miércoles, enero 17, 2007

 

Primero los hábitos populistas


Gobernar, el ejercicio verdadero del gobierno, supone modificar hábitos. Parafraseo a John Locke para quien toda acción humana repercutía en una manifestación externa. El entendimiento se formaba allí, en la posibilidad de ir a los hechos. No modificar hábitos, costumbres, convierte a quien pretende gobernar en un esclavo de la tradición. Por supuesto que defender las tradiciones -buenas o malas- siempre será más popular que enfrentar a los ciudadanos consigo mismos. Pero las consecuencias de esa esclavitud pueden ser la tumba de las naciones.

En México con frecuencia caemos en la tentación de exigir cambios para que nada cambie. Repitiendo la sentencia de Don Edmundo O'Gorman queremos la modernidad, pero no ser modernos. La actitud desnuda un profundo conservadurismo popular. Este País que nombra a diestra y siniestra a la Revolución como su sentido de vida lo que muestra en los hechos es un tradicionalismo de espanto.

Ahora bien, si estuviéramos en la gloria el conservadurismo tendría la defensa de los logros pasados. Pero no es el caso, de hecho, nuestras lacras y miserias conforman una larga lista. Lo más grave es que nuestros gobernantes, de uno y otro bando, parecieran ratificar la esclavitud frente a los hábitos. En las últimas semanas hemos tenido varios ejemplos de ello.

México es un país con un severo y creciente problema de obesidad. Los datos para los jóvenes e incluso niños son verdaderamente dramáticos. Por supuesto, la diabetes se dispara. Las consecuencias y costos los habremos de pagar todos. La explicación radica básicamente en los malos hábitos alimenticios, entre otros ser el país número uno en consumo de refrescos por habitante.

Llegamos a la discusión sobre la Ley de Ingresos; se plantea la posibilidad de gravar especialmente esas bebidas. La industria lanza una fuerte campaña de lobbying, están en todo su derecho. Los legisladores se amilanan y dejan que argumentos insostenibles frente al interés de las mayorías prosperen y ganen la discusión. La izquierda mexicana -que a diferencia de la mayoría de las izquierdas pugna por bajar impuestos- termina apoyando los argumentos de la industria. Resultado: un triunfo de las costumbres, de las malas costumbres. Un país de millones de potenciales diabéticos es incapaz de gravar un producto cuyo consumo excesivo es una realidad que daña la salud de buena parte de la población.

Se trataba de un típico punto de acuerdo en el cual las diferencias entre unos y otros debía subsumirse al interés de salud pública en este caso. A consumir azúcar en exceso, a generar diabéticos cuyo tratamiento tendrá que ser afrontado por el Estado, por los contribuyentes. Del indebido impuesto a la fructuosa para beneficio de unos pocos y perjuicio de millones de consumidores mejor ni hablar.

Segundo caso, la tortilla. Muchos países tienen en su dieta básica alimentos derivados de cultivos tradicionales que son protegidos por el Estado. El arroz en Oriente o la cebada y el trigo en el centro de Europa. En la mayoría de ellos, la explicación de la popularidad del alimento se encuentra en la prosperidad natural del producto original. En México el maíz y la tortilla son sin duda parte de nuestra cultura, con un pequeño problema: nuestra productividad por hectárea es en lo general muy inferior a la de otros países. O sea que para mantener barata la tortilla hemos tenido que subsidiar por mil formas a los productores.

De pronto -debido a una nueva fórmula de producción de etanol a partir de grano- el precio del maíz se eleva. Es una excelente noticia para los productores mexicanos que desde siempre pugnan por mayores ingresos. Por supuesto, el precio de la tortilla debe elevarse o se deben buscar importaciones de grano de zonas con mejores índices de productividad. Vienen las reacciones: lo principal, mantener la costumbre. ¡Cómo va a ser que el consumidor tenga que repensar su compra o buscar alternativas! Nada de eso. Lo primero es la costumbre y ésa habla de tortilla barata a como dé lugar. No importa que buena parte del subsidio se lo lleven las productoras de forraje, entre otras grandes empresas. Hay que garantizar la continuidad del hábito, así se fomente mayor injusticia y se traspase dinero público a los pudientes.

¿Qué va a ocurrir con la próxima apertura de fronteras a la importación de maíz? Hemos tenido 12 años para reconvertir el agro mexicano. Poco, nada hemos hecho. En unos meses más tendremos que darle la cara a la cruda realidad. Nuestra costumbre, el tótem del maíz y por ende de la tortilla como producto 100 por ciento nacional es insostenible.

Otro ejemplo. Somos el país de la OCDE que menos recauda por vía fiscal. Alrededor del 40 por ciento de los ingresos de la Federación provienen del petróleo. No pagar impuestos o no pagar los debidos es una vieja costumbre nacional. Que paguen las generaciones futuras, nosotros nos consumimos su petróleo, pero no pagamos impuestos. Como no les cuadraban los números los legisladores subieron la expectativa del ingreso petrolero y echaron a andar su alegría presupuestal. Dos semanas después viene el tropiezo. ¿Y ahora qué hacemos? Regresamos a los recortes al de por sí insuficiente presupuesto o cobramos impuestos. Que corran las apuestas. Primero muertos que cambiar nuestros hábitos entre ellos la evasión y la elusión fiscal.

El único problema con nuestras costumbres es que son parte de la explicación de nuestra tragedia. Primero mexicanos que prósperos; primero mexicanos que responsables; primero mexicanos que racionales. ¡Que vivan nuestras costumbres, nuestros hábitos, con la miseria y la injusticia incluidas!


Federico Reyes Heroles, El Norte, 16 de enero 2006


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Comments:
Al terminar de leer este blog inmediatamente me vino a la mente Samuel Ramos, y algunas reflexiones propias acerca del nuestra cultura tradicionalista y decadente, a traves de los años he llegado a pensar que ese temor al cambio y la absurda coninuidad de los habitos recae inconcientemente en la falta de identidad, bien lo dices tu; primero mexicano... y entendamos que lo unico que compartimos es nuestro abyecto pensamiento tragico y nuestra hambre de autodestrucción.
 
Lamentablemente tu comentario es triste pero cierto. Gracias por escribir.
 
La verdad duele... una pregunta, para los que tenemos algunas propiedades que pudieran ser usadas para producción agrícola cual sería un buen cultivo? lo digo porque mi familia tiene un terreno que fue usado como vivero hidropónico y quisiera ser autosuficiente en cuanto a mis alimentos.
 
Hola anónimo!
Que lástima que no dejaste tus datos para enviarte la info directamente. Pero espero que vuelvas a entrar a leer aquí los comentarios.

Puedes ir a la página de la SAGARPA, ahí verás que se recomienda sembrar en cada estado y región del país.

http://www.sagarpa.gob.mx/subagri/pages/sust/itt/bvar.htm

Pero así a bote pronto, por lo que mencionas de hidropónico, creo que te convendría hortalizas.

saludos
 
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