domingo, enero 07, 2007

 

CAMBIA, TODO CAMBIA

Al inicio de la década de los años 70, mi buen amigo Ernesto Yberri y yo,
recién desempacados del Tecnológico de Monterrey, anclábamos en la ciudad de
México para debutar profesionalmente. Un poco antes del arribo,
estacionábamos el auto para gozar de la panorámica del Valle de México y,
después de unos minutos de contemplación, Yberri, con su fina y conocida
delicadeza, me señala unos campesinos arando la tierra cuando me dice:
"Mira, los pinches gringos llegando a la luna y nosotros sembrando con
arados de madera y bueyes esqueléticos."

Continuamos el camino reforzando nuestro convencimiento de que México, en
unos cuantos años, estaría rivalizando en avances económicos y científicos a
los EU, de la misma forma que Japón en esos años, ya lo había iniciado. Han
pasado más de 30 años, seis presidentes mexicanos y ocho gringos, e Yberri y
yo seguimos esperando ese momento del cambio que nos permita, ya de perdida,
comprar arados de metal y unas mulas zacateadas.

Han pasado más de 30 años y sucedido tantas cosas pero, como en el palo
encebado, el gran cambio continúa evadiéndonos. En estos tres décadas, el
PIB mundial casi se ha cuadriplicado, se desintegró la URSS, China se ha
convertido al capitalismo, la población del mundo se duplicó, el planeta se
hizo pequeño y cibernético, la computadora y el celular han tomado ya el
control de nuestras vidas. Pero Fidel Castro, desde su cama y moribundo,
continua oprimiendo a Cuba y nosotros... seguimos sembrando con arados de
madera y bueyes esqueléticos.

Monumental tarea le espera al presidente Calderón cuando, ya alguna gente
vaticina el siguiente Apocalipsis mexicano que se adorna con el número 10.
Lo tuvimos en 1810, luego en 1910 y ya anuncian el del 2010. El presidente
insiste en la tarea de su gobierno para combatir la pobreza la cual, a mí me
arrullara mejor si bautizáramos el esfuerzo como "promoción para la masiva
creación de riqueza." Pero lo preocupante es que cuando el presidente hace
el anuncio, en el corral se miran el arado de madera corroída y unos bueyes
ruinos que ya no pueden caminar.

Uno de los adagios en el inventario del sentido común, es aquel que reza:
"Si le das al hombre un pez, lo alimentarás por un día, pero si lo enseñas a
pescar, lo alimentarás de por vida." Ahora debemos agregar, sí el hombre se
da al invento de nuevos métodos de pesca, a establecer granjas de peces, a
identificar nuevos mercados y canales de venta, logra un mejor producto a
través de ingeniería genética, se podrá entonces alimentar a millones de
seres humanos porque esas ideas pueden ser repetidas por todo el mundo. Y,
por supuesto, en el proceso, esas inversiones lo pueden hacer obscenamente
rico.

Nuevas ideas mucho más que ahorro, inversión o educación, son los secretos
hacia la prosperidad, la creación de fortunas privadas y, como consecuencia,
la riqueza de las naciones cuando viajan a gran velocidad hacia ese
verdadero crecimiento económico, con incalculables beneficios para todos.
Estos conceptos habían permanecido en la trastienda por siglos, y ahí mismo
se ubican las reglas rigen este deporte y se resumen en pocas palabras;
libertad, ambición, estado de derecho y la política.

Sin embargo, no fue hasta 1990 cuando un joven economista, Paul Romer,
después de muchas generaciones que la ignoraran, publicara un nuevo modelo
para el desarrollo que le daría vida a la economía del conocimiento. El
primer párrafo de la publicación devela el contenido de su poderoso
argumento al afirmar: "La gran distinción que etiqueta a la tecnología, es
que se trata de un ingrediente especial en el proceso. No es un bien
convencional, tampoco uno que se pueda considerar público, es un bien que no
rivaliza con otros (per say), excluible y, muy seguido, mostrenco."

Este párrafo, inició un profundo reacomodo conceptual en la ciencia
económica argumentando la distinción entre productos públicos -los que
proveen los gobiernos- y privados -proveídos por los participantes en el
mercado- y así emergía con su intrigante teoría conocida como "La nueva
teoría del crecimiento." Romer cimbraba la tradición al hablar de bienes
rivales y no rivales -distinguiendo entre bienes sobre los que se puede
establecer posesión absoluta, y aquellos que se pueden escribir y archivar
en una computadora para ser compartidos con mucha gente (escrituras
sagradas, el lenguaje, el calculo matemático). La mayoría de ellos caen un
poco en ambas, pero en medio de los dos extremos nos encontramos con
millones de interesantes posibilidades.

Las viejas teorías nos afirmaban que economía es la satisfacción de
crecientes necesidades asignando recursos escasos. Pero Romer reviraba:
"Estamos en este planeta y tenemos objetos, pero también tenemos gente con
ideas. Entonces, ese mundo apocalíptico solo existe en la mente de sus
promotores." Se tiraba luego a la yugular de Keynes cuando éste afirmara "el
capitalismo se extinguía para dar campo a comunidades de egolatrismo." Para
Romer, el mundo es un estadio cuajado de ilimitadas oportunidades donde
nuevas ideas engendran nuevos productos, mercados y posibilidades para la
creación de riqueza. Según Romer, el progreso sólo se limita por dos causas:
Pueblos sufriendo constipación de ideas, o, los gobiernos intrusos.

De forma similar que la revolución industrial creaba los mártires del campo
para arroparlos con subsidios y demás tratamientos artificiales, la nueva
teoría del crecimiento nos muestra cómo la tecnología invade el área
económica para, a base de la explosión en la productividad, proceder la
creación de riqueza. Ello le da al concepto de valor una nueva dimensión, la
que nadie parece entender, en especial cuando el PIB aceleradamente crece
mas no el empleo.

Romer ha provocado la alteración de los factores de producción cuando el
viejo trío de tierra, trabajo y capital, lo modifica a gente, ideas y
resultados. Con claridad nos muestra la diferencia entre ganar dinero y
crear valor, lo que en México no necesariamente se relacionan, entre crear
empleos y crear riqueza y prosperidad.

Entonces, Sr. Presidente, no se contagie de Pejismo al hablar de seguro
popular, más gasto social, ayudas para las gentes de tercera edad, pues
acuérdese que los burócratas no conocen el estado de pérdidas y ganancias.
Primero veamos de donde va a salir, para no tener que responder como el
viejo de Caborca cuando pedía al gobernador le construyeran una presa, y
éste le pregunta ¿De donde?; "Ahi del manoteyo" revira.

Llevando a cabo una difícil conciliación entre lo público y privado, Romer
nos anuncia la manera que ésta economía cibernética, armada de enormes
inventarios de capital intelectual, estará dictando el futuro de los países
y diseñando la forma en que construyen... La Riqueza y la pobreza de las
naciones.

Ricardo Valenzuela

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