sábado, noviembre 19, 2011

 

Dañina ayuda (repartir o generar riqueza)

"La ayuda ha sido, y sigue siendo, un desastre político, económico y humanitario". Dambisa Moyo

Las naciones ricas han entregado cientos de miles de millones de dólares, quizá billones, a los países pobres desde hace cuando menos medio siglo. Sin embargo, las naciones pobres no sólo siguen siendo pobres, sino que se han empobrecido más. La razón es que la asistencia, en vez de ayudar, perjudica a los pobres. Esto lo dice una brillante y joven economista africana llamada Dambisa Moyo.

El campo de la ayuda internacional ha sido tradicionalmente dominado por ricos blancos de las naciones más prósperas, desde el economista Jeffrey Sachs hasta el empresario Bill Gates y estrellas del rock como Bono o Bob Geldof. Por eso asombra que una mujer negra -doctora en Economía de Oxford, originaria de Zambia, a quien recientemente escuché en la Ciudad de las Ideas en Puebla- llegue a romper esquemas.

La Dra. Moyo señala algo que hace mucho tiempo debieron haber notado los políticos y empresarios que han arrojado tanto dinero a África y otras naciones pobres. En las últimas tres décadas el crecimiento promedio anual de los países que más ayuda extranjera han recibido ha sido negativo, de -0.2 por ciento. Entre 1970 y 1998, cuando la ayuda a África alcanzó su máximo nivel, la tasa de pobreza en el continente subió de 11 a 66 por ciento de la población.

Las buenas conciencias, como Sachs, Gates o Bono, han argumentado que el problema es que hay que aumentar la ayuda. La Dra. Moyo afirma que esto sólo agravaría la pobreza. Las fuertes inyecciones de dinero del exterior destruyen los incentivos para el trabajo y la inversión productiva; generan dependencia, corrupción e inflación; y producen competencia desleal para los empresarios locales, que no tienen la posibilidad de contratar mano de obra o ejecutivos calificados ante las cantidades que pagan las organizaciones extranjeras.

"Ningún país en la historia ha logrado generar crecimiento por la ayuda del exterior", apunta Moyo. Países como Corea del Sur y Taiwán, que tenían niveles de desarrollo inferiores a los africanos en la década de 1950, han alcanzado hoy una prosperidad cercana o superior a la de los ricos, pero no por haber recibido asistencia, sino por las inversiones productivas, el comercio internacional y la adopción de un sistema de mercado.

"La economía de mercado no es perfecta -dijo en Ciudad de las Ideas-, pero es el sistema que ha creado crecimiento, prosperidad y libertad política".

Para Dambisa Moyo la actual crisis económica de Europa y Estados Unidos es una gran oportunidad. En un momento en que las naciones ricas están teniendo problemas propios, es lógico esperar una disminución en el flujo de ayuda. Esto hará más fácil que se desarrollen empresarios e inversiones locales en los países pobres.

Otra oportunidad es la irrupción de los chinos a la economía internacional, los cuales están llegando a los países en vías de desarrollo con el ánimo de hacer inversiones y negocios antes que de otorgar ayuda. Su apetito por materias primas está generando el primer crecimiento en mucho tiempo en las naciones pobres.

Los ricos filántropos y economistas blancos no quieren dejarse convencer por una africana. Dar ayuda a los pobres es, después de todo, una forma de aliviar una conciencia culpable; poco importa que haga más daño que bien. Pero si los blancos ricos no están dispuestos a escuchar lo que les dice una joven economista negra, quizá debieran revisar los desastrosos resultados de medio siglo de ayuda internacional.

Más juanitos
Andrés Manuel López Obrador ha propuesto que los líderes de los partidos de izquierda se postulen como precandidatos presidenciales para renunciar cuando termine la precampaña. Se repetiría así a nivel nacional el esquema de Juanito para dar la vuelta a una ley que impide el uso de medios para un candidato de unidad. Mejor sería tener una legislación electoral menos restrictiva.

Sergio Sarmiento
www.sergiosarmiento.com
 
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Si se pretende repartir la riqueza dizque para disminuir la desigualdad, sin ningún criterio que considere los méritos de cada quien, nunca habrá dinero suficiente para acabar con la pobreza. La única forma sustentable para combatir la pobreza es generando riqueza y que se comparta de manera proporcional al esfuerzo de cada quien.

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