lunes, febrero 28, 2011

 

Opacidad = complicidad

Gracias a una investigación de El Norte rodó el mito (éste sí) de que las sobretasas que paga Nuevo León por su deuda se deben a un incremento en su nivel de riesgo.

Ha quedado demostrado que con el mismo nivel de riesgo (AAA) y emitidos exactamente en el mismo momento histórico, Nuevo León contrató deuda pagando por ella sustancialmente mayores intereses que otras emisoras en idénticas circunstancias.

Consistente y repetidamente el Gobierno estatal contrató deuda más CARA que nadie más, lo cual sólo puede indicar dos cosas respecto a quienes manejaron las finanzas de Nuevo León en este periodo:
 
 1.- O fueron sumamente INEPTOS para negociar, o...

2.- Se prestaron a corruptelas con los intermediarios financieros.

Fuentes del todo confiables que conocen los número OPACOS de la Tesorería estatal estiman que Nuevo León paga AL AÑO entre CIEN y CIENTO VEINTE millones de dólares EXTRA por concepto de las sobretasas de su deuda.

Esto es: le SACA de la BOLSA a los ciudadanos unos 130 millones de pesos cada MES para dárselo a los intermediarios financieros, quienes se embolsan el "extra" entre lo que debería de ser la tasa correcta y la elevada que les paga Nuevo León.

Usualmente en estas operaciones de colocación de deuda los intermediarios manejan un esquema de "comisiones".

La lógica presunción es que de alguna manera estas SOBRETASAS, estos miles de millones de pesos al año, se reparten entre comisionistas y los funcionarios que les firmaron "carte blanche" con cargo al pueblo.

Esto es: primero crean una BOLSA de dinero, que es el "spread" entre lo que se debería pagar y lo que realmente se paga, y este excedente se lo reparten.

Lo cual significa que "alguien" -que NO ES EL PUEBLO DE NUEVO LEÓN- se beneficia con este esquema de sobretasas con cargo al PUEBLO.

Dijo y dijo bien el ex Tesorero y actual SENADOR de la República, Fernando Elizondo, que este asunto de las sobretasas que paga por su deuda Nuevo León debe INVESTIGARSE.

¡Por supuesto que así debe ser!

Sólo que quienes armaron estas artimañas, que bien podrían calificarse como desvíos, se encargaron también de dejar en el poder a sus TAPADERAS.

¡Por ello la opacidad!

Por esto se REHÚSAN a revelar los datos específicos de la deuda, porque saben que ¡hay mugre!

Mugre que causaría bochornos al "Padrino" y al Partido que pretende llevar al "Copetes" Peña a la Presidencia.

Por ello la pretenden barrer debajo de la alfombra protectora que han tendido con su manto de OPACIDAD, que a la vez se convierte en uno de COMPLICIDAD.

Cabe advertir que los datos que pudo investigar este su periódico se refieren sólo a la deuda que Nuevo León colocó a través de la BOLSA.

Hay un titipuchal de monto de deuda que Nuevo León colocó directamente con la BANCA, el cual está totalmente OCULTO, y aquí se supone hay todavía MÁS MUGRE que la que ya ha aparecido.

Deuda carísima con "spreads" incomprensibles que benefician sólo a la institución prestadora y a sus representantes, quienes mediante la vieja práctica del "moche" presuntamente le regresan a sus benefactores una PORCIÓN DEL DINERO "extra" que desviaron de las arcas del Estado.

Mes a mes, este CHORRO de lana que con sofisticado SIFÓN financiero le extraen a las arcas PÚBLICAS beneficia a PARTICULARES en lugar de servir para ATENDER las necesidades de la población, que no son ni pocas ni insignificantes.

Entonces, ante la esperanza de que aquí localmente la autoridad y sus representantes no tienen ningún interés en destapar las transas y menos en RECTIFICAR esta malversación, quizás tenga que ser la Auditoría Superior de la Federación la que intervenga, investigue y CASTIGUE el mal uso de fondos públicos, no sólo por la presunta malversación, sino también por hipotecar el futuro económico del Estado para beneficiar a particulares, y casi seguramente a los funcionarios públicos que aprobaron estos esquemas de endeudamiento NOCIVOS y dañinos en el corto y en el largo plazo.

El abogado del pueblo 
fricase@elnorte.com
 
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Y esto que vemos en NL pasa en todos los estados. Ahora los gobernadores son pequeños señores feudales que gastan el Erario en completa opacidad, con corrupción, exceso de burócratas, y un círculo vicioso bien alimentado para perpetuar a su grupo en el poder y enriquecerse personalmente en el camino.
 
 


jueves, febrero 17, 2011

 

Los medios

(16 febrero 2011).- Cuando ocurrió el terremoto de septiembre de 1985 en la Ciudad de México, la información que difundieron muchos medios hizo pensar que la urbe estaba destruida.

Recuerdo que familiares de unos amigos volaron a México procedentes de Colombia, registrando en su equipaje sogas, cientos de pastillas para purificar el agua y equipo para escalar. Las imágenes que difundían los medios, transmitiendo una y otra vez tomas de edificios colapsados y personas afectadas, les convencieron que arribarían a una urbe en ruinas y que debían estar preparados para ayudar a sus seres queridos.

Gran sorpresa recibieron cuando al salir del aeropuerto constataron que el taxi que tomaron se desplazaba casi por toda la ciudad, y que aunque había daños importantes, éstos se registraban en zonas específicas. En el contexto de la tragedia que fue el terremoto, un sector de la población se organizó en labores de apoyo y rescate durante varios días, mientras que el resto, es decir la inmensa mayoría, pronto retomó sus actividades cotidianas.

La anécdota puede parecer chusca, pero fue verdad. ¿Por qué la menciono? Porque algo similar sucede con la forma en la que algunos medios nos bombardean mañana, tarde y noche con notas sobre los hechos violentos y de inseguridad que se registran en nuestra Ciudad y en el País.

Bajo su óptica, pareciera que no hay otros eventos y actividades dignos de destacarse que no sean el asalto, la balacera, los secuestros o el enfrentamiento entre grupos delictivos.

Si esta perspectiva prevalece entre nosotros, una imagen similar se proyecta en el extranjero: México es un Estado casi fallido o un narcoestado a punto de caer en las garras del crimen organizado. Tierra de nadie, tierra de violencia, es peligroso viajar a esa nación.

Y no sólo eso, hoy resulta que la percepción internacional sobre los mexicanos es que somos un pueblo de traficantes, drogadictos y matones. Si antes de la actual coyuntura los migrantes indocumentados en Estados Unidos eran considerados ilegales, ahora recae en ellos el estigma de ser indiscutibles criminales.

Es triste reconocerlo, pero portar en estos días un pasaporte de México ya no es garantía de buena nacionalidad. Ante el mundo, cualquier turista mexicano puede ser considerado un delincuente en potencia.

El abuso por parte de algunos medios del enfoque que magnifica las noticias sobre el crimen está produciendo el efecto del "tiro por la culata". A fuerza de resaltar sólo la dimensión de la violencia y la inseguridad, minimizando la información de otra naturaleza, se genera temor, se ahuyenta la inversión y se promueve una audiencia que se alimenta del morbo, el escándalo y el miedo, en lugar de contribuir a formar una opinión pública crítica y documentada.

¿Ha tenido la oportunidad de escuchar un noticiero radial y televisivo vespertino regiomontano en el cual, al informar sobre algún hecho delictivo, no sólo se aborda el tema hasta el cansancio, sino que la lectura de la nota se acompaña de un audio que reproduce el ulular de sirenas para provocar inquietud en la audiencia?

Cuando algunos medios ven al rating como un fin en sí mismo y no como un instrumento para mejorar la calidad informativa, desaprovechan el enorme potencial que tienen en la construcción de una ciudadanía libre, pesante y democrática.

En su obra "Un Mundo sin Sentido", el filósofo político Zaki Laïdi señala la grave responsabilidad que tuvieron los medios en la agudización y propagación de la sangrienta guerra de Bosnia en 1992-1995. Otro autor, Ken Robinson, también reconoce en el libro "Out of our Minds", la necesidad que tiene la industria noticiosa de producir noticias las 24 horas del día para capturar la atención del público y mantener el rating.

Una cosa es estar informado e informar objetivamente, y otra nutrirse del morbo y sobredimensionar las noticias en aras de una mal ganada popularidad.

Lucrecia Lozano 
lucrecialozano@itesm.mx

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No hay que intentar tapar el sol con un dedo. Definitivamente tenemos un problema grave de inseguridad en México. Hay zonas en el país que son muy peligrosas. Cd. Juárez es la ciudad más peligrosa del mundo, tiene el índice de homicidios por cada 100 mil habitantes más alto del planeta. Sin embargo, la gran mayoría de los mexicanos hacemos nuestra vida casi de manera normal. Vamos todos los días al trabajo, a la escuela. Vamos a comprar el mandado. Los fines de semana vamos a los malls, de compras, al cine.

Obviamente tomamos precauciones. Los antros, los giros negros, sobre todo han visto mermada su clientela significativamente. Muchos han modificado su perfil cambiando de auto o casa. Pero la violencia que los medios transmiten si está exagerada. Las balaceras y ejecuciones, aunque alarmantes, tienen poco efecto sobre la población en general. Si han habido muertos inocentes, por balas perdidas o confusiones, pero son los menos. La gran mayoría de los muertos siguen siendo entre las propias filas de los criminales, policías, y miembros de las fuerzas armadas.

La violencia, inseguridad, que si afecta directamente al público en general es el incremento en el robo de autos, y los secuestros, que todavía siguen sucediendo bastante. Ambos delitos del fuero común que se supone deben perseguir y castigar el gobierno estatal, y prevenir los municipales.

Pero no nos dejemos avasallar por el monopolio de la información negativa. Hay mucha información positiva que no estamos recibiendo y que vale la pena cacarear. Todos los mexicanos debemos empezar a enviar al exterior más información positiva. Brasil está peor en materia de seguridad que México y sin embargo no recibe tanta reseña negativa del extranjero. Debemos empezar por nosotros mismos, los mexicanos, a hacerlo.

Saludos

Dany Portales


domingo, febrero 06, 2011

 

Tintas de la violencia

La violencia del presente nos da otros ojos para mirar la violencia del pasado. Ésa es la sensación que deja "José Clemente Orozco. Pintura y verdad", la exposición coordinada por Miguel Cervantes en San Ildefonso. Entre sus muchas sorpresas -los formidables retratos que dan la bienvenida, las crueles, incómodas pero desternillantes caricaturas antimaderistas, las acuarelas feroces y tiernas de la vida prostibularia- sobresale una serie de pequeños cuadros en tinta y lápiz que originalmente se titularon "Horrores de la Revolución".

Son parte de un conjunto de cincuenta o sesenta trabajos que Orozco comenzó a pintar poco antes de su segunda salida de México a Estados Unidos (noviembre de 1927) hasta 1930 aproximadamente, cuando el éxito de esas tintas y de sus subsiguientes litografías le ganó los contratos de sus tres famosos murales en aquel país: Pomona, College New School for Social Research y Dartmouth College.

La génesis de esos dibujos es curiosa. A sabiendas de que Orozco había desistido de continuar sus murales en la Preparatoria, la periodista y crítica Anita Brenner -una de esas grandes enamoradas literarias de México- fingió que un coleccionista norteamericano se interesaba en los dibujos que el pintor había comenzado a realizar sobre sus recuerdos de la Revolución.

Orozco le dio alguno de ellos y partió hacia Nueva York, donde no tuvo tiempo de lamentar la estratagema porque, advertida por Brenner, Alma Reed -la célebre "Peregrina", otra apasionada de México- lo tomaría en más de un sentido bajo su manto, promoviendo su obra entre amigos adinerados, en exposiciones y aun en la galería Delphic Studios, que abriría para ese propósito.

A partir de su llegada, tras establecerse en el Upper West Side, Orozco siguió representando vívidamente las imágenes que le había tocado presenciar hacia 1915 en Orizaba, cuando trabajaba en La Vanguardia, el diario de los famosos "Batallones Rojos", dirigido por el "Dr. Atl".

En su "Autobiografía" Orozco dejó párrafos memorables sobre esa experiencia: "la tragedia desgarraba todo a nuestro alrededor. Tropas iban por las vías férreas al matadero. Los trenes eran volados. Se fusilaba en el atrio de la parroquia a infelices peones zapatistas que caían prisioneros de los carrancistas. Se acostumbraba la gente a la matanza, al egoísmo más despiadado, al hartazgo de los sentidos, a la animalidad pura y sin tapujos. Las poblaciones pequeñas eran asaltadas y se cometía toda clase de excesos. Los trenes que venían de los campos de batalla vaciaban en la estación de Orizaba su cargamento de heridos y de tropas cansadas, agotadas, hechas pedazos, sudorosas, deshilachadas".

Las tintas en San Ildefonso despliegan aquella realidad atroz que el mito revolucionario lograría suavizar y hasta ennoblecer. Un ahorcado cuelga de un poste mientras dos personajes duermen con sus fusiles; un cuchillo alevoso (imagen reiterada en Orozco) ha traspasado el pecho de una mujer desnuda que yace bajo un maguey junto a su marido, un infeliz peón zapatista; una espectral procesión sigue la camilla de un fusilado; en un precario cuarto de hospital, entre cobijas raídas y mujeres sollozantes, se hacinan los heridos: mutilados, vendados, enceguecidos, moribundos; las pistolas y cuchillos en "La Batalla" son prefiguraciones del "Guernica"; en varios otros cuadros ("Lágrimas", "Guerra") los personajes centrales son mujeres mexicanas que cubren su luto con sus rebozos: postradas, arrodilladas, suplicantes, resignadas.

Orozco se apiada infinitamente de ellas pero no idealiza al "pueblo". Con frecuencia lo representa como la ruidosa comparsa del generalote asesino, rodeado de soldados protervos y jadeantes putas.

Entre todas las tintas, dos me impresionaron particularmente: "Violación", que ocurre en una recámara de espejos y muebles destrozados, donde un revolucionario cascorvo, tras saciar su apetito, se ajusta torpemente los pantalones mientras otro comienza su acto brutal sobre la misma, desesperada mujer; y "El regreso", quizá el más conmovedor por su tonalidad rulfiana: un hombre vuelve a casa para informar a dos mujeres -tal vez su madre y su hermana- de la muerte de un ser querido del que sólo ha quedado un despojo de ropa.

¿Cuál era la fuente íntima de su sensibilidad ante el dolor? A los 21 años, un experimento con pólvora le había estallado en la mano, y para prevenir la gangrena se optó por amputarla. En el libro conmemorativo de la exposición hay un excelente ensayo de Raquel Tibol que recobra testimonios desgarradores de Orozco sobre su limitación física: "todo, absolutamente todo, tengo que hacerlo ¡con una sola mano!". Había anticipado la Revolución en su propio cuerpo.

Se dirá que la violencia revolucionaria era lúcida, social, heroica. Se dirá que aquellos centenares de miles de muertos (y sus viudas y huérfanos) eligieron ese destino para redimir a un país sumido en la miseria, la injusticia, la desigualdad o la opresión. ¿Fue realmente así? En la visión de Orozco (como en "Los de Abajo", novela que ilustró por esas fechas) la Revolución no fue la utopía exuberante e idílica de Rivera, ni la dinámica ascensión histórica de Siqueiros, sino el drama de un pueblo bueno sacrificado en una incomprensible, estruendosa y salvaje "fiesta de las balas".

Se dirá que la violencia actual no es lúcida, ni social ni heroica. Es verdad. Pero cabe preguntarnos si la mitología de la Revolución no plantó entre nosotros un desprecio a la vida que siguió latente (aplacado por un vasto y eficaz sistema de dominación, no por un verdadero Estado de derecho) hasta aflorar de nuevo en nuestro tiempo. Muchas cosas construimos en el siglo 20 pero no una cultura de la legalidad, que era la columna vertebral del México liberal. Por eso, al cesar el monopolio del poder (cuya restauración es indeseable y quizá imposible), hemos regresado al origen: minorías violentas entregadas "a la matanza, al egoísmo más despiadado, al hartazgo de los sentidos, a la animalidad pura y sin tapujos".

¿Cuándo saldremos? Cuando la ley y la justicia arraiguen entre nosotros, cuando amparen a las mayorías pacíficas, silenciosas y dolientes, cuando impere el respeto a la vida individual.
Enrique Krauze
 
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Para aquellos que creen que nunca se había vivido una violencia como la de ahora. Aún con todo el crimen que tenemos, nuestra generación vive mejor que nunca antes.
 
Cada vez me convenzo más que la Revolución fue lo peor que le pudo haber pasado a este país. Sin duda México tenía muchos problemas con Porfirio Díaz, urgía un cambio democrático, y sólo con un levantamiento armado se pudo derrocarlo. Pero lo que sucedió entre 1913 y 1920 fue una catástrofe. Resultó peor el remedio que la enfermedad. Tendrían que pasar casi 30 años para que la productividad que tenía el país en 1910 se recuperara. Para darnos una idea de la magnitud, la reciente crisis de finales del 2008 que duró todo un año, 2009, sólo necesitamos un año, 2010, para recuperar el nivel previo.
 
Y la Revolución quitó a un dictator, pero sólo para traernos otra dictadura que duró más de 70 años y que todavía nos sigue ahorcando con gobernadores que usan el dinero público para beneficio personal y de su grupo. Y un Congreso, una partidocracia, que no suelta el poder y conforman un monopolio que restringe la participación ciudadana. ¿De qué sirvió la Revolución entonces? Sólo es un mito creado por el PRI para justificar su permanencia en el poder.


sábado, febrero 05, 2011

 

Equidad

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española establece cinco definiciones del concepto de equidad: (Del lat. aequitas, -atis).

1. f. Igualdad de ánimo.

2. f. Bondadosa templanza habitual. Propensión a dejarse guiar, o a fallar, por el sentimiento del deber o de la conciencia, más bien que por las prescripciones rigurosas de la justicia o por el texto terminante de la ley.

3. f. Justicia natural, por oposición a la letra de la ley positiva.

4. f. Moderación en el precio de las cosas, o en las condiciones de los contratos.

5. f. Disposición del ánimo que mueve a dar a cada uno lo que merece.

El concepto, tal como se puede apreciar, no es preciso. Su uso en la Constitución y en la ley electoral puede entenderse sólo en su última acepción. Pero surge inmediatamente una doble pregunta: ¿qué es lo que cada uno merece?, y ¿quién lo determina?

La respuesta es simple: los legisladores -esto es, los partidos- que establecieron que el 30 por ciento de los recursos estatales (presupuesto y tiempos en medios electrónicos) se reparta en forma igualitaria y el 70 por ciento en forma proporcional a la votación de cada partido.

¿Por qué 30-70 y no 50-50 ó 70-30? Porque sí, porque así lo decidieron los legisladores. De hecho, esa proporción no contribuye a igualar a los contendientes, ni a mejorar las condiciones de competencia para los más chicos. Porque es evidente que otorga más al que más tiene y esos recursos sirven para preservar las desigualdades.

¿Es inadecuado que la legislación establezca esa proporción? No, pero tampoco se puede decir que es una ley justa o perfecta. Es una opción entre muchas otras que tiene ventajas y desventajas. Nada más.

Hasta ahí las cosas son relativamente sencillas. Las relaciones del Estado con los partidos se norman por ese principio que, mal que bien, funciona. La otra opción sería tratar a todos en forma igualitaria y dotarlos de los mismos recursos.

¿Sería el fin del mundo? No. Pero semejante esquema jamás sería aprobado por la mayoría de los legisladores que pertenece a los partidos más fuertes, ya que lastimaría sus intereses. Ése es el fondo de la cuestión.

La gran confusión en lo que se refiere a la equidad está en otra parte. Los legisladores se hicieron la siguiente pregunta en 1996: ¿cómo garantizar que un tercero, persona física o moral, no contrate tiempo en radio y TV y lo ponga al servicio de alguna de las fuerzas políticas?

La respuesta de los estatólatras fue muy simple: prohibiendo la compra de esos espacios a particulares.

Y para remachar el punto, la prohibición fue elevada a rango constitucional en 2007.

El problema está en que la equidad es un concepto poco preciso y no se puede convertir en piedra de toque de la democracia. Puede y debe funcionar como criterio para regular las relaciones Estado-partidos, pero no como un valor para coartar y limitar las acciones de los ciudadanos.

El derecho establece una división muy clara entre autoridades y ciudadanos. La autoridad puede hacer única y exclusivamente aquello que la ley le faculta. Los ciudadanos, en cambio, pueden hacer todo lo que no está prohibido o sancionado por la ley.

Para la equidad vale un principio similar. Una cosa es que el Estado asuma la equidad como principio rector y otra es que limite y coarte las libertades ciudadanas para imponerlo. La esfera Estado-partidos tiene su propia lógica y no debe interferir en el espacio ciudadanos-libertades-derechos.

¿Por qué? Por dos razones fundamentales. Los valores esenciales de la democracia (libertad-igualdad), que conllevan derechos esenciales para todos los ciudadanos, no pueden equipararse con un principio que rige la competencia electoral entre organizaciones de ciudadanos.

Promover la equidad es una obligación del Estado, pero esa responsabilidad no le confiere el derecho de lastimar las libertades esenciales para alcanzar ese "estado ideal", que es bastante relativo. Ejemplifico. Puede haber democracias sin partidos y sin competencia electoral -la democracia directa-, pero jamás podría haberlas sin libertad de expresión e igualdad.

Pero además, el efecto real de la prohibición es crear ciudadanos de primera -organizados en partidos con tiempos en radio y televisión- y ciudadanos de segunda -cuyo único pecado es no pertenecer a un partido- sin derecho a ser escuchados ni vistos en los medios electrónicos.

Hay, por otra parte, una consideración elemental. Prohibir la compra de tiempo en medios electrónicos en la era del internet es estúpido. La información hoy, más que nunca, es horizontal y cada vez más libre.

Así que si los estatólatras asumen el espíritu del legislador deberían elaborar otra ley para regular y controlar los contenidos de la red. El IFE adquiriría, entonces, la facultad de sancionar a todos los ciudadanos que utilizaran Twitter o Facebook para influenciar a otros ciudadanos en tiempos electorales.

Por último, resulta lamentable constatar la pobreza intelectual de nuestro debate. Varios de los defensores de la contrarreforma electoral de 2007 nos anunciaron el fin de la spotización de las campañas. Un profesorcillo fue incluso más allá. Condenó los spots como una forma vacía de la comunicación.

Para nuestro infortunio, la spotización de la política ha alcanzado -gracias a la contrarreforma electoral- grados de ideotización nunca antes vistos. Pero para nuestra fortuna, los jóvenes del movimiento "voto nulo" mostraron lo ingenioso, brillante y sustancioso que puede ser un spot en la red.

Concluyo parafraseando al Gran Timonel: en todo tiempo, incluidos los electorales, que florezcan mil flores.

Jaime Sánchez Susarrey
 
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URGE que pasemos de la partidocracia actual a una verdadera democracia. Para eso es básico que existan candidaturas independientes, reelección acotada, 2a vuelta, facilidad de creación de partidos políticos pero a nivel local, en distritos y municipios. Y, sobre todo, reducción del financiamiento público a los partidos. Que sean sus militantes quienes los sostengan, con una fiscalización adecuada para evitar dinero del crimen, pero nada más.
 

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