viernes, enero 12, 2007

 

Fin de la lotería, se la acabaron los populistas

"Olvídate de la lotería: apuéstate a ti mismo".
Brian Koslow

Ayer, jueves 11 de enero, la mezcla de petróleo crudo mexicano para exportación se cotizó en 41.95 dólares. Este nivel está ya 85 centavos por debajo de los 42.80 dólares que se usaron para la elaboración del presupuesto y la ley de ingresos del 2007.

Según el Subsecretario de Ingresos de la Secretaría de Hacienda, Fernando Sánchez Ugarte, el presupuesto del 2007 está "blindado". Esto significa que se echará mano del fondo de estabilización y que se han contratado coberturas o seguros que evitarán que el ingreso del gobierno federal baje en exceso. Pero sería insensato no advertir que esta baja de los hidrocarburos puede estar señalando el fin de una época.

Hace 30 años los mexicanos nos sacamos la lotería. El hallazgo del generoso yacimiento petrolero de Cantarell, en la sonda de Campeche, nos ha permitido tener ingresos que no habríamos soñado a principios de los años setenta.

El problema es que el dinero de esta lotería nos lo hemos gastado de manera absurda. Hemos empleado los ingresos de la explotación de un recurso natural no renovable para subsidiar el gasto corriente del gobierno. Lo peor de todo es que, con el pretexto de los ingresos petroleros, nos hemos hecho tontos durante tres décadas en la realización de la reforma fiscal que nos habría permitido tener un gobierno con ingresos tributarios suficientes para financiar su propia operación.

No hay, sin embargo, dinero ganado en una lotería que dure toda la vida. Querámoslo o no, los mexicanos debemos prepararnos para vivir o sobrevivir en un tiempo en que los ingresos petroleros no podrán ya rescatarnos de nuestros propios errores.

Hay buenas razones para pensar que el ciclo alcista de los precios del petróleo concluyó el año pasado. Hubo un momento en el 2006 cuando las cotizaciones de los crudos ligeros internacionales, como el Brent del Mar del Norte y el West Texas Intermediate, rebasaron los 77 dólares por barril. La mezcla mexicana de exportación superó entonces los 67 dólares. Algunos analistas, como suele ocurrir cuando los mercados alcanzan alturas insostenibles, se atrevieron a pronosticar que los precios seguirían avanzando hasta alcanzar 100 dólares en el 2007.

Lo que hemos visto, sin embargo, es lo contrario. En los últimos meses de 2006 y en los primeros días del 2007 las cotizaciones han bajado. Puede argumentarse que el descenso de los últimos días es producto de circunstancias temporales, como las benignas temperaturas invernales en la costa oriental de Estados Unidos, pero la tendencia del mercado parece apuntar a la baja. Así como en años previos cualquier noticia provocaba un aumento en los precios, en los últimos meses el mercado parece reaccionar solamente a las noticias que producen bajas.

Este descenso en los precios está afectando a todos los productores del mundo, pero en el caso de México tenemos el problema adicional de la caída de la producción. Si bien en los últimos años se ha incrementado la inversión en exploración y desarrollo, lo cual podría permitir nuevos hallazgos y extracción, es muy probable que para finales de este sexenio México se convierta en un importador neto de petróleo y de sus derivados. Lejos de obtener divisas e ingresos gubernamentales por el petróleo, tendremos que pagar el costo íntegro de obtenerlo en los mercados internacionales. No deberíamos sorprendernos: estaremos cosechando lo que hemos sembrado.

Es por supuesto una tragedia que hayamos desperdiciado ese premio mayor de la lotería del petróleo que nos sacamos en los años setenta, pero esperemos que cuando menos la reducción del ingreso petrolero nos obligue a hacer las tareas que tantas veces hemos postergado. Esto implicaría, por una parte, una reforma fiscal que elimine la dependencia que tenemos en la actualidad de los ingresos petroleros, pero también una reforma al sector energético, que permita dedicar más recursos, públicos y privados, a la exploración y desarrollo.

Hay quienes esperan que un recorte en la producción de la OPEP o alguna otra circunstancia impulsen una nueva alza en el precio. Y esto no puede descartarse, por supuesto. Pero lo peor que nos podría ocurrir a los mexicanos sería una súbita alza de los precios petroleros en los próximos meses. Esto aliviaría la presión sobre las finanzas públicas en el corto plazo, pero haría sentir nuevamente a los políticos que no es necesario preocuparse por llevar a cabo las reformas que necesita el país. La experiencia nos dice que nuestros legisladores no actúan a menos de que tengan el agua hasta el cuello.

En este sentido, la lotería que nos sacamos en los años 70 nos ha hecho más daño que beneficio. Poco nos ha dejado, excepto un gobierno que no puede sostenerse a sí mismo. Esperemos no sacarnos nuevamente la lotería... por lo menos no mientras no estemos preparados para administrar el premio.


Sergio Sarmiento, El Norte, 12 de enero 2007
sarmiento.jaquemate@gmail.com

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