sábado, enero 06, 2007

 

2006 - 2007

No, no hubo guerra sucia. El término es inadecuado. Guerra sucia hubo en Argentina después del golpe militar con un saldo de 30 mil desaparecidos. Guerra sucia hubo en Argelia poco antes de que conquistara su independencia. En México jamás la hemos sufrido. Las campañas negativas en un proceso electoral son eso, campañas negativas. Ocurren, por lo demás, en todos los sistemas democráticos. Los expedientes personales y profesionales de los candidatos salen a flote. Y es bueno que así sea. Porque los políticos son hombres de carne y hueso. Los electores tenemos todo el derecho a conocer sus defectos y sus errores.

No, no hubo fraude electoral. Las versiones de AMLO fueron muy variadas. Empezó clamando contra un fraude cibernético y terminó denunciando uno a la antigüita con relleno de votos y alteración de actas. Jamás probó lo uno ni lo otro. La inconsistencia en el argumento fue y sigue siendo mayor: los ciudadanos que organizaron y contaron los votos en la elección presidencial son los mismos que organizaron y contabilizaron la elección de senadores y diputados. El PRD impugnó la primera, pero no la segunda. No sólo eso. Todos los senadores y diputados del PRD tomaron posesión de sus cargos y reciben puntualmente su dieta.

No, AMLO no era invencible ni indestructible. Puede parecer exagerado, pero no lo es. Uno de los peores, no el único, pero sí uno de los peores enemigos de AMLO fue... el mismo AMLO. La lista de los errores que cometió es grande: va desde "el cállate, chachalaca" hasta la negativa a reconocer que las encuestas le eran desfavorables, pasando por el nombramiento de dos personajes desconocidos e ineficaces (Alberto Pérez Mendoza y Francisco Yee) para promover el voto y vigilar las casillas. Nada de eso, sin embargo, es casual. La altura de un político se mide por sus capacidades, pero también por sus colaboradores más cercanos. Ellos son su espejo. El Peje, no hay duda, es pequeño, limitado y mezquino.

No, AMLO no es la encarnación de la "honestidad valiente". Y no lo es porque ni es honesto ni es valiente. Ana Cristina Covarrubias, su encuestadora "oficial", ha hecho un par de revelaciones sorprendentes: 1) Andrés Manuel tuvo conocimiento que sus propias encuestas, previas a la jornada electoral, lo situaban en un empate técnico con Felipe Calderón; 2) las encuestas de salida de Covarrubias confirmaron el 2 de julio que Felipe Calderón le había ganado la elección. Sin embargo, Andrés Manuel se resistió a enfrentar la realidad. Reiteró una y otra vez, antes de la elección, que sus sondeos lo situaban 10 puntos arriba de Calderón. La noche del 2 de julio proclamó su triunfo por 500 mil votos y luego denunció el fraude. Mintió a sabiendas. Le faltaron agallas para enfrentar la realidad y reconocer sus errores y su derrota.

Sí, el arranque de Felipe Calderón ha sido exitoso. Ese guión no estaba previamente escrito. Las cosas salieron bien, pero no por inercia propia. Los aciertos de Calderón están a la vista y hay que reconocérselos: integró, en términos generales, un buen gabinete. La Secretaría de Gobernación asumió la seguridad pública como su tarea fundamental. El operativo en Oaxaca fue oportuno e inmediato a un costo mínimo. Otro tanto se puede decir del despliegue militar en Michoacán y Tijuana. Ninguna de esas decisiones violentó la ley o puede considerarse excesiva. Fueron acciones contundentes que han tenido un efecto positivo entre la población. Y eso es justamente lo que él necesitaba. Además de que la aprobación del presupuesto con el consenso de todos los partidos rompió el clima de confrontación.

Sí, el ciclo de enfrentamiento abierto por AMLO se cerró el primero de diciembre. Para todo mundo es evidente que el saldo de la estrategia postelectoral del Peje ha sido un desastre completo para el PRD. La derrota en Tabasco y las encuestas lo confirman ampliamente. La imagen que hoy prevalece es que los perredistas son conflictivos y violentos, como en los viejos tiempos. Ese ciclo se abrió cuando AMLO se proclamó vencedor y denunció el fraude, culminó con la toma de posesión del "presidente legítimo" el 20 de noviembre y se cerró en forma definitiva el primero de diciembre. La confirmación de que quedó atrás es el voto de la fracción perredista a favor de la ley de egresos y de ingresos.

Sí, el PRD debe enfrentar ahora su dilema. Para los perredistas ha llegado la hora del balance y del ajuste de cuentas. AMLO se apoderó del PRD hace tiempo con un ofrecimiento sencillo, pero muy atractivo: él era el único que podía conducir el partido a Los Pinos. El costo no fue menor: los perredistas fueron excluidos de las listas de candidatos a diputados y senadores, pero se disciplinaron; los perredistas fueron excluidos del primer círculo del Peje, pero se disciplinaron; los perredistas fueron excluidos de la campaña de promoción y vigilancia del voto, pero se disciplinaron. Los Pinos valían ésas y otras muchas misas. Sin embargo, la victoria que debió ser no fue y los errores que explican la derrota remiten a un solo personaje: Andrés Manuel. Ha llegado, pues, la hora del corte de caja. La renovación de la dirección nacional está a la vuelta de la esquina y los campos están claramente definidos. Van a salir chispas.

Sí, el PRI debe escoger un camino para salir de su laberinto. Hace seis años el futuro del PRI era más que incierto: ¿qué sería de ese partido sin la tutela y la dirección de la Presidencia de la República? Algunos pronosticaron su extinción y otros su división. Sorpresivamente sobrevivió, se mantuvo como la primera fuerza política en el 2003 y ganó varias elecciones locales posteriores. En el 2005 parecía incluso capaz de volver a Los Pinos. Hoy está peor que nunca. Convertido en la tercera fuerza en la Cámara de Diputados debe definirse. Pero le falta un liderazgo claro y una apuesta de largo aliento. ¿Hay madera e inteligencia para ello?

Sí, el problema de fondo sigue estando allí. El régimen actual no premia las alianzas ni favorece los gobiernos de coalición. El riesgo de un estancamiento, como ocurrió con Fox, sigue presente. Es cierto que hoy hay más oficio y capacidad. Calderón lo está demostrando. Pero, ¿bastará con ello? ¿Estará el resto de la clase política a la altura de su responsabilidad? Imposible adelantar vísperas.


Jaime Sánchez Susarrey, El Norte, 6 de enero 2007

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