sábado, enero 27, 2007
Todo tiempo pasado... ...ya se fue
Todo tiempo pasado fue mejor, dice el adagio. Aunque así fuera, el pequeño problema es que ya no puede regresar.
Algunas personas que hoy tienen 40 años o más están nostálgicas del mundo que teníamos cuando empezaron su vida productiva en las épocas en las que Salinas llegaba al gobierno o incluso antes.
Hay muchos que tienen la sensación de que la vida era mejor antes de que nos embarcáramos en la aventura de la apertura económica y comercial que comenzó en 1985, cuando el Gobierno de De la Madrid decidió abrir la economía mexicana unilateralmente.
Quisieran que regresáramos a esa economía en la que el Estado era protector y fijaba los precios de tortilla y muchos productos más; cuando los chinos estaban lejos de ser una amenaza para los productores nacionales; cuando el Muro de Berlín estaba en pie y muy pocos esperaban que cayera pronto; cuando los trabajos eran seguros y para toda la vida, entre muchos otros ingredientes del pasado.
Con frecuencia, estos nostálgicos nos recuerdan que en la etapa del desarrollo estabilizador, con la economía cerrada y alejada de la globalización, crecimos a tasas promedio de 6 por ciento al año, las que ahora parecen inalcanzables.
El pequeño problema con el que nos enfrentamos es que el reloj sólo camina en un sentido.
El mundo en el que hoy vivimos tiene a China con todo lo que ello implica; el Muro de Berlín cayó hace muchos años y... la globalización no es una opción que podamos elegir. Se trata de un hecho que no tiene vuelta de hoja.
Como dice Joseph Stiglitz en su libro más reciente: en todo caso, hay que hacer que funcione.
Para garantizar que la economía mexicana pueda crecer a una tasa suficientemente elevada para generar cerca de un millón de nuevos empleos cada año no se requiere colocarse en un pasado que ya no va a volver aunque lo quisiéramos, sino, por el contrario, avanzar hacia el futuro.
La reflexión anterior no tendría sentido si no estuviera presente en América Latina esa tentación. No sólo se trata del reiterado caso de Chávez sino de otros regímenes, como el de Bolivia o Ecuador, y algunos más que pueden verse tentados a dar un golpe de timón como el de Argentina, Uruguay, Brasil, Perú y Nicaragua.
No es una broma. Hay una parte del mundo que pretende moverse hacia el pasado y otra muy importante que puede verse tentada a hacerlo.
No es imposible que, resultados electorales al margen, haya muchos que así quieran hacerlo en México.
El primer problema es que no se puede. Y el que segundo es que no nos conviene.
Ojalá que en su primer visita al Foro Económico Mundial de Davos, en su calidad de Presidente de México, Felipe Calderón pueda percibir con más claridad las direcciones en las que se está moviendo el mundo, en especial las naciones que han logrado éxitos económicos y que asimile las lecciones que nos dejan esos casos.
Hay que moverse en el único sentido que es posible hacerlo en el tiempo: hacia delante.
Inflación
Quizás algunos pensaban que el índice de precios al consumidor de la primera quincena de enero tendría que ser extremadamente elevado y resultó que apenas fue del 0.33 por ciento.
¿Se trata de un truco del Banco de México o de lo que realmente aconteció?
No hay truco. Las mediciones son transparentes. Lo que, en todo caso, puede haber, es una inadecuada ponderación de los ingredientes que componen el índice de precios pero eso habría que discutirlo.
De acuerdo con los datos que tiene el banco central, en promedio, los hogares mexicanos destinan el 22.7 por ciento de su gasto a alimentos, que es lo que ha aumentado de precio en mayor grado en lo que va del año.
El incremento quincenal de los alimentos fue de 0.46 por ciento y la tasa anual se ubicó en 6 por ciento. Sólo por contraste, por ejemplo, la ropa aumentó a una tasa anual de 0.9 por ciento o los muebles lo hicieron a un ritmo de 1.5 por ciento.
Desde luego que los hogares que destinan una proporción mayor de su gasto en alimentos son los que más resintieron este impacto.
En el controvertido caso de la tortilla, el incremento es de 4.75 por ciento en promedio nacional durante la primera quincena de enero. Si el cálculo se hace respecto a la cifra de hace un año, entonces el aumento es de casi 20 por ciento en promedio.
Del otro lado, hubo alimentos cuyos precios bajaron en la primera quincena del mes. El jitomate redujo sus precios en promedio en 14 por ciento.
Quienes destinan una proporción elevada de su gasto a tortillas, desde luego que habrán resentido una mayor pérdida de su poder adquisitivo que en el promedio.
Lo que, sin embargo, es un hecho, es que no hay una erupción inflacionaria, como podría anticiparse por la impresión de las últimas semanas.
Esperemos que las cosas sigan así.
Enrique Quintana, El Norte, 26 de enero 2007
enrique.quintana@reforma.com
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Esos tiempos ya se fueron, pero aún hay muchos populistas tratando de revivirlos.
Algunas personas que hoy tienen 40 años o más están nostálgicas del mundo que teníamos cuando empezaron su vida productiva en las épocas en las que Salinas llegaba al gobierno o incluso antes.
Hay muchos que tienen la sensación de que la vida era mejor antes de que nos embarcáramos en la aventura de la apertura económica y comercial que comenzó en 1985, cuando el Gobierno de De la Madrid decidió abrir la economía mexicana unilateralmente.
Quisieran que regresáramos a esa economía en la que el Estado era protector y fijaba los precios de tortilla y muchos productos más; cuando los chinos estaban lejos de ser una amenaza para los productores nacionales; cuando el Muro de Berlín estaba en pie y muy pocos esperaban que cayera pronto; cuando los trabajos eran seguros y para toda la vida, entre muchos otros ingredientes del pasado.
Con frecuencia, estos nostálgicos nos recuerdan que en la etapa del desarrollo estabilizador, con la economía cerrada y alejada de la globalización, crecimos a tasas promedio de 6 por ciento al año, las que ahora parecen inalcanzables.
El pequeño problema con el que nos enfrentamos es que el reloj sólo camina en un sentido.
El mundo en el que hoy vivimos tiene a China con todo lo que ello implica; el Muro de Berlín cayó hace muchos años y... la globalización no es una opción que podamos elegir. Se trata de un hecho que no tiene vuelta de hoja.
Como dice Joseph Stiglitz en su libro más reciente: en todo caso, hay que hacer que funcione.
Para garantizar que la economía mexicana pueda crecer a una tasa suficientemente elevada para generar cerca de un millón de nuevos empleos cada año no se requiere colocarse en un pasado que ya no va a volver aunque lo quisiéramos, sino, por el contrario, avanzar hacia el futuro.
La reflexión anterior no tendría sentido si no estuviera presente en América Latina esa tentación. No sólo se trata del reiterado caso de Chávez sino de otros regímenes, como el de Bolivia o Ecuador, y algunos más que pueden verse tentados a dar un golpe de timón como el de Argentina, Uruguay, Brasil, Perú y Nicaragua.
No es una broma. Hay una parte del mundo que pretende moverse hacia el pasado y otra muy importante que puede verse tentada a hacerlo.
No es imposible que, resultados electorales al margen, haya muchos que así quieran hacerlo en México.
El primer problema es que no se puede. Y el que segundo es que no nos conviene.
Ojalá que en su primer visita al Foro Económico Mundial de Davos, en su calidad de Presidente de México, Felipe Calderón pueda percibir con más claridad las direcciones en las que se está moviendo el mundo, en especial las naciones que han logrado éxitos económicos y que asimile las lecciones que nos dejan esos casos.
Hay que moverse en el único sentido que es posible hacerlo en el tiempo: hacia delante.
Inflación
Quizás algunos pensaban que el índice de precios al consumidor de la primera quincena de enero tendría que ser extremadamente elevado y resultó que apenas fue del 0.33 por ciento.
¿Se trata de un truco del Banco de México o de lo que realmente aconteció?
No hay truco. Las mediciones son transparentes. Lo que, en todo caso, puede haber, es una inadecuada ponderación de los ingredientes que componen el índice de precios pero eso habría que discutirlo.
De acuerdo con los datos que tiene el banco central, en promedio, los hogares mexicanos destinan el 22.7 por ciento de su gasto a alimentos, que es lo que ha aumentado de precio en mayor grado en lo que va del año.
El incremento quincenal de los alimentos fue de 0.46 por ciento y la tasa anual se ubicó en 6 por ciento. Sólo por contraste, por ejemplo, la ropa aumentó a una tasa anual de 0.9 por ciento o los muebles lo hicieron a un ritmo de 1.5 por ciento.
Desde luego que los hogares que destinan una proporción mayor de su gasto en alimentos son los que más resintieron este impacto.
En el controvertido caso de la tortilla, el incremento es de 4.75 por ciento en promedio nacional durante la primera quincena de enero. Si el cálculo se hace respecto a la cifra de hace un año, entonces el aumento es de casi 20 por ciento en promedio.
Del otro lado, hubo alimentos cuyos precios bajaron en la primera quincena del mes. El jitomate redujo sus precios en promedio en 14 por ciento.
Quienes destinan una proporción elevada de su gasto a tortillas, desde luego que habrán resentido una mayor pérdida de su poder adquisitivo que en el promedio.
Lo que, sin embargo, es un hecho, es que no hay una erupción inflacionaria, como podría anticiparse por la impresión de las últimas semanas.
Esperemos que las cosas sigan así.
Enrique Quintana, El Norte, 26 de enero 2007
enrique.quintana@reforma.com
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Esos tiempos ya se fueron, pero aún hay muchos populistas tratando de revivirlos.
Etiquetas: economia, inflacion, maiz, populismo, tortilla