lunes, septiembre 14, 2009

 

El tema no es el deficit

Académicos, ex funcionarios y legisladores han planteado que se amplíe el déficit público. Creo que no es el tema central.

¿Es necesario que el Gobierno mexicano emprenda políticas anticíclicas más agresivas que impliquen un elevado déficit público, para salir de la recesión?

Mi percepción es que no.

De hecho, ya hay indicadores que señalan claramente que hay una tendencia hacia arriba en la mayoría de las variables que tienen que ver con el sector productivo mexicano.

Le refiero solamente dos que se dieron a conocer el viernes. La actividad industrial de México creció 2.84 por ciento en julio respecto a junio, con base en cifras desestacionalizadas.

En particular, las manufacturas aumentaron en ese mismo periodo en 4.5 por ciento.

No es imposible que en los siguientes meses volvamos a tener tropezones, incluso fuertes, pero la tendencia es innegablemente hacia arriba.

En muchos ámbitos difiero de las perspectivas de Hacienda, pero en éste coincido: la economía va a salir pronto de la recesión.

La amenaza que enfrentamos no es que se profundice la recesión económica, sino que tengamos un largo periodo de crecimiento muy bajo.

Paradójicamente, a la economía mexicana le han servido las políticas expansionistas de Estados Unidos. Un ejemplo muy claro es la industria automotriz.

La producción de automóviles del mes de agosto fue 32 por ciento superior al promedio de los siete meses anteriores, y en el caso de la producción para exportar, el aumento fue de casi 35 por ciento. En contraste, las ventas internas de agosto fueron virtualmente iguales al promedio de los siete meses anteriores, lo que demuestra que son las compras de los consumidores, sobre todo los de EU, los que están impulsando a la industria en México.

No dudo que quizá podría acelerarse un poco la recuperación si en lugar del déficit de 0.5 por ciento del PIB tuviéramos uno de 1.5 por ciento, pero eso no va a hacer la diferencia.

El tema no es si creceremos al 2.5 o al 3 por ciento en el 2010, sino si en el siguiente lustro la economía mexicana logrará tener las condiciones para acelerar la inversión, no sólo la pública, sino sobre todo la privada.

A mí me parece que no sólo no es necesario aumentar el gasto público, sino que sería más factible hacer una real depuración de las mil y un rentas que se generan por este gasto, que van de los privilegios sindicales a los contratismos pasando por el derroche inútil que a veces representa el gasto social.

Está más que probado que sin crecimiento económico ninguna política social es capaz de atemperar la pobreza, y para prueba están los datos de la Encuesta de Ingreso-Gasto del INEGI para 2008, que refleja el crecimiento de la pobreza en el año en el que más expansión tuvo el gasto social.

Y, para crecer, una de las claves es introducir la competencia en múltiples ámbitos de la economía mexicana en los que ha habido resistencia a hacerlo.

Tenga la certeza de que si desde hace 20 años hubieran existido incentivos para explorar y descubrir reservas petroleras adicionales, no habríamos tenido el desplome de la producción que ha traído consigo Cantarell, pues ya se habrían incorporado otros campos.

Si en el sector de telecomunicaciones la competencia hubiera sido mayor, también habríamos tenido un efecto sobre la competitividad del País mucho mayor que el que hemos registrado.

Lo esencial no son ahora las políticas anticíclicas, sino aterrizar y concretar el decálogo presidencial del 1 de septiembre, que amenaza ser relegado apenas días después de que se presentó.

Enrique Quintana 
enrique.quintana@reforma.com
 

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Un déficit muy alto (deuda del gobierno) también afecta la creación de empleos. Entre más deuda tenga un país en desarrollo como México, peor será su calificación crediticia (su nivel de riesgo para los inversionistas). Es lógico, entre más deuda tenga una persona, empresa o país, más difícil será que le presten más dinero, pues entre más deba más probable es que deje de pagar.

 

La gran mayoría de las empresas privadas, nacionales o extranjeras, acuden a fuentes de financiamiento (deuda o acciones) para hacerse del capital necesario para sus inversiones (construir una planta nueva o crecer las existentes). Sin embargo, la tasa de interés que les cobrarán los bancos (o el retorno sobre inversión que le exigirán los inversionistas que adquieran acciones de esa empresa) es mayor si el riesgo del país es mayor. Recuerden, a mayor riesgo mayor rendimiento exigido. Por eso el que un gobierno se endeude restringe el acceso al crédito a las empresas y disminuye los proyectos de inversión que son rentables para ese país. En otras palabras, menos inversión, menos empleos.

 

Y esa no es la única razón de que a mayor deuda del gobierno, menos inversión privada. Siempre los inversionistas verán menos riesgo prestándole a un gobierno (éste siempre podrá cobrar impuestos a sus ciudadanos) que a una empresa en el mismo país que el gobierno en cuestión. El capital disponible para prestarle a gobiernos o empresas es limitado. Si un gobierno se endeuda mucho consume el capital disponible, quedando menos para las empres, y el que queda exige más rendimiento como se explicó en el párrafo anterior. Conclusión: menos inversión, menos empleo.

 

Pero además de todo lo anterior, la deuda en exceso de un gobierno genera inflación en ese país, pues se inyecta dinero a la economía de manera artificial y la oferta de bienes y servicios no crece al mismo ritmo. A mayor demanda y oferta menor, los precios suben. Por eso durante los 70’s y 80’s tuvimos inflaciones altísimas en México.

 

Recuerden, si el gobierno se endeuda, será malo en el mediano y largo plazo para la población. No debemos aceptar gobiernos que sean propensos a tomar deuda.

 

Dany Portales

 


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