sábado, diciembre 27, 2014

 

Con nuestros recursos

Todo Gobierno funciona con recursos que son provistos por la sociedad.

 

Algunos de éstos son recaudados de manera directa por los impuestos que pagamos usted y yo. Otros son también otorgados por usted y por mí, pero en el largo plazo; con préstamos y endeudamientos que solicita el Gobierno en nuestro nombre, los gasta en el suyo y se obliga a pagar con los ingresos que espera tener en el futuro de sus ciudadanos.

 

Todo lo que gasta el sector público, todo lo poco que invierte año tras año, se hace con recursos que la sociedad le da al Gobierno.

 

Por ello, llama la atención que en los anuncios del Gobierno no se clarifique que el programa es pagado con nuestro dinero, pero sí se exija que diga siempre "que el programa es público, ajeno a cualquier partido político" y que "se prohíbe su uso distinto para el que fue creado".

 

De hecho cualquier informe de la autoridad debería iniciar con la frase "Con el dinero que aporta usted, miembro de la sociedad mexicana..." este programa existe o hace tal cosa. De esta forma eliminaríamos el concepto de dádiva o la idea de que es un regalo del Gobierno a los ciudadanos.

 

El Gobierno por ende debe tener como función primordial servirnos; de ser y hacer cosas que nos sean útiles a los ciudadanos y que nos permitan ser mejores. Nada debe justificarse si no tiene un beneficio directo para la sociedad, nada.

 

De ahí, por ejemplo, que la inversión para educación debe ayudar a que los mexicanos sean mejores personas, mejores profesionistas, mejores ciudadanos.

 

En el campo de la educación abundan los estudios con técnicas y procedimientos probados para mejorar la calidad educativa en todo el mundo.

 

En México no siempre queremos ponerlos en práctica y seguimos hablando de reformas que son sólo para la foto.

 

Igual, en el gasto de la salud pública y la seguridad social debemos exigir que realmente sirvan para proveer recursos cuando se ha terminado la vida laboral y cuando es necesario tener ahorros, y tener servicios de salud dignos para una población que lo entregó todo durante la vida laboral a sus Gobiernos.

 

Nos hace falta de manera imperiosa una revisión del destino y los resultados del gasto público que hace el Gobierno con nuestro dinero, así como de la deuda pública que en nuestro nombre el Gobierno ejerce y que nos obliga a todos a pagarla por décadas.

 

Y la deuda no es poca cosa. De acuerdo al Banco de México, a finales del 2013 la deuda pública consolidada total representaba el 33.2 por ciento del PIB.

 

Para el 2015 este Gobierno la ha aumentado en poco más del 30 por ciento para representar el 43.3 por ciento del PIB.

 

De hecho, para el próximo año, el Gobierno federal destinará 406 mil millones de pesos a pagar los intereses de esta deuda. Esto representa casi el 70 por ciento de todo el IVA que recaudará México el año entrante.

 

Así, cuando usted vea en sus recibos que le están cobrando el IVA calcule que el 70 por ciento de esa cantidad ya nuestro Gobierno lo entregará a los bancos por la deuda pública que generosamente contrajo a nuestro nombre y cuyos beneficios hoy son más cuestionados que nunca.

 

Lo que más preocupa del crecimiento del endeudamiento público es que en los últimos tres años ha sido superior al crecimiento de la economía. No en balde el Fondo Monetario Internacional ya advirtió que esta deuda es insostenible para México si no crece la economía como se pronostica.

 

Por ello, mi mejor deseo para 2015 es ver una auténtica reforma del gasto público, una que obligue a que cada peso gastado de la sociedad no solamente esté debidamente justificado, sino muestre su impacto benéfico.

 

Un deseo que se antoja difícil dadas las actuales circunstancias en las que las palabras ahorro, moderación del gasto y austeridad no han aparecido ni por casualidad en los mensajes del Presidente, ni de dependencia estatal o municipal alguna y menos cuando viene un año electoral que siempre impulsa a gastar mal e irresponsablemente.

 

A pesar de todo, deseo que tengamos un mejor año que este que termina. Uno en que podamos superar los retos y tengamos la generosidad para hacerlo de manera conjunta, en paz y armonía.

 

Vidal Garza Cantú

vidalgarza@yahoo.com

 

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domingo, diciembre 14, 2014

 

Trabajo Vs Tecnología

La discusión sobre los salarios mínimos es cada vez menos realista y más electorera. Desde luego, nuestros políticos tienen todo el derecho de proponer ideas y plantear posturas, pero eso no le confiere razón a sus propuestas, que, aunque atractivas, son altamente irresponsables.

 

En una de sus muchas frases geniales, ésas que capturan toda una visión del mundo, David Konzevik afirma que "hoy, como ayer, hay pobres en ingresos... La gran diferencia es que los pobres de hoy son ricos en información y millonarios en expectativas".

 

Lo que los promotores del incremento en salarios mínimos están haciendo es atizar esas expectativas. Lo que no reconocen es que vivimos en un mundo global donde el salario no es más que un precio relativo que, en su condición actual, mantiene la estabilidad política. Subir el salario sin resolver los problemas estructurales que yacen detrás no es otra cosa que fomentar el desempleo.

 

Comencemos por tres verdades indisputables: primero, México está inserto en el mundo global y una buena parte del ingreso de los mexicanos se deriva de las exportaciones; como evidenció la crisis de 2009, cuando se cae la demanda del exterior, todo el País sufre.

 

El verdadero déficit del País yace en las estructuras anquilosadas que nos anclan en el pasado en lugar de coadyuvar a dar un salto hacia adelante, justo lo que los exportadores y similares han logrado.

 

En segundo lugar, el precio de la tecnología experimenta una caída vertiginosa en todo el mundo. Por definición, el empresario siempre optimizará el uso de sus recursos: utilizará la combinación de insumos que minimice sus costos. Eso es lo que produce el precio relativo de la mano de obra y el capital.

 

Alterar la ecuación aumentando el salario podría llevar a la desaparición de empresas pobres o, para la minoría que tenga capacidad financiera, a una transformación tecnológica que implique la evaporación de innumerables empleos. No es un asunto trivial.

 

La tercera realidad es que el País compite con el resto del mundo. Independientemente de la nacionalidad de una empresa o empresario, lo que cuenta para realizar una inversión son las ventajas y oportunidades (o lo opuesto). Entre éstas es obvio que factores como el mercado (y acceso a otros), costos de instalación y operación son todos elementos clave para su decisión.

 

Si en estas condiciones se eleva el salario mínimo por decisión política, las consecuencias serían anticipables. Aunque el salario mínimo pueda ser bajo, éste no es un asunto de justicia; de elevarse el salario mínimo va a producir inevitablemente una caída en la demanda de esos empleados que no cuentan con los conocimientos o capacidades que los distinguen de otros (en el mundo) para ser reemplazados por el insumo que se ha hecho relativamente más barato, es decir, la tecnología.

 

Desconocer el impacto en el empleo implicaría suponer que no hay flexibilidad en el mercado laboral: o sea, que la demanda de trabajadores es igual independientemente del salario.

 

Sin embargo, el esquema actual en México de salarios nominales y reales bajos empata con una baja productividad y su rendimiento tiende a decrecer. La única forma de romper con este círculo vicioso es elevar la productividad de manera sistemática.

 

El Gobierno federal ha hablado de esto, pero no ha producido mucho de manera concreta. Sería muy riesgoso elevar los salarios mínimos sin haber resuelto las causas de la baja productividad.

 

Es evidente que existen enormes diferencias de productividad en la economía mexicana. Cada empresa y sector tendrá distintas posibilidades de elevar los salarios, lo que invita no a elevar el salario mínimo, sino a liberalizarlo: de liberarse el control al salario mínimo, algunas empresas podrían elevarlo de inmediato; si se obliga a todas a hacerlo, el resultado sería desempleo.

 

Por otro lado, la única solución definitiva al problema residiría en crear mecanismos y condiciones para que se transforme la planta productiva, adquiera tecnologías modernas y disminuya sus costos.

 

Una estrategia así sólo podrá ser exitosa de elevarse rápida y radicalmente el capital de las personas, es decir, su educación y capacidad de competir. Sin eso, la disyuntiva es mayor empleo con salarios bajos o salarios altos con menor empleo.

 

En las condiciones económicas, sociales y de inseguridad actuales, elevar el salario de manera artificial implicaría no sólo un aumento en la desocupación, sino crear incentivos adicionales para el mercado de empleo ilegal y criminal, que todo mundo sabe que está a la vuelta de la esquina.

 

Luis Rubio

www.cidac.org

 

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La sospecha

Resulta que dentro de la casa había otra casa. Varios descubrimientos arqueológicos en México dan cuenta del sistema constructivo prehispánico donde un edificio era crecido con una nueva superficie, como estas muñecas rusas llamadas matrioskas.

 

Esta práctica de nuestros antepasados sirvió para que muchas construcciones quedaran ocultas a los conquistadores y no fueran destruidas; también simboliza un rasgo cultural que nos caracteriza: la dualidad, ocultar la real intención, la simulación, la máscara que esconde el verdadero rostro.

 

En nuestro código cultural arrastramos la sospecha, también el ocultamiento. Éste nutre a aquélla. Ocultamiento y sospecha alimentan un círculo por donde transitamos, lo hemos practicado por siglos, no nos extrañe que sea parte del modus operandi del sistema social y político mexicano.

 

Durante la Colonia las prácticas religiosas prehispánicas sobrevivieron gracias al ocultamiento, cuyo código devino en una necesidad primaria: sobrevivir. Aprendimos a ocultar para sobrevivir, pero como es natural, dimos a la sospecha denominación de origen.

 

Octavio Paz escribió en "El Laberinto de la Soledad": "Esta conducta, legítima en su origen, se ha convertido en un mecanismo que funciona solo, automáticamente. Ante la simpatía y la dulzura nuestra respuesta es la reserva, pues no sabemos si esos sentimientos son verdaderos o simulados". Este mecanismo funciona solo, precisamente, por ser parte de nuestra cultura.

 

Dice Sara Sefchovich en su espléndido libro "País de Mentiras": "Nuestros poderosos no podrían mentir si no fuera un código y una práctica socialmente compartidos, socialmente aceptados y firmemente establecidos que permiten que las cosas sean así".

 

Las influyentes publicaciones The Wall Street Journal y The Economist (ésta bajo el sugerente título "La hipoteca turbia") han puesto en la mira la enajenación que el Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, tuvo con una de las empresas del controvertido Juan Armando Hinojosa Cantú, de Grupo Higa, lo que muchos han calificado como una operación gemela a la Casa Blanca mexicana, propiedad de la esposa del Presidente. El asunto, como era previsible, ha enardecido más el ánimo social.

 

Más allá de las explicaciones de la Primera Dama y del Secretario de Hacienda, la sospecha emerge de la misma manera que los templos enterrados salen a la superficie mientras se hunde la Catedral Metropolitana en el centro histórico de la Ciudad de México.

 

Esta "nueva" casa pone énfasis en la primera. Seguramente se trata de operaciones legales, jurídicamente bien hechas y dentro de parámetros de mercado, pero, en lo referente al tema de un potencial conflicto de intereses, hay dudas, y no habrá conciliación con el ánimo social hasta que no haya transparencia.

 

Mover a México empieza por erradicar la sospecha, establecer hasta dónde se puede hacer algo jurídicamente sin mancha, pero éticamente vulnerable. Nuestra confianza transita un camino minado de sospechas.

 

Algunas piezas arqueológicas, labradas de un solo lado, sobrevivieron gracias a que nuestros antepasados pusieron el rostro boca abajo (más que con la intención de esconder, de venerar a la tierra). Hoy las podemos admirar porque fueron desenterradas.

 

Mover a México equivale a desenterrar al País, sacar las cosas a la luz. Hoy que la credibilidad del Presidente y de su Secretario de Hacienda están bajo sospecha, el cambio reformador que impulsan pasa por construir confianza.

 

Ellos deben ser los primeros interesados en esclarecer las cosas y someterse a una comisión de la verdad que tenga probada credibilidad. Una nación civilizada no condena antes de saber, pero hemos aprendido que la sospecha es la antesala de la verdad.

 

Daniel Sada lo escuchó en una estación de camiones e intituló una gran novela: "Porque Parece Mentira la Verdad Nunca Se Sabe". El nombre parece factura bajo pedido. Si el Gobierno del Presidente Peña Nieto insiste en lubricar al País con el engrudo de la duda, sabrá que la sospecha es un potente freno para México.

 

Eduardo Caccia

 

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martes, diciembre 09, 2014

 

¿Cómo roba un funcionario?

Respondamos a esta pregunta con los detalles recientes de los sobornos en Petrobras. Espeluznantes ...y por desgracia con un modus operandi que suena muuuy conocido.

 

Pedro Barusco, un ex empleado de la petrolera regresará ¡100 millones de dólares! que recibió de "moches" por dar contratos millonarios.

 

Usted se imaginará: si recibió tal cantidad, seguro Barusco fue el Director General de Petrobras. Pero no: ¡apenas tenía un puesto de tercer nivel!

 

De acuerdo a Bloomberg, parte del dinero que recibió fue de SBM Offshore, una proveedora de plataformas petroleras holandesa que recién pagó multas por 240 millones de dólares (mm Dls) por corrupción en África y pues -claro- en Brasil.

 

La fortuna de Barusco fue amasada tras dos décadas de laborar en Petrobras y estaba en cuentas en países como Suiza y Uruguay.

 

Bueno, pues este señor renunció a Petrobras en 2010. ¿Para irse a disfrutar el "fruto de su trabajo"? ¡No, hombre! La codicia no tiene límites: lo contrató la proveedora de barcos petroleros Sete Brasil, que casualmente ganó contratos por 25,000 mm Dls.

 

Barusco está detenido y cooperando para tratar de bajar su pena, al igual que Paulo Roberto Costa, ex director de refinación de Petrobras (también encarcelado junto con decenas más).

 

Según Costa, políticos y partidos habrían recibido parte de los moches. La BBC señala una comisión del 3% del valor del contrato. En total, el diario O'Globo estima mordidas por 4,600 mm Dls.

 

Pero, ¿acaso sólo hay moches en el petróleo? ¡Ja! En boca de Costa: "Lo que sucede en Petrobras pasa en carreteras, trenes, puertos, aeropuertos e hidroeléctricas. Se da en todo Brasil".

 

¿Y en México? Hace poco reproduje lo que me contó un importante empresario: "Las licitaciones están cartelizadas. Empresas que se turnan para ganar concursos a precios inflados".

 

Explicaba: son procesos "legales" que cumplen los requisitos, pero que son inmorales. "Y luego los pagos del ganador al funcionario se dan por fuera", concluía.

 

I-GUA-LI-TO a Brasil. Revise esta noticia de hace 10 días:

"Ganan empresas licitaciones con ofertas más caras". Cinco de las 10 licitaciones más grandes otorgadas en este sexenio por la SCT se han quedado en los consorcios con las ofertas más caras.

 

Rauda y veloz, la SCT aclaró la nota: ¡los procesos fueron legales!

 

Trenes y aeropuertos en Brasil y... trenes y aeropuertos en México. Obras de miles de millones de dólares. Donde cotizar un poco más caro deja harta plata pa' repartir.

 

Por ejemplo, ¿sabe cuánto gastará Pemex en promedio durante los siguientes 5 años tan sólo en inversiones de capital? ¡32,400 millones de dólares anuales!

 

¿Se imagina un "mochecito" de 10%? ¡45,360 millones de pesos, por año! ¿Cuántas casitas se podrían pintar de blanco con esta lanita?

 

Esto es sólo Pemex. Súmele dependencias federales, estatales y municipales. Súmele los trenecitos, aviones, carreteras y lo que se le ocurra. Por eso hay tanto "enriquecimiento explicable".

 

¿Qué hacer? Transparencia, seguir al dinero y castigar al culpable.

 

Transparencia en un sentido amplio. No sólo explicar y dar cuentas totales de licitaciones, sino asegurarse que sean competitivas. No se vale contratar al más caro sin explicar por qué.

 

No se valen procesos como el del acueducto Monterrey VI, el Gobierno de Nuevo León primero reservó la información técnica y financiera, luego la presentó incompleta y a regañadientes y claro, ganó un consorcio donde participa HIGA (sí, la de la casa blanca). ¿Aceptaría algo así del departamento de compras de su empresa?

 

Segundo: seguir al dinero, pero hasta su posible camino a los bolsillos de funcionarios. Ir más allá de las declaraciones patrimoniales, que obviamente deben ser públicas.

 

Si Hacienda ya tiene acuerdos con decenas de países para identificar cuentas extranjeras de causantes, ¿por qué no rastrear las de políticos y funcionarios de alto nivel? Pueden hacerlo. ¿Querrán?

 

Y finalmente, que haya consecuencias. En Brasil hay detenidos, es un escándalo nacional... ¿y en México? Noticias van y vienen sobre la riqueza de políticos y líderes sindicales... ¡y nada!

 

Parece que sólo en EU se persigue la corrupción mexicana. Por ejemplo, el moreirazo. Allá, detenidos. ¿Acá? Bien, gracias.

 

¿Cómo roba un funcionario? Con la anuencia de los participantes de un sistema al que no le conviene perseguir este delito. Así de fácil.

LOS PRECIOS DEL PETRÓLEO

Imposible predecir dónde se estabilizarán, quizá alrededor de 60 dólares por barril. Lo que sí sabemos es que petroleras mundiales recortarán personal. Por ejemplo, según CNBC, British Petroleum bajaría sus gastos de producción 7% en 2015, ahorrando 2,000 mm Dls. ¿Y el plan de ahorro de Pemex?

 

En pocas palabras...

"Es mejor fracasar con honor que triunfar con un fraude".

Sófocles

benchmark@elnorte.com

Twitter: jorgemelendez

 

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domingo, diciembre 07, 2014

 

Surgir desde nosotros

La semana pasada expresé que para cambiar a México hay que cambiar el sistema, por una razón fundamental: el sistema moldea la conducta.

 

Si imaginamos que México funciona como un organismo podemos visualizar cómo la teoría de sistemas puede influir para un cambio favorable.

 

Varios estudiosos de la condición política y económica del País fallan cuando pasan por alto el sistema cultural, parecería que la culpa de que seamos como somos es de la política o de la economía, cuando en realidad es al revés. Porque somos la sociedad que somos, tenemos los políticos que tenemos, ellos surgen de la sociedad.

 

Cambiar el sistema cultural (el político vendría por consecuencia con la renovación de cargos públicos) implica no esperar que el Gobierno inicie el cambio.

 

Acabo de escuchar un anuncio de radio del PRD (podría ser de cualquier otro partido) donde nos dicen algo como "mira qué bueno soy, te he dado apoyo para viejitos, apoyo para esto y aquello", la concepción del ejercicio político es "vota por mí porque te doy", así ha sido durante generaciones.

 

No es casual que tengamos una sociedad domesticada (como animal salvaje en cautiverio), acostumbrada a pedir y a recibir de "papá Gobierno", acostumbrada a que sus problemas se los resuelvan los políticos.

 

Este círculo de rentabilidad electoral implica la conveniencia de que haya una clientela subdesarrollada y con problemas para venderle espejitos de soluciones.

 

Cambiar el sistema cultural implica que entendamos el concepto de resiliencia. Es la capacidad que tiene un individuo o un grupo social de generar factores biológicos, psicológicos y sociales para resistir, adaptarse y fortalecerse ante un riesgo, generando éxito individual, social y moral.

 

Aquí reside una base para sanear el tejido social. Los grupos resilientes hacen más fuerte a una sociedad o a una empresa, son fractales que garantizan la permanencia ante la amenaza. La resiliencia se pierde, pero también se recupera y fortalece.

 

Tradicionalmente la resiliencia aplica a catástrofes, desastres naturales que ponen en riesgo la sobrevivencia humana. En las zonas sísmicas de México se ha desarrollado resiliencia en función al riesgo natural.

 

La resiliencia es entonces relativa, a tal veneno, tal antídoto. ¿Acaso en México la catástrofe no es el mal gobierno, la impunidad, la corrupción y la inseguridad? Necesitamos una Alianza por la Resiliencia que permita sanar los diferentes subsistemas estructurales de lo que llamamos "tejido social" o "cultura".

 

Gracias a un experto, el doctor Dagoberto Flores, sé que lo contrario de resiliencia es la anomia asiliente, y que los ocho pilares de la resiliencia (piénsalos para México, pero también para ti y tus hijos) son: autonomía, afrontamiento (capacidad de resolver), autoestima, conciencia, responsabilidad, esperanza-optimismo, sociabilidad inteligente y tolerancia a la frustración.

 

Estas competencias deberían ser parte de la educación y de los programas sociales. Las sociedades con más índice de anomia asiliente (es decir, con calificaciones más bajas en los pilares de resiliencia) están en América Latina, Asia y África, justo donde hay más países subdesarrollados.

 

Los individuos resilientes forman mejores sociedades, capaces de cuestionarse temas vitales. Por ejemplo, ¿se debe ser leal a un sistema de gobierno o a los beneficios de un sistema de gobierno? Yo prefiero los beneficios aunque no sean del sistema más aclamado. Un sistema resiliente es meritocrático por naturaleza, promueve a los mejores, no a los escogidos por intereses de camarillas.

 

La Alianza por la Resiliencia requiere un marco institucional y administrativo que además de los pilares básicos aliente la rendición de cuentas, la transparencia, y combata la impunidad. Requiere la participación de la academia, iniciativa privada, organismos civiles y sociedad en general. Implica surgir desde nosotros.

 

El cambio en México se conjuga sin el sustantivo Gobierno. Sólo un nosotros fuerte terminará con los pocos que ni saben, ni pueden, ni quieren.

 

Eduardo Caccia

 

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