jueves, abril 19, 2007
El PRI y su regreso a la izquierda
El PRI coquetea con la idea de declararse un partido de "centro izquierda". Es la reacción de quienes no se enteran de que la viabilidad del tricolor pasa por el camino de la autocrítica y la purga política. O, por utilizar una expresión más amable, por el sendero de la purificación.
El razonamiento de los priistas es más o menos falaz: 1) el PRD es la segunda fuerza electoral de México; 2) el partido del Sol Azteca se define a sí mismo como izquierdista; y 3) por tanto, el PRI debe convertirse (o regresar) a la izquierda.
El razonamiento comete varios errores. Por un lado, supone que el PRD es, en efecto, un partido socialdemócrata. Esto no queda nada claro si se estudian con detenimiento algunas de las políticas más vendedoras de López Obrador en el DF, como, por ejemplo, haber privilegiado sistemáticamente el transporte privado sobre el público. El éxito del PRD, al menos en el Valle de México, no se explica por su pretendido talante izquierdista. Se explica porque este partido reprodujo los mecanismos clientelares que antaño dominó el PRI: invasores de tierras, ambulantes, taxistas piratas.
Un segundo supuesto de dicho razonamiento es que el PRI ha perdido votos porque se ha acercado a la derecha. Independientemente de que "derecha" e "izquierda" son palabras jabonosas y escurridizas, no hace falta levantar una encuesta para constatar que la mala fama del PRI ha jugado en su contra. Una importante parte de la población asocia priismo con corrupción y autoritarismo. En este sentido, mientras el tricolor no entone un mea culpa, difícilmente se sacudirá de su mala reputación. Las elecciones del 2006 son la prueba de que los mexicanos sí tienen memoria. Setenta años del PRI no se olvidan de un día para otro.
Un tercer supuesto: el PRI se puede convertir en un auténtico partido de izquierda por decisión de sus dirigentes. Nada más falso. Un viraje hacia la socialdemocracia exigiría del tricolor una transformación de su mentalidad y de sus estructuras. Hay tres puntos en los que este partido se encuentra particularmente alejado de la socialdemocracia escandinava: austeridad, democracia sindical y distancia de los monopolios.
Los gobiernos socialdemócratas cultivan la sobriedad. Los primeros ministros de los países escandinavos mantienen un estilo de vida mucho más austero que muchos senadores priistas. Ser de izquierda implica no dispendiar el dinero de los contribuyentes.
La socialdemocracia promueve la transparencia y la democracia sindical. Pensemos en los líderes sindicales que militan en el tricolor y reflexionemos si serían capaces de vivir ambas virtudes hasta sus últimas consecuencias.
Finalmente, la socialdemocracia no favorece los monopolios privados. Contra lo que podría pensarse, una auténtica izquierda democrática mira con simpatía a la pequeña y mediana empresa. ¿Será capaz el PRI de tomar distancia de los grandes grupos de poder económico? No olvidemos que la mayoría de esos poderes nació bajo su amparo.
La izquierda gana terreno en América Latina: Brasil, Chile, Nicaragua, Venezuela. Es comprensible que algunos priistas se sientan atraídos por el canto de las sirenas. Pero si hacen esa apuesta, deben ponderar muy bien el costo que van a pagar:
1) Perderán apoyo en los prósperos estados del norte y el de una clase media que, aunque vapuleada por las crisis, no se identifica con los ideales de la socialdemocracia.
2) Deberán competir en un nicho de mercado donde su competidor -el PRD- se encuentra muy bien situado.
3) Dejará de ser el partido bisagra que, como hasta ahora, puede vender muy caro su voto en el Congreso, lo mismo al PAN que al PRD.
Para decirlo de manera menos solemne: los priistas deberían escuchar dos refranes populares: "Aunque la mona se vista de seda, mona se queda" y "No les vaya a pasar como al perro de las dos tortas".
Héctor Zagal, El Norte, 19 de abril 2007
hzagal@gmail.com
El razonamiento de los priistas es más o menos falaz: 1) el PRD es la segunda fuerza electoral de México; 2) el partido del Sol Azteca se define a sí mismo como izquierdista; y 3) por tanto, el PRI debe convertirse (o regresar) a la izquierda.
El razonamiento comete varios errores. Por un lado, supone que el PRD es, en efecto, un partido socialdemócrata. Esto no queda nada claro si se estudian con detenimiento algunas de las políticas más vendedoras de López Obrador en el DF, como, por ejemplo, haber privilegiado sistemáticamente el transporte privado sobre el público. El éxito del PRD, al menos en el Valle de México, no se explica por su pretendido talante izquierdista. Se explica porque este partido reprodujo los mecanismos clientelares que antaño dominó el PRI: invasores de tierras, ambulantes, taxistas piratas.
Un segundo supuesto de dicho razonamiento es que el PRI ha perdido votos porque se ha acercado a la derecha. Independientemente de que "derecha" e "izquierda" son palabras jabonosas y escurridizas, no hace falta levantar una encuesta para constatar que la mala fama del PRI ha jugado en su contra. Una importante parte de la población asocia priismo con corrupción y autoritarismo. En este sentido, mientras el tricolor no entone un mea culpa, difícilmente se sacudirá de su mala reputación. Las elecciones del 2006 son la prueba de que los mexicanos sí tienen memoria. Setenta años del PRI no se olvidan de un día para otro.
Un tercer supuesto: el PRI se puede convertir en un auténtico partido de izquierda por decisión de sus dirigentes. Nada más falso. Un viraje hacia la socialdemocracia exigiría del tricolor una transformación de su mentalidad y de sus estructuras. Hay tres puntos en los que este partido se encuentra particularmente alejado de la socialdemocracia escandinava: austeridad, democracia sindical y distancia de los monopolios.
Los gobiernos socialdemócratas cultivan la sobriedad. Los primeros ministros de los países escandinavos mantienen un estilo de vida mucho más austero que muchos senadores priistas. Ser de izquierda implica no dispendiar el dinero de los contribuyentes.
La socialdemocracia promueve la transparencia y la democracia sindical. Pensemos en los líderes sindicales que militan en el tricolor y reflexionemos si serían capaces de vivir ambas virtudes hasta sus últimas consecuencias.
Finalmente, la socialdemocracia no favorece los monopolios privados. Contra lo que podría pensarse, una auténtica izquierda democrática mira con simpatía a la pequeña y mediana empresa. ¿Será capaz el PRI de tomar distancia de los grandes grupos de poder económico? No olvidemos que la mayoría de esos poderes nació bajo su amparo.
La izquierda gana terreno en América Latina: Brasil, Chile, Nicaragua, Venezuela. Es comprensible que algunos priistas se sientan atraídos por el canto de las sirenas. Pero si hacen esa apuesta, deben ponderar muy bien el costo que van a pagar:
1) Perderán apoyo en los prósperos estados del norte y el de una clase media que, aunque vapuleada por las crisis, no se identifica con los ideales de la socialdemocracia.
2) Deberán competir en un nicho de mercado donde su competidor -el PRD- se encuentra muy bien situado.
3) Dejará de ser el partido bisagra que, como hasta ahora, puede vender muy caro su voto en el Congreso, lo mismo al PAN que al PRD.
Para decirlo de manera menos solemne: los priistas deberían escuchar dos refranes populares: "Aunque la mona se vista de seda, mona se queda" y "No les vaya a pasar como al perro de las dos tortas".
Héctor Zagal, El Norte, 19 de abril 2007
hzagal@gmail.com
Etiquetas: demagogia, democracia, izquierda, populismo, PRI