lunes, noviembre 28, 2011

 

Inflación bolivariana

Venezuela (perdón, la República Bolivariana de Venezuela) tiene la dudosa distinción de ser la economía con la mayor inflación en América Latina. Según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional, los precios al consumidor podrían aumentar este año algo así como 25 por ciento. Dicha cifra significaría la continuación de un proceso que tiene más de una década en curso, según se puede apreciar en la gráfica que acompaña a este artículo. En el periodo referido, el nivel de los precios se ha multiplicado ¡por un factor de 10!

Frente a tamaño desastre, el Presidente Hugo Chávez hizo expedir una "Ley de Costos y Precios Justos", a la que atribuyó recientemente (oct. 17) carácter de "vital" para el socialismo, ordenando al respecto "terminar de quebrar (!) todas esas redes que todavía tiene la burguesía" y que son "vicios del capitalismo". La dócil Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional señaló que el objetivo de la Ley es "garantizarle a la mayor parte de la población... el acceso a los bienes y servicios en igualdad de condiciones y a un precio justo". La Comisión agregó que el Estado debe corregir las distorsiones especulativas creadas por los monopolios y oligopolios.

El director del Banco Central de Venezuela aclaró (nov. 22) que se van a monitorear sólo algunos sectores de la economía, lo cual involucra algo así como 500 mil precios. Reconoció, sin embargo, que si se evalúa la estructura de costos, la cifra anterior puede llegar a un millón 500 mil precios, lo que hace "complicado", pero no imposible, su seguimiento. (Sí, claro).
 
No hay nada nuevo bajo el sol, dice el Eclesiastés, y en cierto sentido tiene razón. Pero, como agregó Ambrose Bierce con realismo, hay mucho de lo viejo que no conocemos (o que escogemos ignorar).

En efecto, una y otra vez a lo largo de la historia, los errores de política económica (monetaria) han conducido a brotes de inflación más o menos graves -en América Latina, en particular, han sido gravísimos. Y, una y otra vez, los gobiernos responsables del fenómeno han recurrido a toda suerte de explicaciones peregrinas -más o menos las mismas que están ofreciendo ahora las autoridades venezolanas: la especulación de los inescrupulosos, el poder de los monopolios, las leyes inexorables del injusto sistema económico, etcétera. Y, por supuesto, en lugar de atacar las causas del problema, se ocupan de sus manifestaciones, por medio de decretos arbitrarios que pretenden controlar los precios oficialmente.

El caso actual venezolano es un ejemplo más del destino de los regímenes populistas. Por lo común, primero desquician las finanzas públicas y, ya en el tobogán, recurren a la impresión de dinero para financiar los desequilibrios. Cuando la inflación monetaria se traduce en inflación de los precios, buscan culpables fáciles y tratan de reprimir el fenómeno usando la fuerza. Esta secuela fue descrita con maestría por varios autores hace 20 años, en un libro que, por desgracia, parece que nunca llegó a las manos de los diseñadores y hacedores de la política económica bolivariana. (Dornbush, R. y Edwards, S., editores, 1991. The Macroeconomics of Populism in Latin America. Chicago: The U. of Chicago Press). Es una pena, porque el final de la historia populista es invariable: tarde o temprano, hay que parar la espiral viciosa, empleando para ello un programa de ajuste más o menos clásico: bajar el gasto público, liberar los precios y, por supuesto, dejar de emitir dinero en exceso. Los "pagadores" son, como siempre, los de abajo, en la forma de una caída de los salarios reales. El desenlace del drama venezolano se ha pospuesto debido al inusual auge petrolero, pero es inexorable.

En México conocemos bien el proceso anterior, "gracias" a los experimentos populistas de Echeverría y López Portillo. Sólo muy tarde nos enteramos que "arriba y adelante" era en realidad un pronóstico de la inflación, y que "administrar la riqueza" era una divisa para uso personal.

En tiempos electorales, no sobra recordar ciertos episodios. Por si acaso.

Everardo Elizondo
 
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Los excesos causados por los políticos populistas eventualmente se regresan de forma negativa sobre los más pobres en forma de inflación. Ya lo hemos visto muchas veces en México durante décadas, y en otros países. Lamentablemente la gente que menos tiene es también la que menos o nula educación tiene. Y ante su desesperación por la pobreza son presa fácil de los políticos sin escrúpulos que les compran sus votos por una torta, un refresco, gorras y camisetas. Otros caen presa de las promesas demagógicas de servicios baratos, subsidiados, salarios mínimos altos por decreto, o promesas de crear millones de empleos de la nada. Sin embargo no hay lonche gratis y la inflación, la crisis, tarde que temprano llega y los pobres lo siguen siendo.

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