sábado, diciembre 10, 2011
La prole y los proles
Según la Real Academia Española, la prole designa al conjunto de personas que tienen relación entre sí, al linaje o descendencia de alguien; mientras que el proletariado es un adjetivo que se refiere a la clase obrera.
En su tweet de la semana pasada, la hija del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, mandó su ya célebre saludo a aquellos que "forman parte de la prole". El concepto que cada quién tenga de su propia familia es cosa suya y muy respetable, así como los adjetivos que esa prole use para saludarse o referirse a sí misma.
Sin embargo, no obstante la claridad gramatical de esa frase, el resto de la oración y el momento en que se emitió revelan que la intención era usar la palabra prole como adjetivo clasista para denigrar a quienes criticaron a su papá por su penoso incidente en Guadalajara.
Varios comunicólogos, principalmente de Televisa, han salido en defensa de Peña Nieto y de su hija: "Leer no es importante a la hora de gobernar", "Paulina Peña es una adolescente y es mezquino meterla en debates políticos", etc. Pero son arenas movedizas y no es fácil la excusa.
No se trata de que nos gobierne un erudito, pero eso es simplificar las cosas: tampoco es ideal un Presidente que no sólo no lea, sino que no pueda hilar una respuesta coherente y que, no obstante eso, tenga la audacia de publicar un libro e irlo a presentar en una de las ferias del libro más importantes del País.
Sus defensores dicen que las críticas provienen de gente que no lee más de dos libros al año y que por eso no importan. Pero quien no lee ni dos libros tiene el derecho de aspirar a que sus gobernantes tengan más conocimientos que él.
Además, quien no lee ni dos libros tampoco escribe uno ni le interesa hacerlo, pero quien busca crearse una imagen de intelectual debe probar su intelectualidad aun ante quienes leen poco. Error de cálculo: él mismo se puso una vara demasiado alta.
Por otra parte, decir que para gobernar no se necesita leer da al traste con los millones de pesos que el Gobierno gasta anualmente para promover la lectura y la educación, y además le hace un flaco favor a una parte del ideario político del propio candidato.
Lo que sucedió en Guadalajara es grave. ¿Cómo es que una persona que no lee de pronto encuentra el gusto y el talento por escribir un libro si no sabe la magia de la que están hechos?, ¿cómo es que quien escribe un libro y lo presenta en la ilustre feria no tiene idea del tipo de preguntas que se le harán?, ¿cómo es que un político no supo contestar una pregunta simple?, ¿cómo es que, siendo una figura pública, no anticipó el escarnio a todas estas faltas? ¿Gobernará al País por guión?, ¿podrá improvisar ante las adversidades?
Recuerdo una entrevista que en mayo de 2009 hizo el comunicador Jorge Ramos al entonces Gobernador Peña, donde lo enfrentó con esta frase: "El año pasado se descubrió que usted gastó 13 millones de dólares en publicidad promoviendo su estado", refiriendo la crítica que hacía la revista Proceso sobre que eso era casi una compra de votos.
El Gobernador defendió el gasto como parte de mantener informada a la población. Cuando Ramos insistió en lo que podría hacerse con ese dinero, el Gobernador dijo: "Se hacen muchas cosas, Jorge, normalmente tienes un presupuesto 100 veces, mil veces mayor...".
Nos hemos acostumbrado a escuchar que el gasto en comunicación social -que muchas veces no es más que propaganda política maquillada de gasto- "no es figura" en los grandes presupuestos.
Pero esa cantidad sí importa en términos de justicia en un país donde hay tantos millones de "proles" con hambre, donde con ese dinero se podrían disminuir tasas de impuestos, apoyar a miles de empresas para crear empleos, comprar 13 millones de tacos o pagar mejor a maestros y policías. Esos grandes presupuestos parecen no alcanzar nunca, ¿entonces?, ¿cómo decir que tantos millones de dólares no son figura?, ¿no podría comunicarse con menos?
La sensibilidad no se adquiere con la mayoría de edad, y la hija del candidato ha vivido desde niña en las trincheras de su padre, que debían haber sido, se supone, austeras, solidarias y cargadas de humanismo, llenas de experiencias de entrega social y de vivir en carne propia las carencias de la gente.
Pero pareciera que con esos niveles de gasto "en comunicación social", esa trinchera no es más que una escenografía colmada de reflectores detrás de los cuales sólo hay masas de proles que les envidian.
Margarita Ríos-Farjat
ana.margarita@prodigy.net.mx
En su tweet de la semana pasada, la hija del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, mandó su ya célebre saludo a aquellos que "forman parte de la prole". El concepto que cada quién tenga de su propia familia es cosa suya y muy respetable, así como los adjetivos que esa prole use para saludarse o referirse a sí misma.
Sin embargo, no obstante la claridad gramatical de esa frase, el resto de la oración y el momento en que se emitió revelan que la intención era usar la palabra prole como adjetivo clasista para denigrar a quienes criticaron a su papá por su penoso incidente en Guadalajara.
Varios comunicólogos, principalmente de Televisa, han salido en defensa de Peña Nieto y de su hija: "Leer no es importante a la hora de gobernar", "Paulina Peña es una adolescente y es mezquino meterla en debates políticos", etc. Pero son arenas movedizas y no es fácil la excusa.
No se trata de que nos gobierne un erudito, pero eso es simplificar las cosas: tampoco es ideal un Presidente que no sólo no lea, sino que no pueda hilar una respuesta coherente y que, no obstante eso, tenga la audacia de publicar un libro e irlo a presentar en una de las ferias del libro más importantes del País.
Sus defensores dicen que las críticas provienen de gente que no lee más de dos libros al año y que por eso no importan. Pero quien no lee ni dos libros tiene el derecho de aspirar a que sus gobernantes tengan más conocimientos que él.
Además, quien no lee ni dos libros tampoco escribe uno ni le interesa hacerlo, pero quien busca crearse una imagen de intelectual debe probar su intelectualidad aun ante quienes leen poco. Error de cálculo: él mismo se puso una vara demasiado alta.
Por otra parte, decir que para gobernar no se necesita leer da al traste con los millones de pesos que el Gobierno gasta anualmente para promover la lectura y la educación, y además le hace un flaco favor a una parte del ideario político del propio candidato.
Lo que sucedió en Guadalajara es grave. ¿Cómo es que una persona que no lee de pronto encuentra el gusto y el talento por escribir un libro si no sabe la magia de la que están hechos?, ¿cómo es que quien escribe un libro y lo presenta en la ilustre feria no tiene idea del tipo de preguntas que se le harán?, ¿cómo es que un político no supo contestar una pregunta simple?, ¿cómo es que, siendo una figura pública, no anticipó el escarnio a todas estas faltas? ¿Gobernará al País por guión?, ¿podrá improvisar ante las adversidades?
Recuerdo una entrevista que en mayo de 2009 hizo el comunicador Jorge Ramos al entonces Gobernador Peña, donde lo enfrentó con esta frase: "El año pasado se descubrió que usted gastó 13 millones de dólares en publicidad promoviendo su estado", refiriendo la crítica que hacía la revista Proceso sobre que eso era casi una compra de votos.
El Gobernador defendió el gasto como parte de mantener informada a la población. Cuando Ramos insistió en lo que podría hacerse con ese dinero, el Gobernador dijo: "Se hacen muchas cosas, Jorge, normalmente tienes un presupuesto 100 veces, mil veces mayor...".
Nos hemos acostumbrado a escuchar que el gasto en comunicación social -que muchas veces no es más que propaganda política maquillada de gasto- "no es figura" en los grandes presupuestos.
Pero esa cantidad sí importa en términos de justicia en un país donde hay tantos millones de "proles" con hambre, donde con ese dinero se podrían disminuir tasas de impuestos, apoyar a miles de empresas para crear empleos, comprar 13 millones de tacos o pagar mejor a maestros y policías. Esos grandes presupuestos parecen no alcanzar nunca, ¿entonces?, ¿cómo decir que tantos millones de dólares no son figura?, ¿no podría comunicarse con menos?
La sensibilidad no se adquiere con la mayoría de edad, y la hija del candidato ha vivido desde niña en las trincheras de su padre, que debían haber sido, se supone, austeras, solidarias y cargadas de humanismo, llenas de experiencias de entrega social y de vivir en carne propia las carencias de la gente.
Pero pareciera que con esos niveles de gasto "en comunicación social", esa trinchera no es más que una escenografía colmada de reflectores detrás de los cuales sólo hay masas de proles que les envidian.
Margarita Ríos-Farjat
ana.margarita@prodigy.net.mx
++++++++++++++++++++++++++++++++
Rodrigo Medina en sus 2 primeros años como gobernador (es un decir) de NL ha gastado en promedio casi 2 millones de pesos diarios en imagen, en publicidad, información bien documentada por El Norte. Es decir, casi 700 millones de pesos en 2 años. Enrique Peña Nieto reportó en su último informe de gobierno que gastó una cifra menor en sus 6 años. Sin embargo Peña Nieto ha tenido presencia nacional en los medios, principalmente con Televisa, en los 6 años pasados. Obviamente lo que gastó en imagen, si Medina se ha gastado esa cifra principalmente de manera local en NL, debió haber sido mucho mayor. Ahí está la respuesta de la intención del voto de más del 40% que tiene Peña Nieto, pura imagen. Pero está hueco debajo de ese copete. El incidente de la FIL y la educación que le ha dado a su hija demuestran que no sirve. Ojalá muchos mexicanos se den cuenta en los próximos 6 meses.