lunes, septiembre 21, 2009

 

El ogro exigido

Quizás lo odien y quizás lo amen, pero muchos mexicanos no quieren vivir sin su apoyo. El Estado patrimonialista y a la vez protector. El Estado rapaz y también dadivoso. El Estado que construye el capitalismo mexicano y asimismo crea sus enormes ineficiencias. El "ogro filantrópico" cuyo origen y funcionamiento describió tan bien Octavio Paz. Grande. Monstruoso. Con un apetito voraz. Acostumbrado a extraer y a gastar, a succionar y a despilfarrar, a financiar clientelas vendiendo petróleo y a vivir de su producción.

Hoy obligado por la crisis a cazar cuerpos entre los contribuyentes cautivos. Pero la paradoja es que pocos quieren aprovechar la oportunidad para domesticar al ogro u obligarlo a comer menos y mejor. Prefieren alargar la vida del monstruo antes que combatirlo. Y no hay mejor ejemplo de la relación ambigua, contradictoria, de amor-odio con nuestro ogro mexicano que el paquete económico, junto con las reacciones que ha provocado.

Para el gobierno de Felipe Calderón, parecería que el problema más preocupante es que el ogro se está quedando sin su alimento habitual. Por eso el paquete propuesto pone tanto énfasis en la recaudación. Por eso le da una prioridad menor a la racionalización del gasto y no plantea una vinculación mayor entre la política fiscal y la promoción del crecimiento.

De lo que se trata es de nutrir al ogro para que pueda seguir siendo filantrópico; para que pueda seguir paliando la pobreza a través de iniciativas dispersas; para que pueda seguir siendo un Estado dadivoso y redistributivo. Y como el ogro posrevolucionario fue concebido con una política de privilegios, exenciones, prebendas y prestaciones que aseguran el apoyo político, la propuesta calderonista opta por no tocarlas. Busca ampliar la base fiscal del Estado, pero sin afectar los intereses -sindicales, empresariales y partidistas- que lleva décadas protegiendo. Su idea es parchar el traje del ogro filantrópico, pero no cambiar los términos de su actuación.

Para el PRI el imperativo es nuevamente colocar al ogro a su servicio. Apoyar -de ser necesario- el aumento en la recaudación para ponerlo a disposición de los gobernadores. Condicionar el incremento a los impuestos a cambio del control priista a nivel de los estados del Programa Oportunidades. Concederle quizás una "victoria" al gobierno a cambio de obtener recursos con los cuales construir clientelas y ganar la elección del 2012. Aceptar quizás ciertos elementos de la propuesta fiscal, pero sin tocar los regímenes especiales y las exenciones que benefician a los miembros tradicionales de su base electoral.

El PRI parió al ogro filantrópico y logró mantenerse en el poder gracias a las redes que ese monstruo tejió en el sindicato de Pemex y en el SME y el SNTE y entre la cúpula empresarial adiestrada en el arte de la evasión fiscal. Al PRI no le quita el sueño que la situación existente promueva el rentismo permanente y el crecimiento ausente, la concentración de la riqueza y la persistencia de la inequidad. Lo que busca es regresar al poder, montarse sobre el ogro y después verá si necesita adelgazarlo o encontrar fuentes alternativas para su alimentación. Por lo pronto, quiere que el ogro distribuya más dádivas a su base.

Para los partidos y la burocracia y la casta política del país, pocas cosas peores que adelgazar al ogro o cuestionar el costo de su comportamiento. Bajo la sombra de su gran cabeza han florecido los sueldos de magistrados, los bonos de consejeros, los seguros médicos de diputados, los aviones de gobernadores, los automóviles de funcionarios, las acciones en clubs de golf para directores generales, las prestaciones desorbitadas de funcionarios públicos a todo nivel.

Como bien lo señala Octavio Paz, el Estado mexicano hizo algo más que crecer y enriquecerse; hizo crecer y enriquecerse a quienes acompañaron y aplaudieron su gestión. Esa gran "familia política" ligada por vínculos de parentesco, amistad, compadrazgo y paisanaje. Esa red que aplaude las propuestas de austeridad, siempre y cuando no afecten su sector. Esa visión patrimonialista del sector público que lleva a numerosas dependencias a solicitar incrementos en su presupuesto, aun a pesar de la crisis.

Pero quizás el comportamiento más contraproducente en esta coyuntura es el de los ciudadanos. Los que denuncian al ogro pero perpetúan su existencia. Los que rechazan de tajo cualquier aumento en los impuestos, sin pensar en cómo podrían cambiar al país si comenzaran a pagarlos.

La única manera de encoger al humanoide horripilante que ha asolado a los mexicanos es empujándolo a alimentarse de otra manera. Obligándolo a ponerse a dieta. Forzándolo a depender de los contribuyentes y no del petróleo. Obligándolo por ello a rendir cuentas por cada peso más que se le da. Forzándolo a mejorar la representación democrática de aquellos que lo financian. Porque de otra manera, el Estado mexicano jamás logrará modernizarse; continuará siendo un ogro filantrópico que los ciudadanos dicen odiar, pero cuya supervivencia exigen.

Denise Dresser

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La idiosincrasia de los mexicanos, inculcada por décadas de "educación" estatista revolucionaria, sólo nos hace ser exigentes con los derechos, con las dádivas del gobierno, pero renuentes a cumplir con nuestras obligaciones. Porque así debería ser el contrato social que aceptamos desde el momento que nacemos como ciudadanos de un país. Tenemos derechos, si, pero también hay obligaciones.

Hoy la gran mayoría se opone al IVA del 2% generalizado bajo el argumento de que golpeará a quienes menos tienen. También se argumenta que el gobierno gasta mucho y lo gasta mal, que hay corrupción, por lo que si se elimina eso no habría necesidad de nuevos impuestos. Y ambos argumentos son ciertos, sin embargo la solución o conclusión es errónea. Como bien explica Denise Dresser, todos nos quejamos de lo malo del gobierno, de la evasión de impuestos que hay, etcétera, pero nadie queremos que los cambios que corregirían todos esos problemas nos afecten en lo individual. El refrán "hágase la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre" es lo que mejor describe nuestro comportamiento.

No queremos un IVA generalizado del 2% que acabaría con la enorme injusticia, con el dispendio, que se tiene al usar el IVA como instrumento de política social. Hoy el 20% más rico de la población (donde caemos la mayoría o la gran mayoría de quienes recibirán este correo y que cuentan con acceso a internet) recibe casi la mitad del subsidio de la tasa cero en alimentos y medicinas (porque eso es lo que es, un subsidio que se gestó desde hace décadas por los gobiernos populistas y demagogos del PRI, aunque el PAN con Calderón no se queda atrás). Mientras que el 20% más pobre de la población apenas recibe un 5% de ese subsidio. Como lo expliqué en un mensaje anterior, la política social mexicana es tan absurda, tan ineficiente, que para hacerle llegar un peso de apoyo al 20% más pobre de la población, le dio 40 pesos al 20% más rico. ¿Es eso progresivo? Eso es estúpido.

No queremos el 2% generalizado, pero tampoco queremos que nos quiten el subsidio que gozamos en la gasolina (si, así es, aunque durante algunos meses en México la gasolina estuvo más cara que en EUA, lo cierto es que ya nuevamente estamos gozando de un subsidio respecto a los precios internacionales), como tampoco queremos que nos quiten el subsidio en las tarifas eléctricas, ¿verdad? De igual forma tampoco queremos que el impuesto predial se actualice a precios comerciales ni el costo real del agua. ¿Acaso no es eso incongruente? Meditémoslo. Seamos honestos con nosotros mismos, con el país, con nuestra patria. Somos muy buenos para apoyar a la Selección, “ponernos la verde”, pero ¿para pagar impuestos, nos ponemos la verde?

No, no me mal interpreten. No se confundan, no estoy defendiendo a los políticos, ni al gobierno, ni a Calderón. La propuesta fiscal es una reverenda estupidez. De eso no hay duda. Los dispendios, corrupción, canonjías, de los burócratas, son insultantes para el resto de la población. Pero como dice Denise Dresser, el ogro ahí está y de alguna manera todos nos beneficiamos de él, lo odiamos, lo criticamos, pero no queremos que se corrija lo que nos beneficia en lo particular. El problema fiscal mexicano es muy complejo y llega a todos los rincones de la economía del país. Por eso la propuesta de Calderón es una estupidez, porque se está quemando por algo que no vale la pena. Y lo que aprobará el PRI junto con el PRD, y seguramente con la complacencia del PAN, será mucho peor.

Por la misma oposición de la población, ya tanto el PRI como el PRD se están inclinando a que ese 2% generalizado sobre ventas no pasará. Quizá el PRI pudiera aprobarlo pero sí y sólo si el dinero es manejado por los estados, por sus caciques gobernadores. Si es así, ni de chiste llegará a los pobres, sólo sería usado para fortalecer sus redes clientelares. Por otro lado, el que va viento en popa es el incremento al ISR. Para todos es muy fácil decir “que paguen los ricos”, “que las grandes empresas paguen mas”. ¿Acaso ya se les olvidó que estamos en medio de una crisis y que las empresas están quebrando? ¿De dónde quieren que se generen nuevos empleos, que todo mundo dice que no hay trabajo y culpa al gobierno, si las empresas tendrán menos incentivos para invertir?

Nuevamente los partidos en el Congreso, junto con el gobierno calderonista, están poniendo parches, maquillando, a un adefesio que no es otra cosa que una amalgama de parches puestos durante décadas. Ni una cirugía mayor podría arreglar el tema. Lo que se requiere es borrón y cuenta nueva, crear todo un nuevo sistema fiscal desde cero. Un IVA generalizado del 12 o 15%, sin exenciones, sin subsidios como tasas cero que sólo benefician a los que más tienen, para todos los productos y servicios. Y para proteger a los más pobres, el apoyo debe venir por el presupuesto de egresos, no por la Ley de Ingresos. ¿Qué tan difícil puede ser entregar tarjetas con fotografía, tipo monederos electrónicos que ya usan casi todas las tiendas y super mercados en el país, al 40 o 60% más pobre de la población?

Ya se tienen censos bastante confiables en la SEDESOL, por el programa Oportunidades. El IMSS también tiene un registro bastante confiable de los sueldos de todos quienes estamos en el sector formal de la economía. Los sistemas de información, computadoras y programas, que podrían llevar ese subsidio directo a la población más necesitada ya existen. De hecho no sería en dinero y sólo podría ser usado en tiendas, establecimientos que operen correctamente y que estén dados de alta en el SAT, lo cual ayudaría a combatir al sector informal, a los evasores, forzándolos a registrarse. Además se podrían bloquear compras con esas tarjetas de productos que no fueran de primera necesidad. La tecnología e información existe, lo que no hay es voluntad política.

El otro impuesto sería un ISR bajo, de no más del 20%, parejo contra ingresos donde sólo sean deducibles las compras de materias primas, la nómina, y las inversiones en maquinaria y equipo. Y en el caso de personas físicas, una exención del ISR o ISPT según sean empresarios o empleados, por los primeros 70 u 80 mil pesos anuales, y a partir de ahí la tasa del 20% pareja sólo con exenciones en gastos médicos, medicinas, educación, e intereses reales hipotecarios. Pero eso sí, pagando precios reales de combustibles, electricidad y agua, que nos cueste para que empecemos a cuidar el medio ambiente y la energía.

Obviamente, todo eso tiene que venir de la mano con una reforma integral del gasto del gobierno. Revisar sueldos, exceso de burócratas, de sus prestaciones, etc. Transparencia total de cada peso que gaste el gobierno, en los 3 niveles y en los 3 poderes. Toda una reingeniería del gobierno.

¿Sueño guajiro? Quizá. Pero todos los cambios iniciaron con un sueño, con una idea. ¿De qué lado estás tú? ¿Del lado del ogro o del lado de un nuevo México?

 

Dany Portales 


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