sábado, noviembre 01, 2008
Así lo viví
Luis Carlos Ugalde, ex consejero presidente del IFE, acaba de publicar el libro "Así lo Viví". Se trata de una larga y detallada crónica de lo que ocurrió en el proceso electoral del 2006. De hecho, el autor se remonta hasta el 2003 cuando se integró el Consejo General del IFE mediante un acuerdo PRI-PAN del que se margina al PRD.
La virtud del libro es doble: por una parte, es un testimonio de primera mano de la jornada del 2 de julio y los días posteriores. A través de sus páginas desfilan personajes y se relatan hechos y situaciones dramáticos.
Por la otra, muestra la estrategia marrullera y mentirosa de López Obrador para esparcir la tesis del fraude electoral. El candidato de la coalición Por el Bien de Todos mintió en repetidas ocasiones y lo hizo en todas ellas con plena conciencia y malicia.
La primera gran mentira fue la de proclamarse vencedor la noche del 2 de julio con 500 mil votos más que Calderón, a sabiendas de que su encuestadora, Ana Cristina Covarrubias, le había entregado un conteo rápido en el que Felipe Calderón llevaba 1 punto de ventaja, que equivaldría, justamente, a unos 400 mil votos.
La segunda fue el lunes 3 de julio en una conferencia de prensa. Casi a las 7 de la noche advirtió: "Hay una (inconsistencia) que ya les puedo explicar de la siguiente manera. Se tiene un padrón electoral de alrededor de 71 millones de ciudadanos. Se habla en el Programa de Resultados Electorales Preliminares que participó el 59 por ciento. Pero si ustedes suman los votos que están en el PREP, incluidos los votos nulos, no se alcanza ese porcentaje, es decir, faltan 3 millones de votos".
Lo que López Obrador sabía perfectamente era que esos 3 millones de votos (2.5 millones en realidad) estaban en el archivo de inconsistencias (actas con algún error que serían contabilizadas posteriormente) tal como habían acordado todos los partidos políticos.
De hecho, el PRD había consultado ese archivo en múltiples ocasiones desde las 20 horas con 37 segundos del domingo 2 de julio. El torpedo, sin embargo, dio en la línea de flotación del IFE y a la mañana siguiente fue noticia de primera plana en todos los periódicos. El error de los consejeros del IFE fue no haber respondido ni explicado inmediatamente el porqué de ese archivo de inconsistencias y el hecho de que López Obrador sabía perfectamente de su existencia.
La tercera mentira fue la del algoritmo. No es posible, dijo, que en el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) Calderón haya llevado la ventaja puesto que se trata de una elección muy competida. Pero la trampa más ingeniosa y perversa vino después. El miércoles 5 de julio, día del recuento definitivo, los representantes del PRD entorpecieron las operaciones en todos los distritos favorables a Calderón y facilitaron las cosas en los que AMLO había ganado. Se creó así la sensación durante todo el miércoles y la madrugada del jueves de que López Obrador llevaba la ventaja sobre el candidato del PAN en abierta contradicción con los resultados del PREP que señalaban victorioso al candidato panista.
Mintió por cuarta ocasión el 10 de julio cuando mostró un video en el que se "embarazaba" una urna en Guanajuato. Un López Obrador eufórico se refería a la imagen de un funcionario de casilla retirando votos de una urna para depositarlos en otra. Era la casilla 2 mil 227 en Salamanca. Al enterarse de la acusación, el profesor Castro Razo, presidente de la casilla, la desmintió y explicó que se trataba de un procedimiento regular: los votos que se habían depositado por error en la urna para la elección presidencial se cambiaron a la urna para diputados. No había nada más. La representante de la coalición Por el Bien de Todos en esa casilla, Juliana Barrón Vallejo, avaló lo dicho por el profesor. En respuesta, López Obrador denunció que muchos de los representantes de casilla de la coalición Por el Bien de Todos habían sido sobornados.
La quinta y más eficaz de las mentiras fue la consigna de limpiar la elección mediante un recuento voto por voto y casilla por casilla. La trampa, en este caso, fue maquiavélica. Primero se le exigió al IFE la apertura de todos los paquetes electorales para efectuar el recuento voto por voto. Pero semejante procedimiento hubiera conducido, como había ocurrido en Tabasco, a la anulación de toda la elección. Después, la coalición Por el Bien de Todos impugnó ante el Tribunal Electoral sólo 21 mil 786 casillas de las 130 mil casillas que se habían instalado. Esto es, sólo se solicitaba el recuento voto por voto en el 16.6 por ciento de las casillas instaladas. No hubo, jamás, correspondencia entre la consigna política que se gritaba en las calles y la demanda legal ante el Tribunal Electoral. Por eso los magistrados estuvieron siempre imposibilitados de ordenar un recuento general.
Ugalde tiene razón al decir que el 2 de julio se juntaron los elementos de una tormenta perfecta. López Obrador había anunciado en todos los tonos que no reconocería jamás su derrota. La única prueba válida de la legalidad y transparencia de la elección era su victoria. Y si no había evidencias de irregularidades, como de hecho no las hubo, habría que fabricarlas. Su estrategia se vio favorecida por el resultado tan apretado, pero también por los errores que cometieron los consejeros del IFE y, en particular, su presidente.
Se equivocaron al establecer (el 22 de junio) que si no había un ganador claro no se daría resultado alguno. Y se equivocó Luis Carlos Ugalde el domingo 2 de julio a las 11 de la noche al ajustarse a ese acuerdo. Ese vacío de información le permitió a López Obrador proclamarse vencedor. Se abrió entonces una guerra de cifras y de dichos que supo aprovechar de manera magistral.
Se equivocaron al suponer que López Obrador respondería como un candidato serio y responsable. De ahí el tratamiento comedido y educado que le dieron a lo largo de la contienda y en los días más tensos de julio. La respuesta fue la mentira, el insulto y la descalificación. Hay que reconocer que aun sin estos errores, la furia y el resentimiento del rayito de esperanza eran incontenibles. El mal que este personaje le ha hecho a México es enorme. Por eso el libro de Luis Carlos Ugalde debe ser leído como la crónica de una infamia, pero también como una advertencia. El 2 de julio nos salvamos por un pelito. Pero López Obrador sigue al acecho. El peligro no ha desaparecido.
La virtud del libro es doble: por una parte, es un testimonio de primera mano de la jornada del 2 de julio y los días posteriores. A través de sus páginas desfilan personajes y se relatan hechos y situaciones dramáticos.
Por la otra, muestra la estrategia marrullera y mentirosa de López Obrador para esparcir la tesis del fraude electoral. El candidato de la coalición Por el Bien de Todos mintió en repetidas ocasiones y lo hizo en todas ellas con plena conciencia y malicia.
La primera gran mentira fue la de proclamarse vencedor la noche del 2 de julio con 500 mil votos más que Calderón, a sabiendas de que su encuestadora, Ana Cristina Covarrubias, le había entregado un conteo rápido en el que Felipe Calderón llevaba 1 punto de ventaja, que equivaldría, justamente, a unos 400 mil votos.
La segunda fue el lunes 3 de julio en una conferencia de prensa. Casi a las 7 de la noche advirtió: "Hay una (inconsistencia) que ya les puedo explicar de la siguiente manera. Se tiene un padrón electoral de alrededor de 71 millones de ciudadanos. Se habla en el Programa de Resultados Electorales Preliminares que participó el 59 por ciento. Pero si ustedes suman los votos que están en el PREP, incluidos los votos nulos, no se alcanza ese porcentaje, es decir, faltan 3 millones de votos".
Lo que López Obrador sabía perfectamente era que esos 3 millones de votos (2.5 millones en realidad) estaban en el archivo de inconsistencias (actas con algún error que serían contabilizadas posteriormente) tal como habían acordado todos los partidos políticos.
De hecho, el PRD había consultado ese archivo en múltiples ocasiones desde las 20 horas con 37 segundos del domingo 2 de julio. El torpedo, sin embargo, dio en la línea de flotación del IFE y a la mañana siguiente fue noticia de primera plana en todos los periódicos. El error de los consejeros del IFE fue no haber respondido ni explicado inmediatamente el porqué de ese archivo de inconsistencias y el hecho de que López Obrador sabía perfectamente de su existencia.
La tercera mentira fue la del algoritmo. No es posible, dijo, que en el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) Calderón haya llevado la ventaja puesto que se trata de una elección muy competida. Pero la trampa más ingeniosa y perversa vino después. El miércoles 5 de julio, día del recuento definitivo, los representantes del PRD entorpecieron las operaciones en todos los distritos favorables a Calderón y facilitaron las cosas en los que AMLO había ganado. Se creó así la sensación durante todo el miércoles y la madrugada del jueves de que López Obrador llevaba la ventaja sobre el candidato del PAN en abierta contradicción con los resultados del PREP que señalaban victorioso al candidato panista.
Mintió por cuarta ocasión el 10 de julio cuando mostró un video en el que se "embarazaba" una urna en Guanajuato. Un López Obrador eufórico se refería a la imagen de un funcionario de casilla retirando votos de una urna para depositarlos en otra. Era la casilla 2 mil 227 en Salamanca. Al enterarse de la acusación, el profesor Castro Razo, presidente de la casilla, la desmintió y explicó que se trataba de un procedimiento regular: los votos que se habían depositado por error en la urna para la elección presidencial se cambiaron a la urna para diputados. No había nada más. La representante de la coalición Por el Bien de Todos en esa casilla, Juliana Barrón Vallejo, avaló lo dicho por el profesor. En respuesta, López Obrador denunció que muchos de los representantes de casilla de la coalición Por el Bien de Todos habían sido sobornados.
La quinta y más eficaz de las mentiras fue la consigna de limpiar la elección mediante un recuento voto por voto y casilla por casilla. La trampa, en este caso, fue maquiavélica. Primero se le exigió al IFE la apertura de todos los paquetes electorales para efectuar el recuento voto por voto. Pero semejante procedimiento hubiera conducido, como había ocurrido en Tabasco, a la anulación de toda la elección. Después, la coalición Por el Bien de Todos impugnó ante el Tribunal Electoral sólo 21 mil 786 casillas de las 130 mil casillas que se habían instalado. Esto es, sólo se solicitaba el recuento voto por voto en el 16.6 por ciento de las casillas instaladas. No hubo, jamás, correspondencia entre la consigna política que se gritaba en las calles y la demanda legal ante el Tribunal Electoral. Por eso los magistrados estuvieron siempre imposibilitados de ordenar un recuento general.
Ugalde tiene razón al decir que el 2 de julio se juntaron los elementos de una tormenta perfecta. López Obrador había anunciado en todos los tonos que no reconocería jamás su derrota. La única prueba válida de la legalidad y transparencia de la elección era su victoria. Y si no había evidencias de irregularidades, como de hecho no las hubo, habría que fabricarlas. Su estrategia se vio favorecida por el resultado tan apretado, pero también por los errores que cometieron los consejeros del IFE y, en particular, su presidente.
Se equivocaron al establecer (el 22 de junio) que si no había un ganador claro no se daría resultado alguno. Y se equivocó Luis Carlos Ugalde el domingo 2 de julio a las 11 de la noche al ajustarse a ese acuerdo. Ese vacío de información le permitió a López Obrador proclamarse vencedor. Se abrió entonces una guerra de cifras y de dichos que supo aprovechar de manera magistral.
Se equivocaron al suponer que López Obrador respondería como un candidato serio y responsable. De ahí el tratamiento comedido y educado que le dieron a lo largo de la contienda y en los días más tensos de julio. La respuesta fue la mentira, el insulto y la descalificación. Hay que reconocer que aun sin estos errores, la furia y el resentimiento del rayito de esperanza eran incontenibles. El mal que este personaje le ha hecho a México es enorme. Por eso el libro de Luis Carlos Ugalde debe ser leído como la crónica de una infamia, pero también como una advertencia. El 2 de julio nos salvamos por un pelito. Pero López Obrador sigue al acecho. El peligro no ha desaparecido.
Jaime Sánchez Susarrey
Comments:
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Que estupidez de blog, que estúpido estas, y que estúpida es tu madre, iba a hacer un comentario serio citar referencias pero simplemente no vale la pena porque nadie lee esta basura
Jajaja, pues tú lo leíste. Y dudo que puedas escribir algo serio, pues hasta a mi madre metes en esto. La verdad no peca, pero bien que incomoda. Eres incapaz de defender tus ideas con argumentos y tu capacidad sólo llega al nivel del insulto. ¿Quién es el estúpido? Saludos
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