jueves, febrero 01, 2007
El partido o el movimiento: el PRD en la encrucijada
Para el PRD quedan pocas opciones: se reafirma como un partido de centroizquierda, con todo lo que ello implica, incluyendo un compromiso definitivo con las instituciones y la democracia o se convierte cada vez más en ese Frente Amplio, diseñado para ser el paraguas de la vía que ha elegido López Obrador para tratar de regresar al poder, un frente, un movimiento que conservará el registro de su partido madre para allegarse recursos y espacios públicos, pero que no se normará por ninguna de las reglas partidarias actuales. Las líneas están marcadas e incluso también parecen decantarse los personajes que jugarán en uno u otro bando.
Poco en todo esto puede hacer el presidente nacional del PRD, Leonel Cota Montaño, primero porque no es un hombre de partido, por lo menos no del suyo: Cota Montaño pasó casi sin escalas de ser un cercano asesor de Humberto Roque Villanueva en el PRI, a candidato perredista para Baja California Sur y de allí a presidente del PRD sin haber participado jamás en la vida orgánica del partido del sol azteca. Llegó a esa posición impuesto por López Obrador para cerrarle el camino a las distintas corrientes partidarias, porque no quería, no quiere, que el partido interfiera en sus planes personales.
Pasada la elección y cuando se acerca la hora de tomar definiciones se manifiesta entonces la segunda incapacidad de Cota Montaño: lo alcanzó en el PRD su principio de Peter: es un empleado que ascendió hasta su nivel de incompetencia. Su conferencia de prensa del martes refleja la incapacidad de Cota para cumplir con esa función: se equivocó en todo lo que dijo, porque se limitó a leer las tarjetas que le hicieron sobre el IFE. No era verdad que los consejeros hayan gastado en el 2004 unos tres mil millones de pesos en prestaciones laborales (todo el presupuesto de salarios y prestaciones de todos los trabajadores del IFE en todo el país sumó ese año dos mil 800 millones) y luego se metió en la vida personal de Luis Carlos Ugalde, asegurando que había cobrado una "dote matrimonial", explayándose en descalificaciones personales del consejero presidente del IFE (que de refilón alcanzaron también a su antecesor, José Woldenberg), cuando la afirmación sencillamente era falsa.
En todo caso, las pifias de Cota respecto al IFE provienen de la incapacidad para abordar un debate que va al fondo de la disputa interna: un partido o un movimiento; la búsqueda del poder por espacios institucionales o por una sucesión de movimientos sociales que pueden o no pasar por las elecciones; jugar el juego democrático o simplemente el del poder, sin importar como se llegue a él. Cota Montaño se embarcó en la disputa personal con Ugalde porque no quiso abordar el tema que había puesto sobre la mesa uno de los hombres más cercanos a López Obrador: el senador Ricardo Monreal que propuso, nada más y nada menos, que el PRD no participe en elecciones, incluyendo las de 2009, hasta que no se cambie todo el consejo general del IFE.
Para muchos puede parecer un disparate: las consecuencias para el perredismo serían nefastas, desde la pérdida del registro con todo lo que eso conlleva hasta todas las posiciones de poder actuales o futuras. Buena parte del PRD no lo puede aceptar. Monreal seguramente lo sabe y la suya es una suerte de provocación. Pero así siempre ha jugado López Obrador y Ricardo está siguiendo las instrucciones del líder que está dispuesto a presionar al partido para conservar el movimiento. El ex candidato presidencial siempre que se le presentó una coyuntura difícil lo que hizo fue fugarse hacia delante. Lo hizo en Tabasco; lo hizo con los videoescándalos (¿alguien recuerda que comenzó acusando de ellos al departamento de Estado y del Tesoro de los Estados Unidos?); lo hizo con el desafuero, cuando simplemente desafío a la justicia para tratar de colocar a ésta entre la espada y la pared (y ahora lo está volviendo a hacer con el nuevo proceso que tiene abierto por un presidente de casilla que lo acusó de difamación, proceso al que el ex candidato se ha negado siquiera a presentarse); lo hizo el mismo día de los comicios proclamándose ganador cuando su propio conteo rápido le indicaba que había perdido por un punto porcentual. Lo hizo con el plantón, agrediendo a la ciudad que había gobernado; lo hizo con su presidencia legítima, (antes había "mandado al diablo" las instituciones). La pregunta es casi obvia: ¿por qué ahora no sacrificará también al PRD?¿por qué no deshacerse de él si para su lógica política sólo necesita al partido si éste se disciplina a sus decisiones?.
No es un tema menor y permea muchos ámbitos. En última instancia el chip del viejo priismo, que indica que lo importante es el poder, no como se llega a él, está presente en López Obrador pero también en muchos otros, incluso en intelectuales con un ánimo democrático aparentemente incuestionable. Por eso se termina legitimando cualquier acción que sirva para ese fin o se sostiene que no se debe participar siquiera en el debate obvio, explícito, sobre el camino que están tomando algunas naciones de América latina o del mundo. Y como dice Federico Reyes Heroles refiriéndose a Lula da Silva, el presidente de Brasil, se justifica a Chávez porque ha ganado tres elecciones obviando el hecho de que el suyo, en nada, es un gobierno democrático. En ese sentido, Castro o antes el PCUS ganaron innumerables elecciones estando en el poder. Y también llegaron al poder, por vía electoral Hitler y Mussolini. Y hubo quienes decían que no había siquiera que opinar desde otros gobiernos sobre el rumbo que estaban tomando esos países. Lord Chamberlain también podría haber evocado la doctrina Estrada.
Por: Jorge Fernández Menéndez | |
Publicado en: Periódico Excelsior | Fecha: Jueves, 1 de Febrero de 2007 |
Etiquetas: AMLO, demagogia, democracia, fanatismo, fascismo, populismo, PRD