martes, marzo 11, 2008
Debatir el petróleo
Los conservadores del siglo 19, discípulos de Lucas Alamán, eran partidarios del proteccionismo industrial y el intervencionismo del Estado, detestaban a Estados Unidos, se oponían a la inversión extranjera y la inmigración. Sus adversarios liberales -la generación de Juárez- creían en la libertad de comercio, criticaban el paternalismo estatal, admiraban el modelo económico y político de los vecinos del norte, alentaban la inversión foránea y la inmigración. Ambas posturas tenían puntos razonables y en ambas había matices. El acuerdo o el compromiso no era imposible, pero en vez de debatir civilizadamente sus diferencias (no sólo las económicas, por supuesto, sino las teológico-políticas) decidieron matarse por ellas.
Al triunfo de la República en 1867, los liberales desterraron a los conservadores del discurso público e impusieron su proyecto económico. Pensaban que el ferrocarril sería el detonador que sacaría al País de su atraso de siglos. "Donde hay ferrocarriles... -escribió Francisco Zarco- ..la paz está asegurada... el orden no necesita apoyo... todos están interesados en conservarlo". "Los ferrocarriles -creía Guillermo Prieto- ...podrán cambiar en opulencia la actual pobreza del país" ("Lecciones elementales de economía política", 1876). El diagnóstico era claro, pero México carecía de los capitales necesarios y la capacidad de ejecución para llevarlo a cabo. Había que atraer la inversión extranjera.
Comenzó a llegar hacia 1880, detonó la inversión nacional, pública y privada, y atrajo inmigrantes europeos, activos e industriosos. Se tendieron 19 mil kilómetros de ferrocarriles, se cubrió el territorio con redes telegráficas y correos, se multiplicó la actividad minera y el desarrollo urbano, dio comienzo la explotación del petróleo, se construyeron instalaciones portuarias como Salina Cruz, prosperó la ganadería y la agricultura de exportación, se diversificó la industria, se amplió el comercio internacional, etc... Al margen de sus inadmisibles fundamentos políticos e inequidades sociales, el beneficio económico del programa liberal fue mayor que el costo, sobre todo que el costo de no haber hecho nada. Y, como demostró Daniel Cosío Villegas, frente a los inversionistas del extranjero el gobierno porfirista se manejó con astucia, sentido de equilibrio y responsabilidad. La huella de aquellos proyectos y realizaciones es perceptible hasta nuestros días.
El siglo 20 deparó una sorpresa mayúscula: el Estado nacional-revolucionario adoptó los puntos centrales del programa conservador, entre ellos el estatismo y el proteccionismo. Al margen de su carácter antidemocrático y sus indudables aciertos sociales, su gestión económica fue improductiva. Tuvo, es verdad, un periodo de éxito moderado (1934-1970) pero no deja de ser significativo, por ejemplo, que la red ferroviaria haya permanecido estancada. La exacerbación populista del modelo (1970-1982), pródiga en despilfarros petroleros y gigantismos burocráticos, condujo a una primera crisis, que se agravó en la siguiente etapa debido a los errores de los tecnócratas que actuaban en nombre de un liberalismo impuesto desde arriba y, por eso mismo, contradictorio con su propia esencia.
Ahora la historia nos ha colocado en un predicamento similar al del siglo antepasado. El país necesita crecer, pero no hay consenso para definir el rumbo. Entonces el catalizador del crecimiento eran los ferrocarriles, hoy no debería hablarse de uno sino de muchos catalizadores (tanto en el nivel de la macro como de la microeconomía) pero tirios y troyanos coinciden en atribuir ese papel al petróleo. De ser así, la pregunta decisiva es: ¿tenemos los capitales y la capacidad de ejecución para crecer, con la celeridad requerida, en ciertas áreas cruciales de la producción petrolera?
Como en aquel siglo, en el nuestro hay dos posiciones extremas y un espectro muy amplio entre ellas. No conozco ningún liberal que abogue por una vuelta a la condición anterior a 1938. La postura liberal sostiene, más bien, que cerrar el paso a la iniciativa privada nacional no es un acto de nacionalismo sino de algo muy distinto: el estatismo. Una cosa es la Nación y otra el Estado. Si bien nadie, en su sano juicio, puede o debe proponer la "privatización" de Pemex, a estas alturas no es fácil demostrar que el control monopólico absoluto de Pemex por parte de su propia burocracia, del sindicato (que no da cuentas a nadie) y del gobierno en turno, sea la fórmula que beneficie mejor a la nación.
Por lo que hace a la inversión foránea, quienes sostienen una postura liberal sensata desaconsejan la apertura indiscriminada no sólo por la significación del petróleo en México sino porque, en igualdad de condiciones, siempre debe ser preferible la inversión nacional. Pero esa misma postura admite la posibilidad de que en algunas áreas (por ejemplo, la exploración de aguas profundas) esa igualdad sea ilusoria y que, en la práctica, el problema no sólo sea de capital (que tampoco es infinito ni puede distraerse del gasto social y de infraestructura) sino de tecnología y de capacidad de ejecución. Más aún si se considera la complejidad, la dimensión y el riesgo de la operación, así como la urgencia de ampliar las reservas probadas.
Contra esta posición liberal y sus diversas variantes hay argumentos razonables de izquierda. Pero también hay quienes no argumentan sino descalifican y amenazan. Son los nuevos conservadores: partidarios encendidos del estatismo nacionalista y "revolucionario" pretenden expulsar del discurso (como "traidores a la patria") a quienes proponen la más mínima y focalizada apertura en el sector energético. No deja de ser paradójico que quienes representan esta actitud dogmática designen como "de derecha" a los liberales, cuando son ellos quienes reencarnan las posiciones más reaccionarias.
Por fortuna hoy vivimos en una democracia. Gracias a ella no necesitamos matarnos por las ideas: podemos discutir sobre ellas. La mejor manera de celebrar el 18 de marzo es dar comienzo a un gran debate nacional sobre el petróleo en los medios, usando quizá los tiempos oficiales. Participarían políticos, especialistas, periodistas, comunicadores e intelectuales. De llevarse a cabo con el debido profesionalismo, se verá que existen puntos de posible acuerdo entre las partes y que la reforma puede darse de manera ordenada y escalonada para beneficio de quien es el dueño de ese recurso: la nación mexicana, entendida como la suma de cien millones de voluntades, no como una abstracción custodiada por los exaltados que dicen hablar en su nombre.
Enrique Krauze
Domingo 9 de marzo, El Norte
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Para los que todavía no entienden el significado de las palabras conservador y liberal.
Yo no creo que ya vivamos en una democracia. No es más que una partidocracia. Pero es suficiente para no matarse por las ideas.
Al triunfo de la República en 1867, los liberales desterraron a los conservadores del discurso público e impusieron su proyecto económico. Pensaban que el ferrocarril sería el detonador que sacaría al País de su atraso de siglos. "Donde hay ferrocarriles... -escribió Francisco Zarco- ..la paz está asegurada... el orden no necesita apoyo... todos están interesados en conservarlo". "Los ferrocarriles -creía Guillermo Prieto- ...podrán cambiar en opulencia la actual pobreza del país" ("Lecciones elementales de economía política", 1876). El diagnóstico era claro, pero México carecía de los capitales necesarios y la capacidad de ejecución para llevarlo a cabo. Había que atraer la inversión extranjera.
Comenzó a llegar hacia 1880, detonó la inversión nacional, pública y privada, y atrajo inmigrantes europeos, activos e industriosos. Se tendieron 19 mil kilómetros de ferrocarriles, se cubrió el territorio con redes telegráficas y correos, se multiplicó la actividad minera y el desarrollo urbano, dio comienzo la explotación del petróleo, se construyeron instalaciones portuarias como Salina Cruz, prosperó la ganadería y la agricultura de exportación, se diversificó la industria, se amplió el comercio internacional, etc... Al margen de sus inadmisibles fundamentos políticos e inequidades sociales, el beneficio económico del programa liberal fue mayor que el costo, sobre todo que el costo de no haber hecho nada. Y, como demostró Daniel Cosío Villegas, frente a los inversionistas del extranjero el gobierno porfirista se manejó con astucia, sentido de equilibrio y responsabilidad. La huella de aquellos proyectos y realizaciones es perceptible hasta nuestros días.
El siglo 20 deparó una sorpresa mayúscula: el Estado nacional-revolucionario adoptó los puntos centrales del programa conservador, entre ellos el estatismo y el proteccionismo. Al margen de su carácter antidemocrático y sus indudables aciertos sociales, su gestión económica fue improductiva. Tuvo, es verdad, un periodo de éxito moderado (1934-1970) pero no deja de ser significativo, por ejemplo, que la red ferroviaria haya permanecido estancada. La exacerbación populista del modelo (1970-1982), pródiga en despilfarros petroleros y gigantismos burocráticos, condujo a una primera crisis, que se agravó en la siguiente etapa debido a los errores de los tecnócratas que actuaban en nombre de un liberalismo impuesto desde arriba y, por eso mismo, contradictorio con su propia esencia.
Ahora la historia nos ha colocado en un predicamento similar al del siglo antepasado. El país necesita crecer, pero no hay consenso para definir el rumbo. Entonces el catalizador del crecimiento eran los ferrocarriles, hoy no debería hablarse de uno sino de muchos catalizadores (tanto en el nivel de la macro como de la microeconomía) pero tirios y troyanos coinciden en atribuir ese papel al petróleo. De ser así, la pregunta decisiva es: ¿tenemos los capitales y la capacidad de ejecución para crecer, con la celeridad requerida, en ciertas áreas cruciales de la producción petrolera?
Como en aquel siglo, en el nuestro hay dos posiciones extremas y un espectro muy amplio entre ellas. No conozco ningún liberal que abogue por una vuelta a la condición anterior a 1938. La postura liberal sostiene, más bien, que cerrar el paso a la iniciativa privada nacional no es un acto de nacionalismo sino de algo muy distinto: el estatismo. Una cosa es la Nación y otra el Estado. Si bien nadie, en su sano juicio, puede o debe proponer la "privatización" de Pemex, a estas alturas no es fácil demostrar que el control monopólico absoluto de Pemex por parte de su propia burocracia, del sindicato (que no da cuentas a nadie) y del gobierno en turno, sea la fórmula que beneficie mejor a la nación.
Por lo que hace a la inversión foránea, quienes sostienen una postura liberal sensata desaconsejan la apertura indiscriminada no sólo por la significación del petróleo en México sino porque, en igualdad de condiciones, siempre debe ser preferible la inversión nacional. Pero esa misma postura admite la posibilidad de que en algunas áreas (por ejemplo, la exploración de aguas profundas) esa igualdad sea ilusoria y que, en la práctica, el problema no sólo sea de capital (que tampoco es infinito ni puede distraerse del gasto social y de infraestructura) sino de tecnología y de capacidad de ejecución. Más aún si se considera la complejidad, la dimensión y el riesgo de la operación, así como la urgencia de ampliar las reservas probadas.
Contra esta posición liberal y sus diversas variantes hay argumentos razonables de izquierda. Pero también hay quienes no argumentan sino descalifican y amenazan. Son los nuevos conservadores: partidarios encendidos del estatismo nacionalista y "revolucionario" pretenden expulsar del discurso (como "traidores a la patria") a quienes proponen la más mínima y focalizada apertura en el sector energético. No deja de ser paradójico que quienes representan esta actitud dogmática designen como "de derecha" a los liberales, cuando son ellos quienes reencarnan las posiciones más reaccionarias.
Por fortuna hoy vivimos en una democracia. Gracias a ella no necesitamos matarnos por las ideas: podemos discutir sobre ellas. La mejor manera de celebrar el 18 de marzo es dar comienzo a un gran debate nacional sobre el petróleo en los medios, usando quizá los tiempos oficiales. Participarían políticos, especialistas, periodistas, comunicadores e intelectuales. De llevarse a cabo con el debido profesionalismo, se verá que existen puntos de posible acuerdo entre las partes y que la reforma puede darse de manera ordenada y escalonada para beneficio de quien es el dueño de ese recurso: la nación mexicana, entendida como la suma de cien millones de voluntades, no como una abstracción custodiada por los exaltados que dicen hablar en su nombre.
Enrique Krauze
Domingo 9 de marzo, El Norte
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Para los que todavía no entienden el significado de las palabras conservador y liberal.
Yo no creo que ya vivamos en una democracia. No es más que una partidocracia. Pero es suficiente para no matarse por las ideas.
Etiquetas: AMLO, conservador, demagogia, democracia, derecha, economia, inversión, izquierda, liberalismo, partidocracia, PEMEX, petroleo, pobreza, populismo, reaccionario, reformas
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que tal soy un lector regular de este excelente blog, por favor hagan un post con numeros en relacion a la situacion petrolera del pais, reservas probadas, cuantos años nos quedan, el dinero que se invierte en pemex, las ganancias que nos da pemex, es cierto que petrobras desarrollo tecnologia propia para la extraccion?, que diferencias y equivalencias hay con brazil en el tema de extraccion del petroleo hablando de si geografia, cuantos años de resago tenemos en relacion a otros paises productores de petroleo, no descalifiquemos, demos razones de peso para defender los sistemas economicos liberales...
En torno al tema de las reservas de hidrocarburos han surgido confusiones que merecen ser aclaradas.
1.- ¿Qué ha pasado con las reservas probadas de hidrocarburos que tiene México?
Los datos más recientes indican que las reservas probadas de hidrocarburos en México ascienden a 15 mil 514 millones de barriles totales, de los cuales 11 mil 047 millones corresponden a lo que llamamos petróleo, es decir, aceite, y el resto son de gas, condensados y otros líquidos. Entre 1998 y el 2007, estas reservas cayeron en ¡56 por ciento!
Si la producción de petróleo se mantuviera constante al nivel que tuvo en enero pasado, es decir, 2 millones 957 mil barriles diarios, las reservas alcanzarían sólo para los próximos 10 años y poco más de 2 meses.
2.- ¿Cuál es la diferencia entre las reservas probadas y los otros conceptos de reservas que existen?
Ningún tipo de reserva petrolera puede estimarse con certeza plena, por lo que existen solamente métodos probabilísticos para determinarlas, y es el nivel de probabilidad el que define el tipo de reserva.
Las reservas probadas son aquellas de las que se tiene una "certeza razonable" de su existencia (se asume usualmente una probabilidad superior a 90 por ciento) mediante los métodos geológicos e ingenieriles disponibles, y además que son recuperables bajo las condiciones económicas y de operación que existen actualmente. A partir de 1996, las reservas probadas tienen que ser certificadas por empresas reconocidas por la Securities and Exchange Commission (SEC) en virtud de que Pemex tiene colocados bonos en el mercado de Nueva York.
Las reservas probables deben tener al menos un 50 por ciento de probabilidad de existir y ser explotables bajo las condiciones que existen actualmente.
En México, las reservas probables de petróleo son de 11 mil 033 millones de barriles actualmente, una cantidad prácticamente igual a la de las reservas probadas.
Las reservas posibles deben tener al menos un 10 por ciento de probabilidad de existir. En México ascienden a 9 mil 827 millones de barriles.
3.- ¿Dónde se encuentran las reservas probadas que tiene México?
La mayor parte de las reservas probadas se ubican en la llamada región marina noreste, que incluye el Golfo de Campeche e implica aguas a pocas profundidades (aguas someras). Específicamente los activos más importantes son los de Cantarell y en Ku-Maloob-Zaap. La otra zona relevante es la llamada Zona Norte e incluye Burgos, Poza Rica y Veracruz, que se encuentran en tierra dentro del País.
Esto implica que en el corto plazo la producción petrolera va a seguirse generando en las mismas zonas que hoy se produce.
4.- ¿Qué tipo de recursos son los que se ubican en las llamadas zonas de aguas profundas en el Golfo de México?
Los llamados recursos prospectivos de hidrocarburos no alcanzan la categoría de reservas, pues se trata de hidrocarburos que aún no se descubren, pero que han sido inferidos de la información geológica, geofísica y geoquímica de la zona, y que además se estima que puedan ser técnicamente recuperables.
El volumen total de recursos prospectivos que existen en territorio nacional asciende a 53 mil 800 millones de barriles de petróleo crudo equivalente. Esto significa casi tres y media veces las reservas probadas y 1.2 veces las reservas totales (incluyendo probables y posibles).
Los recursos prospectivos no sólo están en las aguas profundas del Golfo de México, pero en esa zona se concentra el 55 por ciento del total. La otra zona relevante es la sonda de Campeche, en la que se estima esté el 33 por ciento, y el resto, distribuido en otros puntos del territorio nacional.
5.- ¿Cuál es el grado de avance en la explotación de petróleo en aguas profundas en México?
Pemex ha perforado cinco pozos en zona de aguas profundas a partir del 2004. De ellos, uno resultó productor del aceite extrapesado, el Nab-1; y tres, de gas no asociado. Pemex podría seguir haciendo exploración y perforación con las condiciones jurídicas y técnicas con las que cuenta actualmente. El problema es la velocidad y la escala, pues tan sólo en la zona norteamericana del Golfo de México se perforan alrededor de 100 pozos anuales de estas características.
6.- ¿Permitirían los proyectos en aguas profundas revertir la caída en la producción de petróleo que se ha producido en México?
La producción de petróleo en México ha caído en alrededor de 400 mil barriles diarios respecto a 2004, cuando se llegó al promedio más alto. En el corto plazo, ningún proyecto de aguas profundas revertirá esta caída. Sus efectos serían para el largo plazo.
Hay más interrogantes. Seguiremos próximamente.
Producción y reservas de petróleo
Composición de reservas y recursos prospectivos
(Millones de barriles de petróleo crudo equivalente a 2007)
Recursos prospectivos 53,800
Reservas probadas 15,514
Reservas posibles 14,604
Reservas probables 15,257
Todo indica que, por cuarto año consecutivo, la producción de petróleo crudo en México descenderá de nuevo en el 2008 y aún con mayores inversiones se podría recuperar quizá hasta dentro de dos años.
Enrique Quintana
enrique.quintana@reforma.com
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1.- ¿Qué ha pasado con las reservas probadas de hidrocarburos que tiene México?
Los datos más recientes indican que las reservas probadas de hidrocarburos en México ascienden a 15 mil 514 millones de barriles totales, de los cuales 11 mil 047 millones corresponden a lo que llamamos petróleo, es decir, aceite, y el resto son de gas, condensados y otros líquidos. Entre 1998 y el 2007, estas reservas cayeron en ¡56 por ciento!
Si la producción de petróleo se mantuviera constante al nivel que tuvo en enero pasado, es decir, 2 millones 957 mil barriles diarios, las reservas alcanzarían sólo para los próximos 10 años y poco más de 2 meses.
2.- ¿Cuál es la diferencia entre las reservas probadas y los otros conceptos de reservas que existen?
Ningún tipo de reserva petrolera puede estimarse con certeza plena, por lo que existen solamente métodos probabilísticos para determinarlas, y es el nivel de probabilidad el que define el tipo de reserva.
Las reservas probadas son aquellas de las que se tiene una "certeza razonable" de su existencia (se asume usualmente una probabilidad superior a 90 por ciento) mediante los métodos geológicos e ingenieriles disponibles, y además que son recuperables bajo las condiciones económicas y de operación que existen actualmente. A partir de 1996, las reservas probadas tienen que ser certificadas por empresas reconocidas por la Securities and Exchange Commission (SEC) en virtud de que Pemex tiene colocados bonos en el mercado de Nueva York.
Las reservas probables deben tener al menos un 50 por ciento de probabilidad de existir y ser explotables bajo las condiciones que existen actualmente.
En México, las reservas probables de petróleo son de 11 mil 033 millones de barriles actualmente, una cantidad prácticamente igual a la de las reservas probadas.
Las reservas posibles deben tener al menos un 10 por ciento de probabilidad de existir. En México ascienden a 9 mil 827 millones de barriles.
3.- ¿Dónde se encuentran las reservas probadas que tiene México?
La mayor parte de las reservas probadas se ubican en la llamada región marina noreste, que incluye el Golfo de Campeche e implica aguas a pocas profundidades (aguas someras). Específicamente los activos más importantes son los de Cantarell y en Ku-Maloob-Zaap. La otra zona relevante es la llamada Zona Norte e incluye Burgos, Poza Rica y Veracruz, que se encuentran en tierra dentro del País.
Esto implica que en el corto plazo la producción petrolera va a seguirse generando en las mismas zonas que hoy se produce.
4.- ¿Qué tipo de recursos son los que se ubican en las llamadas zonas de aguas profundas en el Golfo de México?
Los llamados recursos prospectivos de hidrocarburos no alcanzan la categoría de reservas, pues se trata de hidrocarburos que aún no se descubren, pero que han sido inferidos de la información geológica, geofísica y geoquímica de la zona, y que además se estima que puedan ser técnicamente recuperables.
El volumen total de recursos prospectivos que existen en territorio nacional asciende a 53 mil 800 millones de barriles de petróleo crudo equivalente. Esto significa casi tres y media veces las reservas probadas y 1.2 veces las reservas totales (incluyendo probables y posibles).
Los recursos prospectivos no sólo están en las aguas profundas del Golfo de México, pero en esa zona se concentra el 55 por ciento del total. La otra zona relevante es la sonda de Campeche, en la que se estima esté el 33 por ciento, y el resto, distribuido en otros puntos del territorio nacional.
5.- ¿Cuál es el grado de avance en la explotación de petróleo en aguas profundas en México?
Pemex ha perforado cinco pozos en zona de aguas profundas a partir del 2004. De ellos, uno resultó productor del aceite extrapesado, el Nab-1; y tres, de gas no asociado. Pemex podría seguir haciendo exploración y perforación con las condiciones jurídicas y técnicas con las que cuenta actualmente. El problema es la velocidad y la escala, pues tan sólo en la zona norteamericana del Golfo de México se perforan alrededor de 100 pozos anuales de estas características.
6.- ¿Permitirían los proyectos en aguas profundas revertir la caída en la producción de petróleo que se ha producido en México?
La producción de petróleo en México ha caído en alrededor de 400 mil barriles diarios respecto a 2004, cuando se llegó al promedio más alto. En el corto plazo, ningún proyecto de aguas profundas revertirá esta caída. Sus efectos serían para el largo plazo.
Hay más interrogantes. Seguiremos próximamente.
Producción y reservas de petróleo
Composición de reservas y recursos prospectivos
(Millones de barriles de petróleo crudo equivalente a 2007)
Recursos prospectivos 53,800
Reservas probadas 15,514
Reservas posibles 14,604
Reservas probables 15,257
Todo indica que, por cuarto año consecutivo, la producción de petróleo crudo en México descenderá de nuevo en el 2008 y aún con mayores inversiones se podría recuperar quizá hasta dentro de dos años.
Enrique Quintana
enrique.quintana@reforma.com
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