de sus conocidos testimonios de los setenta dio un salto a 1985 y sus últimos temas de reflexión son más bien escasos y reiterativos.

¿Cuáles son sus crónicas o ensayos sobre la comunicación por teléfono celular, messenger o correo electrónico -que comparten texto, imagen y voz- como fenómeno masivo? ¿Cuáles son sus chistoretes sobre el esténcil, el culto a la Santa Muerte, el frontón en Tulyehualco y Tláhuac, el hip hop en Coacalco y Atizapán, las ferias en Milpa Alta y Xochimilco, la piratería en Tepito, el tianguis de la San Felipe de Jesús, el futbol -de las barras, al femenil y al llanero-, las revistas o fanzines en Internet, los cholos de Neza, los emos...? Quizá lo correcto sea decir que es una devoción del anacronismo.7

¡Valiente cronista! (A cambio, Monsiváis se permite lanzar alborozadas y coquetas porras al joven periodista Alberto Tavira por la mención especial en la VII entrega del Premio Nacional de Periodismo que mereció su trabajo "Los Fox, su vida después de Los Pinos", publicado en la revista Quién8).
Monsiváis es intrigoso y chantajista en privado (lo personal es político).
Si lo dudan, oh, incrédulos, lean las anécdotas de José Joaquín Blanco sobre la caprichosa manera en que El Escritor dirigía La Cultura en México y las revelaciones de Manuel Aceves sobre los arteros ataques monsivaítas a La Piedra Rodante; investiguen sobre las llamadas del Multipremiado a Carlos Payán, a la sazón director de La Jornada, para "sugerirle" el despido de Roger Bartra, entonces director de La Jornada Semanal, y de Luis González de Alba por haber denunciado a Elena Poniatowska, quien había plagiado párrafos de Los días y los años para La noche de Tlatelolco.9 Pero en el espacio público Monsiváis se muestra respetuoso y hasta políticamente correcto, permitiendo que le aplaudan ironías ya gastadas: una de las últimas, la del doctorado Honoris Causa Perdida por la Universidad Patito del Peje (¡Muchachos, aquí no hacemos examen de admisión, inscríbanse!). "Cierto, es chistoso", dice René Avilés Fabila, y recuerda:

En mis años universitarios todos festejaban y repetían sus humoradas, con frecuencia simplonas. Francamente, a veces se acercaba más al bufón de la pequeña burguesía ilustrada que al hombre irónico, incorruptible, tenaz crítico del poder que, por ejemplo, fue José Revueltas, o al cordial y simpático revolucionario de siempre llamado Juan de la Cabada.10

El feroz crítico de cine Jorge Ayala Banco acusa a Carlos Monsiváis de "haber destruido a Jorge Arturo Ojeda, el mejor prosista de su generación", y recuerda también aquellos años de poder omnímodo:

Durante diecisiete años aguanté las arbitrariedades de La Mafia por medio de Monsiváis [...] La Mafia llevaba las cuentas del PRI, de la embajada rusa y de la UNAM mediante la Imprenta Madero [...] Para La Mafia había personajes innombrables como los escritores Luis Spota, Ricardo Garibay o Elena Garro. [...] No podías publicar en ninguna publicación cultural si no pertenecías a La Mafia o eras tolerado por La Mafia. Todavía los restos de esa mafia son los que controlan, e incluso las becas del Fonca son para quedar bien con los capos.11

Es también "el crítico más filoso y brillante de la derecha en México", al decir del subcomandante Marcos. (¿Lo recuerdan?, un personaje casi olvidado que alguna vez concitara las pasiones de intelectuales veleidosos y quien afirmó desde la Selva Lacandona que López Obrador -"el huevo de la serpiente"- llevaría el país a la ruina -pero lo que éste le birló fue a muchos de sus fans). Pero, tratándose de Obrador -y de la política y la historia-, el jacobino Monsiváis ha extraviado completamente la brújula: "no obstante sus múltiples errores, inferiores a los de sus antagonistas, [Obrador] sigue siendo una referencia fundamental".12

La maestra de ceremonias es Jesusa Rodríguez, y nos presenta a Carlos Monsiváis y Sergio Pitol. Monsi, Monsi, Monsi, se oye en el Zócalo. Parece que a Pitol lo conoce menos gente. Y gente es la palabra con la que Monsiváis inicia el texto conjunto. Aunque antes hace un deslinde de Stalin; yo hubiera esperado más deslindes, sobre todo de personas que estaban en el escenario. Lo comprendo: cuándo termina. La gente es sinónimo del yo... Creo que lo que dice al respecto Monsiváis ya se lo había leído hace algunos años en algún ensayo. Habla del proceso electoral, de las campañas de odio, del conservadurismo, del miedo, de la democracia que cotiza en la Bolsa de Valores. Y agrega: la batalla por la democracia es permanente. Creo que en cierta manera reivindica a Trotsky. Afortunadamente no identifica a los electores del PAN con la derecha. Habla de legalidad y legitimidad. Termina con la misma demanda de todos y todas: voto por voto, casilla por casilla.13

Como se ve, Monsiváis no ha sido brillante ni filoso con la figura del "presidente legítimo", como tampoco lo han sido decenas de académicos y comunicadores que también se atragantaron con el cuento del fraude (véase al mediático historiador Lorenzo Meyer dando fe en el tramposo documental de Mandoki). Monsiváis prefiere olvidar cuando Obrador, enfurruñado por el "regaño" que le hizo El Cronista por el bloqueo de la Avenida Reforma, le prohibió en un mitin zocalero subir al estrado y merodear por los desolados escenarios del megaplantón.14
Sin embargo, el Multipremiado Cronista no se deslindó cuando Obrador lo nombró "brigadista intelectual" -y a otros Ilustres para que avalaran el apoderamiento porril del congreso y las calles.
Sí, la derecha es siniestra, malvada y bruta, pero eso sólo no sería suficiente para alinearse con un cacique conservador, igualmente intolerante y antidemocrático. ¿Y qué con la sana distancia respecto de todas las corrientes ideológicas y del poder? ¿Por qué, como ágiles porristas, detrás de Obrador marchan periodistas, intelectuales y académicos mediáticos? Por el proverbial odio de éstos a la derecha -una sin matices. Porque muchos de ellos se veían ya en importantes cargos públicos (algunos de sus más cercanos seguidores los tienen en la República Barataria -Susarrey dixit- fundada por el legítimo). O quizá porque ya imaginaban la utopía socialista en México y el fin de todas las injusticias. Como Obrador, creyeron que la victoria del PAN era inconcebible, "moralmente imposible".
Sociólogos, historiadores, comunicadores y documentalistas abrazaron la ocurrencia del fraude sin pestañear. El virulento odio a la derecha los despeñó en el abismo de la deshonestidad -bueno, no es la primera vez. Bien escribe un agudo politólogo poblano:

Estar con la izquierda no equivale obligatoriamente a estar con una figura (López Obrador), ni viceversa. Como no estar con ella no equivale obligatoriamente a estar con "la derecha". Decir lo contrario es una aberración fascistoide cuya única intención es inhibir la crítica en gente bienintencionada e inocente. O hacer gala de una ignorancia supina.15

Las posibilidades del odio

En la página electrónica El sendero del Peje [ senderodelpeje.blogspot.com ] se ha practicado con vesania y rabia, simultáneamente, la invectiva, la calumnia y las francas amenazas a los críticos de Obrador y se ha azuzado a los duros para reventar presentaciones de libros críticos, pero ninguno de sus epígonos ha protestado con el mismo fervor con que defienden al cacique, al tiempo que exhiben sus cordiales relaciones laborales con los temidos y denostados poderes fácticos: Carlos Slim y López Obrador agasajaron a Monsiváis regalándole un edificio del Centro Histórico para montar el Museo del Estanquillo, que alberga su colección de objetos de arte popular. A la inauguración asistió también el presidente de Televisa. El curador de la colección, un caricaturista troskista -¡una verdadera reliquia!- y creyente en el fraude, cobró nomás un millón de pesos por ese trabajo(Rafael Barajas, aka El Fisgón, nunca ha desmentido esta afirmación). ¿Han oído hablar de la izquierda dorada?
Las entretelas de la cultura nacional y las extrañas relaciones que se amarran en su seno dejarían perplejo a más de un ingenuo estudiante de Comunicación por el aparente antagonismo de sus actores. Pocos periodistas culturales se han dado a la tarea de documentar agravios e infamias, como recientemente lo ha hecho Carmen García Bermejo.16 Entre otros escabrosos temas que podrían seguirse documentando por su divertida y desvergonzada incongruencia están los siguientes:

• Perlas de sabiduría. La cantidad que le paga Televisa a Elena Poniatowska y a Carlos Monsiváis por sus fugaces intervenciones en la sección "En la opinión de" del noticiario de Joaquín López Dóriga.
• Las ganancias ocultas. Los honorarios de Carlos Monsiváis por la publicación en el año 2000 del endeble libro Las herencias ocultas en la editorial del Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América, auspiciado por Elba Esther Gordillo.17
• La noticia soy yo. Los jugosos honorarios que devengaba Carmen Aristegui en W Radio antes de que concluyera su contrato. En su programa Aristegui difundía rumores sin comprobarlos posteriormente (Hildebrando, Zongolica) y se comportaba como una diva, sin respetar el contrato que había firmado con la empresa. Aristegui, como todos saben, conduce un noticiario cotidiano en CNN -¡gobalifóbicos, al ataque!- y publica regularmente en el diario Reforma, con lo que también se embolsa grandes fajos de billetes. ¿Quién dice que el periodismo no deja?
• Durmiendo con el enemigo. El bonito triángulo sentimental entre la actriz y adelita mayor del Peje, Jesusa Rodríguez, la compositora Liliana Felipe y, ¡epa!, Beatriz Paredes, cabeza del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, que legó al país el sublime disco de boleros El loco afán (2003), con canciones de la presidenciable dirigente priista interpretadas por Denisse de Kalafe, Tania Libertad, Yekina Pavón y, entre otras más, Liliana Felipe. ¡Ah, qué tiempos aquellos, cuando los fraudes los cometía exclusivamente el PRI!
• ¿Sabes quién viene a cenar? El mohín y regaño de Jesusa a Serrat y Sabina por haber cenado con Felipe Calderón, cuando ella y Elena Poniatowska -y varios intelectuales y artistas más- asistían alegremente a las fiestas que organizaba Carlos Salinas.18

En Carlos Monsiváis, al igual que en López Obrador y muchos de sus porristas intelectuales, la semilla del priismo sigue germinando vigorosamente como el Alien en el vientre de sus víctimas.

Un país de traidores

El patriotismo es el último refugio de los canallas.
Samuel Johnson (1709-1784)

Parece imposible escapar a esa castrante asimetría en la cual la crítica de los propios equivale a una traición: mejor critiquemos a los otros. (Pero si en alguna parte hay rencor y deseos de venganza es en el propio PRD, pulverizado por Obrador en su intento de controlarlo personalmente).
Ante las repetidas acusaciones de traición de Obrador y sus seguidores a quienes cree que no están con él -incluyendo a Cuauhtémoc Cárdenas-, con su discurso, con su proyecto para "salvar a la patria", para "defender el petróleo" de la imaginaria y perversa privatización (amasado con maíz por los dioses, por las venas del mexicano ahora corre chapopote), callan sus voceros académicos y periodistas. No hace tanto una legisladora fue amenazada de muerte por "traidora", pero los intelectuales obradoristas están más atareados en limpiar la imagen del presidente legítimo y en defenderlo de las burdas acusaciones de fascista que lanzó la tosca derecha empresarial mexicana. ¡Si Obrador es Juárez, no Mussolini! (A pesar de que Obrador se refocila usando con "el pueblo" los mismos recursos retóricos que ensayaron Mussolini y, gulp, Goebbels).
No hay señales de que el país pueda escapar en el corto plazo a la vorágine de enfrentamiento y encono. Quizá desde los tiempos de Santa Anna no se había visto mayor cinismo de la clase política: voraz, mezquina, miope y terriblemente insensible. Y uno de ellos, Andrés Manuel López Obrador, es el producto más acabado de largos años de indigencia moral, social, intelectual. Lo dijo James Parkes en un viejo y sensato libro:

Cuando se trata de actitudes de grupo y de actividades políticas, hay algo más que considerar. Existe el tipo immune al argumento: la personalidad con prejuicios que no tiene capacidad para hacerlo o para explicarlos razonablemente. En lo que concierne a este tipo, el problema no es curarlo sino hacerlo inofensivo.19

Pero a tantos intelectuales, por lo visto, eso les tiene sin cuidado. Roger Bartra está en lo correcto: "la izquierda podrá eludir el peligro de convertirse en una especie en extinción si recupera el ejercicio de la razón y de las ideas".20 Si una ciudadanía responsable e informada no puede erradicar el mesianismo autoritario de López Obrador, el tiempo se encargará de ello, como se encarga ya en Cuba del decrépito Castro. Alienta Parkes:
"cada paso hacia una sociedad más estable y equilibrada reduce la influencia que puede ejercer un demagogo sobre personalidades inestables".21 Y eso va también para ti, Monsi.

Notas
1. María Jimena Duzán, "Voy a reiniciar mis trámites para volverme otra vez colombiano, dice el escritor Fernando Vallejo", Bogotá: El Tiempo, 19 de octubre de 2007.
2. La nota de la joven bloguera continúa así: "Y, por último, ¿por qué a Andrés Manuel López Obrador no le gusta hablar de la muerte de su hermano José Ramón? Pocos conocen el rumor acerca de que fue el propio Andrés Manuel quien de un disparo asesinó a su hermano. Las pocas veces que ha tocado el tema ha negado tal rumor y explica que todo fue un accidente. Accidente o no, ¿por qué no aclara lo que realmente pasó? ¿O es que hay algo que ocultar? En diferentes foros y sitios de internet se comentaba que la noticia del asesinato de su hermano José Ramón fue publicada en diferentes diarios de Tabasco días después de ocurrido, pero todos esos diarios desaparecieron misteriosamente de las hemerotecas una vez que Andrés Manuel, en aquel entonces priista, fue ganando poder en Tabasco. Y de hecho, hasta ayer no había muestras de esos diarios, pero finalmente aparecieron".
3. Jorge Zepeda Patterson, "¿Qué hacemos con López Obrador?",
www.jorgezepeda.net, 20 de abril de 2008. Las declaraciones de Arnaldo Córdova, en "El problema del PRD", La Jornada, 26 de agosto de 2007.
4. Carlos Ramírez, "AMLO, como Chávez y Evo",
www.indicadorpolitico.com.mx, 21 de abril de 2008.
5. Heriberto Yépez, "Ironía y neta en Monsiváis", suplemento Laberinto, Milenio Diario, 2 de mayo de 2008.
6. Jesús Alejo, "Ya sé que nunca me van a privatizar: Carlos Monsiváis", Milenio Diario, 28 de mayo de 2008.
7. Héctor Villarreal, "Monsimanía: una devoción anacrónica", Replicante no. 16.
8. "Las porras de Monsiváis. Queridísimo Alberto: No tengo duda, lo supe desde que te conocí, de tu virtud mayor: la elegancia con que manejas tu astucia, y la inteligencia con el blindaje de revista del corazón. Supongo que la siguiente etapa será de mucho mayor ímpetu prosístico, porque lo que tú quieres es escribir. Te elevo mi porra: 'Mira, mira, mira. El del premio es don Tavira'. Abrazos", carta de Carlos Monsiváis a Quién, núm. 165, 16 de mayo de 2008, p. 26.
9. Véase Rogelio Villarreal, "El lado oscuro del buen Monsi", El dilema de Bukowski (Ediciones sin Nombre, 2004), en donde hago un sucinto recuento de algunas ocasiones en que Monsiváis ejerció el chantaje y el poder en el ámbito cultural. Referencias directas: José Joaquín Blanco, "Los viernes de El Chico", Crónica Dominical, núm. 111, 14 de febrero de 1999, suplemento del diario La Crónica de Hoy; Yanet Aguilar Sosa, "La Onda fue una en la vida y no más. Entrevista a Manuel Aceves, director de Piedra Rodante", Generación, núm. 11, tercera época, México, enero-febrero de 1997.
10. René Avilés Fabila, "Pesadilla de una noche de otoño o para documentar la biografía de Carlos Monsiváis",
http://recordanzas.blogspot.com, 9 de noviembre de 2007.
11. Fernando Ramírez Ruiz, "Jorge Ayala Blanco, forajido del viejo oeste cultural", Milenio Diario, 15 de junio de 2008.
12. Entrevista en Milenio Diario, 4 de mayo de 2008; subrayado mío.
13. Jesús A. Castañeda Montes, "Crónica de la marcha pasada", inédita.
14. Véase Óscar Camacho y Alejandro Almazán, La victoria que no fue, México, Grijalbo, 2007.
15. José Ramón López Rubí Calderón, "Sobre el uso de los veneros del diablo y los recientes pasos de López",
www.periodistasenlinea.org, mayo de 2008.
16. Carmen García Bermejo, 25 infamias culturales, México, Cuadernos de El Financiero. "El SNCA", escribe García Bermejo en el texto inicial de este libro, "en su versión anterior repartió millonarios recursos controlados por un jurado de intelectuales de las revistas Nexos y Vuelta con gente como Octavio Paz, Héctor Aguilar Camín, Carlos Monsiváis, Alejandro Rossi, Teodoro González de León, Adolfo Castañón, Víctor Flores Olea, Rufino Tamayo, Hugo Hiriart, Mario Lavista, Manuel Álvarez Bravo y Manuel Enríquez, quienes dieron becas a sus discípulos y/o amigos con una holgada situación económica, como José María Pérez Gay, Gerardo Deniz, Marco Antonio Montes de Oca, David Huerta, Alberto Castro Leñero, Eduardo Milán, Héctor Manjarrez y Salvador Elizondo. Más tarde, en 1993, ya como SNCA, aquellos que habían sido jueces se autorrepartieron las prebendas y otras más fueron a parar a manos de numerosos funcionarios del Conaculta, del INBA y de la UNAM. Fueron asignadas becas vitalicias para Octavio Paz, Carlos Monsiváis, Marco Antonio Montes de Oca, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska, Fernando Benítez, Ricardo Garibay, Sergio Pitol, Alejandro Rossi, Jaime García Terrés, Andrés Henestrosa, Eduardo Lizalde, Teodoro González de León, Ricardo Legorreta, Pedro Ramírez Vázquez, José Luis Cuevas, Abraham Zabludovsky, Juan Soriano, Vicente Rojo, Federico Silva, Arturo Ripstein y Vicente Leñero, entre otros".
17. "[Las herencias ocultas] es la nueva pieza en su museo imaginario. Es, como objeto, un libro de 384 páginas, tres ensayos y siete 'crónicas históricas' sobre siete liberales mexicanos del siglo XIX. Su forma es fragmentaria; su estilo, el ya conocido. Mentiríamos si dijéramos que la obra despunta por un desusado rigor: no teoriza ni ofrece una sabia lectura del liberalismo ni es producto de una morosa investigación histórica. Antes que demorarse en una época y una ideología, el libro esculpe las figuritas de siete próceres mexicanos. Ése, su propósito: engordar el acervo del museo con la adquisición de un puñado de muñequitos heroicos. No son figuras realistas sino ejemplares, desprovistas de defectos y bañadas en bronce. No descansan en un rincón sino justo en el centro del museo, como homéricos padres de toda la cultura mexicana no católica. Si alguien resiente la tosquedad de las piezas, otro paseo por El Estanquillo puede ser aleccionador: Monsiváis envidia -y remeda, apenas puede- a los moneros",
Rafael Lemus, "Las herencias ocultas (de la reforma liberal del siglo XIX), de Carlos Monsiváis", Letras Libres, marzo de 2007.
18. Esteban Ascencio, Me lo dijo Elena Poniatowska: su vida, obra y pasiones contadas por ella misma, México, Ediciones del Milenio, 1997.
19. James Parkes, Antisemitismo, Buenos Aires, Paidós, 1965.
20. Roger Bartra, "La izquierda, ¿en peligro de extinción?", Letras Libres, agosto de 2007.
21. J. Parkes, op. cit.
 
Rogelio Villarreal
Autor de los libros El dilema de Bukowski, El periodismo cultural en tiempos de la globalifobia y Sensacional de contracultura (en prensa). Es editor de la revista Replicante.


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