viernes, enero 29, 2021

 

Exprópiese!!!

"¿Este edificio de aquí cuál es? ¡Exprópiese!". Hugo Chávez

 

En un país con tantos problemas de salud y económicos parecería intrascendente el intento del Gobernador morenista de Baja California, Jaime Bonilla, de expropiar el Club Campestre de Tijuana.

 

El hecho se vuelve relevante, sin embargo, por lo que nos dice acerca del desprecio de los nuevos populistas por los derechos de propiedad.

 

En su conferencia de prensa del martes 26 de enero Bonilla arremetió, como es su costumbre, contra el también morenista Alcalde de Tijuana, Arturo González Cruz, quien decidió retirarse de una mesa de seguridad creada por el Gobernador.

 

Dijo: "Les quiero dar una noticia, a raíz de todo este tema: ¿A dónde ha llevado este señor al Campestre? No pagar el predial, no pagar el agua, omitir sus responsabilidades. Le estoy dando instrucciones al Secretario General (de Gobierno, Amador Rodríguez Lozano,) de ver la posibilidad de expropiar el Campestre, para beneficio público... Si hay necesidad de parques, de pulmones, que se han robado, tenemos que recuperarlos, y el Campestre no tiene ningún beneficio social".

 

La lógica del Gobernador es muy preocupante: González Cruz toma decisiones como Alcalde con las que no estoy de acuerdo, fue presidente del Club Campestre, que tiene adeudos de predial y agua, ergo, voy a expropiar el club para beneficio público, porque ellos "se han robado" los parques y pulmones, y además el club no tiene beneficio social.

 

No hay que ser Aristóteles para ver las falacias. González Cruz podrá ser un buen o mal Alcalde, pero el que haya sido presidente de un club privado no tiene nada que ver. Si el club debe predial o agua, cosa que no está comprobada, su responsabilidad es pagar el adeudo, pero la expropiación no puede aplicarse como castigo por morosidad. El club, por otra parte, no se ha robado el aire, ni tiene por qué ofrecer un beneficio social.

 

Bonilla ha tomado una página del manual del Presidente López Obrador para avalar esta insólita expropiación. Hizo una "consulta" en Facebook con una pregunta amañada: "El Club Campestre, desde su origen, no ha proporcionado ningún beneficio social a la comunidad de Tijuana. ¿Estarías de acuerdo en su expropiación para fines de interés público y convertirlo en un bosque o parque para la ciudad?".

 

Se recibieron sólo 875 respuestas, pero el 77 por ciento favoreció la expropiación. Ésta es ahora la justificación popular de la medida.

La expropiación generará incertidumbre jurídica en Baja California y en el País. Confirmará que los Gobiernos de la Cuarta Transformación están decididos a violar los derechos de propiedad de quienes se oponen a sus designios.

 

No serán distintos a un Hugo Chávez que avanzaba por las calles lanzando gritos de "¡Exprópiese!" a las empresas o edificios que le llamaban la atención, los cuales después se deterioraban por falta de mantenimiento.

 

Un socio de tres generaciones del Campestre me comenta: "No hay base legal, ni social, ni mucho menos ética de una acción de estas características. Si algún Gobierno me paga el valor comercial, con mucho gusto firmo, pero serían alrededor de 250 mil dólares".

Una expropiación conforme a la ley, que pague el multimillonario valor en dólares del predio de 50 hectáreas y sus instalaciones, sería un enorme desperdicio de recursos en un estado que necesita mejorar su infraestructura y proporcionar servicios de salud a una población agobiada por el Covid. Es un gasto inaceptable sólo para satisfacer la sed de venganza de un Gobernador contra un Alcalde.

 

Ahora que si Bonilla busca un pretexto para no indemnizar a los propietarios, pese a que lo ordena la ley, no estaría expropiando, sino robándose el Club Campestre.

 

Sergio Sarmiento

 


lunes, enero 25, 2021

 

El espejo de Weismar

Toda democracia en el siglo XXI debe verse en el espejo de la República de Weimar, pero no toda democracia está destinada a morir como ella. Algunos eminentes historiadores sostienen que el asalto al Capitolio del 6 de enero fue el presagio del golpe definitivo que sobrevendrá dentro de unos años. No es imposible, aunque sí improbable. Creo que la democracia estadounidense ha mostrado que puede resistir y perdurar.

 

En noviembre de 1918, Alemania, país de larga tradición monárquica y militarista, tomó el paso de transitar a un régimen parlamentario. Grandes personajes avalaron su plataforma, entre ellos Albert Einstein y Max Weber. De todas las ciudades, los fundadores escogieron a Weimar -el hogar de Goethe- como un símbolo de lo mejor que Alemania había dado al mundo: su cultura humanística.

 

El nacimiento fue traumático. Derrotada en una guerra que ella misma provocó, sujeta por sus enemigos a un durísimo acuerdo de reparaciones económicas, desgarrada por las corrientes extremas de derecha nacionalista e izquierda comunista, Alemania se hundió en una espantosa crisis inflacionaria. En una atmósfera envenenada por el antisemitismo y centenares de crímenes políticos, un líder carismático arrastró en 1923 a un sector violento de la juventud -los camisas pardas, los Freikorps- a dar un golpe de Estado. Las instituciones jurídicas de la república pudieron contenerlo y el líder purgó una breve condena en la cárcel, donde escribió Mein Kampf: su programa para imponer el dominio de la raza aria sobre todas las otras, su llamado a recobrar el pasado mítico prometido por los dioses, su apelación al odio, la venganza y la muerte.

 

La recuperación económica y el esplendor artístico y cultural que caracterizó al segundo lustro de esa década tendieron una cortina de humo sobre las pasiones que anidaban en muchos alemanes. Cuando sobrevino el derrumbe de Wall Street en 1929 y Alemania recayó en la crisis, la frágil y joven república atestiguó el ascenso de aquel líder que regresaba arropado por una legión de jóvenes enardecidos además de su propio partido político. Con el apoyo de militares, empresarios y no pocos intelectuales, llegaría al poder por la vía de la democracia... para acabar con la democracia.

 

En las elecciones de 1930 contendieron varios partidos. Un pacto pudo haber evitado el triunfo del líder, pero la desconfianza de los comunistas hacia los socialdemócratas bloqueó el compromiso. Fue un suicidio histórico. El partido nazi ocupó la segunda posición, y la frágil mayoría socialdemócrata resistió un par de años. En las elecciones de julio de 1932, los nazis alcanzaron la mayoría en el parlamento (Reichstag). Un insensato artículo de la Constitución permitía al líder, bajo circunstancias especiales, gobernar por decreto, lo cual logró tras el deliberado incendio del Reichstag. En las calles de Berlín se comenzó a cumplir la profecía que un siglo antes había hecho el poeta Heinrich Heine: "ahí donde se comienza por quemar libros termina quemándose a las personas".

 

El Führer llevó a cabo su designio: se apoderó de la palabra, construyó una fábrica de propaganda y mentiras, decretó la verdad única, reescribió la historia, militarizó al país, enardeció a las masas, polarizó a la sociedad, persiguió a los judíos (el 1% de la población), violó tratados internacionales, derogó las instituciones y las libertades. En 1939 desató la Segunda Guerra Mundial que sacrificó a sesenta millones de seres humanos.

 

Las diferencias son claras. La democracia estadounidense es la más antigua del mundo. La libertad de expresión, las instituciones jurídicas y los gobiernos estatales han resistido el embate autoritario. Los racistas blancos vocearán su odio y violentarán el orden, pero la tendencia demográfica favorece a los afroamericanos, latinos y asiáticos. Los dos partidos deberán alejarse de sus posiciones extremas y colaborar, sobre todo ante la emergencia del COVID y la crisis económica. El carisma no se hereda y Trump tiene setenta y cuatro años. Biden tiene setenta y ocho, pero su autoridad no se finca en el carisma sino en la ley. Su elección de vicepresidenta fue un acierto. En un marco de respeto, el sólido equipo que ha integrado trabajará para atender los problemas sociales, restablecer alianzas internacionales, cuidar el medio ambiente.

 

La república americana no es la república de Weimar. Sin embargo, Estados Unidos no puede bajar la guardia ante la sombra del fascismo. Ninguna democracia está a salvo.

 

Enrique Krauze

 

 


domingo, enero 17, 2021

 

¡Buenos datos, presidente!

López Obrador dijo que el desempeño de México ante la crisis por Covid sería ejemplo en el mundo. ¿A partir de qué datos hizo el pronóstico? La realidad le ha dado razón al mandatario, somos ejemplo, sí, nada más que de lo que no se debe hacer. Las cifras sobre el manejo de la pandemia demuestran que, incluso cuando aquí tengamos una cepa endémica del virus, el desempeño del país es lamentable en relación a otras naciones; los datos de organismos mundiales revelan que nuestro gobierno ha tomado malas decisiones.

 

El Ranking de Resiliencia Covid, de Bloomberg, evalúa economías de más de 200 mil millones de dólares, en diez métricas clave: crecimiento de casos, tasa de mortalidad, pruebas aplicadas, acuerdos de suministro de vacunas, capacidad del sistema sanitario, impacto de las restricciones, entre otras. Al 21 de diciembre pasado, de 53 países, estamos en el lugar 53. Si añadimos el dato de que tenemos el peor récord de profesionales de la salud fallecidos, la situación es patética.

 

Estas preguntas son de interés, incluso, de seguridad nacional: ¿Cómo toma decisiones el Presidente López Obrador? ¿Quién en su Gabinete le hace contrapeso, alguien reta sus datos y le muestra otros?

 

Les preguntaron a varios académicos de Harvard: Si pudieras cambiar una sola cosa que está mal en el mundo, ¿cuál sería y por qué? El afamado psicólogo, estudioso del lenguaje, la mente y la naturaleza humana Steven Pinker respondió: "Demasiados líderes e influyentes, incluyendo políticos, periodistas, intelectuales y académicos, se rinden al sesgo cognitivo de evaluar el mundo a través de anécdotas e imágenes, en lugar de datos y hechos". Dicho de otra forma, tomamos malas decisiones porque nuestra lectura de la realidad es deficiente, está impregnada de prejuicios e ideologías.

 

Muchos no piensan vacunarse. Han visto información que les ha generado miedo, desde respuestas adversas a la vacuna (por cierto, que una persona tenga reacciones negativas es noticia, que millones no, no es nota), hasta teorías de conspiraciones mundiales. La gente tiene miedo de viajar en avión, pero no de hacerlo en automóvil, siendo que el riesgo de un accidente en un trayecto de Boston a Los Ángeles es el mismo que el de manejar durante 19 kilómetros. La mayoría de las personas sufrimos de anumerismo, algo así como ser iletrados en materia de probabilidad, estadísticas y datos.

 

Necesitamos políticos que tomen decisiones con la evidencia de los datos y no de su ideología. Esto evitaría cancelaciones de inversiones productivas y evitaría promover otras que, según muestran los datos, son inviables. Pinker sugiere adentrarse en la obra de Hans Rosling, Factfulness, un libro que exhibe que nuestra incapacidad para tomar decisiones basadas en datos y hechos comprobables hace que tengamos una distorsión de la realidad y una visión pesimista del mundo.

 

Rosling ha puesto a prueba a públicos de diversa índole, estudiantes, científicos, premios Nobel, periodistas, políticos, empresarios, activistas y más. La mayoría responde mal a cuestionamientos sobre la realidad del mundo en materia de desarrollo económico y social. Factfulness evidencia que, al tener una mala lectura, tomamos malas decisiones.

 

¿Cómo resolver problemas si nos basamos en malos juicios y no tenemos buena información? Si el gran tomador de decisiones del país consultara datos certeros, vería que no estamos divididos entre liberales buenos y conservadores malos, vería que en el periodo del "régimen neoliberal" hubo progreso económico y social en varios rubros, vería que la corrupción no es una partida presupuestal que se borra por decreto, entendería que sacar a gente de la pobreza implica apoyar la creación de empresas y empresarios para que estos generen empleos mejor pagados, entendería que sumar el poder político con el poder económico (luchando contra la corrupción, no contra esta mancuerna per se) multiplica efectos positivos; ¡eso dicen los datos! Ignorarlos (o equivocarse, usando otros) y basarse en anécdotas y suposiciones es como conducir con los ojos cerrados.

 

¡Somos el peor país para vivir en tiempos del Covid! El piloto va a tientas y sus ayudantes le siguen como ovejas. Aunque en algo más acierta AMLO, y los datos lo avalan: López-Gatell no tiene similar en el mundo.

 

Eduardo Caccia


sábado, enero 16, 2021

 

La exoneración del general

La exoneración del General Salvador Cienfuegos, ex Secretario de la Defensa Nacional, fue confirmada por la Fiscalía General de la República (FGR).

 

Este desenlace en el caso deja entrever quién ostenta el verdadero poder en México y da mucho de qué hablar sobre la relación de subordinación entre el Poder Ejecutivo y las Fuerzas Armadas. Quién se subordina a quién aún está en tela de duda.

 

El Ejército ha sido uno de los grupos de poder más favorecidos durante esta Administración, pues, en palabras del Presidente López Obrador, a sus ojos los que lo integran son "incorruptibles".

 

Aún así, recordemos, el año pasado se dio a conocer el desvío de 156 millones de dólares por parte de militares entre el 2013 y el 2019.

 

Sin embargo, el Gobierno actual ha expandido considerablemente la cartera de operaciones que realiza esta institución y les ha otorgado contratos de construcción de obras a gran escala, como aeropuertos, trenes, bancos entre otras.

 

De facto, el Ejército se volvió el constructor del Presidente.

 

El porqué se le ha dado tantos contratos de obra pública -lo que se traducen en miles de millones de pesos- al Ejército es un hecho ya cuestionado. Hay quienes afirman que estos contratos son para mantenerlos en línea.

 

La detención de Cienfuegos fue llevada a cabo en Los Ángeles por órdenes de la DEA en octubre pasado tras una investigación que llevaba más de una década y que culminó con una orden de arresto por cargos de narcotráfico.

 

Esto fue algo devastador para el Ejército. Las Fuerzas Armadas se sintieron desprotegidas al ser públicamente despojadas de la impunidad que gozaban, lo que hizo que los militares presionaran al Ejecutivo para usar la fuerza del Estado para buscar la extradición del ex Secretario y que enfrente la justicia mexicana.

 

Posteriormente, y en un acto tan cuestionado como sin precedentes, el General fue devuelto a territorio nacional bajo la justificación del Gobierno de que para México sería suicida no juzgarlo.

 

Analistas argumentaron que solicitar la devolución de Cienfuegos generaría problemas para el Gobierno mexicano, ya que no sólo sería un punto crítico en su política anticorrupción y su credibilidad, sino que la relación en materia de seguridad bilateral se pondría en riesgo.

 

Esto especialmente tras la amenaza de limitar la actuación de la DEA en territorio mexicano si Cienfuegos no era devuelto. Un alto costo que nos hace preguntarnos, ¿qué presiones hubo detrás de la inusual solicitud para conseguir el retorno del General?

 

Quizá de una forma un tanto ilusa, esperábamos una investigación y un juicio. Evidentemente esto no sucedió y bajo la excusa de una supuesta "falta de evidencia" se exoneró al ex Secretario.

 

Y si bien cabe la remota posibilidad de la inocencia de Cienfuegos, ésta hubiese sido una magnífica oportunidad para llevar a cabo un juicio imparcial, riguroso y ejemplar en el que se argumente dicha inocencia.

 

Sin ese juicio se desvaneció cualquier credibilidad de una presunta inocencia, así como la supuesta autonomía de la FGR. Esto da un duro golpe a la lucha contra la impunidad en México.

 

Los costos de esta situación para el Gobierno serán muy altos, pues al no buscar una acción penal por "falta de evidencias" se pone en tela de juicio la credibilidad, la lucha anticorrupción y el discurso moralizante del Gobierno.

 

Si bien la presión por parte del Ejército debió ser inmensa, esto es sólo una consecuencia más del creciente poder que se le ha dado a los militares por parte de esta Administración y hace que nos preguntemos sobre cuáles son los verdaderas intenciones y alcances de la llamada lucha contra la corrupción.

 

Especialmente hace que nos preguntemos sobre quién realmente se subordina a quién en la dinámica entre el Presidente y el Ejército. Ya se dejó entrever cuál es el verdadero poder tras la silla presidencial.

 

Adrián Marcelo Herrera Navarro

 

 


martes, enero 12, 2021

 

Presidencia imperial

"México nunca se consolará suficiente de no haber sido una monarquía". Octavio Paz

 

La sociedad mexicana hizo enormes esfuerzos por décadas para superar la concentración del poder en la Presidencia que caracterizó los tiempos del viejo PRI. El primer mandatario quiere hoy echar todo para atrás. Afirma que esos esfuerzos fueron una simple conspiración neoliberal para crear una cortina de humo que hiciera pensar al pueblo que México ya tenía transparencia o una regulación imparcial sobre telecomunicaciones y energía.

 

Lo que busca López Obrador es reconstruir esa vieja Presidencia imperial que describió Enrique Krauze. Siempre justifica sus decisiones para concentrar el poder con el argumento de que quiere combatir la corrupción y evitar el desperdicio de recursos públicos. Cuando habla del gasto, sin embargo, da por sentado que los organismos o dependencias que no son de su agrado desperdician recursos, mientras que sus proyectos favoritos, desde el Tren Maya hasta la promoción del beisbol, son por definición magníficas inversiones.

 

Al contrario de los mandatarios del viejo PRI, que por lo menos se asesoraban de expertos, el presidente López Obrador pretende saber de todo. Él decide prohibir herbicidas que son legales en todo el mundo, declara corruptas sin pruebas a las farmacéuticas y a sus distribuidoras, determina qué minas o qué plantas industriales deben abrir y cuáles no, descalifica como conservadora y corrupta toda opinión contraria a sus convicciones o a sus prejuicios. Las conferencias de prensa son sesiones de una Corte imperial en la que, frente a los cortesanos más serviles, el Presidente pontifica, dicta políticas públicas y descalifica a quienes no lo alaban; se han convertido, al mismo tiempo, en capítulos de un reality show con un protagonista que se coloca siempre en el centro del escenario para impartir su sabiduría sobre todos los temas posibles.

 

Al Presidente le ha funcionado este esquema. Siempre ha buscado el poder y hoy lo tiene. No solo ocupa la Presidencia de la República, sino que ha alcanzado una enorme popularidad, una de las mayores del mundo o de la historia de México. Está convencido de que esta popularidad avala y justifica todas sus acciones. Las consecuencias de los errores cometidos, como la caída de la economía o el brutal número de muertos por la pandemia, le parecen irrelevantes. El mandatario está enamorado del aplauso del público y es lo único que le preocupa.

 

En la visión imperial es inaceptable que pueda haber organismos autónomos, que tomen decisiones propias en lugar de esperar sus instrucciones de Palacio. Por eso el Presidente ha tomado la decisión de eliminarlos y entregar sus responsabilidades a entidades del gobierno. Así, en lugar del INAI, la Secretaría de la Función Pública se encargará de garantizar la transparencia del gobierno; y en vez del IFT, la SCT regulará las telecomunicaciones. No sé si también Gobernación recuperará las funciones que hoy tiene el INE.

 

A veces no es ni siquiera necesario eliminar esos molestos organismos autónomos. Basta con llenarlos de ineptos y obedientes. Es el caso del Centro Nacional de Control de Energía, el Cenace, que ha dejado de ser independiente y hoy se limita a recibir instrucciones del gobierno.

 

La obsesión del Presidente por centralizar el poder la hemos visto en muchos gobernantes que se engolosinan con el poder. Por eso las democracias avanzadas dispersan las decisiones: es una forma de evitar caer en el autoritarismo. En México, sin embargo, el gobierno prefiere reconstruir la Presidencia imperial.

 

Sergio Sarmiento

 


domingo, enero 10, 2021

 

Contrastes

El conflicto es la esencia de la política, pues es ésta la que permite enfrentarlo, administrarlo y procesarlo. La diferencia más fundamental entre las sociedades que enfrentan conflicto radica en cómo lo resuelven, no en el hecho mismo de su existencia.

 

Esta semana Washington fue un escaparate único de los dos lados del conflicto: su explosión y su resolución. "La medida de un país", escribió John Kampfner, "no son las dificultades que enfrenta, sino cómo las supera". ¿Cómo nos comparamos con eso los mexicanos?

 

Trump nunca fue un presidente normal. Desde su campaña para la Presidencia se mostró como un retador de las instituciones y de la forma tradicional de hacer las cosas. Ahora se dedicó a negar el desenlace electoral y movilizó a sus seguidores para que forzaran un cambio en el resultado, incitándolas a tomar control del Congreso, que con grandilocuencia se ha llegado a denominar la "capilla de la democracia".

 

En esto, Trump rompió con la esencia de la política democrática, que parte del principio de que los participantes de entrada aceptan las reglas del juego. A semejanza del Presidente López Obrador, Trump sólo acepta reglas que le favorecen y, sin embargo, el caos que su actitud provocó no duró más que unas horas.

 

Para la madrugada siguiente, Joe Biden había sido formalmente declarado Presidente electo y numerosas publicaciones, incluyendo muchas favorables a Trump, pedían su renuncia.

 

Comportándose como un vulgar tercermundista que privilegia la lealtad sobre cualquier otra cosa, Trump seguramente imaginó que su partido y las personas a las que él había postulado o apoyado para diversos cargos, vendrían a su rescate.

 

Lo impactante de las últimas semanas, pero normal en un país con instituciones sólidas que trascienden a las personas, es la forma en que se procesó el conflicto hasta superarlo. El listado de quienes fueron anulando sus recursos legales y políticos es más que revelador porque fueron republicanos quienes acabaron con los sueños de opio de Trump y sus malévolas tácticas.

 

Fueron en su mayoría jueces nombrados por Trump quienes rechazaron sus recursos legales; los jueces nominados por Trump a la Suprema Corte quienes rechazaron sus llamados a la salvación. Fue el Gobernador republicano de Georgia que no se doblegó. El líder republicano del Senado, McConnell, se opuso a las maniobras que impedirían la certificación; Tom Cotton, uno de los trumpistas más aguerridos, abiertamente condenó el actuar de Trump; y fue el Vicepresidente Pence, quizá el más sumiso y leal de sus colaboradores, quien se apegó a la norma constitucional para poner el último clavo en el féretro de la Presidencia de Trump.

 

Termina así una elección estruendosa y conflictiva como pocas con el triunfo de las instituciones y las personas quienes, como actores responsables, se apegaron a las reglas del juego sin más. Trump presionó e hizo berrinches, pero hasta sus allegados se distanciaron.

 

En México, por al menos seis años entre 2006 y 2012, López Obrador paralizó a la política mexicana e impidió que su partido, el PRD, participara en los debates legislativos. Hoy en día, su única misión parece ser la de eliminar cualquier cosa que obstaculice su ansia de poder, así esto implique el empobrecimiento de la población, particularmente aquella que hizo posible, con su voto, que ganara la Presidencia.

 

Sus colaboradores, antes y ahora, se han comportado como leales servidores a su causa, jamás privilegiando a las instituciones y a los valores superiores del desarrollo del País. El contraste difícilmente podría ser mayor.

 

Estamos por iniciar el periodo de campañas para la renovación de la Cámara de Diputados, 15 Gubernaturas y centenas de municipios y legislaturas locales. El Presidente ha mostrado absoluta displicencia para las reglas del juego, la mayoría de las cuales fueron hechas a su medida. A pesar de ello, está empeñado en ganar los comicios al costo que sea, violando toda norma y principio no sólo democrático, sino de la más elemental civilidad.

 

Ya no son sólo las instituciones: ahora es al diablo con el País. Recuerda aquella frase de Chou Enlai: "Todo bajo los cielos es un gran caos. La situación es excelente".

 

Primero provoca el caos para después convertirlo en oportunidad. Lamentablemente, en contraste con nuestros vecinos norteños, aquí no hay instituciones que lo resistan ni suficientes funcionarios que estén dispuestos a hacerlas valer. AMLO tiene a México en vilo; Trump lo intentó, pero sus instituciones se lo impidieron. Enorme diferencia.

 

Luis Rubio

 


 

Bananeros

Ante el vergonzoso espectáculo de la toma del Capitolio por parte de una turba de fascistas, muchos críticos de Estados Unidos se deleitaron denominándolos "república bananera". Desbordado el espíritu antigringo en las redes sociales, los morenistas, en el pasado los más entusiastas en atacar al imperio, estaban, salvo excepciones, callados como momias. No sabían qué iba a decir su jefe respecto a la rebelión incitada por su amigou.

 

No se vaya a reír, pero cuando empezaron a hablar, más de uno justificó a la turba como la respuesta de los excluidos del régimen oligárquico de Estados Unidos. No se han enterado de las razones del triunfo de Biden: salieron a votar quienes tradicionalmente no lo hacían. Ésos son los realmente excluidos, quienes cuando protestan son baleados por la policía.

 

Con suficiente creatividad siempre hay una explicación sociológica para justificar cualquier comportamiento, pero lo visto desde el arranque del gobierno de Trump, un narcisista y mentiroso peligroso, fue un esfuerzo por subvertir el orden democrático. No existe algo similar en la historia de ese país como la llamada telefónica de Trump a Brad Raffensperger, secretario de Gobierno de Georgia, filtrada a los medios de comunicación, en la que le pidió "encontrar 11,780 votos, uno más de los que tenemos, porque ganamos el estado".

 

Un Presidente como Trump puede sucederle a casi cualquier país. El reto es evitar que se eternice en el poder. En Estados Unidos, la sociedad y las instituciones resistieron. No faltaron legisladores republicanos y empleados de Trump que le siguieron el juego del fraude, pero prevalecieron en el momento crítico políticos respetuosos de la ley, incluido el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, y el vicepresidente Mike Pence. La Suprema Corte, con tres ministros nombrados por Trump, desestimó todos los intentos por parte de éste de descarrilar por la vía legal el triunfo de Biden.

 

En México hemos visto actos bananeros en muchas presidencias. Peña Nieto tenía su Casa Blanca y quería su tren a Toluca. Ahí sigue, inconclusa, la obra bananera. Pero con un Presidente con tanto poder y con ideas fijas como AMLO, el riesgo de terminar como una república bananera es mucho mayor.

 

Bananero es tener un Tribunal Electoral que no le otorga el registro al partido del adversario del Presidente, pero sí a los partidos aliados, así como una Suprema Corte que sigue sin resolver respecto a la presunta inconstitucionalidad de muchas leyes y acciones de este gobierno. Bananero es pretender vacunar primero a los adultos mayores en las zonas más remotas del país, en lugar de atender las áreas de mayor contagio. Bananero es defender a un presunto violador como candidato a gobernador. Bananero es tener un Presidente que defiende al responsable de dar el ejemplo de cómo cuidarse en la pandemia, después de irse de vacaciones, bajo el argumento de que "no hay un funcionario en el mundo con esas características". AMLO tiene razón: nadie ha fracasado de forma tan espectacular y sigue teniendo el aval de su jefe. De martes a sábado todos los días se han superado más de mil muertos por Covid, acumulando 5,447 fallecidos, según los datos oficiales. No hemos tenido tantos días continuos con más de mil muertos diarios.

 

Este año será clave para mostrar si somos o no una república bananera en todas sus dimensiones. Tendremos un primer semestre lleno de esfuerzos destructivos por parte de AMLO, quien ya anunció su deseo de desaparecer órganos autónomos. Lo del ahorro todos sabemos que es una farsa, en dos años se ha gastado más en beisbol que el presupuesto del INAI en 2020. No le gustan porque lo limitan en su deseo de ser el amo y señor del país. La gran prueba será la elección de junio, donde se verá si la sociedad mexicana y las instituciones del país resisten.

 

Carlos Elizondo Mayer-Serra


viernes, enero 08, 2021

 

El arte de mentir

"Demagogo es aquel que predica doctrinas que sabe son mentira a gente que sabe que es idiota". H.L. Mencken

Uno de los problemas de mentir es que después hay que inventar otras mentiras para cubrir la primera. Esto le está ocurriendo a Manuel Bartlett, director general de la Comisión Federal de Electricidad, con el apagón del día de los inocentes que afectó a 10.3 millones de usuarios.

 

Bartlett y la CFE han culpado a una supuesta quema de pastizales, como lo hicieron con los apagones de la península de Yucatán de 2019. Para comprobarlo presentaron un oficio de la Oficina de Protección Civil de Tamaulipas, solo que resultó falso.

 

Bartlett, sin embargo, insiste. "No tiene nada que ver el documento, falso que sea, con el evento que sí ocurrió". Pero como esto no le sirve para sus propósitos políticos, ni garantiza que pueda cumplir la promesa del presidente López Obrador de que ya no habrá apagones, ha sacado a relucir una vez más su odio a las energías renovables. Tanto él como el director general del Centro Nacional de Control de Energía, el Cenace, han argumentado que una "máxima integración de energía renovable" de 28.7 por ciento en el sistema interconectado provocó la inestabilidad y el apagón.

 

Este 5 de enero el coordinador de Comunicación de la CFE, Luis Bravo Navarro, reiteró que un exceso de energía renovable intermitente sacó de balance el sistema. Añadió que por eso el Cenace, un organismo supuestamente independiente, "está obligado por ley a limitar en cada nodo la capacidad máxima a generar, para asegurar la confiabilidad. Esto implicará para los generadores privados reducir su producción anual".

 

Si bien ni la CFE ni el Cenace han presentado un informe claro sobre lo ocurrido en el apagón del 28 de diciembre, o en los de 2019 en el sureste, los hechos sugieren un problema en las líneas de transmisión, que son responsabilidad, en régimen de monopolio, de la CFE. En la conferencia del 5 de enero Bartlett dijo que la Comisión ha invertido en las redes de transmisión, pero añadió que "toda inversión es insuficiente" ya que se tendrían que crear "sistemas dedicados ante el otorgamiento indiscriminado y sin planeación alguna" de permisos de generación intermitente.

 

La explicación ha sido cuestionada. Víctor F. Ramírez Cabrera, de la Plataforma México Clima y Energía, me dice en una entrevista que Bartlett "sigue culpando todavía a un incendio que no sabemos si ocurrió". Subraya, además, la falta de lógica del argumento: "Para impedir fuegos, ¿van a impedir las energías renovables?".

 

Pensar que un 28.7 por ciento de energía renovable en un sistema genera automáticamente inestabilidad es una tontería. Tan solo el 5 de enero en la mañana, según Ramírez Cabrera, el 75 por ciento de la electricidad en California fue generada por energías renovables. En un mensaje en Twitter, por otra parte, comenta: "A ver, para claridad. Decir que un generador renovable necesita respaldo es como decir que un tortero necesita vender jugo. El que necesita jugo es el que come torta y jugo, no el tortero".

 

Desde hace años se ha advertido que la CFE necesita invertir de manera muy importante en la red de transmisión: nadie más puede hacerlo. Los recursos con los que cuenta no le alcanzan, pero Bartlett, que vive en un mundo de irrealidad e ideología, piensa que la solución es impedir la inversión privada en generación, especialmente la de renovables. No hay lógica.

 

Lo peor es que López Obrador, en lugar de corregir una política que solo le hará un daño innecesario a su gobierno, defiende a su amigo: "No es con Manuel Bartlett, es con el Presidente".

 

CONTRARREFORMAS

Los organismos autónomos fueron creados, como en los países desarrollados, para tener reguladores independientes del gobierno. AMLO, como buen conservador, quiere controlarlo todo y ha anunciado que hará contrarreformas para lograrlo.

 

Sergio Sarmiento

 


martes, enero 05, 2021

 

Despedir en diciembre

"Si torturas los datos un tiempo suficiente, confesarán". Ronald Coase

 

Es muy claro que el presidente López Obrador nunca ha tenido una empresa. Lo confirmó este 2 de enero cuando afirmó que, "desde que está el outsourcing, la subcontratación, se despide a muchos trabajadores inscritos en el Seguro Social para no pagar las prestaciones, para no entregarles aguinaldo... Y perdimos por ese motivo en diciembre 277 mil empleos".

 

No sorprende que el mandatario no sepa que cuando una empresa despide a un trabajador en diciembre, o en cualquier otro mes, no queda exenta de cubrirle sus prestaciones, incluyendo el aguinaldo. Lo que extraña es que nadie en su equipo le haya advertido que la información es falsa. Las compañías pueden tener muchas razones para despedir a trabajadores en diciembre, pero ahorrarse el aguinaldo no es una de ellas.

 

Otro error del Presidente es afirmar que los despidos de diciembre empezaron "desde que está" la subcontratación. Esta práctica, de hecho, siempre ha existido. En la Edad Media y el Renacimiento era común que muchos trabajos, especialmente artesanales, se contrataran por fuera de las instituciones económicas de aquel entonces, como los palacios y los monasterios. Las primeras empresas de la revolución industrial subcontrataban también trabajos, como el hilado y el cosido, en sus producciones de telas y ropa; las hilanderas y costureras trabajan desde casa. No fue hasta fines del siglo XIX y principios del XX cuando las grandes empresas empezaron a tratar de concentrar todas sus actividades en una misma planta. Henry Ford lo impulsó en parte al crear la línea de producción en cadena.

 

Aunque la práctica existía, se le atribuye al economista británico-estadounidense Ronald Coase, ganador del Premio Nobel de Economía de 1991, la acuñación del término outsourcing en su libro de 1937 The Nature of the Firm. Coase señaló que las empresas deben tomar en cuenta todos los "costos de transacción" asociados a una actividad, y no solo la producción y el transporte, como se hacía, por lo que para mantenerse competitivas muchas tendrían que delegar actividades.

 

La subcontratación empezó a volverse popular en México en las décadas de 1970 y 1980 por influencia de las empresas estadounidenses. Muchas de las maquiladoras eran simples subcontratistas de firmas en la Unión Americana. No se necesitaba una ley para "legalizar" la práctica, como ha afirmado el Presidente; en el sistema jurídico mexicano, y de cualquier país con libertad económica, lo que no está prohibido está permitido. La legislación laboral de 2012, que AMLO ha citado como el inicio de la subcontratación, no hacía más que limitar la práctica para garantizar los derechos de los trabajadores.

 

Los despidos de diciembre no son producto de la subcontratación, sino de "una práctica correspondiente a cierres y ventas de temporada navideña", según Héctor Márquez de Manpower Group. La industria que más despidos registra es la construcción, que recurre poco al outsourcing. Más bien los contratos por obra determinada y los temporales se planean para terminar en la temporada navideña.

 

El Presidente, sin embargo, parece empeñado en prohibir la subcontratación por razones ideológicas. Si lo hace, destruirá cientos de miles o quizá millones de empleos. Lo peor es que volverá menos competitivas a las empresas nacionales frente a las del resto del mundo, que usan la subcontratación de manera habitual para reducir sus costos de transacción, como sabiamente previó Ronald Coase.

 

¿SIN ENEMIGOS?
El canciller Ebrard dijo ayer a los embajadores y cónsules que México es "un país que no tiene enemigos". Quizá. Pero el Presidente le está ofreciendo asilo político a Julian Assange, fundador de Wikileaks, sobre quien pesan acusaciones de espionaje en Estados Unidos. Concederle asilo no será un acto amigable para nuestro vecino del norte.

 

Sergio Sarmiento

 


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