martes, noviembre 25, 2008
El mal holandés
"El Niño Dios te escrituró un establo y los veneros del petróleo el diablo".
Ramón López Velarde
En varias ocasiones he señalado en esta columna que México se convertirá pronto en un importador neto de hidrocarburos. Esta afirmación no es popular. Muchos políticos la consideran exagerada o incluso mentirosa. México, dicen con un orgullo patriótico difícil de entender, es un país petrolero y lo seguirá siendo.
La tendencia que estamos viendo en las estadísticas oficiales, sin embargo, no ratifica esta posición. La exportación de petróleo crudo mexicano está bajando de manera constante, en tanto que las importaciones de gas, petrolíferos y petroquímicos aumentan a un ritmo vertiginoso.
El superávit de la balanza petrolera -ése que se obtiene de restar de nuestras ventas de crudo las compras de otros hidrocarburos- fue de apenas mil 510 millones de dólares en octubre de este 2008, 23 por ciento menos que en el mismo mes del 2007. La baja es consecuencia de una disminución en la producción de petróleo crudo al tiempo que han aumentado las importaciones de otros hidrocarburos, particularmente las de gasolina.
Según cifras que Pemex dio a conocer la semana pasada, en los 10 primeros meses del 2008 se registró un descenso de 9.6 por ciento en la producción de petróleo crudo del País frente al mismo periodo del año anterior. Esto se tradujo en una caída de 17 por ciento en el volumen de exportación. Sólo un precio internacional extraordinariamente alto -que ya ha caído- ocultó temporalmente la situación.
La producción de refinados (gasolina, diesel, combustóleo y otros) bajó 2.4 por ciento en el periodo. Las ventas de petrolíferos subieron 17.5 por ciento, impulsadas en parte por el subsidio a las gasolinas y el diesel. Como consecuencia, el valor en dólares de las importaciones de hidrocarburos se disparó 63 por ciento.
De continuar las actuales tendencias, para julio del 2011 (como lo señalé el pasado 25 de agosto en un artículo) seremos importadores netos de hidrocarburos. En un máximo de seis años lo seremos incluso de petróleo crudo.
Durante mucho tiempo esta perspectiva ha sido vista con horror por nuestros políticos. Y no sorprende. Los políticos han sido los principales beneficiarios de una bonanza petrolera que ellos mismos han ahogado, al no atreverse a hacer una reforma a fondo en la industria de los hidrocarburos. Los ingresos del petróleo han permitido a estos políticos repartir dinero sin molestarse en hacer la reforma fiscal que habría permitido financiar esta generosidad de manera sostenible. Al final, sin embargo, han matado a la gallina de los huevos de oro.
Pero ¿deberemos entrar en pánico también los mexicanos comunes y corrientes, los que no somos políticos? ¿Se acabará nuestro país en el momento en que, como Suiza, Japón, Corea del Sur, España y tantos otros, empecemos a importar petróleo? Por supuesto que no. De hecho, quizá el fin de la era del petróleo pueda convertirse en el inicio de un cambio que finalmente nos permita empezar la construcción de una economía más próspera, porque lo único que nos ha dejado el petróleo hasta ahora es pobreza... y un buen número de políticos y líderes sindicales arrogantes. (DOPC: Yo diría que millonarios en lugar de arrogantes)
En economía se llama síndrome o mal holandés al efecto que produce la excesiva bonanza de un recurso natural. Los altos precios que se obtienen de su producción y venta sobrevalúan la moneda local e inhiben la inversión en otras actividades productivas. Al final el daño económico que la bonanza provoca es mucho mayor que sus beneficios. Esto le ha ocurrido a México en los últimos años.
Aun cuando Pemex es una empresa ineficiente, con tres veces el número de trabajadores que otras petroleras con su nivel de producción, el número de empleos que destruye en la economía por la distorsión del mal holandés es muchas veces mayor. La mayoría de los países ricos en petróleo, desde Arabia Saudita hasta Venezuela, pasando por Nigeria y Rusia, han generado sociedades pobres, pero con una pequeña clase de enormes privilegios. Lo mismo ha ocurrido en México, donde unos cuantos políticos, funcionarios, líderes sindicales y contratistas han sido los beneficiarios de la bonanza petrolera. (DOPC: Y lo seguirán siendo, gracias a los "patriotas" que "evitaron" la "privatización" de PEMEX. Evitaron que les quitaran su coto de poder y de dinero)
Los años de bonanza petrolera se han caracterizado por un lento crecimiento de la economía nacional, con bajos sueldos y poca creación de empleos. Esto ha sorprendido a muchos analistas, que no entienden la distorsión económica del síndrome holandés. Pero López Velarde la comprendió bien hace un siglo cuando apuntó, en su poema "Suave Patria", que los "veneros del petróleo" el diablo nos los escrituró.
Sí, es muy probable que México se convierta muy pronto en un importador neto de hidrocarburos. Pero quizá esto no sea tan malo. Cuando se acabe el petróleo, los mexicanos estaremos obligados por fin a hacer las reformas que nos permitan construir una sociedad más próspera.
Ramón López Velarde
En varias ocasiones he señalado en esta columna que México se convertirá pronto en un importador neto de hidrocarburos. Esta afirmación no es popular. Muchos políticos la consideran exagerada o incluso mentirosa. México, dicen con un orgullo patriótico difícil de entender, es un país petrolero y lo seguirá siendo.
La tendencia que estamos viendo en las estadísticas oficiales, sin embargo, no ratifica esta posición. La exportación de petróleo crudo mexicano está bajando de manera constante, en tanto que las importaciones de gas, petrolíferos y petroquímicos aumentan a un ritmo vertiginoso.
El superávit de la balanza petrolera -ése que se obtiene de restar de nuestras ventas de crudo las compras de otros hidrocarburos- fue de apenas mil 510 millones de dólares en octubre de este 2008, 23 por ciento menos que en el mismo mes del 2007. La baja es consecuencia de una disminución en la producción de petróleo crudo al tiempo que han aumentado las importaciones de otros hidrocarburos, particularmente las de gasolina.
Según cifras que Pemex dio a conocer la semana pasada, en los 10 primeros meses del 2008 se registró un descenso de 9.6 por ciento en la producción de petróleo crudo del País frente al mismo periodo del año anterior. Esto se tradujo en una caída de 17 por ciento en el volumen de exportación. Sólo un precio internacional extraordinariamente alto -que ya ha caído- ocultó temporalmente la situación.
La producción de refinados (gasolina, diesel, combustóleo y otros) bajó 2.4 por ciento en el periodo. Las ventas de petrolíferos subieron 17.5 por ciento, impulsadas en parte por el subsidio a las gasolinas y el diesel. Como consecuencia, el valor en dólares de las importaciones de hidrocarburos se disparó 63 por ciento.
De continuar las actuales tendencias, para julio del 2011 (como lo señalé el pasado 25 de agosto en un artículo) seremos importadores netos de hidrocarburos. En un máximo de seis años lo seremos incluso de petróleo crudo.
Durante mucho tiempo esta perspectiva ha sido vista con horror por nuestros políticos. Y no sorprende. Los políticos han sido los principales beneficiarios de una bonanza petrolera que ellos mismos han ahogado, al no atreverse a hacer una reforma a fondo en la industria de los hidrocarburos. Los ingresos del petróleo han permitido a estos políticos repartir dinero sin molestarse en hacer la reforma fiscal que habría permitido financiar esta generosidad de manera sostenible. Al final, sin embargo, han matado a la gallina de los huevos de oro.
Pero ¿deberemos entrar en pánico también los mexicanos comunes y corrientes, los que no somos políticos? ¿Se acabará nuestro país en el momento en que, como Suiza, Japón, Corea del Sur, España y tantos otros, empecemos a importar petróleo? Por supuesto que no. De hecho, quizá el fin de la era del petróleo pueda convertirse en el inicio de un cambio que finalmente nos permita empezar la construcción de una economía más próspera, porque lo único que nos ha dejado el petróleo hasta ahora es pobreza... y un buen número de políticos y líderes sindicales arrogantes. (DOPC: Yo diría que millonarios en lugar de arrogantes)
En economía se llama síndrome o mal holandés al efecto que produce la excesiva bonanza de un recurso natural. Los altos precios que se obtienen de su producción y venta sobrevalúan la moneda local e inhiben la inversión en otras actividades productivas. Al final el daño económico que la bonanza provoca es mucho mayor que sus beneficios. Esto le ha ocurrido a México en los últimos años.
Aun cuando Pemex es una empresa ineficiente, con tres veces el número de trabajadores que otras petroleras con su nivel de producción, el número de empleos que destruye en la economía por la distorsión del mal holandés es muchas veces mayor. La mayoría de los países ricos en petróleo, desde Arabia Saudita hasta Venezuela, pasando por Nigeria y Rusia, han generado sociedades pobres, pero con una pequeña clase de enormes privilegios. Lo mismo ha ocurrido en México, donde unos cuantos políticos, funcionarios, líderes sindicales y contratistas han sido los beneficiarios de la bonanza petrolera. (DOPC: Y lo seguirán siendo, gracias a los "patriotas" que "evitaron" la "privatización" de PEMEX. Evitaron que les quitaran su coto de poder y de dinero)
Los años de bonanza petrolera se han caracterizado por un lento crecimiento de la economía nacional, con bajos sueldos y poca creación de empleos. Esto ha sorprendido a muchos analistas, que no entienden la distorsión económica del síndrome holandés. Pero López Velarde la comprendió bien hace un siglo cuando apuntó, en su poema "Suave Patria", que los "veneros del petróleo" el diablo nos los escrituró.
Sí, es muy probable que México se convierta muy pronto en un importador neto de hidrocarburos. Pero quizá esto no sea tan malo. Cuando se acabe el petróleo, los mexicanos estaremos obligados por fin a hacer las reformas que nos permitan construir una sociedad más próspera.
Sergio Sarmiento