martes, octubre 28, 2008
Lujo en país de pobres
No fue reforma energética. Tampoco una reforma profunda de Pemex. Las modificaciones serán, en el corto y mediano plazo, insuficientes. Dentro de no demasiados años, un lustro quizá, el asunto se tendrá que abordar de nuevo. Los legisladores que hicieron esta reforma no estarán allí para enfrentar el éxito o fracaso de su moción. Una vez más habrá nuevos legisladores aprendices. Y, sin embargo, el País avanzó. Me explico. Si se evalúan las posibilidades de allegar capital fresco a las actividades de exploración, refinación y transportación, se podría decir que fue un fracaso. No hubo un viraje en la concepción estatista de la actividad energética y eso en sí mismo nos retrasa en relación al mundo. Pemex seguirá siendo un caso excepcional de cerrazón a la inversión privada.
La inversión inyecta a las compañías petroleras muchos beneficios: se comparten los riesgos en exploración, sobre todo en aguas profundas; se incentiva la modernización tecnológica y, lo más importante, se liberan recursos. Esta batalla se perdió. Los legisladores decidieron fortalecer la entidad estatal con dineros públicos.
Sin caer en el fundamentalismo privatizador, admitamos que es la última oportunidad de que el esquema funcione. Una empresa pública bien administrada, con pesos y contrapesos, con controles, pero también con flexibilidad administrativa, puede traer frutos. Pero hay un costo, sobre todo en un país pobre. En ese sentido es una apuesta riesgosa, pues en lugar de seguir el camino que ha tomado el resto del mundo, México decide reinventar su propio y único destino. Veremos.
Sin embargo, insisto, hay avances. La nueva composición del Consejo de Administración, con los cuatro consejeros profesionales y las limitaciones a los representantes sindicales, acerca a Pemex a cierta modernidad en su máxima instancia de gobierno. La autonomía de gestión, que en pocas palabras implica modificar la forma de extracción de recursos que el fisco hace de Pemex, ya no se llevará 11 años, sino siete. Así que más vale que los legisladores vayan pensando de una vez como recaudar más. También hay avances en la normatividad de adquisiciones. En fin, la lista de puntos positivos ha sido expuesta en reiteradas ocasiones.
Se preguntará el lector, ¿si la reforma es a todas luces insuficiente, cuál es el avance?
Por primera vez en la historia moderna del País de los tres partidos políticos nacionales tuvieron que exponerse a un bombardeo de argumentos sobre la ineficiencia de esa entidad y sus costos. Aunque la palabra "privatización" empañó mucho el debate, al final del día los legisladores del PRI y PRD tuvieron que admitir criterios globales para evaluar la condición de esa entidad estatal. Por primera ocasión desde ese mito fundacional del Estado mexicano que es la nacionalización del petróleo, Pemex fue llevado al quirófano y se tuvo que admitir la gravedad del paciente.
Recordemos que cuando la discusión comenzó ni siquiera se hablaba de la caída en las reservas, de la importación de las gasolinas, de los costos de la refinación, de la dificultad de perforar en aguas profundas, del déficit tecnológico de la empresa, etc. La opinión pública y los muchos legisladores desconocían los problemas reales del sector. Todo era ideología: si se eliminara la corrupción, si se bajaran los sueldos de los altos funcionarios, si se aplicaran medidas de austeridad, bla, bla, bla. De todo eso hay algo de realidad, sobre todo en corrupción, pero había mucho más de demagogia. Recordemos que se pretendió bloquear el debate, es decir que en México el tema era tabú. Recordemos que el radicalismo de AMLO amenazó con impedir físicamente, con violencia, la discusión, porque de entrada ya se conocían las intenciones "privatizadoras" de la entrega de nuestros recursos a los extranjeros y a las "grandes compañías". De allí venimos, de un barbarismo político verdaderamente vergonzoso.
El asunto recuerda cuando los diputados, no hace demasiados años, defendían el déficit presupuestal como una estrategia justiciera. Eran premodernos, hoy pareciera una broma, pero así fue. En el máximo simplismo se busca siempre a un ganador y hoy se dice que fue AMLO. Para nada, ganó la fracción moderada del PRD y ésa es una muy buena noticia.
Recordemos que el propio AMLO decía que ese tema era suyo, que la crisis de Pemex era conveniente, pues él llegaría a resolverla en el 2012. Con todo y sus "adelitas" y sus amenazas de violencia perdió frente a los moderados que, al fin y al cabo, se montaron sobre una discusión racional. Si PAN y PRI se hubieran ido solos, habrían puesto a los radicales en bandeja de plata el argumento "privatizador" y hubieran unificado al PRD en contra. Ganó también el PRI "nacionalista" en su papel de bisagra y por supuesto ganó el PAN y el Presidente, pues con esa alianza centraron la discusión y no dan margen a la demagogia radical.
La reforma es insuficiente; en pocos años se demostrará que ciertas áreas se tienen que abrir. Pero quizá lo más grave es que se perdió de foco el meollo: la aplicación de los muy escasos dineros públicos debería encauzarse a áreas donde la inversión privada no puede suplir al Estado.
Liberar a Pemex del peso de los Pidiregas fue muy bueno para esa entidad, pero esa deuda disfrazada la absorbió el erario. Invertir en exploración, refinerías, oleoductos, etc., puede ser correcto si no se tienen otras necesidades más apremiantes. No es el caso. Ésa es la discusión de fondo. Con casi 14 millones de mexicanos viviendo en pobreza extrema, impedir la entrada de recursos frescos es un lujo, un lujo estatista, un lujo de posesión, un lujo inhumano.
La inversión inyecta a las compañías petroleras muchos beneficios: se comparten los riesgos en exploración, sobre todo en aguas profundas; se incentiva la modernización tecnológica y, lo más importante, se liberan recursos. Esta batalla se perdió. Los legisladores decidieron fortalecer la entidad estatal con dineros públicos.
Sin caer en el fundamentalismo privatizador, admitamos que es la última oportunidad de que el esquema funcione. Una empresa pública bien administrada, con pesos y contrapesos, con controles, pero también con flexibilidad administrativa, puede traer frutos. Pero hay un costo, sobre todo en un país pobre. En ese sentido es una apuesta riesgosa, pues en lugar de seguir el camino que ha tomado el resto del mundo, México decide reinventar su propio y único destino. Veremos.
Sin embargo, insisto, hay avances. La nueva composición del Consejo de Administración, con los cuatro consejeros profesionales y las limitaciones a los representantes sindicales, acerca a Pemex a cierta modernidad en su máxima instancia de gobierno. La autonomía de gestión, que en pocas palabras implica modificar la forma de extracción de recursos que el fisco hace de Pemex, ya no se llevará 11 años, sino siete. Así que más vale que los legisladores vayan pensando de una vez como recaudar más. También hay avances en la normatividad de adquisiciones. En fin, la lista de puntos positivos ha sido expuesta en reiteradas ocasiones.
Se preguntará el lector, ¿si la reforma es a todas luces insuficiente, cuál es el avance?
Por primera vez en la historia moderna del País de los tres partidos políticos nacionales tuvieron que exponerse a un bombardeo de argumentos sobre la ineficiencia de esa entidad y sus costos. Aunque la palabra "privatización" empañó mucho el debate, al final del día los legisladores del PRI y PRD tuvieron que admitir criterios globales para evaluar la condición de esa entidad estatal. Por primera ocasión desde ese mito fundacional del Estado mexicano que es la nacionalización del petróleo, Pemex fue llevado al quirófano y se tuvo que admitir la gravedad del paciente.
Recordemos que cuando la discusión comenzó ni siquiera se hablaba de la caída en las reservas, de la importación de las gasolinas, de los costos de la refinación, de la dificultad de perforar en aguas profundas, del déficit tecnológico de la empresa, etc. La opinión pública y los muchos legisladores desconocían los problemas reales del sector. Todo era ideología: si se eliminara la corrupción, si se bajaran los sueldos de los altos funcionarios, si se aplicaran medidas de austeridad, bla, bla, bla. De todo eso hay algo de realidad, sobre todo en corrupción, pero había mucho más de demagogia. Recordemos que se pretendió bloquear el debate, es decir que en México el tema era tabú. Recordemos que el radicalismo de AMLO amenazó con impedir físicamente, con violencia, la discusión, porque de entrada ya se conocían las intenciones "privatizadoras" de la entrega de nuestros recursos a los extranjeros y a las "grandes compañías". De allí venimos, de un barbarismo político verdaderamente vergonzoso.
El asunto recuerda cuando los diputados, no hace demasiados años, defendían el déficit presupuestal como una estrategia justiciera. Eran premodernos, hoy pareciera una broma, pero así fue. En el máximo simplismo se busca siempre a un ganador y hoy se dice que fue AMLO. Para nada, ganó la fracción moderada del PRD y ésa es una muy buena noticia.
Recordemos que el propio AMLO decía que ese tema era suyo, que la crisis de Pemex era conveniente, pues él llegaría a resolverla en el 2012. Con todo y sus "adelitas" y sus amenazas de violencia perdió frente a los moderados que, al fin y al cabo, se montaron sobre una discusión racional. Si PAN y PRI se hubieran ido solos, habrían puesto a los radicales en bandeja de plata el argumento "privatizador" y hubieran unificado al PRD en contra. Ganó también el PRI "nacionalista" en su papel de bisagra y por supuesto ganó el PAN y el Presidente, pues con esa alianza centraron la discusión y no dan margen a la demagogia radical.
La reforma es insuficiente; en pocos años se demostrará que ciertas áreas se tienen que abrir. Pero quizá lo más grave es que se perdió de foco el meollo: la aplicación de los muy escasos dineros públicos debería encauzarse a áreas donde la inversión privada no puede suplir al Estado.
Liberar a Pemex del peso de los Pidiregas fue muy bueno para esa entidad, pero esa deuda disfrazada la absorbió el erario. Invertir en exploración, refinerías, oleoductos, etc., puede ser correcto si no se tienen otras necesidades más apremiantes. No es el caso. Ésa es la discusión de fondo. Con casi 14 millones de mexicanos viviendo en pobreza extrema, impedir la entrada de recursos frescos es un lujo, un lujo estatista, un lujo de posesión, un lujo inhumano.
Federico Reyes Heroles
-----------------------------------------------
Yo calculo que en 2 o 3 años será evidente que esta mini-reforma fue un fracaso. Cuando no se logre aumentar la producción petrolera y dejemos de exportar crudo. Al tiempo.