sábado, noviembre 19, 2011

 

Va de nuevo (AMLO)

No hubo sorpresa. La última encuesta de Mitofsky le daba una ventaja de 4 a 1 entre militantes y simpatizantes. Marcelo Ebrard fue incapaz de remontar esa ventaja. Es más, en las últimas semanas se ensanchó.

Y aunque en población abierta la distancia era menor, lo cierto es que López Obrador siempre estuvo por encima del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México.

La derrota de Ebrard deja muchos desilusionados. Todos aquellos que emprendieron una crítica de los errores que cometió AMLO durante y posteriormente a la campaña por la Presidencia de la República.

Y que, además, estaban convencidos de que López tenía todo para ganar la postulación interna del PRD, PT y Convergencia, pero que jamás lograría imponerse en la elección presidencial. De ahí que su convicción fuera que Ebrard debería ir hasta el final.

La declinación de Ebrard tiene dos componentes fundamentales: el primero es un cálculo racional, la izquierda dividida no tendría posibilidad alguna de competir contra el PRI y el PAN.

Segundo, un cálculo pragmático: López Obrador jamás declinaría; si perdía, desconocería los resultados y, en el último de los casos, se lanzaría por el PT y Convergencia.

Por eso Ebrard estiró la liga, pero nunca estuvo dispuesto a llegar al rompimiento. Pudo, incluso, haber habido dos factores adicionales: una forma de lealtad y una negociación que le otorga posiciones a la gente del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México.

La pregunta es ¿qué viene? ¿El mismo AMLO o una versión corregida y aumentada de lo mismo? La respuesta a esta pregunta es muy simple: no se puede corregir a la naturaleza, árbol que crece doblado jamás su tronco endereza.

La declaración del "rayito de esperanza" la semana pasada es más que ilustrativa: no tengo confianza en el IFE, sino en los ciudadanos para que defiendan su voto, es decir, mi victoria inevitable.

Los referentes siguen siendo los mismos: el PAN y el PRI son idénticos. La mafia en el poder es el enemigo a vencer. Peña Nieto es promovido por la mafia y por Televisa.

La tregua declarada y el beneficio de la duda que le extendió a Televisa y López Dóriga, esta semana, no alteran lo esencial.

No hay forma de que AMLO rompa esas coordenadas. Porque con ellas piensa al mundo y se representa a sí mismo: de un lado está el pueblo bueno; del otro, los malos, que son unos cuantos y urden complots todo el tiempo.

Él, el rayito de esperanza, vino al mundo a liberar a los buenos. Su tarea es conducir al pueblo a la tierra prometida. Su vínculo con la gente buena es orgánico y espiritual.

A ello hay que agregar un ingrediente nuevo: el rencor y el espíritu de revancha. El atraco de 2006 no puede quedar impune, debe concluir con la victoria en 2012. De otro modo, nada tendría sentido.

La travesía del desierto nunca sirvió para hacer un recuento y una autocrítica de los errores cometidos. Fue un ejercicio de resistencia para probarse a sí mismo y a los demás que es indestructible.

La nueva retórica -probablemente inspirada en el discurso cursi de Javier Sicilia- de la República amorosa es un simple aderezo del mismo guiso. Las flores de amor y paz se transformarán, más temprano que tarde, en una espada flamígera y justiciera para cercenar cabezas.

El tono y contenido de la campaña está, pues, cantado. La prioridad estratégica es polarizar la contienda entre él y Peña. La intención será transformar la elección en una suerte de plebiscito: sí o no a la permanencia de la mafia en el poder.

Por lo demás, su convicción y diagnóstico es que el PAN se situará, inevitablemente, como tercera fuerza en la contienda sin posibilidad de alcanzar la victoria.

También está cantado el desconocimiento de la victoria del adversario. No importa que gane el PRI o el PAN, porque ya se sabe que son lo mismo.

Pero además, el pensamiento mesiánico no admite contradicciones ni objeciones y se sintetiza en un silogismo: el pueblo bueno no puede ser derrotado ni confundido. Él (López) es el representante único y verdadero del pueblo. Su derrota sólo puede ser efecto de un fraude descomunal.

Son exactamente las mismas mojoneras de 2006. La única prueba de una contienda justa y equitativa es la victoria. La derrota confirma, por sí misma, el complot de la mafia y el atraco electoral.

Por eso el 2 y 3 de julio del 2006, pese a que sus propios conteos rápidos -como los del resto de las encuestadoras y el PREP- le otorgaban la ventaja a Felipe Calderón, proclamó su victoria por 500 mil votos.

El destino de López Obrador es paradójico. Nunca la izquierda estuvo tan cerca de alcanzar la Presidencia de la República. La ventaja de 10 ó 12 puntos sobre Calderón en enero de 2006 era, prácticamente, irremontable.

Para decirlo de otro modo, en ese momento el único que podía derrotar a López era... el propio López, y así ocurrió. Los errores se sucedieron uno a uno, si bien en el campo contrario se tuvo la habilidad de aprovecharlos.

Hoy la situación es muy diferente. Arranca en tercer lugar. Las encuestas apuntan, más o menos, las mismas tendencias: Peña Nieto 47 por ciento, Josefina Vázquez Mota 17 por ciento, AMLO 15 por ciento.

Es cierto, sin embargo, que nada está escrito. Allí están las elecciones de 2000 y 2006. Labastida tenía en diciembre de 1999 una intención de voto cercana al 50 por ciento y perdió.

Incluso es muy probable que hacia mediados de marzo las campañas inicien con menor distancia entre los contendientes. Pero aún así, la victoria de AMLO no está en el horizonte.

En 2012 nadará contra la corriente y pagará los errores que cometió en 2006 con la toma de Reforma y la Presidencia Legítima. La gente tiene memoria corta, pero no tan corta, y no es tonta.
 
Jaime Sánchez Susarrey
 
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De entre los candidatos a presidente en el 2012 AMLO es el único que representa un peligro para México. Ya no es un peligro tan fuerte, probable, como lo fue en el 2006 que encabezaba las encuestas. Ahora está en un lejano 3er lugar, muy detrás del puntero Peña Nieto. Sin embargo es un peligro primero porque es el que tiene más probabilidades de cometer un auto golpe de Estado. Con el poder y recursos del Ejecutivo bien podría hacer marchas, plantones, presión mediática para doblegar a los otros 2 poderes, el Legislativo y el Judicial, a que le cumplan sus caprichos. Y si un sector importante de las Fuerzas Armadas lo apoyase, el auto golpe de Estado sería una posibilidad siempre latente.

Y sigue siendo un peligro porque nunca reconocerá su derrota. Su perfil mesiánico siempre tendrá la excusa de que cuando pierde es porque le robaron. Si gana, tendrá bajo su mando todo el Erario federal. Si pierde, seguirá siendo el presidente legítimo (SIC) por otros 6 años, enajenando con sus discursos trasnochados, clasistas, al 15-20% de la población. Poder suficiente para seguir viviendo cómodamente del Erario con los recursos que extrae de los partidos paleros que lo apoyan (PT, Convergencia, y PRD) y de los legisladores y otros entidades públicas.

En resumen, AMLO nunca pierde. Por eso es y seguirá siendo un peligro para México. AMLO si infunde miedo por lo que podría hacer. Peña Nieto si gana daría coraje, pero no miedo. La partidocracia mexicana, sin candidaturas independientes, sin voto nulo legislado, nuevamente nos orillan a escoger al menos peor, al menor de los males.


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