lunes, octubre 13, 2008
Más sobre la crisis: opiniones polémicas ajenas
El origen
Richard Fisher es el presidente del Banco de la Reserva Federal de Dallas; también es uno de los miembros votantes del Comité Federal del Mercado Abierto. El 25 de septiembre de este año, Fisher pronunció un discurso muy interesante frente a un grupo de especialistas del mercado de dinero, en la Universidad de Nueva York. Aparte de refutar algunos calificativos populares ("hawks", "doves") aplicados a varios de los integrantes del Fed -incluyendo su propia persona- Fisher señaló un par de aspectos clave de la crisis financiera en curso, que vale la pena citar a la letra.
"Según lo veo yo -apuntó Fisher-, los espasmos y convulsiones que hemos experimentado en los mercados de deuda y de acciones han sido la consecuencia de una orgía sostenida de excesos y de conductas imprudentes, no de una política monetaria demasiado restrictiva". Y agregó: "He sido y sigo siendo escéptico sobre la baja de la tasa de interés (fed funds) como el antídoto más efectivo para tal patología dado que, en mi parecer, haber mantenido las tasas muy bajas por demasiado tiempo, durante el régimen anterior del Fed, fue un cómplice de aquella conducta imprudente".
El lunes de la semana pasada tuve la oportunidad de ver en CNN en Español la entrevista, breve pero sustanciosa, que Alberto Padilla le hizo a Xavier Sala-i-Martin, sobre la crisis financiera global. En resumen, me parece que Sala-i-Martin, un talentoso economista de la Universidad de Columbia, situó el origen de la crisis en la política monetaria laxa de Estados Unidos durante los primeros años de la década en curso. El Fed, dijo Sala-i-Martin, mantuvo una tasa de interés tan baja que indujo a los bancos a buscar rendimientos incluso en el mercado subprime. Lo demás es historia. Casi sobra agregar que, aunque se trata de una tesis parcial, ubica acertadamente una fuente muy importante del problema.
Dejando de lado diferencias secundarias, las dos opiniones que cito coinciden en un punto central: la crisis fue creada, o al menos propiciada, por una política monetaria que permitió una expansión inapropiada del crédito. Tal interpretación no tiene nada de sorprendente: en la historia económica mundial de las últimas décadas, plagada de episodios similares, dicha característica ha sido común. ¿Hay alguna duda de que se trata de un caso evidente de sobre-endeudamiento?
Desde luego, en la actualidad la atención está puesta en las posibles soluciones a la crisis, no en desentrañar sus causas primarias. Como quiera, el entendimiento de éstas es absolutamente necesario, so pena de incurrir en errores graves de política. De ahí, por ejemplo, la preocupación de Fisher sobre que el papel que podría jugar la tasa de interés en el proceso. Específicamente, la opinión citada contrastó con la idea, muy extendida por entonces en el mercado, de que el próximo paso del Fed consistiría en una reducción de su tasa de referencia. Desde luego, ya sabemos que Fisher votó a favor de la decisión del Fed de disminuir en medio punto porcentual la tasa de referencia, el día 8 de octubre. Otros seis bancos centrales hicieron lo mismo.
El futuro
En un plano si se quiere más alto, la discusión ha sido también intensa y polarizada. Por ejemplo, en un artículo fechado en septiembre 17 ("El capitalismo en el espejo"), Felipe González apunta que se trata de "una crisis extraña", la cual, "por el momento, ha liquidado la extendida creencia de que el mercado lo arregla todo y solo". Y se refiere a "la nacionalización encubierta" de Fanny Mae y Freddie Mac, un par de instituciones cuyas operaciones representan algo así como la mitad del mercado hipotecario de Estados Unidos.
Sin embargo, como ya se vio: 1) la crisis no tiene mucho de "extraña"; y 2) las instituciones en cuestión siempre contaron con la garantía gubernamental. Sobre este último punto, dice Moisés Naím (editor en jefe de Foreign Policy) en un artículo publicado en Reforma hace unos cuantos días ("Se acabó el capitalismo"): "las gigantescas empresas hipotecarias, que fracasaron, eran en la práctica empresas públicas. Su fracaso se debió más a fallas del Gobierno que a fallas del mercado". Naím tiene razón: en un contexto algo diferente, yo utilicé casi el mismo argumento en mi artículo anterior.
Fuere como haya sido, el sensato texto de Naím desacredita, o al menos atempera, la idea generalizada de que estamos contemplando el fin de una época histórica, sino es que el fin del sistema económico de mercado. Desde luego, resulta oportuno señalar que el epitafio del capitalismo ha sido escrito en innumerables ocasiones a lo largo de sus más de dos siglos de existencia. Hasta ahora, siempre ha sucedido que, como en el caso famoso de Mark Twain, el epitafio ha sido prematuro.
La disquisición de Naím me hizo recordar un breve ensayo de Borges, intitulado "El pudor de la historia". El texto empieza con una cita de J.W. von Goethe quien, frente a un suceso militar inesperado, declaró haber asistido a la apertura de una época en la historia del mundo. "Desde aquel día -dice Borges sin disimular la burla- han abundado las jornadas históricas... Tales jornadas, en las que se advierte el influjo de Cecil B. de Mille, tienen menos relación con la historia que con el periodismo: yo he sospechado que la historia, la verdadera historia, es más pudorosa y que su fechas esenciales pueden ser, asimismo, durante largo tiempo, secretas". Puede ser.
Everardo Elizondo
Richard Fisher es el presidente del Banco de la Reserva Federal de Dallas; también es uno de los miembros votantes del Comité Federal del Mercado Abierto. El 25 de septiembre de este año, Fisher pronunció un discurso muy interesante frente a un grupo de especialistas del mercado de dinero, en la Universidad de Nueva York. Aparte de refutar algunos calificativos populares ("hawks", "doves") aplicados a varios de los integrantes del Fed -incluyendo su propia persona- Fisher señaló un par de aspectos clave de la crisis financiera en curso, que vale la pena citar a la letra.
"Según lo veo yo -apuntó Fisher-, los espasmos y convulsiones que hemos experimentado en los mercados de deuda y de acciones han sido la consecuencia de una orgía sostenida de excesos y de conductas imprudentes, no de una política monetaria demasiado restrictiva". Y agregó: "He sido y sigo siendo escéptico sobre la baja de la tasa de interés (fed funds) como el antídoto más efectivo para tal patología dado que, en mi parecer, haber mantenido las tasas muy bajas por demasiado tiempo, durante el régimen anterior del Fed, fue un cómplice de aquella conducta imprudente".
El lunes de la semana pasada tuve la oportunidad de ver en CNN en Español la entrevista, breve pero sustanciosa, que Alberto Padilla le hizo a Xavier Sala-i-Martin, sobre la crisis financiera global. En resumen, me parece que Sala-i-Martin, un talentoso economista de la Universidad de Columbia, situó el origen de la crisis en la política monetaria laxa de Estados Unidos durante los primeros años de la década en curso. El Fed, dijo Sala-i-Martin, mantuvo una tasa de interés tan baja que indujo a los bancos a buscar rendimientos incluso en el mercado subprime. Lo demás es historia. Casi sobra agregar que, aunque se trata de una tesis parcial, ubica acertadamente una fuente muy importante del problema.
Dejando de lado diferencias secundarias, las dos opiniones que cito coinciden en un punto central: la crisis fue creada, o al menos propiciada, por una política monetaria que permitió una expansión inapropiada del crédito. Tal interpretación no tiene nada de sorprendente: en la historia económica mundial de las últimas décadas, plagada de episodios similares, dicha característica ha sido común. ¿Hay alguna duda de que se trata de un caso evidente de sobre-endeudamiento?
Desde luego, en la actualidad la atención está puesta en las posibles soluciones a la crisis, no en desentrañar sus causas primarias. Como quiera, el entendimiento de éstas es absolutamente necesario, so pena de incurrir en errores graves de política. De ahí, por ejemplo, la preocupación de Fisher sobre que el papel que podría jugar la tasa de interés en el proceso. Específicamente, la opinión citada contrastó con la idea, muy extendida por entonces en el mercado, de que el próximo paso del Fed consistiría en una reducción de su tasa de referencia. Desde luego, ya sabemos que Fisher votó a favor de la decisión del Fed de disminuir en medio punto porcentual la tasa de referencia, el día 8 de octubre. Otros seis bancos centrales hicieron lo mismo.
El futuro
En un plano si se quiere más alto, la discusión ha sido también intensa y polarizada. Por ejemplo, en un artículo fechado en septiembre 17 ("El capitalismo en el espejo"), Felipe González apunta que se trata de "una crisis extraña", la cual, "por el momento, ha liquidado la extendida creencia de que el mercado lo arregla todo y solo". Y se refiere a "la nacionalización encubierta" de Fanny Mae y Freddie Mac, un par de instituciones cuyas operaciones representan algo así como la mitad del mercado hipotecario de Estados Unidos.
Sin embargo, como ya se vio: 1) la crisis no tiene mucho de "extraña"; y 2) las instituciones en cuestión siempre contaron con la garantía gubernamental. Sobre este último punto, dice Moisés Naím (editor en jefe de Foreign Policy) en un artículo publicado en Reforma hace unos cuantos días ("Se acabó el capitalismo"): "las gigantescas empresas hipotecarias, que fracasaron, eran en la práctica empresas públicas. Su fracaso se debió más a fallas del Gobierno que a fallas del mercado". Naím tiene razón: en un contexto algo diferente, yo utilicé casi el mismo argumento en mi artículo anterior.
Fuere como haya sido, el sensato texto de Naím desacredita, o al menos atempera, la idea generalizada de que estamos contemplando el fin de una época histórica, sino es que el fin del sistema económico de mercado. Desde luego, resulta oportuno señalar que el epitafio del capitalismo ha sido escrito en innumerables ocasiones a lo largo de sus más de dos siglos de existencia. Hasta ahora, siempre ha sucedido que, como en el caso famoso de Mark Twain, el epitafio ha sido prematuro.
La disquisición de Naím me hizo recordar un breve ensayo de Borges, intitulado "El pudor de la historia". El texto empieza con una cita de J.W. von Goethe quien, frente a un suceso militar inesperado, declaró haber asistido a la apertura de una época en la historia del mundo. "Desde aquel día -dice Borges sin disimular la burla- han abundado las jornadas históricas... Tales jornadas, en las que se advierte el influjo de Cecil B. de Mille, tienen menos relación con la historia que con el periodismo: yo he sospechado que la historia, la verdadera historia, es más pudorosa y que su fechas esenciales pueden ser, asimismo, durante largo tiempo, secretas". Puede ser.
Everardo Elizondo
El Norte, 13 Oct. 08